Juego homosexuales de machitos
Sexo brutal en el internado (Quinto capítulo de ocho)
La historia hasta ahora:
Pepe pasa su primeras navidades en el Internado. Un lugar donde todos los chicos están allí por una trastada gorda que han hecho. La de Pepe, “dejar que lo violaran” y todo el mundo en el pueblo descubriera que era un maricón al que le iban los rabos.
Aquel lugar, lejos de corregir su atracción por los hombres, como pensaba su familia que haría, consigue acrecentarlas, pues hay mucho sexo furtivo en el Internado. Como fue el caso de su amigo Gregorio teniendo sexo con el pinche de cocina.
En la noche de Navidad los chicos celebran una fiesta en el cuarto de Blas, Pepe no se encuentra muy animado y decide no ir. En su lugar va el Bombillas, uno de los chicos más marginados del Internado.
Algo grave ocurre con este chaval, que su amigo le dice que tenga cuidado que le puede pasar lo mismo que él.
La fiesta se vuelve a repetir en Nochevieja, pero Pepe no es invitado en esta ocasión.
A duras penas consigue que su amigo le cuente lo que ha sucedido con los mayores y el Bombilla, pero una vez se arranca se lo narra con todo tipo de detalles.
Lo que comienza siendo una partida de Strip póker termina en una especie de bukkake no consentida que le pone a Pepe los pelos de punta, al mismo tiempo que, de una manera que no llega a comprender, le excita.
Diciembre de 1984
Gonzalo me acababa de relatar lo que sucedió en la fiesta de Blas de Nochebuena y no podía menos que solidarizarme con el Bombilla. No solo se había visto obligado a chuparles la polla y tragarse el semen de sus cinco compañeros, sino que acto seguido lo habían meado de arriba abajo. Perpetrando con ello lo que, para mí, se me antojaba como una de las peores humillaciones que se podía someter a un semejante.
No dejaba de causarme estupefacción que cinco compañeros del centro hubieran obtenido placer con alguien del mismo sexo. Aunque hoy, en perspectiva, veo que las razones que llevaron a cada uno a cometer aquel cruel acto fueron bien distintas, estaba claro que todos tenían sus particulares motivos.
Blas, por lo que pude saber después, era bisexual o un homosexual reprimido. Gustaba de follarse el culo de un tío y de que se la mamaran unos labios masculinos. Fue el organizador de la “fiestecita”, quien al ver que yo había optado por no ir y que Gonzalo, sabiendo jugar bien al póker, no iba ser presa fácil de sus artimañas, hizo uso en última instancia del infeliz del Bombilla. Algo que no me cuadraba del todo, fue por qué recurrió a la pantomima del juego de cartas, ¿quizás para justificarse delante de sus compinches? Creo que nunca lo sabré a ciencia cierta y cualquier cosa que diga serán simples conjeturas.
Fede lo hizo para no quedar mal ante Blas, su ídolo. Tenía en un pedestal a su amigo y era capaz de hacer cualquier cosa por satisfacerlo. Aunque todo el mundo lo tachaba de perrito faldero y chupaculos, a él le daba igual. Él era feliz así, pareciera que su único propósito en la vida era contar con el beneplácito del engreído jefecillo. Creo que en ningún momento se planteó que el acto inmundo que estaba practicando estaba muy cercano a una violación, él vio cómo su admirado Blas lo hacía y no se cuestionó nada.
David Aguilar siempre me había parecido un chico insípido, guapo, pero sin gracia alguna. No sé si por su timidez o porque realmente tenía menos personalidad que los “Modern Talking”, el caso es que nunca mostraba a los demás su verdadero yo. Aunque no llegaba al servilismo de Fede , se dejaba arrastrar por las ideas de Blas y si había que darle un escarmiento a alguien lo hacía sin pudor. Si aquella noche lo que tocó fue denigrar a alguien sexualmente, porque su “jefe” así lo había decidido, él, sin reparos de ningún tipo, puso el pollón que le había regalado la madre naturaleza a su entero servicio.
Lo de Rafa Castro era harina de otro costal, ni tenía tan endiosado a Blas como sus otros compañeros, ni necesitaba tanto de la aprobación de este para hacer las cosas. Creo que si andaba siempre con él, es porque lo utilizaba como coartada para dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Aquel tío disfrutaba haciendo daño a sus semejantes y en el grupo de Blas encontraba más que sobradas excusar para practicar ese “deporte”. No estuve presente, pero por lo que me contó Gonzalo y por lo que llegué a conocerlo después, me veo capaz de inferir que si el Bombilla hubiera accedido de buenas ganas, habría gozado mucho menos con ello.
Aunque la reacción más extraña, y a la vez más contradictoria, ante lo acontecido aquella noche fue la de Gonzalo. Su discurso intentaba evidenciar que no había disfrutado con el sexo, sin embargo la pasión con la que vestía a sus palabras, contándome lo sucedido, manifestaban otra cosa. Si bien no ocultaba que el Bombilla no le caía bien, tampoco estaba de acuerdo con lo que sucedió. Su excusa para dejarse llevar era que no quería que los mayores (apelativo que no me cuadraba mucho viniendo de él, pues ellos eran prácticamente de su misma edad: dieciocho años) le dieran de lado.
Fuera como fuera, no era demasiada mala persona y cuando los cafres aquellos vaciaron su vejiga sobre Luis, él no lo soportó y se quitó de en medio para no verlo.
—Los muy cabritos salieron del baño como si hubiera pasado la cosa más guay del mundo —Prosiguió contándome su historia, impregnando sus palabras de cierta rabia —. Al ratillo salió el Bombilla, quien sin secarse del todo, cogió la ropa del suelo, se vistió, miró a Blas como pidiéndole permiso para marcharse y, cuando este le dio su aprobación, se fue.
»Nos quedamos un rato allí bebiendo y charlando de todo lo que había ocurrido. Comentando las “mejores jugadas” como si de un partido de futbol se tratara. Blas estaba eufórico, me dio la sensación de que al obligar al Bombilla a chupársela a todos, se había quitado una especie de espinita que tenía clavada. Si podía tener alguna duda de que iba aquella movida, fue escucharlo y se me aclararon todas: “¿A qué llevaba yo razón en que la chupaba de abutem ? Me hubiera gustado estrenar una “zorrita” nueva, pero aun así ha estado bien”.
No le dije nada a Gonzalo, pero yo no tenía ni pajolera idea de jugar al póker. De no haber tomada la decisión de quedarme en mi cuarto, de quien habrían abusado aquella noche hubiera sido de mí. Un escalofrío recorrió mi espalda y mis pensamientos quedaron desnudos de lujuria, mi polla, que hasta el momento había estado juguetona, pareció querer encogerse y meterse dentro de mi escroto. Era evidente que me atraían los chicos, pero el sexo desmedido que se practicó en aquel cuarto, estaba muy lejos de agradarme y, mucho menos, de proporcionarme placer.
—Como ya había participado en la “fiesta” a Blas no le importó seguir contando sus planes delante de mí. Es más, no sé si por la priva o por lo a gusto que estaba, creí que me consideraba como a uno de ellos, un colega más. “Pues en año nuevo, nos lo vamos a traer a primera hora y nos vamos a pegar un homenaje de los buenos, ¡de los buenos, buenos!”.
—¿Fue por eso por lo que no me invitaron en Nochevieja?
—Sí, pero además Blas me comentó que no es que piense que seas mala gente, ni nada por el estilo. Es que te ve muy crio y que de haber ido la primera noche, no habrías estado a la altura como lo estuve yo.
Escuchaba a Gonzalo hablar y no dada crédito. Primero, porque se le hinchaba el pecho pensando que los “mayores” lo respetaban y segundo, porque se creía todo a pies juntillas. ¿Cómo podía ser tan ingenuo?
Si me invitaron la primera noche es porque la “zorrita nueva” iba a ser yo, estaba claro que Blas y, quizás alguno más, habían tenido sus historias con el Bombilla. Supuse que la novedad y el morbo estaban en hacerlos todos juntos. Lo imaginé como un tipo de rito iniciación antropológico, un demostrarle al grupo lo macho que eran. Lo que se me escapaba es por qué no recurrieron al pobre de Luis desde un principio. Creo que la respuesta no la sabré nunca.
—A pesar de que Blas me había invitado a la segunda movida, Fede s e negó en redondo a que participara en los preparativos. Convenció a todos diciendo no sé qué rollo de que la veteranía había que ganársela y pamplinas de las suyas ¡Sus muertos! Es un envidioso de mojones y se cree que le voy a quitar su puesto en el grupo. En fin…
» Como bien sabes, en Nochevieja, después de tomarnos las uvas, nos fuimos sigilosamente para la zona de las habitaciones. Una vez estabamos todos, Blas envió al Fede por el Bombilla. Este como buen el perrito amaestrado que era, fue por el palito que le tiró su amo sin rechistar.
»No sé si porque estaban bastante más calientes que la vez anterior, o porque ya no disimulaban delante de mí. El caso era que no hacían más que tocarse el paquete. Para mí, que estaban muy salios y tenían el nabo más duro que una piedra. No sé si porque me apetecía que me la chuparan otra vez o por adaptarme a lo que hacía todo el mundo, el caso es que empecé también a refregarme el bulto y me comencé a poner cachondo. Muy, pero que muy cachondo. De buenas a primeras, sentí como mi soldadito tenía ganas de guerra y se puso en posición de revista.
»Al llegar Fede con la “victima” de nuestra tropelías, Blas cerró la puerta por dentro y nos pidió que no armáramos mucho jaleo. Encaminó sus pasos hacia uno de los armarios, sacó una lavativa de una bolsa negra y se la dio a Bombilla, diciéndole: “Ya sabes lo que tiene que hacer, ¿no?”.
»Más cagao que once viejas, el chaval cogió el artilugio de plástico, asintió con la cabeza y dirigió sus pasos hacia el baño. Tuve que poner cara de que no sabía de qué iba la cosa pues Fede, dándose esos aires de importancia que se da, me dijo: “Enano, ¡está claro que eres más tonto que hecho de encargo! Eso es para que cague en condiciones, se limpie bien por dentro y así no mancharnos el cipote con su mierda”.
»Escuchar cómo se refería a darle por culo a un tío con tanta naturalidad me dejo patidifuso. Una cosa es que te la chupen y otra cosa era follártelo. Miré a Blas por el rabillo del ojo y estaba más contento que unas pascuas, ni él ni sus amigos dejaban de meterse mano al paquete, pimpampimpan y pimpam, hasta que se pusieron un bultaco de tres pares de cojones de grande. Estaba claro que le iban a petar el culo al Bombilla, sí o sí.
»Todo me resultaba tope raro y creo que, al igual que en la primera fiesta, todo estaba más que hablado entre ellos. Me dio la sensación de que tenían planificado lo que iban a hacer al dedillo. Durante unos momentos, cuando veían como cuchicheaban a mis espaldas, me sentí como un cero a la izquierda. El único que no sabía de qué coño iba todo aquello era yo y lo que estaba viendo no me gustaba una pisca. No me molaba para nada petarle el culo a un tío, pero estaba claro, que si no quería quedar ante los colegas como un pringao, no iba a tener más remedio que hacerlo.
La facilidad con la que Gonzalo me estaba contando todo me tenía atónito. Si en un principio se había resistido en relatarme nada, fue abrir la boca y cada confidencia era más trascendental que la anterior. Tuve la impresión que necesitaba contar lo sucedido, como si compartiéndolo conmigo, se sintiera menos culpable. Culpabilidad que no dejaba de parecerme contradictoria, pues la pasión que emanaban sus palabras era más que evidente de que aquello había estado muy lejos de desagradarle.
—El Bombilla volvió del baño con el pelo un poco mojado y solo con los calzoncillos puestos. El chulito del Blas al verlo venir le dijo: “Veo que te has duchado sin que yo te tenga que decir nada, ¡mejor, mucho mejor!” Rafa Castro haciendo alarde de ese código secreto que parecía tener entre ellos dos, se metió mano a la entrepierna y Blas asintió con la cabeza.
»Sin decir nada, se colocó frente al pobre de Luis y cogiéndolo por los hombros lo obligó a que se agachara ante él. El tío en vez de resistirse se dejó hacer y cuando tuvo la cabeza a la altura de su entrepierna, comenzó a lamer la parte del bulto de la polla. “Llevabas razón, Blas, el cabrón cuando coge confianza es muy, pero que muy putita”.
»Por un instante no creí estar viendo a una persona, más bien parecía un perillo que chupeteara a su amo. Algo así debió pensar Rafa pues, sin contemplaciones, le pegó una bofetada diciéndole: “¡Estate quieto gilipollas! Me vas a poner perdido el pantalón con tus babas”. Acto seguido, se desabrocho el cinturón y se bajó la cremallera sacándose el tranco que lo tenía tieso como un garrote.
»Fue quedar su polla al alcance de Luis y este se abalanzó sobre ella de una forma que parecía que se la fueran a quitar. Blas se acercó por detrás, le acarició la cabeza como si fuera un animalillo y con una voz que se parecía a la de los malvados de películas le dijo: “No ves chaval, si haces en condiciones todo lo que te pidamos, no tiene por qué pasarte nada malo.”. El Bombilla, sin dejar de mamar la polla de Castro ni por un segundo, lo miró de reojo y asintió con la cabeza. Tanta sumisión por su parte, me dio hasta un poco de canguelo.
»En sus ojos no había miedo como en la otra “fiesta”, aunque en un principio, supuse que fuera porque estaba disfrutando, fue observarlo detenidamente y lo descarté. Lo que reflejaba su mirada no era otra cosa que alivio, un tremendo alivio. Solo iban a abusar de él sexualmente y no le iban a pegar una paliza como en otras ocasiones.
»Me da vergüenza confesarte esto, ni yo mismo entiendo porque me pasó aquello, pero fue ver con las ganas que el Bombilla se tragaba el rabo de Rafa y me puse tope de cachondo. Seguramente fue porque me acordé del gustirrinín que me dio la primera vez o porque andaba más salio que el pico de una mesa. De pronto, me entraron unas ganas locas de que me llegara mi turno. Es más, me decía a mí mismo que iba a aguantar todo lo que pudiera, con tal de que me la estuviera chupando durante mucho rato.
»Blas, tomando de nuevo la iniciativa, hecho el brazo por el hombro a Fede , le hizo un gesto con la mano a Rafa para que se apartara y dejara ocupar su sitio a este. A los pocos segundos, se sacó la churra, la tenía más tiesa que puntilla del almanaque y se la acerco a Luis para que se la mamara. Fue tanta el ímpetu con la que se le metió en la boca, que Rafa, quien todavía estaba a su lado, le volvió a dar una bofetada diciéndole: “¡Capullo, no le pongas tantas ganas que lo vas a hacer correr! ¡Y todavía te tenemos que romper el culo!” Para no contrariarlo, prosiguió mamando más suavemente, dándole pequeños lengüetazos como si estuviera saboreando una piruleta.
»Cada vez era más evidente que se lo iban a trincar por detrás, quisiera el Bombilla o no. Volví a mirar disimuladamente al resto de los participantes de la fiesta. Rafa Castro se había puesto junto a Fede y no perdía detalle del buen lavao de cabeza que le estaban haciendo. Tenía puesta su mejor cara de guarro y no dejaba de tocarse el capullo con los dedos. Blas, quien también estaba muy cerca, permanecía inmóvil deleitándose con la singular mamada y mordiéndose el labio inferior. David, por su parte, se masajeaba el paquete con la palma de la mano, como si la polla no le cupiera dentro de ella. Estaba claro que todos estaban disfrutando con aquello y si ellos, que eran de último curso, no lo veían mal, ¿quién carajo era yo para criticarlos?
Asentí con la mirada, dándole a entender a Gonzalo que no lo juzgaba por lo que pudiera haber hecho. Aquello dio confianza al inseguro muchacho quien, al sentirse apoyado por mí, comenzó a poner mucha más fogosidad (si aquello era posible) en cada una de sus palabras.
—El siguiente en darle el biberón fue David. Luis fue tener cercano el enorme rabo que se calza el tío y pareció que se le iban a salir los ojos de las cuencas. Lo agarró entre sus manos y, tras descapullarlo, comenzó a chuparlo como si le fuera la vida en ello. Al principio no le cabía entera en la boca, pero como si fuera una especie de reto se la tragó completa. Soportó las pequeñas arcadas con facilidad y aunque lagrimeaba no le importaba. Miré al Aguilar, tenía los ojos cerrados y cara de estar en el séptimo cielo. Yo en aquel instante no lo sabía, pero por lo que pude comprobar después, al Bombilla le van las pollas cantidad. ¡Después de pringao , marica!
Aquel comentario último no me hizo mucha gracia y aunque estuve tentado de decirle lo de la ley de Mahoma (Tan maricón es el que da como el que toma), me callé pues era demasiado mi curiosidad por conocer todos los pormenores de la fiesta y conocer hasta donde habían sido capaz de llegar. Así que para no cabrearlo, me metí la lengua donde no da el sol y proseguí escuchando.
Dentro de dos viernes publicaré la continuación de esta historia que llevará por título “Un pepino muy salvaje” será en esta misma categoría ¡No me falten!
Si quieres continuar leyendo historias mías, puedes pinchar en mi perfil donde encontrarás algunas más que te pueden gustar, la gran mayoría de temática gay. Espero que mis relatos sirvan para entretenerte y animar tu libido. Mi intención siempre es contar una buena historia, si de camino puedo calentar al personal y hacer que empatice con la historia, mejor que mejor.
Un abrazo a todos los que me seguís y FELIZ ENTRADA DE AÑO 2022