Juego de pañuelos
Hay que ver lo que dan de si esos pañuelos de seda y esos pareos cuando tienen otros usos
Juego de pañuelos
-¿Marta? Soy Juan.
Hola Juan.
Oye, se me ha ocurrido un juego, ¿Quieres venir a probarlo? dijo con voz meliflua.
Claro, ¿cuando quieres que vaya? respondí también en el mismo tono
Esta noche.
De acuerdo. ¡Hasta la noche!
Juan y yo somos amantes desde hace tiempo, no acabamos de dar el paso de vivir juntos. Estamos bien como hasta ahora, cada uno en su apartamento y viviendo su vida. Aunque no sería la primera vez ni la segunda que nos despertamos en la misma cama. De vez en cuando a Juan o a mí se nos ocurren algunos juegos eróticos y ...
No me había dicho nada acerca de la ropa que debía llevar, como en otras veces, así que me vestí con ropa de calle. Es decir, un traje de chaqueta rojo de falda corta, camiseta blanca, bragas y sujetador a juego, también blancos, medias del mismo color y zapatos de medio tacón rojos.
Llego a su apartamento a las nueve. Timbre. Me abre la puerta. Él también va arreglado": pantalón, camisa, corbata y chaqueta. El ritual de bienvenida: un beso corto, separación, nos miramos a los ojos y un beso largo.
Hola, cariño. ¿De qué va el juego de hoy?
Secreto, déjate hacer y luego me dices qué te ha parecido. De momento te voy a vendar los ojos.
Me ofrece un pañuelo de seda grande. Hace una venda con él. Se sitúa detrás de mí y me tapa los ojos. - "¿Está bien? ¿Ves algo?" - "No me aprieta, y no veo nada". Me toma de la mano. Por el camino que seguimos, intuyo que vamos al dormitorio Llegamos. Me dice que me quede quieta.
Pasan unos segundos. Intento escuchar pero sólo oigo a los vecinos viendo la tele. Algo suave me roza la cara. ¿Otro pañuelo? En efecto, me está acariciando la cara con otro pañuelo de seda. Llevo el pelo recogido y siento en la oreja derecha el pico del pañuelo, me hace unas leves cosquillas cuando lo pasa por el lóbulo, el exterior o el interior. De la oreja derecha pasa a la izquierda. Acompaña la caricia del pañuelo con un beso suave.
Tengo los labios entreabiertos, ahora noto que el pañuelo pasa entre ellos. La sensación de cosquilleo me empieza a excitar. El pañuelo me acaricia ahora la barbilla y el cuello. Mientras tanto, tiene sus labios pegados a los míos, en un eterno beso delicado.
Me va a quitar la chaqueta. Desde atrás, me coge por el cuello y me la saca. Ahora pasa el pañuelo por debajo de la cola que me forma el pelo hasta separarlo de la espalda y llegar al cuello. Pasa de un lado a otro, y el pelo se me mueve con el pañuelo. Lo deja.
Ahora está por delante, pasa la seda por los pezones que desde hace rato están apuntan al horizonte, provocando en mí una excitación cada vez mayor. Echo los brazos atrás para facilitarle la tarea. La pasa una u otra vez.
Sigo de pie. La prenda se ha separado de mi busto. Ahora me la noto en las piernas por encima de las medias. Ha empezado en el tobillo derecho. Comienza por el exterior, gira hacia dentro y pasa hacia la parte trasera del tobillo izquierdo para rodearlo y volver otra vez al espacio entre los tobillos; rodea el derecho y de nuevo al principio. Con cada vuelta va subiendo piernas arriba. Así, en sucesivas vueltas sube de tobillos a las pantorrillas, rodillas y muslos. Al llegar a la falda, el movimiento del pañuelo la va subiendo. Cada vez más hasta llegar a descubrir las bragas. La caricia final es por ellas, sintiendo la suavidad en mis otros labios.
Se separa de mi cuerpo. Al oído me susurra que me va a desnudar. Asiento y le dejo hacer. Me quita la camiseta. Descorre la cremallera, quita el botón y me baja la falda. Lo noto arrodillado, sus manos en mis muslos, me baja poco a poco la media de la pierna izquierda hasta el tobillo, lo coge con una mano y lo alza. Con la otra me quita el zapato, me saca la media por completo y antes de dejarlo en el suelo me besa el pie. Igualmente con la otra pierna.
Ahora estoy de pie, sobre la alfombra del dormitorio, con los ojos vendados, llevo encima sólo la ropa interior. Escucho. Oigo el rumor de ropa, pienso que se está desnudando. Sigo quieta.
Pasa un rato. Lo siento detrás. Se pega cuerpo con cuerpo. Noto que está desnudo. Acerca su boca a mi oreja derecha y juguetea con ella. Se separa. Noto ahora el pañuelo desplegado cubriéndome la cara. Me hace cosquillas en la nariz al moverlo arriba y abajo. Su cuerpo más el pañuelo sujeto entre sus manos me abarca por entero. Ahora echa la seda hacia atrás, por mi torso, rozándome los pezones, aún cubiertos con el sujetador. Doy un suspiro profundo de gusto. Ahora la prenda baja, acariciándome el vientre y el ombligo. Sigue bajando.
Noto que el pañuelo se despega de mi piel. Un instante y suelta el cierre del sujetador. Otro momento y noto que me baja las bragas. Me dejo hacer. Ahora estoy completamente desnuda. Y excitada, las caricias del pañuelo me han encendido, quiero más, pero tengo que aguantarme.
Ahora siento el pañuelo por mi nalgas, lo pasa de un lado a otro. Me pide que separe un poco las piernas, intuyo de que se trata y las separo. Efectivamente, con una mano por delante y otra por detrás, pasa el pañuelo, sin apretar, por toda la hondura, desde el vello púbico hasta el culo. Una y otra vez. Gimo levemente, me gusta, me gusta mucho.
"¿Te paras?". Me coge las manos desde detrás, avanzo ligeramente hasta tocar la cama y me tumba boca abajo. Parece que ha cogido un pareo, pues siento que la seda me cubre por entero, desde el cuello hasta los pies. Después se tumba él encima. Nuestros cuerpos desnudos y el pareo en medio. Entrelaza sus manos con las mías. Las mueve ligeramente de forma que hace pasar la tela entre mis dedos. Es una sensación diferente, más que unas cosquillas, una caricia mano a mano.
Separa las manos, y me las noto por los hombros, van bajando brazo adelante, en lentos movimientos de vaivén. La suavidad de la tela hace erizar la piel con su caricia. Asienta de nuevo sus manos en las mías, y mueve el cuerpo arriba y abajo, en una caricia cuerpo a cuerpo. Siento su miembro erecto entre mis nalgas, su pecho por mi espalda.
Se separa, pero mantiene la tela encima de mí. Noto sus manos recorriéndome la espalda, desde los hombros, los laterales hasta casi llegar a los pechos, recorriendo la columna hasta alcanzar las nalgas. Sigue hacia abajo, por las piernas: muslos, interior de las rodillas, pantorrillas, tobillos, hasta la planta del pie.
Quita el pareo. "No temas", me dice. Siento que con un foulard me ata una mano, deja espacio de tela grande como la espalda, y me ata la otra mano. Me da la vuelta. Estoy boca arriba, pero no puedo subir las manos a causa de las ligaduras que me atan las manos por detrás.
Ahora deja caer el pareo por mi piel desnuda. Es una sensación tan agradable... Y como rozando las manos por la tela, me va acariciando los pies, tobillos, rodillas, se para en los muslos, pasa al vientre, se desvía a los brazos, desde los hombros hasta las puntas de los dedos. Al cabo de una caricia sin fin. Por fin se decide, y con un dedo de cada mano me rodea los pezones, me describe los senos, desde la punta del pezón hasta la base. Arriba y abajo. Después se desplaza palpando hasta mi sexo, todavía con el pareo; lo roza, dibujando con sus dedos el perfil de la orografía de un lugar infinito que sólo se alcanza allá donde el cuerpo se funde. El placer es intenso. Abre levemente mi sexo hambriento acaso para rozar el nudo del placer. Y un gemido arranca desde lo hondo.
Quita el pareo. Vuelvo a tener la piel desnuda. Ahora tiene un pañuelito, por lo pequeño que lo noto al rozar mis senos en el punto mas sensible. Envuelve con él un pezón, tira del pañuelo y lo suelta. Mi pezón sube y baja. Igualmente con el otro. Ahora son unos labios los que tiran de los pezones.
Ha hecho un nudo al pañuelo, lo noto cuando vuelve a recorrer con él mi raja. La dureza del nudo penetra ligeramente. Me separa las piernas para apretar más el pañuelo. El nudo entra plenamente y en su movimiento da con el terminal de placer. Una y otra vez. Mis manos quieren acercarse y no pueden. Oleadas de gozo suben con cada acometida del nudo al botoncito. Acaba por llegar uno de los orgasmos mas intensos que recuerdo. Tras un tiempo, para mí infinito, de preparación, de excitación, de sensualidad, el ataque directo me provoca tal goce que mi cuerpo se arquea, jadeos continuos salen de un lugar imposible. Y dura, dura tanto que me siento desfallecer.
Me saca el pañuelo del sexo. Me desata las manos. Y mientras deposita un beso en mis candentes labios, me quita la venda.
- Ha sido maravilloso balbuceo en un susurro.
Me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Miro a la mesilla, son las 11.30, y me parece que era hace un momento cuando empezamos.
- Descansa. me ordena más que me dice, y yo se lo agradezco, quiero devolverle el gozo pero me fallan las fuerzas. Al poco, me quedo dormida con una sensación de plenitud.
Esta es una de esas noches en que compartimos el mismo techo.
Ana del Alba