JUEGO DE TRONOS cap3 Jorge

Desnudos, montados en la moto fuimos a casa del abuelo a follar y me salto sus reglas

Desde aquel día en que el abuelo hizo toma y posesión de mi cuerpo, había pasado casi un mes. En aquellos días deambulaba entre las tres casas, las tres camas. Por orden del abuelo me acostaba con él, con mi padre, con mi tío, dándoles placer, haciéndoles disfrutar y solamente veía mi cama cuando iba a mi dormitorio a buscar ropa limpia. Si tuviese que decir que todo eso no me gustaba estaría mintiendo. A decir verdad, todos pasábamos por la cama del abuelo en algún momento, incluso Jorge, su “amigo especial.”

A Jorge recuerdo haberlo visto por casa del abuelo desde que yo era pequeño. Para todos era uno más de la familia. Sabiendo la existencia del clan, até cabos y entendí que Jorge también se acostaba con mi padre y mi tío, y suponía que tarde o temprano, también lo haría conmigo.

Estaba con el abuelo esperando a que vinieran a traer el fertilizante para empezar a preparar la siguiente cosecha. Me comentó que le rondaba la idea de hacer algo con el viejo granero y aprovecharlo para otro fin. Según me explicaba había mucho “ganado” como él les llamaba, escondido en nuestro pueblo y en los del alrededor. Con ese debí entender que se refería a hombres que les gustaba divertirse con otros hombres. Eso es lo malo de los pueblos, muy tranquilos, mejor calidad de vida, pero has de tener mucho cuidado o todos sabrán todo de ti. Había pensado en proporcionar un lugar donde reunirse con tranquilidad y quería granero hacer una especie de club discreto. Conocía muy bien a mi abuelo y cuando algo se le metía entre ceja y ceja… y así fue, creó ese club. Estaba convencido de que la cosa iba resultar bien. El abuelo era muy conocido en el pueblo entre sus machos y su convencimiento le indicaba que le iban a ser fieles a su propósito.

Y en dos días me quede solo. Mi padre y mi tío también se iban con el abuelo a la capital para ver a un amigo suyo arquitecto y que se encargara de los planos. Pasarían allí cuatro días y yo, cuatro días solo en casa, pero ¿En cuál? Tenía llaves de todas y por palabras de abuelo, era libre de hacer y deshacer como quisiera.  Opté por estar tranquilo en mi casa, descansar por fin en mi cama después de tanto tiempo sin hacerlo.  Pase las horas en el sofá, tirado perdiendo el tiempo viendo películas, mirando el techo.

A media tarde tito Jorge vino a buscarme para ir al gimnasio. Desde pequeño supe que no teníamos ningún parentesco, pero a nadie pareció nunca molestarle que lo llamase así, y de ese modo le llamé siempre. A lo lejos ya se escuchaba su vieja Harley.  Algunas veces quedábamos para ir juntos a deslomarnos entre pesas, otras, ya me lo encontraba ahí, el caso, es que casi siempre éramos compañeros de fatiga entre esos hierros pesados, ayudándonos el uno al otro.

Jorge siempre vestía igual, envuelto en un mono de lycra marcando cada rincón de su cuerpo, y a decir verdad, hacía bien. A sus cuarenta y largos, poseía un cuerpo envidiable y era normal que quisiera presumir de ello. Otra cosa más que me enseñó tito Jorge aparte de modelar mi cuerpo, fue a no ducharme en aquellas duchas y a hacerlo en casa. Así que nos poníamos un viejo chándal para irnos y ya en casa nos aseábamos.

-Ya han traído el fertilizante- dijo entre carcajadas.

-¿En serio? ¡No me digas! No me había dado cuenta. En serio, estaré unos días oliéndolo porque lo han traído justo cuando se han ido y no sé usar la abonadora.

Le ofrecí un pantalón corto para que estuviese cómodo y mientras Jorge se duchaba yo puse a lavar las ropas y las toallas sudadas. Aseado y perfumado fui al salón en busca de Jorge para ofrecerle algo que tomar y aliviar el calor. Me lo encontré en la cocina, preparándonos la cena, por lo visto pretendía quedarse un buen rato y hacerme compañía o hacérnosla mutuamente.

Noté su mirada clavándose en mi espalda, tan penetrante que podía haber atravesado mi torso y salir por mi pecho.

-Creo que acabo de descubrir tu super poder. Mirando así podrías derretir el hielo que está dentro del congelador- le dije sin girarme -¿Así fue cómo conquistaste al abuelo?

Di media vuelta y ahí estaba. El final de su espalda apoyado en el quicio de la encimera, sus manos agarradas a ella y ese pantalón, que la poca carne que cubría parecía que lo iba a reventar.

-Oh vaya, creo que he roto un momento. No debí preguntar eso.

Con su sonrisa entendí que no le molestó la pregunta y tampoco iba a profundizar más en ello. Si algún día me quería contar como sucedió todo, sería a voluntad suya.

Jorge seguía fijamente con su mirada clavada en mí. Los dos sabíamos que tarde o temprano eso iba a suceder, pero me estaba saltando el mandato del abuelo y le había dicho ser fiel a sus instrucciones. Nada de sexo sin su consentimiento, pero no podía evitar sentirme atraído por ese hombre, musculado, tatuado, que desprendía virilidad por cada poro de su cuerpo. Finalmente me acerque despacio a donde me estaba esperando.

-Esto no está bien, me estoy saltando las reglas a la torera.

-Lo sé. Será nuestro secreto

Puso sus manos de forma cariñosa en mis mejillas y lentamente sus labios rozaron los míos. Sus besos eran suaves, mi boca disfrutaba de la suya, mientras mi mano le rodeaba la cabeza para no separase. Le besaba, sonreía feliz de que alguien en la familia por fin me regalaba una muestra de afecto y no solo sexo sin más. Mientras su lengua hurgaba en mi boca buscando la mía, sus manos me agarraban por la cintura, apretándome a él de manera fuerte, como si fuéramos a fundirnos en un mismo cuerpo.

Di unos pasos atrás y me separé de él. Quería verle, quería ver ese cuerpo, su deseo a mi. Fascinado, me quite lentamente el pantalón corto y quede desnudo por completo mientras miraba su sonrisa que parecía hablarme pidiendo que le hiciera lo mismo. Me acerqué, agarré su pantalón y lo dejé en sus tobillos. Al alzar la vista fue cuando me sorprendió, no solo por el tamaño de su entrepierna, que era maravilloso. Unas braguitas de encaje de color negro capturaban su polla.

-No te gusta ¿Verdad?- me preguntó como decepcionado.

-No, no es eso. Simplemente no me lo esperaba, pero supongo que esto es cosa del abuelo.

-Al principio sí. Tu abuelo tiene muchos fetiches y me hacía poner lencería ocasionalmente, pero terminé por pillarle el gusto y acabé usándola por iniciativa propia. Pero si quieres me la quito y olvidamos esto.

-Ni pensarlo, aquí nadie se quita nada- le contesté -es sólo que me chocó. Te vi en bañador cientos de veces, te hacía mas de usar cuero por lo de ser motero y demás, pero he de confesar que te pone, tienes mucho morbo así, y quiero ver más.

Se rió y sonriendo me indico que me calzara y le acompañara. Ahí estábamos, yo desnudo y con mis deportivas, el con las suyas y su braguita, subidos en la moto.  La sensación de ir desnudo montando sobre esa máquina era indescriptible a la vez que morbosa y si le añadimos el morbo por la situación con Jorge, la suma de todo era explosiva. El trayecto no fue largo, de mi casa a la del abuelo. Esperé en el sofá mientras Jorge bajaba al sótano sin decir a que. Poco después apareció en el salón, quedándose inmóvil frente a mí, con unas medias de rejilla, y un tanga que cambió por las braguitas que usaba.

Nuevamente fascinado, se lo hice notorio en mi entrepierna, desnuda, libre, creció hasta su máximo tamaño. No tuve mas que mover un dedo para tenerle de rodillas entre mis piernas.   Su mirada estaba clavada en mis ojos mientras me masturbaba lentamente. Con la inocencia de un niño con un chupa-chups fue metiéndosela en la boca. Cada vez podía notar como iba entrando más profundamente en esa garganta. Sabía cómo hacerme disfrutar y gozar de su lengua. Yo también estaba hambriento. Nos tumbamos cruzados en el sofá y agarrando su perfecto y redondo trasero nos alimentábamos el uno al otro. Ni mi padre, ni mi tío y ni mi abuelo, sin duda la mejor polla de la familia era la de Jorge. Se la saqué por debajo del tanga, larga, gruesa y venosa. Abrí la boca y sólo tuve que dejar que se deslizara por ella. Por mucho que me esforzara era imposible que toda esa carne me cupiese, pero disfrutaba de ella y le hacía disfrutar a él también. No me preocupaba, si no me cabía en la boca, me cabría en otra parte. Se incorporó y con el peso de su cuerpo sobre el mío nos besamos nuevamente, de forma apasionada, dejando que nuestras lenguas se humedecieran entre si.

Le cogí de la mano y sentándolo en el sofá, abrí sus piernas y esta vez era yo quien se metía entre ellas. Bajaba lentamente. Con mis manos separaba mis nalgas mientras el apuntaba con su polla en mi esfínter. Su enorme capullo iba abriendo mis carnes, dilatándolas, frotándose con ellas. Ya dentro, soltó su polla y con sus manos en mi pecho me acompaño en el dulce descenso. Apretó fuerte contra su cuerpo, defendiéndome. Era él el que con su movimiento iba entrando cada vez más en mí, abriéndome cada vez más, sintiendo como su polla se acomodaba en lo más profundo de mí.

-Así que estos son los gemidos de los que me ha hablado tu abuelo- se reía.

-Sí ¿No te gustan? Estás tocando fondo y me salen innatos.

-al contrario, lo vamos a pasar muy bien tu y yo, ya verás y espera por que aún no está toda dentro.

A cada vaivén de sus movimientos me nacía un nuevo gemido, un leve dolor en el bajo vientre y ahí consiguió su propósito. Aquel dolor se intensificó cuando ya tenía toda su hombría en mí. Poco a poco ese dolor fue mas placentero y ya relajado pude terminar de sentir su cuerpo bajo el mío, acomodándome sobre él. Permanecíamos inmóviles, yo sintiendo ese macho en mi cuerpo y él abrazado con su cabeza recostada en mi espalda. Rompió aquella escena otra vez con sus movimientos. Su mano en mi polla me masturbaba mientras no paraba de gemir como nunca nadie antes me lo hizo hacer.

No pude aguantar más y terminé manchando su mano. Se limpió suavemente en mi pecho mientras escuchaba un sonoro grito dando fin a nuestra pasión. Poco a poco notaba como su polla iba encogiendo, liberándome, pero dejando tras de si esa sensación de haberla tenido dentro, de culo abierto.

Jorge volvió a bajar al sótano, esta vez le seguí. Nunca había estado en esa estancia de la casa. Me lo imaginaba sucio, oscuro, lleno de trastos viejos y polvo, pero todo lo contrario, allí solo había su bodega de vinos y cinco armarios cerrados con llave, cada uno con el nombre de un miembro de la familia.

-¿Por qué cada armario con un nombre?

-Aquí es donde tu abuelo guarda las cosas de cada uno, lo que necesitáis para complacerle u obedecerle. Hay cuero, hay lates, hay botas… y cada uno tenéis, digamos que tenéis algo de eso asignado por excelencia. El tuyo está vacío, ha de llenarlo aún.

-Creo que me tocara látex, no sé, me pide mucho que me ponga las botas de goma cuando nos vemos, aunque solo sea por estar por casa con él. Entonces… ¿Tú también eres un Toro?

-¡Oh no! Yo pude escoger y decidí mantenerme al margen, pero a ti no te queda otra. Si es cierto que tu abuelo hace verme de tanto en tanto con tu padre o tu tío, me dice que los domine, les dice que me dominen y supongo que también hará lo mismo con nosotros dos. Tu abuelo es el rey, vosotros tres debéis hacer lo que el os mande y obedecerle y a veces yo también.

Poco apoco iba descubriendo mas cosas sobre los planes del abuelo conmigo.

Cando devolvió las medias y demás a su sitio volvimos a casa. Cenamos y nos quedamos en el sofá acurrucados el uno al otro. Lo invite a mi cama.

-¿Y el abuelo te dijo que hicieras esto conmigo?

-No, lo hice por que me apetecía, pero recuerda que ha de ser un secreto. Te has saltado las normas y eso no le va a gustar si se entera.

Rodeado por sus brazos, me dormí.