Jovencitas sumisas (4)

La nueva sesión con Darkshadow no sale como Susana había esperado. La joven es atada, usada y humillada y abandona la casa de Ruth furiosa con su amiga y con el Amo.

Susana bajó las escaleras de la planta superior con su mochila colgada a la espalda. Sus padres estaban en el salón viendo algo en la tele.

Voy a salir a dar una vuelta –dijo.

¿Has quedado con Carlos? –preguntó María José

Sí –mintió la joven- con él y con los demás.

No vuelvas muy tarde –dijo Jaime- y cuidado con la bebida.

Vale, papa –respondió Susana

La joven se inclinó y besó a sus dos padres, después salió del salón y abandonó la casa.

A las diez menos cuarto aparcaba frente al chalet de los padres de Ruth. Le pareció ver cómo la cortina de la ventana de la habitación de su amiga se movía y supuso que ésta había estado vigilando su llegada. Susana tragó saliva mientras desabrochaba los botones de su abrigo e introducía sus manos bajo la ajustada blusa rosa que había elegido para esa noche. No tardó en encontrar el cierre del sostén. Lo desabrochó, se lo sacó con cuidado y lo dejó en la guantera. Notó cómo los pezones se endurecían y se apretaban contra la tela de la blusa y se preguntó si sería por el frío o por la excitación que sentía. Sin perder un instante, se quitó los zapatos negros de tacón bajo que llevaba y los apartó bajo el asiento del acompañante. Después alzó su trasero y se recogió un poco la minifalda negra. Había elegido la más corta que había encontrado, una de cuando tenía catorce años y que ahora le llegaba sólo a medio muslo. Por suerte, su abrigo le tapaba hasta las rodillas y sus padres no habían llegado a ver la falda. Sus manos encontraron sin dificultad el elástico de las bragas. Eran rosas, su color favorito. Lentamente las fue bajando por las piernas, por encima de las medias negras de redecilla que le llegaban hasta la mitad del muslo, justo hasta donde comenzaba la minifalda. Se las sacó por los pies y las guardó junto al sostén. No pudo resistir la tentación de tocarse el coñito y comprobar lo mojadita que estaba. Dios, se dijo, esto me está poniendo verdaderamente cachonda. Miró el reloj. Eran menos diez. Abrió la mochila y sacó los zapatos que le había cogido a su madre. En realidad eran sandalias, rojas, con seis o siete centímetros de tacón, pero era lo mejor que había podido conseguir. Su madre las había comprado para ponerselas con un vestido de fiesta y sólo las había usado en dos o tres ocasiones. Susana se las calzó y abrochó las hebillas cuidadosamente alrededor de sus tobillos. Una vez lista, salió del coche, lo cerró y caminando con dificultad se dirigió hacia la casa de su amiga. Se sentía nerviosa e insegura. El ir sin bragas y sin sujetador, el caminar sobre aquellos tacones le hacía sentirse rara y por qué no reconocerlo, un poco puta. Pero estaba cachonda, tremendamente cachonda. Podía sentir el ardor en su joven conejito y se moría en deseos de saber qué les tenía Darkshadow reservado para esa noche.

DING DONG

Susana pulsó el timbre y se quedó esperando junto a la puerta. Ruth tardó casi un minuto en abrir. Cuando lo hizo, recibió a su amiga con una sonrisa, mirándola de arriba abajo. Susana no pudo evitar sonrojarse.

Buenas noches, Ruth –dijo

La joven estaba imponente. Llevaba tan solo un sujetador, unas diminutas braguitas transparentes, unas medias de seda con liguero y unos zapatos de aguja. Todo ello negro.

Buenas noches, Cerda –respondió su amiga

Susana la miró atónita, incapaz de creerse lo que su amiga acababa de llamarle.

Es tu nombre esta noche. Cerda –dijo Ruth con una sonrisa- el Amo lo ha elegido para ti. El mio es Zorra y deberás usarlo cada vez que te dirijas a mi. ¿Está claro?

Susana sintió un escalofrío de excitación recorriendo su cuerpo. Aquello era salvaje, pero al mismo tiempo terriblemente excitante.

Está claro, Zorra –dijo entrando en el juego.

Ruth sonrió a su amiga.

Antes de dejarte entrar en la casa debo comprobar que has seguido las instrucciones del Amo. Levantate la blusa.

Susana sabía que aquello formaba parte del juego. Comprobó que la calle estaba desierta y entonces tomó el borde de su blusa y lo alzó hasta mostrar sus dos tetitas coronadas por dos erectos pezones.

Muy bien. Ahora la falda –dijo Ruth.

Susana se subió la minifalda y dejó a la vista su peludo conejito.

Perfecto. Sigueme.

La joven entró en la casa y siguió a Ruth hasta su habitación. Le costaba andar con los tacones. Su amiga, sin embargo, se movía con soltura y rápidamente le tomó ventaja. Cuando llegó a la habitación, Ruth la esperaba en la puerta con un antifaz de cuero en las manos.

Debes ponertelo –dijo

No me habías dicho nada de esto –protestó la joven.

Ordenes del Amo.

Susana tomó el antifaz y se lo puso. No podía ver nada. Se sintió indefensa y vulnerable. Entonces Ruth le pidió que extendiese los brazos hacia delante y cuando lo hizo notó que algo suave comenzaba a rodear sus muñecas.

¿Qué es eso? –preguntó

Son medias

¿Medias?

Sí. Las estoy usando para unirte las muñecas.

¿Me vas a atar?

Sí.

Susana no pudo evitar un gemido de excitación. Aquella era una de sus fantasías más íntimas. Ruth se dio cuenta de su agitación.

¿Te han atado alguna vez?

No –reconoció la joven- pero siempre me ha dado mucho morbo.

Pues esta noche vas a tener la oportunidad de saber lo que se siente.

Ruth guió a su amiga hasta una silla de madera maciza que se encontraba en el centro de la habitación.

Quince minutos después, Susana tenía las piernas separadas e inmobilizadas con medias a las patas delanteras de la silla. Su cuerpo estaba arqueado sobre el respaldo acolchado y sus muñecas firmemente amarradas a un travesero de madera que unía las patas posteriores del asiento. En esa posición el culo de la joven quedaba obscenamente en pompa y a pesar de la minifalda, Ruth tenía una excelente visión del coño de su amiga, abierto y húmedo. Una ola de excitación recorrió su cuerpo.

En ese instante sonó el teléfono y Ruth se apresuró a activar el "manos libres"

Susana no se esperaba una sesión telefónica y se quedó atónita al oir la voz varonil que llenó la habitación.

Hola Zorra –dijo

Hola Amo –respondió Ruth.

Hola Cerda.

Susana tragó saliva, nerviosa y excitada.

Hola Amo –respondió

Veo que has cumplido mis órdenes, Zorra – dijo Darkshadow.

Sí, Amo.

¿Y qué hay de Cerda? ¿Ha cumplido ella también mis órdenes?

Sí, Amo. Como puede ver ha venido con minifalda y con medias de redecilla. Las sandalias de tacón son de su madre. No traía ni sujetador, ni bragas.

Susana entendió que Darkshadow podía verla. Ruth debía haber conectado la cámara web.

¿Ha puesto problemas para ser atada?

No, Amo. Al contrario, ha colaborado. Parece ser que es una de sus fantasías.

Vaya, vaya. ¿Es eso cierto, Cerda? ¿Te pone cachonda que te aten?

Sí, Amo –reconoció Susana.

¿Lo habías hecho antes? ¿Quizá con tu novio?

No, Amo. Sólo era una fantasía.

Ahora es una realidad

Sí, Amo.

¿Y te excita?

Sí, Amo.

Estás totalmente indefensa. ¿Es eso lo que te excita? Zorra podría hacer contigo lo que quisiera o –se detuvo con intención- lo que yo le ordene que haga. Y tu no podrías resistirte ¿verdad?

No, Amo.

Susana estaba chorreando. Darkshadow tecleó una orden en el ordenador y Ruth la obedeció con presteza.

¡Ooooh! –exclamó Susana al sentir cómo un dedo se internaba en su vagina.

¿Qué ocurre, Cerda? –preguntó Darkshadow

La joven tragó saliva.

Ru... Zorra me ha metido un dedo en la vagina, Amo.

Y podría meterte dos, y tres...y tu no podrías hacer nada por evitarlo, ¿verdad Cerda?

No, Amo –reconoció la joven.

Por cierto, Cerda, no vuelvas a utilizar la palabra vagina para referirte a tu coño. Sólo las señoras tienen vagina y tu no eres una señora, ¿verdad?

No, Amo.

Dime lo que eres

El cuerpo de Susana estaba hirviendo de calentura cuando dijo

Soy... soy una cerda, Amo.

¡Eso es! Y para que no lo olvides, Zorra te lo va a escribir en las nalgas.

Ruth sacó el dedo del coño de su amiga y tomó un rotulador negro de su escritorio. Después se situó tras ella y escribió "CER" en el cachete izquierdo y "DA" en el derecho. Susana no podía acabarse de creer que le habían marcado la palabra "CERDA" en el culo. Estaba tan cachonda que no veía el momento de correrse. Ruth también estaba excitada. Sus diminutas braguitas negras estaban totalmente saturadas y la tentación de llevarse los dedos al clítoris era casi insoportable.

El Amo volvió a hablar.

Cerda –dijo- es un buen nombre para ti. ¿Sabes por qué lo he elegido?

No, Amo –respondió Susana

Sólo una cerda puede llevar el coño tan lleno de pelos como lo llevas tu.

La muchacha enrojeció intensamente.

Afortunadamente –siguió Darkshadow- tu amiga Zorra está deseosa por colaborar y darle un aspecto... digamos... más higiénico a tu coñito.

Ruth enrojeció avergonzada. Susana se alarmó. Podía borrar el rotulador de su culo, pero no podía hacer que sus pelos creciesen de un día para otro y Carlos le había dicho en más de una ocasión que le volvía loco su coño tan peludo.

Por favor, Amo, no le pida a Zorra que me quite el vello púbico –suplicó- Mi novio no lo entendería. A él le gusta con pelitos.

Darkshadow rió abiertamente.

¿Tu novio? ¿El imbécil al que has dejado plantado para pasar esta noche conmigo? Querida, has sido tu la que has tomado la decisión y queda claro que tu "novio" no estaba en el número uno de tu lista.

Susana se sentía terriblemente humillada. Era cierto que ella solita había tomado la decisión de venir y ahora estaba empezando a arrepentirse de las consecuencias.

Amo –dijo tratando de arreglarlo- yo sólo quería venir esta noche. Estaba tentada por ver qué era lo que Ruth, digo Zorra, hacía con usted.

Hubo un largo silencio.

Estoy desolado, Cerda –dijo Darkshadow finalmente- así que crees que soy un hombre de una sola noche. De usar y tirar.

No, Amo. No he querido decir eso –Susana se daba cuenta de que se estaba metiendo en un callejón sin salida.

¡Callate de una vez! –gritó el Amo- estás empezando a irritarme

La joven guardó silencio.

Sin duda, mereces un castigo –siguió diciendo- Zorra, ya hemos hablado antes de cómo debías amordazar a Cerda, llegado el caso. Es hora de hacerlo. No quiero oir sus chillidos.

¿Qué me vais a hacer? –preguntó Susana asustada- No me hagais daño, por favor.

Abre la boca, Cerda –era la voz de Ruth

Ruth, eres mi amiga. Desatame.

La joven dudó por un segundo, pero el deseo de ver cómo el Amo dominaba a su amiga era mucho más fuerte.

Abre la boca y no te opongas a la voluntad del Amo –dijo.

Ruth, por favor. Esto es una locura. Ni siquiera le conoces.

Abre la boca o tendré que hacerte daño.

No serías capaz... –empezó a decir Susana- ¡Aaaaaagggggg!

Los dedos de Ruth estaban retorciendo uno de sus pezones y el dolor era punzante. Ni siquiera la blusa era capaz de amortiguarlo. Susana se dio cuenta de que la sumisión de su amiga a Darkshadow era más profunda de lo que le había dado a entender la pasada noche. ¡Dios Santo, cómo había podido meterse en aquel lio!. Intentó apretar los dientes y aguantar el dolor, pero era inútil, Ruth estaba apretándole el pezón con todas sus fuerzas.

Está bien, está bien –dijo finalmente- haré lo que digas.

Sintió aflojar la presión sobre su pezón y suspiró aliviada. Entonces abrió la boca para recibir una especie de trapo que le llenó completamente su cavidad bucal. Después, algo suave, probablemente otra media, fue colocada sobre sus labios y atada con fuerza a la parte de atrás de su cabeza dejándola amordazada. La saliva estaba humedeciendo el contenido de su boca. Aquellos trapos tenían un sabor fuerte, extraño. La voz de Darkshadow interrumpió sus pensamientos.

Muy bien, Zorra –dijo- ahora ve al cuarto de baño y trae un cepillo del pelo.

Sí, Amo.

Susana sintió los pasos de su amiga alejándose.

Espero, Cerda –siguió Darkshadow- que estés disfrutando de la mordaza que he diseñado especialmente para ti. Zorra ha estado recolectándola en el cesto de la ropa sucia y creo que lleva dos bragas usadas de su madre, dos de su hermana y una suya.

La joven tuvo que reprimir varias arcadas. Aquel sabor intenso que saturaba sus papilas gustativas era una mezcla de secreciones vaginales de las tres mujeres de aquella casa. Aquella noche de interesantes expectativas se estaba convirtiendo en una pesadilla.

Ruth regresó con un cepillo marrón, ovalado, de cerdas duras. Darkshadow no tardó en darle instrucciones.

Veinte en cada nalga –dijo- con contundencia.

Ruth recogió la minifalda de su amiga hasta dejar su trasero completamente expuesto. Susana estaba intentando prepararse mentalmente para lo que sabía se le venía encima, cuando el primer golpe del cepillo cayó sobre su nalga derecha.

¡MMMMMmmmmmm! –soltó a través de la mordaza. El dolor había sido excruciante.

¡PLAFF! ¡PLAFF! Uno tras otro Ruth fue repartiendo los azotes sobre la superficie de las blancas nalgas de su amiga. Podía ver cómo el cuerpo de Susana se extremecía con cada golpe y su joven conejito vibraba de excitación. El Amo sabía bien cómo tratar a una esclava desobediente.

Susana, por su parte estaba viviendo una agonía. Su culo ardía horrores y no veía el final de aquel castigo. Llevaba tiempo llorando y las lágrimas le empapaban la media que cubría su boca. Además, para acabar de empeorar las cosas el sabor a coño era cada vez más intenso en su boca.

Por fin Ruth se detuvo. Las nalgas de su amiga habían adquirido un intenso color rojo sobre el que destacaban las letras negras que componían la palabra "CERDA"

Lo has hecho muy bien, Zorra –dijo Darkshadow.

Gracias, Amo.

Es hora de que arregles el coño de Cerda para mi.

Sí, Amo.

Me lo van a afeitar de todas formas, pensó Susana sumida aún en el dolor, me habría ahorrado esta paliza si lo hubiese aceptado desde el primer momento. Sintió el ruido de una tijera, y después agua tibia sobre su pubis, y espuma, y la hoja de una cuchilla. Se quedó muy quieta. No quería que le cortasen nada. Unos minutos después sintió la mano de su amiga acariciando su raja. Era obvio que ya no quedaba ningún pelo.

Amo, está totalmente rasurada –dijo Ruth- como a usted le gusta.

Y a ti también, ¿verdad Zorra?

Sí, Amo.

Demuestrame cuánto te gusta.

Sí, Amo.

No había otra cosa que Ruth desease más en ese momento. Se arrodilló detrás de su amiga y comenzó a comerse el coño de Susana con deleite. Ésta no ganaba para sorpresas. Su compañera le estaba chupando el chocho. ¿Acaso era lesbiana?. Jamás se lo había parecido, aunque ahora que lo pensaba nunca la había visto con un chico. Pero hablaba de ellos. Y le gustaban.

Mmmmmmm –gimió.

Carlos no se lo hacía tan bien. Se dio cuenta de que le estaba gustando. Ruth le lamía la raja, los labios vaginales, las ingles, le daba mordisquitos y le succionaba la vulva. Pero ni siquiera le rozaba el clítoris. Al principio no le importó. Es más, su mente se rebelaba frente al hecho de que una mujer le hiciese lo que le estaba haciendo su amiga. Pero poco a poco, su cuerpo se fue inflamando ante tan exquisitas atenciones a su sexo y el deseo de sentir los labios o la lengua o los dientes de Ruth en su clítoris se le hizo insoportable. Movía las caderas intentando buscar su boca, pero era inútil, su amiga se movía con una destreza insospechada y evitaba su botoncito. A cambio regalaba deliciosas atenciones al resto de su anatomía vaginal, que le estaban volviendo loca de deseo. Quería correrse. Habría dado lo que fuese por hacerlo. Pero la voz del Amo, como un jarro de agua fria, ordenó a Ruth que se detuviese, dejando a la pobre Susana ardiendo de excitación.

Es el momento de usar la zanahoria –dijo Darkshadow.

Sí, Amo –respondió Ruth.

Su voz denotaba la excitación que sentía tras devorar el joven conejo de su amiga. Abrió el cajón superior de su escritorio y tomó el vegetal.

Insertalo en su ano –ordenó Darkshadow.

Susana dio un respingo. Le iban a meter una zanahoria en el culo. No era ajena al sexo anal, pero únicamente se había introducido uno o dos dedos, a veces, mientras se masturbaba. Una zanahoria era más rigida y seguramente más grande. Sin embargo, sintió que le excitaba. Quizá fuese fruto del estado de calentura en el que se encontraba, pero la idea de que su amiga le insertase una zanahoria en el trasero hizo que su coñito vibrase y cuando sintió la punta del vegetal presionando sobre su esfínter intentó relajarse y facilitar su entrada. Ruth se sorprendió de la facilidad con la que Susana aceptaba la violación de su agujerito.

Amo, está colaborando –dijo.

¡La muy cerda!. Así que le gusta que le den por el culo. Muy bien, si tanto le gusta vamos a meterle el pepino.

Ruth se quedó desconcertada. Pensaba que el Amo usaría el pepino en el coño. Era muy grueso.

Amo –dijo- ¿Está seguro?

¿Pones en duda mis ordenes, Zorra?

No, Amo –respondió la joven, rauda

Entonces obedece.

Sí, Amo.

La muchacha extrajo la zanahoria del ano de su amiga y tomando el pepino empezó a insertarlo. En seguida comenzó a oir los gritos de Susana, ahogados por la mordaza. Intentó ir despació, meter un poco, sacarlo y meter un poco más. Así, poco a poco consiguió insertarle la mitad del vegetal. Susana sentía que le estaban partiendo el culo. Aquel pepino la estaba abriendo en dos. Mordía con fuerza las bragas empapadas que llenaban su boca y aceptaba resignada cada centímetro que su amiga le metía. Finalmente, cuando sentía que ya no podía dilatarse más, Ruth anunció.

Amo, ya está. Tiene todo el pepino dentro del culo.

Muy bien, Zorra, muy bien. Ahora arrodillate y acabala.

La muchacha volvió a ponerse de rodillas y de nuevo su boca comenzó a dar buena cuenta del conejo de su amiga. Esta vez, sin embargo, el clítoris no era territorio prohibido. El Amo quería que se corriese en su boca.

A pesar del intenso dolor que sentía en el culo, Susana no tardó en volver a sucumbir a las exquisiteces de la boca de Ruth. Se lo estaba comiendo tan bien como antes, pero ahora también jugueteaba con su botoncito. Jamás había experimentado una sensación semejante. El dolor en el ano parecía intensificar el placer en el chumis. Incapaz de resistirse, comenzó a mover las caderas buscando el contacto con la lengua de su amiga. Ruth aprovechó el movimiento de Susana para follarsela con la lengua. La dejaba rígida mientras entraba en su agujerito y la aleteaba velozmente sobre el clítoris cuando salía.

Mmmmmm, mmmmmmmm

Susana se estaba volviendo loca de placer. Su cara estaba roja, congestionada. Su respiración era agitada. Su cuerpo se estaba cubriendo de una fina capa de sudor... Entonces sintió el pepino moviendose dentro de su culo. Ruth había agarrado el extremo que quedaba fuera y estaba follándola lentamente. Cuando sus caderas iban hacia delante se empalaba en la lengua de su amiga, cuando iban hacia atrás se clavaba el pepino más dentro del recto, al tiempo que su clítoris era estimulado. La indefensa joven se encontraba en el paraíso.

De repente su cuerpo se quedó rígido. Ruth agarró su botoncito entre los labios y lo succionó con fuerza al tiempo que empujaba el pepino profundamente dentro de su ano. Fue el pistoletazo de salida de un aterrador orgasmo que dejó el cuerpo de Susana temblando y convulsionando. A pesar del antifaz, la joven abrió los ojos como platos al sentir el increíble placer que le barría. Jamás hubiese creído que existía algo así. Aún tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba eyaculando.

La que lo notó en seguida fue Ruth, cuya cara estaba recibiendo las eyecciones vaginales de su amiga. La joven hacía lo que podía por tragar el sabroso néctar con el que ésta le estaba obsequiando.

El orgasmo se prolongó durante varios minutos dejando a Susana totalmente consumida. Ruth se incorporó con dificultad, su cara cubierta de líquidos, su cuerpo inflamado de excitación.

Lo has hecho muy bien, Zorra. Estoy muy satisfecho contigo. Ahora puedes quitarle a Cerda el antifaz y la mordaza.

Sí, Amo.

Ruth se acercó a la cara de Susana y le quitó el antifaz. Sus ojos se encontraron durante un segundo pero la joven retiró la mirada. No estaba preparada para mirar a su amiga a los ojos. Se concentró en desatar la media que había asegurado alrededor de la boca de Susana y en ayudarla a extraer las bragas usadas, que estaban empapadas de saliva. La joven probó a abrir y cerrar la mandíbula, pero no dijo nada. Estaba rendida. El que sí habló fue Darkshadow.

Supongo, Zorra, que tendrás una cámara digital.

No, Amo, no tengo. Pero mi hermana Sara tiene una.

Bien, ve a buscarla.

Sí, Amo.

Ruth volvió a los pocos minutos con una cámara en la mano.

¿Sabes cómo funciona?

Sí, Amo. La he usado algunas veces.

Bien, quiero que saques fotos de Cerda. Planos largos y también detalles, sobre todo de ese culo tan hermoso que le hemos dejado.

Amo, no, por favor –suplicó Susana.

Tu calla, Cerda. A no ser que quieras recibir otra azotaina en el trasero.

La joven se mordió el labio inferior. No, no volvería a enfrentarse al Amo. No quería recibir otra paliza. Aguantó paciente mientras una y otra vez el flash de la cámara de la hermana de Ruth se disparaba.

Ahora, sacale el pepino –ordenó Darkshadow.

Ruth lo hizo lentamente, con delicadeza.

¡Ooh! –exclamó la joven al ver el boquete que había dejado.

Susana podía sentir el aire entrando por su ano, aunque no podía imaginarse lo distendido que estaba su esfínter.

Fotografíalo –ordenó el Amo.

Ruth tomó varias imágenes de aquel boquete que separaba la palabra "CERDA" escrita en negro sobre las otrora blancas y ahora rojas nalgas. Hizó planos cortos, pero también tomas en las que además del trasero se veían las bonitas piernas de Susana, enfundadas en las medias de redecilla y calzadas con las sandalias rojas de su madre.

Descargalas en el ordenador y envíamelas –ordenó Darkshadow- ¿Sabes cómo hacerlo?

Sí, Amo.

Durante diez minutos, Susana esperó pacientemente a que su amiga cumpliese las órdenes de Darkshadow. Finalmente Ruth anunció que había terminado.

Esta noche te has portado muy bien, Zorra. Sin duda estás deseando correrte.

Así es, Amo. Estoy muy excitada.

Creo que es el momento de que Cerda te compense por el placer que le has dado.

Un momento –interrumpió Susana- no esperará que yo...

¡Escuchame, Cerda! Y escuchame bien porque no voy a volver a repetirlo. Tienes un minuto para pedirle educadamente a Zorra que te permita comerle el coño hasta correrse en tu boca o recibirás cien azotes en cada nalga. Tu eliges.

Pero, pero –balbuceó Susana- yo no soy lesbiana...

Te quedan cuarenta segundos... treinta... veinte.

Está bien, está bien. Lo haré.

Pideselo por favor.

Humillada hasta lo más profundo de su ser, Susana se dirigió a Ruth.

Zorra, por favor, permite que me coma tu coño hasta hacerte correr.

Será un placer, Cerda –respondió su amiga

Susana observó cómo Ruth liberaba el liguero y deslizaba sus braguitas por las piernas hasta sacárselas. Después se acercó a ella y le plantó el conejo junto a la cara. Podía oler la excitación de su amiga. Como pudo reprimió el asco que le daba y alargó la lengua hasta rozar la raja. Estaba húmeda.

¡Ooh! –gimió Ruth acercándose más.

Susana aventuró su lengua entre los labios y lamió el rosado interior. Su amiga volvió a gemir. El sabor no era muy diferente del que había tenido en la boca durante toda la noche. Decidió que si había que hacerlo, lo mejor era acabarlo cuanto antes y se aplicó en comerle el coño a Ruth tratando de imitar lo que a ella le había gustado tanto.

La joven no tardó en gemir abiertamente y en un arrebato de deseo liberó las tetas de Susana y empezó a magrearlas. Tenía los pezones endurecidos, pero en seguida se pusieron duros como piedras. Ruth los estiró delicadamente haciendo gemir a su amiga dentro de su coño. Aquello le excitó tanto que durante los siguientes minutos se concentro en estimular intensamente las tetitas de Susana, consiguiendo que ésta pusiese mucha más pasión y entrega en el cunnilinguus. La estoy poniendo cachonda con el magreo, pensó. Era cierto, los pechos de Susana eran muy sensibles y las atenciones de su amiga la habían vuelto a calentar hasta el punto de hacerla olvidar que lo que se estaba comiendo era un coño. Con los ojos cerrados, lamía, chupaba y gemía en la concha de Ruth y cuando un fuerte tirón en sus pezones le hizo abrir la boca, recibió de lleno la corrida de su amiga.

¡Oooooooh! –gimió Ruth, agarrando el pelo de Susana y aplastando su cara contra su coño - ¡Lameme, Cerda, lameme!

Susana no podía hacer otra cosa que mover la lengua dentro del chocho de su amiga y tragar como podía los líquidos que resbalaban dentro de su boca. ¡Dios Santo!, pensó, ¡vaya noche!

Finalmente, Ruth se retiró de su cara, brillante por la humedad. Estaba jadeando, pero en cuanto pudo articular palabra se dirigió a Darkshadow.

Gracias, Amo. Ha sido estupendo.

Ya lo veo. Te has corrido como una zorra. Pronto, sólo te correras cuando te de permiso.

Sí, Amo. Como usted ordene.

Ahora puedes liberar a Cerda.

Sí, Amo.

Por fin, pensó Susana. Creía que nunca llegaría ese momento. Las manos de Ruth comenzaron a desatar las medias que sujetaban sus piernas. Después las de sus muñecas. La joven se incorporó y estiró sus miembros. Estaban entumecidos. Recogió sus tetas dentro de la blusa y se bajó la minifalda. Ruth la observaba detenidamente. Susana se acerco a ella y sin mediar palabra le soltó dos bofetones. Después, mientras su amiga se reponía del shock, dio media vuelta y andando con dificultad, se dirigió a la salida.

Continuará