Juegos peligrosos con su tío 2

Coral se convierte en la sumisa de su tío Darío ante los ojos de su novio.

Juegos peligrosos con su tío II

Darío regresó tarde a casa, cerca de las once y media de la noche. Había estado de copas con unos amigos. Había sido una tarde impresionante, su sobrina le había hecho una buena paja y se abría el camino para follársela. Jamás se imaginó un comportamiento así por parte de su sobrina. Por su comportamiento y por su manera de incitarle, era una puta de cuidado. Y estaba tan buena, tan joven, tan hermosa. Y era para él. Todo estaba a oscuras. Se asomó al pasillo y vio luz bajo la puerta del cuarto de Pepi y bajo el de Carlos, donde seguramente estaba metida su sobrina. A Pepi la había echado de casa, pasaría la última noche allí después de desvirgarla, pero era mejor no tener problemas. Cogió una cámara de video y salió a la terraza. Caminó hacia la ventana y se acuclilló para espiarla y grabarla, para recordar aquella virginidad que él había robado. Pero Pepi estaba vestida, llevaba unas mayas negras ajustadas que definían las pronunciadas curvas de su cuerpo y la misma camiseta negra donde se distinguía el abultamiento de sus pechos. Estaba sentada en el borde de la cama, como desconsolada, con una maleta abierta al lado. Debía regresar al pueblo y dejar la universidad, su familia no tenía dinero para mantenerla allí. Y debía abandonar a Fran, el chico del que se estaba enamorando. Y todo por un mal momento. Darío aguardó con impaciencia a que se desnudara, pero seguía inmersa en su tristeza. Un resplandor se encendió al otro lado de la terraza. Procedía de la habitación de Carlos. Caminó hacia la ventana, estaba la persiana subida hacia la mitad y al asomarse les descubrió liados sexualmente y de qué manera. Enseguida activó la cámara para grabarles. Fue toda una sorpresa para Darío la situación en la que se encontraban. Su sobrina, desnuda de cintura para abajo, con los pechos cubiertos por una camisa de Carlos, se encontraba de pie junto a la cama mientras su novio, arrodillado ante ella, le chupaba el coño con los labios pegados a la rajita, como absorbiendo el flujo vaginal. El muy maricón llevaba puestas las bragas de Coral, el tanguita rosa de lunares, con la tira metida por su culo robusto de gimnasio. Jodido pervertido, pensó Darío fascinado, con lo gilipollas que parecía. Fingían, ella hacía de hombre y él de mujer. Coral tenía sus manitas plantadas en la cabeza de su novio para empujarle contra el coño. Darío sonrió al ver la pollita apretujada contra la gasa de las bragas y captó un primer plano. Tras un par de minutos succionando el chocho, Carlos apartó la cabeza y se levantó. Coral se sentó en el borde de la cama, le bajó la delantera de las bragas de lunares, sujetó su pollita y comenzó a masturbarle. Carlos alzó la cabeza con los ojos cerrados tocándose él mismo su propio culo, metiéndose los dedos por la raja para tocar la tira del tanga, como imaginándose que un hombre le metía mano. Menudo maricón, pensó Darío con la cámara registrando cada movimiento. Coral permanecía concentrada en sacudirle deprisa, aunque instintivamente miró hacia la ventana y descubrió a su tío asomado, grabándoles con una pequeña cámara de mano. Se miraron a los ojos, fue una mirada cargada de lujuria, una mirada intensa que duró hasta que la pollita de su novio le salpicó la cara de leche. Ella se la limpió con el dorso de la mano sin dejar de mirar hacia la ventana. Carlos respiró hondo tras la corrida, luego se quitó el tanga y se dejó caer al lado de su novia.

  • Ven, mi amor, dame un beso.

Coral le correspondió echándose sobre él. Tras el beso, volvió a incorporarse, pero su tío había desaparecido.

Un rato más tarde, Darío se encontraba en su habitación tumbado en la cama, echando un cigarro y una copa de coñac, sólo con un slip negro, satisfecho de la escena que había rodado con su cámara. Dieron unos golpecitos a la puerta.

  • Pasa

Era Pepi. Iba vestida con las mayas y la camiseta. Darío ni se inmutó, le dio una calada al cigarro y a continuación un sorbo a la copa. Luego la miró con rudeza, como renegando de su presencia. Ella, con visible timidez, avanzó hacia la cama a pesar de haberle encontrado de aquella manera. Se fijó en los contornos de la polla bajo el calzoncillo, la enorme polla que la había desvirgado la noche antes.

  • Qué quieres.
  • Que… Quería despedirme y, bueno, yo… Quería pedirte perdón… No ha sido culpa tuya… Es que, bueno, yo nunca… Bueno
  • Está bien.
  • Yo, quería pedirte si me dejas quedarme… Unos días… Hasta que resuelva… Hasta que encuentre un sitio.
  • Tranquila, por qué no lo hablamos serenamente. Ponte cómoda. Desnúdate.

Era el precio que debía pagar por buscarse un porvenir. Asintió con una triste sonrisa en los labios. Se sacó la camiseta por la cabeza y liberó sus tetazas blandengues y redondas, tetazas que se menearon como dos gigantescos flanes. A continuación se bajó las mayas y se dejó ver unas bragas muy ceñidas de color azul donde por la parte delantera se transparentaba el abundante vello del chocho. A pesar de estar gorda, estaba buena, con una piel muy tersa y brillante por la blancura.

  • Bájate las bragas -. Pepi acató la orden y deslizó la prenda por sus piernas exponiendo su chocho velludo, un vello abundante y denso que abarcaba hasta las ingles y ocultaba sus labios vaginales. Darío se bajó el slip hasta descubrir su polla erecta y tiesa tumbada sobre el vientre -. Ven, acércate, y bésame.

Carlos ya se había quedado dormido y Coral ya se encontraba en el pasillo fisgando cerca de la habitación de su tío, contemplando cómo su amiga, desnuda, se entregaba echándose sobre él. Comenzó a hurgarse en el coño cuando les vio morrearse, besándose con las lenguas fuera, ella tumbada sobre el costado de su tío, con las blandas tetas deformadas en los pectorales sudorosos de Darío. Pepi había tomado la iniciativa y le había agarrado la verga para sacudírsela mientras rozaba con su chocho el muslo peludo, mientras los pezones de sus tetas arañaban la piel grasienta del costado. Se tiraron unos minutos donde ella no paró de agitarle el pene y menear la cadera sobre el muslo. Estaba entregada a su amo. Quería esmerarse, hacerlo bien. Los morreos eran intensos, Darío la baboseaba de tal manera que poco a poco fue colocándose encima de ella. Ahora Pepi estaba debajo y aquel cerdo encima suya. Darío le pasó el brazo derecho bajo la cabeza y contrajo el culo hundiendo la polla en el chocho fresco. Pepi aulló ante el dolor. Notaba en la nuca el antebrazo de Darío, notaba cómo con la izquierda le sobaba las tetas achuchándoselas con fuerza. Para aplacar algo el dolor, separó las piernas y entonces Darío comenzó a contraer el culo deprisa para clavar la polla con cierta presura. Coral permanecía atenta al culo de su tío, a cómo lo movía, a sus huevos entre las piernas danzando al son de las clavadas, a parte de la verga deslizándose al interior. Ambos se miraban a los ojos, ambos acezaban, sus alientos se encontraban, Pepi con el ceño fruncido y los ojos muy abiertos y Darío apretando los dientes para asestarle con contundencia. No paraba de manosearle las tetazas con la mano izquierda. Le hundía la polla con agilidad, hundiéndola hasta los huevos.

  • ¿Te gusta, cabrona?

Pepi se limitaba a respirar por la boca y a no parpadear, con la mirada fija en los ojos del hombre que la había desvirgado. Poco a poco el dolor dio paso al placer, las continuas penetraciones de la polla comenzaron a proporcionarle cierto gusto y pareció relajarse a pesar de los escandalosos jadeos. Mantenía las manos en su espalda, como abrazada a él. Coral se moría de la envidia y de los celos. Con sus manos en el chocho, procuraba contenerse para no entrar y participar en la orgía. Darío se detuvo y extrajo la polla de repente. Pepi descansó resoplando. Darío se incorporó arrodillándose encima de la cama. Se fijó en su chocho abierto y lleno de babas blanquinosas.

  • Date la vuelta, cabrona

Temerosa por contrariarle, Pepi acató la nueva imposición y se tumbó bocabajo, con los brazos sobre la almohada, la mejilla pegada a las sábanas y la masa esponjosa de sus tetas sobresaliendo por los costados. Darío se arrodilló con las piernas de ella juntas bajo sus rodillas. Tenía el ancho y voluminoso culo ante sí, a su plena disposición. Ya sudaba como un cerdo, con hileras resbalando por su espalda y pectorales. Le atizó varias palmadas en las nalgas, como azotándola. Pepi sólo emitía un leve quejido. Le abrió la profunda raja y le lanzó un escupitajo en el ano.

  • ¡Qué buen culo tienes, hija puta!

Volvió a echarse sobre ella, pegando la pelvis a las blanditas nalgas del culo. Hurgó con la polla entre las piernas hasta que se contrajo metiéndole media verga. Pepi volvió a fruncir el ceño, notó el aliento de Darío en la nuca. Ahora le pinchaba en el chocho más trabajosamente, la punta de la verga sólo avanzaba unos centímetros, pero se movía más deprisa, notaba el choque de su pelvis contra el culo. Darío tensó los brazos para elevar el tórax de la espalda, meneándose aligeradamente para follarla, consiguiendo empujar todo el cuerpo de la chica hacia el cabecero. El sudor goteaba sobre la espalda de la chica. Las nalgas le vibraban cuando la polla se deslizaba entre las piernas. Mantenía los dientes apretados. Pepi había comenzado a gemir al verse abrigada por el orgasmo, ya con la cabeza girada sobre la madera del cabecero. Cerró los ojos ante la inminente sensación. Cuando abrió los ojos descubrió a su amiga asomada. Ambas se cruzaron una mirada, aunque Pepi volvió a cerrar los ojos porque su cuerpo convulsionaba severamente por las embestidas de Darío sobre su culo. Había acelerado y rugía excitado. Se detuvo de repente con media polla dentro del chocho y vertió todo el semen en el interior, sin importarle la posibilidad de dejarla preñada. El muy cabrón ni se pensaba dar marcha atrás. Pepi tuvo unos segundos para pensar en ir a un ginecólogo para la píldora del día después. No quería un hijo de aquel cerdo. Le atizó varias clavadas secas, como para escurrirse, y luego se dejó caer a su lado, boca arriba, tratando de recuperar el aliento. Para él había resultado un polvo increíble. Se había tirado muchas putas, había tenido varias amantes, pero nunca se había follado a una tía tan gorda, con un culo tan grande, y encima virgen. Coral, desde la penumbra del pasillo, se atizó fuerte en el chocho al verle la polla en reposo sobre la barriga, tiesa, humedecida, con el glande enrojecido. Tras correrse en la mano, se retiró a su habitación, aunque precisó de varias masturbaciones más antes de tranquilizarse. Pepi aguardó tumbada en la cama como una buena amante, hasta que le oyó roncar. Luego se levantó. Al mirarle, se fijó en su polla ya flácida echada a un lado. Se pasó un pañuelo por el chocho y se vistió antes de apagar la luz y abandonar la habitación.

Cuando Darío se levantó cerca de las diez de la mañana, todos se habían marchado. Carlos y Coral tenían clase a primera hora y Pepi había quedado para desayunar con Fran, el chico del que se había enamorado, aunque su mayor pretensión fue escapar de las garras de su amo. Darío se pasó casi toda la mañana frente al televisor reproduciendo la escena de su sobrina donde su novio se comportaba como un maricón. Coral apenas asistió a clases, se sentía emocionada con pasar un rato a solas con su tío y más después de que les observara y grabara desde la ventana. A las cuatro en punto se acercó a la clínica y vio su coche aparcado en la puerta. Tenía dos horas antes de que llegaran los primeros pacientes. Le encontró con el pijama verde de médico en una de las consultas.

  • Buenas tardes, tío. Voy a cambiarme, ¿vale?

Darío sólo asintió. Regresó cinco minutos más tarde ataviada con el vestidito rosa, con las mismas medias de encaje y los tacones blancos que le otorgaban ese glamour lujurioso. Su tío la examinó con sus ojos viciosos y dio un paso hacia ella. Se plantaba ante él como si fuera su puta. Le plantó una mano en la nuca y con la otra le colocó el flequillo.

  • Estás muy hermosa, sobrina. Anoche me pusiste muy cachondo -. Ella soltó una sonrisita -. No sabía que tu novio fuese tan maricón.
  • No es eso, tío, son juegos, juegos íntimos de parejas, sólo es eso. No deberías haber visto lo que viste… Carlos
  • Es un maricón.
  • Lo siento, tío Darío, sé que esto que está pasando no está bien, es culpa mía. Me gusta el sexo, a veces pienso que soy una ninfómana y me, bueno, me gustan los hombres maduros.
  • Tranquila, mujer, no pasa nada, conmigo puedes desahogarte.
  • Pero, eres mi tío, y esto no está bien. En el fondo, Carlos me gusta mucho
  • No pasa nada, tú yo sólo nos divertimos -. Darío bajó los brazos y muy despacio le subió la falda del vestidito hasta dejarla enrollada en la cintura. La dejó en bragas, unas bragas blancas de muselina, con la delantera completamente transparente exhibiendo su coñito -. Bájate las bragas.
  • Tío
  • ¡Bájatelas, zorra!

Absorbida por esa ninfomanía, se bajó las bragas hasta quitárselas y dejó a la vista su pequeño y tierno coñito, así como sus medias y sus encajes cerca de las inglés. Bruscamente, le abrió el escote rompiendo los botones y dejando libre sus tetas acampanadas, que se balancearon flácidas hacia los lados. Darío las acarició con suavidad, recreándose en los erguidos y duros pezones.

  • ¿Te pongo cachonda? -. Coral se mordió el labio inferior, dominada por el insaciable placer. Inesperadamente, Darío le agarró el chocho con fuerza, estrujándoselo como si fuera una esponja. Ella se quejó encogiéndose y abriendo la boca -. Contesta, jodida puta.
  • Siéntate encima de la mesa

Acató la orden y se sentó encima de la mesa. Darío la empujó para que se tendiera hacia atrás y la obligó a subir las piernas flexionándolas, con las rodillas casi rozando sus hombros. Las tetas se caían hacia los lados. Le separó las piernas aún más para que se abriera la rajita de su coñito fresco. Mantenía el culo algo elevado de la superficie, podía ver su pequeño ano palpitante a escasos centímetros de la rajita. Primeramente le atizó varios azotes en el chocho con la palma abierta, obligándola a quejarse, luego se arrodillo ante ella y como un poseso se puso a mordisquearlo con rabia, sujetándole el clítoris con los labios y tirando de él, insertando la punta de la lengua y baboseando con ella entre los relucientes labios vaginales, escupiendo y embadurnándola de saliva, lamiendo con la lengua fuera, abriéndoselo con los pulgares para chupar y escupirle. Le estaba dejando el chocho empapado de babas. No paraba de comérselo. Ella gemía con los ojos entrecerrados. Menuda mamada le estaba haciendo su tío. Notó la lengua por su ano, notó que se lo rociaba de saliva, notó la yema de un dedo taponándolo, notó más escupitajos y nuevos mordiscones en el chocho. A veces notaba el arañazo de un diente. Ella se meneaba para acaparar más el placer. Nuevamente le azotaba el coño y se lo abría con rudeza para lamer y escupir. Cabeceaba nerviosa sujetándose las piernas para no bajarlas. Notó que se corría en la cara de su tío. Darío apartó la cabeza cuando un líquido aceitoso brotó del interior del chocho y resbaló por la raja del culo hacia el ano. No paraba de manar flujo vaginal mezclándose con las babas. El placer era tan intenso y poderoso que no pudo contenerse y del chocho comenzó a salir un pequeño chorro de orín, un chorro que se derramaba hacia el culo formando pequeños charcos encima de la mesa. Algunas gotas salpicaron el pijama verdoso de Darío.

  • Guarra… Te estás meando
  • Lo siento, tío.

Darío se levantó y ella se incorporó bajándose de la mesa. Aún le goteaba bastante orín de la entrepierna. Le dolía la vagina por las fuertes chupadas, los azotes y el roce de los dientes. Estaba llena de babas. Vio que su tío se dejaba caer en el sofá, reclinado, con las piernas separadas, y se encendía un cigarrillo sin apartar la vista de ella. Se volvió hacia él y se mantuvo de pie, permitiendo que su tío se deleitara con su coño mojado y sus tetas balanceantes.

  • ¿Quieres que te haga una paja? – le preguntó ella.

Con el cigarro en la boca, Darío se desabrochó los cordones del pantalón. Se los bajó hasta quitárselos, quedándose desnudo de cintura para abajo. Su polla tiesa descansaba sobre el vientre. Separó las piernas para abrirle un hueco.

  • Me encanta que seas tan puta. Vamos, hazme una paja, estoy deseando que me revientes la verga.

Coral dio un paso hacia él y se arrodilló erguida entre sus piernas. Abrazó la verga con la mano derecha y comenzó a machacársela a un ritmo acompasado. Utilizaba la manita izquierda para acariciarle el muslo de la pierna. Al estar erguida, a veces se golpeaba las tetas con la punta de la polla. Se miraban a los ojos. Ella se mordía el labio para evidenciar su viciosa sensación. Para Darío el gusto resultaba tremendo, sobre todo cuando el glande aporreaba las tetas. Bufaba muerto de placer. Su sobrina no pudo aguantarse, tenía que probarla. Bajó el tórax y se metió toda la polla dentro de la boca, hasta que sus labios rozaron el vello púbico, hasta que una arcada le hizo vomitar babas sobre ella. La chupó succionando como una descosida, lamiendo el glande, sorbiendo, arañándola con los dientes como si quisiera comérsela. Darío la agarraba de los pelos mientras se revolvía para mamar. Pasaba la lengua repetidamente por el tronco. Una de las veces apartó la cabeza y lanzó un escupitajo en el glande. Enseguida acercó la lengua para esparcir la saliva. Estaba fuera de sí. La lujuria controlaba su mente. Las babas le resbalaban por la barbilla. Baboseaba aquella verga como una posesa, se la metía entera, hasta quedarse sin respiración. Se lanzó a lamerle los huevos, a bañarlos en salivas, le atizaba lengüetazos y mordiscones con los labios. Rebosaba lujuria por los ojos de Darío, la espectacular mamada exaltaba sus gemidos. Cuando los labios regresaron a la polla, de los huevos colgaban numerosos hilos de babas. Tras varios lametones por el tronco y el glande, Coral volvió a erguirse para sacudírsela sobre las tetas. Su tío ya emitía jadeos muy secos. Se la machacaba muy deprisa, hasta que la polla despidió varios salpicones de leche sobre las tetas, salpicones viscosos que resbalaron por la masa blanda. Se la escurrió apretujándole la punta.

  • ¿Te ha gustado, tío?
  • Qué zorra eres

Muy dispuesta, como si la escena fuese natural, se levantó y fue hacia la mesa exhibiendo su culito, con el vestido arremangado hasta la cintura. Sacó un cigarrillo y se lo encendió volviéndose hacia su tío, esta vez ofreciendo su coño mojado. Darío se mantuvo un rato relajado, mirándola, con la polla aún muy dura. No se imaginó nunca, cuando su sobrina llegó a su casa, que fuese una ninfómana, que una chica joven y guapa, con un novio pijo, pudiera liarse con un tipo como él. Se levantó y fue en su busca. Ella le ofreció una calada y él chupó del cigarro vertiendo el humo sobre su cara. Tenía todas las tetas manchadas de leche. Ni siquiera se las había limpiado. La sujetó por la nuca y le acercó la cabeza para morrearla. Ella le correspondió abrazándole.

  • ¿Quieres follar? – le preguntó él.
  • Tío, no me hagas esto
  • Eres tan puta… Venga, no seas tonta.
  • Sí, quiero que me folles

Coral retrocedió hasta sentarse en la camilla destinada a los pacientes. Su tío se acercó deteniéndose entre sus piernas. La sujetó por el culo y la acercó al borde, luego se agarró la polla y azotó su coñito húmedo con ella antes de colocar el glande entre los labios vaginales. El orín aún discurría por la zona púbica. Echó el culo hacia atrás y la embistió inyectándola en el chocho. Ella gimió colgándose de su cuello, con sus tetitas rozando aquellos pectorales raquíticos. Sus frentes permanecían unidas, sus alientos se entremezclaban, sus ojos se encontraban. La mantenía agarrada por el culo en el borde, follándola a un ritmo pausado. Coral podía ver cómo el tronco entraba y salía de su coñito perforándolo lujuriosamente. Ambos gemían alocadamente. Coral se tendió hacia atrás apoyando los codos sobre la camilla, con la cabeza elevada y el ceño fruncido, gimiendo como una perra, mientras su tío le dilataba el coño con aquellas embestidas tan severas. Las tetas se movían locas, Darío jadeaba rabioso con las yemas hundidas en el culo de su sobrina. Estuvo follándola al mismo ritmo durante cerca de cinco minutos. No pararon de gemir y gritar. Como de costumbre, Darío frenó con la verga metida hasta el fondo. Coral percibió el vertido de leche. Su tío mantenía los ojos cerrados, concentrado mientras se corría en el interior. Ella ya emitía bufidos más relajados. Se arriesgaba a que la dejara embarazada, pero la ninfomanía derrotaba cualquier atisbo de prudencia. Darío extrajo la polla muy despacio y nada más sacarla se la sujetó por el glande. Apretó los dientes y un segundo más tarde comenzó a mear sobre el coño de su sobrina. Coral frunció el ceño al sentir el grueso chorro de caldo caliente y amarillento estrellándose contra su vagina.

  • ¿Te gusta, guarra?

La puso perdida, la meada le dejó el chocho completamente empapado, con pegotes de semen aguados por el orín. Cuando su tío se retiró y se levantó de la camilla, las gotas caían de su entrepierna como una lluvia dorada. Se llevó las manos a la cabeza, como tratando de calibrar la magnitud de la situación. Más tarde se dio una ducha y sobre las seis le pidió permiso a su tío para salir. Había quedado con su novio. Vaya polvo que le había echado a su sobrina, vaya mamada, había sido una escena para no olvidar. Incapaz de concentrarse, anuló las citas y decidió irse a casa para relajarse.

Paseó hasta el piso sin quitarse de la cabeza los momentos con su sobrina. Cuando irrumpió en casa, vio luz encendida en el cuarto de Pepi y un murmullo. Estaba con alguien. El hecho de estar en casa y tras haber vivido semejantes experiencias con las dos chicas, avivaba su morbo y perversión, le corrompía la mente convirtiéndole en un degenerado. Procuró no hacer ruido y se dirigió hacia la terraza. Aún era de día. Al asomarse la descubrió charlando animadamente con un chico. Se llamaba Fran y tenía cara de bonachón. Era alto y gordo, como ella, y las miradas de ambos denotaban el amor que sentían el uno por el otro. Les vio darse un besito en los labios. Ella llevaba una sugerente camiseta de tirantes de escote redondo, cortada bajo el pecho con un faldón fruncido, color violeta, y para la parte de abajo llevaba unas mayas blancas ajustadas. Un rato después ella dijo que iba a la cocina a por unos refrescos. Darío la siguió. Al irrumpir en la cocina ella estaba de espaldas abriendo unas portezuelas junto a la encimera. Volvió la cabeza y le descubrió bajo el arco de la puerta.

  • ¡Darío! Ho… Hola… Qué temprano, ¿no? Estoy con un amigo, no te importa, ¿verdad?

Volvió a mirar al frente, con los nervios a flor de piel. Un segundo más tarde Darío la abrazó por detrás pegándose a ella, pudo sentir su aliento en la nuca y el bulto duro de sus genitales pegados a su culo. La besuqueó tras las orejas, la besuqueó por la nuca y el cuello, y sus manos irrumpieron con tanta fuerza bajo la camiseta que sacaron sus dos tetazas por el escote. Las sobó achuchándolas con rabia.

  • Me has puesto celoso, quiero que seas mía
  • Por favor, Darío… - suplicó en voz baja -. Te lo ruego, espera un rato
  • Me pones enfermo

Se bajó como pudo el pantalón y el slip sin separarse de ella y tiró de las mayas blancas hasta dejárselas arremangadas en las rodillas. A continuación arrastró sus bragas por las piernas a tirones y la dejó con el culo al aire y las tetas colgando por fuera del escote. Ella trataba de revolverse, pero estaba atrapada contra la encimera, de espaldas a su amo.

  • Ahora no, Darío… Tengo visita, por favor- suplicó una vez más.

Pero Darío pegó la pelvis a su culo gordo y rebuscó con la punta de la verga entre las piernas, hasta que logró clavársela mediante una embestida seca. Ella jadeó con la boca muy abierta plantando las manos en la superficie de la encimera. Se la había hundido hasta los mismos huevos. Darío comenzó a menear la cadera sin sacar la verga del chocho, con la pelvis completamente pegada al culo, sólo se meneaba percibiendo una sensación desenfrenada, apretujando aquellas nalgas blandas contra el mueble. Fran había recorrido el pasillo en busca de la chica que le gustaba. La frustración sería inolvidable para él. El tormento tardaría en superarlo. Al asomarse a la cocina, les descubrió de perfil sobre la encimera. Les vio pegados, Darío se meneaba sobre el culo con soltura mientras le sobaba las tetas zarandeándolas. Vio sus bragas enrolladas sobre el muslo y las mayas arremangadas en las rodillas. La vio acezar como una perra despidiendo jadeos secos y profundos. La besuqueaba por el cuello y la nuca, deslizaba la lengua tras sus orejas. Pepi percibió su presencia y miró hacia él. Notó en su triste mirada el profundo desengaño que estaba recibiendo. Y ella no paraba de gemir, no podía evitarlo, aquel cerdo le proporcionaba ciertas dosis de placer mezcladas con toda clase de remordimientos. Darío cada vez se meneaba más deprisa sobre el culo apretando la pelvis contra las nalgas, manteniendo la verga en lo más profundo del coño. Fran se retiró a la habitación. Darío contrajo el culo nervioso aplastándole las tetas con las palmas de las manos. Enseguida Pepi notó la rociada de leche dentro de su vagina. En ese momento dejó caer la cabeza sobre la superficie, como queriendo recuperar el aliento. Darío, satisfecho con la follada, se separó de ella para subirse el slip y los pantalones. Le asestó una palmada en el culo y abandonó la cocina. Pepi se miró. Goteaba semen desde su chocho. Tuvo que secarse el sudor de la frente antes de colocarse las tetas bajo la camiseta y subirse las bragas y las mayas. Encontró a Fran abatido, sentado en el borde de la cama. Levantó la cabeza hacia ella.

  • Pepi
  • Vete, por favor

Cabizbajo, Fran salió de la habitación. Apenada, decaída por el mazazo que suponía perder a Fran, se tendió sobre la cama y cerró los ojos. No podía hacer nada, sin querer se había convertido en una sumisa de aquel hijo de puta que no paraba de follarla cada vez que le daba la gana, sin el menor cuidado a dejarla embarazada. Si se hubiera negado cuando la encontró en el pasillo la primera noche, pero se entregó a él por un rato de placer que iba a costarle muy caro.

Carlos y Coral llegaron cerca de la medianoche. Habían estado celebrando el cumpleaños de un amigo de la facultad. Ella iba muy guapa y elegante. Llevaba un vestidito muy ligero y suelto, corto, de finos tirantes y escote en forma de V, sedoso, de un color rojo chillón muy brillante. Para acompañar su glamour, llevaba unos zapatos rojos de tacón aguja y un collar de perlas alrededor del cuello. Demasiado excitante para las garras de su tío, al fin y al cabo, como buena ninfómana, su única pretensión. Fueron directamente al cuarto de Carlos y él se ocupó de cerrar la puerta. Quería echarle un polvo a su novia, estaba con ganas desde que la vio aparecer con aquel vestido. Pero cuando estaban abrazados y besándose, Darío abrió la puerta precipitadamente. Iba cubierto por un batín desabrochado y unos slips negros elásticos que exhibían los contornos de su gran polla. Carlos, nervioso, se quedó boquiabierto al verle y reparó en el bulto del calzoncillo. Coral se separó de su novio. Darío avanzó hacia él.

  • Darío, coño, puedes salir de la habitación por favor y no presentarte así. Un poco de respeto

Darío le asestó tal bofetada que le volvió la cabeza bruscamente. Carlos, asustado, se llevó las manos a la mejilla dolorida sin capacidad de reacción.

  • Tranquilo, tío… - intervino Coral.
  • ¿Te crees, cabrón, que esto es un jodido picadero? ¿Qué puedes tirarte a mi sobrina cada vez que te dé la gana?
  • Te voy a denunciar… - le amenazó con lágrimas en los ojos.
  • ¿Me vas a denunciar, mariconazo de mierda? ¿Quieres que tus amigos vean lo maricón que eres poniéndote las bragas de tu novia? -. Boquiabierto y aterrorizado, buscó a la desesperada los ojos de su novia -. Sí, maricón, te tengo grabado en video. Te tocabas el culo como una mariquita..,
  • A ver, Darío
  • Menuda pinta de maricón que tienes. Siéntate, hijo puta

Temblando de miedo, se sentó en el borde de una silla, a merced de aquel cabrón. Su novia permanecía de pie a unos metros de él. Darío avanzó hacia ella y la rodeó examinándola. Muy lentamente y en presencia de su novio, comenzó a levantarle el vestido hasta sacárselo por la cabeza, dejándola con sus tetitas aperadas al aire y con unas bragas rojas de encaje donde en la parte delantera se entreveía la sombra de su coñito. Los tacones le otorgaban esa aureola sensual. Carlos, abatido, permanecía inmóvil, celoso, siendo testigo de cómo aquel cerdo abusaba de su novia sin reparos de ninguna clase. Darío se pegó a ella por detrás y la abrazó apoyando la barbilla en su hombro, acariciando con sus manazas toda la zona de los pechos, pasando la lengua tras sus orejas.

  • ¿Cómo puede gustarte ese maricón?
  • Tío, por favor
  • Míralo, el hijo puta, le gusta mirar

Le acarició las tetas levantándoselas hacia arriba. Carlos apenas parpadeaba, mantenía la vista atenta al manoseo de aquellas manos sobre los pechos de su novia. Coral, ya con la mente pervertida, notaba el ardor de la sangre y cómo mojaba las bragas ante la humillación que sufría su novio. Notaba la dureza del pene a la altura de su trasero. No paraba de sobarle las tetas, de zarandearle los pezones con los pulgares. Y Carlos, pasmado, observando los abusos.

  • ¿Por qué no te masturbas para que tu novio vea lo puta que eres? -. Coral y Carlos se miraron a los ojos. Ella gozaba con su sufrimiento -. Vamos, no pasa nada, os gusta jugar

Acercó con lentitud la manita a las bragas y la metió por dentro refregándose el coño mediante suaves caricias. Lo tenía húmedo por el incesante flujo vaginal. Carlos se fijó en los contornos de los nudillos y de los dedos tensando la tela, moviéndose con delicadeza. Darío continuaba deformándole las tetas, aplastándolas y achuchándolas. No paraba de besuquearla por el cuello y el cabello. Coral no lograba ocultar sus sensaciones y cerraba los ojos al hurgarse en el coño, meneando el culo ligeramente sobre el bulto de su tío. Y su novio, extasiado, convirtiéndose en un cornudo.

  • ¿Quieres que me la folle, hijo puta?
  • Darío, por favor… - suplicó como un memo.
  • ¡Cállate, maricón!

Sujetó a su sobrina por la cintura con ambas manos y la condujo muy despacio hasta el borde de la cama. Ella no se sacó las manos de las bragas durante el recorrido. Sabía que iba a follarla, tenía los bajos de las bragas humedecidas por el líquido vaginal. No hizo falta que su tío se lo indicara, ella misma se curvó hacia delante plantando las manos encima del colchón, con la cabeza hacia abajo y las tetas columpiándose, exponiendo el trasero hacia él. Darío, con tranquilidad, se despojó del batín y a continuación se bajó sólo la parte delantera del slip, mostrando sin recato la jugosa polla larga y tiesa de grueso glande. Le bajó las bragas de un solo tirón, dejándolas arremangadas a la altura de las rodillas. Carlos, petrificado, asistía impasible a la humillación. Les veía de perfil, sacudiéndose la verga muy cerca del culo de su novia, de hecho a veces el glande golpeaba las nalgas.

  • Tiene un culo delicioso, la muy puta.

Le asestó un par de palmadas en las nalgas y le ajustó el culo a su posición sujetándola por las caderas. Acercó la punta de la polla a la raja y con los pulgares se la abrió dejando a la vista su ano, un ano seco y rosado que se contraía, con los esfínteres muy señalados. Acercó el glande taponando el agujero. Coral notó el erótico roce, iba a encularla, era la primera vez que iban a metérsela por el culo e iba a suceder delante de su novio. Su tío fue empujando poco a poco, deslizando la verga con mucha lentitud debido a sequedad. Ella agarró las sábanas con fuerza apretando los dientes, sintiendo el sudor brotando en todo su cuerpo, tratando de soportar el dolor que suponía la dilatación de su culo. Carlos podía diferenciar el avance de la polla, cómo poco a poco iba penetrando en el ano de su novia. Llegó a metérsela entera, hasta que la pelvis se pegó a las nalgas y los huevos chocaron contra el chocho. Ambos sudaban a borbotones, la melenita de Coral incluso se había humedecido. Se mantuvo con la polla dentro del culo unos instantes, hasta que comenzó a follarla sacando una parte para volver a clavarla secamente. Para no perder el equilibrio, la mantenía sujeta por las caderas. Poco a poco fue acelerando las embestidas para darle por culo más fuerte. Sonaban los chasquidos al chocar la pelvis contra el culito. El ano se fue ensanchando y la polla penetraba con más facilidad. Las tetas se columpiaban alocadas. Coral comenzó a gemir sin remedio, a emitir jadeos secos con el ceño fruncido y la boca muy abierta. Su tío la pinchaba con potencia. Le hundía la polla en el culo con extrema facilidad. Pronto el dolor dio paso al placer. El sudor le corría por las tetas y hervía en su frente. De los pezones resbalaban gotas hacia el suelo. Gimiendo como una puta, giró la cabeza hacia su novio y le vio desfallecido, atento a todos los detalles. Qué placer tan grande. Estaba sintiendo hasta el choque de los huevos contra el coño. Tan vigoroso y salvaje resultaba el placer que no logró controlarse y mientras su tío la follaba ágilmente por el culo se le escapó el pis y un chorro grueso de orín salió despedido de su chocho formando un charco sobre los pies. Darío sintió las salpicaduras en los huevos y los tobillos, pero no paró de follarla, a pesar de que el charco ya le alcanzaba la planta de los pies. Carlos, impresionado por lo que sucedía ante sus ojos, observaba cómo su esposa se meaba al son de las clavadas, sin saber que la meada formaba parte de la lujuria. Pensó que se meaba por miedo. Pepi desde el pasillo contemplaba oculta la escena. Su amiga Coral también se había convertido en una víctima de la bestia. Se la estaba follando delante de su novio. Darío la hundía en el ano de manera desbocada, asestándole fuertes clavadas y muy deprisa, ya rugiendo de placer. Carlos observó cómo rezumaba leche del culo, una leche muy blanca y viscosa, pero el muy bestia no paraba, seguía follándola. Diminutas salpicaduras blancas salían dispersas hacia los lados. El muy cabrón se había corrido dentro del culo y seguía pinchándola con severidad, ambos gimiendo como locos. Los continuos golpes contra el culo estimularon la vejiga de Darío y se detuvo en seco con la polla dentro del ano. Jadeó profundamente al mear dentro del culo de su sobrina. Coral cerró los ojos al percibir el chorro dentro de su cuerpo. Carlos se quedó petrificado al comprobar cómo del ano manaba un caldo transparente que se mezclaba con las salpicaduras de semen y discurría hacia el coñito. El olor se extendía por la habitación. Darío retiró la verga. La punta aún vertía un fino hilo de pis. El ano permanecía abierto, excesivamente dilatado. Coral respiraba sofocada. La follada anal había sido muy fuerte. Su novio la vio morderse el labio inferior, como haciendo fuerza. Enseguida del culo salió despedido un chorrito disperso de orín que se derramó hacia el chocho. Darío estaba recogiendo el calzoncillo cuando un nuevo chorro de agua amarillenta fluyó del ano como un manantial. Vertía toda la meada. Estaba empapada entre su propia meada y la de su tío. Menudo polvo acaba de echarle, con la lluvia dorada que había empezado a formar parte de la lujuria. Se incorporó sudando como una cerda y se pasó la mano por la frente para secarse el sudor. Se subió las bragas a pesar del incesante goteo desde su chocho y se sentó en el borde de la cama suspirando.

Con el slip en la mano y la polla empinada, Darío se detuvo delante Carlos antes de abandonar la habitación.

  • Puto maricón

Luego se marchó. Carlos se levantó muy despacio con intención de acercarse a su novia, pero ella levantó la mano para que no lo hiciera.

  • Déjame sola.
  • Pepi, podemos denunciarle.
  • ¿Y que todo el mundo vea cómo me lamías el coño? ¿Que te comportabas como un maricón?
  • Pepi, te ha violado. Hay que denunciarle.
  • No voy a pasar esa vergüenza. Diré que es mentira.

Fue Pepi la que se levantó y, tras recoger el vestido, abandonó la habitación. Carlos, hundido, se fijó en el rastro de la meada por el suelo y en las salpicaduras por la cama. Había restos de semen flotando en el charco. Pronto en su oído resonaron los gemidos de su novia mientras su tío le daba por culo, pronto se reprodujeron en su mente las asquerosas escenas de las que había sido testigo. Y estaba atrapado. No le quedaba más remedio que aguantar.

Eran las ocho de la mañana cuando Darío, recién levantado, caminaba por el pasillo sólo ataviado con el típico slip negro ajustado que solía usar. Al pasar por el dormitorio de Pepi, vio la puerta abierta e irrumpió despacio. En ese momento la chica salía del lavabo interior con el cuerpo cubierto por una toalla. Se detuvo ante él. Estaban junto al borde de la cama. Se había convertido en una sumisa de aquel cerdo que la sodomizaba a su antojo, había renunciado a un chico tan bueno como Fran para poder someterse a las perversiones de aquel hijo de perra. Con él estaba viviendo sus primeras experiencias sexuales, con él había perdido la virginidad, tal vez por eso cuando la follaba percibía cierta sensación de placer.

  • Buenos días, Darío.
  • ¿Cómo estás, guapa?

En ese momento del frío saludo, apareció Coral por el pasillo y se detuvo al verles. Llevaba una bata de seda blanca a medio abrochar, lo que dejaba entrever su desnudez tras la fina tela. Las amigas se miraron serias. Darío le pasó el brazo por la cintura a Coral y la empujó hacia así, abrazándola, como si fuera su novia.

  • Pasa, mujer. ¿Cómo está mi sobrina preferida? -. Le estampó un besito en la mejilla y con la mano que rodeaba su cintura le atizó un pequeño cachete en el culo -. Es guapa, ¿eh? – Dijo dirigiéndose a Pepi -. Mis dos putitas -. Coral y Pepi continuaban con las miradas enfrentadas. Pepi vio que su amiga también pasaba su brazo por la cintura de su tío y correspondía así sus abusos, dándole alas para que allí se desarrollara un nuevo acto sexual -. ¿Queréis relajaros un poco? ¿Eh? -. Miró serio hacia Pepi -. Desnúdate.

Obediente, deshizo el nudo de la toalla y la dejó caer al suelo quedándose completamente desnuda ante el tío y la sobrina. Sus tetazas blandas se movían levemente. Su chocho peludo captó la atención de Coral, que bajó la mirada para examinarlo.

  • Está buena, ¿eh? – le preguntó Darío a Coral -. Mira qué tetas tiene. Y mira qué coño. Da gusto follársela. Siéntate y mueve las tetas para nosotros.

Pepi tomó asiento en el borde de la cama, erguida, de cara a la pareja. Al ser una cama alta, quedaba a bastante altura. Meneó el tórax y sus tetazas se mecieron mansamente. Darío y Coral se miraron y un instante después se lanzaron a besarse. Sus morros baboseaban a mordiscos ante los ojos de Pepi, que no paraba de zarandear los pechos siguiendo las órdenes de su amo.

  • ¿Quieres masturbarme? – le preguntó a su sobrina.

Coral asintió presa de las viciosas maneras de su tío. Ya formaba parte de su degeneración, ya se había convertido en su putita. Ni un atisbo de arrepentimiento. Estaba gozando como una loca. Ni siquiera le importaba que se hubiera meado en su culo, las consecuencias de pillar una infección, no le importaba ni quedarse embarazada, era su puta y sólo quería satisfacerle. Se desabrochó el cinturón de la bata y se despojó de ella exhibiendo su despampanante y reluciente cuerpo desnudo, sus perfectas curvas, sus pechos con forma de peras en reposo y su coñito decorado con esa delgada línea de vello. Nada que ver con el cuerpo rellenito de Pepi. Se ocupó de bajarle el slip a su tío y sacárselo por los pies, dejando al descubierto su erecta y larga polla, la misma que unas horas antes había invadido su culito. Luego se irguió y se colocó detrás de Darío. Se pegó a él abrazándole, aplastando las tetas contra su espalda, pegando el coñito contra su culo, deslizando las manitas por sus pectorales raquíticos y besuqueándole por el cuello. Pepi asistía perpleja a la entrega de su amiga sin cesar el balanceo de sus tetazas, con las manos reposando sobre las piernas. Las manitas de Coral fueron deslizándose hacia abajo. Con la derecha rodeó su polla para zarandearla con sensualidad, primero lentamente y luego acelerando poco a poco. Con la mano izquierda le magreaba los huevos dándose suaves estrujones. A la vez, procuraba rozar su coño por las nalgas de su tío y besarle por el cuello y las orejas. Diminutos salpicones de babilla procedente de la punta caían sobre el rostro de Pepi. A veces Coral se encargaba de que la polla golpease la parte superior de las tetas de su amiga, consiguiendo que su amante gimiera electrizado.

  • Cógete las tetas… - gimió Darío.

Pepi se levantó las tetas para que la polla las azotara a la altura de los pezones. Coral la sacudía tan fuerte que a veces el glande se hundía en la carne blanda. No paraba de estrujarle los huevos con rabia, de restregar el coño por aquellas nalgas huesudas.

  • Abre la boca -. Le ordenó Darío a Pepi -. Ábrela, hostias.

La cogió por la barbilla y la obligó a que abriera la boca y sacara la lengua. Aún se mantenía las tetas en alto sintiendo los golpetazos de la verga. Ahora Coral se ocupaba de que a veces la polla aporreara la lengua con saña. A veces Darío volvía la cabeza y se besaba con su sobrina. Carlos, quien había visitado la habitación de su novia para hablar de lo sucedido, abrió la puerta y se encontró con la escena. Estaban de perfil. Pepi, con las tetas en alto y con la cara inmovilizada por la mano de Darío, miró de reojo sin recoger la lengua. Carlos vio a su novia concentrada en masturbar a su tío, vio sus tetas aplastadas contra la espalda sudorosa, vio cómo meneaba la pelvis sobre el peludo culo para frotar el chocho por las nalgas, vio los achuchones que le asestaba a los huevos y la manera con la que le meneaba la polla sobre las tetas de Pepi. Las estaba sodomizando y él no sabía cómo resolver aquella situación tan dramática. Darío gemía con los ojos vueltos. Coral giró la cabeza hacia él, pero en ningún momento dejó de masturbarle ni de sobarle los huevos. La mirada fue intensa, hasta que Carlos retrocedió empujando la puerta hacia él, apoyándose en la pared y deslizándose hasta caer sentado en mitad del pasillo, convertido en una mierda por aquel cerdo. Oyó los gemidos estridentes de Darío.

En la habitación, Darío, dominado por un ardor en la sangre, cabeceaba nervioso sin soltar la boca de Pepi. Su sobrina se la sacudía velozmente exprimiéndole con fuerza los cojones. Pepi se había soltado las tetas y aguardaba la eyaculación. Darío emitió un jadeo profundo cuando un grueso salpicón de semen salió despedido estrellándose contras las encías superiores de la boca de Pepi, goteando inmediatamente hacia la lengua. Dos salpicones más pequeños se repartieron por todo su rostro y luego numerosas gotitas se dispersaron por sus tetas. Coral fue aflojando la marcha hasta dejar de sacudirla, aunque mantuvo la polla abrazada por su delicada manita, sobándole los huevos con la misma suavidad, sólo hundiendo levemente las yemas. Darío respiró hondo para recuperar el aliento y retiró la mano de la barbilla de Pepi. Coral vio que su amiga escupía el pegote de semen y se limpiaba uno de los párpados, pero enseguida levantó la mirada hacia los amantes. Darío parecía relajarse cuando su sobrina le cogió la polla por el glande. Hizo fuerza hasta que un fino y veloz chorro de orín salió disparado hacia la cara de Pepi. Ésta apartó un poco la cabeza cerrando los ojos, hasta que el chorro fue bajando hacia sus tetas. Coral utilizaba la verga a modo de manguera, dirigiéndola hacia el cuerpo de su mejor amiga. La meada fue tremenda, parecía haber salido de la ducha, con chorreones resbalando por su cara, con el cabello humedecido de un lado, con sus tetas abrillantadas por el caldo y con su chocho peludo recibiendo las numerosas hileras procedentes del vientre. El olor se extendía por toda la habitación. Darío miró a su víctima fascinado y luego volvió la cara hacia su sobrina. Ésta le correspondió con un beso.

  • Creo que tu amiguita aún tiene ganas.

Coral se separó de su tío. Darío retrocedió hasta sentarse en una butaca, quería presenciar el insaciable placer de su sobrina. Coral entró en la cama caminando a cuatro patas. Darío pudo ver su ano y su coñito al tener el culo frente a sus ojos. Se arrodilló detrás de su amiga, con el culito reposando sobre sus talones. Erguida, metió las manos bajos las axilas de Pepi y las condujo hasta las tetazas manchadas. Las sobó deformándolas, impregnándose de las hileras de orín que aún corría por la piel. Pepi apoyó la cabeza en el hombro de su amiga dejándose manosear. Las dos amigas se besaron con pasión, sin importarles los resquicios de la meada que manchaban la cara de Pepi. Darío ya se estaba masturbando con la escena lésbica. Carlos, desde el pasillo, era testigo de cómo su novia besaba a otra mujer, de cómo le tocaba las tetas, de cómo se convertía en una lesbiana. Coral deslizó la mano derecha por el vientre de su amiga hasta adentrarse en la zona velluda. Aún tenía los pelillos mojados. Pepi separó sus piernas para abrir su coño. Notó la llegada de la mano, notó cómo las yemas hurgaban entre sus carnosos labios vaginales y cómo le metía los dedos para clavárselos, para masturbarla. Cerró los ojos cabeceando en el hombro de Coral. Comenzó a punzar el chocho con dos dedos a la vez. Enseguida Pepi se puso a jadear, muerta del placer que le proporcionaba su amiga. Carlos ya no pensaba que las dos chicas estaban siendo sodomizadas, obligadas por aquel cerdo que se masturbaba con la escena. Decidió retirarse, huir de aquella situación tormentosa. Se habían convertido en sus putas. Le atizaba tan fuerte dilatándole el coño que un torrente de orín manó del interior sobre la manita de Coral, derramándose sobre el borde de la cama. Coral prosiguió clavándole los dedos con contundencia. Se produjo otro derramamiento espontáneo empapando la zona de las sábanas donde Pepi reposaba el culo. El hedor se extendía por toda la habitación, pero la lluvia dorada se había convertido en un juego esencial del trío lujurioso. Parecía que a Pepi le habían echado un cubo de agua en el chocho por el incesante goteo. Poco a poco, fruto de la fuerte masturbación, Coral se echó a un lado y Pepi se fue tendiendo en la cama, bocarriba, concentrada en la perforación de los dedos. No paraba de jadear con los ojos cerrados y la boca abierta. Coral retiró la mano del coño de su amiga y se arrodilló encima de su cara, erguida, con los brazos en los costados, con sus tetas balanceándose, de cara a su tío Darío, mirándole a los ojos. En pocos segundos se puso a mear sobre la cara de su amiga. Pepi soportó el chorro disperso con los ojos cerrados y cuando cayeron las últimas gotas parecía recién salida de la ducha. Entonces Coral bajó de la cama, recogió su bata y salió de la habitación. Darío se acercó a Pepi sacudiéndose la polla velozmente. Aún permanecía tendida, bañada por el orín desde los pies a la cabeza. Acercó la polla al chocho y lo salpicó de leche, varias gotitas se repartieron por todo el vello. Luego, más relajado, recogió el slip y salió del cuarto. Pepi trató de secarse la cara con las sábanas. Apestaba, no había quien soportara semejante olor. Escupió varias veces, como para deshacerse del mal sabor amargo. Debía limpiarse.

Más tarde Carlos recorrió el pasillo con su maleta a cuestas. Al pasar junto al cuarto de Darío, vio a su novia dormida junto a aquel cerdo. Permanecían tumbados de costado, ella abrazada a él, con las tetas pegadas a su espalda. Comprendió que viviría el resto de su vida bajo el tormento de aquellos malos recuerdos.

Agradezco comentarios. joulnegro@hotmail.com

Joul Negro.