Juegos de Matrimonio: Los comienzos con Ana

Una fiesta inesperada, unos juegos, unos amigos y mucha pasión. Ahí comenzó todo.

JUEGOS DE MATRIMONIO  - Los comienzos con Ana.

Conocí  a Ana , una tarde de verano de hace bastantes años. Ella, recién llegada a mi ciudad por motivos de traslado laboral de su padre, acompañó a su madre y su hermana a una peluquería femenina que, de aquella, era muy popular y conocida. La dueña del negocio tenía dos hijos, chica y chico, que formaban parte de mi numeroso grupo de amigos. Y hablando en la peluquería, comentaron que eran nuevas y no conocían a nadie; pues bien, la peluquera les presentó a su hija y ésta las animó a que salieran con este grupo, ya que había una fiesta veraniega al día siguiente. Y así fue como la conocí.

Era simpática, agradable y muy guapa, bueno aún con los años, ahora, lo sigue siendo, y debo admitir que me causaron una gran sensación su dos hermosas tetas, que  se apreciaban en su ceñida camiseta.

Pero, las cosas no fueron fáciles. En el grupo había gente mas “guapa” que yo y al cabo de unas semanas Ana comenzó a salir con uno del grupo, en concreto con mi mejor amigo, Juan, con el que inició una relación de unos meses.

Es cierto que ella entabló una gran confianza conmigo, entre otras cosas porque, para Juan, yo era su mejor amigo también, y en ocasiones me contaba que las cosas no iban bien. El, me comentaba que, aquellas tetas que yo admiraba, eran el punto débil de ella, que una vez las acariciabas perdía el control.

En la primavera del año siguiente fui, como solía hacerlo cada año, a disfrutar de la Feria de Abril de Sevilla, donde tengo varios amigos. A mi regreso, me comentó que ella y Juan lo habían dejado. El, aprobó unas oposiciones a la Administración Pública y se trasladó a vivir a la capital. La ruptura entre ambos fue amistosa y manteniendo muy buena relación y, de hecho, nos veíamos en grupo los fines de semana. Ana y yo empezamos a tontear poco a poco hasta que acabamos saliendo juntos.

El tiempo transcurre,  pasan tres años y Ana y yo nos casamos; Juan conoce a Dora, compañera de trabajo y también se casan y regresan a vivir a nuestra ciudad. No merece la pena comentar mucho en este tiempo porque lo que realmente nos marcó la vida de pareja fue algo que sucedió años mas tarde.

Como muchos sábados salíamos en  grupo a tomar vinos por la zona de bares, cenábamos y nos metíamos en la discoteca a bailar. En aquella época la restricción de cierre de bares y discotecas estaba marcada para las 3 de la madrugada. Al salir, el grupo se fue diluyendo y quedamos 3 parejas: Juan y Dora, Mario y Lola y Ana y yo. Estábamos cerca de la casa de Juan y éste propuso:

-          Si queréis, una última en nuestra casa, no hay problema, tenemos bebida de sobra.

-          Yo me apunto, anoté

-          Nosotros también, dijo Mario

Así que nos encaminamos a su casa y nos preparamos unas copas para seguir charlando y con música bajita. Bailamos algo, Mario puso una canción muy seductora y comenzó a desabrochar la camisa en plan strip-tease, lo que provocó una exclamación del personal animándole a que continuara.

Juan, siempre al quite, propuso que fuese algo más colectivo, no solo mirar para uno y apuntó la posibilidad del juego de la botella. (Una botella gira y al parar su boca señala a una persona, que deberá realizar algo).

-Yo quiero, dije

  • Yo ya empecé, dijo Mario

Dora, Ana y Lola se miraron, sonrieron y aceptaron el desafío.

Nunca podréis imaginar cómo, aquella botella de tónica, vacía, cambió para siempre nuestra vida de pareja, nuestra vida sexual. Cambió para excelente.

El juego fue sencillo, sin complicaciones y proponiendo que, al que le señalase la boca de la botella, se desprendería de una prenda. Había sus más y sus menos sobre la fuerza con que se hacía girar la misma, acordando que después de cada tirada se cambiasen las posiciones de cada uno, así habría más igualdad.

La primera me cayó a mí, y entre vítores me desprendí de mi camisa, luego fuimos cayendo poco a poco todos, pues al ser verano, no había mucha ropa para quitar. La primera mujer en ropa interior fue Dora, con un par de tetas abundantes apretadas en un sujetador poco sexy. Cuando por fin le cayó este, todos aplaudimos, viendo como se liberaban aquellas dos preciosidades. Juan fue el primer chico en quedar desnudo, si bien la única que no conocía su miembro era Lola, el resto, su mujer, su ex novia (Ana) y Mario y yo, ya la habíamos visto en otras ocasiones por motivos, principalmente deportivos y de playa.

El ambiente estaba muy caliente, el juego prometía y la ocasión se presentó para mí, que pedí un cambio:

-          La próxima prenda a quitar, deberá ser extraída por otra persona, que no sea su pareja.

-          Genial, asistieron los demás

Bueno, pues el destino quiso que Lola perdiera su sujetador y la cosa estaba entre Juan, Ana, Dora y yo.

Hubo solicitudes y yo maticé:

Dado que yo lo propuse, me toca por justicia. Todos rieron y aceptaron

Me puse de pié, con un bulto enorme en mis slips, extendí la mano a Lola y la invité a ponerse a mi lado, para que pudiesen verla mejor. Todos la miraban esperando ver sus tetas, me acerqué por detrás, le recorrí los hombres, los brazos, las caderas, las piernas con mis manos y volví a subir morbosamente hasta alcanzar sus pechos, llevé las manos a su espalda y solté el sujetador. Lo mantuve flojo, pero cubriendo sus tetas…y lo dejé caer. Eran pequeñas, como se apreciaba antes, pero apetitosas.

No sentamos y cuando me tocó el turno a mí,  fue Lola quien pidió bajarme los slips, cosa que hizo de manera algo precipitada y apurada.

A Ana, también le llegó su turno y fue, ante sorpresa de todos, Dora la autora del desenganche, quién, además, le hizo un par de toques en sus tetas cuando quedaron libres.

El único que permanecía con slips era Mario, claro, ya no procedía seguir con la botella, así que le pedimos que se los quitara, pero para nuestra sorpresa se negó, (al día siguiente nos confesó que tenía una fístula que le molestaba). Esto cortó un poco el juego y la cosa se paró.

Poco después, Mario y Lola, se despedían y quedamos los cuatro restantes, desnudos y tomando otra copa.

-          Tenéis prisa?, preguntó Juan

Ana y yo nos miramos y dijimos que no.

-          Queréis jugar a algo más atrevido?, volvió a preguntar Juan.

-          Claro, de que se trata?

-          Es un juego erótico que tenemos, se llama La Pirámide Prohibida y nosotros ya jugamos, pero para dos es más aburrido.

-          Tráelo, dijo Dora

Sentados en la alfombra, desnudos, como estábamos, Juan colocó el juego en medio de los cuatro. Consistía en tablero que era una especie de  pirámide y que había que ir recorriendo con tu ficha y salvando casillas y obstáculos. Tenía, además, varias cartas con mandatos, otras con preguntas y otras denominadas “Suerte”. Además, había 4 comodines para repartir entre los jugadores.

Sorteamos como nos colocábamos y comenzamos el juego.

Había risa nerviosa y ojos de cierta excitación. Juan aclaró que el comodín no deberíamos usarlo muy pronto porque podría haber alguna prueba más fuerte.

Ana cae en una casilla que decía: Besa a un componente de juego, y por deferencia me besó a mí. Dora, lo toca una que dice: Coge una carta de Suerte; la levanta y dice: Da un beso en el pecho al jugador de tu derecha. Risas y murmullos….

-          Ahhh, te toca Ana. Quieres usar el comodín, preguntó su marido

-          No, dijo claramente, esta no es una prueba difícil.

Y dicho esto, dio unos besitos a Ana junto a su pezón. Y risas de nuevo.

Seguimos jugando con pruebas de diversa índole, hasta llegar a la parte baja de la pirámide. Ahí era difícil librase, pues la mayoría eran pruebas mucho más duras.

Ana levantó una carta y le pedía acariciar el miembro de uno de los hombres. Ni se acordó del comodín y se agarró al miembro de Juan, que ya conocía sobradamente de su época de pareja, y la acarició, manoseó y besó con ganas.

-          Te trae buenos recuerdos?, pregunté

-          Si, claro, no ha cambiado mucho, y se rió

-          Pues disfrútala, añadí también con risas.

Era la primera vez que veía a Ana con la polla de otro tío en la mano y debo de reconocer que me empalmé de manera instantánea; Dora se dio cuanta y sonrió pícaramente.

Aquella excitación me causó un enorme placer y me di cuenta de cómo deseaba ver a Ana con otra persona. Nunca olvidaré aquella extraña y agradable sensación, mucho más sabiendo que ella estaba disfrutando con el juego.

La siguiente prueba fue, caricias colectivas, es decir, cada jugador acaricia al resto de componentes. Ana empezó por mí, me besó la polla, la metió en la boca y de ahí paso a besar a Dora en la boca, pasándole mis sabores, luego a Juan , dándole una buena mamada y terminó de nuevo en mi boca con los sabores de Juan.

Yo besé los pechos de Dora, que los deseaba desde que los vi sueltos, y acariciaba su vello púbico, cortito, pero de un rubio intenso; estaba mojada y me correspondió con un beso en la boca y una medio paja, que me dejó temblando,

Juan y yo, nos acariciamos las pollas de manera rápida (confieso que a mí no me habría importado hacerlo más a fondo, pero él no es bisex y Ana, aun no sabía mis gustos en este sentido),  mientras Ana y Dora se besaban y tocaban sus entrepiernas.

-          Stop, dijo Juan, propongo terminar el juego y descargar todo el fuego que llevamos dentro.

-          De acuerdo, dije yo

Dora  nos dijo que pasáramos al dormitorio, su cama era matrimonial, aunque para cuatro, algo estrecha. Yo a un lado, Ana a mi lado, luego Dora y Juan en el otro extremo. Mientras acariciaba a Ana, me encontré con las manos de Dora, que buscaba su sexo y las de Juan, que también se encontraban buscando la vagina de mi mujer.

Por ello propuse cambiar de posición, yo ocupé el lugar de Juan y éste el mío. Me lancé a por aquel coño rubio, que froté y manoseé, mientras mi boca lamía sus pechos. Dora, con una mano me agarraba mi pene y con la otra seguía jugando con Ana, donde de peleaban ella y su marido por poseerlo.

Me deslicé sobre la cama para caer a los pies de Dora, le abrí las piernas y metí mi cabeza en medio. Estaba jugosa, caliente, ardiente y no tardó en apretar mi cabeza contra ella. Juan, se colocó sobre Ana y le devoró los pezones. Ahí mi mujer perdió el control, empezó a gemir y abriendo sus piernas y Juan le preguntó:

-          Quieres que te folle?

-          Si, le dijo Ana mirándome a mí, Fóllame, ….., fóllame ¡¡¡

Juan de separó, puso un preservativo, me tiró otro a mí y se posicionó para penetrar a Ana, ambos lo deseaban.

Una vez más, ver a Ana así, desnuda, abierta de piernas, con una cara de excitación inmensa, ojos brillantes de calentura, que se acariciaba los pezones en espera de ser follada, me llevó a sentir un placer enorme. Me prometí que trataría de satisfacerla y satisfacerme en este ambiente todo lo que me fuera posible.

Juan se deslizó y le metió la polla de un envite. Ana gimió, mientras añadía…

-          Sí, siii, siiii, como la siento ¡¡

-          Te tenía ganas, le decía Juan

-          No pares.

Y extendió su mano hasta tocar mi cuerpo que se disponía a recibir el de Dora, tumbado boca arriba, con mi pene duro y mojado.

Dora lo chupó, jugó con él y me puso en preservativo, para colocarse sobré él, enderezar su espalda y llevarme mis manos a sus tetas, mientras me preguntaba:

-          Te excita verla, verdad?

-          Mucho, Dora, desconocía este placer tan inesperado.

-          Estos dos me han puesto a tope

-          Tengo muchas ganas de joder contigo, me tienes loco de calentura.

Y así, cogiendo la mano que Ana había apoyado en mi pecho, como intentado compartir el momento conmigo, se la llevó Dora a su teta derecha,  mientras entraba mi polla en aquel rubio y peludo coño. Cabalgó sobre mí, gimiendo, mientras su marido y mi mujer, se corrían entre alaridos y jadeos a nuestro lado.

Yo aguanté como pude para esperar por Dora y en cuanto la note venirse me corrí con unas ganas y un placer indescriptible.

Sudorosos, exhaustos y risueños nos quedamos, un rato, tumbados, los cuatro, boca arriba; encendimos unos cigarrillos y nos quedamos medio adormecidos. Poco después, Ana, sitiándose algo culpable, acarició mi polla y yo su coño, y así, suavemente me pidió que la follara yo también. Lo hice con ganas y arrastré a Dora y Juan a imitarnos.

Eran las siete de la mañana cuando abandonamos su casa, cansados y muy satisfechos, para irnos a nuestra casa, ducharnos y dormir un rato. Era domingo y había comida con la familia.

Al marchar, Dora nos preguntó si lo habíamos pasado bien, a lo que respondimos que “Genial” y me propuso que buscara otro juego, tipo la Pirámide, para otra fiesta de sábado.

Lo hice y repetimos, hasta que un día salió mal, al asistir otros amigos. Pero eso es otra historia.

Así, de esta manera inesperada, Ana y yo nos iniciamos en el mundo swinger.

Carlos. (Matricam)

P.D.: Quiero agradecer a los diversos lectores que me han escrito para felicitarme por los relatos anteriores, y los invito a leer éste, así como a publicar a continuación del relato, sus impresiones y valoración. Esperando, además, poder seguir conversando juntos y cambiando impresiones a través de mi correo. Muchas gracias.