Juana, Susana, y los mellizos
Cierta tarde, al pardeo del ocaso del sol, ante la anunciada llegada tarde del esposo, ausente por sus turbios negocios, Juana invitó a los mellizos a casa; entre una lucha encarnizada de pensamientos en choque. Estos fueron al departamento. Ella los recibió relumbrante, colmada la belleza en minifalda, medias y liguero. Coqueta, manifestaba las dulces nalgas envueltas en diáfana tela como suave bruma. Empinándose intencionadamente, mirada tan voluptuosa, provocaban el tacto, el beso, y el olisqueo. Los mellizos, atiborrados de excelsa incitación; deseaban mordisquear pedazos de aquella celestial belleza.
JUANA, SUSANA, Y LOS MELLIZOS.
Juana se encontraba en el umbral de un giro apasionado en su vida sexual. Madura al esplendor masivo de unas consistentes nalgas, en años de lucha de sentimientos encontrados; añorando revolcones fortuitos con extraños; sintiendo múltiples manos y dedos despojándola de sus cubrientes pétalos sensuales. De tal manera fluía su existencia.
Resguardada en su masturbante imaginación, emergía víctima, posesa contra su voluntad; mitigando con ello, mendrugos al pan de culpa.
El esposo de Juana, pasea al perro por el parque, hermosas tardes de sol refulgente; tendido al tenue ocaso, apoltronado dormido batiéndose con indiferencia y egoísmo; gozando del producto masivo de ilícitos negocios. Derrotero extraviado; carcelero feroz de volátiles sueños. Alas desangradas cercenadas.
Al oscuro cobijo del baño, la inmensa goma fálica, anega las femeniles grutas sombrías; gritos acallados de Juana: los oídos del carcelero. Los tenebrosos actos del hombre, la han arrastrado a torbellinos de desprecio e inhumanidad. Pero calla. El esposo con cuenta gotas, deposita el esperma, con exiguos refregones. Juana ahoga un suspiro, mutilada en su orgasmo. El tiene muchas amantes.
Juana agració a unos sublimes mellizos. Deseaba esa virilidad. La imagen de ellos, estallaba en miríadas la mente de Juana, partículas de brillante imaginación: engarzada sexualmente con ellos.
Al contubernio de tales planes, su amiga y vecina Susana, excitada y posesa de sus nalgas, las sacudía a cada empellón de sus caderas; con aquella fálica enormidad fija al pubis con un cinturón. Monumentales aullidos emitía Juana: "así me cogerán los mellizos" . Al escucharla, Susana delirante, halaba su cabello, montándola; y besando de cuando en cuando, su nuca de ébano. Susana suponía a los mellizos, parte de una intensa fantasía erótica.
El marido de Juana, machista, pensaba que: Juana y Susana, eran descerebradas, cuchicheando banalidades, "propias" del sexo femenino. Pensamiento errado, desconocía como ambas saboreaban el dulce camino embadurnado de lesbios.
Juana y Susana, bendecían los ojos del tranquilo barrio italiano a donde iban a juguetear incógnitas. Visión de hermosas piernas: aleteando libres al viento, plumas de seda sujetas a ligueros resaltados de encaje. Minifaldas volcánicas, cuya existencia yacía oculta en casa de Susana. Los apetitosos traseros expuestos, cubiertos de nítida seda, al ascenso premeditado de escaleras; los hombres percibiéndolas abajo, y manoseándose erectos, e insensatamente excitados. Algunos de ellos suplicantes las abordaban, pero Juana sentía terror ante un posible encuentro real.
Al ocaso, tornaban como 2 niñas jubilosas, corriendo a su departamento; al arribo del marido de Juana, esta se encontraba vestida como en la mañana; "calladita y dispuesta". Y Susana, se retiraba a contar las travesuras a su esposo, gozando con solaz locura; desencajando el esposo gritos de placer en ella, ante la enardecida succión del licor agridulce, emanando por el hirsuto y ardiente pubis de la mujer.
Al juego de lesbios, ambas mujeres imaginaban los tintes espásticos de la utopía: Los esposos viéndolas; torrentes de jugos pasionales volcándose imaginados, sobre las sabanas; inundando con esencia de mujer el espacio. Inventaban a sus esposos, intercambiados en cada una, enganchándolas a todo vapor, en mil posiciones deleitosas. Mientras tanto encharcaban sus dedos de una y otra, alternadas en sus vaginas.
Juana odiaba ser amiga del único invitado sexual en su vida: el internet. Mas era el producto de lo invertido por ella. " La responsabilidad de nuestras vidas, es nuestra" pensaba Juana, mas se horrorizaba ante la posibilidad de un encuentro verdadero, la peligrosidad y tozudez del esposo la acabarían sin dudarlo: Sentada en su casa, tecleando imaginaciones en una maquina, con un amante lejano, y posiblemente inexistente. Engañándolos, y engañándose a si misma, con los genitales ardientes pegados a una inerte cámara, cuyo ojo mecánico descubre la gruta y pechos al amante lejano, mientras pensaba: ¡Si con tal cosa nos contentamos, con tal nos pagará la vida!
Cierta tarde, al pardeo del ocaso del sol, ante la anunciada llegada tarde del esposo, ausente por sus turbios negocios, Juana invitó a los mellizos a casa; entre una lucha encarnizada de pensamientos en choque. Estos fueron al departamento. Ella los recibió relumbrante, colmada la belleza en minifalda, medias y liguero. Coqueta, manifestaba las dulces nalgas envueltas en diáfana tela como suave bruma. Empinándose intencionadamente, mirada tan voluptuosa, provocaban el tacto, el beso, y el olisqueo. Los mellizos, atiborrados de excelsa incitación; deseaban mordisquear pedazos de aquella celestial belleza.
Una oleada de calor vertida por las glándulas de los jóvenes, cubría persistente la frente de ellos. Juana hervía de pasión, miedo, y emoción. Era la primera vez, que otros hombres, diferentes a su esposo, la empalmarían. Dentro de su delirante pasión, había preparado una cámara para filmarse con los jóvenes.
El mensaje erótico estalló alucinante en el cerebro de los mellizos, abalanzándose sobre el firme cuerpo de Juana, la cubrieron de besos toda, al furor intenso de su natural pasión. Una gruesa capa de saliva maquillaba el bello cuerpo. Los mellizos en calzoncillos, la enormidad fálica, descollando y amenazando con brincar. Juana deleitándose con la hermosa visión, palpitante ahora entre sus manos. Los calzoncillos cedieron, la verga de ambos, resorteó fuertemente, desperdigando gotas de néctar masculino al erótico entorno.
Juana preparó la cámara: "es para deleitarme a solas". Los mellizos olisquearon el abrasador anhelo albergado en su interior, manando de las entrañas femeninas; estuvieron dispuestos y enormemente calientes, de colmar la candente quimera.
Ambos la besaban arrebatadamente, lamiendo su cuello. Uno de ellos, se pegó con su verga al generoso culo de ella; restregando el goteante palo, sobre las braguitas sensuales. Los pechos brincaban jubilosos, con los pezones erectos. El otro mellizo por enfrente, picoteaba el pubis de Juana, con su erección. La lechosa mezcolanza la impregnaba. La voluptuosidad amenazante: Ella deliraba, una escena brutal por la emoción contenida durante años, por una mujer sensual, plagada de erotismo.
El mellizo enfrente de Juana, tomó un pecho y succionó vorazmente el pezón; era imposible detener el ímpetu vertiginoso de los jóvenes. Las braguitas deliciosas fueron bajadas con furor intenso de su cuerpo; ya habían cumplido la misión de excitar a los mellizos. Uno de ellos, sepultó nariz y boca en el pubis afeitado de ella, succionando a sorbos estridentes los fluidos, y relamiendo el oscuro culo también. Mordisqueaba gentilmente el clítoris, extirpándole alaridos de fogosidad. El otro la besaba enloquecido, en los labios, cuello y tetas.
Juana yacía sobre el sillón de su sala, y el mancebo que la mamaba abajo, levantó sus piernas enfundadas en finas medias colocándolas sobre sus enormes hombros; y situó la cabeza goteante de su pene, en la entrada de la pulpa mojada entonces la sumergió de ¡un solo empellón!...Juana emitió unos chillidos similares a una joven que hubiera sido desvirgada; esto, enardeció mas al mellizo, quien la embistió fuertemente, y con velocidad inaudita: "mete-saca-mete-saca" a fuerza y velocidad de locomotora de vapor; los chillidos intensos eran estimulantes. Al unísono de la escandalosa gritería de Juana, la acompañaban los estridentes borborigmos vaginales.
Mientras que el otro mellizo, sofocó los ardientes gritos, al introducir su ingurgitada verga dentro de la dulce y sensual boca de Juana; succionándola enloquecida. El mellizo eyaculó chorros dentro de la candente vagina.
El otro hermano, sustrajo el pene de su pequeña boca, y brincó de inmediato a tomar el lugar dispuesto; ella permanecía con las piernas abiertas, y el secaba levemente la vagina con las braguitas y la metió toda de golpe, enloquecido de ardor; Juana aulló ensordecedoramente. La fuerza de la acometida, sustrajo a borbotones la carga de semen adentro, bañando las hermosas nalgas hasta la espalda.
El otro mellizo bebía su cerveza sudoroso y agitado, viendo la escena de posesión salvaje; los tremendos bombazos de su hermano sobre aquella increíble y sensual mujer.
Juana: Regalo divino a sus anhelos juveniles, escasamente satisfechos por el raquítico suministro que padecían. Eran tiempos malos para dos pobres estudiantes.
El segundo mellizo recostado sobre el sofá, ahora tenía a Juana encima de el, sentada y clavada en su verga endurecida; entonces, el primero se acercó a ellos, pidiendo a su hermano separara las nalgas de ella, viendo el culo amoroso. Juana intuía lo que le esperaba, y jadeaba estridente: el tan ansiado y fantaseado sándwich imaginado cientos de veces, cuando se masturbaba al cobijo de la soledad.
El mellizo empujaba la henchida cabeza, tratando de dilatar el trasero de Juana, pero este la repelía dada su apretada integridad; mientras esta ¡chillaba como loca!...jamás había sido posesa por tal lugar; solo en fantasías eróticas. Por fin, el constreñido y delicado anillo cedió ante la pujanza de su fogoso poseedor; la cabeza tumefacta del gemelo quedó fuertemente atrapada por el oscuro y ahora dilatado conducto anal.
Juana pujaba frenética entre gritos febriles. El mellizo que se encontraba dentro de la vagina, no cesaba de asaltarla también, mientras las tetas brincaban, y el trataba de atraparlas con su boca. Luego Juana sintió que su culo se expandía aun mas y gritó disfrutada, mientras se preguntaba: "¿como podría albergar ella, tan enormes porciones de carne en sus profundidades ?".
Después de un tiempo, el mellizo en su vagina, eyaculó abundantemente, elevando el cuerpo de Juana y de su hermano, a instancias de la violenta eyaculación. El sofá chirriaba; los violentos embates lo estremecían, desplazándolo centímetros de su lugar original; ¡que importaba si lo destrozaban! En el reposaba el infame carcelero.
En aquel momento el gemelo se retiró a tomar una cerveza, emanando sudor el otro, dentro del culo hermoso de Juana, la picaba sin cesar; parecía no acabar jamás, era una maquina entrando y saliendo, lo añorado durante años. Era una fuerza bruta las nalgadas retumbaban deliciosas entre nalgadas y "ayes" estimulantes de Juana, quien le decía: "massss..masss..culeame culeame soy vuestra putita de mis dos niños papitos hermosos".
Juana gritaba, suplicaba, lloriqueaba, les decía: "mis bebés preciosos", "mis niños" maaaas maaaas y más le daban. Por fin eyaculó, rebosando el interior de su culo de semen caliente permaneció exhausto y recargado, como un fardo sobre las nalgas y la espalda de ella; tremendamente fatigado. Juana hizo gran esfuerzo para quitar el fardo humano de encima. Al extraer el gemelo, su aun dilatada verga del interior, hubo suaves chasquidos y emanación de fluidos; Juana percibió un delicioso estimulo y pidió permiso para ir al baño. Las piernas titubeantes a cada paso, mientras borbollones de semen emanaban por ambos orificios.
En el baño Juana pujó para eliminar los litros de espumoso fluido. El estrépito del torbellino de semen saliendo por su culo, fue como un llamado de placer para el segundo mellizo ¡se abalanzo sobre Juana!, sin pedirle permiso, la volteó sobre el retrete, y empujo su verga sin piedad por culo; ella lloraba, apoyando sus manos sobre el retrete, y volteaba a enviar besitos con su boca pardita. Las medias y liguero empapados de sudor y extracto seminal eran una mezcolanza.
Juana fue chorreada de nuevo luego fue a bañarse, mientras sentía el culo palpitante, abriéndose y cerrándose. Sus nalgotas rebosaban amor. Fue a su recamara, y se colocó un hermoso baby doll negro, que nunca había estrenado. Los mellizos reposaban, pero al ver a la hermosa mujer, envuelta en tan sedosa y suave vestimenta, con medias negras arremetieron de nuevo llenos de amor.
La tumbaron, esta vez en la alfombra; ambos mamaban sus tetas; e introdujeron cada uno de ellos, dos dedos por la vagina. La dilatación de esta fue enorme, y Juana espasmódica, por las descargas orgásmicas revolviéndola, mientras los dedos traspasaban sus adentros. Sus alaridos, fácilmente se escuchaban en todo el edificio. Juana lloraba en realidad, daba besos a sus pequeños niños, y mamaba la verga a uno y a otro. Una mano completa, hasta la muñeca albergaba en su interior ! Desfalleciente, sus gemidos eran ahora casi imperceptibles!
Los mellizos, espolearon sus vergas juntas dentro de la vagina de Juana. Esto, solo lo había visto en películas; nunca imaginó que pudiera suceder. Más semen fue derramado dentro, recorriendo la inmensidad de sus entrañas. El éxtasis se fusionó al cosmos erótico irresistible. El tiempo y espacio se dispersaron; su mente tocaba el universo entero, desperdigada en millones de corpúsculos, conoció dimensiones vedadas a las mentes ordinarias.
Los gemelos partieron; en la resonancia mental expandida, de una bóveda celeste, repica un hasta luego. La besan mil bocas el esposo de Juana estaba por llegar. Juana inundada de semen, yace tumbada y envuelta deliciosamente en seda negra empapada; la sequía gonadal de ellos. Las gracias emocionadas de los mellizos, la petición de volverla a ver Juana lloraba afirmativa e inmóvil.
...
Ella despertó a la luz del nuevo día, a la influencia soporosa de un posible sueño recostada en un hospital. Le dijeron al esposo que había convulsionado hasta casi morir. Una aguja clavada en su brazo. Con su fino y hermoso baby doll negro aun puesto, hablando de unos gemelos inexistentes.
Los médicos argumentaban alucinaciones post crisis convulsivas. Juana lloraba quedamente; sintiendo aun la ropa empapada de sudor y semen de su encuentro, mientras el esposo la escudriñaba enfurecido.
Permaneció recluida, al influjo de drogas y terapias. Se negaba a hablar. Los médicos descubrieron y tomaron muestras del fluido seminal dentro de ella y en sus ropas. Hablaban de una posible violación. A la visita de Susana, Juana pregunto a ella por los gemelos pero estos no existían. El marido amenazaba, sospechando adulterio, y acosando a Susana con miles de preguntas.
La noche del supuesto encontronazo sexual, Susana fue la primera en llegar a casa de Juana, ante la petición de los vecinos, por un posible crimen. Encontró la puerta sin seguro, y a Juana inconsciente tirada en la alfombra, sin bragas, sudorosa, y con la parte superior del baby doll arremangado al cuello. Supuso embriaguez, y el instinto de Susana, la llevó a tomar la cámara y esconderla en casa; conociendo la crueldad del esposo, y lo posiblemente ahí filmado. Había cervezas por toda la sala, y posiblemente en la recamara; un agradable olor a sexo inundaba la atmósfera. Todo cuanto pudo limpió Susana, encontrando huellas y olores inequívocos de fluidos de hombre.
En la soledad de su departamento, Susana y su esposo observaron en la grabación de video, una hora y media "en blanco".
La condición de Juana empeoró; Susana creía que todo se debió a los manejos inadecuados del hospital donde el esposo la recluyó. El la dejó en calidad de demente, apoyada por un siquiatra amigo, en franca complicidad descubierta tiempo después. Juana siempre hablaba de los gemelos, y repetía la misma historia; jamás hablaba de otra cosa. Susana cada vez la veía mas demacrada, despeinada y sucia, y con la "estercolera" bata hospitalaria puesta.
Al cabo de unos meses, Susana se enteró por el esposo de Juana, que había fallecido; sin embargo, no le fue permitido presenciar su cadáver, y el sepelio fue un secreto; el esposo amenazó a Susana si continuaba insistiendo con preguntas. Meses antes de su muerte, Susana no tuvo más acceso a ella; y pudo ver antes de eso, los brazos marchitos de Juana, amoratados; con su babeante boca, y su halito de suciedad presagiando muerte, en aquellos ojos otrora radiantes de hermosura.
Tiempo después, en forma misteriosa, llegó al domicilio de Susana, un paquete. En este Susana encontró un video, ¡apreciando la candente escena de Juana con los mellizos!; la historia tantas veces narrada. El erotismo era profundo, espástico hasta la demencia. Susana convulsionó de tanto orgasmo desatado por las escenas.
Lo más sorprendente, fue observar, conforme la escena continuaba, a Juana en una playa hermosa de agua increíblemente azul, un cielo igual y palmeras; desnuda, bronceada, a los brazos llenos de pasión de sus adorados gemelos, comiendo el delicioso manjar de Eros; entre gritos de pasión. Al final del film, Juana envió un beso de complicidad erótica, posiblemente a ella: Susana. ¿Cuándo lo filmó Juana?, ¿si jamás le permitía el carcelero salir a ninguna parte?; escasamente le permitía la amistad y visitas de Susana, por considerarla una cretina al igual que su mujer.
El esposo de Juana, murió en la pobreza, encarcelado, ante la lucha infatigable de Susana, por demostrar el crimen perpetrado contra aquella. Su fortuna, amasada y obtenida del dolor del contrabando humano, desapareció de forma inexplicable. Sus cómplices lo abandonaron; cuentan que fue asesinado dentro de la penitenciaría para acallarlo.
El expediente clínico de la hermosa y torturada Juana, se encontraba plagado de inexactitudes, pero todo quedó ahí por el momento.
Después de mucho indagar, Susana descubrió en un viaje a la tierra natal de Juana, una tumba sin nombre; con una cruz simple de madera clavada a tierra. El administrador, dio a Susana el nombre de la persona sepultada, el sitio de defunción y otros pormenores: ¡Era ella!
Su tumba relumbraba margaritas blancas y amarillas, flores sencillas, flores de amor; plantadas según dijo el sepulturero, por unos mellizos, radiantemente descritos, ante la estupefacción de Susana.
Torrentes de clamor a mares derramó sobre el promontorio sepulcral. Luego abandonó entre tumbos y sepulcros, el cementerio del paupérrimo pueblo de Las Cruces. Recordando al esposo de Juana, como cierto día apareció en el pueblo y "la compró como a una marrana" , según palabras proferidas por el infame sujeto, entre risotadas. En ese pueblo Juana surgió a la vida, y creció entre pobreza y maltrato, vía crucis continuado con aquel hombre; así discurriendo Susana, llegó donde el destartalado autobús aguardaba, estacionado a la verja retorcida del camposanto.
Entre el sofocante calor, y las nubes de moscas y olor a sudor rancio y pies de hombres trabajadores que siembran las tierras, Susana esperaba hirviendo, ansiosa la partida. Al arrancar el autobús, ella distinguió por la ventanilla terregosa, dos seres gemelos, radiantes, llenos de luz, de pie sobre la tumba de Juana.
Ella gritó al chofer que detuviera el autobús, pero fue ignorada, a pesar de los alaridos de angustia y llanto; este partió entre nubarrones de polvo, difuminando a la distancia la sepultura y a los mellizos, entre las sonrisas y miradas burlonas de los pobres pasajeros del poblado de Las Cruces.
En unos minutos, mientras se enfrascaba con la horrorosa desesperación, acaeció un baño de paz emergido de Dios sabe donde. Ahora, ante la tranquilidad de la insana pasajera, una joven de grandes ojos café; veía a Susana sonriéndole apacible y pareciendo sosegarla a la distancia. Era una niña hermosa, un madrigal irrumpiendo de la ciénaga; tomada del pasamano del sucio autobús, maquillada de polvo, con una pequeña boca brillando escarlata, y un vestido típico de la serranía; como un día, estaba segura, lo había sido su amada Juana.
FIN.
DEDICATORIA: A la memoria de Juana, hermosa mujer mestiza de la sierra zapoteca, emigrada a tierras Bajacalifornianas, muerta a palos por la mente enardecida de su esposo alcoholizado. También a su inseparable amiga y protectora Susana, quien luchó incansablemente hasta lograr la justicia póstuma.
Sandra Rosalía, Tijuana Baja California.