Juego de clavos

La colombiana a la que robé a un imbécil vuelve a invitarme a la misma casa con la intención de utilizarme, darle celos y volver con él. Por desgracia para ellos, solo voy para restregarle a que ahora es mía y, ya de paso, hacer mía a su compañera de piso.

Escribo esto pocas horas después de lo que ha pasado. Lo escribo estirado en mi cama, riendo y fumándome un porrito mientras a mi lado duerme la chica que le robé a un inútil. No me resulta suficiente solo con lo que le he hecho este finde; por eso escribo esto, para que todo el mundo sepa como hundí a ese maricón llamado Pablo y le robé a las únicas dos mujeres que le querían… Pero me estoy adelantando.

Me llamo Alex, y no me voy a molestar en cambiar los nombres reales. Soy un fiestero, prácticamente todos los fines de semana salgo de fiesta a cazar. Me gusta fumar, beber y follar aunque, esto último, prefiero hacerlo con tías a las que he robado. Se disfruta mil veces más, lo mismo que lo gozan ellas cuando tras hacerse las duras se acaban entregando.

Hace no mucho conocí a una zorrita colombiana por Badoo. La típica que dice que tiene novio y no busca sexo, simplemente quiere hacer amigos. Había química, pero incluso así mentiría si dijese que me costó conseguir su número. Tras varias conversaciones por whatsapp, le propuse de manera perspicaz quedar en persona para tomar algo a lo que no tenía ningún problema en negarse pero, tras una serie de tonteos y al contarme que llevaba algún tiempo sin correrse con su novio, le metí la idea de que podría probar con otro.

La muy zorra lo habló con su enamorado; el muy subnormal accedió a permitirle probar una vez conmigo con la condición de que no nos besásemos, lo hiciésemos frente a él, usásemos condón y luego no volviésemos a hablar.

Debió sentarle como el puto culo ver como la hacía chillar de placer, como nos saltamos todas y cada una de las condiciones que nos había interpuesto, todo frente a él. Lo único que sé es que después de ese domingo, el de la semana pasada, se dieron un tiempo. Continuamos hablando, aunque me rechazó todas las veces que le insinué de quedar a lo largo de toda esta última semana.

No os lo perdáis… ¡El muy subnormal aceptó invitarnos a Nicole y a mí a pasar el fin de semana en su casa! No sé de quien surgió la idea, pero al parecer en venganza él se folló a su compañera de piso. ¿Qué quiso hacer Nicole? Restregarle que follaba conmigo, evidentemente.

No me importaba que solo me quisiese para utilizarme, porque hacía lo mismo que ella. Con la diferencia de que a mí me encantaba la idea de volver a robársela en sus narices.

Me iba de lujo, además pensaba restregarle a ese subnormal que su ex era mía; además, ya de paso tenía en mente levantarle también a la otra si llegaba a surgir. Tanto el sábado como el domingo prometían.


01 < El hambre del ayuno


Era sábado, diez de la mañana cuando picamos al interfono para subir a la casa de ellos.

— Soy Nicole –musitó sin poder esconder el temblor de su voz. No hubo respuesta, solo un timbre que nos permitió abrir la puerta del portal.

No fue por cortesía dejarla pasar primero, sino para ver menear ese culito frente a mí mientras subía las escaleras. Podríamos haber subido en ascensor, aunque por algún motivo, esa mulata colombiana de cabellos negros subió cada uno de los escalones con sus nalgotas retumbando a poca distancia de mi cara. Vestía unos leggins de blanco brillante, aunque eran tan finos que fácilmente se podía percibir el hilo del tanga negro si me fijaba bien. Su pelo le rozaba el trasero, sin llegar a ser tan largo como para ocultárselo.

Si su parachoques no era suficiente, vestía un top naranja con un sujetador que en mi opinión le quedaba grande. Fue intencional a mi parecer, pues con cada paso sus enormes pechos dejaban entrever los pezones, que se asomaban tímidamente con cada bote quedaba al caminar.

Al llegar al rellano donde viven Pablo y su compañera de piso –de la cual desconocía su nombre ya que Nicole nunca la nombró como tal-, me dedicó una sonrisa bastante seductora. Fue como si me estuviese preguntando con ella. ¿Has disfrutado de las vistas?

No tuvimos que picar a la puerta. Ya estaba abierta con Pablo aguardando nuestra entrada, con una cara de póker nublando su rostro.

— Que provocativa vienes. ¿No? –preguntó sin darse pretexto a acercarse mutuamente.

— Es para él, no te confundas –ronroneó Nicole. No pude estar del todo de acuerdo, se había arreglado tanto para darle celos como para tentarle.

No pude evitar sacar provecho de la situación.

— Y estás muy guapa. Me dan ganas de follarte aquí mismo –Me arrimé a ella por detrás restregándole mi entrepierna a su trasero. Sin que ella rechazase o apartase mis manos, con una agarré su seno derecho y con la otra mano la posé encima de su sexo, acariciando la tela del pantalón-. Oye, Pablito… Sin malos rollos. Aunque he oído que te entiendes bastante bien con tu compañera de piso. ¿Eh? –Acto seguido estiré el cuello buscando su boca, instintivamente Nicole giró la cara e interceptó mis labios, mordiéndolos. Mi lengua exploró los suyos hasta encontrarse con la suya dentro de su boca.

— Claro, sin malos rollos. Lo mío con Nicole ya es agua pasada –contestó en tono cortante. Noté como su voz parecía a punto de quebrarse-. Pasad. Podéis dejar las mochilas aquí.

Obedecimos, accediendo dentro del diminuto recibidor y dejando caer nuestras bolsas llenas de nuestros recambios de ropa. Hice lo propio, siguiendo al exnovio de la morena hasta la salita de estar.

— ¿Dónde está tu novia? –Mi curiosidad era evidente, quería verla. La única vez que estuve frente a ella pasó todo tan rápido que no tuve oportunidad de apreciarla bien.

— Se había quedado dormida y aún se está arreglando en el baño. Ha sido una noche muy larga.

— Como fuese tan larga como las que pasabas conmigo…

— Bueno, bueno. ¿Qué tal si nos calmamos? –señalé al ver que el otro iba a entrar al trapo. No me interesaba que hubiese esos malos rollos. Tenían que estar receptivos para que todo saliese bien… Para mí, claro-. Hemos venido a pasarla bien. Si nos vamos a poner así.

— ¿Por qué te metes? –me espetó, desafiante. Sí… Podía ver que no tenía ningún reparo en partirme la cara si le surgía la ocasión. Chasqueé la lengua-. Esto es entre Nicole y yo.

— Me meto porque no he venido a pelear, la verdad. He venido por esto –dije agarrando a la colombiana de la cintura y apretándola contra mí.

De pronto, se abrió de par en par la puerta que daba a las habitaciones, y surgió la compañera de piso de ese subnormal. Estaba tan preciosa que por poco no la reconozco. Con una melena dorada que a penas le llegaba más allá de los hombros. Vestía una camisa sencilla, sin escote que dejaba a la imaginación los dos bultos que había donde tenían que estar sus pechos. Un short azul de estos extremadamente apretados. Parecían más bien ropa interior en lugar de pantalones.

Irrumpió con una sonrisa de oreja a oreja, ignorándome y acorralando a Nicole mientras le plantaba dos besos impregnados de falsedad.

— Me alegro mucho de que estés aquí. Estás muy sexy…

— Tampoco te quedas atrás –señaló Nicole estudiando a su contrincante con una mueca.

Quizá fue una impresión errónea mía, pero pese a la tranquilidad que intentaban aparentar, su nerviosismo era evidente; como si no supiesen en absoluto que tenían que hacer.

— Bueno… ¿Cómo lo hacemos? –cuestionó en voz alta mi acompañante, endulzando su tono de voz al tiempo que se acercaba a mí y me agarraba de la cintura.

— Deberíamos sentarnos y…  vamos viendo –contestó amigablemente la otra chica, agarrando a su amigo de la mano y tomando la iniciativa de guiarnos al sofá. No me pareció que a Nicole le gustase lo más mínimo que la otra tomase la delantera, así que me guio hasta el sofá sin separarse de mi cintura y se sentó sobre mi rodilla en cuanto me dejé caer al sofá-. ¿Qué os pongo?

— Una cervecita bien fría no estaría mal –Pablo se quedó sentado en el otro extremo del sofá mientras la otra hacía de camarera.

— ¿Qué te pongo?

— Beberé de la suya –contestó automáticamente la latina.

Mientras la anfitriona iba a por las bebidas, Pablo tuvo que aguantarnos viéndonos empalagosos mientras le daba besos en el cuello y en la mejilla. Pese a que los malos rollos no me convenían y necesitaba que ese idiota bajase la guardia, reconozco haber pecado de prepotente al presumir de poder hacerlo con su exnovia frente a él.

Lo bueno de sus pantalones elásticos, como comenté antes, eres que eran tan ligeros que se podía transparentar lo que había debajo. De no haber sido por el tanga, la forma y el color de su coño se habría transparentado a la perfección.

Rocé con mis dedos el lugar donde debía estar el clítoris; mientras, me ensañé con su cuello haciendo que se le pusiese la piel de gallina, sin tardar demasiado en pellizcar uno de sus pezones. Estaba a punto de meter los dedos dentro de la tira elástica de su pantalón cuando Rita volvió con dos latas de cerveza en la mano.

Ante la incrédula mirada de Nicole, dejó nuestra cerveza en la mesita que había frente al sofá, pegó un trago a la suya y se inclinó a besar a Pablo en un alcohólico beso. Se dejó caer sobre su entrepierna, restregando su tejano azul contra ella sin dejar de besarlo.

La mía se picó, girando sobre sí misma, comiéndome la boca y restregando su culo contra mis muslos.

La sala se quedó silenciada, en la que solo se podían escuchar cuatro bocas chasqueando y haciendo ruido con besos incesantes y los suspiros ocasionales que soltábamos.

La cosa se iba calentando y en cuestión de segundos serían ellas mismas las que meterían la mano en nuestros calzones y posiblemente se saldría la cosa de control. No, no era suficiente para mí. No podía ser tan simple.

— Para –le ordené, justo cuando estaba empezando a comerme el cuello-. Así no va a tener ninguna gracia.

— ¿Qué hablas ahora? –me gruñó la propia Nicole con desdén.

— ¿Vamos a follar así? ¿Sin más?

— ¿Te parece mal? –me espetó apartándose de mí y poniéndose de pie. Los otros dos no se movieron, permaneciendo callados.

— Venga. Tú quieres joder a tu ex. Y él quiere restregarte que te ha superado con esa otra –dije señalando a cada uno con la cabeza.

— No estoy seguro de que sea solo él –me corrigió mal mirando ala otra fémina. La aludida frunció el ceño.

— Como sea… ¿Y si lo dejamos para más tarde? –propuse, tranquilo. Nicole se echó a reír siendo evidente que lo consideraba ridículo.

— Estás jodiendo. ¿Sí? Sí, estás jodiendo –Me encogí de hombros-. ¿Qué verga hacemos hasta entonces?

— Mirar la tele, fumarnos un porriko –dije sacando de mi bolsillo papel y hierba-, cocinar. Coño, hablar. Ahora mismo veo muy mal rollo. Estáis más por joder al otro que en disfrutar. Esta noche estaremos todos con más… ganas.

— Pendejo. ¿Me estás diciendo que no puedo coger hasta la noche?

— ¿Y qué verga hago hasta la noche?

— Arréglate con ella, entiéndete con él –Les señalaba con el mentón-. Venga… -murmuré, esta vez dirigiéndome a todos-. Nos lo pasaremos de puta madre solo si dejamos ese mal rollo que hay entre los cuatro. ¿Qué me decís?

— No es tan fácil –Me contradijo la pareja de Pablo-. Si no nos llevamos bien y hay tanto roce no es por gusto.

— Qué me dices, Pablo –me dirigí directamente a él, como si ignorase lo que acababa de decir la otra-. ¿No te molaría arreglarte con Nicole? ¿O al menos dejar las cosas claras?

Los aludidos se miraron durante unos segundos que se me pareció una eternidad hasta que Pablo asintió.

— ¿Y qué…? ¿No follamos hasta la noche?

— ¿Es tan mala idea? –sonreí y levanté ambas manos como si intentase gesticular mi buena argumentación-. Se puede hacer de todo, menos follar. Y qué coño… Va a ser mucho más excitante.

— Visto así no me parece tan mala idea –coincidió la chica conmigo, aún colocada sobre las pantorrillas de Pablo. Seguramente vio el potencial de mi idea-. Así te comeré con más ganas esta noche –le susurró al oído un comentario que oímos los tres-. ¿Cuáles serían las reglas? ¿No podemos tocarnos?

— Entonces no tendría gracia. Que va –negué con la mano-. No se puede follar antes de las… ¿Nueve la noche? –propuse.

— Eso es muy inespecífico. Podemos tocarnos pero no podemos follar. ¿Dónde está el límite? –insistió la rubia; se dejó caer al lado de Pablo quedando ambos sentados entre Nicole, que permanecía de pie de cara al sofá.

— No puede haber penetración.

— ¿Y si me entra hambre y quiero comer? –La depravación de su pregunta me satisfizo, por lo que no pude evitar sonreírle.

— Si te motivas mucho no creo que te dure demasiado –comentó Nicole, cruzada de brazos. No parecía tan hostil como instantes atrás.

— Qué tal esto. No puede haber sexo oral a menos que este un miembro de la otra pareja con los otros dos. Quiero decir, yo puedo comerle el coño a Nicole si tú estás delante.

— Ya. ¿Y si se corre qué?

— Pues perdemos.

— ¿Y qué pasa si perdéis? –insistió con una perseverancia que se me antojó interesante.

— Si una pareja pilla follando a la otra, tendrán que hacer lo que la otra pareja diga –Al ver que se estaban haciendo un lio, intenté ser más preciso-. Los que pierdan tendrán que obedecer una orden directa de la otra pareja.

— Mejor que sean dos ordenes –me interrumpió la latina. Me pareció percibir en entre sus labios un amago de sonrisa-. Una mía y una tuya. Si os pillamos follando, tú tendrás que hacer una cosa que yo te pida… Lo que sea –dijo dirigiéndose a su ex novio-. Y tú, Rita, tendrías que hacer lo que Alex quiera –Ahí, por primera vez, escuché el nombre de la chica.

— ¿Y si os pillamos nosotros? ¿Qué? ¿Lo mismo?

— Está claro –se envalentonó Nicole a la pregunta de Pablo-. No tendré problema de aguantar hasta la noche, de ti no lo tengo tan claro –le espetó a Rita.

— Mira quien habla. La que se folló a otro delante de su novio.

— Lo sabía y fue consentido –replicó en tono quisquilloso.

— Bueno –las interrumpí-, todo lo que sea manosear, besar y meter dedos o pajear no cuenta como follar no cuenta, pero para usar la boca tenemos que ser tres.

— ¿Me estás diciendo qué si a Nicole y a ti se os va la olla, reconoceréis que os habéis corrido cuando no mirábamos? –razonó Pablo.

— Evidentemente no, así que es vuestra obligación estar vigilando. Si no os dais cuenta la culpa es vuestra –dije mientras empezaba a humedecer el papel para preparar el porro.

— Muchos límites quieres meter –me espetó Nicole.

— Las cosas claras –respondí-, si follamos ahora no tendrá ninguna gracia. La idea es que estemos a dos velas hasta la noche, pero no pasa nada por querer calentar mientras tanto –Mi interlocutora se acercó a mí, se inclinó acentuando sus pechos contra el sujetador y me acarició la mejilla con suavidad mientras decía.

— Te acabarás arrepintiendo de haber propuesto todo esto, cielo –ronroneó mientras con su mano libre frotaba el bulto de mi pantalón.

— Pues si no vamos a poder follar –resolvió Rita alzándose-. Creo que iré algo para picotear. ¿Me acompañas, Nicole?

Aunque se lo pensó unos segundos, acabaron dirigiéndose juntas a la cocina, a la cual se podía acceder desde la salita. Cerraron la puerta, como si quisiesen intimidad. Nos quedamos solos los dos, sentados en el sofá; hasta que se puso en pie y dijo ir al baño. La curiosidad me pudo, acercándome furtivamente a escuchar la conversación entre ambas a puerta cerrada. Pese a eso, siquiera tuve que pegar la oreja a la madera para poder escucharlas perfectamente.

— Disfruta del tiempo que te queda con él. Antes de que llegue el lunes volveremos a estar juntos.

— Sigue soñando. Ahora está conmigo –hubo una pausa-. Vete con el otro, está claro que lo que más te importa es que te follen bien.

— Coge muy rico, deberías probarlo –señaló Nicole.

— Cuando te canses de eso, echarás de menos como te trataba Pablo. Y te tirarás de los pelos por ser tan puta.

— ¿Ah? ¿Puta? La malparida fue a hablar. ¡Tardaste mucho en tirarle los perros a mi jevo!

— Un clavo saca otro clavo. Necesitó que alguien le ayudase a olvidarte –exclamó Rita elevando el tono de voz.

— Ahora dilo sin llorar, pendeja. Ay, no… Crees que a Pablo le interesas. ¡Guácala! Solo te coge porque es eso o matarse a pajas.

— Sí sí… Lo que tú digas. Sigue soñando si crees que va a volver contigo después de lo que hiciste.

— Cuando quiera le hago volver, pendeja.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a  quedarte con los dos?

— Un culito y un jevo.

— Y te lo va a perdonar. ¿No?

— Lo hará –enfatizó-. Igual que le disculparé que haya cogido contigo.

— ¿Le vas a perdonar? No ha hecho nada malo!

— Ay, Verga. ¡Tienes razón! –ironizó-. Como sea. Tú eres la cleptómana y perra gonorrea. Bien que me prometiste que no ibas a hacer nada con él, y poco después le estabas tirando los perros.

— Al menos no le he hecho daño, Nicole. Tú has tenido el coño de venir… ¡Otra vez!... con tu `` culito´´ a restregarle en la cara lo que pasó la última vez.

— Ajá. ¿Creíste de verdad que iba a dejarlo pasar? ¿¡Ah!? Se pasó de verga con la vaina de hacerlo contigo, estúpida –le espetó elevando el tono de voz, aunque Rita se impuso y empezó a gritar más contundentemente  para no ser interrumpida.

— Sí, Nicole. Es más importante vengarte y hacerle más daño después de…

Justo en ese momento, Pablo me sobresaltó parándose a mi lado. Le mantuve la mirada y sonreí, llevándome el dedo índice a los labios para pedir silencio.

— ¿Ahora te da por espiarlas? –gruñó impidiéndome oír como continuaba la conversación. Se oían gritos dentros, pero no alcanzaba a entender nada de lo que decían.

— ¿Qué pasará? ¿Se van a liar a ostias o se van a arreglar?

— Se van a arreglar –declaró sin mostrar la más leve sombra de duda.

— ¿Tú crees? –contesté-. No lo veo tan claro.

— … Y te entiendo, Nicole. De verdad. Lo que no puedo entender es que continuases follando con ese quinqui cuando veías que Pablo estaba mal. ¿Continuasteis follando cuando Pablo y yo picábamos a la puerta o no.

— Sí, estoy apenada por eso.

— Y eso es lo que me jode. Coño, llegáis a un acuerdo, en pareja. ¡Perfecto! –el tono de voz de ambas se había tranquilizado bastante-. Y se os fue de las manos. ¡Coño, lo entiendo! Pero es que luego continuasteis follando, aún cuando el te suplicaba que parases.

— Y estuvo mal. No supe controlarme. Por eso quiero que me de otra oportunidad.

— Ahora está conmigo, Nicole.

— Hasta que me elija de mí otra vez. Tengo todo el fin de semana para convencerlo.

Me volví hacia Pablo y, sonriendo, bromeé diciéndole:

— Si te lo montas bien te puedes quedar con las dos. ¿Eh? No tienes ni que escoger.

— Mira… -escuché decir a Rita-. Hemos sido la ostia de amigas. No, has sido como mi hermana pequeña. Y te odio. Te odio por lo que le has hecho a Pablo. Pero si te elige a ti, lo respetaré. Y si quiere estar conmigo.

— Lo respetaré. Pero no jodas, no soy capaz de compartirlo.

— Le sigues amando pero te follas al otro.

— Ay, para ya con eso… Es como un intercambio de parejas. Te coges a mi jevo y yo cojo con el otro. Alex tiene razón, no hay motivo para que no la pasemos bien.

— ¿Aguantarás que Pablo me la meta enfrente tuya? –la voz de Rita se escuchó maliciosa, como si comentase algo que le parecía morboso.

— Te querré agarrar a coñazos, pero aguantaré.

Ni siquiera oímos los pasos hacia la puerta; la abrieron de par en par y se quedaron ambas mirándonos perplejas.

— ¿Qué lindo, no? –Nos regañó Nicole a las dos, poniendo los brazos en jarra. Como si hubiesen hecho una tregua temporal, Rita puso los brazos en cruz y nos estudió inquisitiva. Nuestras miradas se cruzaron, y no se me escapó el detalle de que tras la intensidad de esta, luego apartó la mirada avergonzada.

— Veo que ya está todo arreglado.

— No sé, dímelo tú –me espetó la colombiana, aunque parecía más divertida que molesta.

— Pablo –musitó Rita-. ¿Puedes ir a la despensa a buscar cosas para el aperitivo? Patatas, olivas, berberechos… -el aludido hizo lo que se le pidió. Aproveché mi condición de invitado y me senté en el sofá a juguetear con el móvil mientras las dos volvían a encerrarse en la cocina.


02 < Conociendo a tu enemigo


Después de habernos pillado, ambas se encerraron en la cocina de nuevo, aunque esa vez dejaron la puerta entreabierta y se asomaban a vigilar que no las estuviésemos escuchando. Como la cocina era pequeña y tres en la cocina hacíamos multitud, Pablo y yo nos quedamos sentados en el sofá tras haber preparado la mesa y la cubertería. De reojo me daba cuenta de que no se olvidaban de vigilarnos asomándose a la puerta cada poco rato. ¿Qué coño estarían hablando? Me moría de curiosidad.

Pese a eso, aproveché que no podía hacer nada al respecto y empecé a camelarme a mi amiguito. Sabía que si quería salir ganador aquella noche, me tenía que ganar la confianza de los cuatro y tantear lo que pensaban sobre ciertas cosas. Los malos rollos no llevaban a ninguna parte, y tenían que bajar la guardia para que yo pudiese salirme con la mía.

— Oye… -comencé a decir-. Sé que tienes que tenérmela jurada por haberme liado ese día con tu novia. Como sea, simplemente surgió. Ya sabes… Eso no quiere decir que nos tengamos que llevar mal.

— ¿Lo dices en serio? –parecía incrédulo.

— Tu novia no me interesa para nada –nombrarla de esa manera fue totalmente intencional-. Me pone perraco, eso es todo. Solo quiero follármela y ya.

— Pues que bien por ti.

— Lo que quiero decir es que podemos aprovechar este fin de semana y ``disfrutar´´ -comenté entrecomillando con los dedos-.

— ¿Qué quieres decir con disfrutar? –inquirió con curiosidad, aunque sin abandonar su semblante molesto.

— Tu amiga, Rita… Está buenísima. ¿Alguna vez has hecho un cuarteto?

— Estás enfermo. ¿Crees que tengo ganas de hacer nada contigo?

— Venga… Piénsalo. Las dos están buenísimas. A mí lo que me pone es dominarlas, hacerlas mías. Mientras ellas juegan a ponerse celosas mutuamente tú y yo podemos aprovecharnos de ellas. No sé si me entiendes.

— Es decir… -me animó a continuar.

— Que cuando llegue la noche y empecemos el juego, nos las podemos ir turnando. Follarnos una al mismo tiempo mientras la otra mira, cosas así.

— Quieres que te lo ponga fácil para poder tirarte a rita.

Volví mi atención hacia la cocina, asegurándome de que ninguna de las dos escuchaba. Si ignoraban mis intenciones lo tendría mucho más fácil, aunque a lo largo de la tarde pensaba ir tirándole la caña a la otra chica cuando nos quedásemos solos. ¿Y por qué no? El motivo de que no hiciésemos nada era calentarnos entre todos hasta que llegase la noche.

Quizás esos tres esperaban algún tipo de exhibición en pareja, donde una pareja no podía interactuar con la otra. Yo esperaba un cuarteto o, siendo muy positivo, un trio dejando al otro fuera. Sí, eso era lo que en el fondo quería. Lucirme ante esas dos perras y dejar mal al otro.

— Sí, eso mismo… -continué-. ¿No te da curiosidad? No te he visto follar. Vamos… Está claro que tu novia me buscó porque quería algo más intenso.

— ¿Y cómo sería? Llega la noche y simplemente nos juntamos? –no pude evitar echarme a reír.

— Tio. No tengo ni puta idea. ¿Crees que tengo algún plan o algo así? No, solo me dejo llevar. Y lo que quiero es follarme a esas zorras. ¿Entiendes? Quiero correrme dentro de ellas, quiero correrme en sus caras de perras. Quiero que se entreguen totalmente a nosotros. ¿Y sabes lo mejor? Ellas también quieren pasárselo bien. A la tuya no sé, pero a Nicole todo eso le va.

— ¿Y luego qué? ¿Crees que quiero compartirlas contigo?

— ¿Ves? Tú también eres egoísta. Quieres a las dos. ¿Nicole o Rita? –pregunté de repente.

— ¿Qué?

— Elige. Nicole o Rita –insistí sin darle tiempo a pensar, y luego, lo repetí una vez más.

— No puedo elegir.

— Eso es porque quieres a las dos. Te follabas a una, probaste a la otra y… ¿Qué? Llegará esta noche y te follas a una. ¿Crees que podrás quedarte con Nicole también?

— Decidiré cuando llegue el momento.

— Me parece de puta madre, Pablito. Hasta entonces… ¿Hacemos algo épico? Nunca he hecho un cuarteto. ¿Sabes?

— No me gusta la idea de que te folles a mi novia, menos a Rita –De esa declaración saqué algo importante, y es que la seguía considerando su novia.

— Pero tú estás con Rita. Yo he venido con Nicole –no respondió. Lo había dejado sin palabras-. Mira… Piénsatelo. Cuando pilles a solas a Nicole, habla con ella. Tírale la caña. A mí no me importa si vuelve contigo… Pero esta noche me la voy a follar como un loco. ¿Y sabes qué? Ella se dejará. Porque ama mi polla y ama como me la follo –me eché a reír, viendo como Nicole se asomaba a la puerta de nuevo para asegurarse que no escuchábamos. La curiosidad me podía, así que me prometí recordarme más tarde preguntarle a Nicole que habían estado hablando-. ¿Te jodería mucho si le tiro la caña a tu amiga?

Pareció pensárselo, y acabó optando por responder de mala gana.

— Haz lo que quieras. No tienes ninguna posibilidad.

— Me gustan los retos –contesté divertido. Me pareció estar pensando en algo-. Venga… ¿Me vas a decir que no te daría curiosidad ver como esas dos se lo montan?

— A Nicole no le gustan las tías. Y a Rita… Meh.

— A Nicole le gusta jugar. Es una guarra y le encanta que la traten como tal. Y Rita… Te apuesto lo que quieras a que en el fondo es igual. A las tías les vuelve locas lo prohibido.

— No lo harán.

— Dales cuerda y verás. Bueno… Me ha entrado hambre –dije al tiempo que me ponía en pie y me estiraba a cuerpo completo. Fui directo a la cocina y abracé a Nicole por detrás, le olfateé el cuello y poco después empecé a mordérselo.

Hay que tener en cuenta que la cocina, al ser muy pequeña, estábamos casi apretujados. A pocos centímetros de mi y Nicole, estaba Rita, mirándonos atónita.

— ¿A qué viene esto? ¿¡Hola!? Estamos en la cocina –me recordó, pero yo seguí comiéndole el cuello a Nicole. Se le puso la piel de gallina y la vi, de refilón, sonriendo y cerrando los ojos.

— No calientes lo que no te vayas a comer… -musitó, juguetona.

— Me lo voy a comer… -le susurré al oído. Me puse de cuclillas ante su culo y enterré mi nariz entre sus nalgas. Pegué mi lengua al lugar donde debía estar, bajo el leggin, su coño.

— ¡Ay…! –se lamentó mordiéndose el labio mientras apoyaba las manos contra la encimera. La noté levantar aún más el culo, y usando mis dedos como garras bajé tanto la tira elástica del pantalón como el tanga, dejándolos colgados de sus rodillas.

Usé ambas manos para separar sus cachetes dejando totalmente expuesto un ano y un coñito sudados o lubricados, como fuese, clavé mi nariz en su culo mientras con la lengua le lamía toda la extensión de sus labios vaginales, desde el clítoris hasta el orificio de entrada.

Con sus rodillas temblándole muy suavemente, me puse de pie frente a ella, me saqué la polla y la enterré entre sus nalgas. Dediqué una miradita rápida a Rita que se quedó mirando boquiabierta mi polla, antes de mirarme a los ojos. A saber que estaría pensando.

— Maldito hijueputa… ¿Cómo puedes ser tan malo?

— Es parte del juego –dije guardándome el miembro en el pantalón de nuevo y subiéndole el suyo hasta como lo tenía originalmente. Volví a mirar a Rita que, sin darse cuenta, se había quedado mirándole el culo a su rival.

Estaba seguro, no le había llamado tanto la atención por lo que acababa de hacer, sino por verme hacerlo tan de repente frente a ella.

— Esto no va a quedar así… -prometió Nicole dándose la vuelta y apoyando el culo contra el mobiliario bajo la encimera-. Me aseguraré de dejarte con un buen dolor de huevos.

Como si buscase distraerse, fue agarrando los diminutos platos para el aperitivo y los empezó a llevar hasta la mesa. Todos seguimos su ejemplo y empezamos a llevar en pocos viajes todo lo que tenía que estar en la mesa.


03 < Antojos en el ayuno


Estábamos los cuatros sentados en la mesa rectangular.  Ambas parejas frente a frente y, delante de mí, estaba Pablo. Si buscaba maneras de romper el hielo y hacer que entrasen en confianza, no tardé en levantarme de la mesa muy poco tiempo después de haberme sentado y quitarme toda la ropa hasta quedarme en taparrabos.

— Uff… Hace tanto calor. Mejor así –me excusé volviéndome a sentar y llevándome una patata a la boca.

Nicole imitó mi ejemplo, quitándose el leggin y el sujetador, el cual como ya os había comentado antes, lo había agarrado de una talla excesivamente grande para crear un efecto de rebote. Cuando terminó de quitarse la ropa, quedó descalza en tanga y su top anaranjado que, debido al color, no alcanzaban a transparentarse sus pezones, pero si se le marcaban.

Nos pusimos a picotear en silencio durante un rato, hasta que uno de los cuatro sacó conversación. No me acuerdo de que trataba, aunque era indiferente. Puedo asegurar que, siendo las doce del medio día y habiendo pasado poco más de dos horas desde que llegamos, la comida se alargó más de una hora. Más que picotear hablábamos, al principio de temas que poco o nada tenían que ver con sexo; luego, se fue pervirtiendo el contexto de la charla rozando todo el rato ese tema.

Aunque Rita y Pablo continuaban vestidos, contrarrestaban ese pudor dándose  besos y comiendo muy cerca el uno del otro. Nicole y yo hacíamos comentarios reafirmándonos al tocar nuestros muslos desnudos por debajo de la mesa.

Podía notar la excitada mano de la latina a mi lado sacar brillo a mi polla por encima del calzoncillo. Mis dedos, juguetones, también acariciaban su sexo hasta el punto de llegar a adentrarse bajo su ropa interior, abriéndose esta de piernas disimuladamente.

Los dos, frente a nosotros, sabían lo que hacíamos; pero trataban de aparentar normalidad.

— No sabía que eras así –le espetó Pablo.

— Por favor, bebe. Estamos en confianza. Aunque si seguimos así no se si podré aguantar hasta la noche –ronroneó. Su comentario fue suficiente para terminar de endurecer mi polla mientras su mano me pajeaba por encima del calzoncillo.

— ¿Qué pedirías a Nicole se le va la olla y pierde la apuesta, Pablito? –le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja.

— Mejor que no quiera saberlo –contestó completamente serio. Mirándole alternativamente a los ojos y al busto oculto bajo su top, Nicole sonrió.

— No te creo capaz de proponer nada demasiado… subidito de tono –le provocó.

— ¿Quién sabe? Antes seguro que no, ahora que sé lo que te gusta…

— ¿Qué le pedirías tú, Nicole?

— No sé… Quizás pido que me haga algo mientras Rita mira. O quizá lo hago mirar a él –Su comentario insinuaba que, fuese lo que fuese, iba a joder a uno de los otros dos.

— Mientras haces qué.

— Algo. Y no creo que le vaya a gustar –contestó antes de llevarse la lata de cerveza fría a los labios y beber un diminuto trago.

— ¿A qué viene eso? –preguntó Pablo.

— Viene a que tú te tiraste a Rita como venganza, vale. Pero lo continuaste haciendo durante días. Y te lo perdonaré, cielo… Después de haberme vengado.

— ¿Y cómo piensas vengarte? –preguntó totalmente serio, a lo que ella respondió.

— Tranquilo, mi amor. Está noche lo descubrirás. Y cuanto más juegues con Rita, más rica será mi venganza.

Con una malicia que me volvió loco, la aludida se quitó la camiseta y el sujetador dejando a la vista unos pechos bonitos y de una medida perfecta, con unas aureolas rosadas y unos pezones tentadores. Debido a que la camisa que había llevado era sin escote, me había parecido que las tenía más pequeñas de lo que eran en realidad.

Se sentó encima de Pablo, lanzó una mirada de provocación a la colombiana y empezó a frotar sus partes íntimas contra la dureza del chico antes de comerle la boca. La mesa se interponía entre mis ojos y su culo, por lo que no pude ver sus nalgotas apretadas por ese short tejano contonearse sobre las pantorrillas del chaval.

Luego, separando sus bocas y rompiendo un puente de saliva que se le quedó pegado entre las tetas, le preguntó:

— ¿Qué? ¿Follamos? Me da curiosidad por saber lo que nos tiene preparados.

La cara de Nicole fue un poema, sobretodo cuando segundos después la vio levantarse, desabrocharle el cinturón y dejar su erección contra su ombligo. Ambos vimos como agarraba la polla de Pablo y le espetaba:

— Ups… Se me olvido decirlo, Nicole. A tu ex y a mí nos vuelve loco hacerlo sin condón. Me encanta sentir su polla a pelo clavándose en mis entrañas… -Se abrió de piernas, y sosteniendo en vertical aquella estaca de carne, la meneó para que el glande frotase contra su entrepierna, aún cubierta por los pantaloncitos tejanos. De no haber sido por él, se habría auto empalado-. Tampoco creo que vaya a ser capaz de aguantar hasta la noche…

Se volvió a levantar, y esta vez se quitó el pantalón tejano, quedándose en un tanga de color rojo.

— Aguántamela… Así –le ordenó, haciendo que Pablo se agarrase su propia polla apuntando hacia el techo mientras ella se sentaba sobre su rabo, aunque con toda la dureza atravesando sus muslos y enterrada entre sus nalgotas.

Lo empezó a besar, meneando el culo como si bailase con él.

— No dejes de aguantarla… -suplicó. Nos daba la espalda, aunque la vi apoyar su mentón en el hombro de él y levantándose. El cipote de Pablo, apuntaba en ese momento contra el coño chorreante de su compañera de piso-. Aguántala ahí… -gimió otra vez, mientras vimos desaparecer el glande y podíamos sobreentender que se estaba restregando. Si se dejaba caer unos centímetros más, habría perdido pues ‘’meter la puntita’’ contaba como penetración.

Se frotó contra su glande como una loca hasta que, con un movimiento brusco, se dejó caer sobre sus muslos. La polla estaba fuera, entre ambos vientres, derramando líquido preseminal.

— Lo siento, Nicole… Tampoco creo que vaya a ser capaz de esperar hasta la noche.

— Hazlo –gruñó con cara de pocos amigos –. Fóllatelo.

— Fóllate tú a Alex.

Aceptando el reto, se bajó el tanga hasta los tobillos y lo chutó. Imitó la posición de Rita sobre Pablo y se sentó sobre mi polla, juntando los muslos y dejando que me los follase. Sentí muy placentero sentir sus muslos mojados haciendo resbalar mi polla entre ellos, no estaba cerca del orgasmo aunque se me estaban quitando las ganas de seguir jugando.

Como si se tratase de una competición sobre quien de las dos fingía mejor, ambas empezaron a botar sobre nosotros como si nos estuviesen montando. Se miraban y se reían, divertidas.

— Ahh… -oí gemir a Rita al chocar su clítoris contra la polla de Pablo.

— Uff… -gimió Nicole, animándose.

Las tetas de las dos botaban a mansalva, las de Rita a la vista, las de Nicole bajo su top naranja. Tuve que hacer el esfuerzo de no proponer saltarnos el trato y empezar en ese mismo instante. No quería ser yo el que lo dijese, por eso esperaba que fuesen ellos los que se saltasen las reglas.

Ambas estaban listas para la penetración, y quizá si no las hubiésemos parado lo habrían hecho. Irónicamente fuimos Pablo y yo, al mismo tiempo, quienes las agarramos a modo de abrazo y las impedimos seguir botando sobre nosotros.

— Nos quedamos mirándonos en silencio, deseándonos. Nicole se levantó y admiró mi dureza, llevándose los dedos a su vagina y jugando con ella. Rita se besó melosa con su pareja, sin ser capaz de separarse.

Ambas respiraban con dificultad, temblando.

— Qué… Que comida más intensa –suspiró la española, prácticamente gimoteando. Con gran esfuerzo y lentitud se apartó de la dureza de su amigo, como si por moverse rápido fuese a acabar metiéndose dentro de ella.

Nicole agarró su tanga poniendo el culo en pompa y regalándome una vista tentadora que los otros dos no alcanzaron a ver. Mientras se lo ponía, la hermosa rubia ocultó sus atractivos pechos y se encasquetó los shorts.

Si realmente había sido demasiado excitante, la tarde solo había hecho que empezar.


04 < Debilitando a la presa


No volvimos a probar bocado, y tras lo sucedido durante la comida, nos pusimos melosos a besos en el sofá aún con los restos de comida echándose a perder sobre la mesa. Pese a que el sofá no era pequeño, tampoco es que fuese demasiado grande. Lo suficiente para que los cuatro nos sentásemos juntos apretujados.

Descubrí que se podía abrir el asiento para estirarnos a lo largo de este, y completamente empalagosos, los dos nos liamos con nuestras respectivas parejas encima de nosotros. Rita, acomodándose, se giró para besar mejor a Pablo y puso el culo en pompa prácticamente en nuestras caras. Pude ver como el diminuto short no era capaz de ocultar sus labios vaginales estrangulados por el hilo de tela azul, metiéndose entre su sexo.

Me puso cachondísimo que, mientras Nicole me comía el cuello sin darse cuenta de esto, Pablo agarrase la nalga de Rita al verme mirarla de reojo, como si estuviese recordándome que eso era suyo.

Solo podía preguntarme quien de los cuatro iba a caer primero, pues en ese momento dudaba que pudiésemos aguantar hasta la noche. Era la una de la tarde y quedaban al menos ocho horas hasta que el tiempo acordado nos permitiese ‘’acabar’’.

— ¿A dónde vas? –preguntó el ex de Nicole al ver que Rita se levantaba del sofá y se iba.

— Al baño, estoy demasiado mojada.

Tras perderla de vista, hice lo propio. La seguí ante la atenta mirada de los otros y, cuando Pablo intentó incorporarse para impedir dejarme a solas con Rita; Nicole le empujó al sofá y sin subirse encima le dijo algo que no alcancé a oir.

— Os dejo solos, tortolitos. Me parece que no lo necesitáis –dije en tono de burla.


Efectivamente estaba en el baño, mirándose frente al espejo. Entré y cerré la puerta tras de mí.

— ¿No sabes llamar a la puerta? –No parecía molesta ni sorprendida por verme ahí.

— Quería ver si podía pillarte otra vez desnuda. Me gustó lo que vi antes.

Nos miramos un par de segundos antes que ella, sin sonreír, se dirigiese a su propia habitación. No se me escapó el detalle de que me cerró la puerta en las narices pero, si tenía pestillo, no lo puso. Abrí la puerta de par en par, accedí y cerré, quedándonos solos en su habitación.

La vi desnudarse completamente, sin pudor alguno. Se quitó los shorts y la camisa que ocultaba tan bien sus pechos. Me daba la espalda mientras rebuscaba en sus cajones para encontrar dios sabe qué.

— Si echamos uno rapidito no tienen porque enterarse –dije, sonriente. Vi sus labios vaginales abrirse ligeramente al levantar su culo, y entre ellos había viscosos hilos de líquido vaginal.

— No tienes fe ni nada. No te voy a tocar ni con un palo –Su negativa fue acompañada por el hecho de que se puso de puntillas y se abrió más de piernas.

— Quien sabe… La vida da muchas vueltas.

— No voy a hacer nada contigo, Alex. Y te lo digo desde ya. Más te vale que ni se te ocurra tocarme –dicho esto, agarró unas bragas y un sujetador para colocárselos.

— ¿Y si cambias de opinión? –pregunté mientras la veía rebuscar en otro cajón.

— No lo voy a hacer.

— ¿Sabes? En algún momento caerás. Pablo volverá con Nicole y no hay nada que te impida disfrutar de un buen polvo contigo.

— No me gustas –prometió sin reparo. En eso, la creí. No tenía porque caerle bien-. Y no tengo ningún interés en un chulito como tú.

— Eso lo dices ahora. He visto como me miras –recordé.

— No soy de piedra –reconoció-, pero me das asco.

— Para darte asco, me provocas delante de Pablo que da gusto.

— Eso no es verdad –replicó, cortada. Rindiéndose en la búsqueda de más prendas, como si no encontrase nada que le gustase.

— Pues a mí me pones muchísimo. Y tengo unas ganas de follarte.

— Pues te vas a quedar con las ganas, majete… -Pareció sopesar algo, hasta que finalmente lo soltó-. No, de hecho me gusta la idea de que te mole y te vayas a tener que comer los mocos. Eres un crio al que no le vendrá bien un buen rechazo.

— Imagínate que llega la noche y no hemos follado.

— Al ritmo que vamos –comentó con sarcasmo.

— Tú imagínatelo. Te lo montas con Pablo y yo con Nicole. En el fondo sabrás que te deseo a ti.

Tras darme un paseo por su habitación, me estiré en su cama, deshaciéndosela. Puse mis brazos en jarra tras mi nuca, dejando reposar mi cabeza sobre mis manos. Lejos de reprochármelo, se sentó en un borde alejada, quedándose en ropa interior y sin reparo alguno.

— Eres todo un seductor. ¿Eh?

— Me tienta lo que cuesta de conseguir… Y lo prohibido.

— Pues fóllate a Nicole –propuso alzando una ceja y cruzándose de brazos. Sus pechos se elevaron.

— Lo haré. Y también te follaré a ti. De momento perteneces a Pablo, hasta que te entregues a mí.

— Así que quieres robarme.

Le sonreí y gateé hacia ella.

— No me toques –recordó, viéndome a cuatro únicamente cubierto con mi taparrabos. Mi polla estaba bajada y en reposo, por lo que no debió verme como una amenaza. Acerqué mi boca a la suya, olfateé su cuello y luego sus pezones. Después acerqué mi nariz a su sexo y olisqueé su humedad. Todo sin tocarla, viéndola separar ligeramente los labios.

— No te robaré, tú misma te entregarás. Traicionarás a Pablo como lo hizo Nicole. ¿Y sabes lo mejor? Pablo ni se lo olerá.

— Tu sueñas…

— Ya lo verás. Alomejor será cuando Pablo y Nicole duerman… O mientras hacen algo.

— Sigue soñando –repitió. Esa vez fue ella la que tomó la iniciativa, se puso a cuatro patas encarándose hacia mí y me rozó con la uña de su dedo índice el bulto que comenzaba a crecer en mi calzoncillo-. Cuando me veas follar con Pablo esta noche, recuerda, soy suya. Y puede que Nicole, yo y Pablo hagamos algo… Pero no voy a hacer nada contigo. Oh… -suspiró, mirando mi dureza oculta bajo el taparrabos-. Este pequeñin tiene ganas de jugar…

Se echó a reír, se enderezó y rebuscó en un cajón mientras permanecíamos en silencio hasta que agarró una blusa transparente de color negro que hacía las veces de falda. Combinaba bastante bien con su tanga de hilo y con su sujetador.

Salimos de su cuarto y nos encontramos a los otros dos besándose en el sofá. Pablo parecía acorralado y Nicole la depredadora, al ver a su compañera de piso, este la apartó y se disculpó.

— Tranquilo, no me importa que juegues un poco con ella –dijo en voz alta-. Pero recuerdas a quien perteneces. ¿No?

— A ti, Rita… -suspiró, levantándose y apartándose de su ex.

— No me lo ha parecido, bebito –ronroneó Nicole, satisfecha.

Ninguno de los tres me vio apretar los dientes y los puños, endureciendo mi semblante. Aunque hubiese hablado de compartir e intercambiar parejas, no tragaba nada que me robasen lo que era mío. Yo era el ladrón, no al que robaban. Nicole era mi puta y ese cabronazo no tenía ninguna posibilidad de competir contra mí. Aún así iba a disfrutar humillándole llegado el momento; hasta entonces, nuestro juego debía seguir.

— Nicole, te recuerdo que ese es mi chico –apostilló la chica que tenía al lado, a la que parecía haberle sentado tan mal como a mí la libertad que se había tomado la colombiana-. Mira, pero no toques.

— ¿Y qué vas a hacer? ¿Follarte a Alex? ¿Por eso os habéis ido a otra parte de la casa? –preguntó echándose a reír-. Ven… Únete. Hay Pablo para las dos –dijo agarrando a su ex de la muñeca, tratando de acercarlo otra vez para sí en el sofá.

— Pablo –gruñó Rita, y este se apartó de nuevo de Nicole. Colocándose bien el calzoncillo.

— Esto es solo el aperitivo, amor. Cuando quieras lo continuamos. Aunque si no quieres… -se dirigió hacia mí desde el sofá, me agarró por la cintura y me condujo a las habitaciones.

— Te voy a estar vigilando, Nicole. Espero que cometas el error y pierdas –aulló Rita al lado de Pablo.

— Eso es lo que te gustaría. ¿No? Si quieres puedes venir y espiar lo que hacemos en tu cama…

Ambos acabamos encerrando en la habitación de la rubia, y sin que me dirigiese la palabra se me lanzó encima y empezó a comerme la boca. Cargándola en brazos, me dejé caer de culo en la cama mientras esa fiera me mordía el cuello y me restregaba su inflado corpiño contra mi torso. Su culo batía mis pelotas con una saña que casi me vuelve loco.

— Te voy a matar… Estoy arrechísima. Quiero que me metas la pija, papi.

— ¿Qué has hablado con Pablo? ¿Y con Rita? ¿Qué hablaste?

— ¿A qué viene eso ahora? –gimió babeando mi cuello.

— Quiero saberlo.

— Lo que hable con Pablo es cosa mía.

— Cuéntame lo de Rita entonces.

— Hablamos sobre lo que va a pasar esta noche –reconoció de mala gana. Estaba claro que no quería hablar.

— Y volvéis a ser amigas… -traté de adivinar. No había visto que se llevasen mal, sino cierta rivalidad que podía ser fructífera para mí-. ¿No te jode que esté de tan buen rollo con tu chico?

— Más parece que te joda que esté por él.

— Claro que me jode. Eres mía.

— Entonces a santo de qué ese jueguito de compartir. Lo que hablaste con Pablo.

— Te lo ha contado –no me sorprendía.

— Claro que lo ha hecho. Así que solo me quieres para `` follar ´´ –Esperaba que se lo acabase diciendo, sabía que tenía la esperanza de que Nicole se desengañase. Pero era una zorrita que amaba el sexo y no iba a molestarse por algo que era evidente.

— Claro que te quiero para follar, eres mía –le dije mirándola a los ojos. Un intercambio visual que se volvió tan silencioso como provocativo. Ella se me subió encima y restregó su coño cubierto por el tanga contra mi la dureza que había en mi calzón y, cuando se cansó de eso, usó la mano para apartar el taparrabos y restregarse contra mis pelotas y mi rabo-. Y eres mía –repetí una vez más.

Mi glande rociaba liquido preseminal contra su vientre desnudo.

— También te quiero solo para coger. Y no soy tuya, soy de Pablo. Y cuando me arregle con él, no volveré a hacer nada contigo, pendejo.

— Lo que tú digas –contesté. Nuestros labios se rozaban, deseándose. Podía respirar su dulce aliento.

— Siempre podrás cogerte a Rita. Róbasela a Pablo –reí bajito, silencioso, antes de susurrar.

— Eso es lo que le pedirás a Pablo si les pillamos follando… ¿Tiene que ver con eso?

— Sí… Quiero que te folles a esa perra y la rompas. Que la destroces, que la desprecies. Que la trates como la perra cleptómana que en realidad es –su voz se fue agudizando, excitada. Transmitía a la perfección lo hambrienta que estaba mientras se frotaba contra mi polla.

— Eres una ingenua si crees que me conformaré con robarla solo a ella. Vuelve con Pablo, pero sabes que volverás a dejarte conmigo –hice una pausa mientras rozaba sus labios con los mios-. Prefiero follar tu coño mientras le como el suyo a ella.

— ¿Las dos para ti? Eso suena un poco egoísta.

— ¿Qué hablaste con Pablo? –exigí saber, agarrándola del pelo hasta hacer que mirase al techo.

— Ayyy… -gimió inaudible mientras se restregaba más duro contra mi miembro, tenía sus exo encharcado-. Ahh… Ay dios… Que rico. La necesito dentro.

— Hasta la noche nada. Fóllate a Pablo si quieres, pero te arrepentirás si lo haces –le amenacé-. ¿Qué hablaste con Pablo? Dímelo.

— Méteme la puntita y te lo digo…

— Dímelo y te la meto.

— Prométemelo –suplicó completamente fuera de sí. En respuesta le mentí, prometiéndole sin intención de cumplirlo.

Aún así, para parecer más convincente, le hice a un lado la tela del tanga y dejé besar los carnosos labios de su sexo contra el tronco de mi rabo.

Su clítoris se frotó en vertical contra él como si fuese a hacer fuego.

— Le dije que una vez acabada esta locura –empezó a decir totalmente apresurada, mirándome fijamente a los labios-. Que yo sería suya y él sería mío. Y que no volvería a hacer nada contigo ni con nadie más. Que me arrepentía de haber hecho todo eso contigo… -hablaba muy rápido.

— Mentirosa –cuchicheé, haciendo un amago de penetración. Mi glande estaba ya casi medio metido en su tembloroso hoyo, aunque mis rodillas no la dejaban bajar más.

— Soy una mentirosa –reconoció.

— Si os arregláis, quedaremos a escondidas. ¿No? Podré follarte siempre que quiera a espaldas de tu novio.

— Ohh… Sí.  Métemela, no aguanto más. Me voy a orinar encima –gimió.

— Me alegra saber que continuarás siendo mi puta –musité antes de empujarla y subirme los calzoncillos al tiempo que Rita abría la puerta del tirón. Pareció decepcionada al ver que no estábamos haciendo nada.

— Joder –murmuró. Al parecer se decepcionó creyendo que nos iba a pillar follando y, por ende, perdiendo la apuesta. Sus ojos la traicionaron, alegrándose de ver a Nicole abierta de piernas para ella y completamente temblorosa y empapada. Para entonces, ya estaba saliendo de la habitación, esquivándola.


05 < Famélicas


Entre la comida, los coqueteos, las escapadas a las habitaciones ya eran las cuatro de la tarde. Quedaban cinco horas para que finalizase la apuesta y pudiésemos dar rienda suelta a nuestras necesidades. Pablo y yo estábamos sentados cada uno en el extremo del sofá y, ambas chicas, estaban apretujadas con las rodillas acurrucadas contra sus vientres y sus cabezas sobre nuestras barrigas.

Estábamos viendo una serie de Netflix cuando hablaron de merendar. Con toda la maldad del mundo, saqué mi polla del calzoncillo a pocos centímetros de la boca de Nicole y me empecé a pajear. Sus ojos se ponían en blanco al olfatearla, tan cerca de ella. Le pegó una lamida de abajo arriba sin rozar siquiera el glande, abriéndose de piernas y tocándose a pocos milímetros de Rita. Esta hizo lo mismo, se abrió de piernas y vi a la perfección su coño chorreante siendo masturbado por ella. Me dieron ganas de ponerla boca abajo, montarla y clavarla hasta el fondo. En lugar de eso, Nicole agarró mi polla con una mano y enterró su boca en mis pelotas, masturbándome. Sentía un cosquilleo muy cerca que auguraba un orgasmo precoz. Si yo estaba así no quería ni pensar como estaría Pablo.

— Qué tal si meneas tu coñito frente a mí –pregunté. Agarré el móvil y puse una canción de reggaetón mientras la veía poner el culo sobre mi polla, apoyar sus manos en sus rodillas y empezar a perrearme.

`` Dale duro mamita, mueve esa cosa rica. Vibra esas chapitas, hasta clavar toda la pija. Te da igual grande o chiquita, solo te mueves para que saque lechita´´ Rita, animada por la novedad, hizo lo mismo con Pablo y las dos empezaron a restregar sus culos con nuestras entrepiernas.

Solté un azote furtivo al culo de Nicole que casi la hace caerse hacia adelante; en lugar de detenerse apoyó ambas manos en el suelo y levantó más el culo, riéndose.

No pude evitar abrazarla desde detrás y hacerla sentarse sobre mí clavándole mis dedos haciéndola poner los ojos en blanco y reírse como una tonta.

— ¿Qué os parece si hacemos una apuesta más? –dije-. ¿Qué? ¿Te animas, Pablo?

— ¿Qué quieres ahora? ¿Esperar hasta mañana? Empiezo a pensar que lo que no quieres es follar –bromeó Pablo, acariciando el pelo a Rita.

Saqué los dedos pringosos del coño de Nicole, que protestó silenciosamente. Enseñé los dedos a los tres, mis dedos, pegajosos y con elásticos hilos de pringoso ‘’jugo’’ de Nicole, eran la prueba de lo que bien que hacíamos al reservarnos para la noche.

— Follando esta mañana no habríamos conseguido esto. Nah, nada de eso.

— ¿Qué quieres apostar?

— El primero que se corra, pierde.

— ¿Y qué nos apostaríamos? –preguntó removiéndose en su lado del sofá.

— ¿Te apostarías a Rita? Si me corro antes, puedes montártelo con Nicole y con Rita. Y si te corres tu primero…

— Sigue soñando –me espetó la rubia, mirándome mal-. Ya te dije que no me metas en tus mierdas. Solo lo voy a hacer con Pablo.

— El que se corra primero no podrá follar con ninguna de las otras dos en lo que queda de noche –propuse, como alternativa.

— Anda ya –protestó, exhibiendo su miedo a perder.

— Eh, que yo también estoy que exploto –admití con una sonrisa-. ¿No te atreves? –Mira, para hacerlo más interesante. Habrá dos ganadores. El que aguante de los dos sin correrse… Y la que consiga hacer que su pareja se corra. ¿Qué te parece?

— Eso no suena nada mal –reconoció Nicole, aunque Rita también mostró interés por la idea.

— A ver si lo entiendo. Si hago que Pablo se corra antes que tú, perjudico a Pablo pero…

— Podrás hacer que Nicole o yo hagamos algo, o que yo haga algo contigo.

— No gracias, tengo cero interés en eso. Suponiendo que hagamos esto, si pierde Pablo estaré a dos velas como él. ¿Y qué podría pedir?

— Lo qué tú quieras –En los oscuros ojos de mi colombiana vi cierto brillo malicioso-. Si haces que Pablo se corra antes. Podrás pedir por ejemplo que no yo no tenga sexo en lo que queda de noche.

— O podré pedir que Alex te haga algo que no quieras –propuso Nicole, completamente seria. Acariciaba inconscientemente mi polla.

— ¿Quieres jugar a eso? Si hago que Pablo se corra antes, prepárate.

— ¿Qué dices Pablito, te animas?

— ¿Y que gana el que no se ha corrido?

— Los dos ganadores podrán pedir tres cosas a la pareja del contrario. Siempre y cuando no sea incumplir el castigo de no poder follar.

— ¿Y si no quiero cumplir lo que me ordeneis? ¿Qué?

— No estás obligada, pero por cada cosa que te niegues… -empecé a decir, tratando de buscar una salida.

— Sí, estarás obligada –me interrumpió Nicole-. Si vas a jugar, juega bien. La que consiga que su pareja se corra antes, podrá pedir tres cosas a uno de los tres. Y quien aguante más sin correrse, lo mismo, tres cosas a uno de los tres.

Pablo, tras pensárselo durante bastante rato, acabó aceptando.

— Y lo de no follar… Que sea hasta las nueve de la mañana.

— Alguien va a dormir con un buen dolor de pija –se burló Nicole mirando con malicia a su ex pareja. Seguramente pensó en torturarlo por la noche aprovechando que no podría follar. Ahí dejaba claro que me creía ella también el ganador.

— ¿Hecho? –pregunté. Todos acabamos aceptando la nueva apuesta, pues nos habíamos acostumbrado a no follar y aceptar los calentones de nuestras parejas.


06 < La esperada corrida española


Podría asegurar que, ese día, había contenido más mis impulsos que el resto de mi vida. Pocas veces había tenido que reprimir hasta ese punto mis ganas de follarme a una par de golfas que, al mismo tiempo, no tenían contemplación alguna a la hora hacer de calientapollas.

Estábamos solos en el salón Pablo y yo, cada uno estirado en un extremo del sofá, concretamente yo en el lado izquierdo y el en el derecho. Esperábamos, viendo la televisión mientras nuestras mujeres se alistaban en el baño.

Si el día había comenzado con los cuatro enfrentados, los otros tres habían ido solucionando sus problemas a lo largo de la tarde hasta que solo sonreían y bromeaban. Entre las dos chicas, solo se respiraba rivalidad. Seguían compitiendo por ver quien se quedaba Pablo, aunque yo sabía que, en el fondo, yo les causaba mucho más interés a ambos.

A lo largo de las cinco horas que quedaban, habíamos estado a punto de acabar con el juego y follar. Había dado en el clavo proponiendo aquellos juegos… Aguantar hasta la noche nos había permitido estar mucho más cómodos y en una tregua bastante amistosa. Y la apuesta del momento, nos daba la motivación suficiente para pensar en lo que vendría después porque… Cada uno de nosotros quería hacer algo cuando ganásemos. Pese a llevarse mejor que al principio, Nicole seguía queriendo vengarse de Rita. Pablo seguía queriendo vengarse de mí y de Nicole. Y Nicole, según me había confesado, quería ver como destrozaba sexualmente a su amiga.

Por eso, quizá, mi nuevo `` amigo´´ no parecía ser capaz de ver el puñal que escondía fuera del alcance de su vista. Se había creído mi discurso sobre intercambio de parejas, y ni se iba a oler como iba a robarle a las dos únicas mujeres de su vida. Quizá tuviese pensado permitirle follar con ellas, aunque sería para demostrar mi superioridad y humillarlo frente a ellas.

Había sido duro tener a esas dos exhibiéndose por la casa, y se notaba en que tanto mi erección como la de Pablo ya no bajaban. Las escuchábamos cuchichear en la otra punta de la casa; riéndose y dando bandazos dentro del baño.

Ambos estábamos estirados con la nuca apoyada en el respaldo y los pies contra el suelo. Nuestras pollas sobresalían del calzoncillo y no nos molestábamos en ocultarlo.

La televisión estaba apagada, no teníamos ganas de verla. A ambos nos debía pasar igual. Cada bocanada que aire nos producía un cosquilleo orgásmico en el vientre, saboreando cada segundo de ese silencio hasta que las guarras saliesen por la puerta que daba al pasillo.

Estábamos impacientes, pero también podíamos disfrutar de ese éxtasis. Se me antojó fumarme otro porro, aunque prefería guardármelo para después. Pablo rompió el silencio:

— ¿Qué pedirás si ganas? –no me pilló por sorpresa su pregunta. Nos miramos brevemente.

— A parte de que no vas a poder follar cuando acabes primero, voy a joder a Rita hasta que caiga. Ya que tú no podrás hacer nada con ella.

— ¿Y qué pedirás?

— Yo que sé… Algo tipo vendarle los ojos y hacer que me huela la polla hasta que le deje comerla. O algo así.

— ¿Te crees que les mola que te las folles así o qué? –me eché a reír.

— A todas les encanta. Lo aburrido es cuando te las follas siempre igual. Lo que pasa es que tienes que saber hacerlo, y no todos servís para eso. No sé si me entiendes.

— ¿Y piensas que usar tus tres cosas en obligar a Rita a hacer algo que no quiere le va a hacer disfrutar una mierda?

— Eres muy ingenuo si crees que Rita no se muere porque me la folle. Ya sea por curiosidad o porque me tiene ganas.

— Le gusta provocar… Está jugando contigo –Se estaba refiriendo a algunas veces que él mismo nos había pillando más cerca de lo que le habría gustado, aunque no llegó a pasar nada entre nosotros y Rita continuó repitiendo que no pensaba hacer nada conmigo. Aún así, yo notaba esa curiosidad. No me daba negativas, me ponía retos.

— Ya, claro… Si eres feliz pensando eso. Luego puedes matarte a pajas si quieres.

La puerta del pasillo se abrió de par en par y, atravesando el umbral de madera, Nicole seguida de Rita irrumpieron en la sala sonriendo de oreja a oreja. Ambas iban con lencería ‘’ de guerra ’’, descalzas, con tangas de hilo que no lograba esconder sus vaginas y que dividía sutilmente sus culos. Sus ubres, que ya eran bonitas de por si, fueron revalorizadas por esos corpiños con bordados que complementaban su atractivo.

Ambas se habían emperifollado demasiado, acentuando su sensualidad con toques de pintalabios y rímel. No hubo palabras entre ellas, Nicole se arrodilló frente a mí sin más y Rita se situó frente a Pablo. En la última hora los dos acordamos que sería mucho más interesante que consiguiesen hacernos correr sin usar sus vaginas, por lo que tendrían que hacerlo usando el resto de armas femeninas que tenían a su alcance.

— ¿Vas a correrte para mí, papi? –me preguntó Nicole haciéndome ojitos, apartando la tela del calzoncillo y agarrando el rabo tieso antes de empezar a masturbarlo. Luego, giró sobre sí misma y volvió a perrear para mí, restregando su trasero contra mi dureza y golpeándola sin piedad. Quise ponerla a cuatro y follármela sin retrasarlo más, aunque por suerte me pudo mi interés en ganar la apuesta.

Una mirada rápida a los otros dos me permitió ver a la fémina ajena besarse empalagosamente con Pablo, mientras le pajeaba con extremada lentitud y suavidad. Sin olvidar sus testículos, con la mano libre empezó a amasarlos más como si fuese un masaje que como una paja.

Pablo no pudo tener las manos quietas y usó su mano para perforar el coño caprichoso de Rita, la cual totalmente motivada se puso a cuatro con el culo orientado a mí y empezó a chupársela.

Nicole actuó en consecuencia, dándome un acaramelado beso hasta que empezó a bajar besándolo y lamiéndolo todo de arriba abajo hasta que llegó a mi entrepierna. Sostuvo mi cipote con ambas manos, admirando las venas como túneles que se apreciaban a lo largo de todo el músculo. Sacó la lengua y la lamió desde los testículos hasta el prepució, luego lo repitió, una y otra vez hasta que, sin previo aviso, besó el glande demasiado grande para su boca y, haciendo un esfuerzo, corrió el prepucio hacia abajo. Su lengua exploró toda la forma de mi fresón, centrándose en acariciarme las pelotas y pajeármela. Su músculo rosado sacó brillo a todo el extremo de mi miembro, antes de forzarse en garganta profunda que a penas sobrepasaba su campanilla.

Se la sacó de la boca y escupió, impregnándola de saliva. Volvió a clavársela hasta la garganta y, de nuevo, aprovechó el momento posterior a su bocanada de aire para volver a escupir sobre ella. Cada vez llegaba más y más hondo, estando mi polla apretujada entre su tráquea con el único objetivo de exprimirme.

No dejaba de mirarme a los ojos, haciendo muecas con ellos como si me suplicase acabar.

Rita hizo estirarse a Pablo a lo ancho del sofá, con la cabeza a centímetros de mi mano y los pies colgando sobre el reposabrazos. La mujer hizo a un lado su tanga y dejó a ese infeliz comerle el coño. Le envidié, observando como la nariz estaba medio metida en su culo y como ella se restregaba contra su boca como si fuese un cepillo de dientes.

La vi escupir cuantiosamente sobre su polla, justo antes de usar sus tetas –sin sacarlas del sujetador- a modo de vagina portátil. Apenas lo dejó respirar y sin cesar en su empeño de hacerlo acabar, usó sus ubres como si fuese a hacer fuego con ellas.

— ¡Ahhh! –gimió Rita sonriendo, moviendo su culito sobre la boca de Pablo-. No dejes de mover esa lengua –le ordenó, antes de tratar de besar el glande que sobresalía entre sus tetas.

Pablo levantó las caderas, como si su hipersensibilidad fuese a hacerle correr en cualquier momento.

— ¿A dónde estás mirando? –preguntó Nicole hilos de saliva colgando de su boca y el rímel de sus pestañas totalmente descorrido.

Glup, glup, glup, glup… Poniendo un entusiasmo digno de la recta final, empezó a atragantarse con mi pollón. Apenas llegaba engullir tres cuartos de mi polla, el último cacho solo lo podía meter si yo la forzaba.

Me miró a los ojos mientras tosía sin poder, sus ojos estaban rojos y lloraba. Empezó a masturbarse ella misma con una sola mano mientras la otra permanecía sobre mi muslo.

Subía, bajaba, subía, bajaba. Quería agarrarla de la nuca y rematar aquella garganta profunda pero tenía que aguantar.

— Noto como estás a punto… Córrete en mi boca. Acaba ya –oí decir a Rita, con su culo a centímetros de mí. Quería tocarlo, amasarlo y arañarlo… Pensar que lo meneaba así para provocarme me hizo inevitablemente sentir ganas de acabar-. ¡Quiero tu semen, Pablo!

Era imposible alargarlo más; sabía que podía ganar y lo iba a hacer. No iba a acabar antes que ese calzonazos. Oí los gemidos de Rita restregando aún más su clítoris con la lengua de mi contrincante, dejó de usar sus tetas para usar directamente su boca en una garganta profunda desesperada atragantándose igual que Nicole.

Agarré a esta cuando ya estaba completamente roja y con los ojos llorosos y ennegrecidos por el rímel me miró asustada, sabiendo que iba a usar su garganta para acabar. Sus dos manos chocaron con mis muslos en un intento de separarse.

Gocé de ver el miedo y la sorpresa en su rostro mientras la sostenía con ambas manos por la nuca y empezaba a follarme sus labios hasta que en unas últimas embestidas tenía que decidir si la dejaba respirar y gozaba del orgasmo.

Sabiendo que sería capaz de aguantarlo la clavé hasta el fondo, sus ojos se pusieron en blanco y disparé la descarga directamente contra su estómago, paralizado por el placer dejé sus labios contra mi vello púbico. Podía sentir su lengua acariciar mis testículos mientras los vaciaba directamente dentro de ella.

Me corrí como un loco mientras ella perdía el conocimiento y se desmayaba. Esa masoquista puso el culo en pompa y se apartó de mí, liberándose tomando una gran bocanada de aire y tosiendo mi semen, con espumarajos de saliva cayéndole sobre sus pechos. Mientras Rita detenía por completo su paja, el muy cabrón, aún asfixiado bajo el coño de su amiga, no había acabado.

La tensión sexual acumulada durante las últimas diez horas me hizo darme igual haber perdido, pero a medida que se me fue disipando el extasis entendí que acababa de perder. Eso significaba que no podía follar en lo que quedaba de noche, que Pablo había ganado y podía pedir tres cosas tanto a mí como a Nicole.

Y que ese subnormal podría follar con Rita y con Nicole todo lo que quisiese.

Por desgracia para él, no pensaba cumplir mi parte del trato. No sabía como, pero iba a follarme a esas dos zorras a sus espaldas. Y lo mejor, no pasaría nada si Pablo no se enteraba. Mi enfado me ayudó a imaginar una nueva apuesta que podría hacer el día siguiente… Aunque aún me quedaban varias pequeñas humillaciones que aguantar por su parte.


07 < Final feliz… O no.


Pablo me sorprendió pidiéndoles a ambas que se diesen una ducha rápida, porque lo que iba a pedir era algo que tenían que hacer las dos. Se fueron a duchar juntas, mientras yo me quedaba con el inútil del ganador listo para lo que les fuese a pedir a esas dos.

— Tiene que joder. ¿Eh? –no contesté. Recuerdo haber pensado `` Sí, riete cabrón. Cuando menos te lo esperes te vas a acordar´´ mientras le escuchaba parlotear-. ¿Sabes que voy a pedirles ahora? Hacer un trio. Y obvio tú vas a tener que mirar.

— No es para tanto, mañana ya recupero. Además, ya me he corrido… Se me han quitado las ganas –mentí. Nunca tenía suficiente con una vez, y era algo que el día siguiente le demostraría con mi última apuesta. Ahí si que lo humillaría de verdad.

— Bueno… Sea como sea, me voy a regalar. ¿Sabes que voy a pedir de segundo? Acabar dentro de Nicole. ¿Crees que se dejará?

— Claro que lo hará. ¿No ves que es una perra?

— No sé que pediré de tercero, la verdad.

Las dos chicas irrumpieron en el salón tal como lo habían hecho antes totalmente desnudas y aún mojadas por la ducha reciente. Me fijé que habían evitado mojarse el pelo para no tener que secárselo.

— Bueno… ¿Qué vas a pedir? –preguntó Rita.

— Quiero hacer un trio con las dos. Y quiero que empecéis chupándomela… Rita, le ayudarás con la mamada. Esa es mi venganza.

— ¿Todo eso es una sola cosa? –preguntó Nicole, sorprendida.

— Sí, ahora ven y chupa –le espetó agarrándola de la muñeca y acercándola a su miembro.

Ambas estaban apoyadas en el sofá como podían, agrupadas alrededor de la dureza de Pablo. Mientras Rita le comía las pelotas, la colombiana se centró en mimar el glande del chaval. No se cortó ni un pelo a la hora de agarrarlas a ambas de la cabeza y tratar de hacer coincidir sus bocas en un mismo punto.

`` Esa era mi idea, cabronazo´´ pensé al ver como ambas intentaban evitar que sus bocas y sus lenguas chocasen en lo que duraba la mamada. Ambas parecieron entender cual era la intención de Pablo y aún así, no hicieron nada para negarse; simplemente se estuvieron evitando. Nicole dejó de chupetear el glande y dirigió su boca a sus testículos, su compañera de piso empezó a masturbar una polla que era más pequeña que la mía –aunque no demasiado- mientras se ocupaba del glande de nuevo.

Agarrando a Nicole y a Rita del pelo, se impacientó y usó los labios de ambas a modo de masturbación, haciéndolas subir y bajar a la misma velocidad a lo largo del tronco desde la base hasta el prepucio, finalmente, las hizo chocar en el glande y empezaron a besarse.

Rita había sido la que evidentemente había buscado el beso, aunque la latina no lo rechazó una vez que lo recibió.

— La lengua… Usad la lengua.

Vi el intercambio rosado entre sus labios, comiéndose las bocas mientras Rita dividía su atención en masturbarlo.

Cumpliendo la petición que le había hecho previamente el ganador, la rubia dejó de besar a la mulata, y la animó a seguir chupando. Nicole se asombró cuando su amiga se posicionó tras ella y forzó una brutal mamada profunda. Tal como había hecho antes conmigo, clavó sus uñas en los muslos de se exnovio y se dejó follar la garganta. Él no se movió ni un músculo, se limitó apoyar la nuca en sus manos y dejar que Rita hiciese todo el trabajo. Ante los empujones que le dio, los labios de Nicole no se separaban a penas del vello púbico del privilegiado, mientras miraba suplicante a un hombre que no iba a tardar demasiado en correrse.

GhagGhagGhagGhag… Como si disfrutase con ello, Rita se ensañó destrozándole la garganta a su amiga mientras los testículos del chaval se inundaban de espesa saliva. Por desgracia, le faltó imaginación… Yo lo habría hecho mucho más bestial. Las habría hecho escupirse, besarse… Y me habría besado con ellas. Me ponían muy cerdo esas cosas, pero claramente él no servía para eso. En lugar de nada de eso, dijo:

— Nicole, esta es mi segunda petición… Quiero que me montes mientras le como el coño a Rita.

Dicho y hecho, Rita me dio la espalda sobre la cabeza de su amigo tal como lo habían hecho antes y se dejó devorar la vagina. Nicole se dejó caer sobre la polla de Pablo sin ningún tipo de reparo y empezó a gemir como una loca. Le dio igual que fuesen las diez y media de la noche, simplemente empezó a cabalgarle como si fuese un potro mientras batía sus pelotas.

— Ay, ay, ayiay ¡Ayy! –se lamentó con los ojos cerrados, apoyando sus manos en el vientre de Pablo mientras daba minúsculos botes con su sexo, restregando el glande contra su cérvix.

— Creo que se va a correr –adivinó Rita, agarrándola del pelo con una mano y otra con el culo-. No pares…

— Me va a acabar dentro.

— Es lo que queremos, que acabe dentro- ronroneó su compañera mientras la forzaba a quedarse clavada sobre la polla. Ambas restregaron sus coños y se frotaron, de repente, Pablo agarró de las caderas su exnovia y empezó a sufrir un temblor de caderas, follándosela como un conejo.

— Me vengo Pablo, no pares… ¡No pares! ¡Me vengo! –gritó justo antes de soltar un gran gemido -¡Ahhhhhhhhh! –el alarido retumbó en la sala mientras quedaba paralizada y se removía entre temblores, como si tuviese fuertes retorcijones-. ¡Ayy…!

Rita empujó Nicole que cayó de espaldas contra el reposa manos derecho del sofá y se quedó abierta de piernas. La rubia se puso a cuatro y empezó a comerle la lechosa vagina a su amiga, mientras, con una mano, empezó a acariciar en círculos con la palma de su mano su clítoris. Su lengua estaba recogiendo el semen que surgía de la vagina colombiana cuando arqueó su espalda y derramó un chorro de squirt sobre la cara de Pablo.

La vi apretar los labios y volver a dejar caer el chorreante coño sobre la boca de Pablo, dedicando una última comida de coño a su amiga.

— Si no quedo embarazada, será un milagro… -suspiró tras una risita nerviosa Nicole.

Rita descabalgó y susurró a su compañero de piso:

— ¿Cuándo va a ser mi turno? Yo también quiero polla…

— No creo que se me levante… -se lamentó el muy inútil.

Aún le quedaba una cosa para poder pedir, y no creía que fuese a ser tan estúpido como para malgastarla en ese momento. La colombiana era más inteligente, abierta de piernas bombeando los restos de leche que había en su interior observaba a Rita y a Pablo, viendo como esa zorra besaba a su hombre y lo pajeaba. La veinteañera supo guardarse sus tres ases en la manga y me miró, sabiendo muy bien que no me iba a rendirme. Lo supe al instante. Ella me ayudaría a follarme a esa desgracia, y por mucho que se resistiese antes de las nueve de la mañana... Se habría entregado a mí.

Aquí termina la primera parte de este fin de semana, una especie de final feliz. La calma antes de la tormenta, antes de que arrebatase a ese imbécil todo lo que había conseguido hasta el momento, tanto a sus espaldas como en su propia cara.

La noche estaba lejos de terminar, Rita cometería el error de divertirse a mi costa y Pablo disfrutaría restregándome su victoria. Ambos lo pagarían muy caro y por qué no, Nicole también.

Publico esto hoy, pero en los siguientes días finiquitaré el desenlace de esta historia en mi blog: ‘’los relatos de zorro . blogspot . com’’ donde tendréis tanto este relato y el siguiente con morbosos gifs para aumentar vuestro disfrute y donde os contaré el desenlace de esta historia repleto de traición, desengaño, humillación y placer inmoral.

Porque los finales felices no son el verdadero final, solo un buen comienzo para un desastre inevitable.