Jovencitas sumisas (16)

Susana se entera por Ruth de que su padre ha sido esclavizado por los Amos. Al llegar a casa puede comprobarlo con sus propios ojos.

El coche se detuvo ante la casa de Ruth y la joven salió renqueando en dirección a la misma. Había sido un fin de semana agotador, en el que Gemma Salgado y ella misma habían sido usadas y adiestradas una y otra vez sin descanso. Aún podía oir los chillidos del padre de Susana la primera vez que el Amo le había dado por el culo. El pobre no había parado de gritar y llorar durante toda la enculada. Se había roto literalmente. Después de eso, había obedecido sumisamente todas las órdenes de los Amos, al igual que ella. De todas formas, el papá de Susana se había pasado buena parte del fin de semana dormido y con unos auriculares puestos. Master Daniel le había dicho que era una especie de sugestión hipnótica y que con ella buscaban que el esclavo aceptase más fácilmente su nuevo rol. También le había confesado que Gemma Salgado aún no sabía que su mujer y su hija eran también sus esclavas.

Ruth, por su parte, se había pasado el fin de semana siendo adiestrada. Había colaborado como una esclava aplicada y obediente, lo que no le había librado de varias azotainas y castigos. A pesar de ello, estaba eufórica. Estaba haciendo realidad su sueño. Siempre había tenido dudas de si preferiría someterse a un hombre o a una mujer y ahora podía tener ambos. Mistress Elsa le había usado a conciencia llegando incluso a orinarse en su boca. Le habían perforado los pezones con dos aros de acero grabados con las iniciales del Amo, pero a diferencia de Gemma no había sido tatuada. También había sido perforada de otra forma: Su boca, coño y culo tardarían días en recuperarse del incesante uso al que habían sido sometidos.

El sábado por la noche, el Amo había hablado con ella sobre el plan que había trazado para someter a su madre y a su hermana. Era tan excitante que a pesar del sentimiento de culpa que le producía el traicionar así a su familia no pudo evitar excitarse y desear que ocurriese lo antes posible.

¿Qué hay de mi padre, Amo? –preguntó- ¿Correrá la misma suerte que el papá de Susana?

¿Te gustaría?

No estoy segura –respondió la joven.

Tampoco es una decisión que tu debas tomar, ¿verdad?

No, Amo –aceptó Ruth, sumisa.

Master Daniel le había dejado claro que haría lo que le diese la gana y que ella no tenía voz en aquel asunto. A decir verdad, ella no tenía capacidad de decidir nada nunca más. Como una buena esclava debía limitarse a obedecer y a satisfacer a sus Amos.

Tras dejar a Ruth en su casa, Master Daniel y Mistress Elsa se dirigieron a la casa de los Salgado-del Valle.

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El lunes fue el primer día después del piercing y el tatuaje que Susana fue a la Facultad. Tenía unas ganas terribles de ver a Ruth. No hablaban desde antes de la visita al ginecólogo por expresa prohibición de los Amos, pero sabía que su amiga había pasado el fin de semana con ellos. El viernes, Mistress Elsa había ordenado a su madre llamar a la mamá de su amiga y decirle que iba a pasar el fin de semana con ellas. Una excusa, por supuesto. No habían visto a Ruth ni el viernes, ni el sábado, ni el domingo. Lo mismo que a su papá, que precisamente el viernes había llamado para anunciar que le había surgido un viaje de negocios urgente y que ni siquiera podía pasarse por casa para coger equipaje. Así que su mamá y ella habían pasado solas el fin de semana, desnudas, a excepción del liguero, las medias y los zapatos de tacón de aguja, y con sus collares de cuero alrededor del cuello. Pero lo peor, con diferencia, había sido el no poder masturbarse. El domingo por la mañana, madre e hija, sobre todo ésta, estaban desesperadas. Sus coños chorreaban tanto que constantemente debían secarse los muslos con una toalla.

No puedo más –había dicho finalmente Susana- si no me corro ya me voy a volver loca.

Tienes que aguantar, cielo –respondió MariJose dando un abrazo a su hija.

Aquello no hizo más que empeorar las cosas, ya que los duros pezones de la mamá rozaron con los de su hija y un escalofrío de excitación recorrió el cuerpo de Susana, que de forma brusca tomó la cabeza de su madre y forzó un ansioso y apasionado morreo entre ambas.

¡Por Dios, no, Susana! –intentó protestar MariJose

Pero para entonces, su hija estaba ya follando vigorosamente su coño con dos dedos.

¡Susana…Aaaaaaaahhh! –la mamá no pudo decir nada más pues los dos días de abstinencia concluyeron con un intenso y estremecedor orgasmo.

Sin embargo, MariJose no sintió el placer de otras veces, sintió culpa y malestar por haber desobedecido a Mistress Elsa. Aunque ella no lo sabía, sus sesiones de hipnosis habían incidido especialmente en ligar su placer a la obediencia a los Amos. Y en ese momento no lo había hecho, tendría que haber intentado frenar aquel orgasmo con todas sus fuerzas.

Susana, sin embargo, seguía a lo suyo, morreando a su madre, rozando sus pezones con los de ella y con la mano derecha aún mojada con los flujos de MariJose, frotándose su propio clítoris. Con lo cachonda que estaba el clímax no tardó en llegar.

¡Oh, Dios, sí, siiiiiiiii, me corrrroooo, me corrrrooo! –gimió mientras los líquidos saltaban de su empapada almeja y su lengua se hundía hasta la garganta de su madre, que en los estertores de su propio clímax aceptaba sumisamente la agresividad de su hija.

El de la joven sí fue un orgasmo deseado y disfrutado, aunque después también sintió cierta culpa e intentó convencer a su madre de ocultar lo que había ocurrido a los Amos. MariJose sabía que el castigo sería severo y pensando en su hija accedió a su propuesta. Poco podía imaginar que la sugestión hipnótica le impediría mentir a los Amos.

Carlos había llamado durante el fin de semana y se había puesto tan pesado e insistente en quedar para hablar que al final la joven le había dicho que había otro. Se había puesto a llorar y a insultarla. Le había colgado. Había vuelto a llamar varias veces más, pero no había cogido el teléfono. Por suerte, no se había atrevido a presentarse en su casa. También habían llamado Tamara y Vero. Les había mentido para no quedar, diciendo que tenía gastroenteritis y se encontraba mal, aunque Tamara estaba muy insistente y le había preguntado por Master Daniel. De nuevo había mentido diciéndole que no había vuelto a tener noticias de él.

He intentado llamar a Ruth al móvil, pero no contesta. ¿Sabes algo de ella?

No, la verdad es que no sé qué pensaba hacer este fin de semana –volvió a mentir- Llevo con esto desde el jueves y no me he pasado por la Uni.

Si la ves el lunes dile que tengo que hablar con ella, ¿vale?

De acuerdo.

Susana vio a Ruth apoyada junto a una ventana hablando con Noelia, con Toño y con otra chica cuyo nombre no recordaba. Llevaba una camisa azul celeste, una diminuta minifalda de pana rosa que apenas le llegaba a medio muslo, medias negras y zapatos negros de tacón. Sin duda, su ropa cumplía rigurosamente las órdenes de los Amos, al igual que la suya propia. Una camiseta ajustada verde, una faldita vaquera, algo más larga que la de su amiga, medias marrón oscuro y unas fancesitas. Susana se acercó al grupo.

Buenos días –dijo.

Hola –respondieron todos- ¿qué tal el finde? –añadió Ruth

Normal, ya sabes, nada del otro mundo.

En ese momento apareció el profesor y los grupos de jóvenes comenzaron a desfilar hacia la clase.

No no entro –anunció Ruth- voy a estudiar a la biblio. ¿Te vienes Susí?

Vale –aceptó la joven siguiéndola, a sabiendas que era una excusa para verse a solas.

¿Vamos a los servicios? –preguntó Susana.

No, conozco un sitio mejor.

Susana siguió a Ruth hasta una de las escaleras y subieron en silencio hasta llegar al descansillo por cuya puerta se salía a la azotea del edificio.

Aquí no nos molestará nadie –dijo Ruth- Venga, enséñame los piercings y el tatuaje.

¡Cómo lo sabes! –exclamó Susana sorprendida, aunque era fácil adivinar la respuesta.

Me lo ha dicho Mistress Elsa –respondió Ruth- Creo que ya tienes el placer de conocerla, de hecho, antes que yo. Mira, a mi me han puesto anillas en los pezones, pero nada más. De momento.

Mientras hablaba se había desabotonado la camisa y bajado las cazoletas de su sostén mostrando sus perforados pezones. Susana los miraba embobada, sin moverse.

¡Venga! –le animó su amiga- es tu turno.

La joven se subió lentamente la camiseta. Tanto los endurecidos pezones como los dos arillos eran claramente visibles a través de la fina telilla del sostén blanco que llevaba. Aún así se subió las cazoletas del sujetador y mostró a su amiga sus perforadas tetas. Ruth no tardó ni un segundo en succionar el pezón izquierdo dentro de su boca, con aro y todo.

¡No, por favor! –gimió la joven apoyando las manos sobre la cabeza de su amiga- No puedo

No puedes ¿qué? –preguntó Ruth sin dejar de mordisquear el engrosado pezón.

¡Correrme! –gimió la muchacha- Mi madre y yo lo tenemos prohibido desde el viernes.

¿Es en serio? –preguntó Ruth incrédula.

Y tan en serio. Voy tan caliente que si sigues chupándome las tetas me voy a correr.

Está bien –aceptó su amiga a regañadientes, dejando de estimularla- enséñame lo demás.

Susana se bajó la cremallera de la falda y la dejó caer hasta los tobillos. Llevaba un pequeño tanga blanco, tan transparente como el sostén. Ruth podía ver claramente los piercings, pero sus ojos se quedaron fijos con admiración sobre el tatuaje que decoraba su pubis.

Fucktoy –dijo en voz baja- ¿es algo así como "juguete sexual", no?

Roja como un tomate, Susana asintió, mientras los dedos de su amiga acariciaban el tatuaje por encima del tanga y se deslizaban lentamente hasta los aritos que decoraban su coño.

Y tu mamá –insistió Ruth- ¿Cuál es su nombre de esclava?

Mommyslut –balbuceó Susana- "mamá guarra"

Ruth tembló de arriba abajo, su cuerpo sacudido por una ola de excitación, ante las palabras de su amiga. Había empapado el minúsculo tanga negro que llevaba. La reacción de la joven no pasó desapercibida a Susana.

¿Te pone a cien ver a mi madre usada y humillada, verdad? –preguntó

Ruth asintió mientras se recogía la falda sobre la cintura, abría las piernas y movía hacia un lado la telilla del tanga invitando a su amiga a comerle el rasurado coño.

No sólo a tu madre –siguió la joven al tiempo que Susana se arrodillaba ante ella y comenzaba a lamer su coño- También me ha excitado ver cómo este fin de semana los Amos usaban y humillaban a Gemma.

¿Gemma? –Susana miró a su amiga con curiosidad- ¿Quién es Gemma?

Su nombre de esclava es cocksucker o "chupapollas" –respondió Ruth con una pícara sonrisa- y si algo ha hecho este fin de semana es hartarse de chupar el pollón del Amo.

¿Es una esclava nueva? –insistió Susana- ¿Qué edad tiene?

Ruth no pudo evitar una risita malévola.

Eso lo sabes tu mejor que yo –dijo con rintintín- Gemma es tu papá.

La cara de Susana era una de total confusión.

No entiendo… -empezó a decir.

Gemma Salgado, "chupapollas" –cortó Ruth- es tu padre. Los Amos lo han convertido en su esclavo, bueno, esclava.

No… no… puedo creer

Lo he visto con mis propios ojos –interrumpió Ruth- Está anillado y tatuado como tú y lo están feminizando, de ahí el cambio de nombre. Al principio oponía algo de resistencia, pero después de que el Amo le obligo a comer su polla, a tragar su leche y sobre todo, después de darle por el culo, el pobre acataba todas las órdenes sin rechistar.

Susana estaba descolocada y estupefacta. Le costaba creer algo así, pero qué motivos podía tener su amiga para mentirle. Además, el repentino viaje de negocios de su padre

Te cuento esto –siguió Ruth- porque el Amo me ha dado permiso para hacerlo. De hecho, ahora, él y Mistress Elsa están en tu casa, con Gemma y MariJose. Master Daniel ha preferido que sea yo quien te cuente lo de tu padre. Ahora, termina de comerme el coño y vete a casa. Los Amos te están esperando.

En el estado de shock en el que se encontraba, Susana obedeció como una autómata, aplicándose en el cunnilinguus hasta que, con un quejido quedo, su amiga se derramó sobre su boca.

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Susana entró en su casa con cautela. Todo parecía tranquilo. Entonces lo oyó. Un gemido. Otro. Procedían del salón. Se dirigió hacía él y aunque sabía lo que podía esperar, la escena le dejó descolocada. Su mamá estaba a cuatro patas en el centro de la habitación y Mistress Elsa, tras ella, estaba follándola el culo con un consolador sujeto por un arnés. Suyos eran los gemidos que había oído.

Pero lo que la dejó atónita fue la otra escena que se desarrollaba al lado. Su padre estaba de rodillas, con una peluca de mujer, los labios intensamente pintados de carmín, los pezones anillados, el tatuaje sobre su pubis, tal y como le había dicho Ruth y su pene encerrado en una especie de diminuta jaula. Estaba haciéndole una mamada al Amo y Susana miraba abobada la entrega con la que bombeaba su boca sobre el duro pollón de Master Daniel.

Hola, Susana –saludó el Amo, advirtiendo su presencia. Ni su padre, ni su madre hicieron ademán de mirarla, entregados como estaban en sus faenas.

Hola, Amo –saludó la joven.

Saluda a tu hija, perra –ordenó Master Daniel dando un puntapié a Gemma/Jaime.

El papá de la muchacha dejó que la polla saliese por completo de su boca y sin atreverse a mirarla dijo:

Buenos días, Susana

Buenos días, papá

No, no, nada de papá –cortó el Amo- A partir de ahora te dirigirás siempre a ella por su nombre de pila. Dile cuál es, perra.

Me llamo Gemma –respondió Jaime sumiso.

Susana no sabía por qué pero podía sentir la humedad empapando sus bragas.

¿Y qué es lo que más te gusta hacer, Gemma? –preguntó Master Daniel

Chupar pollas –respondió raudo- sobre todo si son largas y gruesas como la suya, Amo, y están tan llenas de leche.

Aprendes rápido, zorra. Anda, gatea hasta tu hija y dale la bienvenida. Cómele el coño.

La joven se quedó de piedra, como si lo que acabara de oír no pudiera ser cierto, pero su padre no lo dudó ni un segundo. Gateó hasta ella, metió las manos bajo su falda hasta encontrar el elástico de su tanga, tiró de él hasta los tobillos y agarrándola por las nalgas comenzó a devorar su coño. Susana no podía creerlo, su propio padre estaba comiéndole el chirri y ¡Joder, de qué forma!

A partir de hoy, Mistress Elsa y yo nos instalaremos en la casa. De esta forma vuestro entrenamiento será más rápido y eficaz.

La joven asintió como pudo. Cerca de ella, MariJose se estaba corriendo entre gritos de placer mientras el Ama seguía enculándola con fuerza.

Gemma y MariJose dormirán en el sótano. Hemos instalado dos jaulas para ellas. Nosotros ocuparemos la que hasta este momento era su habitación. De momento, tu puedes seguir en la tuya –continuó el Amo- Tu madre y tu os encargareis de enseñar a Gemma a maquillarse, a vestirse y a andar como una mujer. Ya hemos comenzado a inyectarle hormonas así que en breve empezará a desarrollar unas hermosas tetas.

A Susana le costaba procesar todo lo que oía, en parte por lo salvaje que era, en parte porque la boca de Gemma la tenía al borde del orgasmo. Entre gemidos y jadeos de placer, escuchó la voz del Amo informándole de que su padre había dejado el trabajo pero que, de momento, ella podía seguir yendo a la universidad. Entonces se corrió como una perra en celo, chillando de placer y apretando la cabeza de su padre contra su raja.

Continuará