Joyas, dinero y sexo.
Un periodista cuenta como un aparente caso de robo, se convirtiendo en las más depravadas intenciones de un hombre rico...
Era el primer vuelo con destino al norte del país. Mi compañera y yo viajábamos desde la capital con los nervios a flor de piel. Bueno, lo cierto es que sólo yo parecía nervioso e impaciente, mi compañera Sandra estaba de lo más relajada, llevaba durmiendo desde antes que el avión despegara. Yo, en cambio, había sacado mi portátil de la bolsa de viaje, e iba a pasarme las próximas cuatro horas revisando toda la documentación del caso. El primer archivo era del 12 de agosto de dos mil catorce, justo tres años antes a la fecha actual. Todo había comenzado como un simple robo en la casa de uno de los joyeros más importantes del país. Sandra, que por aquel entonces estaba en prácticas en el periódico del puerto, fue la compañera que me adjudicó el cascarrabias del director, Vázquez:
- Ramón te llevas a la chica nueva…
- Sandra- le interrumpí yo, cosa que detestaba y a mí me encantaba.
- Si, Sandra o como cojones se llame, y con discreción os acercáis al número doce de la calle Principal.
- ¿Qué ha pasado señor?
- Un robo, bobo, un robo- golpeó la mesa con el puño- serás el único que no lo sabe en este puto periódico.
Cuando llegamos a la dirección, vimos delante de la puerta varias ambulancias y coches patrulla. Éramos los primeros, pero el resto de la prensa no tardaría en llegar, todo muy discreto, si señor, como había pedido el jefe. En la casa de la costa estaba su propietaria, Margarita Robles, la esposa del joyero más importante del país. No había revista de cotilleo que se preciase en aquel entonces, que no llevase en alguna de sus páginas a la atractiva esposa del archimillonario joyero. Su marido, Jorge Están, se lo habían llevado al hospital bastante magullado a causa de los golpes que le habían propinado los atracadores. Por suerte no se temía por su vida. El conductor de la ambulancia no tardó en caer rendido a los encantos de mi compañera y le comentó algo. La mujer, extremadamente nerviosa, apenas recordaba lo ocurrido. Cuatro hombres habían entrado de madrugada, la alarma no había sonado y se habían llevado dinero y joyas. Cuando se dieron cuenta de que pasaba algo, aquellos tipos ya arrastraban por el pasillo a ella y a sus hijas, luego los fueron dejando uno a uno en cuartos separados. Todo duró sobre dos o tres horas, cuando los asaltantes se fueron las tres mujeres, encontraron al joyero en el salón muy golpeado.
La declaración del joyero unos días después fue un calco de la de su esposa. Las hijas nunca declararon, al ser menores, una de diecisiete y la otra de quince, sus padres reusaron a dejarlas declarar. Publicamos el robo y poco más, una noticia que pasaría casi desapercibida. Fue un golpe de suerte, el primero de varios en aquel caso, el que nos dio la primera gran ayuda. Una viuda ya mayor amiga de mi compañera, residente en las afueras sacaba su todo terreno del garaje marcha atrás, cuando un turismo impacto con la parte trasera del fornido coche. El turismo salió revotado contra la mediana y acabó empotrado entre una pared y una farola. Los policías de la patrulla que fueron al lugar del accidente encontraron a un conductor mal herido y atrapado entre los hierros del coche. Los demás ocupantes del vehículo habían huido corriendo del lugar, cosa que nos había contado la señora Ruiz. En el asiento trasero había pasamontañas, guantes, herramientas y varias joyas con la firma del famoso joyero “Están”. Quedó claro desde un primer momento que aquel coche era el que habían usado los delincuentes para escapar.
El muchacho que conducía de apenas veinte años fue excarcelado del amasijo de hierros por los bomberos, varios huesos rotos le tuvieron varias semanas en el hospital muy grave. Uno de los policías del caso nos pasó la declaración del muchacho, fue el momento que aquel caso de robo dio un giro brutal:
- Somos la agente Victor Gómez y el agente Ramón Vidal de la policía Nacional- empezó la policía- sabemos que conducías un coche robado con otras tres personas y que escapabais de un robo perpetrado en el número doce de la calle Principal.
- No sé nada de eso- dijo casi temblando.
- Pues eso nos es lo que dicen las huellas dactilares encontradas en la casa- soltó Víctor con furia. Era mentira, en la casa no habían encontrado ninguna huella. Aquel día supe que aquel joven detective, llegaría lejos- además tenemos varias fotos de cámaras de seguridad, donde sale el coche que conducías cerca de la casa- otra mentira.
- Yo solo conducía- dijo casi llorando. Carecían de la identidad de los demás, pero aquel chico era cualquier cosa menos un ladrón profesional. Se había derrumbado a la primera de cambio.
- Casi se muere un hombre por la paliza que le disteis, además han desaparecido miles de euros en joyas. Como sigas así te vas a comer tú solito el marrón - volvió a amenazar Víctor.
- Todo lo demás, después de aquella bravata de la policía, fue coser y cantar. Al menos el principio de la declaración fue de lo más normal, lo que esperábamos encontrarnos. Dos amigos, los hermanos Vitela, delincuentes muy conocidos en la zona por sus numerosos robos de coches y trapicheos varios, lo habían convencido para ayudar en el robo más fácil del mundo y en que se harían ricos, según ellos. El día del robo había conocido al jefe, un gordo sudoroso, el típico contable de la mafia según él, que fue el que llevó la voz cantante durante el asalto. Entraron en la casa con facilidad. El Gordo, como lo habían bautizado los chicos, sabía la clave de la alarma y mil cosas más, las tenía apuntados en un papel con muchos datos de la casa. Encontraron al joyero saliendo de su habitación, el calvo lo redujo sin complicación, algo que les extrañó a los muchachos pues el hombre era el doble de alto y parecía mucho más joven y fuerte que el Gordo, que apenas conseguía respirar. Como habían declarado el matrimonio, pusieron a cada miembro en un cuarto distinto, a él le tocó vigilar a la hermana mayor. “No pude dejar de asombrarme con lo guapa que era y el cuerpazo que tenía. Nunca había visto una chica morena con unos ojos tan verdes y brillantes, parecían lentillas o con unos labios tan gruesos y rosados, además era alta, delgada, con unas curvas de infarto, pero lo que destacaban era sobre todo las tetas y el culo. Tenía que ser modelo de alguna firma importante, recuerdo que pensé” siguió diciendo ya más envalentonado. Ahora comenzó lo extraño:
- El gordo arrastró al dueño hasta un despacho de la planta baja y ambos estuvieron encerrados algún tiempo. Nosotros creíamos que saldría de un momento a otro, con las joyas y el dinero, eso era lo planeado al menos y así nos largábamos lo antes posible de allí. No fue así.
Según la declaración del chaval, el gordo salió dando empujones al hombre, que trastabillaba se caía y se levantaba. Los tres muchachos se quedaron de piedra al ver que el Gordo ya no llevaba puesto ni el pasa montañas ni los guantes. Lo llevó a la habitación donde estaba la hija mayor, que el muchacho custodiaba y le puso una pistola en la cabeza a la joven:
- Haber pulseritas- comenzó a decir dirigiéndose siempre al joyero- tienes una bonita hija- después de un largo silencio volvió a hablar- he pensado qué, si quieres que nos os matemos, te la tienes que follar.
- Como, ¿¡le pidió que follase a su hija!? Nos tomas por tontos ¿Qué película es esta? – chilló Víctor.
- Es la puta verdad- gritó de la misma forma el chaval al policía- pregunten a la chica.
- Sigue por favor- le dijo el otro policía intentando poner paz.
- El hombre se negó, dijo que no varias veces. El Gordo montó el arma que seguía en la cabeza de la chica y le habló muy despacio. “O te la follas o mato a las tres empezando por ella”. Entonces la chica le imploró, le rogó a su padre que lo hiciese, incluso comenzó a sacarse la ropa. El Gordo, caminó hacia la puerta y apoyó la espalda en la pared mientras observaba como padre e hija se desnudaban. El hombre comenzó a acariciarle la cabeza, luego la besó en la mejilla y después de mirarla unos segundos, comenzó a lamerle los juveniles pezones. Observé como la muchacha estaba muerta de miedo, como parecía una estatua, hasta que su padre le puso su polla en los labios como había ordenado el Gordo desde la puerta. Abrió la boca un poquito, luego más y más hasta que la enorme polla se perdió en la garganta. Le folló la boca a su hija un buen rato, sin darse cuenta qué, el gordo ya no estaba. El padre se tumbó en medio de las piernas de la muchacha y apoyó los pies de esta en sus hombros. Vi como escupía dos o tres veces en su polla antes de penetrarla. La chica soltó un quejido apagado por las lágrimas, le costó meter aquel pollón en un coño tan apretado, fue después de muchas envestidas que aquel coñito absorbió aquella enorme polla. Entonces el hombre comenzó con el mete saca. Cada envestida arqueaba la espalda de la chica, era brutal. No tardó mucho en aumentar el ritmo y respirando airadamente por la nariz, como un toro en el ruedo, soltó toda la leche dentro de su hija. Entonces el gordo gritó desde la otra punta del pasillo “el culo pulseritas, el culo”. No esperó una segunda amenaza, le dio la vuelta, la puso a cuatro patas y volvió a escupir, esta vez en el culo de su hija. También aprovechó el esperma que salía del coño de la chica para lubricar mejor el apretado agujero. Tampoco fue delicado esta vez, se la metió de golpe, con fuerza, esta vez sí que chilló la muchacha cuando la polla de su padre se perdió en su ano. Aunque la chica se dejó caer de panza en el suelo, el hombre no paró de follarle el culo mientras le golpeaba las nalgas con la palma de la mano, estuvo más de quince minutos taladrando el juvenil ano de su hija y golpeando sus nalgas. Se corrió de forma salvaje, no reprimió los jadeos, luego dejó caer su cuerpo sobre el de su hija y le susurró algo al oído antes de levantarse y dejar la habitación.
La historia de aquel delincuente terminó con el hombre golpeado por el Gordo, como él lo llamaba, en la cara varias veces en las escaleras, mientras los tres muchachos escapaban por el jardín con dinero y joyas.
Ya había leído todo el informe cuando el avión aterrizó. No se pudo comprobar en aquel entonces, si aquella rocambolesca historia era cierta o producto de la imaginación depravada de aquel chico. Días después desapareció del hospital, burlando a todos los policías que lo escoltaban y no apareció jamás. Así que no publicamos nada de aquello por temor a demandas millonarias.
Un taxi nos llevó a un edificio en las afueras de la ciudad. El edificio de ladrillo cara vista que era muy viejo, estaba bastante bien cuidado tanto por fuera como por dentro, como ya habíamos comprobado mi compañera y yo meses antes. Íbamos a reunirnos en el centro de reclusión con Federico García Pose alias el Gordo, donde llevaba poco más de medio año.
Como ya nos habíamos imaginado, tanto el joyero como su esposa negaron rotundamente cada una de las palabras que había dicho el muchacho en el hospital. Negaron haberle visto la cara a ninguno de los delincuentes, a partir de aquel día no volvieron a colaborar con nosotros, la idílica vida de la esposa del joyero con la prensa rosa se terminó por los rumores que corrían por toda la ciudad. Así que a la policía sólo les quedaba el retrato robot que les había proporcionado el chico, con la duda de si mentiría al describirlo o no. Sandra y yo, visitamos algunos bares de la zona más problemática, la zona del puerto y sus alrededores. Fuimos varios días hasta que, en el Trébol un paf Irlandés, una de las camareras lo reconoció. Fueron los datos que proporcionó lo que llevó a la policía a su identificación. Federico era un timador de poca monta apremiado por las deudas de juego, que a duras penas sacaba para comer. Le costó creer a todos, incluso a sus “amigos”, que fuese el cabecilla de nada, pero en aquel momento era lo que se sabía. Su foto salió en toda la prensa y se colgó en todas las comisarias del país, como el hombre más buscado del momento, sin resultado alguno. Tuvieron que pasar dos años sin pistas y con el caso muy enfriado, para que otro golpe de suerte devolviera el caso a los medios. Una patrulla detuvo a un conductor de madrugada en una carretera comarcal del norte del país, que circulaba con las luces apagadas y marcha atrás. Después de comprobar que la tasa de alcohol en sangre superaba con mucho el doble de lo permitido procedieron a su arresto. Ya en la comisaría cayeron en la cuenta, tenían al Gordo.
Sandra y yo volamos aquella misma mañana al norte con idea de obtener alguna declaración, foto, algo. Según la policía, desde el primer momento se prestó de buena gana a colaborar, eso sí, a cambio de que su condena fuera la menor posible;
- ¿Reconoce estar implicado y ser el cabecilla en el robo al joyero Jorge Están y su familia?
- Reconozco estar implicado, pero no ser el cabecilla.
- ¿Me puede decir quien fue el cabecilla? – le pregunta uno de los detectives mal humorado.
- El propio Jorge Están.
- Quiere decir que el señor Están planeó el robo de su casa, que le dieran una paliza y…
- Follarse a su hija – dijo interrumpiendo el razonamiento – ¿Ustedes han visto lo buena que está? No me extraña que estuviese loco por follársela.
En aquel momento la declaración del hombre volvió a girar de una manera rocambolesca como la del chico años antes. No tuvieron que insistir, el hombre soltó la lengua varias horas sin parar.
- Conozco a Jorge desde pequeño - comenzó diciendo- fuimos al instituto juntos y nos llevábamos bien. Lo apodamos el Pulseritas, por su afición a las joyas, no sabíamos que el hijo de puta se iba a hacer millonario con ellas. Desde siempre he hecho algunos trabajillos para él, ya sabe, cosas como material del mercado negro, limpiar pasta y eso. Unos meses antes del robo fui a pedirle algo de dinero para un par de deudas, nos vimos en su oficina. Yo creía que me soltaría un sermón sobre el juego, que acabaría muerto y todo eso, como hacía siempre pero no, ese día estaba muy enfadado y colocado, no paraba de maldecir a unos y otros sin sentido. Entonces se levantó y después de unos pocos minutos de silencio me ofreció pagar mis deudas y darme otro tanto de dinero si lo ayudaba. Yo accedí sin más, no sabía lo que me iba a pedir, necesitaba la pasta y haría cualquier cosa. Sacó un pendrive y después de insertarlo en el ordenador de su mesa me enseñó un video. Al principio estaba todo borroso, no atinaba a ver que ocurría, luego la imagen se volvió nítida. Eran imágenes de una ducha, un baño, el de alguien muy pudiente por el mármol y eso. Se me abrieron los ojos como platos cuando en la ducha entró una joven desnuda. ¿Quién coño es?, le pregunté mientras me deleitaba con las curvas de aquella chica. “Es mi hija”, pensé que mentía por la tranquilidad con la que hablaba, le miré a la cara y entonces vi que era cierto. No me importó, seguí viendo con placer como el agua empezó a correr por el cuerpo desnudo de la joven. Entonces me levanté de un salto, tiré la silla con el ímpetu, no me creía lo que estaba viendo el joyero se metía en la ducha con su hija, estaba completamente desnudo el cabrón. La chica pareció asustarse un poco al verlo, pero él parecía estar muy tranquilo, sonrió mientras miraba el cuerpo desnudo de su hija y entró. He visto algunos hombres desnudos en mi vida, pero nunca había visto una polla como aquella, les juro que era enorme y muy gorda, como un pepino grande. La muchacha estuvo un buen rato mirándole la polla con la boca abierta y no me extraña, creo que esa actitud de ella fue la que le dio alas para seguir. La polla fue poniéndosele dura, inmensa en un momento, incluso llegué a pensar como cojones podía esconder eso sin que se le notara. Después de coger la esponja que ella tenía en la mano, comenzó a frotarle la espalda, cuello, brazos hasta que llegó a al culo. Estuvo mucho tiempo frotándola, parte con la esponja parte con la mano, ella estaba petrificada, sólo se movía cuando él la giraba. Cuando le dio la vuelta, vi que la chica era una marioneta en manos de él. Comenzó a frotarle las tetas con la mano, unas tetas demasiado grandes para una chica tan joven, no sabía la edad, pero no podía ser mayor de edad. En aquel momento la esponja ya estaba en el suelo y solo usaba las manos. Le frotó la cara, recreándose mucho en los labios en la boca, luego sus manos volvieron a las tetas, el vientre hasta llegar a aquel jovencito coño. Tengo que reconocer, otra vez, que aquel sobe cambió el rostro compungido de la chica, sobre todo cuando sus dedos empezaron a jugar con su clítoris, los labios y la entrada de la vagina. Incluso llegó a estremecerse varias veces, mientras se mordía los labios. Puso la mano de ella sobre su polla, que no podía abarcar ni de coña, y la incitó a moverla suavemente de adelante atrás. Todo esto con el agua de la flamante ducha cayendo sobre ambos. No tardó en darle la vuelta y empezar a frotar su enorme miembro contra el culo y los labios vaginales de su hija. La punta de su polla comenzaba a rozar la entrada del culo y ayudada por el jabón y el agua, se desplazaba suavemente hasta que sobresalía ampliamente de sus labios. Después de muchos minutos así, sus manos apretaron las tetas con fuerza y pegó su boca en la nuca de la chica, en ese momento comenzó a brotar de su polla un reguero de leche. Llenó el culo, el coño, la espalda, la corrida fue brutal, mientras seguía frotando la polla en su hija, un número incesante de gotas de esperma escurrían al suelo.
Hubo un par de videos más como aquel hasta que en uno de ellos, intentó metérsela. No le dejó. Él forcejeó con ella en la ducha un buen rato, incluso me pareció que su polla entraba un poco en el culo de la chica, pero ella logró escapar en un resbalón y las imágenes terminaron. “Es una puta” comenzó a gritar como loco en la oficina. Intenté calmarlo no quería que llamasen a la policía, alguno de sus empleados. “Me he follado a muchas como ella y mejores y la cerda ahora escapa de mí, incluso amenazó con denunciarme, ¿Quién se creé que es?”
El Gordo confirmó que era cierto cada una de las palabras que nos había contado el chico. También nos dijo que jamás encontraríamos a ninguno de los tres muchachos, están lejos y jamás diré donde, fue lo único que llegó a decir de ellos.
La policía encontró varios videos en distintos formatos con las grabaciones que había contado. Entre sus hijas, que jamás quisieron declarar, estaban otras muchas jóvenes, incluso una sobrina a la que si visitamos dando una primicia del caso;
- Mis padres debían mucho dinero, la empresa de papá estaba a punto de quebrar, la crisis de la construcción nos estaba matando, pronto nos quedaríamos sin nada, en la calle. Visitamos a nuestros tíos el famoso joyero y su esposa, la hermana de mamá, fuimos para pedirles dinero, básicamente. El tío fue muy amable con todos nosotros, mucho más que la hermana de mamá, que nos trataba como escoria. Papá nos decía por activa y por pasiva que debíamos ser amables, aguantar un poco, que nuestro futuro dependía de ello. Al fin consiguieron la promesa de que les darían el dinero, fue un alivio para todos, sobre todo papá que hasta lloró de alegría. La mañana antes de irnos, mis padres salieron a comprar, mis primas estaban en el cole y mi tía no sé dónde estaba, ni me importaba. Yo bajé a la piscina climatizada sobre las doce, me di un chapuzón como había hecho otros días con mis primas, solo que aquel día estaba sola. De pronto llegó mi tío no dijo nada, sin más entró al agua y se acercó a mí. Lo cierto es que yo lo saludé de forma efusiva, aquel hombre había sido muy amable con nosotros y sobre todo nos estaba sacando del hoyo, que menos que ser un pococordial. El me abrazó y me dio vueltas en el agua, yo no pensé nada extraño, dejé que me abrazase incluso respondí de la misma forma. Entonces sentí como sus manos se introducían por la tela de mi bikini hasta que se posaron sobre mi culo. Yo acababa de cumplir los dieciséis años, era una jovencita no muy alta como ahora más o menos, pero bastante mona; Lo que más me gustaba de mí era mi pelo rubio y mis ojos grandes y claros. Tenía algo de complejo por las tetas que eran más bien pequeñas al contrario que mi culo y caderas que eran enormes. No tenía nada de experiencia con los hombres, lo máximo que había hecho era besar a un vecino de mí edad y meternos mano. Aun bloqueada en un principio por mi timidez, no me quede quieta al sentir sus manos en mi culo, empujé su pecho con fuerza para zafarme de él e irme de allí. No pude, él mucho más fuerte que yo, me rodeó con los brazos hasta que mi cara y la suya estaban a un centímetro, como mucho. Entonces me habló sereno: “mira niña, tus padres están en un lio gordo, si eres buena conmigo hoy se llevarán mucho dinero y todo arreglado, sino pronto estarán arruinados y en la cárcel. Tú pronto serás el juguete de algún director de un orfanato”. Mis ojos se abrieron como platos, no me podía creer que mi propio tío me estuviese chantajeando de aquella forma. No esperó más, sabía que estaba en sus manos, con la mano derecha rompió la parte superior de mi bikini y dejó mis tetas delante de su boca. Me chupó las dos, primero una luego la otra, me pasaba la lengua por los pezones que de forma natural se habían puesto duros, momento que aprovechó para morderlos. Con mis piernas alrededor de su cintura me sacó del agua y me sentó en una de las tumbonas que rodeaban la piscina. Se quitó el bañador y una enorme polla golpeó su vientre con fuerza. No me dio tiempo ni a implorar, me la pegó a los labios y apretó para que entrara en mi boca. Me dolía la mandíbula de tanto que se me abrió la boca para dejar entrar sólo la punta. No podía respirar, era demasiado para mi boca, así que comencé a tener arcadas por la falta de aire. No le gustó sacarla de mi boca, maldijo algo en bajo que yo no pude entender, fue un alivio al poder respirar. Me quitó la parte inferior del bikini de otro tirón, yo tapé mi coño con la mano, me miró a la cara con una sonrisa que depravada y siguió sin decir nada, no hizo falta lo entendí al momento. Me jugaba el futuro de la familia. Aparté la mano, me abrió las piernas y metió su boca en mi coño. Lamió mi clítoris con fuerza, metió su lengua en mi vagina, en mi culo, me empapó de saliva antes de meterse entre mis piernas. Recuerdo que creí imposible que aquel pollón me entrase, pensé que pasaría como en mi boca, no fue así. Empujó con fuerza, con tanta que mi espalda se incrustó en el respaldo de la tumbona y la polla comenzó a abrirse camino en mi vagina. Creí que me estaba rompiendo por dentro cuando entro toda, estaba tan llena que iba a explotar, pensé. Entonces comenzaron las envestidas sin piedad, estuvo un buen rato follándome en la tumbona antes de ponerme en el suelo a cuatro patas. En esa postura me entraba más adentro, con cada golpe de su polla en mi útero, me hacía levantarme del suelo, creí desmallarme, no fue así. Mi cuerpo traicionero, comenzó a gozar de aquella polla y sin más me estaba retorciendo con un orgasmo brutal. En ese instante sentí como vaciaba su leche dentro de mí con una fuerza desmesurada, cuando la sacó el esperma corría por mis piernas a chorros. Me volvió a follar aquella tarde en su oficina y lo grabó. Grabó como aquel enorme pollón me rompía el culo, como se corrió como un toro en él y como permaneció completamente dilatado por más de diez minutos. Jamás se lo dije a nadie hasta ahora.
Los tentáculos del rico joyero hicieron desaparecer pruebas y personas para evitar ser juzgado. Estaba claro que tenía amigos muy influyentes en todas partes. No fue hasta que nuestro periódico publicó aquella declaración y otras más como aquella, que el joyero se sentó en el banquillo de los acusados. Aun así evitó la cárcel, aunque su fama se apagó para siempre.