Jóvenes Centinelas: La oscuridad interior

Los Jóvenes Centinelas, el grupo de superhéroes más prometedor del panorama nacional, debe hacer frente al Barón Fire. La hechicera Celia Escolano deberá enfrentarse directamente a él para salvar a su compañera, mostrando una parte de ella que tendría que haber permanecido oculta.

Este relato comparte su Introducción con “La máquina corrompida”, si ya la has leído, puedes saltar directamente a “La oscuridad interior” y disfrutar de las aventuras de Celia y Akva.

-----------

Introducción

Akva remontó las aguas, fuera de sí. Habían localizado el escondite del Barón Fire, una aparentemente pequeña torre cerca del río. En realidad la guarida se extendía más de cuarenta metros bajo el suelo. Al fin la Chica Acuática iba a vengar la muerte de tantos miembros de su raza, los tartesios, el pueblo anfibio. Y para ello no pensaba esperar a nadie, todos se opondrían a lo que pensaba hacer. Su cuerpo, pequeño en comparación con el de los humanos, estaba lleno de minúsculas escamas y era de un color verde claro, todos sus dedos estaban unidos por una membrana semitransparente y sus ojos, carentes de pupila, eran de un color violeta. Su pelo, largo y de un color y textura parecidos a los de las algas, se movía con facilidad bajo el agua. Cuatro orificios en su rostro, dos para su respiración y otros dos para sus órganos auditivos terminaban por señalarla como una habitante del agua, incapaz de estar más de seis horas fuera de ella sin empezar a notar los síntomas de deshidratación. Tiempo suficiente para matar al barón. Llevaba puesto el traje de guerra de Tartessos, unos pantalones que le cubrían gran parte de las piernas hechos de escamas de metal y una coraza bastante corta que dejaba al aire toda la parte inferior de su vientre.

Raquel Aranda, que había tomado el manto del Jilguero Rojo no hacía demasiado, intentó planear lo más rápido que las alas dispuestas en los brazos de su traje le permitían. Había tenido que hacer pocos arreglos para ajustarlo a su figura, tanto ella como su anterior dueño eran bastante delgados y altos, tan sólo tuvo que aumentar un poco la zona pectoral, abrochada herméticamente por un enganche en forma de cabeza de pájaro, para que sus pechos no demasiado grandes no estuvieran demasiado comprimidos. El casco, que le ocultaba el rostro de nariz para arriba, también llevaba la forma del pájaro que le daba su nombre de guerra, pintado uniformemente de color rojo.

Eloy Escolano la seguía muy de cerca, embutido en su nueva armadura tecnológica Guardian K8, que le ocultaba todo el cuerpo dejando tan sólo a la vista dos ranuras en su casco a través de las que podía ver. Desde lejos, y debido al color, parecía que la armadura metálica estaba en realidad hecha de cuero marrón. Su usuario contaba con ello para tomar por sorpresa al enemigo. A sus botas les había acoplado para la ocasión unos propulsores magnéticos que le permitían seguir a duras penas el ritmo de su compañera de equipo y en sus brazaletes había incluido una serie de botones para poder controlar todos los artilugios incorporados.

Celia Escolano, hermana de Eloy y último miembro del equipo, había usado uno de sus conjuros para llegar mucho antes, por lo que Raquel no se extrañó al verla esperar en el umbral aparentemente vacío de la torre al tomar tierra, apoyada en su bastón mágico con su exuberante cuerpo. La hechicera se había cortado unos días antes su larga cabellera morena hasta dejarla por encima de sus hombros y llevaba una especie de gabardina ancha y oscura que le llegaba hasta las rodillas, abrochada con grandes botones y abierta lo suficiente como para ver una blusa con cuello bastante alto y de color blanco. No se volvió al oír a sus compañeros aterrizar.

— ¿Y Akva? – Preguntó Raquel.

— Ni rastro – Dijo con su característica voz susurrante Celia —. Hay una entrada oculta en el río.

— Entremos, espero que no se haya metido en líos en este poco tiempo – Dijo tajante Raquel.

Los tres juntos se internaron en la oscura torre, pendientes a todo lo que les rodeaba, hasta llegar a unas escaleras que bajaban hacia lo más profundo y se dividían en tres sentidos. El grupo se quedó totalmente inmóvil mientras la hechicera se apoyaba en su báculo y entrecerraba los ojos, murmurando unas palabras en una lengua ya desaparecida.

— No noto nada, han debido colocar una runa supresora en alguna parte – Dijo la hechicera con gran disgusto y agarrando furiosa su arma.

— Pensaba que sólo lanzaba fuego por sus manos, nada de magia – Dijo su hermano Eloy.

— Está bien – Dijo decidida Raquel —. Nos dividiremos, si vemos al barón o a Akva nos comunicaremos inmediatamente, ¿entendido?

Los tres comprobaron el estado de sus pinganillos, completamente operativos.

Celia Escolano gruñó mientras se dirigía sin mirar atrás y con su báculo firmemente agarrado hacia el pasillo sur. Eloy miró con preocupación unos segundos hacia su hermana, todo parecía ir bien… luego apretó una serie de botones en su muñeca y activando su modo camuflaje se dirigió tomó las escaleras hacia el norte, obligando a Raquel a tomar la última salida.

La oscuridad interior

Celia avanzó, agarrando su bastón y mirando hacia todas partes en busca de la runa que le impedía conjurar. Le preocupaba que alguien como el Barón Fire, aparentemente un villano menor, tuviera acceso a ese tipo de poder.

Se había alejado bastante cuando se encontró frente a una robusta puerta de madera, con gran cuidado la abrió, intentando que los oxidados goznes sonaran lo menos posible, y vio un pasillo aparentemente vacío que giraba hacia la derecha. Confiada, traspasó el umbral y avanzó unos pasos cuando un fuerte zumbido sonó en su oreja. Con rapidez lanzó instintivamente el pinganillo al suelo y el pequeño aparato empezó a echar humo desde el suelo. De alguna manera el villano había conseguido destruir su comunicador. Dudó si volver para poner en alerta a sus compañeros, pero finalmente decidió seguir avanzando, atenta a más trampas. Tras un par de minutos recorriendo pasillos llegó a una nueva puerta, esta entreabierta.

— Pasa, por favor – Sonó una voz masculina al otro lado al acercarse —. Estábamos esperando.

Con la máxima precaución entró en lo que seguramente alguna vez habría sido un salón de baile, en ruinas y con todo su mobiliario estropeado hacía mucho. El Barón Fire se encontraba en el centro junto a Akva, atada al suelo con cinco cadenas que le sujetaban por el cuello y las extremidades.

— Supongo que eres una de esos… ¿Centinelas os hacéis llamar?

El villano llevaba una armadura de cuero, muy desgastada por el tiempo, y portaba una máscara completa que imitaba a una calavera, adornada por un sinfín de dibujos que asemejaban llamas de fuego y que tan sólo dejaban al aire una ranura para su boca. Las aberturas de los ojos estaban protegidas por algún tipo de filtro de malla negra que impedía saber de qué color los tenía, pero claramente tenía fija la vista en la mujer que acababa de entrar.

El Barón Fire acercó una de sus manos a la cara de Akva, que intentó en vano alejarse antes de recibir una pequeña llamarada.

— Como ves, estaba experimentando con la temperatura que podía aguantar un pececito fuera del agua. Pero ahora que has llegado tú…

El hombre analizó de forma lasciva y de arriba abajo el cuerpo de Celia, parándose durante bastantes segundos en imaginar los grandes pechos que se escondían bajo el traje que llevaba puesto la mujer.

— Ahora que has llegado podríamos probar otra clase de experimentos.

Celia avanzó unos pasos, apuntando con su bastón directamente al enemigo mientras pronunciaba uno de sus conjuros, pero no ocurrió nada. Había olvidado por completo la runa que aún se mantenía en alguna parte.

— ¡Vaya, una bruja, qué suerte he tenido al proteger todo el edificio!

El barón sonrió bajo su máscara.

— Entonces… ¿te rendirás y tirarás tus armas?

— Ni lo sueñes, aléjate de ella o te las verás conmigo – Respondió amenazante y dispuesta a usar el bastón para golpearlo directamente.

El hombre movió la cabeza de un lado a otro, con desilusión.

— ¿Estás segura? – Dijo, colocando su mano sobre la cabeza de Akva y aumentando la temperatura sin llegar a invocar fuego.

De repente el color de la piel de la anfibia tomó un color mucho más oscuro y empezó a respirar con pesadez, asfixiándose y tosiendo varias veces.

— ¡Está bien, está bien! – Respondió Celia, lanzando al otro lado de la sala su báculo, que rebotó contra la pared antes de caer al suelo, a bastantes metros de todos ellos.

— Quítate toda la ropa… No voy a permitir que me la juegues con armas ocultas — Amenazó el hombre, haciendo aparecer una pequeña llamita en la palma de su mano derecha mientras mantenía la izquierda muy cerca del cuerpo de la tartesia.

Akva levantó sus enormes ojos violeta hacia su compañera con temor, implorando ayuda.

Celia pensó en lanzar algo contra el villano con un conjuro rápido, pero rápidamente recordó su situación. Además, un impacto podría provocar que el barón usara su poder instintivamente y asara a su compañera. Con dedos vacilantes, fue desabrochándose los enormes botones de su chaqueta negra, dejándola abierta y permitiendo ver la blusa blanca y los pantalones de color negro que tenía debajo de ella. Con un nuevo gesto, el barón hizo amago de volver a tocar a Akva. La pesada chaqueta cayó a los pies de la mujer que, sin apartar la mirada de la encadenada, empezó también a desabrocharse la blusa y los pantalones de forma pausada.

— ¡Más rápido o terminaré matándola!

La blusa y el primer botón del pantalón quedaron abiertos, mostrando ligeramente la tela de un sujetador y las de unas braguitas, ambas a juego y de un color rosa pastel.

— No escondo ningún arma.

— Eso está por ver, te he dicho que te lo quites todo.

— No… no hagas eso, barón – Dijo con una voz más susurrante de lo normal en ella.

El barón invocó un fogonazo en su mano sin dejar de mirarla, provocando que Akva diera un alarido de dolor y que una marca enrojecida apareciera en su mejilla izquierda.

— ¡Toda la ropa, bruja!

Celia miró preocupada el estado de su amiga, que parecía cada vez más agotada con el paso del tiempo alejada del agua. Se sacó la blusa por los hombros, mostrando por completo el sujetador, que apenas cubría parte de sus pechos. Respirando profundamente, intentando calmarse, echó mano a sus pantalones y de un tirón bajó la cremallera. Luego, bajando la mirada al suelo, empezó a deslizar sus ajustados pantalones a lo largo de sus piernas, agachándose y bajándolos hasta los tobillos. Unas braguitas, casi un tanga, permanecían pegadas a la entrepierna de la mujer como si fuera su segunda piel, mostrando perfectamente todas sus formas.

El barón Fire apartó momentáneamente la mano del rostro de Akva y, rascándose la barbilla, estudió con detenimiento el cuerpo en ropa interior de la hechicera. Un silbido sonó desde el interior de la máscara esquelética del villano.

— ¿Quién iba a decir que debajo de tanta ropa se iba a esconder un cuerpazo así?

— Por favor… barón… Akva está herida y mi báculo está fuera de mi alcance – Celia tragó saliva antes de seguir hablando —. Lo único que tiene que hacer es huir.

El barón salvó la distancia que le separaba de la hechicera en décimas de segundo. La mujer notó el intenso calor que desprendía el hombre por todos los poros de su piel a pesar de estar bien cubierto por una armadura.

— ¿Huir yo? – Siseó enfurecido el hombre, acercándose un paso más a ella —. Creo que no sabes bien cuál es la situación. Aquí soy yo el que tiene la sartén por el mango. Tu amiguita y tú estáis bajo mis deseos. Y… ¿adivinas lo que deseo ahora mismo hacer con tu coñito?

El barón comenzó a acariciar su polla por encima del pantalón sin ningún disimulo. Celia apartó con rapidez la mirada, fijándola en su compañera, mientras hacía unas respiraciones cortas y profundas.

— Por… por favor… no quiero hacerlo.

El hombre agarró por un mechón de cabello a la hechicera, a la que le llegó un aroma a pelo quemado, y acercó su rostro hasta que pudo notar su aliento sobre la cara.

— Si tú no quieres hacerlo, quizás tu amiga sí lo haga – El barón Fire convirtió su voz en un susurro casi inaudible —. Nunca me he follado a una pececita, tengo curiosidad por oír cómo gime…. Y, además, parece tan joven.

— No te atrevas a tocarla – Dijo furiosa la hechicera.

— Eso depende de ti.

El barón la agarró del mentón, provocando de inmediato un latigazo de dolor a causa de la quemadura que le provocaba el tacto del villano. La mujer parpadeó, intentando contener las lágrimas que empezaban a aflorar y, finalmente y con gran docilidad, asintió con la cabeza.

— Eso está mucho mejor. Ahora, quítate tú solita esas sucias bragas que tienes antes de que te las queme.

Soltó el pelo de la mujer y se sacudió las manos, haciendo caer al suelo varios cabellos a medio quemar que se habían adherido a ellas.

Las mejillas de la hechicera enrojecieron mientras miraba hacia otro lado y, colocando sus manos a cada lado de sus bragas, se las fue bajando de igual forma que había hecho con sus pantalones. El sexo de la mujer, desprovisto de cualquier rastro de vello, quedó expuesto por completo.

La mano del barón saltó como un resorte hacia la entrepierna de Celia, que dio un respingo de precaución.

— Yo controlo todo lo que hacen mis manos —. Dijo el hombre, al notar su sorpresa por no haber sentido ninguna quemadura —. Absolutamente todo.

El villano se pegó a ella, haciendo que la cabeza se posara automáticamente sobre su hombro, y comenzó a hurgar con dos de sus dedos en el interior de la mujer, al principio superficialmente, pero introduciendo más y más con el pasar de los segundos.

— No… por favor… no quiero – Dijo de forma inaudible muy cerca del oído del hombre, que seguía penetrándola con su mano.

— Me importa una mierda lo que tú quieras, bruja – Respondió agarrando por la nuca a la mujer y apretándola aún más contra su hombro, mientras aumentaba la velocidad de sus dedos.

Un murmullo gutural salió de la boca de Celia, que terminó por cerrar por completo sus ojos. El barón comenzó a soltar carcajadas, algo amortiguadas por el efecto de su máscara, mientras introducía una vez más su mano en la rajita de la mujer. Aún sujetando con fuerza el cuello de la hechicera, se volvió en dirección a Akva mientras no paraba de reír a carcajadas.

— Para no querer, mira lo que disfruta tu amiga– Dijo en dirección a su prisionera encadenada mientras levantaba en alto sus dos dedos totalmente empapados.

La Chica Acuática observó durante un par de segundos cómo la mano del villano parecía brillar por los fluidos y bajó la cabeza, con una expresión de vergüenza en el rostro.

— Dime, bruja, ¿quieres que te folle?

Pasó su dedo mojado por el pómulo de la mujer, que seguía apoyada por propia voluntad en el cuerpo del villano.

— Sí… amado barón – Empezó a decir Celia, con una voz muchísimo más áspera de lo habitual —. Quiero follar contigo sin parar.

El cuerpo de Celia se irguió, encarándose con ojos casi totalmente cerrados al hombre, sólo mostrando una fina línea blanca entre sus párpados. Una sonrisa cruzaba de oreja a oreja el rostro de la hechicera

— Quiero sentir tu polla penetrándome por todos mis orificios – Jadeó, presa de la excitación —. Quiero que me sacies.

El Barón Fire abrió la boca, quizás para hablar o quizás debido a la sorpresa, pero esta vez fue la mano de Celia la que se lanzó a la entrepierna del barón mientras con rapidez unía sus labios a los del barón, silenciando cualquier protesta, y lo comenzaba a besar desenfrenadamente. La mujer deslizó una de sus manos hasta su propio sexo y comenzó a masturbarse, con mucha más pericia de lo que lo había hecho el barón, mientras con la otra mano empezaba a sobar la entrepierna del hombre, notando cómo la polla bajo el pantalón crecía cada vez más.

— Liberemos esto – Dijo ella con voz cada vez más ronca.

El hombre empezó a notar cómo la zona del pantalón por la que estaba pasando la mano la hechicera empezaba a deshilacharse de forma incomprensible bajo lo que parecía uno de sus conjuros. Sintió un pequeño hormigueo en sus genitales justo antes de que sus pantalones, preparados para resistir altas temperaturas y la influencia de la mayor parte de las energías del planeta Tierra, se deshicieran como si estuvieran hechos de tela podrida que voló a los cuatro vientos tras convertirse en polvo al más ligero roce, dejándolo totalmente desnudo de cintura para abajo.

A pesar del desconcierto, el pene del villano se encontraba totalmente erecto en sus casi catorce centímetros de longitud, rodeado de una considerable mata de pelo negro. Celia puso la yema de su dedo en el glande y emitió un sonido de aprobación. De un único giro dio la espalda al hombre y se inclinó por completo, ofreciendo su trasero en pompa a escasa distancia. Usando ambas manos, abrió sus nalgas mostrando su ano.

— Métemela, ya.

La vista del hombre pareció ensombrecerse, como si de repente hubiera menguado la luz de la estancia y lo empezara todo a ver como si fuera una especie de mal sueño. Al intentar fijar la vista, algo desorientado, pudo ver una cola oscura y de aspecto etéreo, más parecida a un tentáculo que a lo que tendría cualquier tipo de animal, salir de la parte baja de la espalda de la hechicera. El hombre se giró hacia Akva, buscando ayuda.

La tartesia los miraba con ojos abiertos como platos y con un rictus de pánico. El hombre apenas tuvo tiempo de cruzar la mirada con la chica-pez cuando notó cómo algo le rodeaba la cintura, apenas rozándole pero agarrando con fuerza. Se vio obligado a girarse nuevamente hacia la hechicera, que no parecía haberse movido lo más mínimo y, poco a poco, se fue acercando a ella, arrastrado por una fuerza que no sabía explicar.

— ¡Fóllame! – La ronca orden de Celia pareció resonar en lo más profundo de su cerebro, provocando una punzada de dolor en sus oídos.

El barón intentó despejar su mente moviendo de un lado a otro la cabeza con energía mientras se masajeaba la frente, pero la fuerza que lo apresaba lo arrastraba más y más. Finalmente pareció rendirse. Agarrándose el pene con una mano, lo apuntó directamente hacia el culo de la hechicera y colocó la punta en la entrada del ano con gran cuidado. Puso su otra mano en la cadera de la mujer, agarrando con fuerza. Poco a poco fue introduciendo, con gran dificultad, el glande en el interior de la mujer, que empezó a contonearse de forma bastante sensual, intentando acelerar el proceso.

— Empuja con fuerza – Ordenó impaciente para luego seguir hablando con una voz algo más suavizada en tono suplicante —. Quiero sentirla hasta el fondo, métemela de un golpe.

— Pero… — Dijo el barón, sintiendo la falta de lubricación y la resistencia que estaba ofreciendo el orificio para ser penetrado.

— ¡Hasta el fondo!

De nuevo estas palabras taladraron los oídos del hombre, que tuvo que echar la cabeza hacia atrás para soportar la punzada. Desorientado y con la cabeza algo embotada, embistió con todas sus fuerzas el culo de la morena, introduciendo su polla hasta casi la mitad. Celia gritó de dolor, pero rápidamente el alarido se convirtió en carcajadas de gozo.

— Sigue… sigue… – Dijo tras un largo gemido.

Pareció desvanecerse todo rastro de cordura en el hombre que, agarrando esta vez con ambas manos la cintura de la mujer, comenzó a bombear, moviéndose adelante y atrás, en el culo de la hechicera. Casi de forma instantánea la propia Celia comenzó a mover sus caderas, facilitándole la labor. Sin dejar de moverse ni un solo segundo, consiguió al fin meterla en toda su longitud. Siguió penetrándola una y otra vez sin descanso, tan sólo oyendo e intentando disfrutar de los gemidos cada vez más altos. En la neblina en la que parecía estar hundida su mente pareció oír los sollozos apagados de Akva, pero los apartó con rapidez para seguir concentrado en la mujer que tenía agachada frente a él, intentando acabar lo antes posible con esa extraña sensación. En ese momento notó cómo la presión que le rodeaba la cintura desaparecía por completo, una vez cumplida su labor. El hombre puso los ojos en blanco e, incapaz de aguantar más, y con una última y fuerte embestida, terminó por correrse en el culo de la mujer.

Al apartar sus manos de las caderas comprobó que, en el clímax de su excitación, había dejado unas marcas de quemaduras con la forma de sus manos que parecían no haberle provocado el menor dolor. El villano resopló satisfecho.

Celia, con un gruñido ronco, se incorporó hacia el barón con la misma rapidez con la que se había agachado previamente. Al encararse con él, el hombre comprobó que en la frente de la mujer habían aparecido dos pequeños cuernos, que parecían tan insustanciales y etéreos como lo era la cola. Unos ojos totalmente negros, sin ningún rastro de pupila, se fijaron directamente en su rostro justo un segundo antes de que notara un fuerte latigazo directamente en la cara, como si la máscara no le protegiera en absoluto.

— Aún no estoy saciada.

Colocando ambas manos en los hombros del barón, y sin que pareciera hacer ningún tipo de esfuerzo, lo empujó de tal manera que cayó pesadamente al suelo, quedándose sentado. El hombre levantó la vista, sorprendido por el empujón, pero apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la mujer se puso en cuclillas sobre él, colocando sus piernas a cada lado del cuerpo y sus enormes pechos a la altura de la cara. Fijó sus ojos negros directamente en los del barón, aun protegidos por la máscara, y sonrió, mostrando unos pequeños colmillos blanquísimos.

— Arráncame el sucio sujetador – Ordenó con un susurro que provocó al hombre un cosquilleo en la oreja.

Dubitativo y presa del miedo, comenzó con manos temblorosas a jugar con el cierre del sujetador en la espalda de la hechicera, intentando acercarse lo menos posible al escultural cuerpo que tenía tan cerca de él. Celia comenzó a acariciar la máscara esquelética del villano, aumentando aún más el miedo que empezaba a sentir sin saber exactamente por qué.

— ¡Más rápido o te mataré aquí mismo!

La máscara empezó a oxidarse lentamente y el barón notó cómo poco a poco se deshacía bajo el tacto de la hechicera. Al fin se desintegró, dejando en el aire un aroma a óxido que tardó minutos en disiparse.

— Te conozco… — Dijo la hechicera mientras pasaba su dedo por el labio del villano, consiguiéndolo poner aún más nervioso —. Sales en televisión, ¿no es cierto?

El barón hizo un gesto afirmativo con la cabeza, totalmente incapaz de procesar que ahora se encontraba literalmente cara a cara con ella. Un mechón canoso y rizado cayó sobre su cara, tapándole la visión de un ojo. Al fin, tras un nuevo intento, consiguió desabrochar el sujetador, que quedó suelto y sujeto sólo por las tiras de los hombros. La mujer apenas prestó atención y acarició el pelo del hombre, largo y bastante encanecido a pesar de que no era demasiado mayor.

— Te encanta hablar mal de la hechicería en cada uno de los programas a los que vas.

Con el dorso de su mano, Celia le volvió a colocar de nuevo en su sitio el mechón.

— Ahora usarás esa asquerosa boca solamente para besarme.

El sexto sentido del hombre le alertó del peligro que entrañaba aquella petición.

— No, por favor, no quiero – Dijo totalmente presa del pánico, intentando en vano librarse del cuerpo de la mujer, que lo mantenía inmóvil únicamente con la fuerza de sus piernas.

— Me importa una mierda lo que tú quieras – Respondió ella en tono jocoso y ronco, antes de unir sus labios con los de él.

Celia comenzó a jugar con su lengua dentro de la boca del barón de forma salvaje y sin dejar de mirarlo fijamente mientras disfrutaba de la experiencia. La mente del barón se inundó de imágenes de todo tipo de depravaciones sexuales en las que él era el protagonista y sus ojos se desorbitaron de terror mientras de forma inconsciente parecía responder a las acciones de la hechicera, moviendo también su lengua y disfrutando del sabor que procedía de su boca. No supo cuánto tiempo estuvieron jugando con sus lenguas antes de que la mujer decidiera parar, recorriendo con ella una última vez los labios del hombre.

— Para no querer… - Dijo Beliar, alargando su mano hacia el miembro del barón, momento en el que el hombre se percató de que volvía a estar empalmado.

La mujer sonrió de forma siniestra y, apoyándose en los hombros del villano, terminó por dejarse caer encima de él, clavando la polla en su interior de un solo golpe, ayudada por la gran cantidad de lubricación en su sexo. Sin mediar palabra comenzó a cabalgar con furia desmedida, provocando al hombre tanto daño como placer. El sujetador de color rosa cayó inerte a un lado, mientras las tetas de Celia subían y bajaban al mismo ritmo de sus caderas.

— ¿Es que no te gustaría tocar mis tetas? – Preguntó entre gemidos, con aire amenazante.

El hombre, fuera de sí y sobreponiéndose al dolor que sentía, agarró con fuerza los grandes pechos de la mujer y comenzó a sobar sus enormes pezones mientras comenzaba a emitir gritos inarticulados cada vez más fuertes con cada una de las embestidas provocadas por la joven. El rostro de la mujer mudó de expresión con rapidez al oír sus gritos.

— ¡Cierra tu sucia boca, malnacido! – Le dijo furiosa colocando su mano sobre el rostro, tapándole su boca y nariz.

Poco a poco los gritos fueron bajando de volumen mientras Celia seguía montándolo, arqueando un poco la espalda y entrecerrando los ojos. La cabeza del barón cayó pesadamente contra el suelo en el mismo momento en el que inundaba con su semen el interior de la mujer. Celia quedó sentada sobre el barón mientras su polla perdía a gran velocidad su tamaño mientras veía con gran disgusto que su rostro empezaba a marchitarse como si envejeciera a pasos agigantados, hasta que toda su cabeza terminó por convertirse en polvo.

Celia se puso en pie, con un rugido de disgusto. Un reguero de semen y fluidos vaginales le recorría ambos muslos.

— Aún… no… estoy… saciada.

Un ruido metálico hizo que apartara la vista del cuerpo marchito que tenía ante ella y la fijara en su compañera que, muerta de miedo, intentaba con todas sus fuerzas arrancar las cadenas del suelo para poder huir.

Celia inclinó su cabeza hacia un lado mostrando su temible sonrisa. Contoneándose de forma provocativa se acercó a su compañera y se agachó hasta ponerse a su altura.

— Dime, pequeña Akva – Dijo pasando el dorso de su mano por la mejilla de la chica —. ¿Quieres que te libere?

El pequeño cuerpo escamoso de la muchacha empezó a temblar y, sin atreverse a cruzar sus ojos violetas con la oscuridad que parecía poseer los de Celia, empezó a sollozar.

— Déjame marchar, Celia, por favor – Dijo con voz muy aguda.

La mujer volvió a pasar su mano por la cara, recogiendo una pequeña lágrima que empezaba a caer.

— Ahora mismo Celia no puede ayudarte – Respondió con su voz ronca la mujer —. Pero yo sí puedo… A cambio de un pequeño favor.

Akva notó cómo la cola semitransparente se colocaba bajo su barbilla y la obligaba a levantar la vista hacia la que creía su compañera Celia. Al ver sus ojos totalmente oscurecidos y los pequeños cuernos que sobresalían etéreos de la cabeza, la anfibia rompió a llorar.

— No me hagas daño, por favor…. por favor…

— No pienso hacértelo, pequeña.

El ser que se parecía a Celia acercó su cara a la de su compañera, buscando con sus labios la boca de la tartesia, que los esquivó con un rápido movimiento de cabeza.

— Tranquila, Akva – Susurró con voz confortable justo antes de fundirse en un largo beso con los delgadísimos labios de la Chica Acuática.

Los ojos de Akva se abrieron de par en par ante las visiones que cruzaron su mente, una tras otra en rápida sucesión, mientras la lengua de su compañera exploraba cada rincón de su boca. Menos de un minuto después, Celia separó sus labios haciendo que Akva boqueara como si estuviera buscando aire.

— Déjame alimentarme de tu delicioso néctar hasta saciarme y sé mi compañera. A cambio te libraré de todas tus ataduras.

La chica no supo qué contestar a eso y Celia volvió a tomar la iniciativa. Aún rozando la boca de su compañera, usó su cola para desabrochar con destreza la hebilla de los pantalones de escamas y casi de inmediato estos se deslizaron con un tintineo al suelo.

— No llevas ropa interior – Dijo fascinada Celia, sin mirar en ningún momento hacia las delgadas piernas de Akva.

Una sonrisa de placer se dibujó en su rostro endemoniado mostrando sus dos pequeños colmillos. Colocando sus manos en cada hombro de la chica, las deslizó por todo el pequeño cuerpo mientras ella misma serpenteaba hasta el suelo. Al pasar a la altura de sus minúsculos pechos y de su bajo vientre Akva sintió una sensación placentera que le recorrió todo el cuerpo durante un breve espacio de tiempo. Agarrando con dulzura los muslos de la anfibia separó las piernas todo lo que las cadenas le permitían y quedó examinando la rajita de la Chica Acuática. Los labios vaginales de Akva eran lisos y carnosos, y pronto la lengua de Celia los recorría de un lado a otro, hundiendo luego su cara en el sexo de su compañera y comenzando a comer con avidez.

Akva, paralizada aún por la impresión, se movió lo justo para volver a comprobar que sus cadenas le impedían cualquier tipo de huida y, en pocos segundos, se dejó llevar por completo por lo que estaba pasando. Inadvertidamente posó una de sus manos sobre la cabeza de su amiga, pero la apartó al percatarse de lo que hacía. Lentamente fue llegando al éxtasis mientras Celia bebía sin parar de ella y, con un grito agudo que resonó en toda la estancia, levantando ecos en la antigua pista de baile, llegó finalmente al orgasmo, descargando directamente en la boca de la hechicera.

Al levantar Celia la cabeza, Akva comprobó como la tenía llena en gran parte por sus fluidos. Con extrema facilidad la mujer se volvió a poner en pie, y usando sus manos y su cola, comenzó a recoger todos los restos esparcidos por su cara y a tragarlos con verdadera gula mientras emitía murmullos de satisfacción tras cada trago.

— Hemos hecho un trato, pequeña Akva – Dijo chupando los últimos restos en su dedo anular.

Abrió sus manos y, palmeando las cadenas que mantenían a la chica inmovilizada, estas empezaron a oxidarse y deshacerse en mil pedazos, dejando tan sólo un collar metálico y una de las abrazaderas en su muñeca. Akva corrió en taparse con sus pantalones y Celia volvió a acercarse, con intención de besarla de nuevo, pero con una rapidez antinatural, se giró en dirección a la entrada, adoptando una posición defensiva.

— ¡Beliar! – Gritó una voz masculina desde la entrada justo antes de que un dardo se clavara en el cuello de Celia, que cayó pesadamente al suelo antes de que pudiera realizar ninguna acción.

Al girarse hacia allí Akva vio primero a Eloy, sin su casco y con una de las perneras de la armadura mal puesta, mientras sujetaba uno de sus brazos apuntando en alto mientras con su otra mano parecía haber pulsado uno de los botones de sus brazaletes. Un segundo después también entró Raquel, su otra compañera, con cara de preocupación, ella apenas llevaba más que su ropa interior y un par de plumas que aún se sostenían en la parte de los brazos de su traje.

Eloy bajó el brazo y avanzó con rapidez hacia ellas, se arrodilló junto a su hermana y le tomó el pulso con dos dedos. Tanto la cola como los cuernos habían desaparecido, y ahora sólo parecía quedar Celia Escolano tal y como había sido al principio.

— ¿Estás bien? – Preguntó el chico tras comprobar que su hermana parecía estarlo.

— S..sí… Sólo… necesito llegar al río para recuperarme.

Su compañero asintió satisfecho.

— ¿Qué ha pasado aquí? – Volvió a preguntar su compañero, mirando alternativamente el cadáver del barón y los restos que aún quedaban de las cadenas.

—- No… no lo sé, Guardian – Akva tragó saliva —. Celia cambió… cambió y empezó a… terminó matándolo y… se volvió loca, le salieron cola y cuernos y… y… dijo que ella no era ella… todo fue horrible.

Raquel se adelantó entonces y la abrazó, intentando confortarla.

— Vale, todo va a salir bien – Dijo Eloy intentando convencerse a sí mismo mientras volvía a vestir con torpeza a su hermana —. Hemos llegado a tiempo, antes de que hiciera algo…. Algo mucho peor que matar a alguien.

Él y Raquel intercambiaron una mirada cómplice y, con algo de esfuerzo, Eloy se echó a su hermana a los hombros.

— Pero debemos llegar cuanto antes al Santuario, seguramente Beliar siga al mando dentro de ella cuando despierte – Dijo el chico.

Raquel asintió y, ayudando con su hombro a Akva a caminar, los cuatro salieron del edificio, dejando atrás el cadáver del Barón Fire. Seguramente tendrían que dar muchas explicaciones, pero por suerte el demonio no había hecho de las suyas.

Los ojos de Akva se oscurecieron durante una décima de segundo mientras una sonrisa igual de rápida aparecía en el rostro de la joven.