Juegos de castigo y placer

Marta y Núria son una pareja que, de vez en cuando, salen de la rutina jugando. Relato lésbico de dominación, humillación y puro sexo.

Siempre me ha gustado mucho escribir y, por fin, me atrevo. Es la primera parte de un relato que preveo tendrá una o dos partes más. Espero que os guste y lo disfrutéis. Dejad vuestros comentarios.


Después de un largo día de trabajo en la oficina, Marta; una mujer voluminosa que rondaba los 40, abrió la puerta de su casa lo más silenciosamente que pudo esperando encontrar a su novia “sumisa” realizando alguna de las tareas encargadas esa misma mañana. Mantenían una relación que se consideraría normal pero, de vez en cuando, les gustaba jugar para avivar su relación.

Cruzó el pequeño pasillo que separaba la puerta  de entrada de la sala de estar. Todo estaba ordenado pero reinaba un silencio extraño para la hora. Normalmente, Núria, estaría en su pequeño despacho con la música a tope y realizando cualquier actividad. Se acercó a la habitación que compartían y la vio dormida, tumbada boca abajo y completamente desnuda  con un coño brillante por sus jugos. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara. “Castigaría” a Marta por haber “osado” masturbarse y olvidado sus tareas.

Volvió atrás, al comedor, se quitó la chaqueta del traje, abrió dos botones de su camisa blanca ajustada y se descalzó. Subió su falda hasta casi la cintura mostrando un poco de tela negra de su tanga y se dirigió, lentamente, hacia la habitación para sentarse en la cama y admirar el cuerpo de su novia. No vaciló e introdujo el dedo índice de su mano derecha en el culo de Núria. La chica se removió y gimió pero no abrió los ojos. Marta sabía que la había despertado pero, también, que a Núria le gustaba jugar.

El dedo empezó a moverse entrando y saliendo del culo de su novia. Después de unos largos segundos, Núria levantó su culito para que el dedo la penetrara mejor. Marta le soltó:

“¿Has estado zorreando mucho hoy, putita?” preguntó con una sonrisa amplia.

Núria estremeció de placer al oír esas palabras y su coño empezó a mojarse otra vez.

“He sido muy mala Ama” le respondió.

“¿Ah sí? Cuéntame porqué” insistió Marta sacando su dedo índice del culo de la otra chica y dejando que ella se tumbara boca arriba con las piernas flexionadas.

“Después de terminar todas las tareas, Ama, tenía mucho calor y me he desnudado. Al verme en el espejo, no he podido evitar tocar mi botoncito y meterme su vibrador preferido en mi chochete.”

Marta sintió sus pezones endurecer y quedar apretados contra su blusa.  Su tanga también empezaba a empaparse mientras oía a su chica confesar sus “pecados”.  En su pensamiento, se iban sucediendo ideas para “castigarla”.

“Sabes que tendré que castigarte, ¿No?” preguntó con voz de mando

Núria levantó la cabeza y la miró con sonrisa pícara.

“He sido muy mala Ama. Merezco que me castigue como usted desee”.

Marta se levantó de la cama volviendo a ajustarse la falda casi a la altura de la cintura. Cogió el vibrador que había utilizado Núria y salió de la habitación.

“Te espero en el salón zorra”

Núria no tardó en seguirla exagerando su andar para que sus tetas botaran más. Sabía que verla así excitaba en demasía a su mujer. Marta se había sentado en una de las butacas y la esperaba con las piernas cruzadas frotándose.

“Siéntate ante mi”

Núria acató lo que se le había pedido y se sentó en la posición que sabía se esperaba de ella: Sentada sobre sus rodillas y con la espalda completamente erguida.

“Sabes que no me gusta que disfrutes sin mi. Tu placer siempre debe deberse a mi y sólo cuándo y cómo yo quiera.” Empezó a pasarse el vibrador por su rajita dejando que se mojara un poco de los flujos que ya goteaban de su vagina. “Quiero que lo limpies zorra. Y, tómate tu tiempo, no quiero que desperdicies ni una gota de tu corrida y de mi flujo”.

Marta le acercó el vibrador a su novia y observó como esta empezaba a pasar la lengua por la punta del juguete, cerrando los ojos y saboreando cada resto, limpiándolo en círculos para, acto seguido, lamerlo de arriba abajo y metérselo entero en su boca golosa.

Su ama la observaba atentamente, así que, Núria abrió más su boca e intentó tragarse todo el vibrador. Con la mano que tenía libre, empezó a acariciarse el pecho izquierda, estirando y pinzando su pezón para ponerlo lo más duro posible. Tenía los ojos cerrados, así que, no vio venir el azote que Marta le propició en la mano y el pecho.

“¡No puedes tocarte sin que yo te lo permita puta!”  las dos sintieron su coño mojarse más. “Levanta y ponte en la mesa. Ya sabes como.”

Núria obedeció y se tumbó boca arriba en la mesa del comedor. Se sentía un poco exhibicionista, ya que, se encontraba delante de los ventanales de la sala. Cualquiera con un poco de morbo y vista podría ver como gozaba del roce de Marta.

“Voy a azotarte las tetas hasta que se pongan rojas y tus pezones tan duros que pidan a gritos que los chupe” y empezó a administrarle el castigo. Los azotes no revestían de dureza (a ninguna de las dos les interesaba el dolor) pero sí del placer necesario para que ambas empezaran a sentir como se preparaba su orgasmo.

“¿Te gusta que te azote las tetas perrita? ¿Te gusta ver como se mueven y se ponen rojas?”

“¡Sí, mi ama!”

“Eres mi puta zorrita y sólo yo puedo comerme, lamer y pegas estas tetitas” gritó Marta.

“Son suyas mi Ama. Mis tetitas son suyas”

Marta empezó a rebajar el nivel y la frecuencia de los azotes. Sus manos empezaron a masajear los pechos de su novia y lamió sus pezones un buen rato para darle el gustazo a Núria.

“Sabes que pasa ahora… ¿No, puta?” susurró Marta al oído de Núria.


En breve, más y mejor jajajja