Juego para tres...

A veces, compartir piso no tiene nada de aburrido...

UN JUEGO PARA TRES

SUSANA ENTRÓ EN EL PISO y dejó el bolso en su habitación antes de asomarse a la de Fabi para saludarla. Después se fue al salón, donde estaban los chicos sentados en el sofá. Susana se metió en medio de los dos. Su falda, nada más sentarse se subió unos cuantos centímetros, dejando ver sus preciosas piernas hasta los muslos, dibujándose perfectamente el triángulo entre la falda y sus piernas. Los chicos no pudieron evitar mirar a la vez, sacando una risilla de Susana.

Empezaron a hablar del trabajo, de lo que habían hecho en el día, se metieron con sus jefes, contaron anécdotas, se rieron de lo lindo. Poco a poco el tema fue derivando en las relaciones que habían tenido, en cómo serían sus parejas ideales, y al final solo hablaban de sexo; y eso a los tres les encantaba, y sin poder evitarlo, la cosa se fue calentando. Solo faltaba que alguno de los tres diera el primer paso.

Fue Martin el que primero se animó a mover ficha, posando una mano en la rodilla de Susana, y como enseguida notó su aceptación, empezó a acariciar también el muslo,  despacio, muy lentamente. Subía sus dedos hacia arriba por la parte interior del muslo, y ella se dejaba hacer, y Enrico prestaba mucha atención a cada uno de los movimientos de ambos.

Martin esteba ya muy excitado, su miembro se notaba a través del vaquero al no llevar ropa interior debajo. Enrico permanecía normal, tranquilo, como si aquello no fuera con él, pero no perdía detalle de nada. Susana empezó a entreabrir las piernas, pero la falda estrecha no se lo permitió.

Martin se lanzó de lleno, subió las manos hacia los pechos de Susana y empezó a tocárselos a través de la blusa, notaba por debajo un sujetador muy suave, prácticamente sentía los pezones duros y gruesos, y deslizó su mano hacia los botones, y ahí fue cuando Enrico se unió a las caricias.

—Shhh... Esperad que me quite la blusa, sois capaces de romper los botones—susurró entre risas.

Se quitó la blusa dejando a la vista un sujetador azul oscuro prácticamente transparente. Sus pechos se salían por la parte superior del sujetador, y sus pezones erectos y grandes se marcaban de una manera brutal.

Los dos chicos empezaron a mordisquear sus pezones a través del sujetador, y a tocar sus firmes pechos por todos lados. Martin subió la mano hacia los tirantes y se los fue bajando suavemente, sacó sus brazos de ellos, y lo bajó hasta su cintura, liberando sus pechos al exterior, redondos, duros, rodeados por un pezón grande, abultado y rosado; unos pechos casi perfectos. Martin y Enrico se los estaban comiendo literalmente, chupando como locos sus pezones y sus aureolas, mientras las manos bajaban acariciando su vientre, liso y suave.

—¿Qué pensáis hacerme? ¿Me vais a dar los dos?

—Te vamos a hacer todo lo que se nos ocurra, o primero uno y después otro, o si quieres, los dos a la vez...—le respondió Martin.

Susana estaba muy excitada, su mano fue directamente a los pantalones de los chicos y comenzó a tocar sus miembros por encima del pantalón y a quitar botones. Los chicos no tardaron en ayudarla a sacar sus penes, que ella enseguida cogió con las manos, apretándolos y empezando a menearlos. Martin se levantó del sofá y empezó a desnudarse, se quitó la camiseta y el pantalón, se arrodilló junto a ella y empezó a besarle los muslos por la cara interna, mientras Enrico seguía centrado en sus pechos.

Martin cogió de la mano a Susana y les sugirió que estarían mejor en la habitación, en la cama. Ambos asintieron y se fueron hacia la habitación de Susana abrazándose y besándose, tan pegados que parecía imposible separarlos.

—¡Fabi!—gritó Susana—. ¿Te unes a la fiesta, cariño?

—¡No, gracias!—otro grito se oyó de vuelta—. Tengo mucho que hacer, pero gracias de todos modos. ¡Pasadlo bien, pervertidos!

Los tres rieron a la vez y entraron a la habitación. Enseguida Susana se quitó la falda y la ropa interior mientras Enrico hacia lo mismo. Ella se tumbó en la cama boca arriba y Martin a su lado, mientras Enrico iba al servicio. Empezó a besarla con pasión, ella respondió a los besos metiéndose la lengua hasta la garganta. La mano bajó por su vientre hacia su pubis, acariciando su piel sin vello, y siguió bajando hacia el centro de su placer, y ella rápidamente abrió las piernas.

Comenzó a tocar su clítoris muy despacio, ella abría las piernas un poco más; le metió dos dedos en su empapado sexo. No dejó de acariciar sus pechos y besarla, y fue bajando la boca por su vientre, hacia su clítoris. Empezó a comérselo con maestría, ella empezó a gemir, se abría de piernas de una manera bestial, subía su pelvis hacia arriba, buscando más penetración de la lengua de Martin.

A los pocos minutos llego Enrico del servicio, su miembro estaba en su máximo esplendor. Se subió a la cama acercándolo a la boca de ella. Susana no lo dudo un segundo,  lo cogió con ambas manos y empezó a chupar. Primero solo se metió el capullo en su boca, pero rápidamente Martin observó cómo se metía todo en su boca.

Enrico empezó a moverse como si se la estuviera follando por la boca, prácticamente se la sacaba entera y se la volvía a meter completamente.

Martin se incorporó, acercó su miembro a su sexo y empezó a restregarlo por toda su vulva, parándose despacio en su clítoris. Se la empezó a meter despacio, intentando sentir centímetro a centímetro hasta llegar al fondo de su vagina chocando los testículos con su culo. Empezó a darle más rápido, se la sacaba y se la metía toda de un tirón.

Acomodó la pelvis contra la suya y apoyándose en sus codos, con su miembro dentro de ella empezó a tocarle los pechos. La mirada tan lasciva de Susana les indicó exactamente lo que quería a continuación.

Martin se tumbó boca arriba en el centro de la cama. Tenía su miembro a punto de reventar, pero Susana manejó muy bien los tiempos para que no se corriera. Se puso encima de él, se abrió un poco y se dejó caer sobre él metiéndoselo todo de un golpe. Martin dejó escapar un grito de placer, y ella también gemía profundamente. Él notaba cómo estaba llegando al fondo de su vagina, como su capullo rozaba contra algo en el fondo. Susana cabalgaba sobre sus rodillas, aceleraba y frenaba el movimiento, se subía hasta tener solo el capullo dentro y se dejaba caer de repente metiéndoselo entero.

Enrico se había situado detrás de ella, a su espalda, le estaba besando el cuello y acariciando sus pechos desde atrás, a la vez que Martin tocaba su clítoris mientras la penetraba una y otra vez. El miembro de Enrico resbalaba por la raja de su culo, chocando alguna vez con la base del de Martin.

Susana se abrió de piernas aún más, y las fue pegando a las caderas y costados de Martin, acopló su vientre al de él, y apretó suavemente sus tetas contra su pecho, cogiendo su cara con las manos, y metiéndole la lengua dentro de la boca. En esa postura, su culo quedaba totalmente abierto y levantado hacia arriba, ofreciéndoselo de una manera provocativa a Enrico.

No la hizo de rogar. Enrico acopló sus rodillas en el interior de los muslos de Martin y se dio un poco de lubricante en la punta. Acercó su miembro al culo de Susana y empezó a empujar muy despacio. Martin vio la cara de Enrico llena de placer y a Susana suspirando del inmenso placer que sentía. Los testículos de Enrico empezaron a rozar el miembro de Martin, señal inequívoca de que lo tenía todo dentro del culo de Susana.

Su movimiento empezó a ser suave pero continuo. Susana levantó un poco el culo, y empezó a menearse lentamente sobre Martin, coordinando los movimientos dentro de ella. El placer empezó a ser indescriptible, Susana gemía de una forma bestial, Martin notó una presión que no había sentido nunca, a la vez que notaba que la vagina de Susana se había estrechado considerablemente, y su miembro tenía rozamiento por todas partes. El placer era máximo, pero antes del gran final, había que cambiar los roles.

Enrico sacó su miembro del culo de Susana y se tumbó boca arriba, y volvieron a repetir los mismos movimientos que la vez anterior. Una vez que ella se acopló a Enrico, Martin se colocó detrás de ella. Su culo estaba bien dilatado, colocó el capullo contra su culo y empezó a empujar despacio, deslizándolo perfectamente dentro, sin trabas, sin tensión, notando centímetro a centímetro la penetración. El placer era inmenso, los gemidos se escapaban sin control de sus bocas.

Susana volvió a sincronizar todos los movimientos por las dos partes. Martin empezó a sacar y meter cada vez más rápido. La sacaba hasta la mitad del capullo y la metía toda de un tirón, hasta que sus testículos chocaban contra el miembro de Enrico. Cada cuatro cinco envites paraba para no correrse, dejándola dentro de su culo, donde el calor era intenso y hacía que no bajara de tamaño.

La respiración de Susana era cada vez más rápida e intensa, así como sus gemidos. Los chicos notaron por sus contracciones internas que estaba a punto de correrse, y aceleraron el ritmo para terminar juntos a lo grande, entre jadeos y gemidos, en unos orgasmos totalmente descontrolados.

Susana se quedó inmóvil un instante, y empezó a tener contracciones en todo su cuerpo. Se convulsionaba de una forma violenta y rápida, gemía y lloraba, a la vez que clavaba sus unas en el pecho de Enrico y en uno de los muslos de Martin. Estaba teniendo el mayor orgasmo de su vida.

Al fin se quedaron los tres totalmente quietos. Susana encima del pecho de Enrico y Martin encima de su espalda. Todos jadeaban intensamente. Martin fue el primero en reaccionar después de un minuto, tumbándose a un lado, y enseguida Susana se tumbó a su lado, en medio de los dos.

—Sin duda, me va a gustar lo de compartir piso...—dijo Susana con una gran carcajada.