Juegos exhibicionistas con Nicole (1: La ventana)
Primera experiencia exhibicionista con mi nueva pareja. Como nos excitó ser vistos mientras follábamos y nos convertimos en adictos al exhibicionismo.
Tras haber escrito varios relatos sobre vivencias de mi pasado, y algunos otros sobre fantasías y situaciones imaginarias, deseo contaros esta vez las experiencias, reales y actuales, que estoy viviendo con mi pareja, Nicole, a la que tuve la inmensa suerte de conocer hace un par de meses en una discoteca que suelo frecuentar.
Ella misma me anima a hacerlo (a pesar de no conocer nada referente a Internet ni hablar una palabra de español) sabiendo mi afición por la escritura y excitada ante la idea de que una gran cantidad de personas pueda conocer nuestros secretos y quizás incluso excitarse leyendo las pequeñas locuras estamos cometiendo juntos desde que nos conocimos y nos volvimos completamente "adictos" el uno por el otro.
Nicole es una mujer de 32 años, separada, como yo, y tiene un niño de corta edad. Su físico a primera vista puede parecer muy "normal", pelo castaño corto y ojos verdes, mide aproximadamente 1m65 y pesa 60 Kg. Nada de extraordinario, en efecto, incluso se puede decir que está un pelín rellenita pero, gracias a su vitalidad y constante actividad física, posee un cuerpo proporcionado y firme; de piel lechosa y suave, con opulentos senos, tersos y coronados de gruesos y oscuros pezones, una apenas perceptible y deliciosa redondez a modo de barriguita, piernas bien contorneadas y duras, y un trasero magnífico, firme y bonito. Además de ser una mujer inteligente, de linda sonrisa, sensual y salvajemente apasionada.
He de admitir que Nicole me obsesiona, me tiene completamente loco, y nada más de describirla aquí y pensar en ella mi deseo despierta y mi pene reacciona y se vuelve a poner en ese estado de semierección en que estoy casi en permanencia, a todas horas, desde que la conozco.
A ambos nos encanta el erotismo y vivir y compartir intensamente los placeres del sexo. Desde los primeros encuentros nos abandonamos a nuestros deseos e instintos y vivimos largas sesiones de placer. En ocasiones pasamos todo un fin de semana encerrados en casa del uno o del otro, permanentemente desnudos y practicando todo tipo de juegos, como sexo oral, sodomía, dominación "soft", vibradores y un largo etcétera.
Aunque el aspecto más particular y excitante de nuestra sexualidad, la variante que hemos descubierto juntos y que más placer nos aporta practicar es el exhibicionismo, la práctica de sexo en lugares públicos y, a ser posible, en presencia de otras personas.
Se puede decir que todo empezó una tarde en casa de Nicole, un sexto piso de un barrio del centro de Ginebra, ciudad donde ambos residimos. Nos encontrábamos en el salón, sobre el sofá. Como hacía bastante calor, las ventanas y las cortinas estaban abiertas. Tras excitarnos con besos y caricias, y arrancarnos la ropa el uno al otro hasta quedar completamente desnudos, comencé a comerle el coño. Como me gusta hacerlo, levantando y separando sus piernas con mis manos para facilitar la caricia y penetración de mi lengua en su sexo entregado y abierto, haciéndola retorcerse y gritar de gusto.
Tras haberla llevado a un primer orgasmo lamiéndole el coño, chupándole el clítoris y pajeándola con mis dedos, me incorporé loco de deseo y ansioso por clavarle la polla y follarla. Entonces me di cuenta que en el edificio de enfrente, a solo unos 10 metros de distancia, se adivinaba una sombra detrás de una ventana, apenas disimulada por una ligera cortina, la cual se agitaba en un movimiento regular. Me acerqué unos pasos a la ventana, sin disimular mi desnudez ni mi erección, intentando distinguir mejor qué era lo que ocurría detrás de aquella cortina.
-Cariño, mira, creo que tu vecino de enfrente nos está espiando. Y o mucho me equivoco o el muy cerdo se está haciendo una paja. Seguro que nos ha visto mientras te comía el coño.
Ella se levantó y se me acercó, sorprendiéndome un poco al ver que lo hacía, como también había hecho yo, sin ocultar su desnudez. Le indiqué sin disimulo, apuntando descaradamente con el dedo, de qué ventana se trataba y pudimos apreciar como el movimiento que agitaba la cortina cesaba y la sombra se difuminaba al retroceder.
-Ah si, sé quien vive en ese piso. Un tipo repugnante y barrigón que vive solo y ya he visto más de una vez mirarme por la ventana con cara de baboso. Mira cabrón añadió Nicole dirigiéndose a la ventana del vecino mientras me agarraba la polla con la mano y empezaba a meneármela- pélatela como un mono, asqueroso!
La situación era muy divertida y con el objeto de calentar más al mirón y, sobre todo, darle más morbo a la cosa y calentarnos nosotros mismos, empecé a sobarle las tetas a Nicole y a pellizcarle los pezones. La sombra de detrás de la cortina se hizo más visible al acercarse más el individuo y la cortina volvió a ponerse en movimiento al recomenzar a pajearse.
Entones Nicole se agachó y comenzó a mamarme la verga. Yo me ladeé un poco de manera que el voyeur pudiera ver bien de perfil como mi dulce putita me comía el rabo, ver el rítmico movimiento de su cabeza adelante y atrás engullendo entera mi polla cada vez.
El hombre, sabiéndose de todas formas descubierto, corrió de un tirón la cortina y se pegó descaradamente contra el cristal de la ventana. Era ciertamente un individuo repugnante, un tipo bajito y calvete, barrigón, peludo y flácido. Nos miraba fijamente, apretando los dientes y con ojos de loco salido, su mano se perdía bajo la grasa de su colgandera barriga y se movía rápido pajeando la polla que debía de tener por allí debajo, pero que no se podía ver.
-Se descubrió el puerco. Mira tesoro, se va a partir la polla de meneársela tan fuerte!
Nicole volvió a ponerse en pie y observar el vecino mientras este seguía masturbándose.
-Mira como nos observa, que cara de psicópata se le pone, imagina lo que está pasando ahora por su cabeza, como te desea. Si pudiera pillarte en este momento seguro que te violaría como un animal, aplastando tu cuerpo bajo esa masa de grasa y pelos sudados empecé a decir a Nicole al oído mientras ella miraba al individuo y yo le introducía un dedo en su empapado coño.
Mis palabras parecían excitarla mucho y también ella tenía en la cara una expresión de vicio. Estaba muy caliente, el dedo con el que la estaba masturbando estaba completamente empapado y entraba profundamente en su sexo arrancándole gemidos de placer.
Entonces le hice dar la vuelta, apoyar los brazos contra el respaldo de un sillón e inclinarse hacia adelante. Tras dedicar una rápida mirada a la ventana del mirón, como queriendo decirle "Mira lo que voy a hacer ahora, mamón ", separé con las manos las nalgas de Nicole y comencé a darle largos lengüetazos por toda la raja del culo. Ella mientras se acariciaba el clítoris y se movía y gemía como una perra en celo, poseída por el deseo y muy cerca de correrse de nuevo. Mientras seguía lamiéndola, de reojo miré al edificio de enfrente y pude ver como el mirón se seguía machacando el rabo con fuerza sin dejar de mirarnos. Humedecí con mi saliva el culito de Nicole y comencé a penetrarlo con mis dedos, con la intención de dilatarlo para poder meterle mi verga erecta, gorda y dura. Me moría ya de ganas de penetrarla.
-Te voy a follar, putita mía, dime dónde quieres que te clave la polla, mi cielo -le dije mientras penetraba su ano profundamente con tres dedos.
-Dame por el culo cabrón, ahhhhhhh, venga, ven, mmmmmmmm, fóllame el culo ya
Me agarré el rabo con la mano y lo acerqué a su agujerito. Apoyé el glande sobre él, lubricado por el abundante líquido preseminal que supuraba, y separé sus nalgas de nuevo con las manos, empezando a empujar y meter la cabeza de mi polla en ese maravilloso culito. El vecino no perdía detalle, se seguía pajeando y vi que Nicole había ladeado la cabeza para poder ver como era observada por ese cerdo mientras yo la enculaba.
Poco a poco, como en anteriores ocasiones, fui dando pequeñas embestidas hasta meter el rabo entero dentro del ya habituado culo de Nicole a acoger con frecuencia mi tranca. Una vez la tuve toda metida dentro, me paré un minuto dentro disfrutando (otra costumbre mía, algo que me encanta) de la maravillosa sensación de tener toda la verga engullida y apretada contra las dulces paredes del culito de mi tierna putita.
-Asííí, ohhhhhhh, que gusto mi amor, ahhhhhh, siente mi polla llenarte el culo, ahhhhhh que gusto me da! Te gusta sentirla entera dentro, ¿verdad? Ahhhh
Ella también gemía, permanecía quieta, supongo que algo dolorida por la profunda enculada, y se frotaba el clítoris con la yema de los dedos. Solo en un susurro, muy bajito, decía repetidamente "Si, fóllame el culo, fóllame el culo "
Comprobé de nuevo la presencia del mirón y empecé entonces a moverme con un rítmico y lento mete y saca. Sentía un indescriptible placer y noté que pronto me iba a correr como un loco en el culo de mi linda putita. Progresivamente, fui acelerando el movimiento y dejándome llevar por el deseo salvaje, abandonándome a él y perdiendo el control.
Nicole enseguida llegó al orgasmo y se corrió gimiendo y agitándose, gritando y empujando fuerte el culo contra mi rabo para sentirlo follado más fuerte y profundamente. Yo no pude resistir más tampoco y me abandoné a un orgasmo bestial que me hizo soltar un grito animal e inundar el culo de mi tierna princesa con los chorros de mi esperma eyaculados en su interior.
Me dejé caer sobre Nicole, aún con el pene metido profundamente en su culo, abrazándola y apoyando mi pecho contra su espalda y mi cabeza junto a la suya. Estábamos ambos rendidos ante la intensidad de nuestros orgasmos y, como nos gusta hacer cada vez después de corrernos juntos, viviendo y prolongando con un apretado abrazo, con el contacto intenso de nuestros cuerpos desnudos, el placer que seguíamos sintiendo.
Al cabo de unos minutos y tras recuperar el sentido de la realidad después de la intensa corrida, nos dejamos caer sobre el sofá y nos acomodamos en él, abrazados. Simultáneamente, miramos hacia la ventana del vecino y pudimos ver que éste ya no se encontraba allí. Había desaparecido engullido por la impenetrable oscuridad de su habitación. El único testigo que delataba su reciente presencia en esa ventana eran las manchas que un líquido denso y blanquecino dejaba al caer resbalando por el cristal.
Acabábamos de follar delante de un desconocido, sabiendo que nos miraba y se excitaba viéndonos, sacándole un placer suplementario a la situación precisamente por el hecho de sabernos observados.
Y desde luego, no fue la única vez, solo fue la primera. Aunque sí que fue la única vez, al menos hasta ahora, en que solo nos observa un único testigo.