Jóvenes Centinelas: Beliar liberado

Tras su victoria contra el Barón Fire, el supergrupo de los Jóvenes Centinelas se dirige en jet hacia la isla del Maestro para salvar el alma de Celia del demonio Beliar... Pero quizás el propio demonio tenga algo que decir al respecto.

Anteriormente en Jóvenes Centinelas…

El Barón Fire, que había capturado a Akva/Chica Acuática, del pueblo tartesio, ha sido vencido y muerto… pero a un alto precio. Celia Escolano liberó a su parte más oscura, el demonio Beliar. Su hermano Eloy, también conocido como Guardian, consiguió sedarla pero no antes que hubiera corrompido a la inocente Akva sin que ellos lo supieran.

Junto a Raquel Aranda, que porta el legado de Jilguero Rojo, se dirigen a la isla de Alveare, donde habita el Maestro, para poder salvar el alma de Celia.


Introducción

El Galeón, el jet de los Jóvenes Centinelas, se mantenía con rumbo estable en el cielo, pilotado con pericia por Eloy Escolano. La nave no era excesivamente grande, pero tenía todas las comodidades que podían requerir sus viajeros.

Akva y Raquel estaban en la cabina de pasajeros, mientras Celia se encontraba en una cápsula de éxtasis que la mantenía dormida en la zona de carga. Chica Acuática se encontraba suspendida en el interior de su “pecera”, una urna llena de agua, similar a la que usan los escapistas, pero que disponía de una serie de botones para acomodarla a las necesidades de su usuaria a cada momento.

— Estamos sobrevolando el Atlántico, a cinco horas de la isla de Alveare. Poneos cómodas – Dijo Eloy a través del telefonillo del avión desde su asiento de piloto.

Beliar liberado

Akva, vestida con un bikini y unos pantalones cortos, ambos de malla de metal, mantenía los ojos abiertos, mirando alternativamente a su compañera Raquel y a la puerta que daba paso al cargamento, donde se encontraba Beliar, encerrada y dormida dentro del cuerpo de Celia. Raquel miraba por la ventana, se había despojado de lo que quedaba de su traje de batalla e iba con zapatillas deportivas, vaqueros y una camiseta de color blanco con el logotipo de algún grupo musical poco conocido. Cada vez que Akva se movía, la miraba de reojo, haciéndole imposible llegar a la zona de carga sin llamar su atención.

En ese momento, Akva ideó un plan.

— Me duele un poco la cabeza – Dijo la chica agarrándose con fuerza el cráneo, pulsando uno de los botones a su alcance y vaciando de agua su cápsula.

Raquel hizo amago de ayudarla, pero levantando su mano membranosa, la otra le indicó que permaneciera sentada.

— Tranquila, Jilguero. Sabré llegar al botiquín yo sola… Aún nos quedaban calmantes — La chica mostró sus pequeños dientes de forma amistosa —. Pareces bastante cansada, te traeré también algo de beber cuando vuelva.

Caminando descalza por la cabina de pasajeros entró en el baño y abrió el botiquín. Tras pasar de largo por los calmantes, cogió tres pequeñas capsulas de color amarillo. Luego se dirigió al pequeño minibar y, tras comprobar que Raquel no miraba, abrió las cápsulas y las vertió en un refresco de soda que llevó solícita a Raquel, que lo agradeció con un movimiento de cabeza.

La mujer comenzó a beber a sorbos, bajo la atenta mirada de Akva, que se había sentado en otra de las butacas de la cabina. A los pocos minutos, Raquel empezó a dar pequeñas cabezadas hasta que al fin cerró los ojos y empezó a respirar con fuerza mientras reclinaba sus cabeza sobre el asiento.

La Chica Acuática se levantó sigilosa y pulsó el botón del telefonillo que comunicaba con la zona del piloto.

— Guardian… — Dijo en voz muy baja la tartesia —. Jilguero se ha dormido y yo también echaré una cabezadita. Por favor, no nos molestes hasta que lleguemos.

— Entendido – Respondió el chico.

Se dirigió entonces con rapidez a la cabina de carga, donde, atada con correas, estaba la cápsula de éxtasis donde habían introducido a Celia. Con veneración, se arrodilló y abrió la cerradura electrónica. Celia sólo conservaba su blusa blanca de cuello largo y sus pantalones negros. Sus pies estaban completamente desnudos, con sus plantas de los pies ennegrecidas por la suciedad del suelo y su corta melena oscura estaba revuelta, sin peinar. Akva colocó sus pequeñas manos sobre sus anchos hombros y la zarandeó con delicadeza.

— Despierta, Celia… por favor…

La mujer permaneció con los ojos cerrados. Decidida a despertarla, se inclinó sobre su cuerpo y posó sus labios sobre los de ella.

— Beliar, te necesito… – Susurró la chica, cada vez más preocupada.

Un temblor recorrió el cuerpo de Celia, que poco a poco fue abriendo los ojos. La tartesia sonrió al ver que eran totalmente negros y que unos pequeños cuernos se iban formando en su frente.

— ¿Qué ha pasado? – Dijo con su característica voz ronca Beliar, parpadeando.

— Guardian te sedó y te encerró en este cajón. Nos dirigimos a ver al Maestro, dicen que él podrá sacarte de este cuerpo… no puedo consentirlo.

Beliar, todavía tendida, acarició los pelos del color de las algas de su compañera.

— ¿Dónde están los demás? – Preguntó mientras se incorporaba.

— Guardian está pilotando la nave, le dije que no nos molestara hasta que llegáramos, y conseguí que Raquel tomara un somnífero, duerme profundamente.

Celia, ya en pie, dio un largo beso a la chica.

— Has hecho bien, pequeña. Eres una excelente compañera… Ocupémonos ahora de ellos.

— No quiero que mueran.

— Haré todo lo necesario para que podamos ser libres, pequeña. Si no hay otra opción…

La tartesia cabeceó poco convencida. Beliar le pellizcó su barbilla, tranquilizándola, y se dirigió hacia la puerta que conectaba con la cabina de pasajeros. Justo cuando cruzaba la puerta, la nave giró sorpresivamente hacia la izquierda, pero rápidamente volvió a recuperar la estabilidad.

Sus pies descalzos y sucios apenas levantaron ruido en la moqueta mientras rodeaba a Raquel hasta ponerse frente a ella.

— Parece tan dulce mientras duerme – Dijo rozando con su dedo la mejilla.

Acercó su rostro al de Jilguero Rojo, lanzándole directamente su aliento sobre la boca entreabierta y respirando a su vez el aroma que exhalaba ella.

— Ojalá aceptara ser nuestra sierva…

De la espalda de Beliar apareció directamente una larga cola de forma etérea, que empezó a enroscarse  en el cuello de Raquel dispuesta a asfixiarla.

— ¿Podrías hacerlo? – Dijo Akva, apareciendo por la puerta con una especie de brillo en sus ojos violetas —. Así podría seguir a nuestro lado.

— No aceptará serlo… y debe hacerlo para completar el ritual.

Akva se acercó y comenzó a acariciar el pelo castaño de Raquel con suavidad, provocando que la mujer se removiera en sueños.

— Convéncela – Suplicó la Chica Acuática.

Celia se pasó la lengua por sus colmillos mientras un plan terminaba de tomar forma en su mente.

— Está bien, pequeña. Pero debemos hacerlo juntas. Y puede que Raquel Aranda deje de existir tal y como la conocemos.

El demonio desenroscó su cola, haciéndola desaparecer de inmediato. Colocando sus manos en el cuello de la camiseta de Raquel, fue partiéndola por la mitad sin ningún problema gracias a sus poderes de corrupción material.

— Shhhh… — Empezó a susurrar Akva al comprobar que Raquel comenzaba de nuevo a moverse inquieta —. Descansa, Jilguero. Todo va bien.

La chica posó sus delgados labios en la frente de la superheroína y la besó con ternura. Raquel volvió a sumirse profundamente en su sueño.

De un último tirón, Celia consiguió separar en dos la camiseta, dejando ver el sujetador de Raquel. Volvía a tener puesto el pequeño sostén de color negro con bordes naranjas que ya había llevado durante el asalto a la guarida del Barón Fire. Beliar no perdió el tiempo y, con destreza, usó los trapos en los que había convertido la prenda para atar los brazos de Jilguero Rojo a los reposabrazos de la butaca. Pulsando el botón a la altura de las rodillas, hizo que el respaldo se inclinara lentamente hasta que Raquel quedara en horizontal.

— No podrá desatarse, es toda nuestra – Dijo Celia sonriente —. Despiértala de forma agradable, pequeña Akva.

Colocándose junto al cabecero, la chica agarró de las mejillas a Raquel y empezó a besar con fuerza los labios de su amiga durante varios segundos.

— Despierta, Jilguero. He traído a alguien muy especial.

— ¿Q…qué?, ¿qué… pasa? – Preguntó Raquel mientras se despertaba con lentitud. En ese mismo momento se percató de que tenía inmovilizados los brazos y empezó a tirar con fuerza de ellos.

— ¡Escúchame con atención, pajarillo! – Atronó Beliar, provocando que Raquel dejara de resistirse de inmediato —. Por todo lo que has hecho por este cuerpo y por proteger a mi pequeña compañera, te daré la opción de no morir…

Raquel abrió la boca, dispuesta a gritar pidiendo ayuda, pero las escamosas y minúsculas manos de Akva se pusieron sobre sus labios, evitándolo.

— Por favor, Jilguero… No te resistas, lo que puede mostrarte Beliar es… simplemente maravilloso.

Raquel comenzó a emitir gritos apagados a través de la mano de Akva.

— Da igual, déjala gritar, pequeña. La sala está insonorizada y, contra más daño se haga en la garganta, más tiempo podremos dedicar luego a su curación.

La Chica Acuática apartó su mano y Raquel miró con odio a Celia.

— Prefiero morir antes de aceptar nada de ti, sucio demonio. Eloy me previno sobre todas tus artimañas…

— Oh, joven pajarillo – Dijo Beliar, incorporándose y acercándose por el lado a Raquel, obligando a Akva a apartarse —.  Pero si aún no has escuchado mi oferta.

El demonio se inclinó dispuesto a besar directamente a Raquel, pero la joven comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, esquivando los peligrosos labios de la que había sido su amiga.

— Oh… no seas cabezota, Jilguero – Dijo exasperada Akva, que moviéndose a una velocidad acorde a su pequeño tamaño, agarró la cabeza de Raquel, manteniéndola hacia arriba.

— Por favor, Akva, no hagas…

La boca de Celia silenció todas las súplicas de Raquel. Comenzó no sólo a ver, sino también a experimentar todas y cada una de las torturas y perversiones que cabían en la imaginación del demonio Beliar. Sus ojos se desorbitaron y sus gritos de espanto se oyeron sobre el ruido que hacían la lengua y boca de Celia. Beliar continuó besándose con la superheroína, rozando con uno de sus colmillos el labio superior y abriendo una pequeña herida.

Akva, con una sonrisa no muy distinta a la del demonio, dejó de sujetarle la cabeza, que quedó sin oposición ante las atenciones de la mujer morena. Se puso entonces a la altura del tronco de Raquel, agarró las copas de su sujetador y de un tirón dejó al aire los pechos de la mujer. Sacando únicamente la punta de su lengua, comenzó a recorrer en círculos sus aureolas, excitada por los sonidos que salían de su boca, cada vez más amortiguados. Más envalentonada, introdujo uno de sus senos en la boca y comenzó a morder los pezones, haciendo que sus alaridos amortiguados sonaran más altos durante varios segundos más. Finalmente los gritos de la joven cesaron abruptamente.

Celia dejó de besarla y se irguió, muy por encima de ella. Los ojos de un profundo color azul de Raquel quedaron abiertos y fijos en el techo del jet, mientras un hilillo de sangre y saliva caía por la comisura de sus labios entreabiertos. Su cuerpo, mucho más delgado que el de Celia, temblaba imperceptiblemente, aún reviviendo todo lo que había experimentado. El demonio usó su dedo índice para recoger la saliva antes de que cayera sobre el cabecero y empezó a restregarla por los labios de la joven, acariciándoselos mostrando su dentadura y coloreándolos de un color rojizo por efecto de la sangre, dando la impresión de que Raquel había usado pintalabios. Acercó entonces su boca al oído, para poder susurrarle.

— Eres tan dulce… Estoy deseando hacer todo tipo de cosas contigo.

Raquel emitió una serie de sonidos inarticulados, más parecidos a un gorgoteo que a palabras con sentido.

— Calma, pajarillo. Regresa poco a poco a nosotras – Le dijo mientras peinaba con sus manos su melena, haciendo que cayera en cascada por detrás de la butaca y aprovechó para darle un rápido piquito en la boca —. Sólo un poco más y serás feliz para el resto de tu vida.

— Yo… yo… — Empezó a articular con gran esfuerzo Raquel —. Yo no puedo… no sé…

— Shhh… — Celia abrazó a la mujer, incorporándola un poco y apoyando la cabeza en sus pechos mientras con un toque de su mano destruía la tela que amarraba sus brazos —. No tienes por qué saber nada, únicamente hacer lo que te digamos y aceptar lo inevitable.

El jet comenzó a temblar como si se encontraran con unas pequeñas turbulencias, pero ninguna de ellas le prestó demasiada atención. Los viajes en el Galeón de vez en cuando eran así de moviditos.

Aún abrazándola, Beliar siguió acariciando su pelo mientras le besaba la cabeza tal y como haría con una niña. Raquel se dejaba hacer, completamente aturdida.

— Comienza por ponerte en pie y desnudarte delante de nosotras. A partir de ahora no te hará falta la ropa.

Al ser liberada del abrazo de Celia, Raquel intentó apoyarse en los reposabrazos de la butaca pero sus fuerzas no la acompañaron, por lo que, haciendo aparecer de la nada su oscura cola, Celia rodeó su cintura incorporándola ella misma.

Jilguero Rojo quedó de pie, tambaleante y aún aprisionada con la cola, y miró a su alrededor, fijando finalmente su mirada en la puerta que daba acceso a la cabina del piloto. Bamboleando su cabeza, intentó dar una larga zancada en esa dirección, pero la cola demoníaca la sujetaba con fuerza.

— Aún no está convencida del todo —. Dijo malhumorada Akva.

— No te preocupes por tu novio, en cuanto te rindas él será el siguiente – Dijo Celia en dirección a la superheroína, para posteriormente dirigirse a Akva —. Desvístela tú, pequeña.

La Chica Acuática asintió solícita y, tirando con fuerza de los tirantes, terminó por despojarla por completo de su sostén, que cayó hecho una bola a sus pies. Luego se arrodilló y desató sus deportivas con extrema facilidad, de un único movimiento sacó uno de los pies dejando el calcetín dentro del calzado y besó su empeine desnudo. Hizo lo mismo con el otro pie, quedando las tres mujeres completamente descalzas. Mordiéndose el labio, Akva fue a echar mano al botón de los jeans, pero repentinamente Raquel colocó sus manos sobre la abertura de los pantalones, impidiéndolo.

Beliar se colocó justo detrás de Raquel y sujetándole los brazos a la espalda, colocó su boca a la altura del oído de la superheroína.

— Deja de resistirte mientras Akva te esté haciendo un favor – Siseó de tal forma que su lengua rozó durante una décima de segundo la oreja de la chica.

Raquel sólo emitió un quejido agudo y monótono mientras sus ojos no dejaban de fijarse en el pomo de la puerta del piloto. Una lágrima recorrió su cara hasta caer plácidamente en su pecho izquierdo.

Akva agarró el botón metálico del pantalón entre sus dedos y, sin ninguna delicadeza, lo lanzó por encima de su hombro sobre una de las butacas. Usando la palma de su mano, tiró hacia abajo de la cremallera, dejando ver las braguitas negras y naranjas a juego con el sujetador. Fuera de sí, bajó también a tirones los pantalones. Con sus ojos de color violeta por completo vidriosos, acarició los delgados muslos de Raquel, acercando sus manos  hacia la ropa interior. Agarró y soltó varias veces el filo elástico de las braguitas, fustigando varias veces la entrepierna de la mujer, que dio muestras de sentir algo de dolor. Mucho más complacida, agarró una última vez de las cintas y las bajó hasta los tobillos de un movimiento. Comenzó entonces a besar el pequeño triángulo de vello castaño en su monte de Venus, presa de la excitación. Al fin pudo controlarse a duras penas y, quedándose arrodillada entre las piernas de Raquel, colocó mansamente sus manos sobre sus propios muslos y esperó ansiosa.

— ¿No te encuentras más cómoda así, pajarillo? – Preguntó Beliar agarrando sus brazos con una sola mano y apartándole unos mechones de la cara con la otra —. Deberías estar agradecida a Akva por tomarse la molestia de mostrarte tal y como deberías estar. Venga, agradéceselo.

— Yo no… — Dijo la mujer de pelo castaño antes de cerrar con fuerza su mandíbula.

— Di: “Gracias por quitarme esos inmundos harapos, ama”– Ordenó el demonio, retorciéndole el brazo de tal forma que otra lágrima de dolor le resbaló por el rostro.

La boca de Raquel empezó a temblar, a punto de llorar. Beliar apretó un poco más, provocando una punzada de dolor que hizo gritar a la mujer.

— Gracias por qui… por quitarme… —Tragó saliva e intentó sobreponerse al dolor antes de seguir —. esos… esos inmundos harapos... ama.

La Chica Acuática se puso en pie y, agarrando entre sus dedos los pezones, los pellizcó hasta conseguir que se endurecieran bajo ellos. De forma instintiva Raquel dio un paso hacia atrás, chocando con el cuerpo de Celia.

— No parece estar lo suficiente agradecida – Dijo Akva con voz aguda.

— Arreglemos eso ahora mismo.

Beliar clavó una de sus rodillas en la parte posterior de la pierna de la superheroína mientras la empujaba desde atrás. Raquel cayó de rodillas con un golpe seco ante Akva.

— Usa tu boca para comerle el coño a tu nueva ama, ya. Cuando la convenzas, firmaremos el pacto.

Raquel negó con la cabeza con energía e intentó escapar, pero Beliar aún la agarraba de los brazos y lo impidió sin inmutarse. El brazo de la mujer de pelo castaño crujió al romperse y ella abrió la boca emitiendo un grito sordo, pero Celia, lejos de tener algún tipo de piedad, la empujó contra Akva, que esperaba desafiante con sus brazos cruzados. La superheroína se vio obligada a caminar de rodillas para salvar la distancia que la separaba de la anfibia y, con sus ojos anegados en lágrimas, pareció aceptar finalmente. Hizo un amago de soltar uno de sus brazos y así poder maniobrar con la ropa de la chica, pero Celia la mantuvo agarrada.

— Te he dicho que usaras tu boca y sólo tu boca.

Jilguero Rojo bajó la cabeza hasta pegarla a su pecho para intentar ocultar sus lágrimas. Se dio por vencida y, mordiendo el frío y duro metal de los shorts de la tartesia comenzó con gran esfuerzo a bajarlos. Sus dientes comenzaron a dolerle pero le bastó un rápido vistazo a las otras dos mujeres para comprobar que no habría piedad por su parte. Sintió cómo la mano de Akva empezaba a juguetear con su pelo, acariciándoselo igual que si se tratara de una mascota. Humillada y notando el sabor salado de sus lágrimas en los labios, volvió a morder el borde de los pantaloncitos de la chica y consiguió bajarlos de un lado hasta mostrar la ingle.

— Vas a tener que mejorar mucho esa boca... – Dijo Akva entre molesta y divertida.

La joven asintió imperceptiblemente con la cabeza, aceptando la crítica casi de forma natural. Poniendo todas sus fuerzas en ello, mordió el otro lado de los pantalones de tal manera que uno de sus dientes rozó la piel escamosa de Akva, la Chica Acuática se sobresaltó pero no dio muestras de enfado o dolor. Al fin, y tras un nuevo esfuerzo, Raquel consiguió bajarle la ropa lo suficiente como para poder ver su sexo, carente de cualquier rastro de pelo y con unos labios vaginales totalmente lisos. Raquel quedó paralizada.

— No tenemos todo el día, pajarillo – Dijo Celia que, mientras mantenía los dos brazos de la superheroína en la espalda, rodeó con su cola etérea el cuello de la joven y la obligó a acercar la cabeza.

El rostro de Raquel impactó con suavidad justo contra la vagina de Akva, momento en el que sintió que ya había empezado a humedecerse. Sintiendo aún la cola rodeando su cuello, Raquel empezó a pasar su lengua de abajo hacia arriba, recorriendo en toda su extensión los genitales de la chica, apenas sin poder ver nada a través de sus lágrimas.

La tartesia la cogió de los pelos y los sujetó por detrás de la nuca, impidiendo que cayeran sobre su cara y obstaculizaran lo que estaba haciendo.

— Sigue así… esclava – Dijo Akva, añadiendo la última palabra con deleite.

La castaña movía su lengua una y otra vez, a un ritmo pausado y con fuerza, introduciéndola levemente. Raquel elevó la vista y comprobó cómo la excitación aumentaba en el rostro de la que había sido su amiga.

Usando una de sus manos y sin mirar ni decir nada, Akva abrió sus labios en la parte superior de su vulva y expuso su clítoris. Una sonrisa de oreja a oreja apareció en el rostro de la anfibia mientras apartaba una última vez los pelos de la cara de Jilguero Rojo.

De forma automática, Raquel usó su lengua y la movió en círculos por el clítoris, cerró con fuerza sus ojos y se concentró en la tarea, esperando que todo pasara pronto. Notó cómo la presa de su cuello y de su espalda cedía, su brazo roto se quejó al caer libre hacia sus caderas, pero la muchacha se mordió con fuerza su labio para aguantar el dolor y siguió obedientemente con el cunnilingus.

— Veo que todo empieza a marchar bien aquí… — Dijo Celia haciendo desaparecer su cola y mirando a la puerta hacia la cabina de mandos —. Quizás os deje terminar a solas mientras yo me ocupo de darle una sorpresa a nuestro hombrecito.

Raquel paró de lamer y emitió un quedo gemido de protesta, pero con rapidez volvió a sus lengüetazos por miedo a las represalias.

Beliar se giró hacia ella y soltó varias carcajadas, pellizcó con fuerza su carrillo izquierdo.

— No te preocupes lo más mínimo. Si ambos os portáis bien os dejaremos follar en vuestros ratos libres como los animales que sois.

Akva, a punto de perder el control, dio dos suaves cachetes en la otra mejilla de Raquel, ordenándole que no parara justo en ese momento. Cinco segundos después, la Chica Acuática se tapó la boca para tapar su grito agudo mientras llegaba al clímax y terminaba por correrse en la cara de Raquel. Con el rostro algo enrojecido, volvió a acariciar su melena castaña mientras veía cómo el cuerpo de Raquel se relajaba.

— Aún no hemos terminado, esclava – Dijo Akva con voz maliciosa —. Quiero ver cómo… te limpias tú misma la cara y dices cuánto te ha gustado mi sabor.

Las carcajadas de gozo del demonio se oyeron en toda la cabina.

Raquel, aún arrodillada,  usó su mano sana para ir recorriendo toda su cara llena de lágrimas y fluidos vaginales.

— ¿Te gusta el sabor del ama Akva? – Preguntó Celia, mostrando su lengua por entre sus pequeños colmillos, como si se burlara de ella.

— Sí… ama Beliar… me… me encanta – Respondió con rapidez la mujer llevándose el dorso de su mano a la boca y lamiendo de forma que ambas la vieran hacerlo.

— Bien… bien… en ese caso, sólo di: “Amas Beliar y Akva, acepto ser vuestra humilde esclava.” Completemos el ritual aquí y ahora y así nuestro control será total sobre tu cuerpo hasta que nos cansemos de él.

— Yo… — Raquel apoyó su mano sobre la moqueta y bajó la cabeza mientras sus últimas partes conscientes parecían resistirse a la rendición total, Beliar dio un paso amenazante en su dirección, cortando ya los últimos vestigios de resistencia mental —. Amas Beliar y Akva, acepto ser…

En ese momento, el jet dio un bandazo. Raquel rodó por el suelo, apoyándose en su brazo partido, Beliar se puso instintivamente en guardia mientras Akva se giraba con cara de terror. Lo último que pudieron ver antes de perder totalmente el sentido fue un fogonazo mientras el jet se lanzaba en picado directamente hacia el océano.