Juegos en la Lencería
Una lencería de pueblo, una venta sustancial, un juego en los probadores que acaba en algo más serio.
Tengo 34 años, mido 1.79cm y soy de complexión delgada, pelo corto moreno y ojos marrones bajo pobladas cejas. Me gusta llevar barba, cortita y arreglada. Mi vida ha cambiado enormemente en los ultimos tiempos. Hace solamente 4 años me encontraba trabajando en una pequeña Empresa que caía al vacío, sin esperanzas de crecimiento. Pero me propuse cambiar mi vida, terminar estudios pendientes e irme al extranjero a probar fortuna. Tras un gran esfuerzo la vida me lo compensó con un buen puesto de trabajo y ahora soy una persona pudiente y sin responsabilidades.
Aproveché las vacaciones para volver a España, concretamente a mi ciudad natal y disfrutar de unos días de tranquilidad. Al pasar por delante de Lencería Lía, allí estaba ella, en la puerta, como si el tiempo no hubiese pasado. Tan seria como siempre fumaba despacio un cigarro, mientras miraba a la nada. Nunca tuvimos confianza pese a vernos casi todos los días, pues la verdad, nunca entré en su tienda. El motivo principal era que mayoritariamente solo vendía lencería de mujer. Lo que me gustaba es que cambiaba muy a menudo los escaparates, colocando carteles con exhuberantes mujeres en lencería. En esa ocasión Lía (la llamaré así por el nombre de la tienda, pues no sé si realmente se llama así) vestía un abrigo para arriba y leggins oscuros para abajo, aunque apenas dejaban ver nada de su fisionomía más íntima. Lia no era un bombón, ni tan siquiera era atractiva, era una mujer normal, calculo que de cerca de 50 años, estatura 1.75, tirando a delgada, pelo corto, teñido color rojizo y siempre algo maquillada -aunque no exagerada- y arreglada en general.
Sin embargo, siempre sentí atracción por esa mujer. Me preguntaba que tipo de lencería usaría para ella al vivir rodeada de tantas opciones. ¿Sería una mujer clásica como aparenta? ¿O sin embargo bajo su seria ropa se escondería una picante lencería? ¿Qué conjuntos eligiría para calentar a su marido?. Todas esas dudas me calentaban enormemente. En un periodo diferente de mi vida no me plantearía hacer nada, pero en ese momento exacto, tan libre de preocupaciones, el sexo ocupaba gran parte de mi mente y me empujaba a hacer cosas que en otro momento no se me hubiesen pasado por la cabeza.
Aquel día elegí un pantalón gris desgastado ceñido y para arriba jersey de punto blanco y blazer gris oscuro. Además, me pasé por la peluquería a arreglarme el pelo y la barba. Nervioso, caminaba hacia la tienda. Era ya de noche y aunque no llovía, todo estaba mojado tras un día bastante hinóspito. Antes de entrar, me aseguré de que Lía estuviese sola.
Hola, buenas tardes, ¿está abierto aún? - pregunto entrando en la Lencería -
Hola, sí, aunque cerramos en 15 minutos - me responde Lia presentándome a su sonrisa-
No hay problema, no creo que tarde -digo entrando y descubriendo la tienda por dentro por primera vez-
¿Necesita ayuda en algo? - me pregunta servicial, ojeandome disimuladamente de arriba a abajo-
No, gracias, muy amable, voy a echar un vistazo, es para comprar un regalo - digo mientras comienzo a ver los estantes de la pequeña tienda-
Es impresionante la cantidad de ropa que hay. Entre la calentura que traigo, las etiquetas de mujeres muy ligeras de ropa y las propias prendas no es difícil dejarse llevar. Voy eligiendo varios conjuntos, muy diferentes entre sí, y sobretodo fijándome que sean bien caros. Cojo un conjunto clásico de encaje blanco, después uno mucho más picante, rojo y con tanga, tras ello un conjunto negro que simula un tipo de piel muy brillante tal cual estilo bondage. Me desplazo hasta la zona de camisones y elijo varios, los más caros y con bastante transparencia. Calculo que entre todas las piezas deberían sumar unos 700 euros.
Me acerco con toda la ropa y la dejo en el mostrador. Lia se había ido a colocar el cartel de cerrado -pues me llevó más tiempo de lo esperado- y al volver su cara era de asombro al ver toda las prendas que había elegido; casi frotándose las manos en su mente.
¿Es todo esto? -dice colocándose detrás del mostrador y comenzando a doblar las cosas-
Si, creo que es todo, espero no haberme equivocado con las tallas -digo preparando la cartera-
Bueno, ¿es todo para la misma mujer? - pregunta comprobando las prendas-
Sí, claro jaja -digo sonriendo-
Jaja.. perdone por la pregunta, no ha sido muy afortunada. Lo decía porque ha elegido prendas con tallas muy dispares -dice cogiendo dos sujetadores de los conjuntos y mostrándomelos -
Vaya, ¿no son talla 90 ambos? - pregunto, como si no me enterase de nada -
Sí, pero lo importante es la copa, el contorno es 90 pero la copa es diferente en estos que ha cogido usted.
Vaya, pues tengo un problema entonces, no tengo ni idea el tamaño de copa de mi chica -digo resoplando-
Llame usted para asegurarse, si quiere -dice señalando al teléfono del local-
No puedo, es para un regalo y no me gustaría arruinar la sorpresa -digo con gesto de preocupación -
Ah, pero es que estas prendas no se pueden cambiar en caso de que no le sirvan -dice señalando el cartel que lo indica-
Entiendo, entonces creo que tendré que irme y buscar otro regalo, esto más complicado de lo que pensaba, jaja -digo haciendo ademán de irme-
Espere... ¿cómo es el pecho de su mujer comparado con el mío? -dice mientras separa el fular que lleva y tersa levemente su pecho-
Eh..vaya, pues es similar me parece -digo observando sus senos con detenimiento - quizás el suyo sea algo más grande y redondeado. Pérdoneme el atrevimiento pero tiene un pecho muy bonito. -digo dedicándole una sonrisa-
Eh gracias... bueno.. yo uso una 90D, aunque a veces me sirve una 90C -dice sonrrojada, como si no hubiese escuchado mi piropo-
Sería muy atrevido pedirle si se puede poner este por encima para ver como quedaría? -digo cogiendo otro de los sujetadores-
Ehm.. oiga no sé.. estooo.. -dice cambiando el gesto-
Disculpe, no quería ofenderla, creo que es mejor que me vaya - digo mientras dejo el sujetador sobre la mesa y me giro-
Espere - dice resistiéndose a perder una venta tan sustancial - venga por aquí, por favor.
Lia coge el sujetador que acabo de dejar y se adentra en la zona de probadores, es un pequeño pasillo con luz muy tenue con dos puertas con cortinas a un lado. La sigo y se da la vuelta para quedarmos frente a frente. Lia coge el sujetador y se lo coloca por encima del suyo con mucha habilidad. Se lo abrocha y acomoda cada pecho con movimientos rápidos y efectivos.
Disculpe que lo traiga aquí, es que no quiero que me vean desde la calle. ¿Qué tal? ¿cómo lo ve? -dice ahora visiblemente mas nerviosa-
Muy apretado, ¿no? -digo tras una pausa orbservando sus bonitas curvas-
Bueno, tiene que entender que tengo otro debajo -dice mientras se da cuenta de que su respuesta puede dar juego-
¿Puede probarse otro si no es mucha molestia? -digo cada vez más excitado de la situación-
Eh... bueno, acérquemelo por favor -dice mientras lleva sus manos a su espalda-
Tras eso, recojo toda la ropa que había seleccionado y vuelvo a donde Lia. Dejo la ropa en una banqueta del probador y al girarme contemplo como Lia se pelea nerviosa con el cierre del sujetador. Se ha atascado y no es capaz de quitarlo. Bendita buena suerte.
Espero no ser muy atrevida, pero necesito ayuda con esto jaja -dice con una sonrisa verdadera-
Tranquila, ahora le ayudo -digo devolviendole una sonrisa para tranquilizarla-
Me acerco y pongo mis manos en sus hombros, para hacer que se gire. El primer contacto es intenso, y contemplando su mirada sospecho que lo es para ambos. Comienzo a pelearme con su sujetador pero no hay manera.
Tire fuerte, no creo que sea capaz de otra forma -dice ella mirandome a través de uno de los espejos de uno de los probadores.
Pero lo romperé -digo preocupado-
No pasa nada, tengo más unidades
La situación es de lo más morbosa, con la excitación -ya visible- que tengo y forcejeando con Lia para romperle el sujetador. Tras varios tirones fuertes consigo romper el cierre. Entre el forcejeo, sutilmente utilizo tres dedos para soltarle su otro sujetador, con un movimiento rápido y que parezca accidental.
Vaya, creo que ha desabrochado de más -dice extremadamente nerviosa mientras sus pechos se sueltan por la falta de presión.
Perdone, ¿a qué se refiere? -pregunto haciendome el despistado-
Se ha soltado el otro sujetador, no me diga cómo - sostiene como puede sus pechos con las manos-
Vaya, debió ser con el forcejeo, que cosa más rara. Tranquila, ya se lo abrocho -y sin darle tiempo a responder levanto su camiseta y busco las dos piezas de su sujetador en su espalda desnuda.
Oye chico... -dice elevando el tono- ¿no te estás pasando?
Sin embargo yo no contesto, y en vez de abrochar el sujetador, tiro de el hacia arriba al tiempo que subo su camiseta. Ella sorprendida, totalmente fuera de lugar, deja caer sus manos y observa a través del espejo como le retiro la parte de arriba, dejándola totalmente en topless. Sus pechos no son tan grandes como parecía, y la gravedad ha hecho mella en ellos, pero sin embargo sus pezones grandes y respingones hacen que sean extremadamente sexys. El olor de su gel de baño golpea mi cara, un suave aroma a miel y frutos secos.
Por favor, debería irse -me dice mientras tapa sus senos rápidamente con ambas manos-
Lo haré, solo quiero que pruebe la ropa que me llevo y me iré con ella. Si no, me iré sin la ropa -respondo con un tono algo más serio-
En el tiempo que ella tarda en contestar, cojo el sujetador de encaje blanco y se lo ofrezco, bajo su mirada descolocada. Ella me observa unos segundos, nerviosa, y acto seguido estira una de sus manos para coger el sujetador y se mete con él en el probador. Es una compra que le puede arreglar el mes y se resiste a perderla. A los pocos segundos, separa la cortina y la observo.
Es un poco grande para mí -dice mientras señala sus pechos sueltos dentro del sujetador-
Está bien, ahora le traigo otra más pequeña
Salgo del probador y cuando vuelvo le ofrezco el sujetador. Lia lo coge y cierra la cortina rápidamente. A los pocos segundos vuelve a abrirse.
Este mejor, ¿te gusta? - me dice mientras se exhibe timidamente -
Sí, es precioso, me gusta, me lo llevo. Tome, pruebe este otro -le paso uno más provocativo-
Lia me mira sorprendida pero no se lo piensa mucho, lo coge y se vuelve a meter en el probador. Separa la cortina y me quedo atónito pues entre el color, que es rojo, y lo poco que le tapa tus pechos, se la ve muy zorra. Me voy empalmando cada vez más y es inevitable que Lía no se dé cuenta de mi bulto en mi ceñido pantalón. Voy pasandole más ropa mientras veo como sus pezones se empitonan cada vez más. El juego morboso del probador se está convirtiéndo en más que un juego. Cada cosa que se prueba se exhibe más, con poses más sugerentes. Estoy seguro que bajo esas bragas ya afloró algo de humedad. Y no voy a tardar mucho en comprobarlo.
Tome, pruébese eso también -le digo mientras le paso una braguita tanga y medias para el conjunto que lleva puesto-
Oye, esto.. ¿para que quieres que lo pruebe? -dice intranquila-
Quiero ver como te sienta el conjunto completo, ¿Puede ser? -digo mientras me acaricio por encima del paquete-
Jod... no me puede estar pasando esto -dice para ella mientras pone la mano en la frente-
Su mirada es un poema, pero coge el modelo y cierra la cortina del probador. Sin embargo, acto seguido, vuelvo a separar la cortina. Ella me mira fijamente de arriba a abajo. No dice nada. Se da la vuelta y comienza a quitarse el leggin dejándome ver su braguita blanca clásica, que no tarda en bajar también, desvelando su pálido culo. Intento jugar con los espejos para verle el coño, pero no hay suerte. Con más calma que antes, se pone la braguita tanga del conjunto negro, y posteriormente, de una forma muy sexy se va colocando las medias apoyando el pie en la banqueta. La tengo durísima bajo el pantalón, me da mucho morbo verla así. Cuando termina, se gira y la vista es estupenda, endiabladamente sexy y hasta su expresión, aunque aún algo nerviosa, ha cambiado.
¿Que tal me ves? -dice esbozando una pequeña sonrisa, sabiendo que me estoy disfrutando de la vista-
Estás... estás... ¿puedo decir una grosería?
Sí.
Estás muy zorra. -digo mientras me adentro en el probador y me agacho-
¿Qué haces? -dice al tiempo que ve como recojo sus bragas que acaba de quitar-
Quiero comprobar una cosa -digo poniéndome de pie y sosteniéndolas-
Efectivamente aquellas bragas aunque no empapadas, sí se percibía claramente humedad. Al darse cuenta de ello, Lia se pone colorada y más empitonada sí cabe. Se mira al espejo y no sé cree cómo ha llegado a esa situación. Su cuerpo casi desnudo en su totalidad, sólo tapado con una mínuscula y atrevida lencería que nunca se hubiése puesto y con sus bragas, húmedas, en las manos de un cliente empalmado.
Nos miramos. El juego había llegado a su etapa final y ambos lo sabemos. A partir de ese momento todo se vuelve confuso. Me acerco a ella, colocando las manos en su cintura. Nos besamos...un suave y dulce beso al principio pero que se acelera rápidamente. Su respiración se vuelve más perceptible, más desesperada y eso me vuelve loco. Me empuja contra la pared del probador y a continuacion paso mis manos por su espalda primero y por su pelo después. Nuestros perfumes se mezclan y nuestros pechos se rozan. Mi mano se dirige a su culo mientras que la de ella, más valiente, me toca la polla por encima del pantalón. Aprieta con su mano mi tronco haciéndome jadear, a lo que respondo metiendo mi lengua hasta su campanilla. Me masturba por encima de mi pantalón mientras yo tiro de su tanga. Sube su otra mano hacia mi pelo y yo me centro ahora en manosear sus tetas. Disfruto de sus duros pezones y de pechos lechosos mientras desabrocha mi camisa. Clava sus dedos en mi pecho haciendo que mi deseo crezca todavía más. Siendo su boca en mi cuello, sus dientes mordiendo y su lengua húmeda deslizándose al tiempo que flexiona su cuerpo.
- Espera... -dice ella levantándose rápidamente y saliendo del probador-
Me veo al espejo cuando se marcha, desconcertado. Con la camisa desabrochada y separada y con una erección de caballo. Rápidamente Lia vuelve, cierra la cortina del probador y me da su móvil.
- Toma, mándale un mensaje a mi marido diciéndole que llegaré tarde a cenar, que me surjió un imprevisto. -me dice mientras se va arrodillando delante de mí-
Me quedo a cuadros, miro para su móvil y en la pantalla la tarjeta de contacto de su marido, un tal Pedro, con su foto sonriente. Mientras tanto, Lía, arrodillada delante de mí ya habiéndose deshecho de mi cinturón. Tembloroso escribo un mensaje al tal Pedro aunque su mujer no me lo pone fácil pues ya tiene mi pantalón por las rodillas. Le doy a enviar y dejo el movil a un lado. En ese momento, ella ya tiene mi verga en la mano y la masturba con decisión. Gimo de placer mientras la veo en el espejo. Ella me mira atentamente mientras me lame el tronco, lo besa y luego me chupa el glande. Con decisión la engulle, provocando el ruido de su boca. El calor y placer que provoca su boca me hace mirar al cielo; aunque no tardo en volver a mirar para ella, no quiero perderme nada. Lía chupa con deseo mientras sigue trabajando con sus manos. Succiona, traga saliva, dentro, fuera tan intensamente que hace que agarre su cabeza. La sostengo suavemente por su pelo haciendo que ella gima. Qué bien la mama...qué ansia....qué buen hacer....el tintineo de sus grandes pendientes y el ruido de su boca succionando es lo único que se escucha en el probador.
Separo su cabeza e instinstivamente se levanta y nos volvemos a besar. El sabor de mi polla en sus labios me excita todavía más. La giro y le pido que se suba de rodillas en la banqueta. Una vez subida, rompo su tanga y separo sus nalgas. Acerco mi lengua y pruebo su coño.. salado, rasurado... mojado...sabroso... empapado. Ella gime fuertemente al tiempo que introduzco mi lengua separando mas sus nalgas. Ella me observa a través del espejo, muy agitada. Chupo, mamo, cada uno de los pliegues de su chocho... y de su ano. Me levanto. y acaricio su raja con mi verga mientras ella se retuerce en la banqueta. Me incita, mueve sus caderas y no tardo en empujar, clavándosela de golpe. Ella grita, yo grito y golpeo sus nalgas al tiempo comienzo a bombear dentro de ella. Siento su humedad emanando desde su interior y junto con el olor a sexo en el pequeño habitáculo hacen que mi excitación llegue al límite. Tras un juego de miradas a través del espejo...rompo su sujetador y dejo que sus pechos caigan balanceándose. Deslizo mi mano y los sobo con ansia, apretándolos, abarcándolos, pellizcando sus pezones. Ella grita más de cada vez y vuelvo mi mano a su pelo. Sigo empujando fuerte con mi otra mano en su cadera. Al ruido de la banqueta se une el ruido de mis muslos y de mis huevos golpeando sus nalgas.
Está tan caliente su coño que me quema, parece que arde por dentro. Clavo mis dedos en su espalda sintiendo como ella convulsiona, gimiendo fuerte...
Córrete zorra! -digo muy cachondo-
Sí.. fóllame fuerte joder... me corro... ahh...ahhh - dice Lía corriéndose -
Yo mientas a clavo más adentro mientras ella me insulta excitada. Meto mis dedos en su boca y ella los chupa con deseo. Siento que me voy a correr y ella no parecer que haya terminado aún. Muevo mis caderas en círculos, rozando toda mi polla por las paredes de su coño. Ella convulsiona nuevamente y yo golpeo sus nalgas. Ella, al límite otra vez..
- Cabrón... me voy a correr otra vez... no pares -me dice entre gemidos-
Empujo más fuerte y Lía se corre otra vez, más fuerte que la anterior. Sus gritos me excitan y siento me me voy a correr. La saco rápido, nervioso..
- Arrodíllate... rápido... me corro -digo agarrando fuerte el tallo de mi polla-
Lía se arrodilla en el suelo, rápidamente mientras yo me masturbo nervioso.
- Sácala toda, vamos - dice Lía acercando su cara-
Yo flexiono las rodillas mientras ella abre su boca
- Joder... me corro... si...ah..ah.. -digo mientras mi verga convulsiona-
Chorros de semen comienzan a salir, golpeando fuerte sus mejillas, nariz y boca. Lia saca la lengua y termino de vaciar sobre ella lo que me queda. De textura algo líquida, mi leche resbala por su mejilla, cuello y tetas.
Me quedo temblando de pie y con las rodillas todavía flexionadas. Lía jadea nerviosa y me mira con su rostro goteando de mi líquido. No sabemos que decir. Quizás es que no haya nada qué decir. Lía se incorpora abandona el probador. Mientras, yo me visto y me dirijo al mostrador. A los pocos minutos Lia aparece, sin casi dirigirme la mirada, ya vestida y acicalada. En silencio me hace la cuenta y le pago en efectivo. Amablemente guarda todos los conjuntos en bolsas, con parsimonia, y me dedica su última mirada, con sonrisa incluída, cuando introduce en una de las bolsas sus bragas.