Juanjo y su tío Fran

Juanjo y su tío se lo montan. Fran le cuenta a su sobrino que fue su padre el que le desvirgó.

Juanjo y su tío Fran.

(Este relato es continuación de “Zapas amarillas”, publicado el 14 de febrero)

Juanjo conducía la furgoneta a través del páramo de hierba verde cubierto de escarcha. El sol entraba por la ventanilla.

“Este chico me vuelve loco”, pensaba Fran mientras miraba cómo el sol se reflejaba en los rizos rubios que sobresalían de su gorro de lana azul. La verdad es que se parece mucho a su madre, no a su padre ni a mí que si nos parecemos, pensaba. La luz vibraba en su escaso vello rubio que se entreveía por el cuello de su camiseta de botones, lo mismo que el que cubría sus antebrazos.

Me excitaba verle andar y mirar su pequeño, redondo y duro culo enfundado en sus raídos jeans. Ahora me fijaba en el abultado montículo que formaba su sexo bajo la desgastada bragueta, y en sus fuertes muslos que se ajustaban en sus pantalones. Las zapas amarillas que le había regalado no se las quitaba desde aquella noche, como si fueran sus “zapatillas de la suerte”.

Mi sobrino me ponía bruto, tenía un cuerpo menudo pero perfectamente definido, una polla de potro zaíno, que se hinchaba, se endurecía y se descapullaba hasta dejar su perfecto y rosado fruto al aire,  y notaba cómo mi polla se iba empinando hasta que me delataba por el bulto que se formaba bajo mis pantalones grises de chándal.

Pensaba en follar con él, en meter mis manos bajo sus dos camisetas, en invierno se ponía dos en vez de una: una de manga larga sobre otra de tirantes; y acariciar su cálida y suave piel, una suavidad viril, nada femenina. No pude contener la tentación y le acaricié el muslo.

Juanjo me miró y se sonrió : -“Estás salido?”…

-     No sabes cómo

-     Pues voy conduciendo, osea que no hagas tonterías.

-     Podemos parar donde Johnny y pasar la noche

Me miró, sonrió y afirmó con la cabeza.

La furgoneta aparcada frente al hotel de carretera. Juanjo me miraba sentado en la cama y con la espalda en el cabecero. Me quité la camiseta de manga larga y los bóxer de medio muslo.

-     Me voy a dar una ducha, chaval.

Me miré en el espejo y me gustó lo que vi, pero ya comenzaba a asentarse la grasa en donde no debía, pero en conjunto estaba bastante bien.

Cerré los ojos mientras el agua caliente resbalaba por mi cuerpo y sentí a Juanjo entrar en la ducha y acercase a mí por la espalda.

-     Voy a enjabonarte- Me dijo.

No me preguntó, sólo lo dijo. Cogió el gel y comenzó a pasarme las manos enjabonadas por el cuerpo… el cuello, el pecho, las axilas, el vientre… y el sexo en el que se detuvo y enjabonó con suavidad los cojones metiendo las manos bajo ellos, descapulló mi chorra, que iba endureciéndose a medida que la lavaba, bajaba y subía el prepucio, acariciaba y apretaba el glande hasta que estuvo a punto de estallar.

Noté su cuerpo detrás de mí, sus manos en mi peludo culo acariciándolo, metiendo los dedos entre las nalgas hasta llegar al ano, detenerse en él y acariciarlo suavemente con la espuma del gel. Aquello me hizo gemir de placer. Juanjo se acercó a mí, su cara en mi cuello, sus labios en mi oreja y sus dedos jugando con el lugar más sensible de mi cuerpo, que me hizo abrir las piernas de forma instintiva para que jugara con mi agujero. Aquella sensación y pensar que me follaría me calentaba a lo bestia.

-     Ahora quien es la puta… tío?

Me calenté aún más,  abrí las piernas y dejé el culo a su disposición. Mientras me mordía, metía un dedo tras otro como yo lo hice con él. Toda mi pasión se situó en el centro de mi deseo mientras le oía decir que yo sería su puta,  me llamaba “mi amor”, “mi zorra”, “te voy a reventar ese culo de maricón”, “mi polla quiere follarte” etc. etc… Todas esas palabras me excitaban a tope y me recordaban sesiones de sexo que había tenido con su padre (pero esa es otra historia).

Dejó resbalar su rabo por la raja del culo  jugando con su capullo en mi entrada mientras me acariciaba el cuerpo, los huevos y la polla. Metía la mano entre el vello de mi pecho para encontrar los pezones y jugar con ellos, los pellizcaba hasta ponerlos duros y luego tiraba de ellos, agarraba el prepucio y lo estiraba hasta hacerme daño, pero me provocaba tal excitación que me hacía gemir.  Noté cómo embadurnaba su tranca  con gel y se dispuso a penetrarme.

Yo estaba deseando ser follado por mi sobrino y al notar la punta de su polla en mi ano, me abrí y gemí de excitación. Sí…, me oí decir… Sí…fóllame… lo necesito…

-Ya voy putón… ya voy-. Su voz resonaba en mi oído y su lengua me lamía la oreja a la vez que hacía presión con su verga en mi culo y entraba suavemente, poco a poco  resbalaba y entraba del todo en mi interior. El placer causado por la entrada de su butifarra era total, el notar como me atravesaba los esfínteres me hacía volver a gemir y a suspirar mientras notaba cómo su polla entraba y salía de mí. – ¡Dios!….- gruñí mientras el placer anal me volvía loco. Y al final entró del todo. Sentí su vello pubital en mi culo y cómo sus cojones chocaban contra mí, pero el placer de ser follado fue tan sublime que de mi garganta surgió un sonido gutural áspero.

La follada que recibía presagiaba un orgasmo que haría historia. El placer que me provoca se acrecentaba con las palmadas que me daba en las nalgas, los mordiscos que me propinaba en el cuello y las guarras y obscenas palabras que me susurraba.

Subió el ritmo de la follada hasta que se corrió como un semental en mi interior. Noté sus espasmos, pero decidí no correrme aún, quería esperar a que se vaciara para hacerle mío. Esperé, y al fin se calmó después de haber soltado todo el contenido de sus cojones.

Esperé ese momento para girar su cuerpo con un movimiento rápido y aplastarle sobre la pared y dejarle a mi merced. Sin que mi polla bajara la firmeza y con el deseo de poseerlo, embadurné de gel su culo y mi tranca y se la clavé de una vez sin miramientos. Juanjo soltó un gemido agudo de placer y se dejó hacer mientras yo le follaba con fuerza hasta que me corrí en su interior. Un orgasmo histórico.

Exhaustos nos dejamos caer sentándonos en el suelo de la ducha y dejamos correr el agua sobre nosotros.

Confesión de Rafa a su sobrino Juanjo

“Tu padre me desvirgó”.

“Ya sabes que tu padre está como un tren…, no, no me mires así. Tu lo ves como tu padre pero tienes que reconocer que está un rato bien y de joven… de joven estaba para comer y no echar gota… y nunca mejor dicho.

Ya sabes que tiene cinco años más que yo osea que cuando yo estaba en pleno desarrollo, el ya tenía veintiuno y tenía un cuerpo que quitaba el hipo: alto, fuerte, guapo como nadie y con un vello que era mi envidia y mi fijación. Me encantaba verle desnudo, ver cómo su gran verga surgía de entre su peludo pubis y sus cojones igual de velludos. La verdad es que yo no estaba nada mal porque me parecía a él pero en reducido, aunque ya tenía abundancia de vello sobre mi polla y un reguero me subía hasta el ombligo,  me faltaba mucho para llegar a ser como él. Como puedes ver, hoy ya puedo hacerle la competencia.

Me hacía el dormido mientras él se desnudaba y se masturbaba bajo las sábanas. Miraba sus movimientos hasta que se corría y cómo se limpiaba después.

Todas las noches esperaba la liturgia de su masturbación con devoción.

Una noche tu padre retiró su sábana dejando salir su miembro de la bragueta de su pantalón y me hizo un gesto con la mano para que me acercara a su cama. Yo estaba como hipnotizado. Me quedé de pie a su lado mirándole. Me dijo que me tumbara a su lado y al ver mi indecisión, me dijo que sabía que le observaba todas las noches y que quería que me tumbara junto a él. Así lo hice, me colocó el cuerpo dándole la espalda. Me abrazó y noté como su tranca dura como una piedra se acomodaba entre mis nalgas. Su olor a jabón y colonia de baño me envolvió produciéndome un gran bienestar. Me abrazó y buscó mi miembro bajo el pantalón y lo apretó mientras restregaba su miembro encajado en la raja de mi culo. Así estuvo un rato hasta que apretó mis huevos y noté como soltaba toda su leche. Siguió abrazándome hasta que su profunda respiración me indicó que se había dormido.

A partir de aquella noche, sin decir palabra, me acostaba junto a él para seguir el rito sexual que a cualquier adolescente le volvería loco. Había adquirido la pericia de esperar a que notara que mi hermano iba a correrse para hacerlo a la vez que él y eso me proporcionaba un inmenso placer de unión y comunión con Eduardo, tu padre. Según fue pasando el tiempo, noté que mi ano se estremecía de placer cuando me rozaba con su tranca y me acercaba más a él, abría el culo y dejaba que me excitara hasta el punto de desear que la punta de su falo fuera entrando.

Una vez ya no pude más de deseo y me bajé el pantalón para notar su pollón en toda su dimensión, con todo su calor, su suavidad y su humedad. Apreté  mi nalga de manera que su miembro se acoplara y comenzara a resbalar por mi canal. Yo abría el culo para que su capullo fuera dándome placer y entrara poco a poco.

Te va a doler niño, me dijo. Me da igual, le respondí, quiero que me hagas tuyo, quiero que me folles.

Se levantó en busca de una pomada, se embadurnó el rabo  y mi culo. La excitación y el placer de notar como me masajeaba el ojete hizo que un chorro de precum corriera por mi tronco proporcionándome un placer sin igual. Mi hermano notó mi reacción y se animó a ensartarme. Levanté la pierna para darle facilidad y allá fue su polla. La entrada de su capullo me dolió tanto que mordí la almohada para acallar el gemido de dolor.

Me calmó con caricias y besos para continuar con su penetración y yo me dejé hacer. Poco a poco fue entrando hasta que noté que la totalidad estaba dentro de mi. El dolor había hecho que las lágrimas corrieran por mi cara. Sentí cómo su dedo pulgar me las secaba, me besaba y poco a poco comenzaba a mover su pelvis.

Fue una follada en todo su esplendor.

El dolor fue cediendo y el placer se apoderó de mí. Gemía mientras era follado. Mi culo también gemía y pedía más, mientras las manazas de mi hermano apretaba y acariciaba mi sexo y mordía mi cuello. Aquello fue a más… a mucho más. Mi hermano bufaba, yo gemía hasta gritar  y las pollas disfrutaban con la sobredosis de sangre que las hacía reventar.

Nos corrimos como bestias.

A partir de esa noche, la follada era segura.

Con el tiempo, se ennovió con tu madre y se casó, pero no sin embargo  dejamos de hacerlo.

Quiero a tu padre con toda mi alma,  como ahora te quiero a ti”.


La puerta de mi casa se abrió de un golpe y un huracán entró en mi casa. Un fuerte golpe en la cara me tiró al suelo. Ya en el suelo, los golpes continuaron mientras oía frases inconexas como:…”de puta”, …”der”, … “mhijo”, …”ricón de mierda”…

Me acurruqué en el suelo y me cubrí la cabeza con los brazos para evitar los golpes hasta que llegó el silencio y los golpes cesaron. Sentí como el cuerpo de mi hermano se sentaba en el suelo junto a mí. Se abrazó las piernas, metió la cabeza en las rodillas y comenzó a sollozar sin consuelo… “¿Cómo has podido?... ¿Cómo…?

Me incorporé y me acerqué a él, le abracé y le besé. “Eduardo… le quiero… le quiero mucho”.

Cómo has podido… cómo… con mi hijo… eres un cabrón…

“Eduardo, le dije con calma al oído, yo también era tu hermano… soy tu hermano y no he dejado de quererte nunca”. Le volví a besar y a abrazar hasta que levantó su rostro lleno de lágrimas y me besó. “Fran…, me dijo, yo también te quiero”… “lo que más”.

Acercó su cara a la mía, sus labios a los míos y me besó.

En ese beso había tanto, tanto amor…