Jovencitas sumisas (9)

Tamara, presa del morbo y la curiosidad, es conducida por Ruth ante el Amo. La joven es dominada con facilidad e iniciada en el sexo lésbico.

Tamara y Ruth esperaban en el desierto pasillo de la última planta del hotel Ritz. Hacía varios minutos que Susana había entrado en la habitación y Tami no podía contener su curiosidad.

¿De verdad es vuestro Amo el hombre que hay dentro? –preguntó a Ruth

Sí –asintió la joven.

¿Y cómo es? ¿Está bueno?

¡Qué te cagas, tía! Es alto, con un cuerpazo y unos ojazos azules que te dejan sin aliento. Además –la voz de Ruth buscó un registro de confidencialidad- no veas el pollón que tiene...

¿Qué dices, tía? ¿La tiene muy grande?

Bueno, no tengo mucha experiencia que digamos, pero desde luego es más larga que la media y sobre todo bien gorda.

¿Lo... bueno... lo habeis hecho? –preguntó Tami, sonrojándose al hacer una pregunta tan íntima, pero sin poder resistir la curiosidad. El alcohol, sin duda, soltaba su lengua.

Ruth miró a Tamara con una sonrisa. Sabía que había captado su interés, tal y como el Amo le había ordenado. Lo que no podía imaginar era hasta qué punto sus palabras habían hecho que el joven coñito de Tami comenzase a lubricar. Las pollas grandes eran su fetiche, el elemento presente en todas sus fantasias, fuesen cuales fuesen, pero sobre todo en las de dominación. Los hombres a los que se sometía siempre estaban bien dotados...

Sí –respondió Ruth- esta tarde me ha hecho el amor. Ha sido fabuloso. Jamás en mi vida he gozado tantísimo. Me sentía tan llena...

Y Susana ahora... –Tamara tragó saliva pues su garganta sa había resecado de repente- ¿Crees que lo va a hacer con ella?

Hará lo que crea conveniente. Si quiere follarsela se la follará. Sólo depende de él.

Pero ella... bueno, aún tiene novio ¿no? –la joven sabía perfectamente que aquello no era una verdadera excusa.

Ruth no respondió con palabras, pero la mirada que le echó a Tami no dejaba lugar a dudas. Tuviera novio o no, Susana obedecería los deseos del Amo.

¿Tu también tienes novio, verdad? –preguntó en cambio Ruth- Susana estaba conmigo el día que llamaste para contarselo.

Sí, se llama Rafa.

¿Y qué tal con él? ¿Todo bien?

Sí, bueno... aún estamos empezando... ya sabes... Oye –Tamara no estaba interesada en hablar de Rafa en esos momentos, sino en lo que ocurría al otro lado de la puerta- ¿No vamos a entrar en la habitación?

¡Oh, bueno! –respondió Ruth- eso depende de ti.

¿De mi? No entiendo.

Esa puerta marca un límite. Si quieres cruzarla debes aceptar que al otro lado es el Amo el que manda y tu la que obedeces.

Tami guardó silencio. No podía ocultar que estaba excitada y curiosa, pero al mismo tiempo no acababa de decidirse, a pesar de que su estado de embriaguez disminuía su auto-control.

¿Y si entro, cuáles son los límites? Supongo que habrá unos límites ¿no?

Me temo, Tamara, que los límites los marca el Amo.

La palabras de Ruth volvieron a sumir a la joven en el silencio. La respuesta de la amiga de Susana no dejaban lugar a la duda. Estaba deseando saber qué estaba ocurriendo tras aquella puerta, pero averiguarlo significaba entregarse ella misma, someterse a aquel Amo desconocido. Sus fantasias de dominación, aquellas que jamás dejaban los confines de su habitación, aquellas que envenenaban su mente mientras bajo las sábanas sus deditos acariciaban sus pechos y su vagina hasta llevarla al orgasmo, se presentaban ante ella como una realidad tangible, alcanzable. Jamás habría imaginado siquiera que algo así pudiera pasar y mientras su mente luchaba por buscar excusas morales del tipo: tengo novio, puede ser peligroso, etc... su cuerpo le traicionaba. El escozor de su sexo era irresistible y podía sentir, como nunca antes lo había hecho, la humedad en sus bragas, el acaloramiento de sus mejillas, lo agitado de su pulso...

En aquellos breves segundos de silencio, Ruth observaba a Tamara con suficiente atención como para notar el súbito engrosamiento de sus pezones, cuya protrusión, antes invisible era ahora notoria. Tampoco le pasó inadvertido el casi imperceptible movimiento de las piernas de la joven, frotando levemente sus muslos entre sí. No había duda. Si Tamara necesitaba frotarse los muslos, su coñito debía estar ardiendo de excitación. Era el momento de ir a por todas.

Vamos –dijo Ruth, tomando la mano derecha de la joven y dirigiendose hacia la puerta- las dos sabemos que lo estás deseando.

Tamara se puso roja como un tomate, pero se dejó llevar, sin oponer resistencia. Algo en su cabeza le decía que debía detenerse, pero sus pies se seguían moviendo y su cuerpo temblaba de excitación. Jamás se había sentido así.

Ruth sonreía. Todo estaba saliendo de acuerdo a los improvisados planes del Amo. Ella se había alarmado cuando había recibido el mensaje de Susana anunciando la presencia de Tamara, pero Darkshadow había definido la estrategia con una celeridad que había impresionado a su joven sumisa. Ahora, mientras Tamara le seguía sumisamente al interior de la habitación, su admiración por el Amo era incalculable.

Nerviosa como un flan, lo primero que los ojos de Tami procesaron al cruzar la puerta fue la zona iluminada por el foco.

¡Oh! –exclamó, llevándose una mano a la boca, su incredulidad absoluta.

Estaba preparada para casí cualquier cosa, pero no para lo que vio. Allí, de rodillas en el suelo, totalmente desnuda, las manos esposadas a la espalda, su amiga Susana estaba lamiendole el sexo a otra mujer. La imagen de aquella hembra, la cabeza oculta tras una máscara de cuero, las piernas atadas y espatarradas sobre los brazos del sillón hizo que el joven cuerpo de Tamara se extremeciese con anticipación.

Agitada por esa visión, sus ojos se movieron hacia el hombre que caminaba hacia ellas. En verdad era muy guapo y atractivo y tenía un cuerpazo. Por un segundo su mirada se cruzó con la suya y la joven la desvió al suelo, un gesto de sumisión que no pasó desapercibido al dominante Sr. Sotogrande.

Has entrado –dijo el hombre en tono autoritario y sin ningún tipo de presentación- Entiendo que tienes claro lo que eso significa ¿es así?

Sí... sí, señor –balbuceó la muchacha.

Dimelo –el tono era bajo, pero seguro.

La joven tragó saliva por dos veces.

Debo hacer lo que usted diga, señor –dijo.

Exacto –aceptó el hombre con una sonrisa- ¿Cuál es tu nombre?

Tamara, señor.

Tamara ¿qué?

Tamara Alonso García

¿Cuántos años tienes?

Diecinueve, señor.

¿A qué te dedicas?

Estudio primero de Ciencias Políticas, señor.

Mientras el Sr. Sotogrande la interrogaba, Tami era consciente de que Ruth se había ido quitando la ropa. Ahora estaba totalmente en cueros, junto a ella, a excepción de las medias blancas, un liguero del mismo color y los zapatos beige de tacón.

Ponte cómoda –pidió Darkshadow.

La joven se quitó la cazadora y el suéter, pues en la habitación hacía calor. Debajo llevaba una fina blusa blanca que transparentaba un sostén del mismo color que confinaba sus moderados pechos y marcaba perfectamente sus abultados pezones.

La camiseta también va fuera –ordenó el Sr. Sotogrande.

Visiblemente agitada, la chica obedeció y se quedó en sujetador.

¿Desde cuándo conoces a Susana? –preguntó el Amo, aunque ya sabía la respuesta.

Desde el colegio, señor. Es mi mejor amiga.

Y qué sientes al ver a tu mejor amiga en la situación en la que se encuentra ahora.

Tamara no respondió al instante. Volvió a mirar la escena iluminada por los focos. Susana seguía lamiendo sin descanso.

Es... bueno... es extraño. Nunca imaginé que vería algo así.

¿Has estado alguna vez con otra mujer?

¡Noooo! –exclamó Tamara con vehemencia- No soy lesbiana.

Susana tampoco lo era –repuso el Sr. Sotogrande- pero una sumisa debe aprender a serlo si así lo desea su Amo ¿no crees?

Sí, señor. Supongo que sí –balbuceó la joven- Yo... bueno, yo no sé mucho de eso...

Entonces –la boca del Sr. Sotogrande se torció en una sonrisa perversa- quizá debamos darte unas breves lecciones. Algo me dice que eres una estudiante aplicada.

La cara de Tami se tornó de color carmín. Su respiración era agitada. Sus ojos miraban a las puntas de sus zapatos de bailarina. Aquel hombre iba a someterla. Aquello no era una de sus fantasías...

Tamara –la voz del Amo le sacó de su trance- pon las manos detrás de la espalda. Vamos a esposarte.

Sin dejar de temblar, la joven obedeció y sintió cómo Ruth, tras ella, colocaba unas esposas alrededor de sus muñecas.

Sacale las bragas –ordenó el Sr. Sotogrande dirigiendose a ésta- y entregamelas

Sí, Amo –respondió la muchacha.

¡Dios, no!, van a darse cuenta de lo cachonda que estoy, pensó Tamara. Pero las manos de Ruth ya estaban bajo su falda, ascendiendo por sus muslos y encontrando el elástico de sus braguitas blancas. Los pulgares de la joven se doblaron sobre la fina tela y la empapada prenda comenzó a deslizarse por sus caderas, sus muslos, sus rodillas... hasta alcanzar sus tobillos. Sin atreverse a mirar, Tamara levantó primero un pie y luego el otro. Sus bragas colgaban ahora entre los dedos de Ruth, que en seguida las alargó hacia el Sr. Sotogrande.

¡Dios Santo! –exclamó el Amo- Una de dos, o se te ha olvidado secar las bragas antes de ponertelas o ese coñito tuyo está chorreando como una fuente. ¿Cuál de las dos es la opción correcta, señorita?

Tamara estaba roja de vergüenza. Aquello era humillante. La joven era incapaz de articular palabra.

Te he hecho una pregunta –insistió el Sr. Sotogrande con voz severa- y exigo una respuesta inmediata.

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, los ojos cerrados como si esperase no presenciar así su vergüenza, la muchacha balbuceó.

Mi... mi... coñito está... chorreando, señor.

Con una sonrisa triunfal, el Sr. Sotogrande dio dos pasos y se plantó ante la chica. Su mano derecha desapareció rauda bajo su minifalda y en seguida sus dedos comenzaron a explorar la joven rajita de Tamara, cuyo cuerpo comenzó a temblar.

En efecto, jovencita. Tu chochito está muy mojado. Te excita esto ¿verdad?.

Los expertos dedos de Darkshadow no tenían nada que ver con las torpes e inexpertas manos de Rafa. Aquel hombre sabía cómo acariciar su conejito, le tocaba en los lugares adecuados, el tiempo adecuado, con la suavidad adecuada... le hacía desear cada caricia. Con voz entrecortada la muchacha casi gimió:

Sí, señor

El Sr. Sotogrande acercó su boca al oido izquierdo de la joven y susurró:

¿Alguna vez has fantaseado con ser dominada?

Sí... sí, señor –jadeó la excitada muchacha.

¿Y cómo son tus fantasías, Tamara? Dile a tu Amo cómo son esas fantasías –la voz era suave, melosa, embriagadora...

Yo... yo... son... son hombres fuertes... maduros... no... no los niñatos de mi edad...

Hombres que saben tratar a una zorra sumisa como tu ¿verdad? –los labios del hombre besaron expertamente su cuello- hombres que no se dejan impresionar por una calientapollas como tu ¿verdad?

¡Oh! Sí, Amo, hombres así, como usted –era la primera vez que se dirigía a él como "Amo". Darkshadow sonrió.

¿Y qué te hacen esos Amos, Tamara? ¿Qué le hacen a una jovencita tan sumisa como tu?

La muchacha no recordaba haber estado tan cachonda en su vida. Los dedos del Sr. Sotogrande estaban obrando maravillas en su almejita, cuyos jugos resbalaban por sus muslos mojando el elástico de sus medias.

Me usan, Amo –respondió fritísima- me usan a su antojo.

¿Te obligan a lamer sus pollas? –preguntó Darkshadow, al tiempo que insertaba dos dedos en el encharcado chumino de la chica.

¡Oooh! Sí, Amo, a veces –gimió la joven.

¿Y cómo son esas pollas, Tamara? ¿Son grandes?

Sí, Amo. ¡Oooooh! Son... son muy grandes.

¿Te excitan las pollas grandes, Tamara?

Sí... sí, Amo –jadeó la muchacha, al borde del orgasmo.

Entonces, arrodillate y hazme una buena mamada –ordenó el Sr. Sotogrande.

Mientras sobaba a la indefensa joven, Darkshadow había liberado su polla, y mirando hacia abajo, Tami se la encontró ante ella en todo su esplendor.

¡Dios Santo! –exclamó la joven, con ojos como platos- Es... es enorme.

Ya veo que te gusta –sonrió el Sr. Sotogrande- ¡Venga, ponte de rodillas!

Sumisamente, la muchacha comenzó a arrodillarse incapaz de apartar la mirada de aquel maravilloso pollón. Jamás había visto algo así. Alberto, su ex, tenía un pene normalito y por lo que había podido percibir, el de Rafa tampoco iba a ser nada del otro mundo. Mientras se ponía de rodillas le llegó alta y clara la voz de Susana. "Esta puta se ha corrido en mi boca y yo me he tragado su dulce néctar", dijo. Tamara sintió varios espasmos en su coñito. ¡Dios Santo!, pensó, en qué nos estamos convirtiendo. Pero no era remordimiento sino lujuria lo que su cara mostraba mientras sus labios comenzaban a besar y ensalivar el eniesto falo de Darkshadow.

Eso es, pequeña –animaba el Sr. Sotogrande- sigue así. Y tu –dijo dirigiendose a Ruth- Ven aquí y ayudala.

Sí, Amo –respondió la chica.

En segundos, la joven estaba de rodillas junto a Tamara, compitiendo con ella por la polla del Amo. Darkshadow agarró un manojo de pelo de cada una de las chicas y comenzó a dirigir sus cabezas a su antojo. Deslizaba sus bocas por ambos flancos de su tronco y hacía que los labios de las sumisas se juntasen sobre la punta. Ruth no mostraba reparos en besar y mordisquear a Tami, y aunque ésta se mostraba reticente en un principio, poco a poco, comenzó a participar activamente, sobre todo cuando una de las manos de Ruth desapareció bajo su minifalda y empezó a sobar su ardiente y saturado chumino.

¡Ooooh, sí! –gimió la muchacha, cerrando los ojos y aceptando la lengua de Ruth dentro de su boca.

El Sr. Sotogrande dejó aflorar los ocultos deseos lésbicos de Tamara durante unos segundos y entonces volvió a dirigir la atención de la joven hacia su cipote. Esta vez no se conformó con hacérselo lamer sino que poco a poco fue forzándolo hasta la garganta de la atónita muchacha, que babeaba por las comisuras de los labios distendidos obscenamente para alojar semejante pollón. Ruth seguía jugando con su chocho, manoseando su vulva, acariciando su clítoris y pellizcando sus labios, mientras el Amo comenzaba a follarse lentamente su cara. La carga erótica que sentía Tamara era tan brutal que sin previo aviso la joven empezó a correrse violentamente, presa de potentes espasmos. El orgasmo fue tan nuevo, tan diferente a cualquiera de los que había tenido anteriormente, tan increíble, que la muchacha se sintió deseando que jamás acabase. Para su satisfacción, el climax duró sus buenos cinco minutos, tras los cuales Tamara descubrió atónita que seguía tan cachonda como antes de correrse. La polla del Sr. Sotogrande continuaba follandose su cara, cada vez con más vehemencia. Estaba usando su boca como si fuese un coño. La joven siempre había llevado el control en sus relaciones sexuales y excepto en sus fantasías, era la primera vez que se sentía dominada, usada como una puta, sin un ápice de control... y eso, descubrió, le excitaba muchisimo más de lo que había tenido hasta ese momento.

Sintió el falo de Darkshadow expandiendose entre sus labios. No tardaría en correrse. ¿Lo haría en su boca? Nunca había probado el semen. Le daba asco. Ahora, sin embargo, inflamada de deseo, esperaba que el Amo se lo hiciese tragar. La sola idea hizo que su coño chorrease aún más sobre la mano de Ruth, que no había dejado de tocarselo.

Pero el Sr. Sotogrande tenía otros planes. Extrajo su miembro de la boca de la joven y comenzó a pajearse.

Juntad las caras –ordenó con la voz sorprendentemente calmada y autoritaria- Y abrid las bocas.

Las dos muchachas obedecieron sumisas. El Amo aún tuvo tiempo de alargar su mano libre y bajar las cazoletas del sostén de Tamara, de forma que sus pechos, al igual que los de Ruth, aunque claramente más pequeños, quedaron al aire. Después comenzó a correrse lanzando abundantes regueros de leche que alcanzaron las bocas de las chicas, distintos puntos de sus caras, su pelo, sus pechos... Tamí se quedo sorprendida por la cantidad de semen que aquel hombre parecía tener. Ruth ya lo sabía.

Muy bien, preciosas –dijo el Sr. Sotogrande cuando acabó de vaciarse- ahora disfrutad de mi leche.

Antes de que Tamara pudiese reaccionar, Ruth pasó una mano tras su cabeza y la besó con pasión al tiempo que con su lengua empujaba parte del semen del Amo hasta su garganta. Incapaz de resistirse, la joven se lo fue tragando todo poco a poco. Entonces Ruth comenzó a lamer toda la leche que resbalaba por la cara de Tami, para acabar chupando y succionando sus tetas. ¡Qué bien lo hacía y qué caliente le estaba poniendo!. Y qué si es una mujer, se dijo, jamás me han comido así los pezones...

Ahora te toca a ti –dijo Ruth, para desilusión de Tamara que no quería que parase.

Sin embargo, Ruth le plantó las tetas en la boca y por primera vez en su vida, la joven comenzó a lamerle los pezones a otra tía. Estaban duros y húmedos de semen y la muchacha los chupó y mordisqueó como a ella le gustaba que se lo hiciesen. Al parecer, a juzgar por sus gemidos, a su amiga también le gustaba.

Ruth había ido lentamente ajustando su posición y ahora estaba tumbada sobre el suelo, las piernas abiertas y dobladas por las rodillas. Tamara estaba arrodillada entre sus muslos, arqueada sobre sus tetas y lamiendolas sin descanso, mientras las manos de Ruth sujetaban su cabeza. A una señal del Sr. Sotogrande, la joven empezó a deslizarse sobre sus nalgas, de forma que la cara de Tami comenzó a descender por su torso en dirección al abdomen.

No, eso no, por favor –pidió la joven intuyendo hacia dónde se dirigían sus labios- no estoy preparada aún.

A pesar de que su estado de embriaguez le había desinhibido lo suficiente para ayudarla a llegar hasta donde lo había hecho, aquello era demasiado y la muchacha forcejeó con todas sus fuerzas. No fueron suficientes, y en breve sus ojos se encontraron mirando fijamente la rajita rasurada, abierta y muy húmeda de la joven Ruth.

¡Comele el coño! –ordenó el Amo.

¡No! –exclamó la joven, revelandose por primera vez.

El Sr. Sotogrande no pudo reprimir una sonrisa malévola. Le gustaba más así, cuando se resistían. Era más divertido. En parte se lo esperaba y ya se había preparado para ello. La fina vara de bambú surcó el aire con un siseo y con experta precisión se estrelló en la parte superior trasera de los muslos de Tamara, justo en el punto en el que ni la negra minifalda ni las medias los cubrían.

Los ojos de la joven se abrieron como platos amenazando con salirse de las órbitas. Su cara se torció en un gesto extraño mezcla de asombro, incredulidad y dolor. Y entonces...

¡Aaaayyyyyyyyyyy! –gritó.

Sus manos esposadas intentaron alcanzar los doloridos muslos, en los que una fea línea roja había comenzado a dibujarse. Fue casi peor, ya que el siguiente varazo le cayó sobre las manos y fue aún más doloroso que el primero. La muchacha las apartó al instante al tiempo que un tercer golpe hacía temblar sus muslos de dolor.

Dos segundos después, la lengua de Tamara se movía con inusitado vigor dentro de la encharcada almeja de Ruth al tiempo que desde el otro extremo de la habitación le llegaba clara la voz de Susana: "Esta puta se ha corrido en mi boca y yo me he tragado su dulce néctar". Ahora era ella la que también se estaba comiendo el dulce néctar de Ruth y de regalo tenía un par de muslos ardiendo con intensidad.

A partir de ese momento los hechos se desencadenaron de forma vertiginosa. Ruth apretó la cara de la muchacha contra su raja y explotó en su boca con un recital de flujos que la pobre Tamara se vio obligada a tragar para no ahogarse. Justo entonces, sintió cómo unas manos recogían su minifalda sobre la cintura y después agarraban suave, pero firmemente, sus labios vaginales y los separaban abriendo su coñito como una flor. En un principio pensó que el Amo se la iba a follar y se dio cuenta de que en realidad era lo que había estado deseando toda la noche, ya que su vagina comenzó a babear con anticipación. ¡Por fin iba a probar aquel hermoso pollón!.

Pero entonces comenzó a sentir un liquido caliente mojando su vulva. Tardó unos segundos en procesarlo. ¡Dios Santo!, aquel hombre se estaba meando en su coño...

Podría haber reaccionado de cualquier forma, con asco, con rabia, con indignación, con humillación... En realidad, algo de humillación y vergüenza hubo, pero lo que realmente ocurrió es que la imagen mental y las sensaciones reales de la verga del Amo orinando en su abierto chocho desencadenaron el orgasmo más potente y salvaje que Tamara había experimentado en su vida. Y el placer fue aún mayor cuando el caliente chorro descargó con precisión sobre su endurecido clítoris. La joven estaba tan fritísima que ahora lamia y chupaba el coño de Ruth con deleite, como si del más exquisito de los manjares se tratase. Fue un orgasmo intenso y duradero, realmente agotador, que dejó a Tami satisfecha y vencida, sometida y admirada...

El Sr. Sotogrande sabía que era el momento de terminar la sesión.

Poneos en pie –ordenó.

Ruth fue la primera en obedecer y ayudar a su cansada amiga a incorporarse. Tami seguía con los pechos fuera del sostén y la minifalda recogida a la cintura. Su joven conejito estaba ahora a la vista. Llevaba los pelitos recortados, de forma que formaban un triángulo negro con la rosada raja de su vagina en el centro. Todo ello brillaba, mezcla de sus flujos y del orín de Darkshadow.

¿Puedo... puedo ir al baño a limpiarme? –preguntó la muchacha, con sumisión.

No, no puedes –respondió el Amo con autoridad- No lo harás hasta que llegues a casa. Ahora vestios.

Ambas chicas fueron a buscar sus bragas en primer lugar pero el Sr. Sotogrande se las mostró colgando de sus dedos.

Esto será lo último que os pongais –dijo.

Ruth y Tamara se pusieron el resto de la ropa y se quedaron esperando, la mirada al suelo, a que el Amo les entregase sus braguitas. Darkshadow se acercó a ellas y extendió a Ruth las braguitas blancas de raso de Tamara, aún mojadas, y a ésta el diminuto tanga rosa, también empapado de flujos, que había llevado la otra chica.

No, las mías son las blan... –empezó a decir Tami.

Las tuyas son éstas –cortó el Amo con dureza

Roja de vergüenza, la muchacha tomó las bragas de su amiga y se las puso. Era incapaz de levantar sus ojos de la punta de sus zapatos.

Ha sido un placer, Tamara –dijo el Amo- Ruth te llevará a casa. No te preocupes por Susana. Yo me ocuparé de dejarla en la suya. Ahora, podeis iros.

Gracias, Amo –repuso Ruth- Hasta mañana.

Adios... Amo –balbuceó Tami, aún aturdida.

Las dos jóvenes se dirigieron hacia la puerta y mientras salían les llegó clara la voz de Susana:

Esta puta se ha corrido en mi boca y yo me he tragado su dulce néctar –dijo.

Tamara no pudo evitar un espasmo de excitación en su joven coñito y un reguero de flujos empapó aún más sus saturadas braguitas... bueno, las de Ruth.

Continuará