JUEGO DE TRONOS cap1 Damián y Esteban
¿Te crees que no sabemos que a ti también te gustan los hombres? -dijo mi tío mientras las manos de mi padre acariciaban su pelo
Me crié entre varones, no había conocido mujer alguna en la familia mas que las señoras de la limpieza que se encargaban de nuestras casas. Tres en concreto, la de mi padre, la de mi tío y la de mi abuelo. Ellos fueron los que me criaron. Mi abuelo enviudó siendo muy joven, mi tío un soltero muy cotizado entre las féminas del pueblo y a mi padre y a mi nos abandonó mi madre al poco de nacer yo. Según él, la situación de ser madre tan joven le sobrepasó y no se sentía preparada para tal cosa. Sólo sabía de ella lo que me contaba mi padre, pero en realidad nunca necesite de esa figura.
Éramos una familia muy bien acomodada gracias al esfuerzo y sudor del abuelo. Poseía hectáreas dedicadas al cultivo. La finca se llamaba “Los Toros” y en ella se encontraban dichas casas de forma independiente cada una y bastante alejadas entre sí, conectadas por el mismo camino por el cual se entraba a la finca y que mas adelante se bifurcaba a derecha e izquierda.
La relación con mi padre era francamente buena, algunas veces hacía muy bien su papel y me regañaba, como es normal. Siempre tuve que hacer todo solo con él, cuando los truenos acompañaban las tormentas solo podía dormir con él, cuando quería dormir con mis padres sólo estaba él y cuando empecé a descubrir la anatomía solo estaba él. Desde hacía ya unos años me sentía atraído por mi padre. No sabía por qué motivo me ocurría eso, pero me ocurrió. Mi familia siempre me educó en la existencia del amor libre y que no había nada de malo en ello, quizás ese era el motivo. Recuerdo una noche en la que mi padre se acostó pronto ya que tuvo mucho trabajo y cayo rendido en la cama sumiso en un sueño muy profundo mientras yo seguía en el salón con mis cosas. Al ir a mi dormitorio para acostarme, me detuve en su puerta y vi como la poca luz que entraba por la ventana se posaba sobre su escultural cuerpo. Entré y empecé a acariciar ese cuerpo de forma muy sigilosa para evitar que despertara. Todo iba bien hasta que sentí como me agarraba del brazo y acompañaba mi mano a su entrepierna. ¿Cuánto tiempo llevaba mi padre despierto mientras lo acariciaba? Al día siguiente los dos actuamos de forma natural, como si nada de eso hubiera pasado.
Habían pasado ya unos años desde aquel momento glorioso y ese veintinueve de julio era mi cumpleaños. Estábamos preparando una gran fiesta para celebrar una tercera década. Aquel sábado me levanté temprano, mi padre me acompañó a casa del abuelo y allí me quedé a solas con él, desayunando y listo para disfrutar de todo el día que me esperaba. Terminado el desayuno nos acercamos al pueblo, íbamos a encargar la carne para una barbacoa. Yo no solía ir mucho a esa carnicería, pero mi abuelo si, llevaba ya muchos años haciéndolo y acabó por hacer amistad con el dueño.
-Ven esta noche a cenar.
-¿A celebrar el cumpleaños del benjamín de Los Toro? ¡Claro! No me lo perdería.
Subimos al coche y nos dirigimos a la cuidad. Esta estaba a algo mas de hora y media. Yo era el único nieto y como era de esperar, me consentía. Fuimos a uno de los centros comerciales, el que más me gustaba. Íbamos de tienda en tienda probándonos ropa, zapatos, tomando refrescos… El abuelo siempre había sido muy cariñoso conmigo, pero allí, en aquel centro y sobre todo ellos, se nos quedaban mirando. A pesar de su edad el abuelo aún conservaba parte de la belleza de su juventud y era de constitución grande y fuerte, pero el motivo por el cual seguramente nos miraban era el de un chaval joven con un viejo adinerado. A eso de las seis de la tarde emprendimos el viaje de vuelta, aun nos quedaba trabajo preparando todo para la noche.
-Tu ve a casa, descansa un poco, cámbiate, ponte bien guapo y con que estés aquí a las nueve y media es suficiente.
Y así hice. Me eché en la cama con intención de dormir un poco para luego ducharme de nuevo e ir a casa del abuelo. Llegó el momento y dando un paseo, pero sin entretenerme, recorrí la larga distancia que separaba nuestras casas. Esperé encontrarme a mi padre o a mi tío por el camino, pero no fue así.
A la hora acordada aparecí en casa del abuelo. Estaban todos en el jardín, alrededor de la piscina. Hablaban, bebían… había mucha más gente de a que yo me esperaba. Por mi parte no avise a mucha gente, mi familia, los amigos y los compañeros del equipo de futbol al que jugaba. El resto casi no sabía quién era.
-Atención por favor- anunciaba mi abuelo -acaba de llegar el anfitrión de la fiesta. Él es Javier el pequeño de Los Toro…
Normal que me anunciara el abuelo, no conocía ni a la mitad de los invitados. Casi todos eran amigos suyos. La gente venía a felicitarme mientras estaba con mis amigos y por cortesía les saludaba sin saber de qué hablarles después. Me sorprendió también que casi toda le gente invitada fueran hombres. Comían, bebían cervezas y hacían esas cosas típicas de los machitos cuando se reúnen. Reconozcámoslo, en algún momento esa actitud de machito chulo y vacilón nos ha calentado la bragueta o nos ha parecido morbosa. Francamente en algún momento me venían ganas de decir a las pocas chicas que había (por lo visto todas invitadas por mi parte) que la fiesta terminó y encargarme yo de organizar otra fiesta solo con bajarme los pantalones. Jóvenes, papis, maduritos, guapos, no tan guapos, delgados, cachas, gorditos… el surtido resultaba de lo mas variopinto y atractivo.
La fiesta se alargó y unas horas después ya tocó su fin.
-Os llevo a casa- me dijo el abuelo -tal y como están tu padre y tu tío no van a coger el coche.
Ya mañana cuando se les pase la borrachera que venga alguno a por el.
El abuelo nos llevó a los tres a casa, lo que no sé es porque mi tío también vino a la nuestra. Cuando bajamos del coche me pareció escuchar al abuelo decirles <>
Ya en casa le pregunté a mi padre a que se refería el abuelo con ese ultimátum. Nadie dijo nada. Se miraron entre ellos dos, sonriéndose. Entonces mi padre se sentó junto a su hermano y comenzó a besarle en la boca.
-¿¡Pero que hacéis!?
-Oh, vamos… ¿Te crees que no sabemos que a ti también te gustan los hombres? -dijo mi tío mientras las manos de mi padre acariciaban su pelo -hemos visto cómo te fijabas con más de uno en la fiesta y como te has quedado con las ganas de ponerles el culo ¿Oh no?
-Además, si quieres ser un Toro…- añadió mi padre.
Siguieron besándose, provocándome a ver cuánto tardaba en unirme a ellos. Sus manos se perdían entre sus cuerpos mientras se desnudaban lentamente y me iban haciendo señas tratándome de convencer para que me uniera ellos. Los veía disfrutar de sus caricias, de sus besos, tanto, que al final terminé por pensar que sólo era sexo, dos hombres buscando a un tercero para pasarlo bien, sin existir parentesco en ese momento. Me desnudé y me acerqué para unirme a ellos. Me dieron la mano y me acompañaron al dormitorio de mi padre, según dijeron, allí estaríamos más cómodos.
No hubo besos, ni caricias, directamente entre los dos separaron mis nalgas y con sus dedos acariciaban mi esfínter. Medio echado en la cama podía sentir como sus dedos humedecían mi ojete. Mi tío se humedeció el pulgar y poco a poco fui sintiendo como se abría paso en mi interior. Entraba y salía bajo la atenta observación de mi padre.
-Ves, sabíamos que te gustaría, sólo hay que verte la polla, sin apenas tocarte ya la tienes dura- me decía mi padre mientras me la acariciaba suavemente.
Me incorporó y se tumbó él en la cama, abriéndose de piernas para dejarme entre ellas. Me estaba ofreciendo su polla que no dude en llevarme a la boca mientras mi tío seguía explorando mi interior. Me agarraba a esa polla como si no quisiera dejarla escapar, la masturbaba lentamente, la humedecía con mi lengua, entretanto notaba como mi culo se iba abriendo cada vez más. Poco a poco ese dedo fue multiplicándose, haciéndome sentir el mismo grosor en cada agujero. Cuando ya me tubo lo suficientemente dilatado entraban con más dureza, con más profundidad. Gemía y gemía, pero con la polla de mi padre en la boca, mis gemidos morían ahogados.
-Ven Antonio, métele la polla en la boca. Ya verás que bien la come tu sobrino- dijo mi padre mientras se arrodillaba a mi lado y le cedía la cama a mi tío -mira nene que buen rabo tiene también tu tío.
Y la verdad es que era cierto. Tanto uno como otro tenían buenas pollas, un poco por encima de la media. Miraba fijamente a mi tío mientras lentamente me acercaba a aquel trozo de carne palpitante. La saboreaba lentamente, como si fuese a romperse, como había hecho anteriormente con la de mi padre. Este puso su brazo alrededor de mi cuello separándome de aquel rabo y lentamente buscó mis besos con su boca. Su lengua humedecía mis labios hasta que se coló dentro de mi boca buscando la mía, jugueteando con ella, intercambiándose la humedad. Dejó de besarme y fue él quien se amorro a la polla de mi tío. Me resultaba muy morboso y excitante ver como dos hermanos eran capaces de darse placer y como yo era capaz de darles placer también. Se apoderó de esa carne. Se la llevaba a la boca, se la sacaba y la compartía conmigo metiéndomela en la mía.
-Oh si… así, poco a poco. Que bien lo hacéis. ¿Le enseñaste a mamarla así, Damián?
Mi padre me sonrió mientras yo tenía esa polla en mi boca. Lo dicho por mi tío Esteban me lo tomé como un halago. Viendo la dedicación que ofrecía al pacer de mi tío, mi padre me abandonó, dejándome a solas con esa carne dura. Sentí como sus manos se posaban firmemente sobre mis glúteos. Separándolos, su lengua se perdió entre ellos. Humedecía mi esfínter, mordisqueaba dulcemente su alrededor. Su barba de dos días me raspaba y todo ello me producía placer, placer que transmitía a través de mi boca, usando la polla de Esteban.
-Papá por favor, no aguanto más ¡folladme!
No tuve que esperar mucho, dejó caer la saliva hasta mi esfínter e inició camino lentamente hacia mi interior. Notaba perfectamente como me iba abriendo. Poco a poco y con insistencia iba entrado más y más profundamente. Aun bebido era cuidadoso, no quería hacerme daño, igual creía que esa era mi primera vez con un hombre y ni mucho más lejos. Mantenía mis manos ocupadas entre el cuerpo de mi tío y el mío, tocándole, tocándome, sintiendo los pelos de sus huevos entre mis dedos, acariciando mi polla. Mi boca continuaba su trabajo, esta vez de forma interrumpida por aquel rabo que intentaba cruzar el esfínter que obstruía su camino en mi interior y me provocaba algún que otro grito de placer.
-vamos, aparta y deja que me lo folle yo ahora- dijo mi tío.
Me rodeó por el pecho con sus brazos y me levantó. Mi padre, sentado en la cama, apoyado en el cabezal no perdía detalle de mi y de mi tío. Se masturbaba lentamente observando como con mi mano se aferraba a esa polla, cómo buscaba la forma de juntar mi lengua con la suya. No hubo beso, solo su mano sombre mi mandíbula alejándome de él. Me propinó un par de bofetadas que no esperaba. No dolieron, pero me gustaron. Situaba a cada uno en su lugar.
-Gracias tío esteban.
-Mira como sabe quién manda aquí. Que pasa ¿Te han gustado mis bofetadas?- dijo mientras me propinaba alguna bofetada más -pero fíjate, si cuantas más te doy mas dura se te pone. ¡Claro que te gusta!
De un empujón caí de espaldas sobre la cama. Mi padre tiró de mi y me colocó entre sus piernas. Levantó las mías al aire y me las abrió.
-Vamos, fóllale el culo a tú sobrino. Seguro que lo está deseando.
-Oh sí tío, por favor, métemela ya.
De pie en la cama, abrió sus piernas dejándome entre ellas, apoyo sus manos en la pared y ofreció de nuevo ese rabo a mi padre. La vista desde abajo era privilegiada. Sus huevos se movían alocadamente con cada uno de sus movimientos. Su cadera hacía entrar bruscamente esa polla en su boca, haciéndole tener arcadas, ahogándose con esa carne y sus babas. Cuando lograba zafarse se veía perfectamente como quedan unidos entre ellos por ese hilito fino. Cuando tuvo toda esa carne bien mojada, se arrodilló y sin vacilar apuntó a mi agujero. Entró sin dificultades, mi padre le ensanchó el camino. Sus movimientos constantes la hacían llegar más profundamente, proporcionándome un placer indescriptible. Supongo que el morbo de ver a mi padre sujetándome las piernas ofreciéndome a su hermano y viendo la cara de este mientras me follaba, contribuía a ello.
-Así Esteban, dale fuerte y métesela toda- animaba mi padre.
Con sus palabras, mi tío se excitó más aún. Lo notaba en sus embestidas, secas y constantes, y en su cara como llena de rabia. De nuevo otra polla llamaba a la puerta más allá dentro de mi. Esta vez no quise contenerme. Gemía, jadeaba, me agarraba con fuerza a mi padre para evitar retorcerme y poder seguir sintiendo como esa polla me atravesaba.
-¿Escuchas esto Damián? ¡Tenemos a toda una putita en casa con esos gemidos!
Pocas embestidas mas y mi tío se detuvo. Salió de mi e inmediatamente una lluvia blanca caía sobre mi cuerpo. No tardó en aparecer otra por encima de mi cabeza estallando en mi cara. Quería correrme, era mi turno, pero mi padre me lo impidió. Me levanté y fui al baño. Limpio y aseado volví a la cama. Los dos estaban dormidos, extasiados y cansados. me puse entre ellos y abrazado a mi padre caí en su sueño.
Desperté antes que ellos. Seguía abrazado a mi padre y mi tío a mi.
-Arriba machitos, el desayuno está en la mesa.
Apenas bajaron vestidos, solo el calzoncillo para cubrir lo mas indecente. Viva la indecencia. Mi padre llamo al abuelo.
-Ya está padre. Oh, se llevará una sorpresa. Cuando ¿Ahora? Esta bien, terminamos de desayunar y vamos para allá.
Nos vestimos y andando nos dirigimos a casa del abuelo. No sé por qué quería vernos ni comprendí el porqué de esa llamada y además ellos debían ir a por sus coches.
-Ahora cuando lleguemos el abuelo te lo explicará todo.