Juegos para Adultos

En toda reunión con buenos amigos se puede encontrar cómo pasarla mejor.

JUEGOS PARA ADULTOS

  • Aquellas lucecitas del fondo son barcos ¿verdad?- preguntó Sonia mientras atisbaba el tintineo luminoso que rompía a lo lejos con la completa negrura del horizonte marino de Veracruz.

  • Si, están fondeados esperando turno para que el piloto los lleve a atracar- le dije sin necesidad de mirar hacia donde ella señalaba, pues la avenida que rodea el malecón no es el sitio donde se congreguen precisamente los mejores conductores del mundo. Por la ventana abierta del auto se introducía el delicioso ambiente del puerto más bullanguero y vivo de México, con su eterno aroma a mar, a vida, a noches románticas y a fiesta interminable. Sonia hurgó un poco dentro de su bolso, lo cual distrajo mi vista hacia sus hermosas piernas, cubiertas bajo unos delgados pero hermosos pantalones blancos, sin que ello demeritara su atractivo, y mas bien llevaban la mente a recordar los hermosos momentos que me han hecho pasar desde aquella hermosa noche de cine. A los pocos minutos, rodeábamos el balneario que nos llevó al restaurante donde Mirna y sus amigos nos esperaban.

El amplio salón del restaurante Villa Rica, con sus techos de palma a dos aguas era el sitio ideal para que el parloteo de Mirna tuviera una acústica favorable para dejarse oír a lo lejos. Le veía reír y hablar, hablar y hablar a uno y a otro de los que acompañaban su mesa, todos ellos amigos de años de Daniel, su marido, siempre haciendo ondear su corta y lacia, pero hermosa cabellera castaña clara y luciendo sus verdes ojos como un par de esmeraldas a mitad de la festividad. Sonia se agarró con más fuerza de mi brazo mientras nos fuimos acercando, y más aún cuando la pareja se levantó a darnos la bienvenida. Cuando Mirna nos presentó, Daniel me estrechó ruidosamente la mano y dándome a la vez una palmada en el hombro me dijo, luciendo una sonrisa jaquetona y divertida:

-Ah si, ya se quien eres, tú te tirabas a la güera hace años ¿verdad?

Yo enmudecí, y sentí la mano de Sonia tensarse agarrando mi brazo. Mirna dio un manazo en el hombro a su marido a manera de divertido reproche, mientras que yo balbuceaba tratando de hilar las ideas y saber qué carajo responder. Daniel se rió de ver mi expresión mientras me jalaba por la espalda hacia la mesa mientras decía- Tranquilo, lo que no fue en mi año no es en mi daño, pasen y atiéndanse a su gusto- y procedió a presentarnos con los invitados a su cena de cumpleaños, mientras Sonia y yo volteábamos a vernos desconcertados. Al parecer, la noche prometía sorpresas a mares.

Los invitados a la cena éramos solamente tres parejas, todos ellos amigos de años de nuestros anfitriones; Jorge con Mireya, y Laila con Alejandro. Ciertamente yo había conocido a Mirna años atrás, y habíamos tenido algunos "quereres" -en las épocas en que ambos estábamos sin pareja-, para mantener después una amistad abierta y desfachatada. Todos nos acoplamos muy bien a la reunión y al poco rato el Ron y el Tequila corrían alegremente de un lado al otro de la mesa. Ocasionalmente Mirna me volteaba a ver y se reía aún recordando mi expresión ante la inusual bienvenida que me dio su marido.

Los que alguna vez han tenido la oportunidad de comer en el Villa Rica –sobre todo el de Mocambo- no requerirán mayor explicación de lo exquisita que fue la cena, pues dudo que en otra parte del mundo se pueda comer un Steak de Camarón en Salsa de Tamarindo enchipotlado tan lujuriantemente delicioso y picante como en aquel sitio. Sonia jalaba aire por la boca y sudaba ansiosa mientras buscaba refrescar con algo su agredida lengua, presa aún de las deliciosas inclemencias que unos Camarones al Chile-limón son capaces de generar. Al final de la cena, el alcohol volvió a ser el protagonista de la noche, y el generador de todas las sorpresas posibles. En una mesa donde es marisco lo que se come, no faltarán fácilmente los comentarios y las bromas acerca del benéfico efecto sexual que causarán, y esa noche no fue la excepción. Las cuatro mujeres se felicitaban ya de antemano por las ojeras de sueño que seguramente tendrían a la mañana siguiente, haciéndonos reír a todos con sus ocurrencias. En el instante que Mireya comentó que a ver si su marido le rendía mas que las otras noches Mirna se retrepó en la mesa, Daiquiri en mano, y entre risotadas le dijo: - ¡Que no nos cuenten mañana que le hizo mucho efecto al cabrón, tenemos que verlo!- haciendo que todos riéramos, pero que apareciera el tema de si alguno se atrevería o se había animado a que lo vieran teniendo sexo con su pareja.

  • No se si de eso se traten esos juegos para adultos que promocionan en las tiendas especializadas,- dijo Jorge abiertamente, con su forma protocolaria de proponer las cosas- pero a mi sí me da curiosidad por ver hasta dónde en una reunión se puede llegar sin que pase a mayores-. Mirna se agarró de ello y propuso – Nosotros tenemos uno de esos juegos en la casa y está muy divertido. Lo hemos jugado solo entre Daniel y yo, pero no creo que pase nada malo si lo jugamos entre todos ¿se animan?- Todos nos volteamos a ver los unos a los otros y a los quince minutos llegábamos a casa de Daniel y Mirna, bien armados con botellas, cigarros, botana y la expectación que genera el saber que uno se va a meter en una situación así de morbosa y riesgosa. Mientras Daniel bajaba el juego, dispusimos todo en la amplia terraza de la casa, seleccionando la música favorita de cada quien y llenando los platones con chicharrones, papas fritas, aceitunas, cueritos de cerdo, etc.

Las reglas del juego quedaron pronto explicadas: Cada jugador maneja una ficha de color diferente, con la cual avanzará en un tablero de 32 espacios conforme un dado lo indique. A cada tiro se sacará una carta que contenga una pregunta no personal respecto a temas sexuales y de pareja; si la persona en turno contesta bien, se mantiene en su sitio sin mas, pero si contesta mal, seleccionará un papelito donde al principio del juego cada quien ha escrito un castigo, y deberá pagarlo. Por medio de un tablerito donde hay una manecilla que gira, se selecciona quién será la persona en quien se aplica la prueba o que le acompañe en el castigo. Claro, uno u otro, o ambos pueden negarse a pagar la penalidad, lo cual les obliga a tomar de golpe un "Caballito" de Tequila completo y regresarán a la casilla en la que estaban antes del tiro. Al principio del juego se establece el premio para el que gane, dando la posibilidad de que puedan ser dos personas las que empaten, si es que llegan a la casilla 32 dentro de la misma vuelta, lo cual los obligará a enfrentarse en un desempate, conforme lo establezca el resto de los jugadores en ese momento. Los dos jugadores que al final del juego estén en las últimas posiciones, deberán pagar un castigo especial diseñado por todos de antemano.

Cada quien llenó los cinco papelitos con los castigos que se nos fueron ocurriendo, se estableció que el ganador se ganaría una botella de Tequila para él solo, se prepararon los caballitos tequileros y Mirna fue la primera en lanzar el dado. No pasó mucho tiempo para que Daniel se quedara sin saber contestar su pregunta, por lo que sacó su castigo, el cual consistió en darle una mordida en la nalga a quien seleccionara la manecilla. - ¡¡A Jorge!!- gritaron carcajeándose Mirna y Alejandro cuando la aguja señaló al esposo de Mireya. Ahí empezó a correr el Tequila de castigo, al negarse ambos a cumplir la penalización impuesta por los papelitos.

A duras penas pude librar una pregunta acerca de la progesterona, pero Sonia no pudo cuando fue su turno de responder algo acerca de cuales son las etapas del orgasmo, así que tuvo que sacar el papelito de su castigo. Antes de abrirlo, y mientras la manecilla giraba para seleccionar a su compañero de pena o verdugo, me miró con los ojos bien abiertos, buscando mi mirada. La amplia sonrisa que le dediqué la tranquilizó, aunque no tanto cuando fue justamente Daniel el seleccionado por la aguja, y menos cuando en el papelito se leyó "Déjate montar cachóndamente por tu compañero". Sonia dudó un momento si elegir pagar o beber de un solo golpe el Tequila, pero optó finalmente por lo primero, poniéndose a gatas sobre los cuadros de cerámica de la terraza, en medio de las risas y los aplausos de los demás. Daniel se acercó a ella, con una sonrisa perversa y mordaz, mientras que Mirna me miraba fijamente, tratando de adivinar qué reacción tendría yo, y qué pasaría por mi mente. Daniel se colocó sobre Sonia bajando lentamente y contoneándose con la música. Las carcajadas de todos estallaron cuando comenzó a frotar su entrepierna en la espalda de mi chica. A su sonrisa descarada solo pude responderle con un "Cabrón, ya apúrate", y así Sonia pagó su castigo. Al levantarse, ella se acercó y tomó mi mano, a lo cual yo solo se la apreté mientras le dedicaba una amable y cariñosa sonrisa indicándole que todo estaba bien.

Los siguientes dos castigados prefirieron apurar una copa de tequila, lo mismo que hizo Mireya cuando le tocó de castigo meter su mano bajo la ropa del otro y extraer un vello púbico, lo cual fue una lástima, pues la manecilla me había seleccionado a mi. El ambiente se iba caldeando, y el morbo de todos se podía percibir claramente. Laila acariciaba marcadamente la pierna de Alejandro, el cual recargaba su cabeza en el hombro desnudo de ella, el cual lucía fantástico sobre el top verde mar que ella vestía. Las miradas de todos recorrían uno a uno a los participantes del juego; no solo ellas nos miraban a los ojos, tratando de percibir qué habría en nuestra mente, lo mismo que hacíamos todos nosotros, sino que también comenzábamos a mirar con más descaro las piernas de ellas, que se lucían hermosas bajo los pareos y faldas cortas que llevaban. Las bellísimas piernas de Sonia eran seguramente las que mas lucían a pesar de ser las únicas que iban cubiertas por ropa –dicho con falsa modestia-, al igual que las bronceadas y torneadas piernas de Laila que se dejaban lucir debajo del fino pareo que llevaba. Para este entonces, Daniel ya había dejado a Mirna abrir su camisa, y mientras veían pasar el turno de alguien mas, ella paseaba sus duras –y deliciosas- uñas por el pecho velludo de su marido, el cual se veía estremecer al contacto de ese prodigio dactilar que ella sabe muy bien hacer utilizar.

El turno dio casi una vuelta completa antes de que Sonia volviera a perder, y la manecilla apuntó esta vez hacia Laila. Ella se levantó, una vez leído el castigo, y tras dialogar al oído brevemente con su marido, tomó su celular, cambiando las funciones durante un momento, mientras Sonia los miraba intrigada, y nuevamente dirigía a mí una nerviosa y solicitante mirada. Laila se dirigió hacia ella, celular en mano, mientras Alejandro sacaba su teléfono y buscaba un número en la memoria. Yo sonreí al darme cuenta de qué iba ello. Laila se paró ante Sonia, leyó el castigo: "Improvisa un juguete sexual, mételo por la ropa del castigado y sácalo por el otro lado de su cuerpo". Con una mano Laila desabotonó la parte superior del pantalón de Sonia y sin dudarlo metió su mano dentro de la ropa de ella, mientras que su celular, activado el vibrador, comenzaba a funcionar por la llamada de Alejandro. Sonia se mantenía con la mirada nerviosa, pero cuando la mano de Laila pasó el teléfono vibrante por el tiro de su ropa, ella abrió desmesuradamente los ojos y estuvo a punto de estallar de risa. El improvisado vibrador pasó completamente pegado al sexo de Sonia, produciendo su obvio efecto en ella, hasta que la otra mano de Laila se metió por la parte trasera de su pantalón, tomando y sacando el teléfono por en medio de las nalgas de mi mujer. Todos aplaudían a rabiar mientras que ambas mujeres se sentaban en sus respectivos sitios riéndose a carcajadas, pero con notables muestras de excitación.

El juego prosiguió tras haber llenado cada uno sus respectivas copas. Yo me levanté para ir a llenar el tazón de cueritos, y para cuando regresé, todos aplaudían de ver cómo era Jorge el que le tocaba hacer pagar su castigo a Mirna. "Corta un mechón de pelo púbico de tu compañero", por lo que Mirna abría el pantalón de Jorge, y bajaba su ropa interior lo suficiente para cortar con unas tijeras un generoso mechón de vello del marido de Mireya. Jorge miraba reír a su esposa, la cual mostraba en su risa el desasosiego de ver a otra mujer arrodillada, descubriendo la cadera de su marido. En su mirada había esa mezcla de celos y morbo que son comunes en esta clase de juegos; lo mismo pasaba con Daniel, cuya mano, disimuladamente rozaba su propia entrepierna, para aumentar la tensión y excitación de ver a su hermosa mujer tan cerca de la verga de otro hombre. Quizá lo que mas tensión les causaba era que sus respectivas parejas estuvieran haciendo eso con su permiso, volviendo estúpida la posibilidad de reclamarles algo posteriormente, y generando en ellos una excitación suficiente para hacer pagar a sus cónyuges en la cama, por el atrevimiento de tocar y dejarse tocar por otros en sus propias narices. Por su parte, Alejandro había comenzado a pasear cada vez mas atrevidamente la mano por las piernas de Laila, la cual disimuladamente abría y cerraba sus piernas, para dejarle hacer y… llevaba su propia muñeca a la cara, para oler inadvertidamente, el rastro de olor que la entrepierna de Sonia había dejado en su piel cuando ella le paseó su teléfono a ras del coño.

Mireya fue la siguiente en ser castigada, pero la penalización que marcó el papelito hizo innecesario buscarle verdugo o compañero. Siguiendo las instrucciones dadas, Mireya tomó mi celular –pues no permite la identificación del número origen- y marcó una serie de dígitos al azar. Todos nos hicimos señas para guardar silencio, tratando de acallar nuestras risas, hasta que vimos como se alteró la mirada de Mireya cuando del otro lado de la línea alguien contestó. Inmediatamente, Mireya se pudo a jadear y a proferir suaves gemiditos, mientras que el tipo con el que hablaba preguntaba insistentemente quién llamaba. –Hola mi rey… estoy tan solita y necesito de un buen macho…" dijo Mireya al teléfono con un tono desmedidamente cachondo. Los demás nos tapábamos la boca para no reírnos al verla, pues su expresión iba tomando a cada palabra un tinte mas caliente y obsceno. – No sabes como me hace falta ahora mismo una buena verga como la tuya. ¿La tienes parada? Dime como la tienes…" seguía, y sus manos comenzaron a tocarse las piernas y a pasear de arriba abajo mientras escuchaba la respuesta de su interlocutor. – No mi amor, que mas quisiera pero estoy muy lejos para que nos veamos… pero mejor déjame saber como te gustaría que yo te la mamara…- respondía Mireya comenzando a frotar suavemente sus suculentas tetas con su mano. La mirada de Jorge mostraba celos, si, muchos celos, pero de ese tipo de celos punzantes y morbosos que tanto le gustan a la gente que participa en esa clase de experiencias. Su boca parecía que pronto dejaría escurrir baba de lo abierta que estaba al ver a su esposa enfrente de él, cachondeando a un desconocido. De pronto, Mireya abrió los ojos asombrada y comenzó a reír. - ¡Me colgó el teléfono el muy cabrón!- y mas risas de todos.

El siguiente en perder fui yo, y afortunadamente mi ayudante fue la hermosa y cachonda Laila. Mi castigo consistía en pasarme por en medio de las piernas de mi compañera, andando en manos y pies viendo hacia arriba. Ahí comenzó la discusión, pues el papelito indicaba que ella debía de estar con los pantalones bajados a las rodillas –por aquello de cerrar el ángulo de las piernas y permitir una mejor vista- y Laila vestía solamente un pareo blanco, lo cual imposibilitaba cumplir con todos los requerimientos del castigo.

-¡Pues que se baje la tanga!- decía Daniel completamente alborotado y mostrando cada vez más que el alcohol se le estaba subiendo rápidamente. Alejandro, solamente reía de la posibilidad de que su esposa se bajara la ropa interior para dejarme pasar después entre sus piernas. Se le veía extremadamente cachondo, con un apetito voraz por observar un espectáculo como ese. Finalmente, todos acordaron en atar con un cinturón los tobillos de Laila –lo cual, imaginarán que me gustó mucho- para que tuviera el mismo efecto que un pantalón. Me coloqué boca arriba, sobre mis manos y pies, y procedí a intentar pasar por entre las piernas de Laila. De inmediato mis hombros se toparon con ese par de esculturales columnas, impidiéndome el paso franco, así que me contonee un poco para abrirme paso, sin poder evitar –ni querer evitar- que mi rostro se rozara con la piel exquisita de sus piernas. Todos aplaudían a rabiar, incluyendo a Alejandro, cuyos ojos enrojecidos por el abundante alcohol mostraban cada vez más excitación de verme ahí, a pocos milímetros de que mi campo visual pudiera tener a la vista la entrepierna de Laila. Sonia también me miraba fijamente, con esa expresión perdida y vidriosa que le conozco a la perfección de cuando sé que está cachonda. Sus dientes se apretaban levemente y tenía ese ligero movimiento de cerrar y abrir de piernas que me seduce cada vez que lo veo. Sonia pasó sus dientes por su labio inferior, mostrando lo excitante que le parecía mirarme ahí, entre las piernas de Laila, a la cual ya había visto antes oliendo los rastros que el sexo de mi novia dejara en su mano durante el castigo anterior. Mi vista pasó solo por un muy breve instante por la entrepierna de Laila, dejando ver una acusadora mancha de humedad en la superficie de su tanga. De manera muy tenue, llegó a mi nariz el inconfundible aroma de una hembra excitada. Mis sentidos se alteraron inmediatamente, mi libido se puso en completo estado de alerta y no negaré que un cosquilleo comenzó a dejarse sentir a lo largo de mi falo. Cuando terminé de salir de aquel majestuoso puente, la coqueta sonrisa de Laila me recibió obsequiosa e invitante entre los aplausos libidinosos de todos.

Sonia me recibió en nuestro lugar, dándome un beso en la mejilla y una suave mordidita en el lóbulo de la oreja, susurrándome -¿Te agradó la vista, mi amor?- Yo le sonreí en silencio antes de responderle –no tan hermosa como si hubieras sido tú, pero si… muy rica vista, bastante antojable- y mis labios buscaron los suyos. Mi lengua se perdió dentro de la boca de Sonia donde jugueteó con sus dientes, que buscaban afanosamente atraparla. Mi mano derecha bajó despacio por su espalda, deteniéndose solo cuando sus nalgas le dieron razones para comenzar a sobar y apretar suavemente. Sonia primero abrió sus ojos para mirar si alguien nos observaba, pero pronto dejó de hacerlo para centrar en mí aquella sonrisa que me mata cada vez que la veo.

Los gritos jubilosos de Laila notificaron a todos los presentes que ella había alcanzado la meta deseada: la casilla 32, pero… la pregunta que se le hizo no pudo ser respondida por ella, así que tuvo que tomar un papelito que le indicara el castigo que debía pagar. "Finge durante 1 minuto un orgasmo por masturbación". Tanto Laila como los demás volvimos a reír –risa morbosa, burlona y nerviosa a la vez- solo de imaginar cómo se nos antojaría a todos tenerla enfrente masturbando su sexo tan apetecible. Mirna y Mireya eran las que mas la animaban para que se pusiera cómoda y nos brindara el mejor espectáculo de la noche. Mireya se encontraba cómodamente sentada sobre el regazo de Jorge, el cual dejaba ver una erección tremenda causada por el movimiento constante de las nalgas de su esposa encima de su verga.

Alejandro, ya con notables muestras de ebriedad, animaba a Laila a dejarse ver, a dar el paso que le declararía ganadora del juego y acreedora a una botella de Flor de Caña Gran Reserva, que él podría apurar en menos tiempo del que quedaba de noche. Tras hacerse del rogar un poco, Laila fue cediendo a las presiones de todos:

  • Es que para hacerlo debo inspirarme y así no puedo- se justificaba, por lo que Alejandro, su marido le dijo

  • Ándale, no te arrugues ahora; si tan bonita que te ves cuando lo haces- haciéndonos reír a todos y alimentando nuestro morbo; en especial el mío, pues su cuerpo me provocaba apetitos cada vez mas voraces.

  • Solo se trata de fingir, no seas mamona- le dijo ya Mirna sin poder ocultar su deseo por ver a su amiga en esa forma que ya muchos comenzábamos a imaginar con mayor anhelo. Finalmente Laila se recostó en su asiento, y dejándose escurrir por el sillón cerró los ojos y llevó sus manos por entre las aberturas del pareo. Sería yo un hipócrita si dijera que no moví mi cabeza tratando de encontrar un ángulo donde se pudiera ver mejor, pues la sola idea de mirar aquel portento de mujer en actitud onanista me causaba cada vez mas curiosidad y deseo, aunque fuera fingiendo.

  • ¡Corre tiempo!- dijo Jorge mirando el cronómetro del reloj, mientras todos tratábamos de tener una mejor visión de ella cuando comenzó a mover rítmicamente su mano bajo el pareo. Por momentos parecía que comenzaría a reírse, pero su morbo exhibicionista pudo más que ella y sus gemidos comenzaron a escucharse cada vez más fuertes. Mirna paseaba cínicamente su mano por encima de la parada verga de Daniel, encima de su ropa; Mireya frotaba sus dedos en su propia mano, presa de la excitación que la escena causaba. Casi pasado el tiempo, Jorge volvió a dejar oír su ebria voz: - ¡10 segundos!, y entonces Laila comenzó a contonearse de un lado para otro con mayor fuerza, mientras que dejaba escapar fuertes gemidos que nos electrizaban a todos al oírlos. Laila explotó en un exquisito orgasmo fingido, llenándonos la mente a todos con un sonido que seguramente se nos aparecerá una y otra vez en sueños. Una vez que acabó su "orgasmo" se quedó quieta mientras los demás la observábamos en respetuoso y cachondo silencio. Laila abrió sus ojos entonces y se empezó a reír de todos.

  • ¡Pero que jeta tienen todos! ¡Ya casi babean!- y levantándose rápidamente siguió con su alboroto- ¡Gané entonces la botella!

Fue Daniel el que le rompió el gusto a Laila: - Aún no, quedamos que hay que esperar a que termine el turno de todos.

El dado fue pasando de mano en mano. Daniel estaba a solo 4 casillas de ganar, seguido de mí por 5. Uno a uno pasamos los demás. Fue el turno de Alejandro, el cual apenas avanzó un insignificante lugar en el tablero y prefirió un tequila antes que cumplir su castigo. Jorge respondió bien su pregunta y se quedó a 9 casillas de la meta, Mireya no supo responder y tomó de un trago su tequila, al negarse a hacer un streap tease completo ahí mismo. Mirna respondió correctamente su pregunta pero quedó bastante lejos de la meta. Daniel quedó a una casilla del empate al sacar 3, y yo me pasé tirando un 6. Retrocedí una casilla como siempre se hace en los juegos de mesa, pero Mirna comenzó a alborotar para evitarlo.

-¡No quedamos que había retroceso, llegaste a la 32 así que te chingas y empatas con Laila!- siendo secundada por el resto.

Por un momento imaginé un delicioso desempate con ella, y mi mente volaba audazmente intentando diseñar una competencia con ella que me agradara lo suficiente, solo por si me pedían ideas, claro. Los demás debían de tirar para acabar la vuelta, mientras que Mirna y Daniel se secreteaban ideando el desempate entre Laila y yo. La última en tirar su dado fue Sonia, y se levantó para contestar su pregunta. Su expresión y el vaivén de su cuerpo mostraban igualmente que los efectos del alcohol en ella eran ya abundantes; quizá por eso no entendió a cabalidad la pregunta que le hicieron y tuvo que escoger su papelito de castigo, mientras que Alejandro era el señalado para acompañarla en: "Baila una canción cachóndamente mientras tu acompañante te quita la prenda que quiera" -¡Mierda!- pude solo musitar entre dientes.

Alejandro se levantó cansinamente, completamente ebrio y se acercó a Sonia despacio, esperando que comenzara la pista musical que habrían de "bailar" juntos. Los sonidos de la vieja "Smooth Operator" comenzaron a aparecer, y él comenzó a moverse frente a Sonia, que por momentos me volteaba a ver y por momentos miraba divertida y excitada a Alejandro. Él pegó su cuerpo a Sonia, balanceándose a un lado y a otro, en parte por la música y en parte por la borrachera que le impedía mantenerse estable. Sonia correspondió a sus movimientos y levantando sus brazos se comenzó a menear cadenciosa y sensualmente, luciendo sus maravillosas caderas al rondar su cintura. Por un momento, miré a Mirna y a Daniel que me observaban, luciendo una sardónica sonrisa que indicaba el perverso placer que estaban disfrutando, mientras ella seguía manoseando a su marido por encima de la ropa descaradamente. Giré mi vista hacia Laila, la cual miraba a la pareja contonearse al ritmo suave de la música, con una expresión perdida y embotada por la excitación.

Alejandro revisó lentamente todo el atuendo de Sonia y eligió. El muy cabrón llevó sus manos hacia la cintura de Sonia, y en medio de la algarabía de todos comenzó a desabotonar su pantalón. Su mirada reflejaba un obsceno deseo por mi novia, un abierto deseo de poseerla en ese mismo instante. Yo me repegué a mi asiento y traté de evaluar los sentimientos que me estaban llegando en ese momento. Alejandro deslizó sus manos por debajo del pantalón de Sonia y descendiendo al doblar sus rodillas fue bajándolo poco a poco, hasta que su rostro quedó enfrente del monte de Venus de ella, el cual lucía su hermosa ropa interior blanca de algodón balanceándose frente a su cara. La mirada de Sonia estaba muy lejos de denotar pena o recato, sino que sonreía lujuriosa al mirar a aquel tío desvestirla enfrente mío y de su esposa, y tenerlo arrodillado y dispuesto a pocos centímetros de su sexo. Las piernas de Sonia y su cadera quedaron completamente expuestas a la vista de todos, quieres comenzaron a aplaudir a rabiar, festejando el espectáculo que acababan de presenciar. Todavía el muy desgraciado de Alejandro aspiró fuertemente antes de levantarse, seguramente para quedarse con los sentidos llenos del aroma a hembra excitada y a Enzo que se desprendía de la ropa interior de mi chica.

Después de subir su ropa, Sonia se acercó nuevamente a mi, extendiendo sus manos para solicitar las mías, luciendo esa maravillosa sonrisa aderezada de una mirada de inocente solicitud de aceptación. Yo la miré unos segundos fijamente, y le di mis manos para jalarla hacia mí, mientras le dedicaba una acusadora y silenciosa sonrisa. Ella cayó de espaldas a mi, pudiendo yo abrazarla completamente. Sonia volteó su rostro, y tras decirme quedamente "Te Amo", entregó sus labios para que mis dientes de apoderaran de ellos antes de comenzar a besarla furiosamente.

Mirna y Daniel se levantaron con una perversa sonrisa y anunciaron:

  • ¡Va el desempate!- dijo él, levantando la voz- ¡Aquí, frente a nosotros, el ganador será aquel que… alcance el orgasmo primero!- levantando una oleada de risas, aplausos y la inmediata negativa, tanto de Laila como mía. Yo, medio agitado por la risa le dije –Estás loca si crees que me voy a pajear aquí frente a todos, y además quién nos dice que ella no va a fingir su orgasmo.- agregando maliciosamente- ya ves que es maravillosa fingiendo uno-.

  • Ok, ok- respondió Daniel- entonces solicitaremos a sus respectivas parejas que les ayuden a pasar la prueba final- levantando nueva algarabía entre los cuatro restantes.

  • ¡Sale igual!- protesté- ella puede seguir fingiendo aún con él.

  • ¡Quizá ya hasta tenga experiencia ella fingiéndole a Alejandro!- metió cizaña Mirna provocando mas risas en ese momento que se tornaba un tanto tenso. Daniel salió al paso nuevamente:

  • ¡Entonces…. que sean las mujeres las que lleven al orgasmo a los hombres! ¿Así está bien?

La idea de que Sonia mamara mi verga o me masturbara enfrente de todos podría ser seductora en otro momento, pero esa noche me parecía menos atractivo que si fuera en otra circunstancia. Sonia reía y reía, negando con la cabeza la propuesta de Daniel y Mirna. Laila y Alejandro se miraban y sonreían mutuamente con una expresión depravada en extremo.

Alejandro a duras penas se puso de pié, colocándose de espaldas a la vista del mar bajo la luna que se apreciaba a lo largo de la terraza. Su posición llamaba a Laila a felarlo sin recato alguno frente a todos. Sonia seguía negándose, y me miraba buscando mi respaldo, pero con una mirada que indicaba que a mi menor consentimiento ella se abalanzaría golosa a chupar y sorber mi falo con el denuedo que iba adquiriendo con mayor gusto día con día. Puso sus manos suavemente en mis hombros y comenzó a llevarme hacia atrás, para dejarme de pié a un lado de Alejandro, que la observaba lujuriosamente junto a su esposa. La risa volvió a aparecer en el rostro de mi novia hasta que fue Laila la que en un intempestivo arranque le dijo:

  • Tranquila nena, solo es un juego, solo es una mamadita.- y con una perversa expresión en los ojos agregó- Ahora que, si te da pena… podemos echar cambio, si gustas.-

Fue el acabose. Los cuatro comenzamos a mirarnos mientras los demás habían enmudecido al escuchar la picante propuesta de Laila. Sorpresivamente, la sonrisa apenada de Sonia se esfumó, y su expresión se tornó profunda y relampagueante. No hubo necesidad de más palabras, por lo que al fondo, Mirna anunció, rompiendo el morboso encanto de ese instante:

  • ¡El primero de los dos que se venga hace perder a su pareja! ¡Vamos chavas, échenle ganas!- y por milésima vez en la noche, estalló en carcajadas.

Yo miraba a Sonia sorprendido, ni siquiera había volteado a verme para indagar mi parecer, lo cual me excitaba de una manera brutal, sino que además, ahora intercambiaba una mirada salvaje con Alejandro, mirada que era correspondida por él y por Laila, que se me acercaba contoneándose como leona en celo.

Fue Laila la primera en descender hasta quedar de rodillas frente a mí, para comenzar a desabotonar uno a uno los ojales de mi pantalón. Su mirada me taladraba, luciendo una sonrisa cachonda que prometía darme un placer formidable. Sonia fue descendiendo dirigida por la mano de Alejandro en su cuello, aunque ella ya no tuvo el trabajo de abrirle el pantalón. Las manos hábiles de ambas mujeres fueron abriéndose paso entre nuestra ropa, sin prisas, escandalosamente sensuales, hasta que tanto mi verga como la de Alejandro quedaron expuestas a la vista de todos. Como siempre, fue Jorge el que dio el banderazo de salida, ya con una voz netamente aguardentosa: ¡Arraaaannncan!! – gritó, como si de la tradicional salida del hipódromo se tratara, y ellas comenzaron a acercar su respectivo rostro a nuestros miembros. Ni Alejandro ni yo nos habíamos erectado aún; era excitante la situación, pero a la vez era una completa ensalada de sensaciones: el ver a nuestra mujer con otro, el estar a punto de recibir una mamada al lado de otro tipo, el que todos nos estuvieran viendo, incluso el efecto del alcohol; todo jugaba en contra nuestra. Laila comenzó a lamer pausadamente mi glande, una y otra vez. Miré su rostro y me dedicó una voraz sonrisa. Al lado mío, Sonia comenzaba a acariciar la verga de Alejandro, y a darle suaves besos en el tronco del falo.

Al primer indicio de erección, Laila metió mi verga completamente dentro de su boca, succionando deliciosamente, lo cual me hizo estremecer por completo. El movimiento de su lengua sobre mi glande era consumadamente prodigioso, mamándome tal como me encanta que lo hagan. A pesar de su maravillosa labor, mi verga de pronto perdió dureza, por lo que ella retomó con mas ganas la forma en que me felaba, mamando cada vez mas rápido, sacando y metiendo el pene en su boca, chupándolo, ensalivándolo de tal forma que me generaba voluptuosas oleadas de placer. A mi lado, Alejandro movía su cadera hacia atrás y hacia delante, procurando meter mas su palo en el interior de la boca de Sonia, la cual comenzaba a mamarlo con deleite, mientras ambos también se miraban a los ojos con deseo. No era ya solo que estuvieran compitiendo; conozco la mirada de mi novia muy bien, y lo que ahí veía era a una hembra disfrutando plenamente el chupar una verga que se le estaba antojando ya hacía rato.

Mi trabajo era impedir que Laila me hiciera venir antes que Sonia a Alejandro. Ellas hacían su mejor esfuerzo y yo procuraba hacer el mío para retardar lo mas posible que el placer fuera aumentando. Miraba yo los rostros de los demás, pero no servía. Jorge y Mireya se mantenían abrazados, con una estúpida expresión de embriaguez; Mirna había ya metido su mano dentro del pantalón de Daniel y faltarían pocos momentos antes de que ella decidiera unirse al festín oral de esa noche. Voltear hacia un lado servía de menos; ver a Sonia chupándole la verga a Alejandro me causaba un muy extraño sentimiento de excitación. Si, me estaba excitando mucho verla así. No se por qué, pero en lugar de generarme un sentimiento de destructivos celos, me generaba admiración por su nivel de atrevimiento, y un morboso placer de verme hecho a un lado, tal como alguna vez me pasara en alguna calle recóndita de las afueras de París.

El placer fue aumentando cada vez con más intensidad. El sexo oral que Laila me prodigaba era plenamente delicioso. Ahora si, mi verga mostraba su dureza característica, por lo que no había pliegue en donde el placer pudiera ocultarse para mis sentidos. Yo respiraba más y más agitadamente, mientras veía al fondo a Daniel ser llevado de la mano por Mirna hacia la entrada de la cocina, y comenzar a subirle la falda para cogérsela denodadamente, tal como a ella le gusta –que no es cualquier cosa-. Los gemidos de Alejandro fueron siendo cada vez mas fuertes… estaba yo a punto de lograrlo, de ganar, pero… consideré que el Ron no es precisamente mi bebida favorita, ni la de Sonia, así que… hay veces que perdiendo se gana mas; y aflojé entonces mi cuerpo, solo para que las sensaciones de gusto se agolparan en mi interior y se aproximara inexorablemente a mi entrepierna el inconfundible sentido de la inminente explosión de mi orgasmo.

Cerré los ojos y eché instintivamente mi cadera hacia delante, mientras que mis jadeos y gruñidos de placer anunciaron con bombos y platillos mi deliciosa derrota. Laila sacó primero mi verga de su boca, y al ver saltar el primer chorro de mi semen comenzó a gritar "¡¡Gané, gané!!" y se acercó nuevamente para succionar mi verga, bebiéndose hasta la última gota del semen que mi cuerpo tuvo disponible para esa noche. Sonia había dejado de mamarle la verga a Alejandro para observar cómo Laila terminaba de chupar mi falo. Alejandro lucía mas bien una expresión de desencanto, pues se notaba que aún le faltaba un buen rato para poder alcanzar la cumbre del placer en esa noche. Laila abrazó a su marido, que no emitía mayor palabra. Él hubiera querido llegar a más, venirse también en la boca de mi chica, pero… solo era una competencia, eso era todo.

La fiesta terminó así nomás. Mirna y Daniel ya no regresaron; y los demás estábamos ya demasiado calientes como para mantener la compostura. Todos sabíamos que aquello podía terminar en una desenfrenada orgía, pero no era ese nuestro propósito; al menos esa noche. Sonia y yo regresamos al hotel frente a Los Portales de Veracruz, y con el lejano sonar de las jaranas alegrando el ambiente, ella y yo nos tendimos desnudos en la cama, para llenarnos con dulces besos y hacer el amor de una forma completamente desprovista de lujuria, sino enmarcada en el más tierno romanticismo. Dudo que en estos meses nos hayamos dicho tantas veces "Te quiero" o "Te Amo" como en esa candente noche. Hay que decirlo, esa noche no hubo más orgasmos que los que tuvo nuestra alma; y así pasó un buen rato, mientras nuestros cuerpos se balanceaban uno contra el otro en un suave oleaje donde cada roce era una nueva forma de declararnos cariño y amor.

El sol nos despertó a las pocas horas, pegando duramente con sus rayos sobre nuestros cuerpos desnudos que aún seguían entrelazados. Más besos, más caricias al despertar. Sonia y yo nos bañamos juntos, acariciando nuestros cuerpos desnudos bajo el agua y besándonos con el cariño mas transparente y mas sincero que podríamos jamás haber sentido.

Poco después, discutíamos tumbados en un camastro al lado de la piscina del Diligencias, si desayunaríamos en la Estancia de la Boca o en el tradicional y fantástico Samborcito. Tras haber decidido, nos quedamos tumbados bajo el sol por unos minutos antes de que Sonia se incorporara y me dijera divertida.

  • Hay que venir mas seguido a Veracruz, me gusta. Quizá aquí aprenda mejor a ir rompiendo los límites ¿no crees?- provocando mi mas franca risa recordándola aquella vez en el bar frente al cine. – Ahora sé por que vienes tanto acá, no es por trabajo. "Solo Veracruz es bello"- y se levantó corriendo como niña juguetona, perseguida por mi rumbo a la alcoba.