Juego con mi profe de Español (2)
Primera ronda: a ver que tan bien me la mamas. Tras comenzar ese juego peligroso, mi profe me llevó a su casa y disfrutar de un buen rato, pero cuando creí que iba a llevarme al cielo de una sola, descubrí que tendría que pasar la primera lección.
Un juego con mi maestro de español.
Primera ronda: A ver que tan bien la mamas.
Mi madre cocinaba un riquísimo pastel de queso, y pronto le pondría unas fresar para darle un sabor exquisito. No era común que se decidiera a cocinar postres, mucho menos pasteles, pero yo debía aprovechar semejante oportunidad.
Esa mañana no había el calor acostumbrado de Acapulco, y eso me entristecía un poco, pues esa tarde tenía planeado algo inmensamente caliente. Le había dicho a mi mamá que iría a casa de una amiga y que me quedaría a dormir; no es que mi amiga supiese mis aventuras calenturronas, pero era la mas leal de todas y si le pedía que mintiera por mi así lo haría.
Ahora tenía toda la tarde y toda la noche oh si, inclusive toda la mañana. Mi mente ya había comenzado a trabajar en diversas opciones, aunque no tenía mucha creatividad; no importaba si ahora había dejado de ser una niña mojigata, seguía siendo una chica virgen y sin ninguna experiencia sexual. Jamás había tenido un complejo sobre mi virginidad, nunca tuve prisa en perderla ni nada por el estilo, pero ahora el deseo y la ansiedad me manejaban, en verdad quería hacerlo.
Tras dos pequeñas rebanadas de pastel y un vaso de leche, tomé una bolsa con un conjunto de ropa y por supuesto una lencería mas o menos decente para la ocasión- y me despedí de mi madre. Al salir de mi casa en dirección a mi escuela cerrada, me relamí los labios, con un sabor tremendamente dulce en la boca; sonreí con jubilo y sentí una oleada de viento frío pasar por mi cuerpo. Invierno. Eso era aquello, aun no creía que pudiese hacer tanto frío, al menos para mi que estaba acostumbrada al calor. Me tallé las manos en un intento de calentarlas, pero no fue hasta que vi un Volvo plateado a fuera de la escuela esperándome.
A través del parabrisas pude distinguir su sonrisa picara y su cabello alborotado. Reprimí una sonrisa y corrí hasta la entrada del co-piloto.
-Hola profe -lo saludé, haciendo mi escena de niña buena, después de todo así le había gustado.
-Hola, ¿y ese cambio de actitud?- me preguntó frunciendo el ceño, con mirada desconcertada, pero el no podía borrar esa sonrisa torcida de su rostro, y el brillo de sus ojos delataba que le excitaba escucharme y verme así.
-Mmm ¿Cuál cambio? Recuerde que yo soy solo una alumna, profe- dije antes de soltar una risita y subirme al coche. Me mordí el labio inferior sin poder alejar la mirada de el, pero había comenzado a temblar a causa del frío; no fue suficiente movimiento para que el se diese cuenta, pero supuse que era el color rosado de mis mejillas y mi nariz lo que hizo intuirlo. Me frotó una mano en mi pierna descubierta, pues esa tarde me había puesto una mini falda escolarizada, parecida a la de mi escuela pero mas bonita; frotaba de mi rodilla a mis muslos, hasta rozar mi entrepierna, y yo suspiré con excitación.
El rió a lo bajo y rápidamente quitó la mano. Debí haberlo sabido, pero aun así hubo cierta decepción en mi mirada; probablemente se estaría vengando de cómo lo dejé ayer.
-Bueno - comenzó a hablar cuando había arrancado el coche- ¿Qué te gustaría comer?
-¿Vas a cocinar?- pregunté sorprendida. Podría estar siendo un pedófilo al follar con una niña de 15 años, llevarla a su casa sin el consentimiento de sus padres, pero eso si el hombre sabía cocinar.
-Jaja claro que si, aunque me temo que hoy no serás el menú - murmuró mirándome de reojo, y con un pequeño atisbo de tristeza. Entramos a la autopista y yo levanté una ceja, confundida. El pareció leerme el pensamiento y dijo rápidamente-: Soy tu profesor, eso quiere decir que debo enseñarte algunas cosas, incluso del sexo. Hoy tendrás tu primera lección.- me ruboricé ante la manera en la que lo dijo.
-O-Ok - dije con un pequeño titubeo.
Al llegar a su casa, y para no hacerla larga, cocinó un platillo extraño, que a la hora de probarlo sabía delicioso. La comida había sido agridulce, pero por algún motivo aun lograba sentir ese sabor dulce y empalagoso dentro de mi boca, de forma que solo lograba recordar los pasteles de mi madre. Vimos una peli juntos en la sala de su casa, y bien bonita la casa aun así, yo había esperado suficiente. Cuando la película acabó yo me incliné hacia el, pues ambos estábamos sentados en el sofá.
Le rocé el cuello con los labios, sin decir nada. Sin embargo pude escuchar un gemido ronco por su parte, me pregunté que podía ser tan excitante en aquella pequeña caricia para que se pusiera así.
-Hummm te dije que hoy te enseñaría una lección, gatita, y no me dejas concentrarme- me dijo con voz solemne, yo reí con picardía, y le besé lentamente el cuello.
-¿Te distraigo?- pregunté sin hacer mucho caso, pero luego me tomó los dos brazos con las manos y me hizo mirarlo a los ojos con furia. Emití un pequeño gemido sordo, pues aquella brusquedad me prendía como lo había hecho ayer. Sus ojos tenían fuego, y eso a mi me derretía.
-Si.- contestó firmemente, y luchaba por no mirarme los labios, primera regla: nada de besos. Eso pareció pensar el al tiempo que yo lo hacía, pero pareció incluir otra cosa, porque al final sonrió de nuevo de medio lado, me tocó los labios con un dedo y con tono divertido me dijo-: Con esa boquita tuya tan hermosa, vas a hacer que mi pene te de lechita.- habló con una sensualidad profesional, que sus palabras perdían un sentido demasiado fuerte.
Yo asentí con las mejillas ardientes, sintiendo la ausencia del frío que hace unas horas me torturaba. Miré de reojo su entrepierna y se me hizo agua la boca, pues había un gran bulto ahí y las manos me temblaban de deseo.
-Si lo haces bien, esta noche te recompensaré con algo, nena.
Me humedecí los labios y bajé al piso, hincándome frente a el. Le desabroché la cremallera y el cooperó para bajarle los pantalones y el resto de ropa interior. Sentí mi cuerpo estremecer con violencia al ver ahí su miembro erecto, tan fuerte y bien grande. Mentalicé esas palabras como algo increíble, jamás había visto una polla pero aquella estaba fabulosa, me preocupó un poco pues dudaba que pudiese entrar toda en mi boca.
Lo tomé con ambas manos, frotándolo un poco, y procuré no sonreír al sentir como el se tensaba. Podía preocuparme por su silencio y su seria expresión, como un verdadero profesor estricto que se niega a dar 10 a un examen; pero yo era mas lista, mientras frotaba aquella gran polla, escuchaba su respiración entrecortarse y su pulso acelerarse, así como el propio miembro haciéndose mas erecto. Pronto fue que me aburrí de frotar, pero aun así no lo solté. Le di una lamida con la lengua, como el mas exquisito helado pero fue rápido que cambié de idea, aquello no sabía para nada un helado. No era dulce y mucho menos frío sabía algo amargo, y al tener la boca tan dulce no ayudaba mucho, pero me excitaba que estuviese tan caliente.
El no pudo seguir fingiendo por mucho tiempo, así que dejó salir un gemido con voz seca. Yo sonreí abiertamente, mientras seguía dando largas y prolongadas lamidas, se me hacía mas agua la boca por lo que lo estaba humedeciendo bastante bien. Me metí a la boca la punta de su pene y mi lengua lo hacía estremecer de forma brusca. Seguía dando lengüetazos, pero metiendo centímetro a centímetro su miembro en mi boca.
-Ahh si, así gatita, así chúpamela con tu boquita.- oírlo gemir de aquella manera me volvía loca, y un calor abrazador se producía en mi propio sexo. Tras un largo minuto, y tras sentirme algo húmeda en la vagina, fue que tuve mas inspiración y comencé a chupársela con fervor, como una loca desenfrenada.
El gruñó y al subir la mirada noté que el había cerrado los ojos con fuerza, mientras con una mano aferraba mi cabello azabache.
Ya no tenía tiempo para sonreír, pero por dentro estaba mas caliente que un comal. Gemí levemente y se la chupé con mas ganas, solo que ahora una de mis manos estaba algo ocupada. Como en todo examen o prueba, algunos alumnos hacen trampa o se distraen, y yo no iba a ser la excepción. Mientras se la mamaba con fiereza, mi mano izquierda buscaba la forma de evadir mis bragas bajo mi falda de colegiala, y fue fácil sentir que ya estaba húmeda.
Cerré los ojos con un gran placer, pues los gemidos de el, y lo erecto que estaba su miembro, eran tan excitantes que me hacían mojarme toda. En mas de una ocasión me había mojado, pero jamás como en ese momento, jamás me había sentido ni cerca de un orgasmo. Metí dos dedos dentro de mi vagina, demasiado excitada y lubricada para concentrarme en otra zona; era inexperta y solo buscaba liberarme de tal calor, pero comprendí que en ese momento la prioridad era que el explotara de placer.
Fui una niña buena y saque mi mano de entre mis bragas, bastante mojada al parecer, y seguí frotando su enorme polla. El gruñó de nuevo, pues al tocarlo le había mojado con mi propia humedad, y eso me había agradado. Mis manos estaban hirviendo, sobre todo la izquierda, y mi boca estaba ardiendo con su miembro a dentro, mientras sentía sus caderas moverse al ritmo del compás.
Con mi mano derecha le tocaba sus testículos, incitándolo mas y mas.
Al cabo de unos minutos tanta excitación terminó por acabarlo. El se corrió dentro de mi boca, y cerré con fuerza la garganta, pues no me sentía suficientemente puta para tragármelo, Mmm o quizás estaba huyéndole al sabor. Así pues, toda esa sustancia blanca, espesa y caliente fue desbordando de mi boca, y unas cuantas gotas cayeron sobre mi busto pequeño. El contuvo fuertes gemidos y frunció los labios con empeño. Finalmente se calmó y su hermosa polla recobró la forma de antes.
-Ahhh - medio suspiró- Que buena mamada, gatita felicitaciones.- dijo, fallándole la respiración.
-No, profe felicitaciones a usted, ¡se ha corrido increíble!- dije sonriendo de oreja a oreja. El extendió la mirada y vio en el piso unas gotitas que no eran suyas, sino que venían del interior de mi falda. Suspiró y con un brazo me indicó que me sentara junto a el de nuevo. Antes de hacerlo le subí los pantalones, pero no me molesté en abrocharlos.
-Has sido tramposita, pero esta bien, haré como que no vi nada y te dejaré ir como todo buen profesor.- me dijo muy cerca del oído, luego suspiró, y con mirada resignada acarició por en cima de mis bragas húmedas- Que rica se siente, me pregunto como se verá
-Puede ver si gusta, profe - dije con un tono "inocente". El sonrió y me dio un beso en la clavícula.
-Por ahora no, nena. Tienes que darte un baño y ponerte bonita, que voy a hacer la cena dentro de unas dos horas.
-¡Eso suena excelente!- afirmé, aunque no tenía ropa muy elegante en lo poco que había traído. El se acercó a mi y me mordió suavemente la oreja.
-Esta vez estas dentro del menú.- tras esto volví a estremecerme. Fue entonces cuando pensé "Bueno, si tal es el caso la simple lencería será una excelente vestimenta."