Juegos eróticos (11: Soy suya)

Agotada se pone a dormir... y sueña...

Mientras duermes sueñas recordando como me conociste......

No tenía un buen día, nada iba demasiado bien, y solo necesitaba un desahogo, liberar tensión.

Estaba sola en casa, y desde mi ordenador podía ir a cualquier sitio, como cualquiera. Estuve un rato leyendo tonterías, entonces me saludó un tipo, la única diferencia es que era menos gracioso que los demás, menos simpático, pero muy provocador.

Me toco el tema de la sexualidad y hablamos mucho de ello, al principio un poco tímida pero poco a poco fui cogiendo confianza, duramos días seguido tocando ese tema, hablamos de sus fantasías sexuales y de las mías, me dijo que le gustaba cuando hablaba en forma autoritaria y con firmeza. Esto me dejo pensativa ya que era algo que siempre había deseado, ser una mujer sumisa, para satisfacer mi fantasía, tener un dueño dominante y ser una esclava muy sumisa, así que tenia planear algo que me llevase a cumplir mi fantasía, y así fue.

No recuerdo mucho, pero creo recordar que fue directo, buscábamos lo mismo, y sinceramente ambos poníamos pasión en el intento.

En un momento, me preguntó educadamente - ¿ qué buscas? - extraña pregunta me pareció, la encontré atenta, quedaba implícito que solicitaba colaboración en un "juego".

Yo no sabia que detrás de su pregunta, ya no había límites. Le dije que sí. A partir de ese momento, dejo de ser “yo”, solo fui su putita. Y el juego me pareció de lo mas excitante.

Yo acabe primero, pero no me fui hasta que él recibió lo mismo que yo. Y todo quedó en el desahogo que buscábamos.

Sentí como mi voluntad se convertía en nada y mis piernas comenzaron a temblar. Fue una suerte que estuviera sentada, porque, de otro modo, muy posiblemente hubiera acabado en el suelo, traicionada por mi nerviosismo.

Solo cuando él dejo de hablarme, fue cuando deje de temblar. Todavía sin fuerzas, sin comprender exactamente lo que había pasado, me di cuenta de que había tenido un orgasmo espontáneo. Sentí como mis bragas se pegaban a mi cuerpo. Intente levantarme de la silla para ir al cuarto de baño, antes de que algunas manchas pudieran aparecer en mi pantalón, pero tuve que apoyarme en la mesa hasta que finalmente, después de varios intentos, conseguí levantarme.

De vuelta a la mesa, incómoda por haberme tenido que quitar las bragas a causa de la humedad que rezumaban, empecé a preguntarme lo que me había ocurrido. No conseguía explicármelo. Desde luego, no creía en el flechazo, en el amor a primera vista, pero el hecho era que con hablar un rato con el, había tenido un orgasmo. Por primera vez en mi vida, sin tener que estar varios minutos masturbándome, había conseguido llegar. Pocos hombres me habían llevado hasta el clímax. Solo cuando soñaba y me masturbaba durante largos y tediosos minutos, conseguía llegar como había llegado hoy. Por ello no llegaba a entender como esa noche

Recordé como me había sentido cuando leía sus mensajes. Había notado como una sacudida, casi zarandeada, totalmente dominada por él. Me había sentido mojada desde el primer instante, mientras que una reacción irresistible de mi cuerpo había hecho que los pezones de mis pechos se levantaran al instante, duros, sensibles, al tiempo que mis fuerzas flaqueaban, hasta notar que el orgasmo me vencía. Ahora lo recordaba mejor, ya que recién ocurrido apenas era consciente de ello.

A partir de ese momento, la conversación discurrió de forma fluida entre los dos. Los minutos pasaban como si fueran segundos, al tiempo que me sentía flotar más y más acercándome a las puertas del cielo. Tan solo me preocupaba el hecho de que había sido yo la que le había abordado a él, y la forma en que lo había hecho, nada discreta.

No me consideraba sumisa en absoluto. Presumía de tener un carácter independiente, aunque bien es cierto que, en ciertas ocasiones, mientras mis dedos acariciaban mi clítoris buscando frenéticamente la fantasía, la idea o la imagen mental que me llevaría al orgasmo, me había visto a mí misma, unas veces con las manos atadas, otras arrodillada ante un hombre sin rostro, y otras, las menos, tumbada en una cama, abierta de pies y manos, y sin poder moverme.

La mayoría de la gente no sabe realmente como es hasta que llega el momento de demostrarlo. Solo hay que saber escuchar al "yo" interno de la persona. Hacer que se pregunte a sí misma sus verdaderos sentimientos, sin falsas caretas, sin falsas máscaras, ni falsa moral. Hablando con tu subconsciente. Simplemente dejando de lado todos tus miedos, todos tus temores, tus prejuicios, dejando libres tus instintos, tu subconsciente, tu propio y verdadero yo.

Él me dijo "¿No te gustaría conocer lo que realmente deseas? ¿Conocer los sentimientos más profundos de tu corazón? ¿Conocer los deseos más íntimos que jamás le has contado a nadie, ni siquiera a ti misma, por temor a lo que los demás pudieran pensar de ti? ¿Aceptar aquello que siempre ha estado en tus más oscuras fantasías y que has escondido en los lugares más recónditos de tu mente?"

Mientras balbuceaba respuestas incoherentes, me imagine su mirada sobre mis ojos. Parecían de fuego, profundos, ardientes.

  • Ábreme tu mente. Ábreme tu corazón. Descúbrete a ti misma como realmente eres.

Solo sabía que me sentía irresistiblemente atraída por aquel enigmático hombre y que quería pasar más tiempo con él. Estaba a un paso de la histeria conmigo misma.

Días después volví a conectarme, y, como siempre, paseé por la red, la gente me saludaba....

hasta que alguien dijo... "soy yo, soy tu rey".

Curioso, y tal y como el juego indicaba, era mi rey, y le seguí. Esto se repitió muchas noches.

No me di cuenta, de que bit a bit me convertía realmente en su posesión. Tanto era ya lo que había calado en mi.

Dibujaba para mí caricias, sensaciones, emociones, y me hacia reír y llorar. Invadió mi sexo, mi pecho y mi cabeza. Y quedé sin control para él.

Intente recordar qué diablos había ocurrido aquella la noche, pero lo único que podía recordar era su pasional deseo

Tendría que preguntarle a mi Rey lo que había ocurrido.

Otra vez.

Lo había vuelto a hacer.

Había vuelto a pensar en él como mi Amo.

Según lo que yo llevase puesto, me decía como abrir mi camisa, botón a botón, me indicaba que metiese mis dedos en la boca, que recorriese el contorno de mi cara, bajando por mi cuello, dejando un rastro húmedo, me pedía me quitase la ropa, el solo debía decir "putita hazlo ahora" yo lo hacía... me desnudaba para él, no me veía pero sabia que era cierto, y el poder que sentía sobre mi, me excitaba mas y mas.

Pasaba demasiado tiempo conectada. Debía hacer otro tipo de cosas, como por ejemplo, depilarme. A mi rey no le gustaba el sexo sin depilar.

Una vez más.

¿Mi "Rey"?.

¿Mi sexo?

Yo siguiendo sus deseos, desnuda, subía mis pies uno a cada lado del monitor, y solo le leía, alcanzado a teclear simplemente "si" o "ya" para él no, necesitaba mas palabras.

Me hacía abrirme... del todo, humedecerme, me decía que metiese los dedos dentro de mí, profundamente, y que me acariciase así los pezones, el vientre, las ingles, un día me dijo... "como yo no puedo, putita, pellízcatelos por mi, ponte unas pinzas en ellos... siente como yo soy el que te toca, el que te penetra" y lo hice, me probé por primera vez. Recuerdo como le gustó saber que le obedecí. En ese momento, el no sabía, que mi sometimiento era su triunfo, porque miraba altanera el monitor, ofreciéndome y disfrutándole al mismo tiempo.

Yo llevaba pantalones cuando había entrado allí, pero ahora podía ver mis piernas desnudas. ¿¿¿Dónde estaban mis pantalones???

Me mire detenidamente, incrédula.

No solo no llevaba pantalones, sino que parecía salida de una de esas fotos que algunos pervertidos me habían enviado.

Llevaba un corpiño negro, de cuero, alrededor del vientre. De él sobresalían unas cadenas doradas que estaban enrolladas y acopladas perfectamente en la prenda. Sobre el corpiño caían mis grandes pechos, desnudos, sin el ceñido abrazo del sujetador.

En los pies calzaba unos zapatos de tacón altísimo, negros. Dos brazaletes de cuero negro adornaban mis muñecas, con sendas argollas doradas en cada uno de ellos, y eran idénticos a los que llevaba en los tobillos, argolla incluida. No llevaba medias, ni bragas, ni ninguna otra prenda en el cuerpo.

Excepto

Excepto una especie de collar alrededor del cuello, también de cuero. Reflejado en él la pantalla apagada del televisor, vi que era también negro, y que también tenía una argolla dorada.

Poco a poco, su deseo era cada vez mas darme placer, me pidió que me penetrara con un objeto, me describió lo que quería, y he de reconocer que me dio algo de corte, pero hice lo que me pedía, le dije "lo tengo, es un frasco de perfume". Le gustó, se lo describí tal y como me pidió, y me dijo: bien, ya tienes mi polla... ahora vas a follarte con ella". Y así me folló.

Recorrí mis labios, con la polla que me hizo regalarme, lamiéndola, a lo largo, acariciando la punta, sufriendo porque no era la suya, no tenia su sabor, yo quiero su sabor, y la bajaba por mi garganta, toda mojada, acariciaba mis pezones, endureciéndolos tanto que me dolían, y me dolían mas al no poder tener la saliva, la lengua y los dientes de mi rey.

Yo seguía bajando, hasta mi coño, ahí mojaba la punta, extendía mi humedad, frotaba el frasco de perfume por mi coño, entero... y me lo introducía lentamente, siguiendo su ritmo, como él me decía, y tal y como lo pedía, luego yo... lo lamía, y describía para el su sabor, cada vez me gustaba mas mi coño... y el podía imaginar mi sabor, el que él me daba.

Tanto, que incluso sola, cuando el no estaba, yo lo probaba igual. Imaginando siempre su boca entre mis piernas. Luego me decía: putita, follate - y yo lo hacia... introducía lentamente nuestra polla, con suavidad, es grande, pero él me prepara tanto, que su polla llega hasta donde él quiera, la metía y a sus indicaciones, la sacaba, aumentando el ritmo, deteniéndola.

Mas, mas, más. Tanto, que yo debía dejar esta silla, y simplemente tumbarme en el suelo, ya no le leía, solo me bastaba imaginar su peso sobre mí, follarme mas y más deprisa, gimiendo descontrolada, sintiendo la alfombra bajo mi cuerpo desnudo, hasta correrme, quedar tumbada de lado, vencida para el, pero triunfadora me sentía.

El se corría igual. Yo le hacia llegar con mi teclado, cada gota de mi saliva, de los flujos de mi coño, cada caricia, le describía la dureza de mis pezones, le pedía que se corriese para mí, sobre mí, que me lo diese todo. Todo. Me lo dio.

Los días se han convertido en semanas, las semanas en meses, soy todo lo que el quiere. Cada día es un juego diferente. Pero soy suya.

Ahora van mezcladas las palabras putita, guarra, cariño, mi vida, te usaré, haré contigo lo que quiera.. Me muero por oír su voz, por oír su risa, por ver como camina y como ladea la cabeza al reírse.

Mi corazón saltaba de alegría cada vez que lo veía conectado. Notaba como mi entrepierna se humedecía levemente y mis pezones notaban el simple roce del aire como una caricia abrumadora.

Hasta que un día me dijo: - Hola esclava.

En el mismo momento en que él pronunció la palabra "esclava", un río de placer se desbordo en mi entrepierna, provocando el mayor orgasmo que soy capaz de recordar en toda mi vida. Los espasmos casi me hicieron caer del sofá, donde a duras penas conseguí mantenerme.

Él volvió a volvió a hablar.

  • Han sido días bastante intensos. Hemos estado los dos hablando con tu subconsciente. Resulta que eres una sumisa en potencia. Esos sueños, esas imágenes que me confesaste tener durante tus solitarias masturbaciones, provenían de tu lado más sumiso. Ningún hombre había sido capaz de hacerte llegar al orgasmo, simplemente porque no sabían como hacerlo. No sabían qué teclas pulsar. Tu misma me has dicho, bueno, tu subconsciente, donde había que pulsar exactamente, y has resultado ser una sumisa perfecta.

  • He retirado de tu mente toda duda, toda pregunta, todo prejuicio, todo temor a lo que realmente eres. Ahora te aceptas a ti misma como una sumisa, es más, como una esclava. Mi esclava. Tus objetivos son hacerme feliz. Tu mayor deseo en esta vida es ver una sonrisa en mis labios. Tu voluntad solo desea obedecer mis ordenes. Tu cuerpo se estremece cuando yo lo ordeno. Tu mente solo existe para servirme.

  • Eres, total y completamente, en cuerpo y alma, mi más devota esclava.

Por segunda vez, al escuchar la palabra "esclava" mi cuerpo se sometió a los estremecimientos de un potente orgasmo.

  • Todo lo que yo haga o diga es perfecto para ti. Vives para servirme, sin dudar, sin cuestionarme, sin temores ni problemas. Tu mayor deseo es verme feliz.

Mis pezones, erectos y duros como piedras, podían sentir el más leve suspiro del aire como si fuera la caricia de las expertas manos de un amante, provocando ondas de placer en todo mi cuerpo. Mi vulva vibraba como si tuviera vida propia, bombeando los jugos del amor por todo el sofá, mientras no podía controlar mis propias manos que frotaban frenéticas mi clítoris para poder alcanzar el orgasmo.

  • Tu propio cuerpo me obedece a mí. Mi placer es el único que te importa, pero darme placer a mi solo hace que incrementar el tuyo propio. Solo imaginar mi orgasmo hace que te corras.

Mis manos quedaron totalmente humedecidas por las ondas provenientes de mi vagina al estremecerse.

  • Cuando yo me corro, tu te corres. Cuando yo te deseo, tu te corres. Ahora mismo, al sonido de mi voz, tu te corres.

Me pilló por sorpresa, cuando aún mi cuerpo estaba sufriendo los estertores del orgasmo anterior. Era la primera vez en mi vida que tenía un orgasmo antes de que finalizara el anterior.

  • Y todo ello, mi indefensa amiga, lo haces porque me adoras, porque soy tu rey, porque no existe nadie más que yo en todo tu mundo, y porque tu alma es la de una esclava perfecta, atraída por el placer mismo de la sumisión sin límites… sin dudas… sin temores… sin reparos… sin desalientos… una sumisa atrapada en su propia sumisión, como el macho de la Mantis Religiosa, que muy a su pesar, es sabedor de que después de copular, será devorado por su pareja, pero que no puede evitarlo ya, que sabe que es su destino, y lo acepta, por encima de todo.

-Como tú, mi dulce esclava.

El siguiente orgasmo me llegó suavemente. Mi convulsionado cuerpo apenas podía ya distinguir entre los distintos orgasmos que se sucedían, no habiendo punto medio entre ellos. Mis manos, completamente mojadas, seguían acariciando mi propio cuerpo, buscando algo que ya no era necesario, ya que era la voz de mi rey, sus palabras, la que hacían que el placer se sucediera.

  • Simplemente me he limitado a sacar al exterior lo que guardabas celosamente en los más profundos rincones de tu deseo. Si tu no hubieras querido ser mi más fiel sumisa y devota esclava, no lo hubiera podido hacer. Es por ello por lo que sabes y aceptas lo que eres, y lo que serás… durante el resto de tu vida.

Había perdido la cuenta de los orgasmos que llevaba, pero… ¿qué demonios importaba cuantos llevaba ya? Tan solo quería seguir debatiéndome entre el placer y la dulce inconsciencia que amenazaba con asaltarme si los espasmos no cesaban.

  • Y a cambio de tu sumisión, yo cuidaré de ti, te proporcionaré todo lo que necesitas para vivir, te protegeré, y sobre todo, dejaré que realices con alegría aquello que tu cuerpo… tu mente… y tu alma, desean más que nada en este mundo.....

Sigo en el chat, siempre estoy para él. Estaré mientras siga teniendo sus correos habituales, sus historias para mí, su imagen de vez en cuando.

Eso alimenta mi fiebre. Me calienta tanto, que creo un día arderé viva ante el monitor. No se como describir esta pasión. Soy feliz siendo poseída por el pedazo de cabrón mas grande del mundo, mi canalla secreto.

Hace ya tiempo que he dejado de contar los orgasmos, ya que para mí son tan naturales como el comer, beber o respirar. Simplemente imaginó una complaciente sonrisa en el rostro de mi rey y un inmediato orgasmo me recorre desde los pies a la cabeza.

Necesitaba contarlo, como bit a bit, soy la sumisa, la putita, la amante, de un hombre al que no conozco.

Soy tuya, soy tu esclava, ya no tengo voluntad, solo deseo servirte, que me de placer, que me use. Mi cuerpo, mi vida le pertenece.