Juegos del destino. cap. 13 - 2 años después p.1.

Si el destino decide jugar contigo... ¿Qué harías? Amor, desamor, amigas, diversión, sexo, romances, historias... JUEGOS DEL DESTINO. - CAP. 13 DOS AÑOS DESPUÉS PARTE 1.

Sonia se quedó varios días en el piso, luego… Se fue a su casa. Yo… Intentaba estar bien cara al mundo y sola lloraba como una niña chica, reclamando a mi ángel a su calor, sus miradas, caricias y besos que jamás volvería a tener. Aunque, varias noches, notaba como se recostaba a mi lado, me abraza

ba y conseguía reconciliar el sueño. La echaba tanto en falta…

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Por ser un ángel se fue de mi lado y volvió a su lugar de origen.

(DOS AÑOS DESPUES)

Los “para siempre” no existen, nunca existieron, todo acaba.

Acabé acostumbrándome al dolor, a echarla en falta, a imaginarme a su lado, abrir los ojos y darme cuenta de que no. Ella fue mucho para mí, lo fue todo.

En el tiempo que pasó no conseguí volver a enamorarme, quizás necesitaba más tiempo… Aunque eso no quitaba que no tuviera sexo de vez en cuando, siempre acababa echando en falta sus caricias, sus besos, su mirada, su voz... A toda ella.

De Natalia, no supe nada, de vez en cuando le preguntaba a Sonia por ella y me decía que estaba bien, que había conocido a alguien y que estaban saliendo, que era muy feliz. Me alegraba por ella.

Un día como otro cualquiera (en los dos últimos años, todo era mas rutinario que de costumbre) cerré la teteria.

Sonia pasó con el coche tras de mí.

-¡Rach! – Me gritó mientras bajaba la ventana del cristal del copiloto.

-Hola… - Le dije acercándome y apoyándome en la puerta para asomarme dentro.

-¿Cómo vas? – Preguntó.

-Bien, cerrando. – Respondí.

Sonia soltó una leve risa.

-No, decía que como vas a casa.

-Ah… Andando, como siempre. – Últimamente andaba mucho, no me gustaba ir en coche.

-Sube, te acerco, tengo que contarte algo.

Me extrañé, abrí la puerta y me senté.

-¿Qué pasa? – Pregunté alarmada.

-Esperemos a llegar a casa. – Me dijo sonriendo.

-No, dímelo ya. – Insistí.

-Esta bien… - Susurró. – Me ha pedido matrimonio… ¡Dani me ha pedido matrimonio! – Confesó en un grito efusivo.

Me alegré mucho por ella, ya habíamos hablado varias veces de eso, y al fin se lanzó. Llevaba meses buscando el momento para decírselo.

-¡Qué bien! – Seguí su efusividad. - ¿Cuándo será la boda?

-En junio. – Quedaban tres meses.

-¿Ya? ¿Tan pronto? – Pregunté extrañada.

-Sí. – Me dijo muy contenta mientras ponía rumbo al piso.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, me puse el cinturón de seguridad y miré a mi alrededor nerviosa.

-Ya… Tranquila… - Me intentó tranquilizar Sonia.

Me ponía muy nerviosa ir en coche, no podía evitar recordar a Alicia y como pasó todo, no pude evitar que mis ojos se llenasen de lágrimas. No podía dejar que Sonia me viese e intenté limpiarme las lágrimas.

Llegamos al piso, colocó el coche a doble fila y se giró para mirarme.

-¿Llevarás acompañante? – Me preguntó.

-¿Yo? – Reí confusa.

-Sí, esa del sábado por ejemplo, Rach, tienes que sentar cabeza… Hace dos años ya…

Solté una media sonrisa y bajé la mirada, las lágrimas volvían a invadirme.

-No… Rach… - Dijo mientras me abrazaba. – Se suponía que era un momento feliz.

La separé de mí, limpié mis lágrimas y sonreí.

-Sí, lo siento. – Me disculpé.

-No tienes que sentir nada… Sé que lo tienes que pasar mal, pero son dos años ya Rach… No puedes estar así toda la vida… Tienes que pensar que la vida sigue y abrirte más a la gente… Bueno, abrirte respecto a los sentimientos… Y cerrarte más en otros aspectos… Prométeme que lo vas a hacer, y que vas a hacer lo imposible por llevar acompañante. – Insistió.

Asentí.

-Lo intentaré… - Dije.

Sonia se acercó a mi para darme un beso en la mejilla.

-Lo intentarás no… Hazlo. – Dijo mientras me bajaba del coche.

-Ya veré. – Sonreí.

Cerré la puerta y puso el coche en marcha, la despedí con la mano y desapareció al final de la calle.

Anduve hasta el ascensor, lo llamé y pulsé el botón de mi piso, en menos de un minuto llegué, abrí la puerta y entré.

Nuevamente tuve la sensación de pesadez en todo el cuerpo, me reboleé en el sofá y encendí la tele.

-¿Por qué tan lejos? Abrázame. – Miré a mi lado, de donde provenían esas palabras y estaba allí, aunque, en realidad sabía que no, que todo estaba en mi cabeza, sabía que ella no estaba realmente allí.

Pero la echaba tanto de menos…

Cambié de postura, “me recosté sobre sus piernas” y cerré los ojos dejando caer algunas lágrimas, con una sonrisa dibujada en la cara.

Sentí como me acariciaba la cabeza, realmente por unos instantes olí su aroma, volví a sentirme reconfortada, viva… Reaccioné, ella no estaba allí, abrí los ojos y dejé de notarlo todo. El mundo se me estaba volviendo a venir encima, debía salir de aquella casa.

Eso hice, corrí escaleras abajo para descargar adrenalina mientras el corazón volvía a descomponerse poco a poco y las lágrimas se apoderaban de mí.

Corrí cuanto pude, por las calles, hasta que descargué por completo toda la adrenalina que corría dentro de mí, mis piernas dijeron basta y me amenazaron con dejarme caer al suelo.

Miré a mi alrededor para ver adonde había llegado, en la acera de enfrente vi una especie de parque, bastante vació y tranquilo. Decidí cruzar y sentarme en uno de esos bancos a cobrar la compostura antes de volver a casa.

Crucé la calle y me senté, puse las manos en mi cara y me restregué los ojos, para limpiarme todas las lágrimas.

-¿Estas triste porque tus amigas no han venido a jugar? – Me preguntó una vocecilla, separé las manos de mi cara y la miré.

Era una niña pequeña de unos cinco o seis años. Se subió al banco y se sentó a mi lado. Le sonreí y miré a mi alrededor buscando a sus padres.

-¿Y tus padres? – Le pregunté.

-Mi padre está allí. – Me dijo señalando las mesas de un bar que había cerca dentro del mismo recinto.

“Que padres tan desconsiderados, dejar a una niña tan chica sola por allí, podría pasarle algo.” Pensé.

-¿Sabes? Yo también estoy triste. – Me dijo.

-¿Por qué? – Le pregunté.

-Mis padres viven en casas distintas – Dijo. – ¡Aunque, dicen que en reyes tendré más regalos que nunca! – Dijo algo más motivada.

-Siempre hay que mirar el lado positivo de las cosas. – Le dije sonriendo.

-¿Tu por qué estas triste? – Me preguntó.

Miré al suelo, no sabía que responderle.

-Si quieres yo puedo compartir mi muñeca contigo y así jugamos. – Dijo colocando entre nosotras una muñeca sin pelo, que lloraba imitando un bebé.

Reí ante el acto de la niña y asentí.

-Yo escuché a mi madre decir que no quería a mi padre. – Dijo sin venir a cuento y la miré. –Mi padre le dijo que tenía a otra y mi madre se puso a llorar.

Supuse que sus padres se habían separado hacía poco.

-Bueno, pero tendrás más regalos. – Le dije sonriendo, ella me devolvió la sonrisa.

-¿Me cuentas que te pasa a ti? Estas triste… - Insistió.

Sonreí a nadie y la miré.

-Mi amiga se ha ido.

-¿Tu mejor amiga? – Me preguntó. Asentí. – ¿Se ha ido lejos?

-Muy lejos. – Respondí.

-¿Tienes móvil? – Me dijo. Metí mi mano en el bolsillo y lo saqué. -Llámala.

“Bien Rach… A ver ahora como le dices a la niña que no la puedes llamar.” Me dije a mi misma.

-No… No me lo cogerá.

-¿Os habéis peleado? – Me dijo. Yo sonreí y asentí. – Toma, para ti.- Dijo sacando algo del bolsillo.

Era una bolsa marrón, pequeña, con un nudo hecho arriba, me la tendió.

-¡Eva venga! ¡Nos vamos! – Gritó un hombre a lo lejos.

La niña miró.

-¡Voy papá! – Le gritó.

Cogió mi mano y me colocó la bolsa encima.

-No, toma, es tuyo. – Le dije.

-Ahora es tuyo. – Me dijo mientras se iba. – Tienes que ponértelo y pedir el deseo de que tu amiga te perdone. ¡Adiós! – Me gritó a lo lejos.

Abrí la bolsa y con cuidado eché lo que había dentro en mi mano.

Era una especie de pulsera hecha de hilo de varios colores, con un cacho de algo parecido al plástico pegado en el centro, lo miré detenidamente, había algo escrito… Decía: “Si quieres puedes controlar el mundo. Pide un deseo.” Estaba acompañada de unas piedras de cristal de colores. Metí las piedras en la bolsita y me amarré la pulsera en la muñeca. La miré, sonreí y volví a leerla. “Tendré que pedir un deseo” me dije sonriendo. Cerré los ojos para hacerlo “Es una tontería de críos” Me dije.

Me puse de pie y puse rumbo a mi casa.

Anduve tranquila, sin pensar en nada.

-¡Eh, guapa! Te llevo. – Me gritaron desde un coche.

Me asusté y me giré para mirar corriendo.

-¡Iker! – Grité acercándome al coche mientras se echaba a un lado de la calzada. – Hola Rubén. – Lo saludé, el me asintió a modo de saludo.

-¿Cómo estás? – Dijo Iker.

-Bien…  - Respondí.

-¿Te vendrás este viernes de pubs? – Me preguntó.

-Lo dudo, sabes que he dejado ese ambiente. – Respondí.

-Deberías de pasar página de una vez cariño. – Me aconsejó.

-Lo intento no creas que no…

-Date tiempo. – Dijo. – Nos tenemos que ir, ¿te acercamos?

-No, sabes que no me llevo muy bien con los coches… - Le dije intentando reír.

Iker y Rubén se despidieron y se fueron. Seguí caminando y pasé por esa calle que tanto odiaba. Me acerqué al muro. Estaba intacto, lo habían reparado pocos meses después del accidente. Lo toqué y suspiré. Noté como alguien me tocaba el hombro, cerré los ojos y volví a sentir su aroma. Los abrí y me giré. No había nadie. Creí estar volviéndome loca.

....Continuará....