Juegos calientes

(Relato escrito a cuatro manos) Dos parejas, una cena, un coche, la temperatura que sube y sube sin parar.

JUEGOS CALIENTES

Llevo todo el día deseando que llegue ese momento, porque creo que el juego que he ideado para esta noche te va a gustar y estoy ansiosa por empezar.

Hemos quedado a las ocho en punto, hoy toca ir a una cena de gala con nuestras respectivas parejas. Alberto, mi pareja y yo pasaremos a buscaros.

El momento se acerca, y ya sólo faltan unos minutos. Llegamos frente a vuestra casa y yo bajo del coche, mientras Alberto se queda en él, ya que lo ha dejado en doble fila. Llamo al timbre y a los pocos segundos te oigo responderme:

  • Ahora bajamos.

Espero en la puerta y no tardáis mucho en aparecer. Nos saludamos y con disimulo, al darte los dos besos de rigor, mi mano roza levemente tu sexo. El gesto te sorprende pero a la vez te gusta y me susurras al oído antes de separarnos:

  • Veo que hoy vas a jugar fuerte.

Nos dirigimos al coche. Entramos y le digo a Susana, tu chica, que se coloque delante con la excusa de que (como generalmente se marea) así evitaremos eso. Ella acepta y tú y yo subimos en la parte posterior. En tu cara se dibuja un gesto, de "ya sabia yo que algo se te ocurriría". Alberto arranca y a medio camino, como el que no quiere la cosa exclamo:

  • Vaya, creo que he perdido una orquilla al entrar en el coche.

Empiezo a buscarla y disimuladamente, meto mi cabeza entre tus piernas como si la buscara bajos tus pies, mi cara se acerca peligrosamente a tu paquete. Alberto conduce y no puede ver nada, y Susana, aunque me ve agachada, tampoco sospecha nada, ella confía en mí ya que somos amigas desde hace mucho. Tú en cambio estás nervioso por la situación, temes que se den cuenta de que tenerme entre tus piernas imaginando lo que haría con tu sexo te ha puesto a mil y tienes una erección de campeonato, que aumenta, cuando al mover mi cabeza para seguir rebuscando, rozo tu polla con mi oreja...

**La situación no puede ser más fuerte, creo que cada vez vas más allá de lo que yo pudiera soñar y sabes que la situación requiere que mi excitación sea máxima. Esta vez creo que voy a durar poco, pues sabes que estoy bajo tu poder, me tienes atrapado y tremendamente excitado. Alberto y Susana parecen no enterarse de nada, pero es que nuestra forma natural de llevarlo, resulta nuestro mejor aliado. El hecho de tenerte ahí con tu oreja rozando mi bulto es algo increíble, pero más cuando al mismo tiempo yo estoy hablando con Susana como si nada, intentando parecer lo más natural del mundo. Sigues buscando esa "orquilla perdida" y ahora es tu pecho el que roza mi vientre. ¡Dios, me estás matando princesa, te mataba a polvos, zorrita! pienso y cuanto me gustaría agarrarte por la cabeza, morrearte ahora mismo y decirte: "Eres la mayor de las putas y me estas poniendo a mil". No puede haber nada más excitante que jugar a nuestro juego delante de nuestras parejas. Al fin pareces haber encontrado la orquilla y te la pones en la boca, mientras con las manos te atusas el pelo después de esa postura más que "comprometida", noto en tu cara la confirmación de lo que queda por pasar y esa sonrisa socarrona, sabiéndote dominadora de un juego superexcitante. Que guapa estás con ese vestido largo hasta los pies, con esas sandalias de tacón que te estilizan tus largas piernas. Del escote, mejor no hablar, incluso cuando Alberto me dijo al vernos asomado por la ventana del coche, mientras tú subías: "Mira esta que descocada que va" y yo traté de quitarle importancia, como si no me hubiera fijado, y la verdad es que sentí un pinchazo en la base de mi miembro imaginando que esas tetas tan lindas que tienes me hacen una cubana mientras tu lengua juega con mi glande.

Creo que esta noche vas a hacerme estallar, no sé si me correré incluso sin tocarte. Para colmo te ajustas el vestido, sabiendo que yo no te quito ojo, amor.**

Sé que te tengo a mil, lo veo al mirarte y ver tu cara sonrosada y tus ojos observando mi escote. Llegamos al restaurante donde se celebra la fiesta. Bajamos del coche y al hacerlo, mientras tú aguantas la puerta, te toco ligeramente la entrepierna, mientras te sonrío divertida, tú me miras con cara de circunstancia y me devuelves la sonrisa.

Luego los cuatro entramos en el restaurante. Alberto y yo vamos delante y Susana y tú detrás. Mi bolso cae al suelo y me detengo a recogerlo vigilando que tú no te hayas dado cuenta y así choques con mi culo que yo saco hacía afuera. Noto tu sexo e inmediatamente me dices:

  • Perdón.

  • Perdona tú, no me di cuenta que venias tan pegado a mí - digo yo.

Alberto ha seguido sin darse cuenta de nada y Susana me dice:

  • Mira que estás torpe hoy, todo se te cae.

  • Sí, no tengo un buen día – le contesto disimulando.

Entramos en el restaurante, nos colocan en la mesa que nos toca y yo hago todo lo posible para que tú y yo quedemos el uno al lado el otro, a mi otro lado está Alberto y al tuyo Susana. Tras sentarnos mi mano se pierde bajo la mesa...

Esto es una auténtica locura y sé que te propones volverme loco, pero espero calentarte tanto como lo estás haciendo tú conmigo. Te has colocado justo a mi lado; de vez en cuando rozas con tu pierna la mía para corroborarlo. Y con gran maestría, cada vez que usas tu servilleta y la vuelves a colocar sobre tus rodillas, haces un gesto y me rozas la pierna. Mi miembro cada vez da un respingo. Tu sonrisa irónica de vez en cuando, muestra lo malvada y zorrita que estás hecha y no dejo de pensar en cuanto me gusta y como me pones, nena, me tienes loco, ya estoy imaginando como puedo amasarte esas tetas que comienzan a asomar por el escote. A la hora de pedir para comer, tú sueltas, como quién no quiere la cosa: - Mmm, me apetece un buen trozo de carne. A continuación me miras de reojo, nuestras respectivas parejas van a lo suyo, no parecen percatarse. Y como están con la carta distraídos, tú metes la mano bajo la mesa y aprietas mi miembro. Doy un bote al sentirte. ¡Que putilla estás hecha y que morboso es todo esto!. Ataco con mi mano y rozo tu cadera, primero con el dorso de la mano, pero al no notar la costura de tu braguita o de tu tanga, toco directamente con los dedos, buscando desesperadamente. De nuevo veo tu sonrisa pícara que refleja que mi búsqueda es en vano y cuando te miro directamente, haces un "no" con tu cabeza afirmando lo que buscan mis dedos, ¡no llevas nada debajo del vestido!

Entonces te miro con cara de vicio. El camarero se acerca y pedimos. Cuando recoge las cartas le sonrío y saco pecho para que se fije en mi escote, además le rozo con disimulo ese bonito culito con mi hombro, sé que esas cosas te ponen y sólo con pensar cuanto te excitará me excito yo misma. A continuación, me giro hacía Alberto y le digo:

  • Me voy al baño mientras nos traen los platos – Y le doy un beso de tornillo metiéndole la lengua hasta casi la campanilla.

  • Joder, nena, que no estamos solos – se queja, ya que Alberto es muy reservado y gestos como ese lo incomodan bastante, pero tú sabes que esa es la señal que ambos tenemos acordada para que me sigas a una distancia prudencial.

Me levantó, me voy hacía los baños y te espero en el pasillo que hay antes de entrar, gracias a Dios es en una zona apartada del comedor, tras una puerta que indica que allí están los baños.

No tardas ni medio minuto en aparecer...

Ni Susana ni Alberto han parecido mosquearse cuando les he dicho que yo también quería ir al baño, pero es que verte desaparecer de la mesa acudiendo a los servicios con ese movimiento de cadera ha sido muy fuerte, nena. Ahora llego al servicio y estás con la puerta del baño de caballeros medio abierto. Eres más que atrevida, nena. Ni siquiera me lo pienso, me adentro contigo y comenzamos a besarnos con todas las ganas. Me empujas cortando ese beso y dejándome a tope, pero mis manos aprietan tu culo y noto que ese suspiro que das, es porque estás tan caliente como yo. - Dios, como me pones, zorrita. - ¿Te gusta, eh cabrón? - Dices dando un pellizquito a mi miembro que abulta bajo el pantalón. Vuelves a morrearme, como solo tú sabes hacerlo, con esa habilidosa lengua que me hace ver el cielo más cerca. Mis manos se pierden en tus curvas, te pellizco las tetas, te amaso el culo, dibujo tus caderas y tu cintura con mis manos, me tienes frenético. En ese mismo momento entra el camarero en el baño y nos sorprende y al mismo tiempo se sorprende, pues sabe que no hemos venido en pareja, ya que se quedó flipado al ver el morreo que le diste a Alberto. Te ríes como una niña mala y sales corriendo hacia la mesa. El camarero y yo nos miramos, luego él ve el bulto de mi pantalón y sonríe porque se da cuenta de lo locos que estamos. Si antes estaba caliente, ahora estoy ardiendo y me imagino que tú también.

Mientras camino hacía la mesa noto mi sexo y mis piernas más que húmedas, pringosas. Me has puesto a como una moto con tus caricias y ese morreo que me has dado. Me siento de nuevo, y a los pocos minutos vuelves tú, tapándote el sexo con la americana para que no se vea ese embarazoso bulto. Susana y Alberto no sospechan nada. Los platos ya están en la mesa y nos ponemos a comer. De vez en cuando mi mano busca tu entrepierna para que no te enfríes demasiado. La tuya tampoco le va a la zaga, intentas subirme el vestido hasta más allá de la rodilla y buscar mi sexo desnudo, me estoy poniendo a cien. Y estoy deseando que termine la cena. Cada vez que el camarero se acerca nos mira con complicidad.

Llegamos al postre. Y disimuladamente tiró mi servilleta al suelo, entre tú y yo. Me agacho a recogerla y al volver a subir, pongo mi mano sobre tu pierna, que resbala hasta tu entre pierna, te revuelves en la silla, y siento como tu sexo vuelve a hincharse al notar mi mano. Sonrío malévolamente y digo:

  • Perdón.

Me miras con cara de venganza, como diciéndome "cuando te coja, verás, zorrita" y...

Me pones como un toro niña, solo tú sabes ponerme así. Susana y Alberto siguen charlando y nosotros disimulamos. A veces pienso, cómo no pueden darse cuenta. Cuando me has rozado me has puesto más que nervioso, pero sonríes cada vez, como si no fuera contigo. Eres perversa. De vez en cuando bajas a usar tu servilleta y me rozas el miembro que parece salirse.

Entonces te preparo la encerrona. Bajo la cremallera de mi bragueta, y saco mi miembro para esconderlo bajo la servilleta. Tendrías que ver tu cara de sorpresa al notarla tan directamente. Justo en el momento que tu mano se ha adentrado bajo el mantel, he quitado la servilleta y tu mano se ha dado de lleno con mi polla. Tu cara expresaba susto, sorpresa y has retirado tu mano instintivamente pero después no has podido resistir la tentación de acariciarla, de sentir su tacto, de bajar y subir su piel, pasando tu pulgar por el glande húmedo. Mi mano también ha querido investigar, mientras Susana y Alberto se están intercambiando el pescado de cada uno, que a ambos les encanta y tan distraídos están que no notan que mi mano se va colando entre tus muslos. ¡Como me gusta sentir tu piel fina! Sigo subiendo hasta alcanzar tu entrepierna. Abres ligeramente esas piernas que me ofrecen un jugoso chochito que me muero por devorar, paso la punta de mi dedo por la rajita y tú disimulas con la otra mano, tapando tu boca, como si quisieras tapar lo que comes, mientras que lo que ocultas es el placer que te invade.

Suspiro y Alberto se alarma:

  • ¿Te pasa algo, cielo?

  • No - le contesto roja como un tomate, sintiendo tus dedos hurgar en mi sexo.

Los sacas y oigo que dices:

  • Uhm, delicioso jugo.

Me giro hacía ti y veo como te estas chupando el dedo que tenías en mi sexo. Eso ya es algo tremendo.. todo mi cuerpo se estremece por el deseo.

Meto mi mano de nuevo bajo la mesa para tomarme la revancha y acaricio tu sexo. Te revuelves y musito:

  • Me encanta este helado.

Un suspiro se escapa de tu boca y Susana te mira:

  • Nene, ¿que te pasa? - Pregunta ella.

  • Nada - le respondes, mientas mi mano aprieta tu miembro. Estas rojo como un tomate, pero es que este juego me encanta.

Tras el postre nos traen los cafés y cuando el camarero deja el tuyo a tu lado yo me las apaño para darle un golpe, como el que no quiere la cosa, y se vierta un poco sobre tu pantalón.

  • Lo siento - te digo y cogiendo una servilleta empiezo a limpiarte... Tu sexo sigue desnudo bajo tu servilleta...

Los movimientos que tu haces bajo el mantel con todo el descaro del mundo, parecen ajenos a Susana y Alberto que ríen por tu torpeza, pero lo que no saben, es que no estás pasando tu servilleta con energía sobre la mancha, sino que estás directamente, con tu mano aferrada a mi polla y masturbándome con un ímpetu enorme. Sigues arriba y abajo, yo casi no puedo articular palabra, solo estoy en una situación de disimulo por un lado y de terrible gusto por otro. Como sigas así voy a correrme, porque es que tu mano es única haciéndome esas pajas que solo tú sabes hacer, nadie consigue darme tanto gusto con esa mano tan genial que tienes. - No te preocupes, ya me limpio yo - digo entrecortadamente. - No, no, por algo te manché yo - añades, siguiendo con tu movimiento arriba y abajo. De pronto el camarero que viene con un quitamanchas se asoma al hueco donde está tu mano y se da cuenta que me estás haciendo una paja con todas las letras. Le miro la cara de flipado y tu sonrisa diciéndole ese "gracias, muy amable" y con la otra mano recoges el líquido y el trapito para limpiar. Eres la hostia, niña. - Aguanta aquí, mientras te limpio - me dices, sin dejar de mover tu mano sobre mi piel que sube y baja sin parar. Pero no sujeto nada, lo que hago es meter la mano bajo tu vestido de nuevo, para alcanzar ese sexo que está más encharcado que nunca. Estás excitadísima, lo noto, más cuando mi dedo corazón se introduce de lleno en tu rajita y das un bote de la impresión y del placer que estamos sintiendo.

Ambos estamos a cien, y lo peor de todo es que lo hacemos delante de nuestras respectivas parejas. El camarero alucinado nos observa. Le devuelvo el potingue y el trapo y con una sonrisa le digo:

  • Gracias – y pego otro saltito al sentir tus dedos aún más adentro, mi sexo está inundado.

Empieza a sonar la música, ya que en el centro del comedor hay un espacio libre para bailar y ya es la hora de que empiece el baile. Escondo tu sexo, dejándote más caliente que una tea y cogiéndote de la mano te arrastro diciendo:

  • Tengo ganas de bailar ¿nos dejáis?

  • Claro – contestan al unísono Alberto y Susana, totalmente convencidos ya que a ninguno de los dos les gusta bailar y siempre acabamos haciéndolo tú y yo.

Contigo casi pegado a mi espalda, nos dirigimos a la pista, así puedes disimular la erección que se te ha quedado.

Una vez en la allí te pegas a mí, y me abrazas, y cuando empezamos a dar los primeros pasos me susurras al oído:

  • Buf como me has puesto, zorrita, sino fuera por toda la gente que tenemos alrededor y por Alberto y Susana te lo hacía ahora mismo.

  • Pues házmelo – te propongo, tu cara de sorpresa es todo un poema, y siento como tu polla se hincha aún más sobre mi vientre.

  • ¿Ahora?¿Aquí? – Preguntas sorprendido.

  • No, tontín, en algún rincón donde no se nos vea mucho, en el baño, no sé, tú decides, yo me dejo.

Y te abrazo con fuerza contra mí, pegando mis labios a tu cuello, que beso suavemente tratando de excitarte aún más. Piensas y buscas con la mirada un lugar donde escondernos, mientras mi mano se pierde entre tu cuerpo y el mío para atrapar de nuevo tu sexo, lo hago muy disimuladamente, de modo que nadie pueda percibirlo y mucho menos Alberto y Susana que siguen en la mesa charlando animadamente...

Mientras estoy intentando pensar como escabullirnos de allí miro a nuestras parejas que siguen en la mesa charlando; de vez en cuando nos miran y sonríen. Te digo al oído esas cosas que tanto te excitan: - Nos están viendo preciosa. Que pena, porque estas manos que tengo ahora en tu estrecha cintura me gustaría que fueran a parar a tu adorable culito y amasarlo con fuerza con mis manos, y luego que mis dedos pellizcasen esos pezones que ahora tienes erectos. - Me tienes cachonda perdida, como sigas así me corro aquí mismo. Vamos, busca algún sitio que quiero que me folles. Tus palabras hacen que mi polla de un nuevo latido, esperando que eso se haga realidad y pueda penetrarte. Pero al mismo tiempo me gusta dilatar la situación, tenerte así, fuera de control, tus pezones erguidos, tu boca semiabierta, tus manos calientes agarrándose a mi cuello, tus ojos azules pidiendo pasión. - Que ganas tengo de follarte, putita. - Te digo al oído No respondes solo gimes como una gatita, me encanta verte tan excitada. Pero yo no lo estoy menos, así que decido que tengo que buscar un sitio, donde sea, necesito estar dentro de ti. - Vete al coche y espérame allí - Te digo. Me acerco a la mesa y les digo a Susana y Alberto que te has sentido indispuesta y que necesitabas un poco de aire. Entonces Susana se levanta y dice: - Voy a ver como está. - No - la detengo agarrándola por la muñeca - sigue charlando con Alberto, ah y pregúntale si podríamos ir juntos de vacaciones, ¿recuerdas? a Italia.... Ella sonríe y Alberto dice que si quiere va él a ver que te ocurre, pero yo pegado a su silla por detrás le sujeto por los hombros, a la vez disimulando mi erección y le insisto que no, que yo me encargo. Acudo excitado a tu encuentro en el coche.

Te veo acercarte a mí con una sonrisa en los labios, mientras te espero apoyada en el coche con las llaves en la mano. Menos mal que Alberto tiene la manía de dármelas para que se las guarde en mi bolso, ya que según él le molesta el peso en el bolsillo del pantalón. Cuando estás junto a mí me besas y luego te pregunto:

  • ¿Qué les has dicho a Alberto y Susy?

  • Nada, que te sentías algo mal y necesitabas aire. Los dos se han ofrecido a venir, pero yo me he encargado de que no lo hicieran - me aclaras acariciando mis caderas y llevando tus manos hasta mi culo para apretarlo con fuerza.

  • ¡Uhmm! - ronroneo - y ¿serás mi médico? - Te pregunto con picardía.

  • Si - tus labios buscan mi cuello y mi piel se eriza.

  • ¿Y me pondrás una inyección? - Pregunto, introduciendo mi mano dentro de tus pantalones otra vez. Tu cuerpo se eriza al sentir el contacto.

Empiezas a subirme el vestido despacio, hasta que queda en la cintura.

  • ¿Me lo vas a hacer aquí? - Preguntó traviesa.

  • Si tu quieres - musitas en mi oído - me has puesto como un tigre, zorrita, buff, aún no entiendo como Alberto y Susana no se han dado cuenta.

  • ¡Uhmm! habrán sido mis buenas dotes de interpretación - bromeo - ¡Ah! - y gimo al sentir como tus dedos se adentran en mi entrepierna buscando mi sexo.

Cierro los ojos y dejo que me hagas lo que tú quieras, ya no me importa que estemos en medio del semioscuro aparcamiento y que alguien pueda vernos, sólo me importa sentirte, que me des lo que llevo buscando desde hace casi un par de horas. Tus dedos juguetean ahora con mi clítoris, mientras te abrazo y muevo mi mano masajeando tu pene, arriba y abajo.

  • Si sigues así me voy a correr, zorrita y seguro que prefieres que lo haga en otro sitio - me avisas.

  • ¡Uhm, claro, cabrón, como me conoces! Anda, hazme tuya - te susurro yo...

Nos metemos en la parte de atrás de tu coche y te admiro una vez más, para a continuación ayudarte con la cremallera del vestido. Sacarlo por tus hombros es uno de los más gratificantes estímulos, pues el verlos desnudos y como el vestido va cayendo por tu cuerpo, hasta mostrarte desnuda por entero es todo un premio para un pecador como yo. Entonces eres tú la que me desnuda, me vas quitando la ropa, me gusta también como lo haces y te gusta a ti hacerlo. Primero la chaqueta, después la corbata, eso siempre te ha resultado muy erótico, junto con los botones de mi camisa, que con tus uñas van haciendo un movimiento erótico a la hora de soltar cada botón, por no hablar del cinturón y la bragueta de mi pantalón. Solo tu mano sabe hacerlo de esa forma tan magistral. Ahora estamos ambos desnudos en el coche, en el aparcamiento de ese restaurante, nos podría ver cualquiera al pasar, pero en ese momento no nos importa nada más. Te invito a acomodarte bien sentada atrás, con tus piernas abiertas y yo me adentro en tu sexo con mi

lengua. Primero me gusta olerte, me encanta como huele tu sexo, es algo parecido a un perfume embriagador de esos que debe estar en el cuerpo de una mujer única como eres tú. Luego me pasmo observando cada uno de sus pliegues, como la piel de tu vulva envuelve ese preciado regalo que con ayuda de mis dedos convierto en el sonrosado regalo que comienzo a devorar a continuación. Lo engullo con todo el ímpetu. Tu mano acaricia mi cabeza y se te oye gemir. Dios, como me gusta oírte gemir y como jadeas

aun más en comerte el coño de la manera más ardiente y más interesada del mundo, alcanzando tus labios con mi lengua, introduciéndola, mordiendo con mis labios ligeramente tu clítoris, algo que te produce un cosquilleo mayor y noto como te sigues mojando. De pronto gritas: - ¡¡¡Joder, Alberto y.... Susana !!! Levanto la cabeza y me asomo por la ventanilla del coche y veo que nuestras respectivas parejas nos están buscando, seguramente preocupados por tu salud. Te miro y te sonrío. Estamos en pelotas en el coche y podríamos ser descubiertos, pero no nos alarmamos, porque este juego nos gusta demasiado. Y tras darte un beso en cada uno de tus pezones, añado: - Tranquila, no saben que estamos aquí. Bajas mi cabeza para que siga mi trabajito

Mientras sigues chupeteando mi sexo yo no pierdo de vista a Alberto y Susana, me excita pensar que ellos están a pocos metros de nosotros y que nos podrían descubrir en cualquier momento si se les ocurre venir hacía el coche. Gimo y me retuerzo cuando siento tu lengua adentrarse en mi vulva, esto es increíble. Alberto y Susana parecen seguir buscándonos durante un rato, el rato en que todo mi cuerpo se eriza, empujo tu cabeza hacía mi sexo y gimo de nuevo, sintiendo como ahora tu lengua juguetea con mi clítoris, siento que el placer aumenta y veo como Susana y Alberto vuelven al interior del restaurante al ver que su búsqueda no ha obtenido su fruto. Mis gemidos aumentan, mientras tu boca sigue en mi entrepierna, lamiendo y chupeteando, siento un agradable cosquilleo, el orgasmo se acerca, pero no quiero correrme, aún no, por eso aparto tu cabeza de mi sexo, tiro levemente de tu pelo y te acerco a mí, te beso, muerdo tus labios y tus manos ahora se posan en mis senos, pellizcas mis pezones, los retuerces y me haces emitir un:

  • ¡Ah! - que te suena a música celestial.

Siento tu sexo chocando contra el mío que está más húmedo que nunca, jugueteas a buscar el agujero, lo restriegas contra mi humedad y gimo, ronroneo más excitada de lo que nunca he estado.

  • ¡Aaaahh, cabrón, me vuelves locaaaaaa! - gimo....

No, no quiero metértela. Bueno, en realidad lo estoy deseando, pero quiero alargarlo en el tiempo, quiero que lo sientas con toda la fuerza, que desees ese momento con todas las ganas. Mi glande se empapa con tus fluidos y paso la punta una y otra vez por lo largo de tu rajita, viendo como tiemblas como una hoja, tu piel se eriza, tus pezones también, noto que te encojes y yo siento que mi polla está a punto de reventar. Introduzco el glande en tu sexo, solo la punta y tú acercas tu pelvis a mí, quieres metértela, estás como una gata en celo. - ¿Tienes hambre putita?

-Si, si, fóllame - suplicas.

  • Fóllame ya, cabrón - musito y empujo hacía ti, quiero sentirte dentro, no puedo esperar más, tú te alejas un poquito para hacerme esperar, pero sólo unos segundos porque enseguida la metes de un solo empujón.

Entra por completo en mí y gimo:

  • ¡Aaaahhh!

Sí, te tengo en mi por fin, te abrazo fuerte y cogiéndome con fuerza por la cintura te sientas sobre el asiento, quedando yo encima de ti. Y entonces empiezo a moverme despacio sobre tu sexo, sintiendo como me entra, como me penetra y como sale una y otra vez, tus manos acarician mis senos, nuestros labios se besan, se devoran.

Me siento en la gloria y no quiero que este momento termine, por eso me muevo despacio...

Estamos por fin follando como auténticos salvajes, como nos gusta cuando llega la desesperación a nuestros cuerpos, a la que nos lleva este juego alocado. Me encanta esta postura, tu abierta de piernas en el coche deAlberto y recibiendo una y otra vez mi polla en tu interior. Ver tu cara de gozo, repitiéndome esas frases "sí cabrón" me excitan sobremanera, pero todavía es más nuestro gozo al mirar de vez en cuando a nuestro costado a través de la ventanilla y ver a Alberto y Susana buscándonos. De pronto, suena tu teléfono móvil. Paramos en seco. Nos volvemos locos buscando tu bolso, intentando averiguar entre tanto desorden donde coño lo hemos dejado, pero el sonido del teléfono va en aumento y nos pueden oír, imagina la escena de los dos siguiendo el sonido hasta vernos en el coche, en pelotas y follando como locos. - ¿Si? - Contestas con un hilo de voz, porque a todo esto, mi polla no ha salido de dentro de ti, ni siquiera en un momento tan crítico nos hemos separado. Oigo con dificultad la voz al otro lado, pero reconozco a Alberto preguntando más o menos "¿Donde estáis?, ¿Te encuentras bien?" - Si, si, estoooy bi..en – contestas, mientras yo sigo empujando mi miembro en tu sexo, hasta que casi no puedas articular palabra. Me encanta follarte estando tu chico al otro lado del teléfono, esto es algo novedoso, pero más excitante que nunca. Tu cara es un poema.

Me cuesta soportar tus embestidas, mientras hablo con Alberto pero veo tu cara de excitación y picardía al hacerlo y eso aún me pone más.

  • ¿Dónde estáis? ¿Vamos a buscaros? - Me pregunta Alberto.

  • N..n..o..no, no... hace falta - le respondo mientras tú sigues empujando.

  • ¿De verdad? - Vuelve a preguntarme.

  • Síiii, no... te pre...ocupes - trago saliva y tomo carrerilla para contestarle: - ahora vamos, esperad dentro.

Tú sigues embistiéndome, pellizcando mis pezones y poniéndome en una situación comprometida que yo trato de salvar como puedo:

  • Esta bien. Os esperamos dentro - dice por fin Alberto.

  • ¡Ah! - Gimo

  • ¿Cielo? - Pregunta Alberto, pero yo alejo el móvil, cuelgo y lo tiro sobre el lado del asiento que queda libre.

  • ¡Serás cabrón! - Te reprendo, mientras empiezo a moverme sobre tu verga. Acerco mi boca a la tuya.

  • Pero te ha encantado que este cabrón te follara mientras él estaba hablándote – dices sonriéndome con cierto cinismo.

Sonrío pícaramente, tienes razón no puedo negarlo, me has puesto a mil, por eso voy acelerando mis movimientos sobre ti, cada vez más rápido, sintiendo como me llenas y como el placer va extendiéndose por todo mi cuerpo. Y acercando mi boca a tu oído te susurró:

  • Córrete, cabrón.

Yo estoy a punto de hacerlo, noto tu sexo hinchadísimo dentro de mí y empujo más y más...

Tu conversación con Alberto me ha sublimado, es que tenerte ahí, solo para mí, mientras él es ajeno a nuestro lío me enloquece. Porque a ambos nos vuelve locos ir más allá de una infidelidad normal y corriente, más allá de follar normal y corriente, más allá de llevar nuestra pasión a lo normal y corriente. Siempre vamos más lejos. Esta vez nos hemos superado y la cosa me ha puesto tan caliente que ya no puedo tener el control, me hubiera gustado aguantar más, hacerte rabiar, sacándote la polla de ese chochito tan acogedor, pero precisamente por eso y por la calentura que nos ha llevado al límite, me corro en el interior de tu vagina, tal y como me estás animando. Mi cuerpo se queda aturdido y tengo que dejarme caer sobre el asiento, arrastrándote conmigo. Me gusta ese momento de después cuando me acaricias la espalda lentamente. -Muñequita, tendremos que volver - te digo todavía con mi miembro que ha bajado su tensión pero no del todo. - ¿Estás seguro? - Dices insinuante, moviendo tu pelvis de esa manera que me vuelve loco. No sé como lo haces pero en menos de tres minutos consigues ponérmela dura otra vez. - Venga, tenemos que volver - insisto, pensando que estamos tardando demasiado. - Aun tengo que comerme algo - dices sonriéndome y besándome a continuación.

Te miro con picardía. En este momento sólo quiero eso, comértela, disfrutar de ella, y me da igual si Alberto se impacienta o no.

Me coloco entre tus piernas, tu polla está un poco morcillona, pero no me importa, sé que enseguida lograré que se yerga. La cojo con una mano y acerco mi boca, lamo el glande una, dos, tres veces, empieza a despertar nuevamente. Me la meto en la boca, chupo el bálano, pasó toda mi lengua por él y me meto el pene hasta casi la mitad, gimes; ahora se ha puesto aún más dura. Sigo chupándola, saboreándola, lamiéndola sin parar, mientras crece y crece y tú gimes, te miro; me encanta esa cara de deseo que pones cuando te la chupo, mordiéndote el labio inferior y con los ojos entrecerrados. Me miras, gimes, y yo me deleito con su sabor.

Has conseguido ponérmela dura en pocos minutos, ¡Dios, como la chupas preciosa!, eres una diosa haciendo esas mamadas tan maravillosas, esa lengua que va desde mi punta hasta mis huevos y tu mano agitándose a la vez. Vuelve a sonar tu teléfono que dejaste tirado a mi lado sobre el asiento. Miras de reojo en dirección al móvil que sigue vibrando y sonando con su luz destelleante a nuestro lado, pero no sacas mi miembro de tu boca sino que sigues mamando como si eso te excitara aun más. - Cógelo, mi viddda - te digo, muerto de gusto. Detienes un momento tu trabajito sobre mi miembro para sonreírme. - Cógelo tú - me dices. A continuación sigues mamando. - Pero nennaa, es.... tuu móv..il

Te encoges de hombros. El teléfono sigue sonando. No se que hacer, si sigue ese ruido Alberto oirá la música que va en aumento, si lo apago, se mosqueará y si lo cojo. ¿Si lo cojo? - ¿Dígggaa ?

  • ¿Toni, eres tú? – Puedo oír que te pregunta

  • Siii... - respondes mientras yo sigo moviendo mi boca sobre tu sexo, lamiendo cada recoveco.

  • ¿Y Judith, está contigo, dónde os habéis metido?

  • Uff - tratas de poner la voz lo más seria posible pero con el placer que sientes te es imposible - Creo... que.. aahhh - se te escapa - nos hemos perdido - dices por fin,

  • Pero ¿Estás bien? - Pregunta Alberto, notando tu extraño tono de voz.

Me encanta oírte hablar con esa voz excitada y sobre todo sabiendo que quien está al otro lado es mi marido y yo estoy aquí haciéndote una mamada. Tu mano libre se enreda en mi pelo y empuja mi cabeza hacía abajo para que siga, tu verga se hincha, sé que estás a punto de correrte, por eso sigo lamiendo, chupando, subiendo y bajando mi boca sobre tu polla.

  • Ahora... ah.. vamos... ya... enc..contra...remos... el camino - le dices a Alberto que cada vez está más extrañado y mosqueado por nuestra situación.

Cuelgas y dejas el teléfono donde estaba, yo sigo lamiendo, chupando, sintiendo el sabor de tu miembro en mi boca, y empujas tu pelvis contra mi boca como si quisieras penetrármela hasta el fondo, la conversación con Alberto te ha puesto a cien, sobre todo porque mientras hablabas con él no dejabas de pensar que le estabas follando la boca a su mujer, por eso aprietas mi cabeza con ambas manos y siento como tu semen inunda mi boca, la llena y trago todo lo que puedo, hasta que siento que te has vaciado por completo. Entonces limpio tu verga, y cuando levanto la cabeza tomas mi cara entre tus manos y me dices:

  • Ha sido increíble, zorrita, sólo tú sabes ponerme a mil.

  • Sí, y ahora deberíamos volver o acabaran sospechando- te advierto.

  • Ya, Alberto no parecía muy conforme con la última excusa que le he dado.

A duras penas puedo vestirme, nena, ha sido memorable, poder hablar con Alberto mientras me la estabas chupando con esa cara de zorrita que ponías, ha podido conmigo y además te lo has tragado todo, lo has degustado con tu lengua después y te has relamido. ¡Mmmmm, como me pones! Te pones el vestido, mientras yo busco mi cinturón por aquí, mi camisa por allá y con dificultad, nos arreglamos el pelo y salimos corriendo de la mano, de aquel coche. No sé por qué pero reímos, reímos sin parar. Llegamos a la altura de Alberto y Susana y les decimos con la mayor convicción posible que estás mejor, que solo fue un mareo y que bajamos hasta el río que hay junto al restaurante para que estuvieras más fresca y ahora te encontrabas mejor. - ¿En serio que estás mejor?- Te pregunta besándote suavemente en tus preciosos labios mientras yo pienso que apenas unos segundos antes han estado comiéndose mi polla. - Claro que sí, Alberto - añade Susana abrazada a mi cintura- mi maridito es un experto y seguro que la ha cuidado bien. Es cierto, creo que te cuidé muy bien, pero mejor tú a mí,¿no? Parece que no han sospechado nada, y es que no se imaginan que somos amantes desde hace ya un montón de tiempo. Volvemos al coche los cuatro y estoy temiendo que puedan notar algo, pero tampoco lo parece, el caso es que esta situación me provoca un morbo que hace que vuelva a tener otra erección. Antes de subir, te susurro al oído:

  • Has estado fantástica, zorrita, habrá que seguir el juego. Mueves tu cabeza y me guiñas un ojo, mientras te humedeces los labios.

Subimos al coche y disimuladamente me acaricias el culo. Nos sentamos en el asiento trasero y les propongo a Alberto y Susana:

  • Oye, ¿Por qué no os quedáis Toni y tú a pasar la noche en casa? Volver a casa ahora, sería agotador ¿No?.

Tu sonríes feliz, adivinas cual es mi propósito. Alberto y Susy siguen ajenos a todo nuestro juego.

  • Esta bien – acepta Susy – si Toni está de acuerdo.

  • Bueno, no sé – pareces dudar un poco, te haces el duro para que no parezca tan evidente que en realidad lo estás deseando, como evidencia una nueva erección bajo tu pantalón que solo yo puedo ver.

  • Venga, di que sí, a estar horas os costará encontrar un taxi y será divertido desayunar juntos los cuatro – te sigo la corriente tratando de convencerte, aunque en el fondo sé que no me hace ninguna falta convencerte.

  • Esta bien, vale – aceptas finalmente y entonces también yo me siento excitada imaginando lo que esta noche puede pasar.

Llegamos a casa y allí, Susy y yo preparamos la habitación mientras Alberto y tú habláis en el salón. Tras eso, nos damos las buenas noches. Me sonríes, te sonrío, ni siquiera nos hacen falta las palabras. Sabemos que ni tu ni yo dormiremos mucho esta noche.

Pasada casi una hora, cuando veo que Alberto ya está roncando me levanto, y me voy hacía la cocina esperando que tú me hayas oído...

Sabía que ibas a planearlo bien, nadie como tú para jugar a esos juegos. Llego a la cocina y me estás esperando con un camisoncito medio transparente, al menos deja traspasar la luz mostrando tu silueta. Te agarro por detrás y te manoseo las tetas pegándome a ti. De pronto, dejándome desconcertado, te das la vuelta y me empujas. - Por favor Toni, soy una mujer casada - me dices, con esos ojos brillantes ideando tu nuevo juego. Te tomo por la cintura y te miro fijamente. - Me lo vas a rogar, zorrita, ya verás. Te voy a follar, preciosa. - No, no. Eso no puede ser - insistes. Me pego a tu cuerpo sin soltar tu cintura y noto que desprendes calor, debes estar empapada, sin haber empezado. Te susurro: - ¿Acaso esta zorrita no quiere que mi lengua recorra sus muslos?, ¿No es cierto que estás deseando que te pase esta cosa dura por esas nalguitas? Dime que no lo estás deseando. Tardas en contestar, se te ve excitada, sin embargo quieres ponerte dura, tanto como mi miembro en este momento.

  • No - musito, aunque sabes que en realidad quiero decir lo contrario - ya te he dicho que estoy casada, y tú también. Y nuestros respectivos están a sólo unos metros y podrían oírnos – repito con falsa inocencia.

  • No te creo, además eso es lo que más me pone, saber que ellos están ahí - me dices - pero si no quieres esto - repites apretando tu sexo contra mi vientre - ¿A qué has venido aquí?

  • A comer un poquito, tenía hambre y... ¿No te apetece algo de nata, por ejemplo?

Digo, escapándome de ti y abriendo la nevera. Saco el bote de nata y te sonrío picaramente, tu sexo se ha salido del slip, y está tan apetecible.

  • ¡Qué traviesa eres, zorrita! - Me respondes y dejas que apretando el spray del bote te eche nata, primero en tu pecho, que lamo despacio, comiéndome la nata mientras te apoyas sobre el mármol. Echo otro poco, ahora en tu vientre y lamo de nuevo, cuando termino observándote traviesa te digo:

¡Uhmmm, está riquísima! ¿Quieres?...

  • No y ¿a ti no te apetece más? – Preguntó cogiendo el bote de nata para ponérmela encima

  • Naturalmente - respondes contenta - pero no en cualquier sitio. Me arrebatas el bote de nata y me quitas la camiseta, quedándome solo con mis calzoncillos y una erección de caballo. Me echas la nata en los hombros y de esa forma tan sugerente me lames hasta dejar mi hombro limpio. Estoy deseando que esa nata esté en otro lugar pero primero te gusta jugar, sabes como ponerme de una forma desesperada que por cierto me vuelve loco. Tu segundo chorrillo de nata llega a mi pecho, alrededor de mis pezones, que rozando ligeramente con tu lengua consigues poner más duros, como otra cosa.

Lamo la nata, haciendo que mi lengua se mueva lentamente, para excitarte más. Luego, me arrodillo frente a ti, dejo el bote en el suelo y despacio te voy quitando los calzoncillos, y mirándote a los ojos te digo:

  • Vaya, una deliciosa banana.

Me sonríes, te sonrío, deslizo el slip por tus piernas y te lo quito. Luego cojo el bote de nata y esparzo un poco por tu pelvis, sin llegar a tu sexo, porque quiero reservar esa parte para más tarde, hacerte desearlo más que nada en el mundo y que me lo pidas. Lamo la nata que he dejado, tu cuerpo se estremece al sentir mi lengua tan cerca de tu sexo. Sigo lamiendo hasta dejarlo todo limpio, y de nuevo, cuando ya no queda ni un resto, echo más nata, esta vez sobre tus huevos.

  • Uhm que ricas estas fresitas con nata - digo yo y empiezo a lamer despacio, chupeteando, sin dejar ni un sólo rastro de nata.

Tu gimes, quieres que vaya más allá, quieres sentir mi boca sobre tu sexo, ver mi lengua tan cerca, sentir los lametazos y...

Notarte tan cerca de mi miembro es como un suplicio chino, pero con la diferencia que es mucho más placentero que otra cosa. Casi puedo notar tu respiración en la punta, como si en uno de esos viajes de idas y venidas me fueras a lamer, pero malvada como siempre pasas de largo. Te agarras a mis nalgas y las acaricias, sabiendo que esos toques me provocan erecciones más fuertes. Te agarro por las axilas y desnuda te siento sobre la encimera. - Me está entrando hambre - te digo. Te echo toda la nata desde tu cuello hasta tus pies, dejando un reguero por toda tu serpenteante figura. Y mi lengua comienza su trabajo no sin antes mirarte a los ojos, que noto excitados, como todo tu cuerpo. Comienzo por el cuello, y mi lengua deja limpio el rastro de nata. Tus pechos, sin tocar el pezón (lugar prohibido) aunque casi noto como te giras al pasar cerca queriendo que me deje llevar y te lo muerda, pero no, aguanto; tu cintura es mi siguiente objetivo, hasta llegar a tu pubis donde paro y comienzo al revés, desde tus pies, subiendo por tus pantorrillas. Tomo un respiro, dejando solo la nata que cubre ligeramente tu pubis y una de tus ingles. Al pasar tan cerca de tu chochito noto que está brillante por la excitación que llevas encima, pero mi lengua, aun deseándolo pasa de largo.

Sentir tu lengua tan cerca de mi sexo, me pone a mil, lo noto totalmente húmedo y quiero que hundas tu boca en él, pero en lugar de eso vuelves a embadurnarme con la nata por completo, esta vez sobre la otra pierna y repites la operación, lamiendo suavemente, hasta mi pubis y luego haciéndolo desde mi pie hasta mi entrepierna, todo mi cuerpo se eriza. Ahora pones nata sobre mis senos, los embadurnas bien, y luego hundes tu boca en la nata y empiezas a lamerla suavemente, mis pezones se erizan, es delicioso sentir tu boca paseándose por mis tetas, lamiendo, mordiendo, comiendo y haciendo que cada vez esté más y más excitada. Cuando la nata desaparece completamente, entonces pones otro poco sobre mi vientre, alrededor de mi ombligo y también la lames y chupas, hundiendo de vez en cuando tu lengua en mi ombligo. Gimo y trató de acallar esos gemidos para que Alberto y Susana no nos oigan pero estoy tan excitada; tanto como tú, porque tu sexo está completamente erecto y llamando mi atención, pero dejo que sigas lamiéndome y seas tú quien decida donde pondrás el siguiente trazo de nata...

Los gemidos podrían oírse desde la habitación donde duermen nuestras parejas, pero eso le da todavía más emoción a nuestros juegos, a ambos nos gusta rozar el peligro hasta casi quemarnos. Te doy la vuelta, porque estoy tentado de penetrarte ahí mismo, pero quiero alargarlo en el tiempo. Ahora cambio la nata por miel, te embadurno bien la espalda y las gotas caen hasta tu culo y es allí donde chupo sin parar, sin dejar una gota, estás temblando bajo mi lengua que se mete entre tus glúteos, y acaricio a la vez tus caderas. Solo gimes y añades. - Fóllame, por favor.

Sentir la miel resbalando y luego tu lengua hundiéndose en mis nalgas, lamiendo, ha sido increíble y siento como se me eriza la piel, te suplico que me folles, y tú te acercas a mí, siento tu verga, cerca de mi sexo, emito un leve:

  • ¡Uhm!

Siento como embadurnas tu sexo con mis jugos y como me penetras, gimo, me estremezco, pero sacas tu verga de mí y la llevas hasta mi agujero posterior, eso aún me enciende más y musito un:

Abres mis nalgas, empujas y siento como me penetras por ahí, es fantástico sentirte así, sentirte como nunca he sentido a ningún otro hombre y mis gemidos se intensifican, nuestros cuerpos están ahora unidos, pegados, estáticos y tus manos se deslizan hasta mi clítoris que suavemente acaricias...

Apoyas tus manos contra la encimera y tu cuerpo queda a noventa grados, siendo tu vértice tu sexo. Ahí, en esa pose, veo tu espalda en la penumbra y me excito al verte así. Mi miembro se ha insertado con suma facilidad en tu agujero posterior y aferrándome a tus caderas comienzo a bombearte, notando en la sombra del suelo como tus pechos se balancean. Solo se oyen nuestros gemidos y las respiraciones agitadas. De repente te incorporas y quedas casi de pie, al notar que las embestidas son cada vez más intensas y más profundas. Gimes cada vez más fuerte, por lo que tengo que taparte la boca, ya que podrían oírnos y eso parece excitarte más, mordiéndome de vez en cuando .

Empujas con fuerza y te siento, siento como entras y sales de mí, y toda mi piel se eriza, tus manos masajean mis senos, si sigues empujando así de fuerte me correré lo sé, pero ni tu quieres parar ni yo quiero que lo hagas, besas mi nuca, suspiro, esto es increíble, sentirte así, dentro de mí, pegado a mí, me pone a mil y cuando empujas y empujas y empujas todo mi cuerpo se estremece sin remedio. Gimo y grito:

  • ¡Sí, córrete cabrón, lléname con tu leche!

Empujas fuerte una y otra vez y siento como tu verga se hincha dentro de mí....

Es difícil aguantar por más tiempo y tras cada embestida veo que tu cuerpo se arquea, como queriendo sentirme más adentro. Tu espalda brilla por el sudor, me aferro a tus pechos y descargo dentro de ti. Los dos gemimos abrazados, sin darnos cuenta del ruido, pero en ese momento solo estamos tú y yo en el mundo, nada más. Aun jadeamos y seguimos besándonos sin sacar mi miembro de tu interior, es algo que siempre me cuesta mucho, separarme de ti. - Me encanta este juego, me encanta todo lo que me haces - me dices entre susurros y recogiendo tu camisón del suelo, desapareces de la cocina. Me tienes a tope y tendré que buscar otra oportunidad para jugar contigo.

Erotika y Rinaldo. (Junio de 2008)