Judith (3)

La sumisa entrrega su virginidad

-Bueno me queda virgen el culo y me lo ha pedido pero no se lo daré nunca.

Me reí con ganas. Permaneció en silencio un poco.

-Ama –dijo de pronto- ya que solo tengo una cosa virgen, haz que deje de serlo.

-No, eso necesita preparación y no tengo material adecuado y además te dolerá.

-Si tu lo deseas yo también, soy tu perra y me gustaría que tengamos un recuerdo de algo nuestro, solo nuestro, desvírgame el culo, por favor.

Yo estaba como un moto, más salida que el pico de una mesa. Me incorpore de la cama.

-Ahora vengo –dije- mientras tanto desnúdate y guarda el vestido de novia.

Di una vuelta por la casa buscando no sé muy bien que. Tarde un poco para que pudiera guardar el vestido.

Cuando entre de nuevo en el dormitorio la vi en un rincón, arrodillada, con sus posaderas apoyadas en los talones y las manos sobre los muslos.

-¿Qué haces así?

-Esperarte, Ama. Vi por la red que esta era la postura de espera de una esclava.

Sonreí y ella tabeen lo hizo.

-Sube a la cama y ponte a cuatro patas, perra.

Obedeció inmediatamente. Comencé a palmearle el culo. Me gustaba ponerlos bien colorados. Alternaba rápidos y flojos azotes con otros espaciados y mas fuertes. Con estos últimos mi perra gemía. Cuando me canse comprobé que su coño estaba completamente rezumando jugos.

Moje un dedo y humedecí su ano. Estaba completamente cerrado, era verdad que era virgen, cosa que no había dudado. Luego lo lamí, la verdad es que me gustaba hacerlo y que me lo hicieran, pero esta noche Judith era la protagonista.

Volví a mojar mi dedo índice y se lo introduje por el esfínter. No opuso ninguna resistencia. Estaba bien lubrificado. Con la otra mano iba tocando su vagina y clítoris, masturbándola con suavidad.

Saque el dedo y en esta ocasión moje dos. Una vez dentro de su culo los moví como si los follara con ellos Mi otra mano seguía trabajando su coño. La pera suspiraba y gemía de placer.

En el baño había encontrado un bote de crema que podía valer como lubrificante, lo use para lubrificarla, le puse una buena cantidad, yo me embardune tres dedos.

Los dos primeros entraron bien, con el tercero fue más trabajoso y una vez que traspaso el esfínter, mi perra manifestó signos de un poco de dolor, pare.

-Sigue Ama –dijo- te lo suplico.

Le folle con los tres dedos un rato, mientras que con la otra mano jugaba con su hinchado clítoris pero controlando para que no se corriera. Gemía como una perra.

Al tener el dedo menique también lubrificado comencé a metérselo. Judith se retorcía, empujaba con su culo, estaba fuera de sí.

Me dieron ganas de intentar meterle el puño, pero me pareció que era demasiado para una primera vez.

La folle un rato así. Luego saque los dedos de golpe, sabiendo que la iba a producir algunas “molestias”. Gritó.

-No te muevas –la ordene-

Fui al baño, había visto unos espráis en el armario, elegí el de laca para el pelo, ya que era el más largo ya que de grosor eran más o menos iguales.

Lo embardune bien de crema y lo apoye en el ano de la perra.

-¿Dispuesta a entregar tu virginidad? –pregunté-

-No lo dudes, Ama.

Empecé a empujar el espray de laca, al no tener punta me costó trabajo. La sumisa gritaba.

-¿Te duele? –Pregunté aunque sabía la respuesta-

-Claro que duele.

-Si quieres lo dejamos.

-Sigue Ama quiero tengamos algo solo nuestro.

Fue costoso y doloroso pero al final meti la mitad aproximadamente. La deje descansar un rato que aproveche para pellizcarle los erectos pezones que lucía, también se los lamí. Se tranquilizó y dejo de llorar.

A pesar de todo lo padecido tenía la vagina chorreando. Con suavidad comencé a masturbarla. Poco a poco fue suspirando, momento que aproveche para meterle dos dedos y follarle el coño. En seguida gemía.

Saque los dedos y le di varios azotes en las nalgas.

-No pares –oí que decía-

Comencé a sacar y meter el espray en su ano mientras que seguía con la manipulación sobre su clítoris.

En dos o tres minutos comenzó a moverse como una loca, aunque seguía a cuatro patas,

-Córrete –le grite-

No gemía, gritaba como una loca. Se derrumbó sobre la cama y sufrió de espasmos. Yo seguía con mis dedos frotando su botón. El bote de laca comenzó a salirse lentamente, deje que ocurriera, creo que era mejor que si yo se lo sacaba.

Me recosté junto a Judith, abrazándola. Me pareció que tiritaba. Se giró y me abrazo, tenía lágrimas en los ojos. Me beso toda la cara, en el cuello, la boca.

Espere un rato, incorpore un poco, apoyando la espalda en el cabecero de la cama. La agarre del pelo y dirigí su cabeza a mis pechos. Los beso, lamio y acaricio. Luego de la misma manera le baje a mi coño que también estaba empapado como hacía tiempo que no lo estaba y le obligue a que me lamiera y me metiera los dedos.

Lo hizo bien, muy bien, no le solté el pelo, quería sintiera que era mía y hacia lo que yo decidía. Me corrí como una perra caliente en su boca.

Alce su cabeza.

-Ahora vas a limpiar todo mi flujo y te lo vas a tragar.

-Si Ama –dijo con una sonrisa-

Cuando terminó nos quedamos dormidas en su cama de matrimonio, que había tenido un buen estreno, incluso el colchón tenia puesto aun el plástico.

Al día siguiente volví a casa, quedamos en vernos por cam los días que faltaban hasta la boda. Los últimos días.

Paso la boda, volvió del viaje de novios, me lo puso en un mensaje, pero como ya me había advertido se cortaron todas las relaciones aunque fueran por cam.

Judith de vez en cuando me enviaba un mensaje, yo le contestaba y nada más. Nada de llamadas. Al principio me molestaba que no llamara pero con el tiempo todo se va olvidando.

Pasaron los meses y ya casi me había olvidado de la perra sumisa como objeto de dominación y por descontado de sexo.

Un viernes por la  mañana estaba en el trabajo, mi móvil vibro. Al ver la pantalla me dio un vuelco el corazón ya que Judith me llamaba.

-¿Si?

-Hola –contesto, me alegre mucho de oír su voz-

Tras los saludos de rigor y de preguntarnos como estábamos, me dijo el motivo de su llamada.

-Llego sobre las siete de tarde a la estación de autobuses, me preguntaba si podrías ir a buscarme, ya sabes que no conozco tu ciudad.

-Claro que puedo, pero dime ¿Cómo es que vienes?

--Gracias por recogerme, luego te cuento.

Colgóel móvil. Dude en llamarla pero decidí esperar a la tarde. El resto de la mañana paso muy lentamente, casi no comí, los nervios no me dejaron, estaba dando vueltas a por que venía. La tarde paso volando cuando me di cuenta era hora de ir a esperarla.