Juegos de pareja 2019

Antonia y Carlos pasan este año un verano más tranquilo, pero no por ello menos placentero.

El año pasado mi pareja, Carlos, os relató los juegos que nos hicimos entre nosotros e hicimos con otras personas solas o también en pareja ( https://www.todorelatos.com/relato/143295/ y https://www.todorelatos.com/relato/143510/ ). Este año he decidido volver a contarlos yo, porque Carlos no se ajustaba exactamente a la verdad en sus narraciones.

Me presento brevemente, mi nombre es Antonia, tengo ahora alrededor de cincuenta años, diez menos que Carlos. Físicamente me conservó bastante bien: alta; morena; pelo abundante; creo que guapa; tetas más grandes que pequeñas, claro está que no son iguales que cuando tenía veinte años, pero todavía bastante bien puestas; un culo mediano, un poquito respingón; y unas piernas torneadas sin una gota de celulitis, que mi esfuerzo y mi dinero en cremas me cuesta. Físicamente mi problema es la barriguita que no consigo rebajarla, por más que vaya al gimnasio. Mentalmente también estoy bastante bien y sexualmente sigo siendo muy activa e imaginativa.

Lo que he empezado contando de los juegos de pareja es una manera que tenemos Carlos y yo de amenizarnos el verano y de mejorar nuestra vida sexual, lamentablemente reducida para lo que nos gustaría el resto del año. Llevamos más de veinticinco años juntos y quiera que no o añadimos algún aliciente o la cosa decae y ninguno de los dos queremos que eso pase. Los juegos de pareja consisten, la mayoría de las veces, en prepararnos jugarretas sexuales el uno al otro, en las que intervienen terceras personas, con la finalidad de tomarnos el pelo entre nosotros, pero especialmente para terminar follando todos como cosacos. Tengo que confesar que alguna vez las cosas se nos han ido un poco de las manos y por poco terminamos entre Carlos y yo como el rosario de la aurora, pero nunca la sangre ha llegado al río, siempre lo hemos superado y después nos hemos reído.

Carlos está un poco deprimido y aburrido con los temas del trabajo, así que me dijo al comenzar el verano que dejáramos los juegos. Sin embargo, verlo desanimado y dedicando las tardes a ver siete veces seguidas todos los capítulos de la serie “The goog wife”, hace que me preocupe por él y yo sé que lo que necesita es que le anime su vida sexual y de paso así me animo yo también la mía.

Este año la cosa empezó cuando una amiga del gimnasio, Beatriz, una chica bastante más joven que yo, rondará los treinta años, muy atractiva de cara y de cuerpo me propuso tomar un café, pues quería hablar conmigo.

-                     Antonia, ¿tú llevas ya tiempo con Carlos? –Beatriz conocía a Carlos de algunas veces que él había venido a recogerme al gimnasio, nunca a hacer ejercicio-.

-                     Más de media vida, veintiséis años para no mentir.

-                     ¿Y estás bien?

-                     Lo mataría al menos una vez al día, pero no me puedo quejar.

-                     ¿Y en el plano sexual? –La miré con cara rara por lo íntimo de la pregunta- Perdona lo indiscreto de la pregunta, luego me entenderás cuando termine de contarte.

-                     Bien también. No como cuando teníamos veinte años menos, pero intentamos pasárnoslo bien.

-                     ¿Y tú disfrutas con él?

-                     Pues sí, los dos tratamos de ser imaginativos y él es muy cariñoso en la cama. ¿Pero, por qué me haces estas preguntas?

-                     Porque no disfruto con mi marido cuando practicamos sexo.

-                     Pero si no lleváis más que dos o tres años juntos.

-                     Eso es lo que más me preocupa.

-                     ¿Algún problema físico?

-                     Ninguno, los dos estamos sanos y nos funcionan los órganos sexuales sin ningún problema.

-                     ¿Entonces cuál es el problema?

-                     Yo creo que es que ninguno de los dos sabemos hacerlo bien. Nuestras familias son muy religiosas y los dos llegamos vírgenes al matrimonio o eso por lo menos me contó mi marido. No hemos tenido otras experiencias antes de casarnos y si no sabemos nada de sexo ninguno de los dos, es difícil practicar cosas nuevas que nos ayuden a mejorar nuestra relación.

-                     Bueno mujer ese problema es muy antiguo y muchas parejas lo han resuelto por sí mismas.

-                     Yo soy una mujer fogosa, necesito tener mis orgasmos, pero no los consigo con mi marido. Él sólo me lo hace en una postura y en menos de dos minutos se corre y adiós buenas tardes.

-                     ¿Habéis probado a tener preliminares antes de la penetración?

-                     ¿A qué te refieres con tener preliminares?

Miré a Beatriz con cara de no creerme que me pudiera hacer esa pregunta. Era una mujer de más o menos treinta años, ¿cómo no iba a saber que eran los preliminares en las relaciones sexuales?

-                     Por la pregunta entiendo que vosotros no los practicáis. Cada pareja tiene sus preliminares, besarse, acariciarse, practicar sexo oral, usar juguetes eróticos, vestir lencería provocativa, leer juntos relatos eróticos, imaginar situaciones excitantes, hay una infinidad de ellos, todos los que se os ocurran. Se trata de que ambos, pero sobre todo tú, esté cerca del clímax antes de entrar a matar.

-                     Pues no, nosotros no hacemos eso. ¿Carlos y tú sí?

-                     Claro, desde que nos conocimos. ¿Cómo crees que seguimos practicando sexo después de más de veinticinco años? Beatriz, sin preliminares no hay buen sexo y a cierta edad simplemente no hay sexo, ni bueno ni malo.

Beatriz se quedó un rato callada mirando al suelo.

-                     ¿Beatriz, tu marido no te besa o te acaricia por todo el cuerpo antes de penetrarte?

-                     No.

-                     ¿Y tú no te compras lencería erótica para provocarlo?

-                     ¿Provocarlo cómo?

-                     Beatriz no me puedo creer esa pregunta. Chica, te pones lencería erótica primero porque te gusta y te erotizas a ti misma al ponértela y luego porque lo provocas a él para que te la quite despacio y te bese y te acaricie mientras te la quita.

-                     Yo me compro lencería cómoda y deportiva, no he pensado nunca en comprarme de otro tipo.

-                     Pues ve a una tienda y cómprate sujetadores, tangas, bodis, ligueros, medias o corsés de otro tipo, que no sean ni cómodos ni deportivos.

-                     Antonia, me doy cuenta que no sé nada de sexo. ¿Qué puedo hacer?

-                     Mira Beatriz la cuestión es que el sexo hay que llevarlo aprendido ya al formar la pareja que se pretenda estable. A las mujeres nos gustan los hombres mayores por varias cosas, una importante es que nos saben dar mucho placer y otra que nos enseñan cómo hacerlo nosotras luego con el zangolotino con el que formamos la primera pareja. Prueba a hablarlo con él o id a un sexólogo.

-                     Cuando lo he hablado con Javier él no es consciente de ningún problema, se cree que todo va bien entre nosotros y que son manías mías. Lo malo es que aunque lo quiero, no creo que pueda seguir así mucho tiempo. –Me dijo a punto de echarse a llorar-.

-                     Una pregunta muy indiscreta, ¿tú te masturbas?

-                     Sólo cuando estoy muy desesperada, en general no me gusta hacerlo. Ayúdame Antonia, por favor.

Me daba mucha pena ver a una chica joven y atractiva en esa situación, pero no sabía cómo podría ayudarla.

-                     Bueno, déjame pensar y hablamos.

A los pocos días Carlos me comentó que se había encontrado con Beatriz en el supermercado del barrio.

-                     Esta mañana he visto a tu amiga Beatriz, y no sé porqué ha estado muy cariñosa conmigo, incluso te diría, y no te lo tomes a mal, que un poco tocona.

-                     ¡Huy qué don Juan! ¿Tocona por qué?

-                     Besos para saludarme, besos para despedirse, mucho tocarme los brazos, ya sabes cómo si tuviéramos mucha amistad y lleváramos un tiempo sin vernos.

Con esa corta conversación se me encendió la bombilla. Podía matar dos pájaros de un tiro, si lograba liar a Beatriz con Carlos o si nos liábamos los tres, le hacía la primera jugada del verano y ella podría aprender bastante de sexo, que es lo que necesitaba.

-                     Es muy mona Beatriz, ¿verdad? –Le pregunté a Carlos-.

-                     Sí, es una chica guapa y con un buen tipo. ¿Por qué?

-                     Por nada, era un pensamiento en voz alta.

Tenía que ir preparando a los dos. Empecé con Beatriz un día que volvimos a tomar café juntas.

-                     He estado pensando en la conversación del otro día, me pongo en tú lugar y creo que estaría anímicamente muy mal. Yo también soy una mujer fogosa y no sé qué haría si Carlos no me divirtiera en la cama.

-                     Debe ser maravilloso estar con un hombre, que después de tantos años, te siga divirtiendo y dándote placer.

-                     Lo es. Carlos no es que esté excepcionalmente dotado, ya me entiendes, es normalito, pero sabe que hacerle a una mujer para satisfacerla plenamente.

-                     Me estás dando envidia. Antonia, te voy a hacer una pregunta muy íntima, ¿qué hacéis Carlos y tú en la cama?

-                     Efectivamente es una pregunta muy íntima, hacemos muchas cosas, pero te voy a contar lo que hicimos ayer. Después de comer Carlos me propuso que echáramos una siestecita, que es como él le llama a jugar un rato por la tarde en la cama durante el verano. Primero nos desnudamos mutuamente, cuando ya estaba desnuda, me pidió que me pusiera un conjunto de sujetador y tanga muy indecente, que él me regaló hace algún tiempo.

-                     Perdona Antonia, cuéntame cómo era el conjunto, si no te importa, es para saber algo de la lencería erótica.

-                     Si te estoy contando lo que hicimos Carlos y yo, porqué no te lo voy a decir. El conjunto es negro, las copas del sujetador se cierran con unos lacitos, que cuando se sueltan te dejan las tetas al aire y el tanga es un tanga de hilo, tan pequeño, que no te lo puedes poner si no vas completamente depilada.

-                     ¿Y tú lo estabas?

Había logrado captar totalmente la atención de Beatriz y notaba como se iba poniendo nerviosa conforme le iba contando.

-                     No, ahí está lo mejor. Le dije que no podía ponérmelo porque no quedaba bonito con pelos saliendo por todas partes. Entonces él me dijo que eso tenía fácil arreglo. Me sentó en el bidé, sacó la maquina que usamos los dos....

-                     ¿Carlos se depila aquello?

-                     Sí, dice que le gusta verse sus partes depiladas y la verdad es que le luce mucho más, como a casi todos los hombres.

-                     Yo nunca he visto a un hombre con eso depilado.

-                     Pues tienes que verlo, es mucho más bonito que lleno de pelos. Lo que te contaba, delicadamente fue depilándome hasta dejarme como una impúber. Cómo comprenderás, cuando terminó de depilarme, de tanta mano para acá y para allá en mi chocho, yo ya estaba como una gata en celo y él totalmente empalmado. Una vez preparada me puse el conjunto que él quería. Entonces me tumbó boca arriba en la cama, me ató por las muñecas al cabecero y me cubrió los ojos con un antifaz.

-                     Por Dios Antonia, si mi marido me hiciera algo de eso, creo que a esas alturas ya habría tenido varios orgasmos.

-                     Es que tú no estás acostumbrada a los preliminares. Ya atada y sin poder ver escuché que abría el armario y un cajón, supuse que era el cajón de los juguetes.

-                     ¿El cajón de los juguetes? –La cara de asombro de Beatriz era como si le estuviera contando que los extraterrestres me habían abducido-.

-                     Sí, un cajón del armario donde guardamos los juguetes sexuales y otras cosas muy íntimas para divertirnos entre nosotros. Luego noté que se ponía encima de mí y me besó largamente en la boca. Más tarde empezó a acariciarme y a besarme por todo el cuerpo, saltándose sólo las zonas que tenía cubiertas por la ropa interior. Lo curioso es que noté que me debía acariciar con unos guantes muy suaves en sus manos, porque no era el tacto de su piel. Me lo imaginé desnudo y sólo con los guantes y me puse todavía más caliente de lo que ya estaba.

-                     Perdona Antonia, pero tengo que ir un minuto al servicio.

Estaba segura de que Beatriz había ido a aliviarse la calentura. A los cinco minutos volvió con la cara más relajada.

-                     Sigue, por favor, Antonia. Qué estoy aprendiendo una barbaridad de los preliminares. ¡Qué bien os lo pasáis Carlos y tú, que envidia!

-                     Carlos es muy divertido para esas cosas, bueno y yo también, ¡qué coño! Después de lamerme y comerme todos los dedos de los pies, volvió por mi cuerpo hacia arriba besándome. Me desató los lacitos del sujetador y echó las copas hacia abajo, dejándome las tetas a su vista. Me las acarició, me las chupó, me las lamió y me las mordió suavemente. Te puedes imaginar cómo me tenía a esas alturas. Luego empezó a hacer una cosa que a mí me gusta mucho, golpearme las tetas con su polla, perdón con su miembro.

-                     No importa Antonia, por mí puedes utilizar el lenguaje que quieras.

-                     Bueno, pues entonces con su polla. La tenía dura como una piedra y yo sentía y oía los golpes que me daba en los pezones. Después volvió a besarme en la boca y otra vez descendió por mi cuerpo besándome y acariciándome. Empezó a acariciarme el chocho por encima del tanga. A las pocas caricias le dije que me corría y me corrí con un placer enorme.

-                     ¿Y él no se corrió?

-                     No, quería que yo me corriese más veces esa tarde. Noté que salía del dormitorio mientras yo trataba de recobrar el aliento. Al poco volvió, me besó en la boca y me pasó un sorbo de champán de la suya.

-                     ¡Por Dios Antonia, qué hombre! –Supe que Beatriz ya estaba encandilada con Carlos-.

-                     Siguió pasándome sorbos, mientras él lo bebía dejándolo caer por mi cuerpo. Luego debió dejar la copa en la mesilla, noté que me apartaba el tanga a un lado y sentí su lengua que empezaba a jugar con mi clítoris. Me lo trabajó maravillosamente durante un rato y después me quitó el tanga y escuché que había puesto en marcha el vibrador.

-                     ¿Qué vibrador?

-                     ¿Beatriz, que vibrador va a ser? Pues un consolador con forma de polla de buen tamaño, que además vibra para producirte más placer.

-                     Yo debo estar en otro mundo distinto al tuyo.

-                     El vibrador me lo regaló Carlos y lo usamos algunas veces cuando nos coge especialmente juguetones. Le debió poner una buena cantidad de vaselina porque notaba como se deslizaba suavemente vibrando sobre mi clítoris y los labios de mi chocho, sentía un placer enorme.

-                     No puedo ni imaginármelo Antonia.

-                     Después de pasármelo reiteradamente por fuera, me penetró con él y le subió la vibración. Con el movimiento de mi cabeza mientras él me volvía loca con el vibrador, se me desplazó el antifaz y pude ver algo por un ojo. Tenía la polla descapullada, enorme, roja y brillante y se la sobaba muy despacio. Le advertí que me iba a volver a correr y él siguió besándome el clítoris y moviendo el vibrador mientras yo me corría por segunda vez. Con mi segunda corrida él ya no pudo más se puso encima de mí a la altura de mi cabeza, me quitó el antifaz de un tirón y me metió la polla en la boca, se corrió en ella a los dos o tres minutos de que empezara a comérsela.

-                     ¿Todo lo que me has contado es verdad y pasó ayer? –Me preguntó Beatriz con os ojos fuera de las órbitas-.

-                     Verdad de la buena y sin exagerar y eso que ayer no fue de los días que hemos estado más juguetones.

-                     Claro, yo debía haber tenido experiencias con un hombre como Carlos antes de casarme y no estaría ahora como estoy.

Beatriz estaba en el bote, ahora le tocaba a Carlos. Por suerte Carlos volvió a encontrarse con Beatriz en el supermercado.

-                     ¿Oye Antonia, a tu amiga Beatriz le pasa algo conmigo?

-                     No que yo sepa, ¿por qué lo dices?

-                     Me la he vuelto a encontrar esta mañana en el supermercado otra vez y después de muchos besos y muchos toqueteos, no me ha quitado ojo en todo el tiempo que he estado comprando, mirándome como embobada.

-                     Yo que sé, le gustarás.

-                     Sí, no veas lo que yo ligo en el supermercado, las que más me gustan son las viejas que pagan el pan con centimitos.

Interesar a Carlos en Beatriz iba a ser algo más complicado, pero no tanto como para que una mente como la mía no lo pudiera solucionar. Carlos es muy aficionado a los relatos eróticos e iba a ser por ahí, por dónde lograría interesarlo en Beatriz.

-                     Oye Carlos –le dije a los dos o tres días-. Una amiga me ha pasado un relato que ha escrito para que me lo lea y le comente, lo que pasa es que yo ahora estoy muy liada. ¿Por qué no te lo lees tú que eres más aficionado y tienes más tiempo?

-                     Vale, déjamelo. ¿Qué amiga es?

-                     Te lo digo cuando lo leas. Te lo envío por correo electrónico. No tardes mucho en leértelo que quiere una opinión cuanto antes.

El relato lo había escrito yo, metiendo a Beatriz y a nosotros dos en la trama:

“Mi primer trío fue con una pareja madura.

Mi nombre es Beatriz, pero todos me llaman Bea. Cuando ocurrió lo que voy a contar tenía dieciocho años recién cumplidos. Ya era una chica alta, uno setenta y cinco, morena, guapa de cara, con una boca grande de labios carnosos, pelo largo lacio y cuerpo de escándalo o eso por lo menos me decían todos los chicos. Mis medidas entonces y ahora son 95-60-90. Mis tetas eran duras como piedras y desafiaban a la gravedad, mi vientre plano como una tabla y mi culo respingón y en forma de pera. Vamos que era lo que se dice un bombón.

A esa edad ya había tenido varios novios o mejor llamarles follamigos, ya que yo no quería nada con ellos, más allá de follar de vez en cuando. Desde siempre he sido muy fogosa. Sin embargo follar con los chicos de mi edad o un poco mayores, era bastante decepcionante, se corrían casi antes de empezar y yo me quedaba a dos velas. Alguna vez que le decía al chico que siguiera follándome o no podían o se volvían a correr otra vez igual de rápido. Con estos antecedentes saqué en conclusión que lo que yo necesitaba era correrme, pero que con los hombres, al menos con los que yo me había acostado, iba a ser difícil. Probé entonces con chicas y tuve un par de experiencias lésbicas, pero tampoco tuve suerte. Una me resultó muy brusca, me sobaba con tal fuerza el clítoris y me apretaba tanto las tetas que en vez de excitarme terminé llena de moratones. La otra era tan delicada que se quejaba por todo lo que yo le hacía y no llegamos tampoco a nada. Aunque soy bisexual, en el fondo siempre me han gustado más los hombres.

Una tarde al salir del gimnasio me senté a tomar un refresco en la terraza de una cafetería próxima, mientras escuchaba música y chateaba con amigos. Al poco rato llegaron dos mujeres que conocía de vista del gimnasio. Una de ellas ya madura, le calculé pocos más de cuarenta y cinco, y la otra más joven, como de unos treinta años, ambas bastante atractivas. Se sentaron cerca de donde yo estaba, aun cuando yo no las oía con la música en los auriculares. Parecía que la madura le estaba contando algo a la más joven. En una interrupción de la música me pareció que lo que le estaba contando era un pedazo de polvo que habían echado ella, que al parecer se llamaba Antonia, con un tal Carlos, que no se si sería o no su pareja. Por lo que contaba ella se había corrido dos veces y se había quedado como nueva. A mí los chicos con los que follaba no me habían hecho entre todos ni la décima parte de lo que le habían hecho a Antonia en un solo polvo.

¡Coño, yo lo que necesito es acostarme con un maduro! Me dije a mí misma y el tal Carlos parece una garantía de éxito.

En los días siguientes me fui acercando a Antonia y haciéndome su amiga. A ella le hacía gracia que una chica de dieciocho años quisiera hacerse amiga suya. Me enteré que el tal Carlos era su pareja y que el hijo que tenían pasaba el verano fuera. Decidí que la forma de llegar a él sería a través de ella, ya había notado yo que le gustaba a Antonia.

Un día que salíamos juntas del gimnasio le dije:

- Antonia tengo que comprarme ropa interior y estoy bastante perdida sobre cuál. ¿Te apetece venir conmigo?

- Pues mira sí, porque yo también quiero comprarme algo.

Fuimos a una corsetería a la que me llevó ella y después de mirar y rebuscar mucho, cada una encontramos un par de cosas que nos gustaron.

- Pasa tú primero a probarte –le dije a Antonia-.

- No, no pasa tu primero que tardarás menos.

- Si a ti no te da vergüenza podemos entrar las dos a la vez.

- A mi ninguna, si yo soy nudista. –Nos reímos las dos-.

- Algún día me tienes que hablar de eso del nudismo.

- Cuando quieras.

Cuando se desnudó tuve que reconocer que la tía se conservaba de escándalo.

- Antonia estás estupenda.

Yo también me había desnudado ya, Antonia me miró de arriba abajo y me dijo:

- Estás de broma con el cuerpo que tú tienes. Así lo tenía yo a tu edad. Eres una chica preciosa.

Era el momento. Me acerqué a ella y la besé en la boca. Ella en un primer momento se retiró y me miró a los ojos, luego me devolvió el beso metiéndome la lengua en la boca con mucha suavidad. Puso sus manos sobre mis tetas y me las acarició con la fuerza justa para ser placentero. Yo le agarré su culo y se lo apreté.

- Más suave Bea, no lo hagas como los chicos.

Lo malo fue que el probador era de los de cortina y no pudimos seguir con el magreo mutuo. Antonia se compró una ropa interior bastante escandalosa, que si yo la llevaba a mi casa mi madre me mataba directamente, después de llamarme de todo.

Cuando salimos de la corsetería Antonia propuso que nos sentáramos a tomar un café.

- Yo evidentemente no soy lesbiana, aunque me gustan las mujeres atractivas y tú lo eres y además teniendo un lío contigo puede que se me pegue algo de tu juventud. –Me dijo riéndose por la broma final-.

- Antonia yo tampoco soy lesbiana. Como creo que tú, soy bisexual cuando una mujer me resulta interesante y atractiva y tu eres ambas cosas. Pienso que podría aprender mucho de ti. Me gustaría seguir lo que hemos empezado antes.

- Y a mí, pero tengo que decírselo a Carlos.

- ¿A Carlos?

- Sí, nosotros tenemos una relación bastante abierta basada en la confianza mutua. No se trata de pedirle permiso, pero sí de que lo sepa.

- Me gustaría conocer alguna vez a Carlos.

- Creo que a él también le gustaría conocerte.

Pensé que era una pareja muy moderna para los años que tenían. La cosa me había salido estupendamente o tenía lío con Antonia, que me apetecía mucho, o lo tenía con los dos, que me apetecía todavía más. Nunca había hecho un trío y sólo de pensar en hacerlo con Antonia y Carlos empecé a mojar el tanga.

Los días siguientes a esta conversación no pude ir por el gimnasio, así que no vi a Antonia. La volví a ver el primer día que regresé al gimnasio.

- Hola Bea, me ha extrañado no verte estos días atrás.

- He estado muy liada con asuntos de la universidad.

- Voy a ir a pasar el puente al apartamento de la playa y Carlos no creo que pueda ir. ¿Te apetecería venir conmigo? –Era la oportunidad perfecta, pensé-.

- Por supuesto, me encantaría.

- Nos vemos en el gimnasio y salimos directamente después.

Esa noche me costó conciliar el sueño y los ratos que logré dormir tuve todo tipo de sueños lúbricos con Antonia.

Llegamos a mediodía a la playa, primero comimos en un restaurante y luego fuimos al apartamento. Yo estaba expectante a las señales que Antonia me diera sobre cuál iba a ser nuestra relación. Después de colocar las cosas, Antonia me preguntó:

- ¿Bea te apetece que tomemos desnudas el sol en la terraza?

- Nunca he tomado el sol desnuda.

- Pues ya va siendo hora de que lo disfrutes.

Antonia fue a desnudarse a su dormitorio y yo lo hice en el mío. Cuando terminé salí a la terraza y me recosté boca arriba en una de las dos tumbonas que había. Al rato salió Antonia.

- Bea eres una mujer preciosa –dijo mirándome-.

- Tú también Antonia. ¿Por qué no te pones aquí conmigo?

- Te voy a quitar el sol.

- No importa, ya lo tomaré otro día.

Se puso sobre mí y me besó en la boca. Sentía deliciosamente como su lengua se movía en mi boca y como sus tetas se apretaban contra las mías. Puse mis manos sobre su culo y se lo acaricié. Yo estaba ya muy caliente, bueno como casi siempre que pensaba en Antonia. Ella se desplazó hacia abajo sobre mí, cogió mis manos y las puso sobre mi cabeza y comenzó a chuparme y morderme suavemente los pezones que se habían puesto como piedras. Era la primera vez que me daba tanto placer que me chuparan los pezones. Siguió desplazándose hacia abajo y metió su lengua en mi ombligo, me gustó mucho. Luego fue besándome el vientre hasta llegar a mi chocho.

- ¡Aaaaggg, Antonia que placer! –Le dije y me incorporé sobre la tumbona para ver cómo me lo comía-.

- Me encanta el sabor de tu chocho, lo tienes muy mojado.

- Estoy muy caliente Antonia.

- Y yo también.

- Antonia deja que te lo coma yo también, lo necesito.

Antonia se dio la vuelta sobre mí y me puso su chocho sobre la boca. Primero lo olí. Su olor me puso todavía más caliente. Después empecé a pasar la lengua por toda su raja. Ella besaba y cogía con sus labios mi clítoris. Fui a meterle dos dedos en su chocho y ella me dijo:

- Ahora no Bea, sólo con la boca, no necesito tener nada dentro para correrme.

- Antonia no voy a tardar nada en correrme.

- Hazlo cuando quieras. Dímelo para que nos corramos juntas.

Seguimos lamiéndonos mutuamente nuestros chochos, hasta que sentí que no podía más y me iba a correr.

- ¡Ya Antonia, ahora, ahora, si, si,…!

- ¡Yo también me corro, aaaggg, qué bueno, aaaggg!

Noté como su chocho se llenaba de jugos y se los lamí con ansia para tenerlos en mi boca. Al rato Antonia se sentó en la tumbona mirándome.

- Antonia jamás había conseguido correrme con otra mujer. Ha sido delicioso.

- Para mí también.

Volvimos a hacerlo antes de dormirnos abrazadas. Cuando desperté por la mañana Antonia estaba desnuda tomando un té en la terraza. Salí también desnuda a saludarla.

- ¿Quieres un café? –Me preguntó-.

- Prefiero un té como tú. Me gusta estar desnuda, me da una gran sensación de libertad.

- Es estupendo, sobre todo para las mujeres que tenemos que estar todo el día con el puñetero sujetador. Carlos me ha enviado un mensaje, ha logrado resolver los temas que le impedían venir y llegará dentro de poco.

- ¿Debo irme?

- No, Carlos sabe que estás aquí, igual por eso el muy granuja ha resuelto las cosas tan rápido.

- Le molesta que hayamos estado solas.

- Sí, pero no porque tú y yo estemos solas, sino porque él no está con nosotras.

- ¿Cómo es Carlos? Nunca me has hablado de él.

- Mayor que yo diez años, muy sexual y muy irónico. No sabría decirte si más sexual o más irónico. Ahí está -dijo Antonia al escuchar el timbre de la puerta-.

- Voy a ponerme algo encima.

- Como quieras, pero por él no hace falta –me contestó mientras iba a abrir la puerta-.

Decidí quedarme desnuda sentada en la terraza.

- Qué me gusta que me recibas así –oí decir cuando Antonia abrió la puerta-.

- Y a mí recibirte así, dame un beso. –Le contesto Antonia-. Qué sobón eres, estate quieto que no estamos solos.

- Qué pena, porque yo vengo con ganas de guerra.

- ¿Y cuando no? ¿Quieres un café?

- Sí por favor.

- Siéntate en la terraza que ahora te lo llevo.

Salió a la terraza y me vio. En ese momento tuve algo de vergüenza por estar desnuda frente a él y preferí quedarme sentada.

- Hola soy Carlos, la pareja de Antonia –me dijo acercándose y dándome dos besos en la mejillas-.

Tenía el pelo canoso, estatura normal, usaba gafas, no era ni feo ni guapo, pero tenía una tentadora boca de labios carnosos. Era lo que normalmente se llama un maduro interesante.

- Y yo Bea. Perdóname un momento, voy a ponerme algo encima. –Le dije levantándome-.

- Bea por mí no lo hagas, así estás muy bien.

- Gracias, es que me ha dado algo de frío –le mentí-.

Salí de la terraza para ir a mi habitación. Me senté en la cama a pensar si me apetecía acostarme con Carlos y llegué a la conclusión de que me apetecía mucho, más sabiendo el comportamiento que tenía con las mujeres, como le había oído el primer día a Antonia. Me puse una camiseta larga y volví a salir a la terraza. Ambos estaban sentados mirando al mar.

- ¿Ya os habéis presentado? –Preguntó Antonia-.

- Sí hace un momento –le contestó él-. ¿Os apetece hacer algo o nos quedamos aquí tranquilamente?

- Por mi no os preocupéis –dije yo-.

- Luego podemos hacer alguna cosa. Te habrás levantado muy temprano, ¿quieres echarte un rato? –Le preguntó Antonia a Carlos-.

- Si tú vienes conmigo, sí. –Le contestó él y Antonia se rió-

- Yo me voy a quedar aquí escuchando música y chateando con las amigas. –Les dije-.

Carlos se levantó, se despidió de mí con la mano y entró en el apartamento. Luego se levantó Antonia, se acercó a mí y me dijo:

- Voy a dejar la puerta de la habitación abierta para lo que te apetezca.

No supe que contestarle. Me había invitado a hacer el trío que mas deseaba. Sin embargo, en ese momento me entraron las dudas, no porque hubiera dejado de apetecerme, sino porque no sabía si estaría a la altura o se notaría demasiado mi falta de experiencia. Lo dejé estar un rato, mi cabeza ponía las pegas, pero mi estómago, agarrado por los nervios, me decía que era mi oportunidad. Finalmente me levanté y me acerqué a su habitación, con la intención sólo de mirarlos.

Estaban desnudos en la cama, Antonia boca arriba con la cabeza mirando a Carlos y él de lado apoyado en un codo besándola. Parecían no tener ninguna prisa por acelerar nada. Luego Carlos bajó su cabeza y besó largamente las tetas de Antonia, acariciando además suavemente su barriga, mientras ella le acariciaba el pelo. Me gustaba la tranquilidad que mostraban frente a las ansias de los chicos con que había estado. Más tarde Antonia se giró hacia Carlos y volvieron a besarse. Ella empezó a acariciar su polla, que estaba ya bastante morcillona. La tenía depilada y sus huevos le colgaban sobre el muslo. Sin dejar de besarse Carlos llevó su mano al chocho de Antonia, ella abrió sus piernas para facilitarle el acceso. Se estaban masturbando despacio mutuamente.

Yo me había puesto muy caliente y me tocaba el chocho también muy despacio. Carlos le pidió a Antonia que se pusiera boca abajo, se puso de rodillas a su lado y le fue besando la espalda, el culo y los muslos. Ella seguía meneándole la polla suavemente y gemía cuando Carlos le mordía el culo. Carlos se puso entre las piernas abiertas de ella y tiró de su culo para que se le quedara en pompa. Estaba ya totalmente empalmado. Pensé que la iba a follar, pero no, bajó su cabeza, le abrió el culo a Antonia con las manos y empezó a lamerle el ojete. Yo quería que también me hicieran eso a mí, parecía que le producía un gran placer a Antonia, ya que sus gemidos habían subido de tono. Después Carlos llevó una de sus manos al chocho de Antonia para acariciarlo. Me quité la camiseta y me quedé desnuda, estaba caliente como lo había estado pocas veces.

- Carlos no pares que me voy a correr. –Dijo Antonia-.

- Si te parece voy a ir ahora a por tabaco. –Le contestó Carlos-.

- Cuando termines puedes ir por tabaco o por lo que te salga de los cojones, ahora sigue.

Carlos aceleró los movimientos de su lengua y de su mano e hizo mella en Antonia que exclamó:

- ¡Ahora, ahora, sigue, sigue, sigue, aaaggg, qué ricoooo!

Antonia cerró las piernas para indicarle a Carlos que no siguiera y se dejó caer de frente. Carlos se tumbó boca abajo encima de ella cogiéndole las manos por encima de la cabeza y le besó el cuello.

- Me vas a matar –le dijo Antonia a Carlos-.

Ya me gustaría a mí que me mataran así, pensé. Me tenía que hacer un dedo sí o sí del calentón que tenía.

- ¿Carlos por qué no invitas a Bea a pasar?

Ya me suponía que Antonia sabía que estaba mirando, pero que lo dijera así me dejó un poco descolocada. Carlos se levantó de la cama y vino hacia mí. Pegó su polla a mi vientre y me dio un beso en la boca.

- Antonia te reclama –me dijo y me cogió de la mano para que lo siguiera-.

Antonia se había sentado en la cama con la espalda apoyada en el cabecero.

- Ponte aquí de pie –dijo Antonia y me indico los lados de sus piernas-.

La obedecí, ella me cogió del culo y pegó mi chocho a su boca. Me lo abrió con las manos y pasó su lengua por mi clítoris que lo tenía excitadísimo. Noté que Carlos se puso de rodillas detrás de mí, me abrió el culo y empezó a lamerme el ojete. No pude aguantar ni un minuto y me corrí en la boca de Antonia, después, como pude, me senté a su lado tratando de recuperar la respiración. ¡Qué corridón había tenido, joder que pareja, me había corrido en menos  de un día más veces que en los últimos tres meses, claro que sin contar los dedos, pero eso no es lo mismo!

Carlos se quedó tumbado a los pies de la cama. Se le había bajado algo la erección. Antonia se volvió hacia mí y me besó en la boca. Carlos nos miraba acariciándose la polla. Luego volvió a apoyar la espalda en el cabecero y le dijo a Carlos.

- Ven para acá que te la voy a volver a animar.

Carlos se puso donde yo había estado antes, Antonia le cogió la polla con la mano y se la llevó a la boca mientras le sobaba los huevos. Yo volví a acariciarme el chocho. Cuando Carlos ya tuvo otra vez la polla como un palo, Antonia le dijo:

- Dásela a Bea.

Se puso frente a mí y me dijo:

- ¿La quieres?

Yo estaba deseando tenerla en la boca, la abrí y me eche hacia delante para engullirla y empecé a moverme muy rápidamente.

- Bea, sin prisas, tenemos varios días por delante. –Me dijo Antonia-. Sóbale los huevos, después se los lames o te los metes en la boca.

Hice lo que Antonia me dijo y noté la cara de placer de Carlos.

- Bea eres preciosa –me dijo Carlos acariciándome la cara-.

Vi por el rabillo del ojo que Antonia se estaba acariciando también el chocho.

- Túmbate en la cama Bea –me dijo Carlos-.

Me tumbé en la cama como me había dicho Carlos. Los dos se pusieron de rodillas a mi lado y volvieron a besarse largamente en la boca, después empezaron a besar y a lamer mi cuerpo muy lentamente. Era una sensación maravillosa. Yo le cogí la polla a Carlos y le acaricié las tetas a Antonia.

- Cierra los ojos, quédate sólo con el tacto. –Me dijo Antonia-.

Ellos siguieron besándome y lamiéndome las tetas, el vientre, el monte Venus, las piernas y los pies. Noté que uno de ellos empezó a acariciarme el clítoris. Sabía que tenía el chocho encharcado y la excitación del clítoris produjo que aumentase su secreción.

- ¿Cómo estás, Bea? –Me preguntó Carlos-.

- Como nunca de a gusto.

- Date la vuelta –dijo Antonia-.

Me puse boca abajo y seguí con los ojos cerrados. Noté como Carlos se sentaba sobre mí, me encajaba los huevos entre las nalgas apretándolas y se movía suavemente sobre ellas. Antonia se puso sobre mi espalda para seguir besándolo, mientras me acariciaba. Yo estaba otra vez a mil, bueno, en realidad no había dejado de estarlo todo el tiempo. Antonia se bajó de mi espalda y Carlos de mi culo.

- Date otra vez la vuelta –me dijo Antonia-.

Carlos se puso entre mis piernas y se las subió a los hombros. Antonia se puso de rodillas con las piernas alrededor de mi cabeza mirando a Carlos. Empecé a comerle el chocho a Antonia. Creí que Carlos iba a penetrarme, pero no, empezó a mover su polla sobre mi clítoris y mi raja.

- ¡Métemela, por favor! –Le supliqué-.

- Espera –me contestó.

Carlos se incorporaba de vez en cuando para que Antonia se le chupara. De pronto noté como Carlos me la metía muy despacio y me acariciaba el clítoris. Empezó a bombear despacio, sin dejar mi clítoris. Antonia empezó a sobarme las tetas y a acariciarme el vientre. Hasta ese momento no pensaba que se pudiera disfrutar tanto del sexo.

- Me voy a correr –les dije-.

- Aguanta un poco más –me dijo Antonia-.

Aguanté un par de minutos más, hasta que irremediablemente me corrí gritando. Antonia se corrió de nuevo en mi boca y Carlos siguió bombeando dentro de mí hasta que me la sacó y se puso sobre mis tetas ofreciéndole su polla Antonia para que se la meneara.

- ¡Antonia me voy a correr, sigue, sigue!

Ella dirigió su polla hacia mi cara y Carlos se corrió sobre mí a grandes chorros y en tal cantidad, que me dejó la cara cubierta de su crema.

Nunca podré olvidar mi primer trío ni el resto de los que hicimos ese puente. Recibí un auténtico máster de sexo en sólo tres días.”

Cuando llegué a casa por la noche le pregunté a Carlos si le había dado de tiempo de leerse el relato.

-                     Sí, lo he terminado hace poco.

-                     ¿Y qué tal?

-                     Está bastante bien y es muy caliente. ¿Qué amiga tuya lo ha escrito?

-                     Beatriz, pero no le digas nada, ella no quería que se lo pasara a nadie. Dice que le da vergüenza que sepan que escribe relatos eróticos.

-                     No me pega nada que haya sido ella. Si tú lo dices lo habrá escrito, pero tú desde luego le has dado mucha información sobre nosotros.

-                     Alguna vez le he comentado alguna cosa de nosotros.

-                     Pues se le ha quedado muy bien lo que le hayas contado.

-                     ¿Entonces te ha puesto cachondo? –Le pregunté poniendo mi mano en su entrepierna-.

-                     Bastante. Lo que no entiendo es por qué ha sido tan directa escribiendo sobre los tres.

-                     A mí me da la impresión de que tú le gustas y es posible que yo también le guste un poquito y ha querido expresarlo con el relato. A ver si lo que quiere es que tengamos un lío. –Le dije sin dejar de sobarle la entrepierna-.

-                     Eres Antoñita la fantástica con los líos –me contestó y me luego me besó-. Anda vamos a cenar que no quiero acostarme tarde.

Al día siguiente Beatriz y yo coincidimos en el gimnasio y como casi siempre que teníamos tiempo nos tomamos una infusión a la salida.

-                     Antonia te puedo hacer una pregunta.

-                     Te temo Beatriz cuando empiezas una conversación así.

-                     Es un poco de curiosidad morbosa.

-                     Venga dime.

-                     Carlos y tú habéis hecho tríos o intercambios o cosas así.

Me quedé un tanto paralizada por la pregunta.

-                     ¿Por qué lo quieres saber?

-                     He pensado que quizás pueda ser una solución a mi problema.

Cuidado, pensé, lo que decía Beatriz era lo que yo quería que hiciera con Carlos, pero no podía hacerlo a cualquier precio.

-                     ¿En qué sentido?

-                     Creo que si lo hiciéramos con alguien experimentado, nos podría enseñar muchas cosas.

-                     Es posible, pero para hacer esas cosas hay que tener una relación de pareja muy fuerte y tener todos los que intervengan la cabeza muy bien amueblada. En caso contrario, puede ser el entierro de la pareja y el final de la amistad, si se ha hecho con amigos.

-                     Entonces es que vosotros lo habéis hecho.

-                     Beatriz, lo que te he dicho lo puedes leer en cualquier manual de sicología que trate sobre el tema.

-                     Venga cuéntamelo.

-                     Qué cansina eres. Para que te enteres, sí y no una ni dos veces. A Carlos y a mí nos excita y nos divierte.

-                     ¿Y habéis ido a locales de esos de intercambio?

-                     ¡Tú has perdido la cabeza! Ni a Carlos ni a mí nos gusta hacerlo con cualquiera. ¿Pero tú qué tienes en mente?

-                     Pues eso, intentar mejorar nuestra vida sexual y de paso pues pasarlo bien con otro hombre. Antonia, que no he conocido en mi vida más que a mi marido.

-                     ¿Pero tú lo has hablado con Javier?

-                     Todavía no, quería saber antes tu opinión.

-                     Que vayáis con cuidado. –Posiblemente estaba tirando piedras contra mi propio tejado, pero todavía no veía a Beatriz preparada para un trío, igual para una cana al aire sí, pero no más-.

Pocos días después Javier, el marido de Beatriz, vino a buscarla al gimnasio para llevarle algo. Era un hombre alto, fuerte y bastante guapo, lástima que sea tan torpe en el sexo, pensé. Me invitaron a tomar algo con ellos.

-                     Antonia me alegra conocerte, Beatriz me ha hablado mucho de ti.-Me dijo-.

-                     Bueno, ella también me ha hablado mucho de ti.

-                     Deberíamos quedar un día los cuatro a comer o a cenar y así conocernos más. –Propuso Beatriz-.

-                     Por nosotros perfecto, ahora en verano con el niño fuera nos es más factible –le contesté-.

Miraba a Javier y la verdad es que aparentemente tenía un polvo de mucho cuidado. Empecé a pensar que en vez de que Carlos instruyera a Beatriz, podría yo instruir a Javier y pasar un rato estupendo con un jovencito de treinta años. Javier dijo que se tenía que ir y nos dejó solas a las dos.

-                     ¿Has hablado con él de tu idea de hacer un trío o un intercambio?

-                     Sí, de entrada no le ha hecho mucha gracia, pero ha quedado en pensárselo. Volveré a decírselo en los próximos días.

-                     Si no está convencido, no lo fuerces.

-                     Antonia, si al final Javier quiere, ¿a vosotros os apetecería?

Beatriz iba a saco con el tema, claro que nos apetecería, pero me daba miedo de lo que pudiera pasar después entre ellos y con la amistad entre nosotras.

-                     Lo vemos cuando Javier esté convencido.

Al día siguiente Carlos volvió a encontrarse con Beatriz, esta vez en la calle. Empecé a mosquearme con tantos encuentros casuales.

-                     ¿Antonia, tú te traes algo entre manos con Beatriz?

-                     ¿Por qué?

-                     Me la he encontrado esta mañana en la calle. Me ha dicho que esperaba que nos viésemos muy pronto para pasar un rato divertido. La verdad es que no he entendido muy bien lo que me quería decir, ha sido como si me hablara con muchos sobreentendidos.

-                     Beatriz parece que tiene problemas sexuales con su marido, según me ha contado ella, él no llega a satisfacerla por falta de experiencia. No se le ha ocurrido otra cosa que hacer un trío o un intercambio para mejorar sus relaciones sexuales y el otro día me lo propuso.

-                     ¿Qué trío o qué intercambio?

-                     El intercambio está claro, el trío no me lo dijo.

-                     Pues no tendrá experiencia, pero en el relato que me pasaste el otro día demuestra mucha imaginación, es cuestión de que la ponga en práctica.

-                     ¿Tú qué opinas? –Le pregunté-.

-                     Hombre, Beatriz está muy bien, tú sabrás como está el marido.

-                     Tiene un buen polvo, aunque, al parecer, no se maneja con mucha habilidad, pero eso tiene arreglo.

-                     Antonia, ¿esto no será un juego de los tuyos?

-                     No te puedo negar que empezó un poco así, pero ahora mismo las cosas han cambiado.

-                     Invítalos a cenar mañana viernes y así nos conocemos todos.

-                     Me parece una buena idea, pero tú no sabes nada.

Llamé a Beatriz por teléfono, ya que al día siguiente no iba a ir al gimnasio.

-                     Hola Beatriz.

-                     Hola Antonia.

-                     Hemos pensado que vengáis mañana a cenar Javier y tú, como dijimos el otro día.

-                     Claro, estupendo. Otra cosa, volví a hablar con Javier y sigue sin decidirse. ¿Por qué no le insinúas tú algo durante la cena, a ver si se decide?

-                     No creo que sea una buena idea, ya te dije que si no está seguro no lo fuerces.

-                     Tienes razón, pues hasta mañana.

Aunque hacía calor, preparé la mesa para cenar en la terraza. Llegaron unos minutos antes de las diez. Normalmente veía a Beatriz con ropa deportiva en el gimnasio, esa noche venía muy arreglada y muy atractiva, con un vestido corto, blanco, entallado y con bastante escote, sus tetas parecían más grandes de lo que yo creía. Javier vestía más informal, pero estaba para comérselo. Nos saludamos los cuatro y pasamos a la terraza para tomar primero un aperitivo. Mientras tomábamos un Martini noté que las miradas entre Carlos y Beatriz echaban chispas. Entre el relato calentorro que le había atribuido a Beatriz y lo que le había contado a esta de Carlos, ambos estaban bastante encendidos. Yo también me había vestido un tanto provocativa, con un buen escote y una falda muy corta que me marcaba bastante el culo. Javier no fue inmune a mi provocativo vestido y notaba sus ojos por todo mi cuerpo.

-                     Voy a la cocina o no cenamos –dijo Carlos-.

-                     Te acompaño y así hablamos –le dijo Beatriz-.

-                     No hace falta, quédate aquí que pasarás menos calor –le contestó Carlos, pero no la convenció y entraron ambos al piso-.

-                     Me ha dicho Beatriz que os ha propuesto un intercambio –me dijo Javier en cuanto nos quedamos solos, mirándome el escote descaradamente-.

-                     Beatriz a veces habla más de la cuenta.

-                     ¿A ti que te parece?

-                     Ya se lo he dicho a ella, la pareja debe estar muy segura de lo que quiere y tomárselo con mucha cabeza. ¿Tú estás seguro?

-                     Al verte hoy así, creo que sí.

-                     Eso no es que quieras un intercambio, eso es que quieres follarme. ¿Pero y de Beatriz que hay?

Miraba a Javier que estaba bueno para reventar y me preguntaba que me estaba pasando para estar poniendo problemas.

-                     Ella dice que quiere follar con Carlos.

-                     No es eso lo que te pregunto. Si lo hacemos, ¿cómo vais a estar los dos al día siguiente?

-                     Creo que sin problemas, pero no lo sé, nunca lo hemos hecho.

-                     ¿Y por qué queréis hacerlo ahora?

-                     Beatriz se queja de que no sabemos nada de sexo y que ella se queda insatisfecha y yo pienso también que el sexo tiene que ser algo más placentero que lo que hacemos. Nos queremos pero la inexperiencia está poniendo en peligro nuestra pareja.

Javier se me acercó y me besó en la boca, con bastante torpeza por cierto.

-                     No se trata de que me comas, hazlo más suave, deja que nuestras lenguas jueguen entre ellas. –Le dije y entonces lo besé yo y él me devolvió el beso bastante mejor-.

Al poco me separé de él y le dije:

-                     Hoy no va a pasar nada, hoy se trata de conocernos y poner las cosas en claro. Habladlo de nuevo mañana y lo vemos.

-                     Antonia, por favor, os necesitamos. -Qué poder de persuasión debe tener Beatriz para hacerle cambiar de opinión de esa manera, pensé-

Volvieron Beatriz y Carlos a la terraza, ambos venían un poco alterados. Imaginé que Beatriz le habría hecho a Carlos algo parecido a lo que Javier me había hecho a mí.

Terminamos de cenar, tomamos una copa y ellos dijeron que tenían que marcharse. En un aparte despidiéndonos en la puerta, Beatriz me dijo:

-                     Hablamos en estos días.

-                     De acuerdo, llámame –le contesté-.

-                     ¿Qué ha pasado en la cocina? –Le pregunté a Carlos cuando nos sentamos de nuevo en la terraza-.

-                     Beatriz me ha entrado a saco. Un poco más y comete agresión sexual. ¿Y tú con Javier?

-                     No tan a saco, pero también me ha entrado. Están muy convencidos de hacer el intercambio, pero vamos a tener que enseñarles mucho.

-                     Antonia otras veces que lo hemos hecho nunca le hemos dado tantas vueltas, ha surgido o lo hemos buscado y al lío, sin tanto pensarlo. ¿Nos estaremos haciendo mayores?

-                     Tú sí, yo no. –Le contesté riéndome-.

-                     Pues al viejo este lo han dejado calentito esta noche.

-                     Pobrecito, ¿quieres que te alivie? –Le dije abrazándolo-.

-                     Pues mira sí.

-                     ¿Y cómo quieres que lo haga?

-                     No sé, échale imaginación –me contestó magreándome el culo-.

-                     Primero hay que recoger las cosas y luego lo vamos viendo.

-                     ¡Joder con el ama de casa del año!

Me encanta excitar a Carlos y jugar con él. Mientras él agrupaba las cosas para llevarlas a la cocina, me adelanté y me quité el vestido por el pasillo, me había puesto un sujetador negro, cuyas copas eran unos triangulitos que tapaban los pezones y que iban cogidos con unas cintas, que dejaban el resto de las tetas al aire y un tanga, también negro, que dejaba todo el culo a la vista. Lo esperé así en la cocina con el culo en pompa, metiendo los platos en el lavavajillas.

-                     ¿Tenías calor? –Me dijo cuando me vio, y dejó los platos en la encimera-.

-                     Un poco, yo también me he puesto calentita esta noche de pensar el polvo que tiene Javier.

Pegó su entrepierna a mi culo y me agarró por la cintura. Noté que su polla había empezado a despertarse.

-                     ¿Esto es lo que le haces a la rusa cuando yo no estoy? –Le dije-.

-                     Y más cosas, ¿tú por qué crees que no se va a otra casa?

Me volví hacia él, lo besé en la boca y le cogí los huevos sobre el pantalón. Luego le solté la tirilla del pantalón, le bajé la bragueta, dejé que los pantalones cayeran a sus pies, metí las manos bajo el boxes y le cogí la polla y los huevos. Gimió del gusto.

-                     Tienes unas manos divinas para la cocina. –Me susurró-.

-                     Lo sé.

El metió una mano bajo mi tanga y empezó a acariciarme el chocho.

-                     ¿Qué pasa vejete? Se te ha puesto durita. ¿Todavía te pone caliente ésta madura?

-                     ¡Joder Antonia que buena estás! Tu chochito está agradeciendo mi visita mojándome la mano. Apóyate en la encimera.

Me puse de espaldas a él y dejé mi culo a su disposición, movió el hilo del tanga y me metió la polla en el chocho. Con una mano seguía acariciándome el clítoris y con la otra me daba azotes en el culo.

-                     ¿Cómo vas Antonia?

-                     A punto de ebullición, no pares ahora.

Su mano seguía sobándome y el bombeaba con fuerza dentro de mi coño.

-                     ¡Carlos me voy a correr!

-                     ¡Y yooooo, aaaagggg!

Nos corrimos los dos a la vez. Dejamos los platos donde estaban y nos fuimos a la cama.

El domingo por la mañana me llamó Beatriz.

-                     Hola Antonia. Javier y yo lo hemos estado hablando y deseamos hacerlo. Javier propone que lo hagamos inmediatamente.

-                     Nosotros también estamos de acuerdo, pero vamos a hacer un intercambio más largo y sin vernos los cuatro. No le digas nada a Javier y yo no le diré nada a Carlos. El próximo viernes a mediodía, tú te vienes a mi casa y yo me voy a la tuya. Cuando lleguen se van a llevar la sorpresa de sus vidas. Pasaremos de intercambio todo el fin de semana.

-                     Me parece una idea genial. ¿De dónde la has sacado de un programa de televisión? Ah y descuida que no le voy a decir nada a Javier.

-                     Cómprate lencería provocativa, no se te olvide.

-                     Mañana mismo voy.

El miércoles Carlos me preguntó:

-                     ¿Has sabido algo de Beatriz?

-                     ¿Algo de qué? –La sorpresa que se iba a llevar iba a ser completa-.

-                     No sé, ¿no había quedado en llamarte?

-                     Todavía no lo ha hecho. Igual se han terminado arrepintiendo.

El jueves en el gimnasio nos intercambiamos los juegos de llaves y quedamos en que a la una y media del viernes haríamos la ocupación. Desde que nos cambiamos las llaves estuve nerviosa. Me entraron dudas sobre la idea de que fuera todo el fin de semana. Si alguna de las parejas no encajaba bien sería demasiado tiempo. Pero por otra parte, si se trataba de instruirlos, un rato un solo día se quedaría muy corto.

Llegó el viernes y salí de casa con una maleta pequeña, pero llena de lencería y juguetes. Llegué a casa de Beatriz y la llamé por teléfono para decirle que ya había llegado, ella me dijo que también había llegado. Fui al dormitorio principal para dejar las cosas y cambiarme. Para el primer momento había escogido un bodi negro casi transparente con una infinidad de lacitos, unas medias negras sin liguero y unos zapatos de mucho tacón, también negros. Me vestí mirándome a un espejo de pie y empecé a ponerme caliente imaginando lo que iba a pasar. Luego cambié el espejo de sitio para que se reflejara bien la cama y me fui a la cocina. Abrí una botella de vino blanco de la nevera y esperé la llegada de Javier tomando una copa con la televisión puesta para que creyera que Beatriz estaba en la cocina. Me llamó Carlos al móvil.

-                     Hola, ¿qué pasa? –Le dije-.

-                     Estoy muy liado con una cosa y voy a llegar más tarde.

-                     De eso nada, ya estás dejando lo que estés haciendo y te vienes, qué estoy haciendo arroz y va a estar a punto a la hora de siempre, luego, si no hay más remedio, te vuelves al trabajo.

-                     De acuerdo, ya voy.

¡Qué hombre más tonto, pues no el día que escoge para terminar lo que sea! Pensé. La sorpresa que le iba a dar a Javier me tenía caliente y notaba cómo la humedad de mi chocho iba pasando al bodi. Escuché la llave en la puerta y a Javier decir:

-                     Hola cariño. ¿Qué tal has pasado la mañana?

No le contesté y el insistió.

-                     ¿Cariño, dónde estás?

Por fin apareció por la puerta de la cocina y nos vimos. Se quedó paralizado, cuando salió de su asombro, preguntó:

-                     ¿Y Beatriz?

-                     Espero que con Carlos.

Me miró de arriba abajo, se acercó a mí, me abrazó y me besó en la boca como yo le había indicado hacía una semana.

-                     Me la habéis jugado entre los tres.

-                     No, entre las dos, a Carlos le hemos hecho lo mismo. ¿No te gusta?

Volvió a besarme y se apretó más contra mí. Sentí en mi vientre una polla de muy buen tamaño y dura como un palo. Le puse la mano en la entrepierna y la moví por encima del pantalón.

-                     ¿Llegas así a casa todos los días? –Le pregunté-.

-                     Todos no, pero algunos sí.

El puso las manos en mi culo y me apretó demasiado.

-                     Tranquilo, porque aprietes más no transmites más deseo.

-                     Perdona.

-                     No tengo nada que perdonar, me gusta que me soben el culo pero con suavidad.

Le bajé la cremallera del pantalón y metí la mano. Fue tocarle la polla por encima del calzoncillo y se corrió como una fiera.

-                     ¡Qué vergüenza, por favor perdóname¡ -Me dijo como si fuera un crío al que han cogido en algo que no debía hacer-.

-                     Estoy segura de que te vas a correr más veces este fin de semana y no me pidas más perdón. Anda vamos a lavarte y a cambiarte de ropa.

Lo cogí de la mano y fuimos hacia el dormitorio. Allí le quité el pantalón, seguía empalmado bajo un espantoso slip blanco, luego le quité la camisa, tenía un torso fuerte y hermoso. Por último, le quité el espantoso slip. Tenía una polla grande y bonita y unos buenos huevos, pero todo en medio de una pelambrera que casi no dejaba verlos. Lo besé cuando estuvo desnudo.

-                     Dos cosas Javier, no vuelvas a usar este tipo de slip, es lo menos erótico que existe, y de este fin de semana no pasa que te deje sin un solo pelo, que luzca lo que tienes ahí abajo que está muy bien.

-                     De acuerdo Antonia.

-                     Anda métete en la ducha, que te voy a dejar presentable.

Se metió en la ducha, yo me quité los tacones y entré también en la ducha, cogí el rociador, abrí el grifo y lo apunté a su vientre y su polla.

-                     Pásame el gel –le dije-.

Le puse gel por todo el pubis y empecé a frotarlo. Con una mano cogí su polla y con la otra sus huevos, se los enjaboné masturbándolo lentamente. Él se acercó a besarme.

-                     Antonia esto es un sueño para mí. Eres la segunda mujer con la que estoy y la primera con la que me ducho.

-                     ¿Beatriz y tú no os divertís en la ducha?

-                     Beatriz es muy pudorosa y dice que no le gusta que estemos los dos desnudos en el baño.

Pensé que Carlos iba a tener mucho trabajo con Beatriz.

-                     Antonia si sigues me voy a correr otra vez.

-                     Pero si te acabas de correr, no me digas que no aguantas un poco más.

-                     Es que estoy muy excitado con todo esto.

Le solté la polla y le aclaré el jabón con el rociador, no quería que se volviera a correr tan pronto.

-                     Sécate y vamos a tomarnos un vino –le dije-. Quédate desnudo, vamos a estar los dos solos –le indiqué más tarde cuando iba a empezar a vestirse-.

-                     Me da vergüenza que me vean desnudo.

-                     Pues ve perdiéndola, porque vamos a pasar mucho tiempo desnudos este fin de semana.

Fuimos a la cocina, él desnudo y empalmado y yo con el bodi, las medias y los tacones, que había vuelto a ponerme.

-                     ¿Me sirves un vino? –Le pedí-.

-                     Claro. Me resulta increíble que estemos así los dos aquí en la cocina.

-                     ¿No estáis vosotros desnudos por la casa?

-                     No, en todo caso en el dormitorio algunas veces.

-                     Pues hacedlo ahora, que cuando tengáis hijos se os acabará esa libertad.

Javier se acercó y me besó en la boca, le devolví el beso y él me abrazó pegando su polla a mi vientre.

-                     ¿Estás ya más calmado? –Le pregunté-.

-                     No mucho, la verdad.

-                     Habrá que comer algo, que la tarde va a ser muy larga.

Había quedado con Beatriz en que cada una dejaría algo de comer y de cenar preparado, para evitar tener que cocinar. Abrí el frigorífico y busqué en su interior, al hacerlo le di la espalda a Javier y me agaché para mirar dentro, inmediatamente noté que Javier me había colocado la polla en mi culo, se apretaba contra mí y comenzaba a sobarme las tetas.

-                     Antonia eres preciosa y estás buenísima.

-                     Gracias, tu tampoco estás nada mal.

Él seguía apretando su polla contra mi culo.

-                     ¿Te has comido un culo alguna vez? –Le pregunté-.

-                     No.

-                     Pues ya va siendo hora -me di la vuelta y me apoyé de frente en la encimera-. Ponte en cuclillas y suéltame los gafetes del body.

Javier se puso en cuclillas y me preguntó:

-                     ¿Qué es lo que tengo que soltar?

-                     Javier no me puedo creer que no sepas lo que son los gafetes de un body. Toca en mi entrepierna y notarás que hay unos enganches.

Llevó sus manos a mi entrepierna, que estaba ya muy mojada, y trasteó con bastante torpeza.

-                     ¿Son estos tres enganches?

-                     Claro, ¿que esperabas encontrar un cerrojo con un candado?

-                     ¿Cómo los quito?

-                     Haz que se salgan los ganchos girándolos o apretándolos. –Por fin logró quitar uno de ellos-. Sigue, igual con los otros dos.

Cuando hubo soltado los tres me dijo:

-                     Tienes un culo de ensueño.

-                     Ahora sepárame suavemente los cachetes con las manos y aplica tu lengua en mi ojete. ¡Aaaahhhh! Así.

Estaba empezando a sentirme en la gloria con el trabajo de la lengua de Javier, cuando por la ventana observé que una mujer, detrás de una cortina, nos miraba desde la ventana de enfrente.

-                     Javier para, hay una mujer mirando desde la ventana de enfrente.

-                     Será Luisa, nuestra vecina.

-                     Pues es bastante mirona –le dije poniéndome yo también en cuclillas para ocultarme de la vecina-.

-                     También es mala suerte que nos haya pillado.

-                     ¿Tendréis problemas?

-                     Es bastante amiga de Beatriz, creerá que la estoy engañando con otra mujer. No creo que vaya a decírselo, pero a mí me echará la cruz.

Me incorporé un poco y corrí las cortinas, no sabía si la vecina seguiría mirando o no. Después me levanté del todo y le dije a Javier:

-                     Sigue por dónde ibas, que ibas muy bien.

Volvió a separarme los cachetes y aplicar su lengua.

-                     Me encanta esto de comerte el culo, me estoy poniendo muy caliente.

-                     Yo también, de eso se trata. ¿No te pide Beatriz que se lo hagas?

-                     No, ni yo hasta ahora se lo he propuesto nunca.

-                     Ahora lleva una de tus manos a mi clítoris y acaríciamelo con suavidad. –Javier llevó su mano derecha a mi chocho y empezó a acariciármelo-. Más arriba Javier, al clítoris. ¡Ahí, ahí!

-                     Antonia no sé si voy a poder aguantar, estoy muy excitado.

-                     Claro que vas a aguantar, al menos hasta que yo me corra, me falta muy poco.

-                     Beatriz no se corre nunca conmigo.

-                     Porque tú no le haces lo que ahora me estás haciendo a mí. Sigue Javier, sigue, sigue, ¡aaaagggg, ahora, ahora, sigue, sigue!

Después de correrme me puse de rodillas y le dije a Javier:

-                     Incorpórate.

Le cogí la polla, fue tocársela y se corrió el también.

-                     Así Javier, deja que primero se corra la mujer y después te corres tú, al menos hasta que no aprendas a correrte y continuar dando placer.

-                     Tienes razón Antonia, me queda mucho por aprender.

Se sentó a mi lado en el suelo y se quedó callado y pensativo.

-                     ¿Qué te pasa? –Le pregunté-.

-                     Estoy un poco preocupado con lo de la vecina. No sé que habrá pensado.

-                     Háblame un poco de ella.

-                     Tiene más o menos tu edad, soltera y sin que se le conozca pareja o amante. Para aliviar la soledad durante el curso aloja a Paula, una universitaria de poco más de veinte años. No es muy chismosa, pero me preocupa que piense que estoy engañando a Beatriz.

-                     Bueno ya pensaremos algo con ella. Ve a asearte y vamos a comer algo que ya tengo hambre.

Me quité el body y me quedé con las medias y los tacones. Con precaución miré a través de las cortinas y allí seguía la vecina sin quitar ojo. Javier volvió cuando ya había puesto algunas cosas para picar en la mesa de la cocina.

-                     ¡Joder Antonia, estás cada vez más atractiva! –Me dijo al entrar en la cocina-.

-                     Gracias de nuevo.

-                     Si Beatriz disfruta tanto con Carlos como yo contigo, no va a querer volver a casa.

-                     Ya verás como si vuelve y lo que hace falta es que encuentre a un marido que ha cambiado. Por cierto, la vecina seguía mirando y creo que lo mejor es dejarla que vea lo que pasa, total ya nos ha visto.

Me acerqué a la ventana y descorrí las cortinas. La sorprendí ocultándose de mi vista.

-                     ¿Hay más ventanas enfrentadas?

-                     Sí la de los baños –me contestó Javier-.

-                     Pues luego vamos a continuar con el espectáculo.

-                     ¿Qué pretendes?

-                     Ponerla tan cachonda que venga para recibir lo suyo.

-                     Difícil, es muy religiosa.

-                     No seas pánfilo, ¿qué tendrá eso que ver?

Mientras picábamos algo pensé en cómo le iría a Carlos con Beatriz. Fue telepático porque en ese momento me llamó por teléfono.

-                     Hola Carlos. –Le dije ya fuera de la cocina-.

-                     Eres una lagarta.

-                     ¿No te ha gustado la sorpresa cuando has llegado a casa?

-                     Desde luego que tienes una mente retorcida.

-                     Bueno, ¿cómo vais?

-                     Muy bien, pero esta mujer no ha escrito el relato que me pasaste.

-                     ¿Y a ti eso que más te da? ¿Cómo está Beatriz?

-                     Muy buena, muy caliente y muy verde.

-                     Estupendo para ti por las dos primeras cosas y que arregles la tercera es cuenta tuya.

-                     ¿Y a ti cómo te va con Javier?

-                     Podría decir lo mismo que has dicho tú sobre Beatriz. Pero voy arreglándolo.

-                     ¿Nos vemos mañana los cuatro para comer?

-                     Por mí sí, se lo comentaré a Javier a ver que opina y te llamo mañana.

-                     De acuerdo, adiós hasta mañana.

Regresé a la cocina. Cuando terminamos la botella de vino le pregunté a Javier:

-                     ¿Tienes cuchillas de afeitar?

-                     Sí claro, en el baño. ¿Por qué?

-                     Ahora lo sabrás, vamos al lío.

-                     ¿A qué lío?

-                     A poner cachonda a la vecina.

Fuimos hacia el baño y encendí la luz, poco después la vecina asomaba la cabeza por la ventana de su baño. Busqué la mejor posición para que viera cómo afeitaba los bajos de Javier. Me senté en una banqueta y puse a Javier de pie frente a mí, la vecina podía vernos a los dos de perfil. Fue empezar a ponerle la espuma y ya estaba completamente empalmado.

-                     Ten mucho cuidado por favor. –Me dijo Javier con bastante miedo-.

-                     No te preocupes que se lo he hecho a Carlos muchas veces. Por cierto, ¿cómo lleva el chocho Beatriz?

-                     Con más pelos todavía que yo.

-                     Entonces Carlos se va a divertir bastante dejándola sin un pelo.

-                     ¿Qué hace Luisa?

-                     No pierde detalle y yo creo que se está tocando.

-                     ¿Cómo se te ocurren estas cosas?

-                     Porque conozco al género femenino y sé que no estaría mirando si no fuera porque le gusta y la pone.

Había terminado con los pelos entre el pubis y la polla y empecé con los de los huevos.

-                     Antonia me estoy poniendo muy caliente con la tontería esta y no respondo de mí.

-                     No te corras ahora que necesito que estés empalmado para afeitarte los huevos. ¿No te apetecería afeitarle el chocho a Beatriz y luego comérselo?

-                     No lo he pensado nunca, pero ahora que lo dices creo que sí. ¿Puedo tocarte las tetas?

-                     Si tienes que preguntarlo es que todavía no has aprendido nada.

Javier llevó sus manos a mis tetas y me las apretó.

-                     Más suave Javier, que no me estás ordeñando.

-                     Perdona.

-                     Ya te he dicho que no me pidas más perdón.

-                     Lo siento.

-                     ¿Tú no escuchas? Ya casi he terminado con los huevos, ahora voy a dejarte muy corto el resto del vello púbico.

-                     Tienes unas tetas preciosas, grandes y bastante duras.

-                     Duras las debe tener todavía Beatriz.

-                     Sí, las tiene como piedras.

Seguí con el corte del vello hasta que se lo dejé muy corto. Ahora se le veía una polla mucho más grande, realmente tentadora.

-                     Mírate al espejo y verás el cambio. –Le dije-.

-                     ¡Que barbaridad, tenías razón, ahora parece mucho más grande!

-                     Cuando la vea Beatriz no va a poder resistirse a comértela. Vamos a la ducha a lavarte.

Me quité los zapatos y las medias muy lentamente para excitarlo todavía más. La vecina seguía mirando tratando de ocultarse detrás de la cortina.

-                     Si tanto te gusta, ¿por qué no te vienes con nosotros? –Le dije, ella se escondió, pero debía estar tan caliente que al momento volvió a asomarse-.

-                     No está bien lo que estáis haciendo engañando a Beatriz. –Me contestó-.

-                     No estamos engañando a nadie, ella sabe que estoy aquí y lo que estamos haciendo. ¿No te apetece sumarte a nosotros y pasar una buena tarde?

Javier se había quedado lívido con que hubiese interpelado a la vecina.

-                     No creo que Beatriz sepa lo que estáis haciendo y esté tan tranquila.

-                     Beatriz está follando con mi marido y mira que tranquila estoy yo.

La cara de la vecina era cada vez más de asombro.

-                     Bueno allá tú, yo tengo que terminar con el arreglo de Javier. –Le dije y me fui hacia la ducha-.

-                     Ves cómo no ha picado, ya te dije que es muy religiosa –me dijo Javier cuando entré en el plato de ducha-.

-                     Tiempo al tiempo.

Cogí el rociador y gel y le fui quitando los restos de los pelos.

-                     Antonia estoy muy excitado.

-                     ¿Y cuando no lo estás? –Le contesté comenzando a hacerle una paja-. ¿Quieres que te la chupe?

-                     Sí, por favor, lo estoy deseando, nunca me lo han hecho.

Me puse en cuclillas y empecé a lamerle el capullo.

-                     Antonia esto es todavía mejor de lo que creía.

En ese momento escuchamos que estaban llamando al timbre.

-                     Tu vecina –le dije a Javier sin dejar de lamerle el capullo-.

-                     No creo.

-                     Ve a abrir y te convencerás –le dije poniéndome de pie-.

-                     ¿Y qué hago si es ella?

-                     Déjala hacer a ella.

Javier salió de la ducha, se lió una toalla a la cintura y fue a abrir la puerta. Yo me sequé un poco y desnuda seguí a Javier. Él miró por la mirilla y en voz muy baja me dijo:

-                     Es ella, Luisa.

-                     Pues quítate la toalla y ábrele ¿o quieres que lo haga yo?

-                     Abre tú, yo estoy muy nervioso.

Me acerqué a la puerta y Javier se puso detrás de mí. Abrí la puerta, pensé que le estaba echando una cara al tema de cuidado, pero me apetecía mucho ver cómo salía el asunto.

-                     Pasa Luisa, yo soy Antonia. –Noté que estaba dudosa de entrar y más al verme a mí desnuda, pero la tentación debía ser muy grande y finalmente entró cerrando la puerta-.

-                     ¿Pero que está pasando aquí? –Preguntó-.

-                     Nada oculto, un intercambio entre parejas adultas –le contesté-.

Luisa era una mujer guapa, en efecto debía tener más o menos mi edad, iba en ropa de estar por casa, un tanto ajustada, que dejaba admirar una bonita figura, miraba alternativamente al bulto que tenía Javier debajo de la toalla y a mí.

-                     Eso no es de personas decentes ni cristianas.

-                     Es posible que no sea cristiano, pero Beatriz o yo somos, al menos, tan decente como tú, lo que pasa que menos reprimidas. –Le contesté-.

-                     Tampoco es decente ir desnudos por en medio de la casa.

-                     Luisa, según tú, este cuerpo me lo ha dado Dios. ¿Por qué tengo que ocultarlo con ropas que son producto de los hombres?

-                     No me confundas. Yo no tenía que estar aquí, no sé porque he venido.

Estaba evidentemente muy nerviosa y se restregaba las manos sin parar.

-                     Luisa, has venido porque nos has observado mientras disfrutábamos de nuestros cuerpos y de un buen rato de sexo y te ha apetecido disfrutar tú también. ¿Por qué no pasas y nos conocemos mejor? Javier prepáranos una copa, por favor.

Javier fue hacia la cocina y yo cogí de la mano a Luisa para que me siguiera al salón. Aceptó sentarme a mi lado.

-                     ¿Qué le estabas haciendo a Javier en el baño? –Me preguntó casi sin voz-.

-                     Depilándole la polla y los huevos, para que luzcan más atractivos y den mayor placer al practicar sexo oral. ¿No has estado nunca con un hombre que los lleve depilados?

-                     Tú también vas depilada, por lo que he visto. –Dijo Luisa rehuyendo contestar a mi pregunta-.

-                     Normalmente sí, me lo hace mi marido. ¿Te gusta? –Le dije poniéndome de pie-.

-                     No sé, es diferente.

-                     ¿También crees que hay algo de malo en ir depilada?

-                     Si no se hace por vicio, creo que no.

Llegó Javier con las copas, seguía con la toalla reliada a la cintura, su torso lucía como para comérselo y todavía mostraba un buen bulto en la entrepierna, que de inmediato centró las miradas de Luisa.

-                     ¿Crees que tener sexo con un hombre como Javier es vicio? –Le pregunté a Luisa-.

-                     Javier es un hombre casado.

-                     Y si a su mujer no le importa que él lo haga con otras mujeres.

-                     Da igual, sigue siendo un hombre casado.

-                     Piensa lo que quieras, pero creo que te pierdes muchas cosas. –Le dije y me volví para besar a Javier en la boca-.

-                     No sé que pensar, creo que he perdido la mayor parte de mi vida y no sé si he hecho bien o mal. –Dijo Luisa con una punta de lágrimas en los ojos-.

-                     Luisa yo he tenido que luchar parte importante de mi vida, para deshacerme de los prejuicios que me inculcaron de adolescente. Te aseguro que no hay nada de malo en practicar sexo entre adultos libre y consentidamente, sin engañar a nadie.

Javier se acercó a Luisa, le tendió la mano para que se levantara y, una vez lo hubo hecho, la besó suavemente en la boca pegándole el bulto de la entrepierna a su vientre.

-                     ¿Habéis hecho alguna vez un trío? –Les pregunté-.

-                     Nunca –me contestaron los dos a dúo-.

-                     ¿Y os apetece hacerlo por primera vez?

-                     A mí mucho –contestó Javier-.

-                     No puedo negar que yo también lo desee. Nunca he estado con otra mujer y me da miedo lo que pueda pasar después.

Me acerqué a los dos y besé en la boca a Luisa. No me rechazó, pero tampoco colaboró. Luego besé en la boca a Javier, que respondió abriendo sus labios y pasando su lengua a mi boca. Solté la toalla de Javier, que cayó al suelo dejando ver su polla completamente empalmada.

-                     Sí que está mucho más atractiva –dijo Luisa mirándola golosamente-.

-                     Desnúdate –le pidió Javier-.

-                     Me da vergüenza –contestó Luisa-.

-                     ¿Te avergüenzas de tu cuerpo? –Le pregunté-.

-                     No lo sé. Me gustaría estar desnuda como vosotros, pero no creo que me sienta cómoda.

-                     Si no lo haces no lo sabrás. –Le dije-.

-                     Tienes razón, pero déjame que me desnude en otra habitación.

-                     Como quieras.

Luisa salió del salón para dirigirse al dormitorio. Volví a besar a Javier y a sobar su fabuloso culo.

-                     Qué suerte vas a tener, además del intercambio, tu primer trío. -Le dije-.

-                     Me resulta increíble, estoy muy nervioso con todo esto.

-                     Tranquilízate, disfruta y haznos disfrutar a nosotras. Sólo se trata de eso.

Seguimos besándonos hasta que pasó un rato demasiado largo como para que Luisa se desnudara y se uniera a nosotros.

-                     Voy a buscar a Luisa, está tardando demasiado. –Le dije a Javier-.

-                     ¿Me vas a dejar solo y así como estoy?

-                     Te viene bien serenarte.

Fui hacia el dormitorio, la puerta estaba entreabierta y Luisa desnuda sentada en la cama.

-                     ¿Necesitas algo Luisa? –Le pregunté desde fuera-.

-                     Pasa Antonia, por favor.

-                     ¿Cómo estás?

-                     Nerviosa. Tengo que confesarte algo.

-                     Dime de qué se trata.

-                     Antes de venir he estado hablando con Beatriz. Ella me confirmó que estabais haciendo un intercambio y me dijo que me sumara a vosotros si me apetecía. Beatriz conoce mis problemas con la falta de sexo y me dijo que aprovechara la ocasión.

-                     Pues entonces todo arreglado, ella está conforme con que estés aquí con su marido y conmigo.

-                     También he mirado sin querer tu ropa interior. Es preciosa, yo no tengo ropa así porque no tengo a nadie que me vea con ella.

-                     Será porque no quieres, eres una mujer todavía joven y atractiva. Ponte de pie que te vea desnuda.

Luisa se puso de pie, tenía una bonita figura, tetas medianas tirando a grandes, un poco de barriga lógica de la edad y un bonito culo que parecía bastante duro. Sin embrago, la mata de pelo de su chocho demostraba que lo tenía totalmente descuidada, subiendo hacía el ombligo y extendiéndose por sus ingles.

-                     Eres guapa y tienes un tipo muy bonito, pero la mata de pelo que llevas es horrorosa.

-                     Llevo casi un año sin cuidármela, total sólo la veo yo.

-                     Aunque así sea, una mujer tiene que cuidarse para ella misma.

Javier apareció en la puerta.

-                     Le estaba diciendo a Luisa que debería cuidarse más. Es una mujer preciosa y es una lastima que se abandone.

-                     Tienes razón, ¿crees que podrías hacer conmigo? –Preguntó Luisa-.

-                     Claro, pero no voy a ser yo, va a ser Javier que tiene que aprender a mimar a Beatriz.

-                     No creo que pueda estoy demasiado excitado –dijo Javier-.

-                     Claro que podrás. Luisa métete en la bañera y tú Javier ponte frente a ella.

Cuando ya estaban como les había dicho cogí de mi neceser unas tijeras y un peine y se los di a Javier.

-                     Ve pasando el peine y recortando el vello.

-                     Me da mucha vergüenza estar así –dijo Luisa-.

-                     Imagínate que estás delante de una enfermera.

Javier con las manos temblorosas empezó a hacer lo que le había dicho. Tenía la polla a reventar, descapullada, roja y brillante del líquido preseminal que estaba segregando. Poco a poco fue aclarando el monte de Venus, la raja y las ingles de Luisa. Note que a Luisa se le cambió la cara.

-                     ¿Te pasa algo Luisa? –Le pregunté-.

-                     Sí, estoy tan caliente que me voy a correr y soy muy escandalosa cuando lo hago.

Efectivamente era escandalosa, lo de menos fueron los gritos que dio, al correrse empezó a soltar chorros de jugos por su chocho, que cayeron sobre las piernas y la polla de Javier, que se corrió también a grandes chorros sobre el vientre de Luisa. Yo había visto porno en el que algunas mujeres se corrían así, pero nunca lo había visto directamente. Luisa quedó como desmayada.

-                     Te habrás quedado agustito –le dije-.

-                     Mucho, lo necesitaba –me contestó ella-.

Les dejé a los dos un tiempo y luego le di a Javier la espuma y las cuchillas de afeitar. La verdad es que yo estaba también caliente a reventar y mirando como Javier iba afeitando a Luisa, empecé a acariciarme el chocho. Luisa gemía cuando Javier le iba moviendo sus grandes labios para depilarla. Me metí en la bañera de pié y me fui poniendo en cuclillas hasta ponerle el chocho en la boca a Luisa para que me lo comiera.

-                     Nunca me he comido un chocho –dijo-.

-                     ¿No quieres?

-                     Claro que quiero, pero no sé si sabré hacerlo.

-                     No me jodas Luisa, hazlo como quisieras que te lo hicieran a ti.

No aguanté nada y me corrí en la boca de Luisa, que entre el manoseo de Javier en su chocho y la corrida que me pegué en su boca, volvió a correrse como la primera vez.

-                     Esto ya está, Luisa se te ha quedado el chocho de la Nancy. –Dijo Javier-.

-                     Vamos a la ducha, porque nos hemos puesto perdidos. –Dije ayudando a salir de la bañera a ellos dos-.

-                     ¡Joder que barbaridad necesito un descanso! –Exclamó Javier extenuado-.

Durante la ducha Luisa no dejaba de mirarse su chocho depilado.

-                     ¿Te gusta tu nueva imagen íntima? –Le preguntó Javier-.

-                     Me encanta, cuando vuelva a salirme el vello vendré a buscarte para que vuelvas a depilarme.

Tras la ducha Javier se echó en la cama para descansar un rato y Luisa y yo nos fuimos al salón.

-                     Nunca había estado desnuda con otra mujer pasando la tarde y estoy encantada. –Dijo Luisa-.

-                     Sí, es muy placentero estar así en libertad, sin inhibiciones. ¿Por qué estás sin pareja?

-                     Por tonta. Mi educación fue muy religiosa, mi madre era muy estricta con todo. Primero no me dejaba salir con chicos, luego juzgaba con dureza a todos los hombres con los que salía, poniéndome en su contra. Después me tocó a mí, todos los hombres me parecían poca cosa y finalmente me resultó cómodo estar sola, hasta hace unos años que empezó a pesarme mucho no tener un hombre con el que compartir mi vida.

-                     Hay muchos hombres ahí fuera que estarían encantados en compartir su vida contigo.

-                     Pues no lo parece. Una curiosidad Antonia, ¿a ti no te importa que tu marido esté con otras mujeres?

-                     No mientras yo lo sepa. Yo creo en la pareja, pero no en la monogamia y a mi marido le pasa igual. Nos gusta divertirnos y mientras no nos engañemos no tenemos problemas. Debe ser muy difícil vivir sin sexo.

-                     Sí, pero crees que te vas acostumbrando hasta que algo te demuestra que no es así. Veros a ti y a Javier esta tarde ha sido el detonante que me ha devuelto las ganas de disfrutar de mi sexualidad.

Se había hecho de noche fui a buscar a Javier. Seguía durmiendo y decidí dejarlo descansar. Luisa y yo cenamos algo.

-                     Debo volver a casa –me dijo cuando terminamos de picar algo-.

-                     No, quédate a dormir aquí con nosotros.

-                     De acuerdo, no me apetece quedarme sola después de una tarde tan estupenda con vosotros.

Nos acostamos con Javier y me quedé dormida enseguida. Me despertaron ruidos en la habitación. Abrí los ojos, ya era de día, y pude ver como Javier se estaba follando a Luisa en plan perrito a los pies de la cama.

-                     Os habéis levantado con ganas de juerga. –Les dije-.

-                     ¿Y tú no? –Me dijo Luisa-.

-                     Yo siempre tengo ganas de juerga –le contesté echando a un lado la sábana y poniéndome delante de Luisa para que me comiera el chocho-. Cuando termines con Luisa quiero que sigas conmigo. –Le dije a Javier-.

-                     Será un placer.

Cerré los ojos y dejé que mi cuerpo disfrutara con la lengua de Luisa.

-                     Javier me voy a correr, sigue follándome –oí decir a Luisa y al poco dejé de sentir su lengua en mi clítoris-.

Se tumbó en la cama, Javier se subió en ella entre mis piernas, se las puso sobre los hombros y empezó a pasarme la polla por el clítoris. Lo miré y descubrí en él otro hombre distinto al de la tarde anterior. Después puso su polla a la entrada de mi chocho y lentamente me la fue metiendo mientras me acariciaba el clítoris con sus dedos.

-                     Antonia no voy a tardar en correrme.

-                     Córrete cuando quieras, yo tampoco voy a tardar.

Luisa se incorporó y de rodillas a mi lado comenzó a comerme las tetas.

-                     Me gustan tus tetas –me dijo-.

-                     Y a mí, de todas formas no tengo otras. ¡Sigue Javier, sigue, que me voy a morir del gusto!

-                     ¡Me corro Antonia, me corro!

-                     Lo noto en mi interior. ¡Aaaaagggg, yo también me corro!

Nos quedamos los tres descansando en la cama.

-                     Hacía años que no tenía un despertar tan placentero –dijo Luisa-.

Me acordé que Carlos había propuesto que comiéramos juntos.

-                     Carlos me propuso ayer que comiéramos hoy juntos, ¿os apetece?

-                     A mí sí, siempre que vayamos los tres –contestó Javier-.

-                     Yo no pinto nada en esa comida –dijo Luisa-.

-                     De eso nada, tú te vienes con nosotros y así conoces a Carlos.

Desayunamos, nos duchamos, Luisa fue a su casa a vestirse y volvió deslumbrante con un pantalón ajustadísimo rojo y una camisa bastante descotada y una chaqueta blanca. Salimos y fuimos andando al restaurante donde habíamos quedado. Cuando llegamos ya estaban en la barra Beatriz y Carlos. Beatriz estaba preciosa con una cara exultante. Nos dio dos besos en las mejillas a Luisa y a mí y luego besó en la boca a Javier.

-                     Luisa te presento a Carlos –le dije-.

-                     Encantado –le dijo Carlos a Luisa mirándola con la cara que sé que pone cuando una mujer le gusta-.

-                     ¿Qué tal todo? –Le pregunté en un aparte a Beatriz-.

-                     Antonia, no creía que podía correrme tantas veces en menos de un día. He aprendido mucho, pero necesitaré más clases.

-                     Deja que también Javier te enseñe algunas cosas de las que ha aprendido

-                     Eso espero.

Comimos chuletón de buey, todos necesitábamos reponer fuerza, y después de una copa Beatriz dijo:

-                     ¿Os molestaría que Javier y yo pasáramos la tarde juntos los dos solos?

-                     En absoluto –contestamos todos-.

-                     Luisa tú vente con nosotros a casa –dijo el bribón de Carlos, que iba a saco por Luisa-.

-                     Si a Antonia no le importa, por mí encantada.

No hemos tenido más aventuras este verano, pero muchos días nos hemos visto con Beatriz, con Javier y con Luisa, juntos o por separado y lo hemos pasado francamente bien.