Juegos de pareja 2018.

De nuevo, con la llegada del verano Antonia y yo empezamos a hacernos trastadas para animar nuestra vida sexual. Contiene un poco de todo (tríos, intercambios, bisexual, amor filial,...etc.). Espero que os guste, mandadme vuestros comentarios que serán bien recibidos.

De nuevo a comienzos del verano habíamos vuelto a quedarnos solos Antonia y yo, Carlos, con la marcha de nuestro hijo al extranjero a perfeccionar el inglés.

Hasta hace un par de años aprovechábamos esa soledad para follar como descosidos. Pero los más de veinticinco años que llevamos juntos, empezaron a hacer mella en nuestras relaciones sexuales. No sé exactamente cómo surgió la cosa, si fue Antonia quien lo propuso o si fui yo, la cuestión es que decidimos empezar a hacernos jugarretas de contenido sexual el uso al otro, normalmente con terceras personas, en las que la condición era terminar follando los dos, como digo, normalmente con otras personas que se prestaban a jugar. Algunas de las añagazas que nos hemos hecho entre nosotros os las contó Antonia el año pasado en estas páginas. Los que queráis leerlo, pues adelante, pero no es necesario para disfrutar de este relato ( https://todorelatos.com/relato/135261/ ).

Para los que no hayáis leído ninguno de nuestras historias, os presento. Antonia es una morena guapa de casi cincuenta años, alta, buenas tetas con grandes areolas rosadas y pezones siempre duros desde que tuvo a nuestro hijo, un poco de barriguita, que es su lucha permanente, un bonito culo, que se le está poniendo respingón de ir al gimnasio, un chochito pequeño con una matita de pelo corto y unas piernas bonitas y estilizadas. ¡Vamos un bombón de madura! Yo le llevo a Antonia unos diez años, luego estoy al borde de los sesenta, también moreno  y más o menos de la altura de Antonia, canoso ya el pelo de la cabeza y de todo el cuerpo, delgado y con un cuerpo de escombro de no haber hecho deporte en toda mi vida, tradición que no voy a romper ahora con mi edad.

El pasado año nos hicimos varias jugarretas, dos cada uno, pero aun cuando pueda parecer que empatamos, no es verdad, Antonia me ganó por mucho. Así que desde que nos quedamos solos comencé a pensar que le podría hacer para devolvérselas y que la cosa no terminara como “la guerra de los Roses”.

A los pocos días de quedarnos solos Antonia me dijo:

-              Me ha llamado mi amiga Montse para pedirme un favor. Su hijo tiene que venir unos días a Sevilla para hacer unas entrevistas de trabajo. No le apetece que vaya a una pensión o a un apartamento y me ha pedido si podemos acogerlo en casa. Serán sólo dos o tres días.

A mí no me hizo mucha ilusión la cosa, pero no podía negarme si Antonia ya le había dicho que sí y seguro que se lo habría dicho.

-              De acuerdo, lo que tu veas. -Le dije y pregunté- ¿Qué edad tiene el chaval?

-              Creo que veinte o veintiuno, se llama Víctor y llegará pasado mañana.

-              Bueno, entonces será cuestión de darle las llaves y que se busque la vida.

Ahí terminó la conversación sobre el tema. Antonia le preparó la habitación de invitados, o sea mi despacho en casa, y el miércoles por la tarde-noche dijo que iba a recogerlo a la estación de ferrocarril. Me preguntó si quería acompañarla, pero decliné la invitación.

Antonia volvió después de una hora más o menos. Como me habían desahuciado de mi despacho de casa, había ocupado la habitación del nuestro hijo con mi ordenador y allí me encontraba trabajando un rato. Antonia me llamó desde el pasillo:

-              Carlos ven un momento para conocer a Victoria.

Me extraño que dijera Victoria, pero en principio creí que habría oído mal. Me acerqué al salón y al entrar supe que no había escuchado mal. Victoria era una chica rondando los veinte años, como me había dicho Antonia, de al menos metro ochenta y cinco de altura, con un tipazo espectacular, 100-65-90, más rubia que morena, con media melena lacia y muy guapa de cara. Llevaba un vestido corto que realzaba su figura y unos tacones de diez centímetros como mínimo, o sea que me sacaba en ese momento más de veinte centímetros de altura.

-              Victoria te presento a mi marido, Carlos.

Fui a darla la mano, pero Victoria se agachó desde su inmensidad y me dio dos besos en las mejillas.

-              Vamos Victoria que te llevo a tu habitación para que puedas deshacer el equipaje y te enseño la casa. –Le dijo Antonia. Victoria cogió el trolley que llevaba y salió detrás de ella-.

Me fui a la cocina a echarme un whisky y dar por terminada la jornada de trabajo. ¿Cómo podía haber oído tan mal a Antonia y haber entendido Víctor en lugar de Victoria? Desde luego la tal Victoria estaba como un tranvía, una auténtica modelo de pasarela, pero con más tetas. Entró Antonia sola en la cocina.

-              ¿Te puedes creer que el otro día cuando me hablaste de que iba a venir había entendido Víctor?  -Le dije a Antonia-.

-              Y entendiste bien. Montse no me había contado nada, pero al parecer el antiguo Víctor ahora es Victoria.

-              ¿Qué? –Pregunté perplejo-.

-              Sí, que él se siente mujer y ha decidido convertirse físicamente en mujer.

-              Bueno, pues muy bien, por mí como si se quiere convertir en la Mujer Maravilla. –Le dije a Antonia cerrando el tema-.

Había sido la primera vez que me había sentido atraído por un transexual o al menos era la primera vez que me había enterado de que lo era. Seguí dándole vueltas a la cabeza, joder estaba buenísima y era una preciosidad de jovencita y, cómo no, mi cabeza se fue a su entrepierna preguntándome que tendría allí. En esos pensamientos estaba, cuando entró Victoria en la cocina. Se había quitado el vestido y se había puesto una bata de casa muy corta y descotada que evidenciaba que también se había quitado el sujetador, si es que antes lo llevaba.

-              ¿Os importa que me haya puesto más cómoda para cenar? No conozco vuestras costumbres y no sé si sois muy formales.

-              Has hecho muy bien Victoria. Nosotros no somos nada formales y también nos gusta ir cómodos por casa. –Le contestó Antonia-.

-              Qué bien que hayáis podido acogerme en vuestra casa, aunque no os conocía, mi madre me ha hablado mucho de vosotros. La verdad es que no me apetecía nada irme a una pensión, que hay gente muy rara por el mundo y cómo yo soy un poco vistosa, pues tengo que ir con mucho cuidado.

¡Joder con un poco vistosa con esa altura, esa cara y esa figura! El tono de voz que tenía era muy neutro, tanto podía ser de mujer como de hombre. Antonia le contestó de nuevo:

-              Nosotros estamos encantados Victoria. Te puedes quedar los días que quieras.

-              Muchas gracias –dijo y le dio dos besos a Antonia en las mejillas. - Decidme dónde están las cosas y voy poniendo la mesa.

-              Carlos indícale tú, mientras yo termino con la cena.

Le fui dando las cosas de la mesa y diciéndole dónde estaban las del desayuno para el día siguiente. Cuando se agachaba para coger algo se le abría un poco la bata y me permitía ver un poco más de su espléndido par de tetas. En casa tenemos la costumbre de comer y cenar en la mesa baja de centro del salón y sentarnos en los sofás. Salí con Victoria para indicarle como solíamos poner la mesa. Cuando se agachó a extender el mantel se le levantó la bata y dejó a la vista un culo moreno y espectacular y el hilo blanco del tanga que llevaba. ¡Qué barbaridad! ¿Pero cómo iba a ser aquel culo de un tío? Casi me pilla embobado mirándolo cuando se volvió para coger los cubiertos y las servilletas.

Cuando terminamos de cenar me fui a la cama y las dejé a las dos hablando. No podía coger el sueño, Víctor o Victoria me tenía desasosegado. Como mujer era una auténtica preciosidad y el contenido de su entrepierna me producía un morbo especial. Llegó Antonia para acostarse. Después de asearse se metió en la cama, desnuda como siempre.

-              ¿Qué te ha parecido nuestra invitada? –Me preguntó-.

-              Si quieres que te diga la verdad, impactante. Sea un chico o una chica es una preciosidad de mujer. A mí me tiene sugestionado.

Me acerqué a Antonia, a ver si le apetecía que echáramos un ratito bueno, pero se excusó diciendo que estaba muy cansada y además le daba vergüenza que Victoria pudiera oírnos. Apagamos las luces e intentamos dormir. Cuando por fin cogí el sueño, me pasé toda la noche soñando con Victoria de manera deslavazada, realmente me había dejado impresionado.

A la mañana siguiente me levanté temprano, me aseé en el baño que tenemos en la habitación, me tomé un café y me fui a trabajar. Antonia se quedó durmiendo, iba a acompañar a Victoria a las entrevistas de trabajo que tenía.

Me llamó Antonia a mediodía. Ya habían terminado las entrevistas e iban a ir a un restaurante de carne próximo a casa, me invitó a que las acompañara. Sabía lo que significaba la invitación, que me invitaba para que invitase yo, pero tenía tiempo y me apetecía comer con ellas.

Cuando llegué al restaurante estaban las dos en la barra. Victoria sobresalía más de veinte centímetros de los hombres o mujeres a su alrededor, llevaba un traje de chaqueta rojo con la falda corta y unos tacones de aguja, que tenían revolucionado a todo el personal masculino y parte importante del femenino. Me saludó nuevamente con dos besos en las mejillas, teniendo que agacharse ostensiblemente. Cuando fuimos a sentarnos en la mesa se excusó diciendo que tenía que ir al servicio. Todas las miradas del restaurante la siguieron y entró, lógicamente, en el aseo de señoras.

Pedimos una comida muy abundante con chuletón de buey como plato fuerte. El rato de la comida fue el único que me hizo pensar que era un tío. Comía como una lima del siete, se tragaba el chuletón doblado. Tenía que ir al gimnasio sino, con como devoraba, no podía tener esa figura. Pese a como tragaba habló por los codos durante la comida, llegando a callar a Antonia, que ya es difícil. Había estudiado secretaría de dirección y dominaba el inglés, el francés y el griego. No pude evitar para mis adentros el mal chiste con el francés y el griego. Nos contó que llevaba entregando currículums desde hacía meses y que finalmente habían empezado a contestarle y que las entrevistas de la mañana le habían ido muy bien. Se lamentó del problema que le suponía su físico para encontrar un trabajo en serio. Y así durante hora y media, tiempo en el que sólo bebió agua, mientras Antonia y yo nos bebimos una botella de Ribera del Duero.

Cada vez que la miraba pensaba que era bellísima y por mucho que la observé a ver si le descubría la nuez, no encontré el menor atisbo. También estuve observando sus manos, eran grandes, pero finas, muy delicadas y cuidadas. Su comportamiento y sus gestos eran completamente femeninos, casi más femeninos que los de Antonia. No podía ser un tío, por mucho que su madre le hubiera dicho a Antonia lo contrario.

Nos despedimos tras la comida. Victoria y Antonia se iban a la última entrevista del día y yo decidí irme para casa, en vez de volver al despacho.

No debí haberlo hecho, pero lo hice. La condición sexual de Victoria me tenía descentrado, así que a media tarde entré en su habitación a mirar su ropa o cualquier cosa que hubiera. La ropa y los complementos clásicos de una mujer, sujetadores y tangas todos muy delicados y femeninos, maquillajes, perfumes, nada que hiciera pensar que no era una mujer.

Victoria y Antonia volvieron tarde a casa, la entrevista se había prolongado más de la cuenta. Victoria volvió a ponerse cómoda con la bata y yo volví a admirar su cara y su cuerpo que me tenían subyugado. Cenamos y me fui a la cama mientras ellas se quedaron charlando. Estuve esperando a Antonia, quería hablar  con ella. Cuando llegó, espere que se aseara, pero en cuanto entró en la cama le espeté:

-              Antonia yo estoy seguro de que es una mujer, ¿tú estás segura de que es un hombre?

-              Yo no estoy segura de nada, pero porqué me iba a decir su madre lo contrario durante años.

-              Pudo pasar que la inscribieran mal, ya sabes la obsesión de algunos padres por tener hijos varones.

-              Carlos me parece a mí que quién está obsesionado eres tú. Además a ti que más te da que sea hombre o mujer o mitad y mitad.

-              Tienes razón, pero no lo puedo evitar. Durante la comida la ha observado minuciosamente y, salvo por lo que devoraba, tiene que ser una mujer.

-              Pues para ti la perra gorda y déjame dormir, que estoy cansada.

Volví a dormir mal, tenía razón Antonia con que me estaba obsesionando. A la mañana siguiente seguí mi rutina diaria y Antonia se quedó en la cama para acompañar a Victoria a las últimas entrevistas que tenía ese día. Al salir del dormitorio la puerta del cuarto de Victoria estaba entreabierta y con la luz encendida. No pude evitar mirar, Victoria estaba desnuda de espaldas a la puerta. Sus hombros, su espalda, su culo y sus piernas no podían ser más femeninos. Me quedé parado mirando, por si se daba la vuelta, pero no se la dio. Se puso un tanga y yo tuve que irme no me fueran a descubrir Antonia o ella.

A mediodía volvió a llamarme Antonia para decirme que comiera yo por mi cuenta, que ellas ya habían terminado, pero que iban a tomar cualquier cosa y se iban de compras por la tarde.

Me fui a casa, comí cualquier cosa y me eché una breve siesta. Me desperté alterado con una idea que me da vergüenza escribir aquí, pero que lo voy a hacer para ser riguroso con lo sucedido. Se me ocurrió que las bragas usadas de las mujeres tienen un olor inconfundible, si descubría alguna braga o tanga usado en su cuarto y lo olía saldría de dudas. Ya sé que es una barbaridad, pero es lo que tienen las obsesiones, que impelen a cometer barbaridades. Fui hacia su cuarto, abrí la puerta y miré por todos lados, hasta que dentro de la maleta descubrí un tanga sin doblar y con pinta de haber sido usado. Me lo llevé a la nariz, ¡olía a mujer que echaba para atrás! Fin del misterio.

Dejé las cosas como estaban y volví al salón. Me senté y ahora que estaba convencido que era una mujer me daba cierta pena, había perdido el morbo que me producía pensar que era un transexual. Víctor o Victoria me tenía abducido y ahora lamentaba haber estado registrando sus cosas para una investigación absurda. A mí me gustan las mujeres y mucho, sin quitar que alguna vez me haya salido una vena bisexual y el morbo de Víctor o Victoria me había sacado de nuevo esa vena.

Sobre las siete de la tarde volvieron Victoria y Antonia cargadas de bolsas de tiendas de ropa y calzado.

-              Perdona Carlos, pero tenía que comprarle algunas cosas a Victoria, pese a ser la hija de mi amiga Montse, nunca le había comprado nada.

-              Sin problemas. ¿Cómo te han ido las entrevistas de hoy? –Le pregunté a Victoria-.

-              Una bien y otra regular. En la segunda, el de recursos humanos era un cerdo que no ha dejado de mirarme con ojos de viejo verde.

-              Si quieres luego te enseñamos las cosas que hemos comprado, pero ahora tengo que darme una ducha, hace mucho calor en la calle. –Dijo Antonia y salió del salón-.

Victoria se sentó en uno de los sillones frente a mí. Llevaba una falda corta y sus piernas eran interminables. Yo soy bastante corto de carácter y prefiero guardar silencio cuando no sé qué decir, así que al cabo del rato de guardar silencio ambos la situación se volvió un poco tensa. Victoria rompió el silencio:

-              Carlos te noto un poco tenso o distante conmigo y me da pena, tú a mí me caes muy bien.

-              Lo siento Victoria si te doy esa impresión, pero no es así, todo lo contrario. Soy de carácter tímido y cómo eres, la verdad es que me impresionas, volviéndome más tímido todavía.

-              ¿Cómo te va a impresionar mi físico? Aunque es verdad que igual soy un poco grandota. –Contestó Victoria-.

-              No me refería a tu altura, sino a tu belleza y a tu personalidad, que me parece encantadora.

-              ¿No me estarás tirando los tejos?

-              De ninguna manera, ¿cómo puedes pensar eso? –Le contesté un poco molesto-.

-              ¿Y por qué no me los tiras? Igual los recojo.

-              Victoria que estoy casado, tengo sesenta años y tu veinte.

-              Esos no son los motivos Carlos. A ti te asusta mi sexualidad, esperabas a Víctor y te has encontrado con Victoria.

-              Es posible que fuera así cuando llegaste, pero después de conocerte te aseguro que me da igual que seas Víctor que Victoria en el carnet de identidad. Yo sólo he conocido a Victoria que es una chica maravillosa y que podría ser mi nieta.

-              Sabes que a mí me gustan los maduros como tú, será porque no he conocido a ninguno de mis abuelos.

En ese momento entró Antonia en el salón, llevaba una bata corta de estar en casa y conociéndola igual no llevaba nada debajo.

-              Dúchate tu también Victoria y ponte cómoda para tomar una copa, que te la mereces después de estos días. –Dijo Antonia-.

Victoria se levantó y mirándome como diciendo “te has salvado por la campana” salió del salón.

-              Anda Carlos, prepáranos dos ginebras con tónica, como tú sabes hacerlas, que nos merecemos un rato de relax.

Salí hacia la cocina un poco abrumado por la conversación con Victoria. Preparé las bebidas sin mucha prisa, intentando pensar en la situación, pero estaba tan confuso que no pensaba nada con claridad. Volví al salón con una bandeja con las bebidas y las botellas para reponer las bebidas más tarde. Victoria ya estaba allí con la misma bata de los días anteriores. Preciosa como siempre. Antonia y ella estaban sacando las cosas de las bolsas y poniéndolas sobre la mesa.

-              Carlos a Verónica le pasa lo mismo que a ti pero al revés. No encuentra zapatos de la talla cuarenta y seis. Podía pasarte dos números a ti y los dos tendríais el problema solucionado. –Dijo Antonia con guasa, ya que uso una treinta y ocho, talla que han de fabricar en horma de hombre, y se acercó a coger las copas de la bandeja-.

-              Gracias –dijo Victoria al coger su copa-. ¡Qué ganas tenía de terminar con las entrevistas y poder tomarme una copa tranquila.

-              Carlos mira que cosas más bonitas hemos comprado. –Me dijo Antonia-.

Me acerqué y aquello era un auténtico escaparate de sujetadores, bragas y tangas, alguna falda muy corta, shorts y camisetas. Había también unos zapatos de tacón en los que yo podría cruzar el Atlántico tumbado, ¡qué barbaridad de pie tenía esa chiquilla!

-              Victoria pruébate las cosas que no te ha dado tiempo a probártelas en la tienda. –Dijo Antonia, cogió dos juegos de sujetador y tanga y se los pasó a Victoria-.

-              Yo no tengo ganas de volver a mi habitación y como estamos en confianza me los pruebo aquí mismo y me dais vuestra opinión. –Dijo Victoria, a la misma vez que se ponía de espaldas y se quitaba la bata, quedándose completamente desnuda-.

¡Por Dios qué culo, que preciosidad! Me volví a convencer que muy pocas mujeres tenían algo así y, por supuesto, ningún hombre. Se puso primero un tanga y luego el sujetador a juego. Se dio la vuelta y estaba espectacular. No pude evitar mirar su entrepierna, pero no fui capaz de concluir nada.

-              ¿Carlos por qué me miras la entrepierna y no las tetas? –Me dijo Victoria con voz despechada-. ¿Tanto te interesa lo que haya?

-              Eso ya lo hemos hablado antes y sabes que no, pero no he podido evitarlo.

-              Carlos estás obsesionado con saber lo que tiene en la entrepierna, cómo si eso fuera lo que define a una persona. –Terció Antonia también enfadada. Se acercó a Victoria y continuó:- Ahora podrás saciar tu malsana curiosidad.

Fue a bajarle el tanga a Victoria, pero esta se resistió diciendo:

-              No Antonia, deja que sea él quien lo descubra, si tanto interés tiene.

¡Joder que pollo me estaban liando las dos! Tenía que hacer algo o me la iba a cargar, pero bien. Me acerqué a las dos, me puse frente a Victoria y poniéndome de puntillas y tirando hacia abajo de su cabeza le di un beso en la boca que ella me correspondió, quedándonos los dos trabados en un buen morreo durante un rato. Antonia nos tomó de la cintura a los dos, nos juntó y entonces noté un pedazo de nabo en erección contra mi vientre, que por poco no me llegaba al pecho y me dejaba sin respiración.

A mí a esas alturas ya me daba igual ocho que ochenta y seguimos besándonos Victoria y yo cada vez con más lengua. Le bajé los tirantes del sujetador y le eché mano a sus tetas, eran duras como piedras, no sé si de la juventud o más posiblemente de la cirugía. Dejamos de besarnos, para que Victoria pudiera desnudarme y yo quitarle el sujetador. Por unos minutos había olvidado que Antonia estaba allí delante. Me paré en seco y la miré, tenía una expresión picante en su cara.

-              No sé si está bien esto que estamos haciendo Antonia -le dije-. Victoria es la hija de tu amiga y una chiquilla ...

-              Eso en todo caso lo debería decidir yo –me interrumpió Victoria-. Soy una mujer de más de veinte años y mis relaciones sexuales las decido yo, no mi madre ni las amigas de mi madre.

-              Por mi parte no tengo problemas, siempre que pueda participar. –Dijo Antonia, poniéndose de puntillas para besar a Victoria en la boca-. Pero hay que hacer algo para arreglar lo de la altura de esta chica.

Al decir esto salió del salón, volviendo en menos de un minuto, tiempo que yo aproveché para volver a besarme con Victoria, con dos pares de zapatos de tacón. Me pasó un par de charol negro con tacones de aguja de no menos de doce centímetros y se puso ella el otro par.

-              Anda póntelos y así estaremos más o menos a la misma altura.

Antonia volvió a besar a Victoria, pero esta vez con bastante más comodidad. Yo terminé de desnudarme mientras ellas se besaban y me puse los zapatos de Antonia, por no discutir y porque había visto que nos podríamos besar bastante mejor. Tenía una erección plena.

Las dejé besarse, me puse detrás de Victoria y le bajé el tanga, quería disfrutar de su culo sin nada por en medio. Me puse en cuclillas, que con los tacones era mucho fácil, primero lo admiré, era el culo más bonito que había visto nunca, prieto, tipo pera, con la raja muy marcada y respingón, estaba moreno sin la mínima marca de tanga o bañador, luego le fui dando besos y suaves mordiscos, que me costaban trabajo de lo duro que lo tenía, y finalmente metí la cara entre las nalgas. Olía a gloria divina. Me retiré para volver a observarlo, había abierto algo las piernas, sin duda por el trabajo que le estaba haciendo, y le colgaban dos huevos de buen tamaño, sin un solo pelo.

Me levanté, Antonia estaba ya también totalmente desnuda y preciosa con los zapatos de tacón. Seguían besándose, Antonia tenía atrapado el pollón de Victoria con su vientre y se movía suavemente masturbándolo despacio. Cuando me vio reaparecer, dejó de besar a Victoria tiró de mí y se puso ahora ella en cuclillas. Estaba claro que quería chuparnos las pollas a la  misma vez. Efectivamente cogió una con cada mano las juntó y empezó a chuparnos los capullos. Victoria y yo volvimos a besarnos, tenía una boca fresca y suave. Le agarré las tetas y ella me agarró los huevos. Me había salido la vena bisexual del todo y estaba deseando chuparle la polla también. Tenía una polla grande y bonita, totalmente derecha y ni un solo pelo tampoco en el pubis. Antonia nos las seguía comiendo, cada vez más a fondo.

Como me conoce muy bien, adivinó que yo lo que de verdad quería era comérsela a Victoria. Tiró de mí hacia abajo, me volví a poner en cuclillas, y me la ofreció de su mano. Primero le pasé la lengua por el frenillo y luego por el resto del capullo, seguí bajando por el tronco hasta llegar a los huevos y volví a subir. Miré hacia arriba a Victoria, me estaba mirando con cara de viciosa. Me cogió la cara con las manos y me dijo:

-              Cómetela.

Me la metí en la boca y comencé a mover la cabeza y a pajearla con una mano, mientras que con la otra le sobaba los huevos. Victoria empezó a gemir, mientras decía:

-              ¡Qué bien lo haces, has tenido que comerte muchas pollas en tu vida!

La verdad era que no, pero yo no estaba para entrar en una discusión teniendo la boca llena. Me gustaba comérsela, cosa que en general no me gusta demasiado, pero yo no estaba con la polla de Victoria, estaba con el sexo de una chica que me había obnubilado. No sé si en ese momento me hubiera gustado más que tuviera un chochito y estar comiéndoselo también.

Antonia se había levantado hacía un tiempo y no sé lo que había estado haciendo, pero al final la escuché decir:

-              Vamos a la cama que estaremos más cómodos y podremos hacer más cosas.

Victoria me ayudó a levantarme y nos fuimos los tres de la cintura para la cama. Cuando llegamos me tiraron boca arriba, las dos se pusieron de rodillas cada una a un lado y empezaron a pajearme, a chupármela y a comérmela. Yo tenía una mano en la cabeza de cada una y si seguían así no podría resistir mucho más. Afortunadamente Antonia dijo:

-              Victoria, hagamos un 69.

Antonia se tumbó boca arriba en la cama y Victoria se puso en posición. Me puse detrás de Victoria para poder seguir admirando su imponente culo, mientras me la tocaba suavemente para rebajar el calentón que tenía. Por la posición, Victoria tenía el culo abierto. De rodillas me agaché y empecé a chuparle el ojete. Los gemidos de Victoria subieron de intensidad. Me envalentoné y comencé a meterle primero un dedo, luego dos y finalmente tres, se le distendió y decidí follármelo, quería que aquel culo fuera mío. Me incorporé, me acerqué y poco a poco fui metiéndosela hasta el fondo, entre gemidos cada vez fuertes de Victoria. Sobarle el culo era un placer sobrehumano, terso, duro y suave. De cuando en cuando le soltaba un buen cachete que Victoria me agradecía con gritos de “más fuerte, más fuerte”, pero a mí me daba pena castigar con más dureza aquella maravilla de la naturaleza. Después de un rato de bombeo, Victoria gritó “me corro, me corro”. Antonia no se sacó el nabo de Victoria de la boca, hasta que por poco se ahoga. Yo estaba a punto, pero me contuve y se la saqué a Victoria, que se tumbó sobre Antonia intentando recuperar la respiración.

-              Me parece que quedamos nosotros dos –le dije a Antonia-.

-              Eso no te lo crees ni tú –dijo Victoria-, en cuanto recupere el resuello seguimos.

¡Joder con la juventud! Si soy yo ya me puedo echar a dormir. Besé a Antonia y le limpié con la lengua las comisuras de los labios y la barbilla. Me tumbé sobre Victoria poniéndole el nabo en la raja del culo y pajeándome despacio contra él. Antonia protestó diciendo:

-              Echaros a un lado que me vais a ahogar.

Tenía razón Antonia, no por mí, sino por el tamaño de Victoria. Victoria se volteó, quedó boca arriba y yo encima de ella de rodillas con su cuerpo entre las piernas. Tenía los ojos cerrados y volví a admirar su belleza. Una cara serena y preciosa y unas tetas grandes y duras con unos pezones masculinos, pequeños y casi sin areolas. Me agaché y volví a besarla, abrió la boca y metió su lengua en la mía. Sus manos me sobaban el culo y poco a poco empezó a dilatarme el ojete con sus dedos. Debí haber supuesto lo que vendría a continuación. Se movió y me puso boca arriba, luego levantó mis piernas y se las puso encima de sus hombros, me quedé con el ojete abierto y a la altura de su polla que estaba otra vez como un palo. Antonia untó crema en mi ojete y en toda la polla de Victoria, la puso en la entrada y Victoria hizo el resto. Poco a poco, no sin cierto dolor por mi parte, me la fue metiendo, mientras decía:

-              Esto es lo que más deseaba desde que te conocí.

Mis sensaciones eran contradictorias. Estaba claro que me estaban dando por el culo, pero lo que veía era a una joven hermosísima. Parecía una bilocación, me estaba follando una mujer y no con un arnés, como alguna vez habíamos hecho Antonia y yo, sino con su polla. Me sentía con el culo lleno y con cierto dolor. Antonia se puso encima de mí, me puso en chocho en la boca y empezó a mamármela. Como Victoria acababa de correrse, temí que podría estar dándome por culo el resto de la noche y tampoco era eso. Afortunadamente Antonia decidió que hiciéramos otra cosa y dijo:

-              Quiero que me folléis cada uno por un lado.

Victoria sacó su polla de mi culo, Antonia se puso sobre mí de espaldas, se metió mi nabo en su ojete y se recostó sobre mi pecho. Victoria la penetró por el chocho. Notaba la polla de Victoria entrando y saliendo de Antonia. Después de un rato así, Antonia gritó que se corría y eso fue el detonante para que Victoria y yo nos corriéramos también en su interior y luego ellas dos se tumbaran también en la cama.

Cuando pude me levanté por las copas que habíamos dejado en el salón. Me molestaba el ojete al andar. Dimos unos sorbos a las copas sin poder hablar y nos dormimos exhaustos.

Desperté al sentir movimientos en la cama. Antonia se la estaba comiendo a Victoria, que otra vez tenía la polla empalmada, mientras se metía dos dedos en su coño. Di los buenos días y me dediqué a mirar, mientras me sobaba el nabo a ver si se animaba, pero iba a tener que sobar mucho. Ambas se corrieron de nuevo. Después de un descanso Victoria dijo que tenía que irse. Por mucho que tratamos de convencerla para que se quedara no hubo manera. Victoria fue a asearse y hacer la maleta, mientras Antonia y yo hacíamos lo propio. En el baño me dijo Antonia:

-              Anoche lo pasamos en grande, sobre todo tú bribón, que hacía tiempo que no te abrían el ojete.

-              Pues sí, pero ahora lo tengo un poco dolorido.

-              No te preocupes, cuando volvamos te pongo crema.

Llevamos a Victoria a la estación y nos despedimos con pena porque se fuera. Ella prometió volver, sobre todo si tenía suerte con las entrevistas.

De vuelta a casa, le dije a Antonia:

-              Desde luego la hija de Montse es un encanto de mujer, ¿cómo lleva ella el cambio de Víctor a Victoria?

-              Pues no tengo ni idea –me contestó y continuó-, porque Montse no tiene hijos.

-              ¿Cómo que no tiene hijos y Victoria?

-              ¡Ay Carlos, cada día estás más pardillo, además de más mariconcete! Te la he vuelto a dar con queso, el verano empieza como terminó el anterior.

-              ¡Antonia no me jodas! –Le dije ya bastante mosqueado-.

-              No te jodo yo, ya te jodió ayer Vanesa a base de bien. Por cierto, te he mandado a tu correo el estupendo reportaje fotográfico que te hice ayer con los tacones y mamándosela a Vanesa. Creo que voy a enmarcar alguna para ponerla sobre la mesa de mi despacho.

-              ¡Eres una hija de puta y lo que me cuentas ahora es mentira!

-              ¿Estás seguro de que es mentira? Vanesa es sobrino de mi amiga Charo y alguna vez ha venido a nuestros viajes. Pensé en ella, porque congeniamos muy bien. Me había contado que era muy caliente, que le gustaban tanto los hombres como las mujeres y que siempre estaba abierta a un cachondeo.

Estábamos parados en un semáforo y me enseñó una foto en su móvil en la que, en efecto, se veía a Antonia, a Verónica-Vanesa y a Charo en la Plaza Mayor de Madrid.

-              Ah y otra cosa, cuando huelas unas bragas, primero entérate de quién son.- ¿Cómo podía haber sabido eso? Me morí de la vergüenza-.

Habíamos llegado a casa, me pasé el resto del fin de semana sin hablarle a Antonia y con un dolor notable en el ojete. El reportaje fotográfico no tenía desperdicio: no podía estar más ridículo con los tacones aquellos. ¡Hija de puta! Después de aquello no podía dejar las cosas así, aunque, a decir verdad, hacía tiempo que una situación así no me había producido tanto morbo. Como siempre, Antonia se la había currado bien.

En los días siguientes no hice otra cosa que pensar en cómo se la iba a devolver a Antonia. Finalmente, se me ocurrió preparar un intercambio con otra pareja, sin que ella lo supiera. Recordé que hacía unos años nos habíamos dado de alta en una página de intercambios “liberalesyswigers.xxx”, pero al final no habíamos hecho nada con el sitio y lo olvidamos. Milagrosamente recordé el usuario y la contraseña y volví a entrar. Mucha pareja que lo hacía a cambio de dinero y mucho salido suelto. Había una pestaña en la página en la que parejas que iban a salir de viaje, proponían tener algún encuentro con otra pareja fuera de su ciudad. A los pocos días encontré un aviso perfecto:

Somos una pareja, él y ella, de cuarenta y tantos años, con buena presencia, aseados, educados y sobre todo muy liberales. Vamos a estar el fin de semana del 28 en una playa de Huelva. Si sois otra pareja similar y estáis interesados escribidnos y contactamos.  Juan y Lucía.”

Escribí inmediatamente porque era el fin de semana siguiente, me contestaron al par de horas y nos cruzamos varios mensajes durante esa tarde y al día siguiente. Yo les mandé fotos en la playa de Antonia y mías y les ofrecí que pasáramos el fin de semana. Ellos me mandaron fotos suyas también en la playa y aceptaron la propuesta. Era una pareja bastante parecida a nosotros, misma edad y aspecto, aunque él ya no cumplía los cincuenta. Bien conservados y ambos bastante atractivos. Me mandaron los datos de dónde iban a estar alojados, un apartamento estupendo con vistas al mar, en el sitio más valorado de las playas de Huelva. Busqué en Airbnb y encontré uno igual justo al lado. Lo reservé y les mandé la reserva para que vieran que iba en serio. Les dije que era una sorpresa para mi mujer, pero que no se preocuparan, que ella todavía era más liberal que yo.

El  siguiente paso era convencer a Antonia de que nos tomásemos el fin de semana. Cuando se lo dije empezó a ponerme pegas, que si tenía mucho trabajo, que si no iba a hacer buen tiempo, que si era mucho dinero,…etc. Después de mucha matraca por mí parte y mucho chantaje emocional del tipo, que ya no hacíamos nada juntos, que antes siempre aceptaba mis propuestas, que si es que se aburría conmigo de viaje y otros camelos similares, logré que aceptara a última hora.

El viernes a media mañana nos pusimos en camino. En hora y media habíamos recogido las llaves del apartamento y estábamos entrando en el mismo. El apartamento era una preciosidad, pero sobre todo la terraza era de fábula, como de diez o doce metros de largo y cuatro de anchura, abierta al mar y sin nadie que pudiera vernos, sólo la terraza del otro apartamento de al lado, pero con una separación de madera que garantizaba la privacidad visual.

No había quedado en nada con Juan y Lucía sobre cómo estableceríamos el contacto. Abrí una botella de vino blanco, para amenizar la espera y, después de deshacer el escaso equipaje, nos quedamos en la terraza a disfrutar de las vistas y del tiempo, Antonia tomando el sol desnuda y yo sentado a la sombra. Sobre la una y media, Antonia se había puesto un pareo y se estaba abriendo una cerveza en la cocina cuando llamaron a la puerta. Tenían que ser ellos. Deje que abriera Antonia y yo me quedé observando desde la terraza. Por las fotos que había visto era Lucía. Iba en biquini y sandalias de tacón, conjunto que me pone como una moto. La primera impresión desde lejos fue estupenda.

-              Perdona que te moleste, mi nombre es Lucía y soy vuestra vecina de apartamento. –Dijo presentándose-. Verás, es que iba a abrir una botella de vino y resulta que no tengo sacacorchos, era por si tenías y me lo podías prestar un momento.

-              Hola yo soy Antonia, encantada –y se cruzaron dos besos en las mejillas-. Creo que sí, porque Carlos, mi marido, acaba de abrir una botella de vino. Pasa y le pregunto. ¿Carlos, dónde has puesto el sacacorchos?

Me acerqué hacia la cocina y salude a la vecina, que estaba como un queso. Aparentaba unos cuarenta años, aun cuando debía tener alguno más, de la altura de Antonia, sobre metro setenta, ojos azules, media melena rubia lacia, boca sensual, bonita cara en general, tetas voluminosas, buena figura y piernas largas y torneadas.

-              Hola soy Carlos –me presente y también crucé dos besos con ella-. El sacacorchos lo he dejado en el primer cajón. –Lo abrí y se lo pasé a Antonia-.

-              Qué bien, creía que no íbamos a poder tomarnos una copita de vino. –Tenía acento de Madrid para arriba-. ¿Acabáis de llegar, no?

-              Sí -le contestó Antonia-, hace una media hora.

-              Veniros a tomar una copa de vino con nosotros y así charlamos un rato y nos conocemos. –Dijo Lucía-.

Antonia me miró y yo le hice un gesto de aceptar la invitación.

-              De acuerdo, nos llevamos también la botella que hemos abierto. -Le contestó Antonia, cogimos la botella y las llaves del apartamento y salimos detrás de Lucía-.

Estaba contento, la cosa no podía ir saliendo mejor. Antonia había mordido el anzuelo y Lucía parecía muy simpática y estaba para mojar pan. Lucía abrió la puerta de su apartamento, era idéntico al nuestro, sólo que simétrico. Pasamos a la terraza, Juan estaba de pie, como yo con bermudas y niqui, y con una botella de vino en la mano. Lucía hizo las presentaciones:

-              Juan, son nuestros vecinos que nos han salvado la vida. Antonia y Carlos, Juan mi marido.

Antonia y Juan se cruzaron dos besos y nosotros nos dimos la mano. Juan era un poco más alto que el resto, pelo canoso, ojos azules y en aparente buena forma física. Debía tener unos cincuenta y tantos años. Lucía le pasó el sacacorchos a Juan y nos invitó a sentarnos. La terraza era igual de grande que la nuestra. Tenía una mesa con seis sillas en el lado de la puerta de salida del salón y cuatro tumbonas en medio de la terraza. Me senté a la sombra mirando hacia el resto de la terraza, Antonia en frente, Juan a mi izquierda y Lucía, cuando volvió con más vasos, a mi derecha. Antonia y Juan se pusieron a hablar inmediatamente sobre lo bien que estaban los apartamentos, las fantásticas vistas al mar, la privacidad que tenían y cosas así. Lucía me preguntó de dónde éramos, le dije que de Sevilla y le pregunté qué ellos de dónde y me contestó que de Madrid. Lucía estaba tonteando descaradamente conmigo y Juan con Antonia.

Volví a decirme que todo estaba saliendo del carajo y me relajé tomándome la copa de vino que me había servido Juan, hasta que de pronto, de una puerta que correspondía a uno de los dormitorios salió un chico como de veintitrés  años y detrás una chica de más o menos la misma edad.

¿Qué coño estaba pasando? ¿Quiénes eran esos dos jóvenes? Nadie parecía verlos o hacerles caso. Se fueron al extremo contrario de la terraza, hacía una ducha de jardín que había allí, abrieron el grifo y sin el menor empacho, él se quitó el bañador que llevaba y ella primero la parte de abajo del biquini y después la de arriba, quedándose ambos en pelotas. Estuvieron duchándose un rato los dos a la misma vez, rozándose todo lo que podían, hasta que cerraron el agua y se secaron el uno al otro, con especial cuidado ella en el nabo y los huevos del chico y él, con sumo perfeccionismo, las tetas, el culo y el chocho de ella. Una vez secos se vinieron desnudos como estaban hacia nosotros. Juan tomó la palabra:

-              Antonia, Carlos, os presento a Pilar, la hija de Lucía, y a Pablo, mi hijo. Ellos son los vecinos de apartamento. Les hemos dicho que vinieran a tomarse una copa antes de comer. ¿Queréis una cerveza o un vino?

-              Si, una cerveza, hacía bastante calor en la playa –contestó Pilar-.

¡Vaya con los hermanastros, que bien se llevaban! Pilar era una belleza en pequeñito, no debía tener más de un metro sesenta, morena, pelo corto, con algún kilo de más, pero maravillosamente puestos en unas tetas grandes y en un culo para comérselo, llevaba el chocho completamente rasurado. Pablo era de la altura de su padre, delgado, moreno, con el cuerpo bien definido, guapo de cara y calzando un nabo morcillón de poco menos de un palmo y sin un solo pelo en el cuerpo. Pablo le dio dos besos a Antonia y se acercó a mí para darme la mano. Pilar le dio también dos besos a Antonia y luego se acercó y me dio también dos besos, dejándome admirar más de cerca sus hermosas tetas, que tenían los pezones erectos, digo yo que por el agua fría de la ducha o por el sobe que le acababa de dar el hermanastro.

Cogieron las cervezas que les pasó Juan y se fueron a tumbarse a tomar el sol. Lucía le propuso a Antonia si le apetecía tomar un poco de sol, Antonia aceptó y ambas se fueron a las dos tumbonas que todavía estaban libres. Lucía se quitó el top del biquini y luego el tanga y Antonia el pareo, desnudas las dos se tumbaron y siguieron charlando.

Yo aproveché que me había quedado a solas con Juan, para preguntarle qué coño estaba pasando.

-              Juan, esto no es en lo que habíamos quedado.

-              Ya lo sé Carlos, pero los chicos viven en el extranjero, ella en Londres y él en Berlín y ha coincidido que los dos decidieron venir a vernos. No los podíamos dejar en Madrid, compréndenos. De todas formas, como habrás visto, son muy liberales. Ellos estarán a lo suyo y nosotros a lo nuestro. Por cierto, me ha encantado Antonia, que guapa y que simpática.

-              Lo mismo te digo de Lucía. Están las dos preciosas desnudas tomando el sol.

Aunque me jodía, pero comprendí a Juan y a Lucía, en efecto, no podían dejarse a los chicos en Madrid después de que habían venido a verlos. Seguimos charlando un rato sin quitarles ojo a Lucía y a Antonia y, por lo menos yo, también de paso a Pilar. Me pareció singular el desparpajo de los chicos con los padres delante, pero bueno debían haberlos educado así.

Al rato volvieron Pilar y Pablo, igual de en pelotas que antes. Pilar cada vez me parecía que estaba más buena y que tenía un pedazo de polvo, aunque a mí me gustasen más las maduras que las jóvenes.

-              Vamos a preparar algo de comer para todos, mamá se ha puesto muy insistente con Antonia y no le ha quedado más remedio que aceptar. –Me dijo Pilar-.

-              Si Antonia ha dicho que sí, no voy yo discutir. ¿Queréis que os ayude en algo? –Le pregunté, tratando de fijar la vista en sus ojos y no en sus tetas-.

-              Vale, ve poniendo la mesa, si encontramos dónde están las cosas claro.

Los seguí, el culo de Pilar era simplemente espectacular. Me imagino que pensaréis que soy de los especialmente aficionados a los culos, después de la historia de Victoria-Vanesa, pero no, soy especialmente aficionado a las tetas, pero como veía a Pilar por detrás, no me quedaba otra que admirar su culo. Me resultaba raro estar yo más o menos vestido y ellos dos estar completamente en pelotas por la casa, efectivamente, como me había dicho Juan, debían ser muy liberales. Logré encontrar algunas cosas para poner la mesa y cuando volví a la terraza, Juan, también en pelotas, estaba sentado en una tumbona con Lucia y Antonia charlando animadamente.

Bueno, por lo menos las cosas con Antonia están saliendo bien, pensé, será cuestión de zafarse de los chicos, con el inconveniente de que Antonia no sabía a lo que habíamos venido y no estaría al loro. Volví al interior del apartamento, Pilar se había puesto un delantal que aumentaba su carga erótica, ya que no llegaba a taparle ni las tetas ni el culo, pero le daba una imagen doméstica de película guarra. Me estaba empezando a poner cachondo con la imagen de Pilar. Pregunté si podía ayudar en algo y me mandaron preparar una ensalada. Pablo seguía en pelotas, rozándole el culo con la polla a su hermanastra cada vez que se movía por la cocina. Cuando terminé la ensalada me fui a la terraza a tomarme un vino.

Lucía, Antonia y Juan seguían hablando animadamente. Les pregunté si querían un vino y me contestaron que sí. Me acerqué hacia ellos con la botella y les rellené los vasos.

-              Carlos ya ves que nos hemos puesto cómodos, no te apetece a ti también. –Me dijo Lucía-.

-              Venga Carlos, no seas aguafiestas –me dijo Antonia-.

Era verdad que todos los demás estaban desnudos y yo seguía vestido, así que me separé un poco y me quité la ropa. En ese momento salieron a la terraza con la comida Pilar, ya sin el delantal, y Pablo. Nos llamaron a la mesa y nos sentamos, quedando yo entre Lucía y su hija. Me era difícil hablar con ellas sin que la vista se me fuera a sus lindas tetas.

No sé quién sacó la conversación del nudismo, pero enseguida nos enganchó a todos. Lucía contó que había conocido a Juan en el hotel nudista de Vera. Ambos estaban recién divorciados y con los niños entonces como de diez años. Los niños empezaron a jugar juntos y ellos comenzaron a hablar. Cuando volvieron a Madrid siguieron viéndose, hasta que al año se casaron. Juan enlazó el nudismo con el comportamiento liberal en las parejas, aduciendo que, en ambos casos, se trataba de quitarse los condicionamientos sociales.

-              Yo no estoy muy de acuerdo con ese razonamiento, papá. –Dijo Pablo y continuó-. Como queda a la vista, a mi no me importa ir desnudo, nos habéis educado así y estoy muy contento con ello, pero no por eso me tiene que parecer bien que mi novia se folle a otro o que yo me folle a otra.

-              Yo si estoy de acuerdo –dijo Lucía-. La ropa y la monogamia son lastres de la cultura judeo cristiana, como tantos otros. Lo mismo que nos quitamos inhibiciones quitándonos la ropa, igual podemos quitarnos otras pasándolo bien con otras personas.

-              Yo también estoy de acuerdo –terció Pilar y siguió hablando dirigiéndose directamente a mí-. Yo creo que no tiene nada ver querer a tu pareja y no poder darte un buen revolcón con alguien que te apetezca, ¿no te parece Carlos?

El que se hubiera dirigido a mí hablando y ahora me formulara a mí también la pregunta me puso un poco violento, en definitiva acababa de conocerla. Decidí ser sincero.

-              Bueno, yo creo que se puede ser liberal sin necesidad de ser nudista y al contrario- dije dirigiéndome a Pilar-. Yo soy bastante liberal sexualmente y sin embargo, lo de estar desnudo frente a personas con las que no tengo confianza, no me termina de convencer. Antonia también es bastante liberal y lo de estar desnuda en público le chupa un pie.

-              Pablo, creo que te quedas en minoría –le dijo Antonia-. Si confías en tu novia, ¿qué tiene de malo que los dos os divirtáis y tengáis una relación abierta satisfactoria para ambos?

-              No me quedo en minoría, he venido a decir lo mismo que Carlos, que una cosa es ser nudista y otra liberal, aun cuando puedo aceptar que de alguna manera sean comportamientos que vayan vinculados con relativa frecuencia.

El tono de la conversación entre padres e hijos y entre hermanastros me tenía un poco descolocado. Me parecía una conversación compleja para tenerla entre familia y además con dos desconocidos delante.

-              De todas formas, como ahora no tengo novio ni novia no puedo ser liberal, en todo caso puedo ser promiscua. –Dijo Pilar mirándome y echándose a reír-.

-              Hija eso lo has sido siempre –le contestó su madre riendo también-.

¡Joder que franqueza familiar! Pensé. Terminamos de comer y cuando estábamos quitando la mesa, en un momento que nos quedamos solos Pablo y yo, me dijo:

-              Creo que mi hermana te ha echado el ojo y ella dónde pone el ojo pone el coño, así que ándate atento. –Vaya con el comentario del hermano, pensé-.

Lucía, Antonia y Pablo se volvieron a tomar el sol y Juan se puso a ver un partido de Nadal en la tele, nos quedamos Pilar y yo en la mesa.

-              Invítame a un whisky en tu apartamento, que aquí no tenemos. –Me dijo Pilar. Iba a ser verdad lo que me había dicho Pablo-.

-              Vamos, que tengo una botella de etiqueta negra sin estrenar –le contesté-.

Cogí mi ropa y Pilar un pareo y nos fuimos los dos desnudos a nuestro apartamento. Aunque Pilar  estaba buenísima, juro que no tenía la más mínima intención de tener nada con ella. Primero, Antonia no lo sabía y no quería líos; segundo estaba la madre al lado y por muy liberal que fuera la relación familiar, no creo que le hiciera gracia; y tercero, yo había quedado con Lucía y Juan para un cachondeo, no con sus hijos.

Pilar se fue a la terraza, yo preparé las copas en la cocina y luego salí. Pilar estaba de espaldas mirando el mar. Era un bombón de chica y la situación de estar los dos desnudos tan tranquilamente, como si nos conociéramos de toda la vida, me estaba poniendo cachondo, pero no quería empalmarme, cosa a que a mí edad no es difícil de conseguir, porque entonces la íbamos a liar.

-              Toma tu copa Pilar -le dije pasándole el whisky-.

-              ¿Entonces Antonia y tú sois muy liberales? –Pilar se había quedado con el tema-.

-              Bastante, nos gusta estar con otras personas y yo creo que a la larga refuerza la pareja, además de ser muy divertido.

-              Lamento que os hayamos jodido el plan –dijo Pilar-.

-              ¿Por qué lo dices?

-              Carlos, seré joven pero no tonta. Vosotros habíais quedado con Juan y mi madre para follar, ¿no es así?

-              Se parece mucho a eso, pero es un poco más complicado. Yo había quedado con ellos para hacer un intercambio o lo que resultase. No le dije nada a Antonia para darle una sorpresa, son jugadas que nos hacemos en verano, para divertirnos, así que no le digas nada.

Las cosas no iban saliendo como había planeado, pero era agradable estar hablando de cosas tan íntimas con una chica tan guapa bastante más joven y que parecía tener la cabeza muy bien amueblada.

-              Me dais envidia las parejas como vosotros o Juan y mi madre. A mí me gustaría tener una relación de pareja así, pero todas las que he tenido, fueran ellos o ellas, han resultado muy clásicos y no querían ni oír hablar de esas cosas.

-              La verdad es que no es fácil encontrar una pareja que no te parta la cara, cuando le propones una relación con otros.

-              ¿Y a ti no te apetece tener un lío conmigo? –Me preguntó sin ambages, la muchacha no se cortaba un pelo-.

-              Tú lo has dicho, sería un lío. ¿Te atreverías a hacerlo también con Antonia?

-              ¿Por qué no? Me parece una mujer muy interesante y atractiva y yo soy completamente bisexual.

En ese momento se abrió la puerta del apartamento y entraron Antonia y Pablo, también en pelota picada.

-              Qué bien estáis los dos solos aquí –dijo Antonia-. ¿Nos invitas a un whisky?

Fuimos Pablo y yo a la cocina a preparar las copas.

-              Me extraña que todavía no te haya asaltado mi hermana.

-              No sean pejiguera, estábamos hablando tranquilamente. ¿Y tus padres?

-              Lucía tomando el sol dormida y mi padre viendo el tenis.

-              Tu hermana y tú tenéis una relación curiosa. Os he visto cuando os habéis duchado antes y me pareció que teníais mucha confianza.

-              Tenemos mucha confianza, más jóvenes conocimos el sexo el uno con el otro y eso une mucho. Ahora casi no nos vemos, pero queda esa confianza.

Vaya familia más liberal, aquello me sobrepasaba ya no un poco, sino bastante. Pablo cogió las copas y volvimos a la terraza. Pilar y Antonia hablaban mirando al mar, que dos culos tan bonitos, aprecié. Pablo le dio la copa a Antonia y luego le pasó el brazo por la cintura con mucha confianza y le dio un piquito en los labios.

A mí me parecía muy bien que Antonia quisiera tener un  lío con un muchacho que podía ser su hijo, alto, guapo, con buen cuerpo y con una polla envidiable, pero eso llevaba inevitablemente a que yo lo tuviera con Pilar, lo que sin duda sería fantástico, pero joder, Lucía y Juan iban a pensar que éramos unos asalta cunas y, además, que yo había quedado con ellos no con sus hijos. El plan se me había ido de las manos con la presencia de los dos chicos. Tras el piquito de Pablo, Pilar se me quedó mirando como preguntándome ¿y tú qué, no te animas? Le hice un gesto a Antonia para que me siguiera a la cocina y puse la excusa de ir por más hielo. Ya en la cocina le dije a Antonia:

-              A mí me parece muy bien que Pablo y tú os divirtáis de lo lindo, pero yo me voy a tener que liar con Pilar y no sé si a sus padres, que están ahí al lado, les gustará mucho.

-              Carlos no te conozco, poniéndole pegas a pasar un buen rato con una chica tan atractiva. Que pasa, ¿crees que no vas a quedar bien?

-              No es eso coño, es que me violenta la situación.

-              Pero bueno, no has escuchado lo liberales que son todos.

-              Si, la gente es muy liberal hasta que les tocas a sus hijos.

-              No te entiendo Carlos, me da más la impresión de que no quieres que me acueste con Pablo, para que no pueda comparar.

Iba a contestarle una barbaridad a Antonia, pero afortunadamente llamaron a la puerta en ese momento, fui a abrir y Antonia se volvió a la terraza. Era Lucía, igualmente en pelotas, sólo con las sandalias de tacón, que también quería un whisky. Menos mal, eso concluía la embarazosa situación con los chicos o, al menos, eso creía yo. Le dije que pasara a la terraza, pero prefirió acompañarme en la cocina mientras le ponía la copa.

-              Parece que no tenemos suerte, con lo que me apetece estar contigo. –Me dijo en voz baja y melosa-.

-              Y a mí contigo, pero que le vamos a hacer. A ver si los chicos salen esta noche y os venís a cenar y lo que surja.

-              No sé, no veo a Juan muy animado. Le corta un poco la presencia de Pablo.

Joder, pues a Pablo no le cortaba nada la proximidad de su padre, porque le estaba tocando el culo a Antonia en la terraza a base bien.

-              Me sorprende la relación tan abierta que tenéis con vuestros hijos.

-              Los hemos tratado de educar con libertad. Pablo es más cortado –los cojones, pensé-, pero Pilar es muy liberal y tan caliente como su madre. Yo he pensado siempre que, de forma responsable, folle lo que le de la gana, como hago yo. ¡Mejor para ella!

-              Antes me ha tirado los tejos y me he zafado como he podido excusándome en Antonia, pero me parece que se ha dado cuenta de a lo que hemos venido.

-              Por mí podéis hacer lo que queráis, hace muchos años que no intervengo en su vida. -Desde luego tanta liberalidad me seguía sobrepasando.-

Lucía me cogió la polla y empezó a pajearme muy despacio. La dejé hacer, la besé en la boca y le cogí el culo. Sus voluminosas y bonitas tetas me apretaban el pecho. Entre la paja, el beso y el roce de sus tetas no tardé nada en empalmarme. Se nos fue el santo al cielo y no nos dimos cuenta que Pilar estaba mirándonos desde la puerta de la cocina a la terraza.

-              Cortaros un poquito –dijo Pilar-. No podéis esperar a quedaros solos.

Abrí los ojos y me morí de la vergüenza de que nos hubiera pillado así. Pero lo más asombroso para mí, fue que Lucía no se cortó un pelo y siguió con mi polla en su mano.

-              No seas pacata Pilar. No dices tú siempre también que no hay nada malo en darle una alegría al cuerpo. –Le contestó Lucía-. Tienes dos posibilidades: o te sumas o te vas, pero no me des la lata.

No me podía creer lo que había escuchado de boca de Lucía. Le había venido a decir a su hija que si se quería sumar a follar entre los tres, pues adelante y si no quería pues que la dejara follar a ella sola. Iba a decir que eso sería sin mí, cuando Pilar le contestó:

-              Mamá cada día estás más borde. Me voy con Antonia y con Pablo que son menos exquisitos que tú. Carlos, por ahora pase, pero de mañana no pasa. –Dicho esto se volvió hacia la terraza-.

-              ¡Joder con la niña, que se ha follado todo lo que se ha movido y ahora va a venir con tonterías!

Desde luego mi plan se había ido completamente al traste. Antonia follaría con los chavales y yo lo intentaría con Lucía, pero es que no era eso lo previsto. Lo previsto es que nos hubiéramos enrollado los cuatro y Antonia pensara que había sido casual el encuentro, para poder decirle que se la había dado con queso.

Yo seguía alucinado con la relación entre la familia. Hablaban de follar como de comerse helados. Lucía no había dejado en ningún momento de sobarme el nabo y una vez se marchó Pilar, volvió a besarme como si allí no hubiera pasado nada. A mí se me había venido todo abajo.

-              ¿Qué pasa no te gusto? –Me dijo Lucía-.

-              De sobra sabes que sí. Pero que nos haya pillado Pilar y tu conversación con ella, me han dejado un poco chafado.

-              Déjala por hoy, y mañana, si queréis, haced lo que os parezca a los dos.

-              ¿De verdad a ti te da igual que hoy folle contigo y mañana con tu hija?

-              A mí me importa que hoy folles conmigo, lo que hagas con Pilar os importará en todo caso a vosotros dos. –Me contestó sin el menor problema y volvió a besarme en la boca-.

Pensé que ya vería mañana que pasaba con Pilar, si es que pasaba algo, y que ahora se trataba de pasar un buen rato con Lucía que, en definitiva, era a lo que habíamos venido. Le volví a sobar el culo, lo tenía duro y muy suave. Fui moviendo las manos y los dedos hasta que di con su ojete y comencé a dar vueltas a su alrededor con los dedos índices de las dos manos. Ella me contestó con un gemido y con un movimiento más rápido sobre mi polla, que ya había vuelto a empalmarse.

-              Me encanta que me soben el ojete. –Me dijo después de morderme el labio inferior-.

-              Y a mí que me sobes la polla. Apriétate contra mí, quiero sentir esas grandes tetas contra mi pecho.

Se apretó un buen rato y luego se separó, lo que aproveché para bajar la cabeza y meterla entre sus tetas. Tenía unas tetas preciosas, bastante voluminosas con unas areolas grandes y rosadas, un poco caídas, pero eso todavía las hacía más bonitas.

-              ¿Por qué no me comes el coño? –Dijo mientras se sentaba sobre la encimera, abriendo las piernas-.

-              ¿Cómo no? Lo estaba deseando.

Me agaché y metí la cabeza entre sus piernas. Olía a mujer. Se abrió el chocho, que lo llevaba con el vello muy corto, para que pudiera lamerla más a fondo. Suspiraba ruidosamente y pedía lo que quería en cada momento.

-              Lámeme el clítoris. Méteme la lengua dentro. Dame bocaditos en los labios.

Me había cogido la cabeza y me empujaba contra su chocho. Yo me masturbaba con una mano, mientras tenía la otra en su clítoris. De repente volvió a sonar el timbre. No podía ser más que Juan, porque Antonia y los chicos o estaban en la terraza o habían entrado al dormitorio por la puerta que los conectaba. Me levanté y fui abrir empalmado y con la boca llena de los fluidos de Lucía. Efectivamente era Juan, como no, también desnudo.

-              Hola Carlos, me preguntaba si tendrías un whisky. –Dijo entrando en el apartamento. Debería haber comprado dos botellas, porque la que había abierto estaba boqueando-.

-              Si, pasa a la terraza –le dije tratando de evitar que entrara en la cocina, donde Lucía debía estar todavía abierta de piernas, pero no, se fue directamente a la cocina donde, en efecto, Lucía no se había movido-.

-              Hola Juan –dijo Lucía tranquilamente-.

-              Hola guapa –le contestó Juan, dándole también un piquito en la boca-. ¿Habéis empezado sin mí? –Dijo mirando mi polla empalmada-.

-              Si tú prefieres ver el tenis es asunto tuyo. –Dijo Lucía-.

Yo mientras le había estado poniendo el whisky y se lo pasé.

-              ¿Te sumas? –Le preguntó Lucía a Juan-.

-              ¿Y Antonia? –Preguntó éste a su vez-.

-              Creo que follando con Pilar y con Pablo. –Le contestó Lucía-.

-              ¡Joder con Pablo! Nos echa antes una moralina. Cuando va por casa con una chica no se la puede ni mirar y ahora, en cuanto puede, me levanta a Antonia.

-              Ni Antonia ni él saben a lo que veníamos. –Le contestó Lucía-.

-              ¡Coño, pues razón de más! Si se enterara que era yo el que estaba con Antonia, ya tendría la cara larga conmigo todo el fin de semana. Sin embargo él, en cuanto puede, la que sea al zurrón.

-              Venga Juan, no te pongas paliza y decídete. –Zanjó Lucía, que parecía aguantar poco a la familia-.

-              Me voy a salir a la terraza, vosotros haced lo que queráis. –Nos dijo y luego siguió dirigiéndose a mí y saliendo hacia la terraza-. Desde luego Carlos tenías razón, a Antonia no había que avisarla de nada, que ya venía preparada.

En eso Juan tenía también razón, Antonia estaba hecha un pendón de mucho cuidado. En cuanto había tenido oportunidad con los chicos no se lo había pensado.

Con la discusión entre Lucía y Juan a mí se me había vuelto a bajar la erección. Vaya tarde coño, con el trabajito que cuesta a mi edad volver a levantarla. Lucía se dio cuenta y bajándose de la encimera me dijo:

-              Súbete que te voy a animar un poquito.

Me senté en la encimera, ella se puso en cuclillas y empezó a lamerme los huevos y a metérselos en la boca, mientras me pajeaba. Pese a la montaña rusa de tarde que llevaba, su trabajo comenzó a surtir efecto. Cuando ya estaba otra vez en erección, se metió mi polla en la boca. Comencé a gemir del placer que me estaba causando. Se levantó, metió mi polla entre sus tetas y fue subiendo y bajando lentamente, a la misma vez que movía las tetas circularmente sobre mi polla. ¡Joder que bien lo hacía!

Me di cuenta que, desde la terraza, Juan no nos quitaba ojo a la misma vez que se tocaba el nabo que ya lo tenía más que morcillón. Se decidió a animar a Lucía:

-              Lucía cada día lo haces mejor. Eres una artista con las tetas.

-              Gracias, guapo –le agradeció Lucía-.

Juan se decidió a participar. Entró en la cocina, se puso detrás de Lucía y le fue pasando la polla por el culo, hasta que se empalmó totalmente y se la metió de una vez, colocando sus manos en el chocho de Lucía.

-              ¡Qué bueno Juan, sigue! ¿Cómo estás Carlos, te gusta lo que te hago?

-              Me gusta mucho, sigue que vas a hacer que me corra en medio de esas preciosas tetas.

Y así fue, en menos de dos minutos estaba corriéndome a chorros. Juan gritó que se corría también y Lucía le siguió con gritos de “aggg, no  pares Juan, aggg, un poco más. Ya, ya, ya, sigueeee”.

Cuando Lucía se estaba corriendo pasaron por la puerta de la cocina Pilar y Pablo camino de su apartamento, no perdiendo la ocasión de mirar como Lucía se dejaba caer al suelo desfallecida.

-              Así, genio y figura hasta la sepultura –le dijo Pilar a Lucía al salir-.

-              A ver si tú eres capaz cuando tengas mi edad –le contestó Lucía sin cortarse un pelo-.

Me parecía increíble que les diera igual todo, tanto a los padres como a los hijos. Les cogían corriéndose y como si nada. Juan y Lucía siguieron a sus hijos, no sin que antes Juan le limpiara a Lucía el semen de las tetas con la lengua.

Agradecí quedarme solo. El comportamiento de todos ellos me tenía alucinado y me estaba poniendo incómodo. Fui a ver a Antonia al dormitorio. Estaba desnuda encima de la cama durmiendo a pierna suelta. Volví a la cocina, me eché otro whisky, vaciando ya la botella, me tumbé en la terraza y debí quedarme dormido.

Me desperté al oír una conversación en la terraza de los vecinos. Parecía que hablaban Pilar y Juan.

-              ¿Cómo te ha ido esta tarde? –Preguntó Juan-.

-              Muy bien, aunque podía haber salido mejor. –Le contestó Pilar y continuó:- Antonia es un pedazo de mujer y muy ardiente. Pablo, como siempre, queriendo quedarse con todo. A mí me apetecía haber follado con Carlos, pero no estaba por la labor. ¿Y a ti que tal?

-              Pues un poco igual que tú. Lucía no defrauda nunca, pero yo estoy engolosinado con Antonia y Pablo me ha dejado con dos palmos de narices.

-              Mañana tenemos que quitarnos de en medio a Pablo y follarnos nosotros a Antonia y a Carlos.

-              Pues como no sea que Lucía lo pille por banda y lo cerque, veo difícil quitárnoslo de en medio.

¡Pero qué barbaridades estaba escuchando! Padre e hija confabulándose para follar y para que follaran madre e hijo, aunque ninguno fuera consanguíneo, ¡coño eran una familia! Yo me estaría volviendo un carca, pero aquello no me parecía normal, sino más bien una aberración.

-              ¿Por qué no me la chupas un poquito, Pilar? –Le oí decir a Juan-.

-              Venga, pero sólo para que te puedas ir tranquilo a la cama.

Me levanté sin hacer ruido. No quería seguir escuchando aquello. Me tumbé en el sofá del salón, sin poder dejar de pensar que las relaciones en aquella familia eran enfermizas. Finalmente me dormí entre visiones indeseadas de padres e hijos follando como macacos.

Me despertó Antonia cuando estaba amaneciendo para que me fuera con ella a la cama. Me levanté con un dolor de espalda que parecía que estuviera lisiado. Ya en la cama le dije a Antonia:

-              Vaya con los vecinos, ¿no?

-              Pues sí, que sorpresa tan agradable, ni que hubieran estado ahí por encargo.

-              Ayer te dio por las tiernas criaturitas, ¿no?

-              Pues lo que se terció. Hacía tiempo que no estaba con dos tan jovencitos. Pablo es un maquina, pero me gustó todavía más Pilar. Esa chica no es la primera ni la segunda vez que está con mujeres. ¿Y tú qué tal?

-              Yo con los maduros, bastante más clásico que tú, pero muy bien con Lucía. ¿No te dio reparo que fueran dos hermanos?

-              Hermanastros, Carlos, hermanastros y si a ellos no les da reparo, porqué había de tenerlos yo.

-              Antonia a mi me parece que esa familia es muy rara.

-              ¿Por qué lo dices? A mí me pareció muy desinhibida y muy liberal. Como nos gusta nosotros.

-              Puede ser, pero no es normal esa promiscuidad entre padres e hijos.

-              Ya vas a empezar con tus paranoias.

-              No son paranoias. Ayer escuché sin querer una conversación entre Juan y Pilar que, aun cuando no sean consanguíneos, coño, son padre e hija y estaban tramando entre los dos como conseguirían follarnos hoy.

-              ¡Qué buen día se presenta! Yo a Juan le tengo ganas y te aseguro que te lo vas a pasar en grande con Pilar.

-              Lo que tu digas, pero a mí esto no me parece normal. ¿Sabes lo que le pidió Juan a su hija, después de planear cómo nos iban a follar?

-              Pues si tú no me lo dices, no, pero te recuerdo que son padrastro e hijastra.

-              Y eso que más da Antonia. ¡Qué se la chupara!

-              Claro que da, ya son todos bastante mayorcitos y, por lo que parece, ninguno está conociendo el sexo ahora. Y déjalo ya Carlos, que te estás poniendo muy pesado con los vecinos y a mí no me haces ni caso.

Diciendo esto se puso encima de mis piernas y empezó a hacerme una paja, pero con el sube y baja de la tarde anterior y el mogollón que tenía en la cabeza con los vecinos, la cosa no se animaba.

-              ¿Qué quieres reservarte para Pilar? –Me dijo Antonia un poco amoscada-. Pues yo no tengo que reservarme, así que hazme algo que me guste. –Y se tumbó boca arriba en la cama-.

Le hice un buen trabajo con la boca y con los dedos hasta que se corrió y volvió a quedarse dormida. Yo me levanté para prepararme un café y ponerme un poco de pie a ver si se me bajaba el dolor de espalda. Salí a la terraza a tomármelo. Pilar y Pablo estaban hablando en su terraza.

-              Pablo, hoy compórtate un poquito y deja que Juan disfrute también con Antonia. Si te pones muy burro, pues le das a Lucía, que seguro te lo agradece.

-              Está bien, lo intentaré pero no te prometo nada, la novedad es la novedad y a Lucía ya la conozco bien.

¡Joder otra sarta de barbaridades como las de anoche! Hablaban como si nada de follarse a la madre, al padre o al lucero del alba. Esta familia no hablaba más que de cómo follarse a unos o a otros. Decidí dejar de oírlos. Antonia seguía durmiendo. Me aseé y me fui al pueblo próximo a desayunar tranquilamente. Me senté en una placita mirando al mar.

Dándole vueltas al asunto, pensé que nunca podría haber supuesto que la quedada con Lucía y Juan fuera a terminar así, con sus hijos por en medio y con el lío que se traían entre ellos. Yo sólo pretendía sorprender a Antonia con un fin de semana como ya habíamos tenido otros de intercambio de parejas o de todos con todos. Pero el sorprendido había sido yo con la liberalidad de la familia y la de Antonia, a la que ahora le daba igual todo. En fin, ya vería como se desarrollaban las cosas en ese día, pues debíamos dejar el apartamento a primera hora del domingo.

Después de desayunar di una vuelta por el pueblo e hice algunas compras de comida y bebida. Aunque los vecinos fueran un tanto obsesos, nos habían tratado estupendamente como anfitriones. Encontré unos carabineros fantásticos y decidí comprarlos para poner los más grandes a la plancha y con el resto hacer un arroz. No me acordé en aquel momento que los carabineros son afrodisiacos.

Llamé a Antonia por teléfono por si le apetecía desayunar o tomar una cerveza. Eran las doce y algo, la hora tonta que no sabes si tomarte otro café o una copa de vino. Después de tres llamadas me cogió el teléfono.

-              Hola guapa. He comprado para invitar a los vecinos a comer, ¿te apetece bajar antes al pueblo y tomarnos algo?

-              Estoy tomando el sol con ellos, mejor sube tu y ve haciendo la comida.

Me despedí de ella. Ya estarían todos en pelotas tomando el sol o lo que cayera. Yo si me tomé un vino con unas boquitas y luego me fui hacia el apartamento. Me puse a preparar los carabineros que iba a utilizar para el arroz y el sofrito, mientras me tomaba una copa de vino. Al rato llegó Antonia. Venía con un pareo, sin nada debajo, que transparentaba su precioso cuerpo.

-              ¿Qué has comprado, guapetón? –Me preguntó-.

-              Unos carabineros que parten la pana. Vamos a tomar unos pocos a la plancha primero y después un arroz de carabineros, salvo que quieras otra cosa.

-              Me parece perfecto. Voy a decirle a los vecinos que vengan a tomar un vino y a ayudar con la mesa.

Desde nuestra terraza los llamó y en un minuto estaban todos en el apartamento, por supuesto desnudos. Yo me quité también la ropa y me puse un delantal, no quería volver a ser el único vestido, como el día anterior, pero tampoco quería quemarme. Mientras Antonia dirigía a unos y a otros con la mesa, Pilar vino a saludarme, estaba guapa y tan rica como el día anterior. Me dio dos besos y me dijo:

-              Hola Carlos, ¿qué nos vas a preparar para comer?

-              Hola guapa, pues he encontrado unos carabineros con una pinta estupenda y eso nos vamos a comer, a la plancha y con arroz.

Me llevé las manos a la espalda, no se me quitaba el dolor que me había producido dormir en el sofá.

-              ¿Te duele la espalda? –Me preguntó pasándome la mano por el costado. No pude evitar mirarle las tetas, ¡qué preciosidad!-.

-              Un disparate. Anoche me quedé dormido en el sofá y me he levantado baldado.

-              Después de comer te doy un masaje y te vas a quedar como nuevo.

-              ¿Tú sabes dar masajes?

-              Y maravillosamente, hice la carrera de fisioterapeuta, aunque después no la he ejercido.

-              Pues te lo agradecería de verdad.

Me dio otro beso, esta vez en la boca y salió de la cocina. Antonia puso la plancha mientras yo terminaba el sofrito del arroz.

-              Oye, quizás tengas razón en que son un poco raros. –Me dijo Antonia en voz baja-. Cuando nos hemos puesto a tomar el sol, Pablo se ha dado un lote poniéndole protector a Lucía que no ha sido normal y Pilar ha hecho lo mismo con Juan. Te puedo asegurar que a Lucía no se le queman las tetas y a Juan no se le queman ni la polla ni los huevos hoy.

-              Te lo dije, que no tienen una relación familiar normal. Bueno está que estén todo el día desnudos, pero otra cosa es ya el cachondeo que se traen entre ellos.

Salimos a la terraza con los carabineros a la plancha, para comérnoslos mientras se terminaba de hacer el arroz. No los comimos, los devoramos, estaban exquisitos. La conversación volvió a tomar unos derroteros parecidos a los del día anterior, pero esta vez después de la tarde de sexo que habíamos tenido. Juan interpeló a Pablo, no le había perdonado todavía que hubiera monopolizado a Antonia.

-              ¿Pablo, todavía mantienes la posición de ayer?

-              Si. Las cosas se liaron un poco, uno no es de piedra ante una mujer como Antonia, pero eso no cambia nada.

-              Bueno vosotros tampoco estuvisteis jugando al parchís. –Intervino Pilar-. Aquí somos todos de sangre caliente y no hay nada de lo que arrepentirse, ¿no Antonia?

-              Yo no tengo que arrepentirme de nada y no creo que nadie deba hacerlo. Como dice Pilar somos todos de sangre caliente y, además, mayorcitos para saber lo que hacemos.

Lucía y yo nos mantuvimos en silencio, hasta que ella y yo nos levantamos para retirar los restos y traer el arroz. En la cocina me dijo:

-              Yo de lo único que me arrepiento es de que no folláramos ayer tú y yo.

-              Bueno eso lo podemos arreglar hoy. –Me arrepentí de ser un bocazas, yo lo que quería realmente era quedarme al margen de los líos que se traía entre manos esa familia-.

-              Creo que hoy te tiene reservado Pilar.

Hablando de ella, apareció por la puerta de la cocina, me dio un piquito y me echó mano al culo. Estaba claro que venía a marcar el territorio frente a su madre.

-              Mamá, te reclaman en la terraza. –Lucía la miró con cara de pocos amigos y se fue-. Hoy no te me escapas como ayer. –Cogió una botella de vino del frigorífico, yo cogí el arroz y salimos-.

Ya sentado, empecé a notar que me estaba poniendo muy caliente. Miré a las tres preciosidades que estaban en la mesa y se me empezó a poner la polla morcillona. Recordé entonces el efecto afrodisiaco de los carabineros. Sin quererlo había echado gasolina al fuego. Yo estaba sentado entre Lucía y Pilar y ambas notaron lo que le estaba pasando a mi polla. Pero no debía ser yo el único. Antonia que estaba entre Juan y Pablo, miró hacia abajo y dijo:

-              ¿Qué pasa, no soy yo la única que está caliente? Carlos, ¿qué le has echado al vino?

-              No es el vino Antonia, son los carabineros, no recordaba que son un potente afrodisiaco. Pero a mí no me dejáis el arroz, así que a comer y luego ya se verá.

Aquello era esperpéntico. Todos comiendo con una mano y con la otra sobándose o sobando al de al lado. Pilar me echó mano a la polla, que ya estaba como una piedra y Lucía me cogió la mano y se la llevó a su chocho, que estaba ya empapado. La situación empezó a superarme, tenía la mano en el coño de la madre y la polla en la mano de la hija. Terminé rápido de comer y me excusé diciendo que iba a tumbarme, pues tenía un dolor de espalda terrible. Lucía  dijo:

-              Que te de un masaje Pilar, que es fisioterapeuta.

-              Si anda vamos, que no puedes seguir así. –Dijo Pilar levantándose y mirándome la polla. No sabía a qué se estaba refiriendo con lo que no podía seguir así, si a la espalda o a la polla o a las dos cosas-.

Me levanté completamente empalmado y nos fuimos hacia el dormitorio, no sin ver antes como Antonia tenía las dos manos ocupadas en las pollas de Juan y Pablo. ¡Joder con Antonia, le daba igual el padre que el hijo y los dos a la misma vez!

-              Túmbate en la cama boca abajo, voy a buscar aceite corporal que tendrá Antonia por aquí. –Abrió el cajón de la mesilla de noche y, además del aceite, encontró el arnés que Antonia y yo usábamos muy de vez en cuando, y que se debía haber traído Antonia para amenizar el fin de semana.- ¡Huy que pervertidos! –Dijo poniéndolo encima de la mesilla-. Me gustan las parejas que saben divertirse, pero primero vamos con tu espalda. Para que estés completamente relajado voy a vendarte los ojos.

Miré a Pilar deleitándome en su cara y en su cuerpo, antes de que me vendara los ojos con un antifaz de Antonia que había encontrado por allí. Era una mujer muy atractiva, resaltando sobre todo sus grandes y carnosas tetas. Me echó un buen chorreón de aceite en la espalda, se sentó sobre mis piernas y empezó a actuar sobre los hombros y el cuello.

-              Tienes varias contracturas en el cuello. Te va a doler un poco, pero luego te quedarás estupendo. –Me dijo-.

Efectivamente me dolió, pero noté como mejoraba. Siguió por los hombros, la espalda y la cintura. Al rato me había dejado como nuevo. Se lo dije:

-              ¡Qué maravilla Pilar! Me has dejado la espalda como hacía años que no la tenía. ¿Y cómo es que no te has dedicado a tu profesión, siendo una artista?

-              Me gustan demasiado los hombres y las mujeres como para darles masajes terapéuticos y luego dejarlo ahí. Tuve algunos problemas, sobre todo con mujeres, que se ofendieron por masajearlas un poco más de lo conveniente. Ahora date la vuelta, que vamos a cambiar el tipo de masaje.

Me di la vuelta, seguía completamente empalmado gracias al efecto de los carabineros y del masaje que me acababa de dar Pilar. Fui a quitarme la venda, pero me dijo que ni se me ocurriera, que ahora es cuando tenía que estar más relajado. Vertió mas aceite sobre mi pecho, vientre y polla. Noté como se recostaba entera sobre mí, especialmente como me presionaban sus tetas y como el nabo se encajaba en su vientre. Me besó en los labios y le devolví el beso abriendo la boca y cruzando nuestras lenguas.

-              Te tengo muchas ganas desde ayer, cuando te quedaste con mi madre, en vez de venir conmigo. –Me dijo al oído, sin parar de moverse encima de mí-.

-              No te lo tomes a mal, había quedado aquí con tus padres, no contigo. Lo tuyo ha sido una agradable sorpresa, pero también perturbadora. –Yo había puesto las manos sobre su culo y lo sobaba con delicadeza-.

-              ¿Por qué perturbadora?

-              Me pone violento la relación que tenéis entre vuestra familia. Soy bastante liberal, pero no tanto como vosotros.

-              ¿No te apetece follar con la madre y con la hija a la misma vez?

-              No lo sé, nunca lo he hecho, pero se me pone un poco cuesta arriba.

-              Yo sí y excita mucho ver a tu propia madre salida perdida comiéndole la polla a tu novio y a tu novio follándosela mientras ella me come el coño.

¡Joder con la niña! Así como le iban a durar las parejas, si se encontraban con semejante situación. Durante la conversación no había dejado de moverse arriba y abajo, masturbándome con su vientre. Se incorporó sentándose sobre mis piernas y empezó a hacerme una paja.

-              ¿No quieres que te coma el coño? –Le pregunté-.

-              Todo a su tiempo, ahora relájate.

Sin parar de masturbarme empezó a lamerme los huevos y luego se los metió en la boca. Era una auténtica artista, cuando los tenía dentro de la boca me los iba acariciando con la lengua, matándome de placer.

-              ¿Dónde has aprendido eso?

-              Me lo enseñó Juan de jovencita –contestó cuando pudo-.

Aquello era para ir al juzgado de guardia. ¡Vaya familia con la que había contactado! No les dejaba que se acercaran a mi hijo ni loco.

-              Pilar eso que hacéis no es normal, te lías con tu madre, con tu padrastro o con tu hermanastro, como si nada.

-              Nadie ha dicho que sea normal. Ahora Juan no quiere nada conmigo, dice que ya soy demasiado mayor.

¡También pederasta! No le faltaba un detalle y parecía un tío más o menos normal. Si Pilar no me estuviera haciendo el trabajo que me estaba haciendo, se me habría bajado hacía un rato con aquellas historias truculentas, por muchos carabineros que hubiera tomado.

-              Ahora si me apetece que me comas el coño.

Se levantó y luego se sentó alrededor de mi cabeza, poniéndome el coño en la boca. La criatura era un puro jugo, su coño podía declararse zona pantanosa. Gemía suavemente al principio y con más intensidad después.

-              ¿Y a ti, quién te ha enseñado a hacer eso? –Me preguntó entre gemidos, me acordé de Lucía la tarde pasada-.

-              Una mujer con la que estuve que era muy perfeccionista y muy habladora. Me dictaba lo que tenía que hacerle en cada momento. –Le contesté, también cuando pude-.

-              Pues no pares. Lo mejor de los maduros es que, aun cuando la polla la tengáis disminuida de facultades, la boca y las manos las tenéis estupendas y con mucha sabiduría acumulada.

-              Oye, que yo no tengo la polla disminuida, al menos no mucho, la tengo en perfectas facultades y si no pruébala. –Le conteste-.

-              Calla y sigue comiendo que me voy a correr por primera vez.

Le tenía el chocho abierto con mis manos y como no tenía ni un pelo la tarea era fácil y placentera.

-              No pares ahora que me corro, uffff, aggg. Sigue, sigue –gritaba-.

Las piernas de Pilar no pararon de temblar, hasta que cayó desplomada sobre mí, llenándome del flujo que salía de su chocho. Permaneció así durante varios minutos en los que intentaba recuperar la respiración. Su orgasmo lo tenían que haber oído en todo el pueblo e incluso en alta mar confundiéndolo con los sonidos de un manatí. Yo me quedé como estaba, pensando que era una chica muy fogosa y que había aguantado con bastante entereza mental el comportamiento irresponsable de sus padres.

Noté que empezó a revivir cuando volvió a cogerme la polla.

-              ¿Cómo estás? –Le pregunté-.

-              Como Dios, ¡joder que gusto! ¿Qué tienes en esa boca que parece un vibrador, cabrón?

-              Un artilugio para tratar de devolver las satisfacciones que las mujeres me han dado en la vida, pero que no consigue devolverles ni una pequeña parte de lo yo que quisiera.

-              Que galante.

-              ¿Por qué no me quitas la venda, para que pueda disfrutar de la visión de tu cuerpo?

-              Todavía no, nos queda mucha tarde por delante.

-              Pues entonces tráeme un whisky y dámelo de tu boca y de tus tetas.

-              Que caprichoso estás, pero después de lo que me has hecho te lo mereces.

Dejé de sentirla encima y debió salir de la habitación. Escuché sonidos que debían provenir de la terraza. Preferí no prestarles atención, a saber la que tenían liada los otros cuatro.

Estaba en la gloria. Pilar había conseguido quitarme el dolor de espalda. Seguía empalmado como un fraile carmelita, aunque sabía que era una de esas erecciones que puedes tener durante horas sin correrte, lo que tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Disfrutando con una chica adorable, aun cuando con un sentido muy particular de la familia. El invento de la venda en los ojos no estaba mal, efectivamente te permitía relajarte más que si hubiera tenido a la vista el cuerpo de Pilar. Mi plan para el fin de semana había sido un auténtico desastre, pero el desastre me había permitido conocer a Pilar, cosa que no todos los días pasaba. De todas formas, si volvía a quedar con otra pareja, trataría de conocerlos un poco mejor antes de encontrarme a semejantes piezas. La que también debía estar en la gloria sería Antonia, con la sorpresa completa que se habría llevado y el fin de semana de folleteo incesante y de tomar el sol en bolas.

Escuché sonidos en la habitación.

-              Hola guapa, ¿has cumplido el deseo de este condenado?

-              Todo el deseo todavía no, pero estoy en ello.

Volví a sentir a Pilar sobre mí. Noté su boca contra mi boca y la abrí, dejó caer un trago de whisky dentro.

-              Qué bueno –le dije-.

-              Al parecer tenías razón con los carabineros, porque ahí fuera hay un cachondeo que no es normal. Antonia y tú hacéis buena pareja para estos saraos. ¡Qué suerte tienes, cabrón!

-              La suerte hay que buscarla, no viene a llamar a tu puerta. ¿No hay un poco más de whisky?

-              Abre bien la boca.

Seguí sus órdenes y me metió un pezón en la boca. Era grande y estaba duro como una piedra. Lo chupe mientras dejaba ella caer el whisky poco a poco.

-              Luego me lo voy a beber de tu polla.

-              Ni de coña, ¿qué quieres, que no pueda ni mear en semanas?

Mientras hablábamos me sobaba lentamente el nabo.

-              Carlos, pareces una buena persona y me ha gustado conocerte.

-              Gracias, tu también lo pareces, pese a que con el lío de familia que tienes no ha debido ser sencillo. Y también me ha gustado conocerte. Ya sabrás que a mí me gustan más las mujeres maduras, pero ese es un defecto que se te quitará con los años.

-              ¿Por qué te gustan más las mujeres maduras? Nosotras, las más jóvenes, tenemos mejor cuerpo, más aguante y, normalmente, tenemos menos problemas con el sexo.

La tenía cogida por la cintura, iba bajando la mano hacia su fantástico culo y luego volvía a subirla. Ella seguía sobándome la polla suavemente.

-              Has cometido dos errores seguidos. Primero has dicho que los hombres maduros tenemos problemas con nuestra polla y eso no siempre es cierto. Hoy puedo estar follando contigo horas, hacer que te corras más veces que en toda tu vida y yo no correrme. Segundo, lo que has dicho de las ventajas de las jóvenes respecto a las maduras, no son más que lugares comunes de revista barata, lo que me extraña en ti, que pareces tener la cabeza bien amueblada. El cuerpo de una mujer madura normalmente es más sereno que el de una joven, tendrá las tetas menos puntiagudas, pero las tiene más llenas, más contundentes, más acogedoras. El aguante tuyo no lo sé, pero te puedo asegurar que Antonia follando aguanta más que tú. Y con lo de los problemas con el sexo, estás completamente equivocada, quizás a una mujer madura le cueste más follar una noche con un desconocido, pero te aseguro que si empieza, es capaz de cualquier cosa, porque no quiere ligar con un tío un rato, quiere cumplir todos los deseos que se le pasen por la cabeza a ella y por la de quién esté con ella. Y dame un poco más de whisky que se me queda la boca seca de pegar estos rollos.

Primero me besó y luego volvió a meter el pezón en mí boca y a dejar deslizar el whisky por su teta.

-              Eso de que no te vas a correr es una bravuconada. Un coño joven te aprieta más la polla y te produce mayor placer.

-              Pero bueno Pilar, con lo lista que pareces, tú te crees que los hombres estamos buscando un guante de nuestra talla o una presilla para la polla.

Lo que dije le debió tocar la moral, porque se puso encima de mí y se la metió en el chocho hasta el fondo. Seguía teniéndolo empapado.

-              ¿Es igual que el de mi madre o que el de Antonia?

-              Que el de tu madre no lo sé, porque no he follado con ella, pero el de Antonia, para mí, es único.

-              ¿No te gusta?

-              ¡Claro que me gusta, pero yo no voy por la vida comparando coños! De ti, aparte de que estás muy buena por lo que recuerdo, ya que no me dejas verte, me gusta tu cabeza, ¡no lo eches a perder diciendo simplezas!

La atraje hacia mí hasta que pude meter la cabeza entre sus tetas y chuparle los pezones. Cada vez se movía más rápido arriba y abajo y en círculos. Estaba intentando que me corriera, pero yo sabía que eso no iba a suceder. Empezó de nuevo a gemir. Yo seguía amasándole las tetas, cada vez con más fuerza, hasta que gritó que se corría y se dejo caer sobre mí. Al rato me dijo:

-              ¿Cómo consigues no correrte?

-              No es algo voluntario, hay raras veces que notas que no te vas a correr o al menos que vas a tardar mucho en hacerlo. Unas veces es agradable, como ahora aquí contigo, y otras no porque vas acumulando una tensión sexual que no consigues liberar con la eyaculación.

-              ¿Qué te apetece que te haga para que te corras?

-              Quédate cómo estás, me gusta tener la polla en tu coño, sentir tu peso encima y hablar contigo.

-              ¿Has tenido muchos rollos en tu vida?

-              Menos de los que me hubiera gustado y más de los que debería haber tenido. Me gustan las mujeres con locura, te diría que me gustan casi todas, menos las que tienen los labios finos, pero no me pierdo por la polla. Estoy aquí contigo porque Antonia lo sabe, lo mismo que Antonia estará no sé con quién, porque yo lo sé. A esta edad no me van a coger con otra sin que Antonia lo sepa.

-              Es la primera vez que oigo lo de las mujeres con los labios finos y que te produzcan ese rechazo. Estoy de acuerdo con que son más bonitos unos labios carnosos, pero tampoco es para huir de las mujeres con los labios finos.

-              Si es para huir y es el único consejo que te voy a dar. Las mujeres con los labios finos son envidiosas, engañosas, liantas y malas personas. No te líes nunca con ninguna ni confíes en ellas.

-              ¡Qué cosas tienes, Carlos! Me parecías más racional y menos exaltado.

Empezó otra vez a mover el culo, aquella chica era incansable.

-              ¿Quieres que te la chupe?

-              A quién le amarga un dulce.

Sacó mi polla de su chocho y fue deslizándose hacia mis pies. Sentí cuando sus tetas pasaron sobre mi polla y luego como se la metía en la boca y jugaba con su lengua en mi capullo dentro de la boca. Tenía razón Antonia cuando me dijo por la mañana que me lo iba a pasar muy bien con ella.

-              Me estoy tocando mientras te la chupo. –Me dijo en un descanso de sus actividades orales-. No me puedo creer que me vaya a correr por tercera vez y tú estés como si nada.

-              Como si nada tampoco, me estás dando mucho placer con tu boca golosa.

Escuchaba como su mano se movía sobre su coño. Lo hacía violentamente, buscando correrse con rapidez y cada vez se metía mi polla más al fondo de su boca, hasta que consiguió tenerla entera dentro y lamerme los huevos con la lengua a la misma vez. Nunca me habían hecho eso que yo recordara y lo recordaría seguro.

-              ¡Me corro, me corro otra vez! –Gritó mientras me pajeaba salvajemente.

Dejó caer su cabeza sobre mi vientre respirando de manera entrecortada.

-              Ufff, Carlos. Esto me ha pasado una vez o ninguna.

-              En esta última yo no he tenido nada que ver. Eres una mujer muy ardiente y disfrutas con ello, lo cual está muy bien, porque haces disfrutar mucho a los demás. ¿Puedes quitarme ya la venda? Quiero verte.

Se movió, se puso de rodillas alrededor de mi pecho y me soltó el antifaz. Estaba despeinada y sudorosa, pero muy guapa. Cuando moví la cabeza vi que Lucía estaba tumbada en un sillón que  había en el dormitorio, tocándose el chocho y las tetas. Me quedé de piedra.

-              ¿Se puede saber que haces ahí? –Le pregunté a Lucía, bastante cabreado-.

-              Me gusta ver a otros follar y más si quien folla es Pilar. –Me contestó sin mover la mano de su chocho-.

-              ¡Sois unas degeneradas! –les grité a las dos y salté de la cama-.

Salí del dormitorio por la puerta de la terraza y la escena que me encontré todavía me escandalizó más. Antonia estaba ensartada en Juan y comiéndole el nabo a Pablo.

-              ¡Antonia, por Dios, que son padre e hijo! ¿Es qué a ti ya te da todo igual?

-              Carlos ya te dicho que si a ellos no les da reparo, porqué los iba a tener yo.

-              ¡Coño, porqué no es normal!

Antonia había seguido ensartada y con el nabo de Pablo en la mano.

-              Esto para mí ha ido demasiado lejos. –Les dije a todos-. Por favor, ¿podéis dejarnos solos a Antonia y a mí?

Antonia asintió con la cabeza, desmontaron el grupo de folleteo y salieron los cuatro del apartamento. Estaba muy cabreado.

-              Antonia, yo monté la cita con Lucía y Juan para darte una sorpresa y luego decirte que había logrado colártela. Ellos se presentaron con sus hijos por las razones que nos dijeron ayer, pero coño, esto ya es demasiado. Sin saberlo, he estado follando con Pilar, mientras que la madre se hacía una paja viendo a su hija correrse. Ahora salgo y te encuentro follando con padre e hijo. ¿Pero es que no hay nadie normal!

-              ¿Ah, qué el fin de semana era una quedada con Lucía y Juan para follar y no me habías dicho nada? –Me preguntó Antonia-.

-              Si, podría haber sido una reunión muy agradable. Tú te sorprendías por la coincidencia con una pareja liberal, follábamos un poco y luego, cuando comentáramos lo sucedido, te decía que había estado todo preparado, me reía un poco de ti y tan felices.

-              Carlos, cada día estás más panolis. Empiezas a darme pena.

-              ¿Pero qué coño estás diciendo?

-              Hace unos diez días reactivaste la página de “liberalesyswigers.xxx”, pero no caíste en que mi correo electrónico también estaba en esa página junto con el tuyo. La página, con una buena política, me envío un correo avisándome, después de dos o tres años de inactividad nuestra, cabía pensar que igual ya no estábamos juntos. Intuyendo por donde venías, te coloqué un programa espía de la pantalla en tu ordenador y coloqué otro en el mío que grababa todo lo que salía en tu pantalla. Los hay a montones en internet y gratis.

Ya empecé a percatarme de la jugada de Antonia. Me temí lo peor. Me la había vuelto a dar con queso y encima dejándome como un analfabeto informático.

-              Supe que habías quedado con Lucía y Juan y se me ocurrió darle una vuelta de tuerca y devolverte con creces la jugada. Me puse en contacto con ellos y les dije que quería devolverte la jugada que querías hacerme. Les planteé la idea de que podían venir con unos hijos ficticios y liarla bien todo el fin de semana. Les pareció genial cómo te la iba a dar y me comentaron que tenían una pareja joven con la que quedaban a menudo y que era perfecta para lo que pretendía. Y así aparecieron Pilar y Pablo. O sea que de hijos nada, unos folladores como ellos o nosotros, pero más jóvenes.

-              Eres una hija de puta como no hay otra igual. Y vosotros sois una panda de cabrones –grité para que me oyeran los vecinos, que seguro estaban en la terraza pendientes del desenlace. Acerté porque las risas debieron escucharse en alta mar-.

-              Carlos no tienes nada que hacer contra ella. –Gritó Pilar desde su terraza-.

-              Abandona cualquier esperanza de pegársela –dijo Lucía-.

-              Las mujeres son mucho más listas que nosotros –gritaron Juan y Pablo-.

Tenían razón en todo. Me la había comido entera y encima había pasado algunos malos ratos, aunque otros estupendos, ¡que hija de puta!

-              Anda, veniros a tomar una copa para que veáis que no os guardo rencor, ¡pedazo de marranos!

Joder como me la habían pegado entre todos, pensé. Han debido de reírse a mí costa lo más grande. Les abrí la puerta y me fueron abrazando conforme entraban, como si me estuvieran dando el pésame. Lucía me dijo al oído:

-              Follas como los ángeles, lástima que se te haya caído –y me cogió el nabo, que estaba que daba pena-.

-              Me lo he pasado esta tarde contigo de maravilla. Tenemos que repetir. –Me dijo Pilar mientras me abrazaba-.

Nos pegamos una follada entre los seis de escándalo, aun cuando tuve que aguantar el cachondeo que tenían conmigo durante todo el tiempo. Que si “ven mamá vamos a comerle juntas la polla a Carlos” o “la familia que folla unida permanece unida”,…etc.

Hasta ese momento del verano Antonia me había dado una paliza de cuidado. Dudaba si contraatacar o simplemente darme por vencido y estar atento a cualquier cosa que viniera de ella.

Si sucedieran nuevas cosas a lo largo del verano, trataré de contároslas.

Gracias porecharelrato leyéndome y espero vuestros comentarios y valoraciones.