Juegos perversos con la amiga de mi esposa 3

La primera semana después de algo imposible, siempre da hambre...

Os preguntaréis como fue mi vida después de ese instante. Un sábado como el que había tenido, no es algo que se superase con facilidad y no, no lo es… pero os estáis adelantando a la historia. Retrocedamos un poco en el tiempo y dejemos mi vida aún por continuar. Después de aquel día en el paraíso, el infierno llegó.

El domingo miré cincuenta veces mi móvil cada minuto. Parecía que tenía un tic nervioso de todas las veces que giraba el teléfono buscando cualquier mensaje. Fue en vano… en ningún momento me escribió. Me sentí desilusionado.  A pesar de todo, su recuerdo, y todo lo que hicimos ayer, me tuvo toda la tarde con una erección.

Y claro… una erección es una erección.

—¿Cariño? —comentó Adriana, entre sorprendida y halagada, al sentir mi mano en su culo cuando se agachó a coger un trapo en la cocina—. ¿Estás bien?

Apreté fuerte ese trasero que era mío. No, no era el de Victoria… pero vamos que si me servía para lo que tenía en mente.

—Tú si que estás bien —contesté.

Cuando se levantó para seguirme el juego, la agarré de la nuca y la obligué a besarme. Al principio noté un segundo de resistencia, pero cuando sintió mi lengua invadiendo su boca una pasión arrolladora la invadió y se dejó hacer.

—Cariño… —suspiró, pasando su mano por mi entrepierna.

No tenía palabras para ella, tenía hambre. Antes de pensarlo, cogí su blusa y le rompí los botones haciendo que saltasen al vacío.

—¡Oye, mi ropa! —exclamó enfadada—. ¡Era…!

Lo que fuera a decir murió en sus labios mientras mordía sus pezones a través del sujetador.

—Te compraré otro —murmuré, entre mordisco y mordisco—. Pero tendrás que ganártelo.

Sus gemidos iban ascendiendo a medida que mis mordiscos y lametones aumentaban la intensidad. La empujé contra la encimera y la dejé sin salida, mientras mis manos desabrochaban sus pantalones.

—¡Dios…! ¿Se puede saber que te pasa?

Metí mi mano en su ropa interior e introduje mi dedo índice y corazón en su interior. Estaba tan mojada que los pude llevar al fondo y moverlos sin dificultad. Mientras la masturbaba, dejé sus pechos y acerqué mi boca a ella.

Por un momento creyó que mi intención era besarla y sus labios buscaron los míos. Sonreí. Los esquivé y me acerqué a su oído susurrándola, mientras aceleraba el ritmo en que la tocaba.

—Que quiero que mi dulce esposa se corra como una puta.

Sentí el mordisco antes de saber lo que estaba haciendo. Adriana estaba tan excitada, que me mordió en el cuello. Lo soporté unos segundos, hasta que la agarré del pelo y la obligué a separarse.

A pesar del dolor que sentí en sus mandíbulas cuando intentó evitarlo apretando más fuerte, lo conseguí.

—¡Cabrón! —me insultó.

Sus ojos eran puro fuego, hacía tiempo que no la veía así.

¡Y me encantaba!

Sin soltarla del pelo, la besé. Devoraba su boca mientras jugaba en su interior empujando mi dedo corazón en círculos leves sobre su clítoris y el índice luchaba en un intento de ir en sentido contrario. Le faltaba el aliento y apretaba los dientes suspirando, mirándome entre el deseo y la furia.

Se quitó la blusa y se relajó disfrutando dejando que le embargasen las sensaciones de lo que le estaba haciendo. Cada vez gemía más alto y su boca insistía en buscar la mía.

—Te amo —me confesó.

—Yo solo te estoy usando como juguete sexual —confesé.

—Mmmmmmmm Todo lo que quieras.

—Quítate la ropa —ordené, sacando mi mano de sus braguitas y soltando el botón de mis pantalones.

—¿Podemos ir al cuarto?

Me agaché, y sin esperar que cumpliera la orden, cogí su pantalón y lo bajé de golpe, junto a su ropa interior, arrancándola un gritito.

—De rodillas.

No dudó. Tan solo se inclinó y, mirándome los ojos, lamió la punta de mi miembro mientras comenzaba a masturbarme. Eran pequeñas lamidas, casi tímidas, mientras movía su mano cada vez más rápido.

Esa pequeña puta amateur necesitaba aprender muchas cosas de su amiga. La agarré del pelo y empecé a follarme su boca.

Sentir como le violaba ese orificio a mi esposa mientras pensaba en su amiga me llenaba de morbo. Allí la tenía, de rodillas, exactamente en el mismo lugar donde Victoria me había conseguido vaciar en tres minutos.

Era gratificante poder comparar y diferenciar a ambas mujeres en esta lid. Mientras que la boca de Adriana era un túnel vacío y grande donde meter una y otra vez mi polla intentando llegar al destino final, la de su amiga era una selva que apretaba al invasor con sus labios e intentaba engullirlo con movimientos de su cuello, degustándolo por anticipado rodeando el glande con la lengua a medida que chupaba y aspiraba.

Diez minutos después, noté como mi esposa daba muestras de cansancio y bajaba el ritmo de las lamidas.

—Vamos a la cama —concedí.

Fue por el pasillo riéndose, mientras la perseguía. Al llegar a nuestro cuarto, se lanzó a la cama y se abrió de piernas.

—Ven aquí, campeón.

Me quité los pantalones, los calzoncillos y hasta los calcetines y me subí a cuatro patas acercándome a su coño a cámara lenta, como un tigre se acerca a una gacela.

Cuando hablo con mis compañeros me doy cuenta de que ellos no saben los secretos del universo, tampoco saben el sentido de la vida y les respeto; eso no es grave… pero que un hombre me diga que no sabe comerse un buen y delicioso coño, que le da asco o que no quiere perder tiempo en el precalentamiento, es digno de lástima cuando no mi repulsión.

Por suerte para ellos muchas veces he ayudado a sus queridas esposas y novias a no sufrir de la abstinencia y me he vuelto bueno en esa lid. Como comprobé cuando mi querida esposa empezó a gemir a medida que movía mi lengua.

Le gente se cree que el secreto es meter la lengua hasta que no te queda nada en la boca y luego… babear todo. Una extensión de la polla, en su cavidad bucal.

No…

Allí, abierta de piernas Adriana sentía como extendía mi lengua y empezaba a dar tímidos golpes en su clítoris, no demasiados agresivos. Empujaba su botón del placer degustándolo con suaves lamidas, como si fuese un pequeño caramelo; que es lo que es, a fin de cuentas.

Sentí sus manos sujetándome el pelo e intentando llevar un ritmo que me animé a seguir… por lo menos al principio. Me deleité escuchándola gemir a medida que, con mi lengua, disfrutaba de ese fruto prohibido y, sin previo aviso, le agarré ambas piernas con fuerza para que no pudiese cerrarlas y me lancé como el tigre hambriento que era.

Chupé, sorbí y mordí regalándole parte del placer que me había dado en la cocina a medida que sus gemidos se volvían gritos y su ritmo se perdía en pos de una aceleración que necesitaba darle.

—¡Sigue! —demandó, como si en algún momento se me hubiera pasado por la cabeza la intención de parar—. ¡Sigue, por Dios, sigue!

Cuando sentí que ya estaba lo bastante excitada, ataqué introduciendo dos dedos sin dejar de lamer arrancando un grito que debían de haberlo escuchado en la calle.

—¿Te sientes bien? —ironicé, despegándome lo justo, antes de volver a atacarla con ferocidad.

Sus jugos me llenaron la boca al llegar al orgasmo y me permití saborearlos, con calma y placer.

Usé mi lengua para calmarla, sin sobreestimularla.

Un minuto entero de paz, antes de volver al ataque. Esta vez, sin compasión. Moví la lengua recorriendo el contorno de sus labios vaginales a medida que introducía mis dedos en su interior hasta los nudillos.

—¡No, no, no, no, no! —suplicó, cuando sintió como volví a atacar su clítoris.

Pero no me apartó. Tan solo me cogió la cabeza entre sus piernas, cerrándolas, atrapándome en medio, permitiéndome continuar con mis fechorías.

—¿Estás bien? —pregunté divertido un rato después, acercándome a sus labios para besarla—. ¿Quieres que pare?

—¡Sí! ¡No! ¡No sé…! —Se llevó la mano a la cabeza tapándose los ojos—. Me estás volviendo loca. ¿Se puede saber que te pasa? Hace tiempo que no follabas así.

Aproveché mientras hablaba para meter mi polla en su interior y empecé a moverme despacio.

—¿Quieres que te lo diga?

—¡Mmmmmmmmm! Sí…

Empecé a moverme más rápido, al igual que mi mente. Me acerqué a su oído.

—Lo que me pasa es que ayer ganó Rusia…

Se rio.

—Idiota.

—¿Qué? ¿Te crees que no disfrute el hecho de que perdiese España? Me encantó… fue lo mejor de mi vida. Gana Rusia y yo tengo sexo del bueno con una puta de lujo.

Se lo dije con tantas ganas y descaro, que sentía como mi polla vibraba en su coño a punto de explotar.

—No soy una puta de lujo… —comentó con morbo mientras enrollaba sus piernas a mi cintura.

—¿No?

—¡No… soy una puta barata que ama que la folles!

¡Me encantó!

—¡Muy bien, zorra! —grité, bombeando con todas mis fuerzas en su interior—. ¡Eres una puta barata! ¡Una puta barata que ama abrirse de piernas para mí! ¡Repítelo!

Ni siquiera lo dudó.

—¡Soy una puta barata que ama abrirse de piernas para ti!

—Y como a tal tengo que pagarte siempre… ¡con semen en tu coño de puta barata!

Exploté en su interior con un grito, mientras me abrazaba corriéndose a su vez.

—Te quiero —musitó besándome.

—Y yo… aunque no seas la puta de lujo a la que deseaba llenar.

Me mordió el labio con suavidad en señal de protesta.

—¡Idiota!

—Calla… puta barata —comenté. Luego, pasando mi lengua por el lóbulo de su oreja, añadí—. Estoy pensando en un segundo round…

Riéndose, me sacó de ella a empujones y nos quedamos abrazados en la cama. Fue un bonito domingo.

El lunes vino con toda la intensidad del lunes. Mi teléfono siguió en silencio y tuve paciencia hasta el martes antes de escribir a Victoria.

“Hola”

Allí estaba mi derrota, no podía esperar a que ella diese el paso de venir a buscarme, necesitaba más de su veneno.

Los cinco minutos más largos de mi vida. Allí estaba, mirando la pantalla, sin parpadear siquiera. Sé que puede parecer poco, pero era mucho tiempo. No contestó.

Ni a los diez, ni a la hora siquiera.

—Seguro que se arrepiente —murmuré cabreado.

Sé que no debía presionar a una persona que se está replanteando algo… pero mi deseo y las ganas que le tenía me provocaban un estado de impaciencia y mal humor.

“Es difícil follarme a mi puta si no está aquí.”

Miré mi móvil con prepotencia. Me sentía todo un macho ibérico… seguro que con ese mensaje sabía cual era su lugar y… me mandaba a la mierda por chulo.

Me sentí tentado de borrarlo, no quería arriesgarme de perder a una chica así… pero soy de esos gilipollas (me niego a llamarlo de otra forma) a los que les puede el orgullo. Dejé el celular a un lado para evitar tentaciones.

Me habría gustado decir que me enfrasqué en mi trabajo y pude permanecer impasible, pero no es verdad. Lo cierto es que no podía apartar mis pensamientos de que no me respondía. De que la había liado y había estropeado una oportunidad increíble.

Bueno… por lo menos me quedaba el recuerdo de una tarde inolvidable.

Estaba autoconsolándome con ese pensamiento mediocre cuando llegó el mensaje. Me abalancé sobre mi móvil y lo leí ansioso.

“¿Desde cuándo voy a vuestra casa entre semana?”

Tenía razón… No me importaba. Estaba deseosa de ella.

“Podíamos quedar en un motel.”

“No soy una puta barata…”

“¿Y qué sugieres?

“¿Tengo que ser yo la que piense en eso?”

Tardé un instante en responder, porque estaba intentando pensar algo que pedirle. No se me ocurrió nada.

“Para algo eres de lujo.”

Lo escribí con toda la malicia del mundo. Esperé a que respondiese algo. No sé muy bien por qué estaba tan enfadado ni que es lo que quería… bueno, sí, la quería a ella.

“Nos vemos este viernes.”

Y, de todas formas, me iba a tocar esperar. Mi chulería y prepotencia no habían servido de nada.

Puedo afirmar que fue la espera más larga de toda mi vida. Ni de pequeño cuando esperaba a los reyes magos, estuve tan impaciente como ahora. Aunque claro, no había un regalo que deseara abrir con tantas ganas como las piernas de esa mujer.

Las horas empezaron a tener ciento veinte minutos y las noches se hacían eternas. El viernes fue incluso peor. Incluso pensé en no ir a trabajar por la impaciencia de verla, aunque luego deseché la idea, porque no cambiaría nada.

No fue fácil trabajar con una erección… conducir excitado y esperar hasta las ocho sin ir al baño a masturbarme. No fue fácil, porque quería lanzar mi descarga dentro de esa puta tan pronto tuviese la oportunidad. Iba a perforar todos y cada uno de sus agujeros por la tortura de hacerme esperar.

—Ya voy yo —comenté a mi esposa cuando sonó el timbre de la puerta.

Como dije antes, la espera más larga de mi vida. Cuando vi como estaba vestida la diosa que estaba tras la puerta, os puedo garantizar que la habría esperado toda una vida.


Muchas gracias a todos los que me felicitasteis por mi cumpleaños y valorasteis el relato. Eso me ayudó a escribir esta parte y tomarme más en serio esta historia. Espero que os guste el desarrollo que va a tener.

Y pasando a los que me escribieron: “Hola” un nombre de usuario al que siempre hay que saludar para nombrarle, gracias por un comentario como el tuyo.

Chicainvisible, fue un placer. Ojalá todos los días te hicieran sentir así. En el siguiente episodio voy a añadir un guiño que espero que te guste 😉

Musa, sobre la segunda parte del secreto de Livia lo intentaré cuando termine esta saga… pero no prometo nada; tengo muchísimo trabajo acumulado y quiero que este escrito esté en condiciones de un buen relato ja ja ja ja.

Verónica… es tan peligroso dejar las cosas a mi imaginación que luego no te sorprendas si, al caer la noche, sueñas que invaden tus sueños y te arrastran a otro universo donde lo imposible pasa a cada instante.

Al resto… gracias por leerme y estar ahí, por vuestros comentarios, valoraciones (nos encantan a los escritores ver la puntuación y no olvidéis que siempre podéis escribirme en el correo que tengo en mi perfil. Nos vemos en la siguiente aventura.

Un abrazo

Sombra