Juegos de lobo

Ten cuidado con lo que juegas...

Hola. Mi nombre es, bueno,  para vosotros Ness y no, no tiene nada que ver con el lago escocés.

Lo que les voy a contar, es producto de mi imaginación, o tal vez no, no estoy segura, porque lo sentí tan real que a veces dudo hasta de mi misma y de mi cordura.

Juzguen ustedes mismos…

Galway, Irlanda. Marzo de 2012.

¡¡Dios, me encanta esta ciudad!! Soy estudiante de Erasmus y estudio en la NUI, Universidad Nacional de Irlanda, mi último año de Derecho. Llegué a esta ciudad a principios de septiembre del año pasado.

¿Porque venir a Irlanda? Porque siempre he soñado con vivir en cualquiera de sus ciudades, es algo que me atrae desde que tenía uso de razón y no lo pensé ni un solo segundo cuando tuve la ocasión de venir. Su ambiente, sus pintorescas calles, sus mercados medievales, su historia, sus gentes, todo me envuelve.

Ahora, cuento los días que me quedan para regresar  a [   ] y no porque lo desee. Si, echo de menos a mucha gente allí, pero aquí…aquí soy yo, en mi mundo y aquí he descubierto algo que...bueno, no adelantemos acontecimientos.

Lucas es mi compañero de piso. Lo conocí cuando llegue a Galway. Coincidimos en la universidad, concretamente delante del tablón de anuncios. Ambos buscábamos piso y conectamos tan bien desde el minuto cero que no dudamos en buscar juntos un piso para compartir. Estudia Medicina Veterinaria y es un apasionado de los lobos, siempre anda leyendo, buscando por internet y a mí me trae loca cada vez que descubre algo que desconoce.  Pero le reconozco el mérito de haberme picado y despertar una libidinosa atracción por dicho bichejo. Ya sé, ya sé, tengo alguna desviación, si, es probable ¿Y?

Cada vez que él intentaba contarme o explicarme algo, yo lo escuchaba pacientemente y le iba poniendo caritas, hasta que acababa diciéndome ¿Qué? ¿Qué pasa? Entonces yo me relamía mordiéndome el labio y le decía …mmmmm, ese lobo fuerte y viril… Acababa muerta de la risa de ver su expresión y aguantando un chaparrón de improperios …un día no te reirás, ya verás…

Una mañana a primeros de diciembre, Lucas me propuso  acompañarle a un centro de investigación animal dentro del zoológico de la ciudad. Un profesor suyo le había informado de la llegada al centro de un grupo de tres lobos para un estudio de su hábitat. Lucas saltó y grito de alegría porque decía que ese era un momento histórico, que desde que desaparecieron los lobos en el S.XVIII en Irlanda, jamás había tenido lugar un hecho así.

Y allá que nos encaminamos, yo con más pereza que otra cosa, pero viéndole tan entusiasmado, cualquiera le decía que no.

El centro era bastante nuevo, no así como el zoológico que ya tenía sus añitos pero estaba bien conservado gracias al buen trabajo de los trabajadores. Así me lo había dicho Lucas en más de una ocasión, que acostumbraba a ir de vez en cuando a echar una mano.

Lucas saludo al chico del control de seguridad a la entrada del centro, enseñándole una tarjetita de visitante. Estacionó el coche en los aparcamientos de los empleados y nos dirigimos directamente al centro de investigación. Allí saludamos al responsable del centro y dos veterinarios que estaban de turno que nos condujeron a la zona del zoológico donde iban a estar las fierecillas durante su estancia. Era una zona más apartada, sin acceso a los visitantes turistas.

Lucas casi se muere de la emoción cuando los vio. Se quedo mudo, con los ojos abiertos como platos y la babita casi a punto de caerle por la boca de no ser por uno de los veterinarios que le palmeo la espalda y le volvió al mundo real. Estaba maravillado y  una vez que recuperó el habla, no dejaba de repetir …es maravilloso, increíble, espectacular… Hasta a mi me contagio la emoción.

Los lobos, al sentir nuestra presencia, comenzaron a estar algo inquietos, pero fue cuando yo me acerqué hasta donde estaba Lucas, cuando uno de ellos quedó parado en nuestra dirección y sus ojos brillantes y negros se clavaron en los míos. Yo casi me muero del susto y me agarré a Lucas, el cual se medio sonrió mientras me decía que me tranquilizase. Pero era imposible no hacerle viendo a ese animal mirándome como si me fuese a comer. Deje de respirar cuando el lobo comenzó a moverse y a dirigirse hacia nosotros. Evidentemente estábamos a una distancia más que prudencial, pero yo estaba acojonaita y cada vez me escondía más detrás de Lucas. Así estuvimos unos 5 minutos que me parecieron una eternidad, Lucas emocionadísimo y yo cagadísima, hasta que uno de los veterinarios rompió tan extraño momento y le dijo a Lucas que lo acompañase a ver no se qué cosa. Le agradecí eternamente que nos sacase de allí. El lobo ni se inmuto, sin perder su vista fija en mí hasta que desaparecimos.

Lucas esa noche casi ni cenó sumergido en libros y archivos, imaginaos sobre qué y yo, ante tal acto de socialización, decidí irme a la cama.

No pude quitarme esa sensación de desasosiego en todo el día, ni la mirada del maldito bicho. Un comportamiento bastante extraño pensé, aunque claro, mi conocimiento en temas lobunos era bastante reducido, limitándose al malvado lobo de caperucita roja. Sus ojos no eran los de un animal, sus ojos transmitían sensaciones, inquietud.

No sé qué hora era, ni cuanto llevaba dormida, pero sin más, desperté y abrí los ojos. Y ahí estaban, sus ojos, negros y profundos, brillando en la oscuridad, mirándome fijamente, devorándome. Si, eran esos ojos que aquella mañana me habían aterrado, eran inconfundibles. Quede sin aliento y a punto estuve de gritar, de no ser porque esos ojos emergieron de la oscuridad y se abalanzaron contra mí. Una mano se poso sobre mi boca…

-          Shhhhhhhhhhhhh, no grites, ¿no querrás despertar a tu amigo verdad?

Dios mío, esos ojos pertenecían a un cuerpo, un cuerpo perfecto, a una voz masculina, una voz profunda y ronca, a una cara, una cara de fasciones duras y agresivas y ahora mismo lo  tenía encima de mí y completamente desnudo.

Me ahogaba con mi propia respiración, el pecho se hinchaba oprimiéndome y mi gesto era de asombro y miedo al mismo tiempo.

-          Tranquila, relájate, respira. No quiero que te desmayes.

No podía moverme, estaba completamente paralizada por sí sola, no era su cuerpo encima del mío lo que me mantenía inmóvil, era yo misma, yo y mis más bajos instintos que por alguna razón me tenían hipnotizada. ¿O acaso era él?

Deslizó su mano de mi boca, acariciándome la mejilla y recreándose en mi pelo. Lo cogió con los dedos, acercándoselo a la nariz y lo olió, aspiró profundamente y exhaló el aire por la boca en forma de suspiro que me llegó al alma. Dios, era tan tremendamente salvaje y sexual, que sin apenas ser consciente, una chispa me atravesó de la cabeza directa a mi sexo, sintiendo un hormigueo inconfundible. Estaba excitada.

Me miró como si supiese lo que me estaba pasando y sentí el rubor en mis mejillas.

-          Preciosa.

Se incorporó con los brazos apoyados en la cama pudiendo apreciar su enorme torso, marcado y oscuro. Dirigió su mirada primero hacia mis pechos para ir bajando por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Me miraba como si traspasase la tela de mi camiseta, aquella que siempre me ponía para dormir. Agarró el cuello de la camiseta con ambas manos y de un solo movimiento la rasgo entera, quedando mi cuerpo expuesto a su mirada felina.

En esos momentos estaba totalmente entregada a aquel animal de forma humana que sin tocarme apenas me tenía sometida al incesante y galopante deseo que emanaba su cuerpo y su mirada.

Acercó su cara y su boca a mi vientre, sacó su lengua y acarició mi ombligo, mojándolo. Sin despegar su nariz de mi cuerpo, la deslizo hacia arriba, aspirándome, oliéndome, hasta detenerse entre mis pechos. Miró a ambos lados, examinando cada pezón, y su boca se dirigió a mi pezón derecho, mientras que una de sus manos hacia lo propio con el izquierdo. Su lengua húmeda y caliente profirió un largo y profundo lametón sobre mi pezón y sus dedos pellizcaron acompasadamente el otro. Y lo hizo una y otra vez hasta conseguir que mi torso se arqueara, elevando mi sexo hacía el. Sin saberlo, lo estaba buscando.

Entonces sentí su aliento en mi cuello, su respiración entrecortada, su nariz acariciando mi oído…

-          Date la vuelta…y a cuatro patas…

Abrí los ojos y le miré. El volvió a sacar su lengua y lamio mi boca.

-          Mmmmmmmmmmmmm, haz lo que te he dicho.

Me di la vuelta, sobre sus piernas, y las encogí para ponerme tal y como me había dicho.

Sus manos entonces se posaron en  mi culo y agarrando mis braguitas, las deslizó hasta dejármelas a la altura de las rodillas. Por instantes deje de sentirle, deje de notar sus manos, solo notaba su presencia y su mirada.

De nuevo sus manos agarraron mis braguitas esta vez para romperlas de un tirón.

Separó mis piernas y con sus manos abrió mi sexo. Sentí sus dedos separar cada uno de mis pliegues, su aliento sobre mí, aspirando profundamente el olor que desprendía y su deliciosa lengua pasearse  a lo largo y ancho.

-          Deliciosamente preparada para mí.

Sentí su miembro abultado, hinchado y duro apoyarlo suavemente sobre mi sexo, empujando levemente, presionando de una forma tan desquiciante que a punto estuve de gritarle que me follase sin compasión. Agarró mis brazos con sus manos y los apoyo sobre el cabecero de la cama, quedando sus brazos sobre los míos y sus manos entrelazadas con las mías. De nuevo, su respiración en mí oído…

-          ¿Preparada mi lobita?

En ese momento, cerré los ojos, apreté mis manos contra las suyas y mi cabeza descendió.

Fue desgarrador, intenso, fuerte, vehemente, profundo, apasionado, doloroso…dulcemente tormentoso…

Me penetraba, me embestía, me taladraba, me atravesaba, rápido, despacio, más rápido, sin descanso, sin tregua, lamiendo mi cuello, mordiendo mi oreja y haciéndome perder todo atisbo de conciencia. Era salvaje, de locura, cada vez lo sentía más fuerte, más poderoso, como si una fuerza descomunal lo poseyera y la controlase.

Una palabra, una sola palabra fue suficiente…

-          Córrete…

Mi cabeza se activó, mis músculos se tensaron y todo aquello que había estado conteniendo exploto en mis narices, ahogando un grito ensordecedor en su boca, que me atrapo en el justo momento en que él estalló dentro de mí.

Fue entonces cuando mi cuerpo no lo resistió,  mis ojos se nublaron y caí mientras unas palabras resonaron en mi cabeza… Ten cuidado con lo que juegas…

Me desperté temprano, ansiosa, mirando la habitación, mi cama, mirándome a mí misma, mi camiseta, la llevaba puesta y estaba…intacta, mis braguitas, puestas e indemnes. ¿Cómo era posible? Anoche, él, su cuerpo, su olor, sus manos…

Salté de la cama y salí de la mi habitación en busca de Lucas. No estaba. Una nota en el frigorífico me decía que había ido al centro de investigación y que no lo esperase a comer.

El centro de investigación…los lobos, ese lobo, sus ojos. No, ¿pero en qué coño estaba pensando?, ¿me había vuelto loca o qué?, desde luego Lucas tenía razón muchas veces en que necesitaba controlar mis fantasías y mis impulsos.

Me vestí a la velocidad del rayo, agarré mi bolso y me dirigí al centro de investigaciones.

Di las gracias porque estuviese Lucas en el centro, así me sería más fácil entrar, no tener que inventarme una excusa. El chico de seguridad me reconoció sin problema y me dejó pasar.

Al entrar al centro me detuvo una chica muy mona, morena pero algo estirada preguntándome quien era y a donde me dirigía. Le dije que buscaba a Lucas, el estudiante de veterinaria y que era su novia, que necesitaba verlo urgentemente. Parece que se lo tragó y me dijo un simple …espere aquí, iré a buscarlo… -…ja, que te lo has creído tú…

En cuento desapareció de mi vista, traspuse a la zona del parque donde se hallaban los lobos.

Como la primera vez, allí estaban, danzando a sus anchas por el trocito de parque que les habían concedido, pero ninguno de los allí presentes era él. Permanecí un buen rato, parada, frente a la cristalera, esperando a que apareciese.

-          ¡¡Ness!!!¿Que haces aquí?

-          Hola Lucas, mmmmm, te buscaba, vi tu nota y como tardabas decidí venir a ver  a tus animalitos.

-          Mmmmmmmm, estas de un rarito… ¿y porque le has dicho a la chica que te encontraste que eras mi novia?

-          Ah, mmmm, bueno, pensé que sería más efectivo decirle eso que no una compañera de piso.

-          Bueno, ¿y qué tal? ¿Qué te parece como se han adaptado los lobos al parque? ¿los has visto? Bueno, habrás visto a dos, el tercero

está siendo visto por los veterinarios…

-          Ah ¿si? ¿Por qué motivo?

Intenté parecer  lo más desinteresada posible, aunque por dentro estaba que me iba a dar un síncope.

-          Pues parece ser  que anoche intentó escapar de la la zona acotada a su estancia. Es normal ese comportamiento y sólo le están

haciendo un control rutinario.

Ohhhhhhhhhh diosssssss mioooooooo, anoche intentó escapar, justo anoche…

-          ¿Pero no escapó, no?

-          Pues lo cierto es que lo descubrieron fuera de su zona pero cerca y dentro del parque, con lo cual, lo lógico es pensar que no llegó a

abandonarlo.

-          Claro.

Necesitaba verlo, como fuese.

-          ¿Y cuándo volverá a su zona?

-          Hoy mismo, eso me han dicho.

-          Me gustaría verlo, si es posible.

-          ¿Cómo? ¿quieres ver al lobo? ¿tu? , jajaja, no me lo puedo creer, no me digas que he acabado por inculcarte interés por esos

bichejos como tú los llamas y no acabas riéndote y bromeando socarronamente del tema…

-          Bueno, una madura, ¿sabes?, por favor, por favor, por favor…

-          Jajaja, ya veo ya. Bueno, bueno, bueno, si tanto interés tienes, esta tarde volvemos a ver si ha vuelto a su zona ¿ok?

-          Ok, gracias Lucas.

-          Madre mía, rarita no, rarísima…vamos, te invitó a comer.

Eran  las 5 de la tarde cuando entrabamos de nuevo en el centro. Había estado toda la comida medio ausente y en más de una ocasión Lucas me había dando un coscorrón para hacerme volver.

Al entrar, Lucas fue reclamado por la chica morenita de la mañana. Le preguntó a la chica si el lobo había vuelto a su zona, a lo que respondió afirmativamente.

No pude evitar soltar un largo suspiro de alivio que encerraba excitación a partes iguales.

Me adelanté a Lucas, antes de que dijese nada, y le dije que atendiese a su compañera, que lo esperaba en la zona de los lobos. Me miró extrañado, pero me sonrió.

-          Ok, espérame allí  y pórtate bien eh,  que te conozco.

-          ¡¡A la orden!!

Y salí disparada como alma que lleva el diablo hacia la zona. Hubiese corrido, pero no era plan de llamar demasiado la atención.

De nuevo, no estaba con sus compañeros. Los dos lobos, esta vez estaban recostados sobre el terreno, pero ni rastro de él.

Esperé y esperé y esperé, rezando para que apareciese y que Lucas tardase un poquito más en aparecer.

Y de repente sucedió. Noté una presencia, mucho antes de materializarse, mi cuerpo se estremeció y mi corazón se aceleró. Allí estaba.

Salió de su estancia, se paseo alrededor de sus congéneres, olisqueo el suelo…pero no me miraba.

-          Ohhh, vamos, vamos, mírame, mírame, mírame, por favor.

-          ¡¡Ya estoy aquí!! Siento la tardanza.

Mierda, se me acababa el tiempo y yo necesitaba ver sus ojos, lo necesitaba, lo necesitaba.

-          ¿Cómo están mis amiguitos? Cada vez están más integrados y me alegro mucho. Bueno, hora de marcharse.

Lucas me agarró con su brazo del hombro mientras me avisaba que era la hora.

Y ocurrió.

En ese preciso instante, en ese y no en otro, sus ojos se fijaron en los míos y creí desfallecer. La tierra se abrió en dos y me tragó de golpe.

Y pude verlo, vi su cuerpo de lobo, cuerpo de hombre, de lobo, de hombre, como fotogramas uno detrás de otro. Sí, era él. Mi lobo.

Su aullido se escuchó  mucho más allá del recinto.

Marcaba su territorio.

Ahora yo era parte de su territorio.