Juego de relatos

Y si tienes que acabar tú el relato?

Pestañeé y me di cuenta que llevaba tiempo con la mirada fija en la misma página del libro. No tenía ni idea de cuanto llevaba así, pero creo que era mucho.

No había manera de dormir. Primero lo intenté viendo series y luego leyendo. Miré el móvil y vi que eran casi las tres de la mañana. Cuando me disponía a leer de nuevo vi que había un mensaje nuevo. Lo leí y sonreí. Era de la última persona que había conocido por Internet. Alma (así es como me dijo que se llamaba) era simpática, natural y con las ideas claras y nos caímos bien desde el principio.

Lo más peculiar es que pese a que sabíamos que no nos íbamos a ver nunca (vivimos en lugares y situaciones personales muy diferentes), después de tres conversaciones tuvimos claro que nos deseábamos y que entendíamos el sexo, deseo y la pasión de maneras parecidas. Ambos habíamos vivido diferentes situaciones en cuanto a las parejas, ambos sabíamos lo que queríamos respecto al sexo, pero también ambos habíamos acabado sin obtenerlo, por circunstancias de la vida. Supongo que por eso conectábamos tanto, vivíamos el mundo del sexo y del deseo de una forma distinta.

Nuestro juego principal era que uno empezara a contarse una historia y que el otro la terminara. Leí su mensaje detenidamente y efectivamente me retaba a que acabara el relato que ella acababa de imaginar.

Se trataba de un encuentro fortuito. Los dos estábamos de vacaciones y sin saberlo habíamos viajado a la misma ciudad. La sorpresa fue que coincidimos en un museo. No nos lo podíamos creer. Los dos frente a una obra de arte, mirándonos como tontos, sin saber qué hacer. En su relato no cruzábamos ni una palabra. Salimos juntos del museo y la seguí a su hotel. Subimos a su habitación y nada más cerrar la puerta la colocaba encima de la cama, le quitaba la ropa interior mientras me desabrochaba los pantalones... y ahora me tocaba a mí.

Deje el libro en la mesilla, y cerrando los ojos imaginé la situación. Estaba excitadísimo, me encantaba como había empezado su relato, y empecé a imaginar...

Entré, hasta el fondo, fácilmente, apretando mi cuerpo contra el suyo, y sacándola suavemente, despacio, esperé a que casi estuviera fuera para entrar de nuevo, fuerte, hasta el fondo de nuevo.

Esta vez aguanté más tiempo dentro, mientras la miraba, entregada a mí... noté como su sexo abrazaba al mío con fuerza.

Empujé, sin salir apenas, queriendo entrar más dentro mientras agarraba sus pechos, pellizcando suavemente sus pezones, generosos, duros.

Decidí levantarle las rodillas, para entrar aún más dentro, colocando sus tobillos sobre mis hombros. Y empecé a embestir, primero muy lentamente, mirando como ella intentaba agarrarse a la cama.

Subí el ritmo, manteniéndome unos segundos cada vez que llegaba adentro, agarrándola de las caderas hacia mi. Ella gemía con cada entrada y deseaba más, pero yo controlaba su deseo, desesperándola

—Fóllame más rápido, dijo ella

—No. Le dije manteniéndome dentro un instante, sonriendo, volviendo a salir y a entrar, fuerte.

—Quiero que te pellizques los pezones... quiero que te corras primero, acaríciate si quieres... pero quiero ver como llegas....

Ella empezó a tirarse de los pezones con una mano, mientras con la otra se empezó a masajear el clítoris por encima mientras yo seguía impasible con mi ritmo, mirándola, viendo como se acariciaba, mientras yo entraba, profundamente, lentamente, fuerte, muy fuerte hasta el fondo.

No tardó en llegar. Empecé a sentir como sus muslos se tensaban, como dejaba de acariciarse, como se encorvaba hacia mí. Entonces me desaté, bombeando sin parar, rápido, intenso y salvaje mientras ella llegaba, agarrándose a mis brazos, encorvada, en tensión. Me uní a ella, gritando, gimiendo, descargando con todas mis fuerzas. Tras unos instantes, aún temblando, le bajé las piernas, y caí sobre ella, jadeando y riendo...

Se lo envié, esperando su respuesta.

Ahora sí que no iba a dormir...