Juan y sus amistades distantes

Juan acude a una cena con unos conocidos. Allí se encuentra con unas amigas con las que el contácto es más cercano y las casualidades hacen que surga una noche inexperada.

Juan tenía una relación extraña con el grupo con el que cenaba esa noche. Había trabajado hace algún tiempo con algunos y eso forjó una buena amistad, lo que llevaba a que se reuniera con ellos tres o cuatro veces al año. Sin embargo, ese grupo no dejaba de ser unos amigos cuya relación se establecía en un entorno laboral al cual Juan era ajeno hace ya algún tiempo.

Varios integrantes del grupo eran completos desconocidos para Juan, ya que eran personas que se habían incorporado al trabajo tras su marcha, y los que se iban, habitualmente también abandonaban el grupo.

Era un grupo heterogéneo, como todos los formados por las circunstancias en lugar de las afinidades. Un gran rango de edad y de personalidades tenían cabida. Probablemente una cosa fuera consecuencia de la otra: la visión del mundo de alguién de veintipocos como Juan era dificl que coincidiera con la de alguien de cuarenta y pocos, como tenían los mayores del grupo.

Curiosamente, con quien tenía una relación más próxima y continuada no era con quien había trabajado en su momento y con quien, supuestamente, eran su nexo con dicho grupo, si no con Julia y Marina.

Julia era bajita, no especialmente guapa, pero si tenía un atractivo pícaro. Siempre con una sonrisa que frecuentemente se transformaba en carcajadas y una nariz respingona. Estaba rellenita, que no gorda, y tenía unos pechos generosos: bien redondeados, altos y firmes. Como era bajita y gustaba de mostrar modestos escotes, hacía difícil a los hombres mantener una conversación mirando a los ojos.

Marina también era bajita, aunque más alta que Julia. Era delgada, muy bien proporcionada, con media melena. Vestía siempre bastante femenina y su uso del maquillaje realzaba más aún lo que era de por sí una belleza de rostro ovalado, con grandes ojos castaños y gruesos labios.

La relación casual entre Juan y Julia se estableció con más fuerza a partir de la tercera vez que se vieron en el seno del grupo, a pesar de que tales ocasiones eran relativamente lejanas en el tiempo, al intercambiar teléfonos. Solían mantener conversaciones por Whatssapp y mandarse correos. La mayor parte de los contactos eran bromas, y, a veces, conversaban de los problemas en sus respectivos trabajos, especialmente cuando necesitaban desahogarse de problemas con los jefes.

En realidad, Julia sentía una fuerte atracción sexual por Juan desde la primera vez que lo vio, pero era consciente de que la naturaleza de su relación era tan distante que tenía que conformarse con eso y desear que en alguno de los encuentros en persona pasase algo más.

Después de la cena, como era habitual, fueron casi todos a tomar unas copas, excepto los que ya tenían familia o simplemente no les gustaba mucho salir.

Habían quedado pronto, por lo que antes de que hubiera avanzado mucho la noche ya llevaban todos los presentes un par de copas.

Julia llevaba unas semanas bastante "quemada" con el trabajo, incluidos algunos de los que salían con el grupo, por lo que se sentía un poco incomoda. Se refugió pronto en la conversación con Juan. Un poco apartados, Julia iba dando rienda suelta a los días de frustración. En muchas de sus conversaciones por mensaje, a veces, se derivaba a algún comentario "picante", por lo que Juan, sin poder hacer mucho más, de manera bastante natural, y, para hacerla sentir mejor, le dijo:

-Estás muy tensa. Yo creo que lo necesitas es que alguien....- hizo una "V" con los dedos índice y corazón, los acercó a su boca e introdujo la lengua entre ellos.

-Ah, ¿si?. ¿Te ofreces voluntario?.- Contestó ella.

Algo pasó que nunca había sucedido: un silencio incómodo por debajo de la música del local. Ambos se dieron cuenta al mismo tiempo de que había un abismo de sensación entre hacer los mismos chistes por mensaje a hacerlos cara a cara. Eran similares, por lo que los dos optaron por la misma vía de escape: tirar hacia delante esperando que fuera el otro el que se retirara.

-Bueno, ya te lo he dicho. Además siempre me han dicho que lo hago bastante bien.

  • Te voy a tomar la palabra. Que lo sepas...

  • Oye que si lo necesitas, ya te he dicho que si me ofrezco.

Estaba claro para ambos que esa sucesión de retos podría seguir toda la noche si ninguno de los dos rompía el círculo. Julia no amaba a Juan, tenían bastante contacto, pero no se conocían a un nivel íntimo, pero si que le deseaba sexualmente. Quizás fueran las copas, quizás la idea de que no se le volvería a presentar una oportunidad tan clara de quitarse esa espina, pero Julia tomó una determinación:

  • Oye, ya en  serio. Creo que si me vendría bien. ¿Qué?. En serio di si o no.

Julia miró desafiante a los ojos de Juan. Juan agachó ligeramente la cabeza, rehuyendo la mirada. Julia sintió cierta decepción al tener la certeza de que iba a poner una excusa.

  • Bueno...ya has visto las veces que hemos salido que no soy especialmente lanzado, y tampoco he sido nunca un tio de relaciones de una noche.

Julia trató de ocultar decepción en el rostro.

  • Pero -continuó Juan- un poco si que nos conocemos y ya sabes, o deberías, que me caes muy bien. Y, oye, estamos libres, no es asunto de nadie, y dices que te vendría bien, pues...te haría el favor con mucho gusto. Si realmente quieres, claro.

Juan levantó la mirada con una sonrisa hasta encontrase con la de Julia.

  • Cerramos el trato entonces, ¿no?- dijo Julia levantando la mano.

-Trato hecho- contestó Juan, estrechando la mano de Julia.

De repente, habiéndose concretado lo que furtivamente se le había ocurrido, Julia se encontró inquieta y nerviosa en lugar de tranquila. Buscó una salida momentanea:

  • Bueno, luego hablamos, pero ya no vale acobardarse, ¿eh?. No bebas demasiado que quiero que me hagas un buen trabajo, ¿vale?. Voy un rato con los demás -dijo Julia antes de separase de Juan para hablar con el resto del grupo que se encontraba disperso por el local.

Juan también se acercó a hablar con sus antiguos compañeros.

Cuando ya había pasado un rato vio a Julia hablando con Marina, mientras le miraban. De repente, Marina se llevó la mano a la boca mostrando sorpresa. Juan se temió lo peor.

Trató de abstraerse y siguió conversando con los amigos.

Cuando fue a la barra, Marina corrió a ponerse a su lado, seguida con urgencia por Julia.

-¿Qué pasa? Hoy todavía no hemos hablado - dijo Marina.

  • Bueno, será porque no has venido.

  • ¡Ah!, me he enterado que te ha invitado a cenar Julia. Almeja, ¿no?- rompió en carcajadas.

Juan se echó la mano a la cara resoplando. Julia golpeó en el hombro con el dorso de la mano a Marina:

  • Lo sabía, tía. No te vuelvo a contar nada. - y dirigiéndose a Juan- Lo siento, es que estaba nerviosa y quería contars...

-Nada, no pasa nada. No te preocupes. Tampoco te he dicho que no digas nada.

  • Venga, no os preocupéis. Por cómo habéis reaccionado los dos, está claro que queréis que sea un secreto. No voy a decir nada a nadie, así que tranquilos- dijo Marina todavía recuperándose de sus carcajadas.

  • Es verdad -continuó- que a esta le hace buena falta, porque últimamente está de los nervios. Da igual si es sólo hoy u os convertís en follamigos, mal no le va a venir. Pero, y no lo toméis como un chantaje, que aunque digáis que no, yo seré una tumba igual...

  • ¿Qué? - preguntó Julia.

  • Bueno, ya que sólo es sexo, y casi de necesidad...veréis, a mi me veis siempre muy lanzada, pero tampoco creáis que he hecho muchas cosas. Y, comérmelo, lo que se dice comérmelo, sólo me lo ha comido un tio y bastante mal.

  • Así que dudas de mis capacidades, ¿no? - dijo Juan con media sonrisa.

  • No, que va. Lo que digo es que, bueno, normal no me parece lo que va a pasar para ninguno de vosotros por lo que os conozco, especialmente a Julia, pero me parece muy bueno y excitante, ¿eh?, que conste...eh, que me pierdo, lo que quiero decir es que si no os importa me gustaría presentarte para su degustación también mi marisco-volvió a romper en carcajadas.

Julia y Juan se miraron con los ojos muy abiertos ante las palabras de Marina. Julia sopesó rápidamente su posición. Tampoco es que fuera especialmente importante hacer algo sexual con Juan, pero se alegró mucho cuando se presentó la oportunidad y, ahora, puede que las cosas, por culpa de Marina, fueran demasiado lejos para Juan y acabara todo en nada. Por otro lado se conocía: demasiado pasiva, demasiado autoconsciente. Puede que la presencia de alguien que dirigiera las cosas, como el torbellino que era a veces Marina, la beneficiara para una mejor experiencia. En cualquier caso, consideró que reaccionaría según lo que contestara Juan.

Juan, hombre de pocas frivolidades sexuales, se dio cuenta inmediatamente que lo que, normalmente, era una situación de la que huiría, en esta ocasión le atraía enormemente. También pensó que, quizás, le atraía la idea ahora, en el momento y con un par de copas, pero que llegado el momento podría no atraerle tanto. Lo descartó. Se dio cuenta de que la situación no le "asustaba" porque se encontraba siempre muy cómodo con ellas. Finalmente, cuando sólo habían pasado unos segundos en el mundo real, contestó:

  • Eeeee..., bueno, a ver, por cualquier otra, no, pero por vosotras dos...bueno, que tanto me da hacerle el favor a una que a las dos. Pero el trato era con Julia, así que la última palabra la tiene ella.

A Julia le pareció genial la idea de que Marina fuera con ellos. Estaba demasiado nerviosa y la presencia de alguien tan jovial y bromista le quitaría transcendencia al hecho. Todo parecía hasta normal en ese momento, pensaba Julia, a la vez que sentía el mareo de las situaciones extrañas cuando pensaba "Juan te va a comer el coño con Marina al lado". Finalmente contestó:

-Si a Juan, que es el artista, no le importa hacer dos funciones, no seré yo quien le diga nada. Mientras me haga un buen trabajo, estando tan necesitada...- bajó un poco la cabeza ladeada, como un poco avergonzada. A instantes no se podía reconocer a si misma esa noche, aunque le sorprendía la naturalidad con que todo parecía estar sucediendo.

Marina volvió a soltar una carcajada. Dijo:

  • Casi no me puedo creer que seas tú. Tan modosita siempre y miraté. Y que vocabulario morboso. La que tenemos liada esta noche. Bueno, escuchadme- dijo mientras pasaba un brazo por encima de los hombros a Juan y Julia. Juan tuvo que agacharse para ello cuando vio la intención- esto es lo vamos a hacer para que nadie se de cuenta. ¿Te has traído el coche, ¿no?- preguntó a Juan.

  • Si- contestó.

-Vale, lo que vamos a hacer es seguir aquí con los demás. Luego, cuando quedemos pocos, nos vamos en tu coche con alguno más y le dejas antes. Nosotras vivimos más cerca de ti, así que será normal. Y luego...luego mariscada- volvió a estallar con su carcajada característica.

-Vale, voy a pedir la copa y vuelvo con estos- dijo Juan señalando a sus amigos más cercanos.

Cuando Juan regresó con ellos, Pedro, que era bastante directo, preguntó:

-¿Qué te traes con esas dos? Joder, media hora para pedir una copa.

  • Nada, ya sabes, lo de siempre cuando vengo. De bromas y demás.

-Yo creo que quieren rabo. Follatelas de una vez -dijo Pedro en el tono más soez del que era capaz mientras los demás integrantes del pequeño corrillo cerraban los ojos y giraban la cabeza como el que es azotado por un viento repentino.

  • ¡Qué bestia! -dijo uno.

-¡Que va! Si para las pocas veces que nos vemos, mucho cachondeo a ratos y nada más -dijo Juan.

Pasaron un par de horas y hubo algunas miradas furtivas, seguidas de una sonrisa entre Juan, Julia y Marina.

Finalmente, los integrantes del grupo habían ido despidiéndose hasta quedar siete, que se agruparon. Juan anunció que tenía intención de irse ya:

  • Bueno, yo me voy a ir yendo. ¿A quien me llevo?

  • Pues si me llevas, me haces un favor, te pilla de camino aquí cerca y me ahorro el taxi- dijo Luis, otro de los más cercanos a Juan.

  • Vale, ¿alguien más?

  • A nosotras, te pilla ya cerca de casa, si puede ser -dijo Marina

  • Vale, pues vamos. Y a los demás, hasta la próxima. A ver si nos vemos más a menudo.

Salieron los cuatro hacia el coche y montaron Luis de copiloto y Marina y Julia atrás. Durante el trayecto ninguna de las dos se dirigió a Juan y sólo se dirigían comentarios la una a la otra como: "Bah, tía, estoy cansadísima. Que ganas de llegar a casa", "Si, yo también. La semana ha sido muy dura". Al llegar a casa de Luis, ambas parecían estar dormidas. Luis se despidió susurrando y se compadeció de Juan por tener que llevar a las dos hasta su casa sin conversación. Juan le quitó importancia y se despidió.

Tras avanzar el coche unos metros tras dejar a Luis, Marina abrió un ojo para cerciorarse de que ya sólo estaban Juan, al volante, Julia, a su lado y ella misma. Al comprobar que todo era "seguro", exclamó:

  • Buuuuahhhh, por fin. Que putas ganas toda la noche, joder. ¡Que putas ganas!

  • Bueno, ¿qué hacemos?- preguntó Juan.

  • Hay un descampado cerca de mi casa. Es un "picadero", allí va todo el mundo para "estas cosas".

-Hostia, tia . ¿Cerca de tu casa? ¿Y si te ve alguien que te conoce?

-A ver, que no es un parking en batería grande. Es un descampado enorme. Van coches pero se ponen a tomar por culo unos de otros. Iban a construir no se qué, pero al final lo han dejado y se han quedado todos esos terrenos en tal estado hasta que decidan otra cosa.

  • Ah, vale. Algo me suena. Pero indicame para llegar.

-Ok. Lo que te voy avisando es de que lo vas flipar con las almejas en su jugo - dijo Marina antes de estallar en carcajadas.

-No seas bruta, tía- dijo Julia.

  • ¡Anda ya!. ¿Me vas a decir que no lo llevas secándose y remojandose toda la noche pensando en esto?

  • Bueno, ya, pero...- replicó sin continuar Julia.

  • Oye, ¿ esto se reclina?- interrumpió Marina, dirigiéndose a Juan, señalando el respaldo trasero.

-Si. Pulsando esa palanca que hay ahí debajo a la derecha.

-Ah, ok. Si lo echamos atrás y luego los asientos delanteros hacia alante, cabes bien, ¿no?. Vamos se hace hasta cómodo. Parece hecho para eso, el coche - volvió a carcajear Marina.

-Si, yo creo que si.

-¡Oye!. ¿Y si manchamos los asientos?

-¡Bah!, si hay que lavar las fundas, se lavan. Vaya cosa.

Los siguientes veinte minutos pasaron volando gracias a Marina, soltando barbaridades y Julia y Juan haciéndose falsamente los ofendidos o avergonzados.

Finalmente, Marina dijo:

  • Ahora gira a la izquierda, luego recto dos calles, a la derecha y ya lo ves. Meteté bien dentro del descampado por si acaso.

Hubo un silencio propio de la anticipación. Marina volvió a decir:

  • Yo voy procediendo al emplatado del manjar- se apoyó contra el respaldo y se arqueó levantando el culo- joder, mira que siempre voy con falda y justo hoy me he tenido que poner pantalones -procedió a desabrochar el botón y comenzó a bajar los pantalones y las bragas- joder, me pone supercachonda ir dejando el coño al aire mientras aún vamos por las calles.

Julia, que no había dicho casi nada durante el trayecto la miró, sonrió y comenzó a imitarla.

Cuando ambas ya estaban desnudas de cintura para abajo, Juan realizó el último giro y se dirigió al descampado, manteniéndose alejado de los dos coches que se veían a lo lejos. En la parte de atrás, Marina agarraba del brazo a Julia:

  • Anda, con lo amigas que somos y nunca me has dejado ver tu chochete. ¡ Dejame ver tu chochete!

  • ¡Que no, tía! ¡Sueltame!

  • ¡ No seas rancia! Dejame verlo un poquito...oh, ya lo veo un poco. ¡Hostia! ¡Depiladita del todo!. No me lo esperaba, pensaba que lo tendrías un poco más abandonado, con un poco de pelito - reía Marina.

  • Joder, tía. Encima que te he dejado acoplarte a mi plan cojonudo...

  • Y me dirás que no te pone más cachonda que esté aquí-dijo marina con mirada malvada. Cogió unos pañuelos de papel del dispensador de la bandeja trasera- Te cojemos unos kleenex para evitarte  los grumillos de tanto flujeo y reflujeo de la noche- se quedó con un par de ellos que empezó a pasar por su entrepierna mientras que ofrecía otro par a Julia, que los cogió y repitió la operación de su amiga.

Juan paró el coche en lo que parecía ser el medio de ninguna parte. Sólo se apreciaba un coche muy a lo lejos. De repente sintió que se le subía toda la sangre a las mejillas, y a la vez no sentía ninguna de las ansiedades o temores típicos: "Y si lo hago mal", "Y si luego van hablando mal de mi", " Y si...". No con ellas. Con ellas se sentía seguro y cómodo, sin miedos y con una increíble sensación de paz.

  • Bueno...llegamos. Señoritas, llegó la hora.

Resopló, abrió la puerta y, desde fuera, desplazó todo lo que pudo el asiento del piloto hacia delante. Dio la vuelta al coche por la parte frontal y repitió el proceso con el asiento del copiloto. A continuación abrió la puerta trasera más cercana a Julia.

Julia estaba encogida de hombros, con las piernas abiertas y empujando la blusa que llevaba hacia abajo. Juan entró en el coche y se puso de rodillas frente al coño de Julia. Se acercó y exclamó:

-¡Madre mía! Te vas a deshidratar.

-Oye, que a pesar de todo, si no quieres...

-No digas tonterías. Me apetece bastante. ¿Por qué no dejas de sujetar la blusa? ¿Por la tripilla? No seas tonta, a mi eso me da igual, te conozco, me caes bien, eres simpática y además es criminal tapar esas tetas que tienes...

-¡Ah!, que además me quieres tocar las tetas...

Con un tono casi didáctico, como el que de utiliza con los niños cuando se les tiene que explicar algo obvio, Juan contestó:

-A ver, tia, tengo la boca a dos centímetros de tu coño, te voy a pasar la lengua dentro de unos segundos, ¿y te molesta que te toque una teta?

Julia sonreía traviesa mientras se mordía el pulgar, con la otra mano seguía tirando de la blusa hacia abajo hasta la cintura. Contestó:

-Bueeeeeno, vaaaaale...- mientras soltaba la blusa, dejaba de morderse el pulgar y casi riendo procedía a desabrochar los botones de la blusa.

-Bueno, allá voy.

Cuando Juan hizo contacto con el coño de Julia, ella se arqueó ligeramente al tiempo que emitió un ronroneo. Al arquearse, la blusa, que estaba abierta, se deslizó hacia los lados. Marina exclamó:

-Joder, tia, esas tetas son dinamita. Que envidia me das. Espera que las saco - Marina se inclinó y desabrochó el sujetador por delante - Pufff, tienes los pezones como para rallar cristal, ¿eh?- estalló en carcajadas.

Julia no contestó, su cara estaba ligeramente roja, sus ojos cerrados y chupaba el borde del pulgar de su mano derecha por la comisura de sus labios.

Cada pocos segundos, cuando sentía una corriente eléctrica recorrer su espina dorsal, abría los ojos repentinamente y contenía brevemente el aliento. En ocasiones, giraba la cabeza hacia Marina, que acariciaba suave y lentamente alrededor de su propio clitoris, y ambas sonreían de manera refleja cuando sus miradas se encontraban.

Marina dijo:

-Joder, estoy perrísima. Yo voy a despelotarme del todo. No va a pasar, pero me pone muy cachonda pensar que podría pasar alguien y verme completamente en pelotas - se quitó la parte superior de su vestimenta y se quitó el sujetador - ¡Ufffff! ¡Me siento libre! - dijo alzando alternativamente los hombros simulando bailar - bueno, tía, ¿lo come bien o no?

  • Aaaahhh...bueno, nunca me lo habían comido, pero....aahh...pero le doy un diez.

  • ¿ Y cómo vas? ¿Te vas a correr pronto? Yo estoy a mil.

  • No sé, tía. Parece que si y luego....aaaahhh...no.

Juan llevaba ya unos diez minutos sobre el coño de Julia. Hacía rato que había desplazado su boca sobre el clitoris, que rodeaba con su lengua y tocándolo ritmicamente. También había introducido dos dedos, con la palma hacia arriba, con cuyas yemas martilleaba como el que toca un timbre con insistencia.

Marina, recostada sobre la puerta, con las piernas sobre el asiento,  se giró y se acercó hasta estar al lado de Julia. Dijo:

  • Lo que te pasa es que estás muy nerviosa. Tranquila - pasó su brazo derecho por detrás de la cabeza de Julia y la atrajo hacia su pecho desnudo. Con la otra mano entrelazo los dedos con los de la mano izquierda de Julia.

Juan levantó la cabeza un momento:

  • Tú tranquila, tarda lo que necesites. Piensa que esto es un secreto entre nosotros tres- volvió a poner su boca sobre el clitoris de Julia haciendo succión.

  • Eso, tía, tú tranquila. Somos tus amigos y te estaremos aquí apoyando hasta que consigas correrte- dijo Marina acariciando la cabeza de Julia con el brazo que había utilizado para atraerla a su pecho.

Julia, con los ojos cerrados y el ceño fruncido propio de la concentración, con las mejillas completamente encendidas, dijo casi en un susurro:

  • Creo que...pronto...sí, pronto...

Juan trataba de adaptar el ritmo de su succión, lengua y dedos a los gestos y respiración de Julia. Marina miraba atentamente a Juan mientras seguía acariciando la cabeza de Julia.

Todavía pasaron otros cinco minutos antes de que Julia empezara a respirar pesada y rápidamente, como si estuviera de parto, con la cara ya totalmente tan roja que era casi azul. Marina dijo girando su cabeza para mirarla:

  • Ya te corres, ¿no?

Julia agitó brevemente y con rapidez la cabeza en gesto afirmativo, mientras las aletillas de su nariz se abrían al máximo y fruncía aún más el ceño. Comenzó a emitir un sonido muy agudo, apretando los labios, cerrando los ojos con fuerza e inclinando la cabeza hacia delante. Finalmente se derrumbó sobre el respaldo y siguió emitiendo el sonido agudo pero entrecortado, con intervalos cada vez mayores. Juan bajó repentinamente el ritmo en cuanto notó las contracciones en los dedos que tenía dentro de Julia, manteniendo un tempo lento hasta que Julia abrió levemente los ojos, tras quedar en silencio y completamente quieta.

Juan sacó los dedos y pasó tres veces la lengua a lo largo de toda la raja de Julia, quien miraba con una sonrisa y los ojos entrecerrados. El silencio se rompió cuando Marina dijo con una gran sonrisa y mirando a Julia:

  • Ya, ¿no?

  • ¿Tú que crees?

  • ¡Qué fuerte, tía!. Te corres como una ardilla, ¡hi, hi, hi!- dijo imitando el sonido agudo de Julia y estallando en carcajadas.

Julia, aún con una sonrisa, lanzó una  mano sin fuerza con la intención de golpear en el brazo a Marina, que aún seguía riéndose.

  • Casi media hora para correrte, como para no hacer ruiditos. No te mosquees, tía. Si mola mucho. ¿A qué si?- dijo Marina dirigiéndose a Juan.

  • A mi me ha parecido encantador. Pasame un par de Kleenex.

Marina le dio dos pañuelos. Juan utilizó uno para limpiarse los dedos y la zona de la boca y otro para limpiar cuidadosamente la entrepierna y el interior de los muslos de Julia. Ella respondió alzando la mano derecha y acariziando con ternura el rostro de Juan.

  • Bueno, caballero, le toca bajarse aquí - dijo Marina señalando con los dedos índice de las dos manos entre sus piernas abiertas.

Juan sopesó moverse para pasar a estar entre las piernas de Marina. Pensó que era más fácil por fuera. Abrió la puerta, rodeó el coche y abrió la puerta junto a Marina. Julia se movió pesadamente para poder ver mejor a Juan y Marina, pasó una mano por encima de la pierna para colocarla sobre su coño. Marina dijo:

  • Yo no creo que dure demasiado, estoy a mil.

Juan posó su boca.

De forma similar a lo que ocurrió con Julia, Marina giraba su cabeza para encontrar la mirada de Julia, y al hacer contacto visual, sonreían. Julia volvió a morderse la punta del pulgar de una mano, mientras que con la que tenía en la entrepierna comenzó a acariciarse suavemente.

Cuando Juan comenzó a introducir los dedos, Marina alzó las cejas y agitó la mano en el aire a media altura, y exclamó:

  • ¡Hostia!. ¡Sabe lo que hace!

Unos segundos después añadió:

  • ¿Sabeis lo que os digo? Hay un montón de cosas que quiero experimentar y en el plan que estamos, no me quiero quedar con las ganas. ¡Tú!- gritó dirigiéndose a Julia -Deja de tocarte y ven para acá. Acariciame un poco las tetas mientras me lo come.

  • No sé, tía...

  • Venga, joder, hazme el favor, que tengo muchas ganas.

Julia, con esfuerzo, se desplazo y comenzó a pasar tímidamente la mano por el pecho de Marina, mucho más pequeño que el suyo, pero con areolas mucho más grandes.

  • Ufff, que gustazo. Creo que me está viniendo ya.

Juan aceleró, Julia abandonó ya sus toques tímidos y agarró un pecho con cada mano y empezó a maseajearlos.

  • Ya, tíos, yaaaa, me corroooo. ¡Chupa, cabrón!¡Que me corroooooooo!- gritó Marina mientras elevaba sus ingles y empujaba la cabeza de Juan con la mano que había puesto en su coronilla, derrumbándose al cabo de unos segundos.

Cuando Marina retiró la mano de la cabeza de Juan, éste la alzó y preguntó:

-¿Qué tal?

  • Bestial, tio, bestial...- agitando su cabeza lentamente de lado a lado para enfatizarlo- pero tengo ganas de más. ¿Tienes condones? Quiero follar.

Juan se sorprendió un segundo, para sorprenderse al segundo siguiente de su propia sorpresa: una situación así era inconcebible al principio de la noche, pero ahora parecía la evolución más natural. Contestó:

  • Si, creo que tengo en la guantera desde hace unos meses, cuando dejé a mi última novia. Creo que no están caducados.

Mientras Juan se colaba entre los asientos delanteros hasta alcanzar la guantera, Marina se dirigió a Julia:

  • Tú también, ¿no?

  • Si...- contestó tímidamente.

-¡Aaay!- exclamó sonriendo Marina, mientras agarraba con las dos palmas la cabeza de Julia y le plantaba un beso en la frente, para, a continuación, abrazarla y atraerla a su pecho.

Julia, en realidad, fingía dejarse arrastrar por los acontecimientos, pero, en su interior, sentía un profundo sentimiento de orgullo y conquista cuando en algún lugar de su cabeza se decía "Eres una persona para la que hasta un beso es un hecho transcendente. Has tenido sólo dos novios. Apenas has echado una decena de polvos y sólo con esos dos tíos. Y aquí te tienes: abriendote de piernas para que te coman el chocho con una amiga de espectadora, sirviendo de asistencia para su orgasmo y, ahora, a punto de montártelo con los dos".

Juan se dio la vuelta y dijo:

-Están bien.

-Pues desnudate, ponte uno y te tumbas aquí-dijo Marina señalando el asiento trasero- una te cabalga y la otra se sienta en tu cara, luego nosotras cambiamos.

Juan procedió sin rechistar. Marina le dijo a Julia:

-Yo voy primero, te dejo enseguida que sigas tú.

Marina se montó rapidamente:

  • Vas ya con trabajo adelantado. Más te vale aguantar que te tenemos que montar las dos.

-Pues no te pases, que después de tres cuartos de hora chupandoos...

Julia avanzó de rodillas sobre el asiento, con una pierna a cada lado de la cabeza de Juan, hasta quedar a la altura de su boca. Inclinándose hacia alante, quedándose a cuatro patas para ver mejor la distancia, comenzó a bajar lentamente para plantar su coño en la boca de Juan. A continuación se incorporó y puso el pelo que caía por la parte derecha de su cara por detrás de la oreja con un aire inocente.

Marina se movía lentamente hacia alante y hacia atrás, Julia también imitó el movimiento buscando más estimulación con la barbilla de Juan. Marina dijo:

  • Voy a inclinarme hacia delante, porque si no, con el techo, no puedo moverme arriba y abajo. ¿Por qué no haces lo mismo y nos morreamos?

Julia parecía dudosa. Dudaba entre lo que le apetecía y esa imagen artificial de nosotros mismos que a todos nos gusta pensar que somos. El ambiente de confianza le hizo decantarse por la primera, aunque interpretada por la segunda: se inclinó con los ojos muy cerrados y con la boca en una "O" muy cerrada. Marina sonrió al verlo, pasó una mano agarrándola por la nuca y tiró de ella hasta coincidir las bocas. En pocos segundos Julia se dejó ir, hasta estar entrelazando las lenguas.

Prosiguieron así durante pocos minutos, hasta que Juan daba señales de estar inquieto. Marina dijo:

  • Éste está con la manguera a punto. Te dejo que lo termines.

Julia y Marina reptaron alrededor de Juan para intercambiar posiciones. Julia dijo:

-¡Espera!, no te pongas aún sobre su cara.

-¿Por qué?

  • Por lo mismo que dices de no quedarte con las ganas. Quiero verle la cara mientras me la meto.

Juan mostró levemente sorpresa, sonrió, al igual que Julia, que se ubicó y descendió sobre la polla de Juan mientras se miraban a los ojos. Julia dio vía libre a Marina:

-Ya, puedes ponerte en su cara.

Marina se colocó en posición. Julia, al ser más baja, podía botar algo más sin darse con el techo. Marina alternaba la mirada entre ver como entraba y salía la polla de Juan, la cara de Julia y, sobre todo, sus pechos. Exclamó:

-¡Qué pasada,tía!. Como mola ver tus tetas botar. ¡Ven! Dejame chuparlas un poco.

Julia se inclinó y arqueó hacia delante para sacar más el pecho. Marina se enganchaba a los pezones como un bebe, y miraba a los ojos de Julia.

Al poco rato, Marina se incorporó:

-Prefiero verte botar esas tetas. Vamos, sale.

Julia notaba una extraña euforia ante la atenta mirada y las palabras de Marina. Empezó a moverse lo más posible, subiendo de arriba a abajo y continuándolo con un movimiento ondulatorio que comenzaba en su cuello y terminaba agitando las carnes de su trasero.

El fuerte ritmo de la exhibición de Julia fue demasiado para un Juan que había ya sido estimulado en exceso con anterioridad. Con un gruñido, alargó los brazos y sujetó las abundantes caderas de Julia.

-¡Oh, oh!. Creo que hemos abusado y ha caído- dijo Marina, al tiempo que se retiraba de la boca de Juan, que había dejado de chupar su coño. Julia se tumbó sobre Juan, con la cabeza puesta en su pecho.

Juan, ya libre, dijo:

  • Dadme un momento para recuperarme.

  • Si, porque yo quiero más, me he quedado a medias-dijo Julia, tamborileando con los dedos sobre el pecho de Juan, estando aún tumbada sobre él.

  • Buaaah, tíos, esto es la hostia. Me ha puesto perrísima veros follar. ¿Por qué no follais vosotros y yo me hago lo mio mirándoos?- dijo Julia.

Julia giró la cabeza en dirección a la de Juan, haciendo un gesto de afirmación, pidiendo una confirmación. Juan sonrió levantando la cabeza y la agitó para indicar que si.

Marina se coló entre los dos asientos delanteros, se giró y se puso de rodillas con una pierna en cada asiento.

  • A ver si va a ser que soy una voyeur de esas - dijo Marina riendo

Julia se tumbó boca arriba en la parte trasera. Juan se cambió el preservativo y se colocó sobre Julia. La diferencia de altura hacia que la cabeza de Julia quedara a la altura de la barbilla de Juan, que comenzó a moverse.

  • ¡Qué fuerte!. ¡Qué cachonda estoy!. Juan, tio, dame permiso para meterme la palanca de cambios mientras os miro...- dijo Marina de manera urgente, como si no fuera completamente dueña de si misma.

Juan emitió un leve gruñido en sentido afirmativo. Julia dijo:

  • ¿Podemos cambiar de posición? Eres mucho más grande que yo y me hace algo de daño. Prefiero estar encima, como antes.

Juan y Marina se giraron, Juan se que do sentado y Julia se sentó encima, con ayuda de las rodillas comenzó a cabalgar.

Mientras, Marina pugnaba por poner en práctica lo que se le había ocurrido. Se había alineado con la palanca de cambios y había bajado lentamente:

-Ufff, yo creo que es demasiado grande. Voy a intentar un poco y si veo que me puedo hacer daño, paso.

Juan y Julia estaban abstraídos, sin darse cuenta de la particular lucha de Marina. Tras algunos intentos, Marina decidió desistir, se incorporó y se inclinó hacia delante, dejando expuesto su tronco justo entre los dos asientos delanteros y apremió:

-Julia, tía, por favor, date la vuelta, cabalgale de espaldas, por favor. Date la vuelta que se me ha ocurrido una cosa.

Julia frenó su movimiento, se levantó lo que pudo y se dió la vuelta. Mientras volvía a introducirse la polla de Juan, dijo en un tono con ligero cansancio:

-A ver, tía, ¿no puedes estarte tranquilita un ratito?

  • Tía, por favor te lo pido, hazme tú el dedo. ¡Por favor! Lo acabo de pensar y me pone supercachonda que mi amiga me haga un dedo. Hazmelo, tía, y te debo lo que quieras, ¡te lo juro!. Hazme un dedo, por favor- dijo Marina hablando muy rápidamente con un tono que era apremiante y suplicante, más propio de una situación de vida o muerte que de otra cosa.

La desesperación que se intuía en la voz de Marina impulsó a Julia a inclinarse hacia delante e introducir dos dedos de una mano en el coño de Marina, mientras que, tras humedecerse las yemas de los dedos, utilizaba la otra mano para masajear el clitoris.

-¡Buaaaaah!. Si, tía, ¡así!, ¡así!. ¡Meteme los dedos!...Mi amiga me está haciendo un dedo...mi amiga me está haciendo un dedo...- repetía Marina como en un trance entre jadeos.

El trabajo de Marina con las dos manos pasó en seguida factura a su coordinación, provocando un ritmo muy irregular y lento en su follada a Juan. Julia lo solucionó quedándose medio flexionada a media altura al notar que Juan se puso a hacer el trabajo empujando hacia arriba y dejándose caer.

Algo se despertó dentro de Julia, esa parte tan autoconsciente que la obligaba casi siempre a ser discreta y a no llamar la atención. Esa parte habló por el todo a través de Julia, que con un tono neutro y un rostro sin expresión, como haciendo eco del mantra de su amiga, dijo en un susurro:

  • Estoy follando mientras le hago un dedo a mi mejor amiga.

Marina salió de su trance al oírlo, y con una sonrisa y entre jadeos, dijo:

  • Y me dirás que no te lo estás pasando de puta madre.- Se humedeció las yemas de su mano derecha, mientras se inclinaba para apoyar el codo de su brazo izquierdo en el cabecero del asiento del copiloto - Sigue metiéndome los dedos- dijo mientras apartaba la mano que le masajeaba el clitoris para sustituirla por la propia.

  • La mejor noche de mi vida - volvió a susurrar Julia mientras su boca comenzaba a formar una sonrisa.

Marina empezó a frotarse con una velocidad endiablada. Dijo:

  • Ya, tía. Rápido, que me voy a correr. ¡Que dedazo me estás haciendo! ¡Que dedazooooooooo!

Marina comenzó a convulsionarse, Julia introducía frenéticamente los dedos mientras miraba atentamente el rostro de Marina en su éxtasis.

Los movimientos pélvicos que realizaba Marina fueron haciéndose cada vez más lentos, a pesar de que Julia continuaba introduciendo los dedos al mismo ritmo acelerado. Marina detuvo sus movimientos encogiéndose ligeramente para agarrar la mano de Julia por la muñeca:

  • Yaaaaa, tía, ya.

Julia comenzó a retirar lentamente los dedos mientras miraba sonriendo a los ojos a Marina. Se giró y acomodó hasta volver a ponerse de cara a Juan y dijo:

  • Bueno, ahora ya si nos toca sólo a nosotros.

Julia comenzó un movimiento rápido de alante a atrás. Se oía el ligero crujir de los amortiguadores del coche. Era evidente para cualquiera que viera el coche, aún desde lejos, lo que estaba pasando dentro. Julia anunció en en un hilo de voz, evitando la mirada directa de Juan

  • Me voy a correr...

-Yo también -contestó Juan.

Julia se inclinó hacia la boca de Juan, fundiéndose en un beso y acelerando el ritmo. A pesar del beso, se podían intuir los pequeños gritos agudos de Julia viniendo de su garganta. Juan realizaba movimientos espasmódicos con su pelvis, repitiendo los movimientos con cada vez más lentitud hasta la inmovilización total. Despegaron sus bocas y Julia, rendida sobre Juan, dijo:

-Que fuerte...nos hemos corrido casi a la vez.

Juan con los ojos cerrados y una gran sonrisa, contestó en un hilo de voz:

-Si...

Marina, resoplando, había recuperado su energía habitual y, pasándose la mano desde la frente hasta el pelo, exclamó:

  • ¡Qué bueno, tíos!. ¡Qué bueno!...Esto hay que repetirlo.

Los hombres no suelen ser muy buenos para identificar el nivel de amistad de las mujeres. En general sólo identifican dos niveles: una amistad tan cercana que casi supera la amistad o la enemistad hostil. Suelen tener la sospecha de que la segunda suele ser una sucesión de la primera.

Por eso, cuando en el trabajo los gestos y complicidad de Marina y Julia aumentaron considerablemente, nadie notó nada raro.

Se dice, a veces despectivamente, que "en tiempos de guerra todo agujero es trinchera". Lo cierto es que Julia y Marina habían encontrado sus respectivos agujeros para los tiempos de necesidad. Y, cuando podían, también contaban con la bayoneta de Juan para la batalla.

FIN