Jovencitas sumisas (5)

Susana acepta su sumisión y pide perdón a Ruth y al Amo por su comportamiento. María José descubre accidentalmente que su hija tiene un Amo virtual. Darkshadow planea viajar a Madrid.

Era lunes. El profesor de Algebra estaba hablando y escribiendo en la pizarra, pero Susana Salgado no le estaba prestando atención. Sus ojos estaban fijos en la chica que estaba en la fila de delante, un asiento a su derecha. Ruth no le había saludado al comienzo de la clase. Era lógico, después de la forma en la que había abandonado su casa el sábado por la noche tras haberla abofeteado. Pero ¡qué podía esperar! Aquella sesión había sido una humillación para ella y su amiga había tomado parte activa...

El domingo había sido un día extraño. Se había pasado la mañana encerrada en su habitación intentando estudiar, pero cada poco recordaba los acontecimientos de la noche previa y para su infinita vergüenza no podía evitar masturbarse. Lo hizo hasta en cinco ocasiones. Sentía una ira y una rabia intensa por la forma en la que le habían tratado, pero en el fondo no se podía negar a sí misma que una parte de ella había disfrutado con el tratamiento. Y sin duda, los intensos orgasmos que había tenido eran una prueba de ello. Tenía el trasero dolorido por los azotes y la inserción del pepino y le costaba andar normal, aunque su esfínter había recuperado el tono muscular. Lo que no había cambiado era su sexo, que seguía sin un solo pelo, como el de una niña.

Tamara le había llamado a medio día para contarle los pormenores de su noche con Rafa y Carlos le había telefoneado poco antes de comer para quedar. No le apetecía nada, quería estar sola, pero se forzó a salir. Pasó toda la tarde con él. Tomaron algo, hablaron, se besaron... A pesar de que se había lavado la boca a conciencia, Susana no pudo evitar pensar que la lengua de su novio estaba acariciando zonas que habían estado bañadas por el néctar de su amiga y sorprendentemente, un intenso y familiar picorcillo se extendió por su sexo. Entonces, cerró los ojos y besó a Carlos con lujuria, imaginandose por un momento que acababa de comerse a Ruth y que el sabor de su coño estaba aún fresco en su boca. Se puso tan cachonda que Carlos tuvo que recordarle que estaban en un bar y que la gente los estaba empezando a mirar.

Vamos al coche –dijo el muchacho- tengo la polla a punto de reventar.

Pagaron las consumiciones y salieron del bar. Carlos condujo hasta un descampado donde solían montarselo y los dos se pasaron al asiento trasero. A Susana nada le apetecía más en ese momento que sentir el rabo de su novio dentro del coño, pero sabía que no podía. Cómo explicarle la ausencia de pelo, el trasero enrojecido por la azotaina y los restos de rotulador. Por mucho que había frotado sus doloridas nalgas con la esponja no habían acabado de desaparecer.

No podemos follar –dijo- tengo la regla...

Esperaba que Carlos se creyese la mentira. Y lo hizo. Su cara se transformó en un poema de decepción.

Pero estoy deseando comerte la polla –continuó.

Carlos la besó con pasión mientras ella le desabrochaba el botón del pantalón y le bajaba la bragueta.

Levanta un poco el culo –pidió.

El muchacho levantó el trasero del asiento y su novia tiró del pantalón y del calzón dejando su erecto miembro al descubierto. Susana no perdió un instante para agacharse y engullir el glande mientras pajeaba ferozmente el tronco.

¡UUUuuuuuuhhh! –gimió Carlos – qué gusto, cariño.

Susana estrujó suavemente sus testículos mientras su lengua lamía toda la longitud de su polla. Estaba dura y tersa y la joven no pudo evitar pensar en cómo sería la de Darkshadow y si a él también le gustaría cómo la chupaba. El intenso picorcillo volvió a su coño y notó cómo sus bragas se humedecían. Cerró los ojos y se imaginó que la polla que tenía entre los labios era la del Amo. Carlos no podía creerse la fantástica mamada que le estaba regalando su chica. Jamás se la había chupado con tanta entrega y en pocos minutos estaba preparado para soltar su carga.

¡Dios, cielo! –gimió- Eres increíble. Me voy a correr.

Las palabras del muchacho rompieron el hechizo y Susana cogió rapidamente un Klenex, justo a tiempo de recoger sobre él los tres chorros de leche que eyaculó el excitado miembro de su novio.

Muchas gracias, cariño –dijo Carlos besandola- ha sido estupendo.

Gracias –respondió ella.

Se sentía extraña. Sabía que mientras pensaba que era Darkshadow había estado a punto de tragarse la leche de su novio, algo que jamás había hecho en la vida. ¿Por qué reaccionaba así? ¿Por qué estaba tan subyugada por aquel Amo Virtual que todo lo que había hecho había sido usarla y humillarla a conciencia? No era capaz de explicar sus sensaciones, pero lo cierto era que todo lo que se relacionara con él lograba excitarla de una forma increíble. Entonces sintió angustia de no volver a oir de él, de que se hubiera enfadado por su comportamiento de la noche anterior. Estaba segura de que no le habría gustado la forma en la que había abandonado la casa de su amiga. De pronto sintió una necesidad horrible de llamar a Ruth, de preguntarle por el Amo, de... de pedir disculpas. No quería parecer brusca, así que dejó que la conversación con Carlos progresara durante un cuarto de hora antes de pedirle que la llevase a casa. Se estaba haciendo tarde y al día siguiente había clase.

A solas en su habitación marcó el número de Ruth. Nada, no contestaba. Lo intentó varias veces, sin éxito. Está enfadada conmigo, concluyó. Completamente abatida, bajó a cenar con sus padres y se acostó.

Después de la clase de Algebra vino la de Cálculo y después la de Teoría económica. Ruth la evitó en todos los cambios. Susana no veía el momento de hablar con ella. Finalmente, al término de las clases de la mañana vió cómo su amiga se dirigía al baño y la siguió.

Ruth –dijo en voz baja- ¿puedo hablar un segundo contigo?.

¿Qué quieres? –preguntó su amiga con voz cortante.

Quería pedirte perdón por lo del sábado. Lo siento.

¿De verdad lo sientes? –preguntó Ruth deteniendose y mirando a su amiga. Su voz se había tornado más suave.

Sí, de verdad. Es que todo fue muy nuevo para mi. Me sentí tan humillada...

El Amo está muy enfadado contigo. No quiere volver a oir tu nombre.

A Susana se le cayó el alma a los pies.

Por favor –suplicó a su amiga- intercede por mi. Dile que estoy arrepentida, que haré todo lo que me pida.

No sé, Susana. Me dijo que no quería volver a saber más de ti.

Por favor, Ruth –insistió la joven- dile que me portaré bien.

Está bien, lo intentaré. Ahora, perdona, pero tengo prisa.

Vale, Gracias

Ruth se alejó con una sonrisa en los labios. El Amo había previsto todo aquello. Ella se había quedado muy intranquila tras la violenta estampida de Susana, pero Darkshadow le había dicho que no tardaría en pedirle perdón. Eso es lo que acababa de ocurrir y Ruth había hecho lo que el Amo le había pedido.

Susana se pasó la tarde estudiando en su habitación, aunque le costaba concentrarse. Su cabeza seguía estando en la sesión del sábado y en Ruth. ¿Conseguiría su amiga que Darkshadow volviese a aceptarla? Esperaba que sí. A pesar del rechazo inicial, ahora no podía negar que lo que había pasado en casa de Ruth había abierto una puerta que aún no quería cerrar.

Susana metió su mano dentro del pijama y comenzó a acariciarse sobre las bragas, mientras con la otra se estiraba los pezones. La voz del Amo llamandole "Cerda" resonó en sus oidos, mientras recordaba cómo "Zorra" le golpeaba con el cepillo, le forzaba un pepino en el culo o le comía el chirri hasta hacerla correr. Y eso fue lo que pasó. La joven empezó a correrse entre gemidos de placer.

¡Uuuuuuuyyyyy! ¡Sssssíiiiiiii! –exclamó, restregándose con velocidad la pepitilla de su coño.

Mientras tanto, Ruth estaba sentada delante de su ordenador escribiendo a Darkshadow.

"Querido Amo:

Todo ha ocurrido como usted predijo. Susana me ha pedido perdón y me ha insistido para que interceda ante usted. He obedecido sus órdenes y le he dicho que haré lo que pueda. Cada día que pasa mi admiración hacia usted, mi Amo, no deja de aumentar. Espero tener el placer de conocerlo pronto.

Su sumisa esclava

Ruth"

Lo envió. En ese momento sonó su móvil. Era Susana.

Hola –dijo, después de pulsar el telefonito verde- ¿qué tal?

Bueno, bien, aquí en casa, estudiando –respondió la joven- llamaba a ver si tenías noticias del Amo.

No, aún no. De hecho acabo de escribirle un mensaje ahora diciéndole lo arrepentida que estás por tu comportamiento del sabado y que le suplicas humildemente que te de otra oportunidad de demostrarle lo buena sumisa que eres. ¿Es así, no?

Sí, sí, por supuesto –respondió Susana, rauda - ¿Tu crees que me perdonará?

No lo sé, tía. Lo cierto es que se enfadó bastante... y yo también.

Lo siento, Ruth. Es que fue todo tan nuevo, tan inesperado...

No deberías haberte resistido cuando el Amo me pidió que te afeitase el conejito.

Lo sé, pero pensé en cómo se lo iba a explicar a Carlos...

Susana –interrumpió Ruth- si te diese a elegir ahora entre tu novio y el Amo, a quién escogerías. Por favor, se honesta.

Pasaron unos segundos, antes de que la joven respondiese, con voz trémula.

Creo... creo que al Amo

¿Crees? –insistió Ruth

¡Oh, Dios! –exclamó Susana- ¡Por qué me siento tan atraída por alguien a quien ni siquiera conozco!

Porque eres sumisa y estás deseando explorar tus deseos de ser sometida por un Amo dominante. Hace tiempo que yo misma he llegado a esa conclusión.

Pero nunca antes había sentido esta necesidad, sólo eran fantasías.

Que ahora puedes y quieres hacer realidad, Susana. Mira, el sábado por la tarde me dijiste que sólo querías tener una sesión. Bueno, ya la has tenido. ¿Por qué me pides entonces que interceda ante el Amo? ¿No será que quieres volver a experimentar la sensación de ser totalmente dominada?

Se hizo un breve silencio.

Sí, Ruth, así es –aceptó Susana.

Y todo ello, a pesar de la azotaina que te dí, de que te rasuré el conejito, de meterte un pepino en el culo y de hacerte comer coño, por cierto, me encantó correrme en tu cara.

¡Oh, Ruth, por Dios, callate! –exclamó la joven, escandalizada.

Piensalo bien, Susana. Si después de todo eso aún quieres volver es porque eres una sumisa vocacional. El Amo lo sabe, yo lo sé y sospecho, que tu lo sabes. Sólo tienes que aceptarlo. Ahora tengo que ir a cenar. Besitos. Mañana nos vemos.

Y colgó.

Cuando Ruth regresó a su habitación, ya para acostarse, volvió a conectarse a internet. Darkshadow habia respondido. Abrió el mensaje con excitación.

"Sumisa Ruth:

Lo estás haciendo muy bien. Vamos a hacer esperar a tu amiga un poco más, que se ponga nerviosa. Cuando te pregunte, dile que aún no has recibido respuesta del Amo. El viernes por la noche mandale un mensaje al móvil con el siguiente texto: " El Amo acepta tus disculpas, pero tu conato de rebeldía requiere un castigo ejemplar que te será impuesto mañana. Acude a mi casa a las diez de la noche para otra sesión virtual. Ya sabes cómo has de ir vestida".

El sábado, Susana acudirá a tu casa para una nueva sesión, pero en esta ocasión no estareis solas. Yo estaré con vosotras. Tu amiga no debe saber nada. Quiero que sea una sorpresa para ella. Mi vuelo llega a las cinco de la tarde. Es de Iberia. Ve al aeropuerto a esperarme. Yo te reconoceré.

Darkshadow"

La joven leyó el mensaje y una tremenda excitación se apoderó de ella. ¡Por fin iba a conocer al Amo! Entonces, se dio cuenta de que no sabía si sus padres y su hermana estarían el sábado en casa. Tendría que averiguarlo. Por favor, que no estén, suplicó.

Aquella noche apenas durmió, estaba emocionada y se masturbó cinco veces pensando en su encuentro con el Amo.

La semana pasó rápido. El viernes por la tarde, Ruth se sentó delante de su ordenador y escribió a Darkshadow.

"Querido Amo:

Mi hermana va a salir mañana por la noche, y mis padres han quedado con varios amigos para ir a cenar, así que tenemos la casa libre para nosotros. Estoy impaciente por conocerlo.

Susana me ha estado preguntando por Usted durante toda la semana. Como me ordenó, le he dicho que aún no había recibido respuesta suya. Está muy estresada, pues teme que Usted no la perdone. La verdad es que la pobre me da pena. Esta noche le enviaré el mensaje.

Su sumisa esclava

Ruth"

Maria José estaba terminando de recoger la cocina. Jaime estaba en el salón, viendo la tele y su hija, Susana, en la ducha.

Bip, bip, bip.

La mamá se giró al sentir el ruido. Era su móvil. Alguien le había enviado un SMS. Se acercó a la encimera, tomó el teléfono y leyó el mensaje. Aquello no tenía ningún sentido, alguien se había equivocado de número...

Y entonces se dio cuenta. No era su móvil. Era el de su hija. Ambos eran iguales. Susana se lo debía de haber dejado olvidado en la cocina.

Súbitamente, el contenido del SMS le golpeó con fuerza y durante muchos segundos la mamá se quedó inmóvil, con el teléfono en la mano intentando procesar la información. Su hija tenía un Amo. Aquello era increíble. Un Amo con el que tenía sesiones virtuales. ¿Qué harían durante esos encuentros?. Miró el remitente del mensaje. "Ruth clase", decía la pantalla. Creía saber quién era. Había una compañera de su hija, de la Facultad, que se llamaba Ruth. ¿Qué papel jugaba ella en todo esto? María José tenía ya bastante claro lo que era una relación Amo/sumisa. Se había enganchado a los relatos de Susana y se pasaba buena parte de las mañanas leyéndolos y masturbándose. Era obvio y no podía negar que tenía tendencias sumisas, pero de ahí a aceptar que su hija tuviese un Amo, aunque fuese virtual...

Susana entró en la cocina un rato después. Llevaba el pelo húmedo y vestía un albornoz rosa y unas zapatillas azul celeste.

Mamá, ¿Has visto mi móvil? No sé dónde lo he dejado.

Sí, está ahí, sobre la encimera

Ah, estupendo. Gracias –dijo la joven, agarrando el teléfono y saliendo disparada en dirección a su habitación.

María José había tenido la intención de decirle algo sobre el SMS, pero al final no se había decidido.

Susana cerró la puerta de su dormitorio y se sentó sobre la cama mientras marcaba el número de Ruth. Tras tres tonos, la voz de su amiga sonó al otro lado.

Hola, Susi, ¿Has leído ya mi mensaje?

La joven miró la pantalla de su móvil. No, no había ningún sobre cerrado indicando que tuviese un mensaje.

No. ¿Me has mandado alguno? Parece que no lo he recibido.

¡Qué raro! Te lo acabo de mandar, hace cosa de un cuarto de hora.

Espera un momento, que lo chequeo otra vez.

Desde luego no había nada en la pantalla. Susana se metió en el menú y navegó hasta "mensajes recibidos". Era cierto. Había un mensaje reciente de Ruth. ¿Por qué no aparecía en la pantalla? De pronto le asaltó una terrible sospecha. Su madre lo había abierto. Comenzó a leerlo y a medida que lo hacía el pánico se iba apoderando de ella. La alegría que en otro momento le habría producido su contenido, quedó amortiguada por la angustia.

Ruth –dijo- ha ocurrido algo terrible. Creo que mi madre ha leído el mensaje.

¡No me jodas! –exclamó su amiga, alarmada- ¿Cómo ha podido ocurrir algo así?

Me dejé el móvil olvidado en la cocina. Creo que el mensaje llegó mientras mi madre estaba allí.

¿Y tu madre te abre los mensajes?

No lo sé. Su teléfono es igual que el mio. A lo mejor creyó que era el suyo.

Pues estamos jodidas.

El caso es que cuando he entrado en la cocina a buscarlo, no me ha dicho nada sobre el SMS.

Y qué querías que te dijese. Hija, te ha escrito alquien que dice que tu Amo te perdona y que mañana teneis una sesión.

Sí, tienes razón. ¿Qué vamos a hacer Ruth?

No lo sé. Dejame que escriba al Amo. Ya te cuento cuando me diga algo. Por lo pronto, borra el mensaje.

Vale.

Susana borró el SMS, dejó el móvil sobre la cama y se tumbó boca arriba. ¿Qué habría pensado su madre al leer el mensaje? ¿Lo habría entendido? Ella era tan conservadora ¿Se lo diría a su padre? Tendría que negarlo todo. Decirles que era una broma entre Ruth y ella. Se sintió más tranquila y relajada, y entonces pensó en el Amo. ¡La había perdonado! ¡Volvía a aceptarla! El castigo era lo de menos. Aceptaría lo que él quisiese...

Ruth se sentó frente al ordenador y se conectó al correo electrónico.

"Querido Amo:

Tenemos un problema. La mamá de Susana ha leído el mensaje que le he enviado al móvil. No sabemos qué hacer.

Su obediente sumisa

Ruth"

Eran ya las once de la noche cuando el móvil de la joven comenzó a sonar. Las letras en su pantalla, "Identidad desconocida", le hicieron sospechar que se trataba del Amo.

¿Sí? –contestó

Hola, jovencita.

Hola, Amo. ¿Ha leído mi mensaje?

Sí. Acabo de hacerlo. ¿Qué es lo que ha ocurrido exactamente?

La joven hizo un relato pormenorizado de todo lo sucedido.

Entonces, si lo he entendido bien, la madre de Susana no ha dado muestras de haberlo leído ¿correcto? –dijo Darkshadow.

Sí, Amo, pero ella sospecha que sí lo ha hecho.

De acuerdo. Quiero que llames a Susana y le digas que la sesión de mañana queda cancelada por seguridad. Dile también que esté tranquila. Estoy casi seguro de que su madre no va a decirle nada.

¡Oh, Amo! Entonces, ¿ya no va a venir? –soltó Ruth, decepcionada.

Por supuesto que voy a ir, preciosa, pero Susana no debe saberlo ¿Está claro?

Sí, Amo –respondió la joven con voz emocionada- lo que Usted ordene.

Muy bien. Ahora debo despedirme. Te espero mañana en el aeropuerto. Buenas noches.

Buenas noches, Amo.

Después de hablar con Darkshadow, Ruth telefoneó a Susana y le transmitió sus órdenes. La decepción de la joven fue absoluta y su amiga se tiró muchos minutos intentando convencerla de que habría más sesiones y que debía estar contenta de volver a contar con la aceptación del Amo. Finalmente, Susana aceptó los hechos y tras colgar, ambas jovenes se acostaron. Ninguna de ellas durmió bien esa noche.

Darkshadow estaba terminando de preparar el equipaje. Los planes habían cambiado, pero algo le decía que la noche del sábado iba a ser interesante.

Continuará