Juego con los dados (2)

Nos conocimos en un rio en Asturias y terminamos jugando a los dados. Disfrutamos mucho, lo pasamos bien y encima somos amigos.

Juego de dados (2)

El juego empezó, sentados alrededor de una toalla que utilizábamos como mantel y un periódico como soporte, la partida comenzó haciendo rodar los dados. Arturo fue el que sacó el número más alto y el que dio comienzo a la partida. Los chicos se sentaron frente a frente e igual que nosotras.

El 2 blanco y el 5 azul. Arturo tenía que masturbar a mi marido. Eso no me lo pierdo ni loca. Ambos se levantaron del suelo para colocarse de pie. Arturo al costado derecho de mi marido agarró el pene y comenzó a masturbarle de arriba para abajo con suavidad. Se notaba que no era la primera vez que lo hacía. Cronometraba el tiempo con el segundero del reloj y al llegar a los tres minutos lo dejaron para sentarse nuevamente.

A mi me tocó tirar los dados.

El 4 blanco y el 4 azul. Alfonso tenía que chupársela a Arturo. Se situaron frente a nosotras. Mi marido se puso de rodillas y Arturo de pie. Mi marido agarra el pene con la mano derecha y empezó a metersela en la boca lentamente. La sacó, esperó un momento y volvió a repetirlo. No parece que le diera mucho asco, su cara no era precisamente de eso. A los tres minutos avisé del tiempo y pararon.

Alfonso lanza los dados sobre el periódico.

El 3 blanco y 6 azul. Me tocó hacer el 69 con Elena. Nunca me había encontrado en una situación como esta, tener que poner mi boca en la entrepierna de otra mujer y pasar mi lengua por la vagina. Me tumbé sobre la toalla, y ella se puso encima de mi. Con delicadeza me separó los labios rozándome con la lengua en la entrada que ya se encontraba húmeda. Yo repetía lo que me hacía, mi inexperiencia así lo aconsejaba.

Pasado los tres minutos Arturo nos avisó para volver a sentarnos y tirar los dados.

Ahora el turno de tirar los dados es de Elena.

El 4 blanco y 1 azul. Mi marido tenía que hacer un 60 con Elena. Dios mío, mi marido con otra mujer y yo presente mirando como lo hacían. Se me hizo un nudo en la garganta que no entraba ni el aire. Alfonso se tumbó y Elena se coloca encima, agarra el pene y se lo mete en la boca con una maestría digna de toda una experimentada. Alfonso me miraba mientras abría los labios vaginales y le pasaba la lengua. Pasaron los tres minutos y no me di cuenta que era yo quien tenía que avisar que habían pasado el tiempo. Arturo me susurró que mirara el reloj y di por finalizada la prueba. Me había gustado el espectáculo. Mis temores se diluyeron y empecé a disfrutar del juego.

El turno para tirar los dados le correspondía de nuevo a Arturo.

El 3 blanco y 3 azul. Tenía que tener sexo con Arturo. Delante de mi marido otro hombre tenía que metérmela. La primera vez que hacíamos algo así. Arturo se tumbó y me extendió la mano para que me pusiera encima de él. Tenía un gran pene en erección mientras mi marido no retiraba la mirada de mi. Leía en sus ojos si sería capaz de hacerlo o no y me decidí por abrir las piernas para colocarlas a cada lado del costado de Arturo. Empecé a bajar lentamente mirando de reojo a Alfonso que tenía cara de asombro. Me arrodille y mirándole a la cara le pedí permiso sin hablar. Asintió con la cabeza y colocando mis manos entre mis piernas para abrir mi vagina, empecé a sentarme encima de aquel maravilloso miembro masculino. Poco a poco me la iba metiendo hasta que entró toda hasta el fondo. Seguía mirando a Alfonso al que veía muy excitado y comencé a subir y bajar mi trasero haciendo que saliera ese pene dentro de mi. Lo que para mi fueron unos segundos, para Elena ya habían transcurridos los 3 minutos. Nos enseñó el reloj y nos volvimos a sentar par la siguiente tirada.

Seguimos jugando hasta que empezó a anochecer, la luz del sol se estaba retirando y la brisa fresca de la penumbra no nos hacía sentir el frío del día anterior.

¿Os venís a casa a cenar? Preguntó Alfonso.

De acuerdo, por mi no hay problema. Respondió Elena.

Nos vestimos, recogimos las toallas y las bebidas sobrantes, montamos en el coche y nos fuimos a nuestra casa rural.

¿Qué te ha parecido? ¿qué has sentido cuando me has visto con otro haciéndolo?. Le pregunté mientras nos dirigíamos solos a la casa.

Me ha gustado mucho, al principio, cuando salieron los dados mandando que tenías que hacerlo, pensé que iba a interrumpir en el momento en que sucediera, pero preferí mirar y ver cual sería mi reacción. Por un momento pensé que no ibas a atreverte, pero lo hiciste.

Yo pensé lo mismo cuando te tocó a ti con ella, pero ha sido algo que ha merecido la pena, me siento mas unida a ti. Continué.

¿Te gustaría que lo hiciéramos hasta el final en casa esta noche? Me interrogó.

Pues si, me gustaría mucho, por que además me he quedado a medias, o lo hacemos con ellos o sin ellos, pero esta noche hay que hacerlo como sea. Te voy a hacer una pregunta, ¿Qué sentiste cuando me viste hacer el 69 con Elena?

Creía que iba a explotar, estuve a punto de ponerme detrás tuya y metertela hasta lo mas profundo y si me hubieses dicho que no, se lo hubiera metido a ella, está muy rica y tiene un cuerpo de escándalo.

Ya en la casa invitamos a nuestros amigos a que se dieran una ducha, empezando Arturo. Cuando terminó, entré en el baño para darle una toalla limpia y mientras se secaba, me desnudé delante de él y me metí en la bañera.

Me ha gustado mucho hacerlo en el río. Me comentó dulcemente.

A mi también, nunca habíamos hecho nada parecido y creo que ha sido una experiencia muy enriquecedora. Le dije.

Lo malo es que nos hemos quedado todos un poco con la miel en los labios, al hacerse de noche tan rápidamente.

Aun no ha terminado la noche solo acaba de empezar, ya veremos como termina. Le respondí con picardía.

Arturo se acercó hasta mi, dejó caer la toalla al suelo y me abrazó para besarme en la boca como un adolescente. Yo me dejé, no tenía la más mínima intención de dejar escapar oportunidades como esta. Cuando aún nos estábamos besando, entraron nuestras respectivas parejas, la puerta estaba abierta y no nos escondimos de nada, nos limitamos a reír los cuatro.

¿Qué queréis cenar? Peguntó Elena

Cualquier cosa, espera que me ducho y lo preparamos entre las dos. Le contesté

Nosotros os acompañamos y ponemos la mesa cuando terminemos de ducharnos también, así lo hacemos antes. Dijo Arturo

Cuando me sequé, Alfonso entro en el baño ya desnudo, había dejado la ropa en la habitación y salió para lavarse.

Cuando acabe Alfonso te duchas tu y cenamos, eres la última. Le dije a Elena.

De acuerdo voy para allá. Contestó.

Arturo estaba en la cocina con la toalla rodeándole la cintura mostrando su torso bien formado, yo tenía puesta una que me cubría el pecho y escasamente los muslos. No dejaba de mirarle, verdaderamente el chico estaba impresionantemente bueno y además era el típico chico que, aun sabiendo que lo estaba, no presumía de ello, su sencillez hacía que llamara más la atención.

Alfonso salió del aseo sin toalla. Se acercó hasta nosotros. Mientras hablaba con Arturo, se acercó por mi espalda y me quitó la toalla pero no hice nada, me quedé charlando como estaba a la vez que preparaba la cena.

A los pocos minutos, salió del aseo Elena con la toalla igual que la tenía yo un momento antes y al ver que Alfonso y yo estamos sin ropa, se la quitó también y seguidamente su marido. Los cuatro desnudos por la casa nos sentamos a cenar y después a charlar en el salón.

Me senté en un estrecho sofá junto a Arturo y Elena con mi marido, pusimos la televisión para ver una película. Apagamos la luz dejando que el resplandor de la pantalla fuera el único foco que iluminaba la habitación.

Al cabo de unos minutos, apoyé mi cabeza sobre su hombro a la vez que él me pasaba su brazo por mis hombros para rodearme el cuello. Poco a poco me iba dejando caer un poco más hasta que terminé tumbada con la cabeza en sus piernas. Notaba que su pene se endurecía lentamente. Levanté mis manos para colocarlas como si fueran mi almohada y sentir mas de cerca su erecto pene. Con mis dedos comencé a acariciarle mientras él bajaba sus manos hacia mis pechos para rozar mis pezones suavemente. De vez en cuando las deslizaba por mi cintura rozando mi piel con ternura.

Me estaba excitando por segundos. Giré la cabeza para mirar a Alfonso y ver que estaba haciendo. No conseguí ver su cara, la tenía tapada con la cara de Elena besándose apasionadamente en la boca. Les seguí mirando hasta que Elena abriendo las piernas se sienta encima de mi marido si despegar sus labios. Alfonso le tocaba los pecho con la misma delicadeza que Arturo me los tocaba a mi. Aquella situación me estaba gustando cada vez mas y animaba mi excitación. Me volví hacia Arturo y girándome ligeramente me coloqué para que mi boca se situara a la altura de su pene. Lo besé, sacaba mi lengua y la pasaba lentamente por toda su longitud. Abrí mi boca para meterla hasta el fondo de mi garganta, la sacaba y volvía a meterla. Él deslizó su mano hasta mis muslos acariciando la cara interna con tanta suavidad que podía sentir como me mojaba con mis líquidos. Separé las piernas para se buscara entre mi pelo la parte más sensible de mi. No tardó en encontrar mi clítoris para rozarlo lentamente y hacer que me estremeciera.

Conforme aceleraba el movimiento de mi boca en su pene, él aumentaba el ritmo de sus dedos sobre mi clítoris hasta que hizo que alcanzara mi primer orgasmo. No creo que lo olvide nunca.

Cerré mis piernas con su mano en mi vagina. Me levanté y me puse igual que Elena con mi marido. Comencé a besarle con pasión y deseo. Bajé mis manos hasta mi entrepierna, separé los labios y me metí aquel maravilloso pene hasta lo mas profundo de mi.

Comencé a subir y bajar, primero lentamente, después aumentando el ritmo. Oía a mi marido gemir de placer acompañado por los de Elena. Aquel sonido me excitaba haciendo que me moviera cada vez más rápido hasta que alcancé el segundo orgasmo. Estaba tan excitada que cualquier roce me hacía llegar a un orgasmo.

Elena se levantó del sillón e hizo que Alfonso se levantara para sentarse a nuestro lado. Ella se colocó detrás de mi y comenzó a tocarme los pechos. Me levanté, me di la vuelta y la besé en la boca con tanta efusividad como con su marido. Sus pechos y los mios se juntaron y el roce de sus pezones con los míos me levantaban la excitación nuevamente.

Me tumbó sobre el sofá donde estaba antes, me separó las piernas y comenzó a rozarme el clítoris con su lengua. Desde mi posición llevé mi mano hasta su vagina para buscar su clítoris y frotarlo. Abrió sus piernas y las colocó a ambos lados de mi cara. Mi lengua repetía lo que estaba sintiendo en mi vagina, imitaba sus movimientos.

Cuando ambas alcanzamos el orgasmo, miramos a nuestros maridos que se estaban masturbando el uno al otro mientras nos miraban.

Arturo se levantó para colocarse de rodillas frente a Alfonso, agarró su pene y se lo llevó a la boca para hacerle una gran mamada. Visto ese espectáculo la excitación de Elena y la mía creció nuevamente y nos fundimos en un abrazo juntado nuestros cuerpos para continuar con una nueva oleada de placer.

Nuestras parejas se levantaron del sillón para venirse con nosotras, se pusieron a nuestro lado para ver más de cerca como nos besábamos, nos tocábamos y nos masturbábamos. Con una mano agarré el pene de Arturo mientras con la otra seguía con los dedos dentro de la vagina de Elena.

Alfonso se levantó para colocarse detrás de Elena, le abrió las nalgas y comenzó a meter su lengua. Cuando le había lubricado, acerca su pene y empieza a meterlo poco a poco para no hacer daño. Yo quería probar eso también con el miembro de Arturo. Me retiré para colocarme sobre el respaldo del sillón adoptando la misma postura que nuestra amiga y sin mediar palabra, Arturo comenzó a mojar mi trasero para introducir ese maravilloso miembro viril.

Dejé mi cabeza apoyada sobre el respaldo para masturbarme con una mano y a la vez hacerlo a Elena, mientras ella me acariciaba los pechos a la vez que su marido.

Elena y yo habíamos disfrutado de varios orgasmos y nuestros chicos estaban a punto de correrse dentro de nosotras. Cuando lo hicieron, nos tumbamos sobre el sofá para relajarnos. Habíamos terminado exhaustos de tanto placer.

Los chicos se levantaron los primeros para ir al baño a darse una buena ducha y se fueron a la cocina para prepararnos algo fresco para tomar. Nosotras nos duchamos juntas. Aunque estábamos cansadas, quisimos darnos el último placer y enjabonándonos el cuerpo mutuamente llegamos a un nuevo orgasmo.

Al término de las bebidas decidimos acostarnos y pedí acostarme con Arturo esa noche mientras Elena y mi marido durmieron juntos.

A partir de aquel día, cuando estábamos en casa, siempre nos mostramos desnudos, nada de ropa, como si fuera una casa nudista.

Esa misma tarde nos fuimos al río y practicamos otro juego que os contaré en la próxima carta.

Un beso a todas y todos.