Jovencitas sumisas (12)

Mistress Elsa Klein toma el control de María José del Valle, la mamá de Susana y comienza su adiestramiento.

Ding, dong. El timbre del chalet de los Salgado se dejó oir alto y claro.

¿Qué querrá Natalia a estas horas?, fue lo primero que pasó por la cabeza de María José del Valle. Era lunes por la mañana, las nueve y media, y la madura mamá estaba sola en casa. Su marido hacía rato que había marchado y Susana estaba en la facultad.

Tan segura estaba de que se trataba de su vecina, que no se molestó ni en cambiarse ni en mirar por la mirilla. Su sorpresa fue mayúscula al abrir la puerta y encontrarse, en pijama y chanclas, ante una joven rubia, alta y esbelta, vestida con un elegante traje de ejecutiva y con un maletín en su mano derecha.

¡Oh, perdone mi aspecto! –balbuceó- pensé que era mi vecina. No estamos interesados en comprar nada –dijo, pensando que se trataba de una vendedora a domicilio.

Creo que en esto sí estarás interesada –respondió la joven, sacando una foto del maletín y entregándosela a la mamá.

Los ojos de María José se abrieron como platos al contemplar su imagen desnuda con la cara y los senos cubiertos de semen. La vergüenza y la humillación eran exquisitas y las mejillas de la mamá se tornaron de un color carmín intenso.

Yo... –balbuceó, sin saber qué decir- No entiendo...

Vamos dentro –cortó la joven- no hay necesidad de que tus vecinos vean lo que no tienen que ver.

En eso, María José no podía estar más de acuerdo y dejó pasar a la muchacha al interior de la casa, cerrando la puerta a continuación.

¡Posición de inspección! –ordenó la chica antes de que la azorada mamá tuviese tiempo de decir nada.

La pobre mujer no acertó a procesar la orden y se quedó mirando a la joven con cara de desconcierto hasta que un sonoro bofetón se estrelló contra su mejilla izquierda.

¡He dicho "posición de inspección", zorra estúpida! –volvió a repetir la muchacha en un tono tan autoritario que acongojó a la asustada mamá.

Con los ojos llorosos y el pómulo dolorido, María José asumió rauda la postura que el Amo les había enseñado la noche del sábado. Sin ningún tipo de miramientos, la joven dominatrix agarró a la vez los elásticos del pantaloncito rosa del pijama y de las bragas blancas de algodón de la mamá y de un tirón los bajó hasta que la apertura de las piernas los detuvo en las rodillas. El coño rasurado de María José quedó totalmente expuesto y la mujer se sintió morir de vergüenza.

Veo que has cumplido las órdenes del Amo –dijo la muchacha, acariciando sin ningún tipo de reparo la rajita de la mamá.

María José tragó saliva y asintió con la cabeza.

Mi nombre es Elsa Klein –la autoridad de la joven era patente en su voz- pero las perras sumisas como tu me llaman "Mistress Elsa", ¿está claro?

Sí, Mistress Elsa –aceptó la vulnerable mamá, sucumbiendo al poder que aquella mujer emanaba.

Agarrate los tobillos –ordenó la dominatrix.

Maria José obedeció al instante, subyugada por la dominancia de la joven. Segundos después sintió cómo ésta separaba sus nalgas y acariciaba la raja de su culo y su apretado ojete. Indefensa y humillada la sumisa mamá se dejó hacer.

Muy bien –dijo al fin la dominatrix- ni un solo pelo. Tu hija Susana se ha librado de un buen castigo. A partir de ahora, yo me encargaré de llevarte a un centro de belleza a eliminar de forma permanente tu vello púbico, ¿entendido?

Sí, Mistress Elsa.

La joven tomó entonces el maletín que había traído y lo abrió sobre un aparador. María José, mientras tanto, se incorporó y asumió de nuevo la "posición de inspección", con las manos en la nuca.

¡Acaso te he pedido yo que te incorpores, perra estúpida! –gritó la severa dominatrix a la acobardada mamá, cuando se dio cuenta de lo que ésta había hecho.

Nnnnno, Mistress

La voz de María José era casi un susurro. Su cuerpo temblaba atemorizado e inmediatamente volvió a doblarse por la cintura.

Quitate la ropa y ponte de rodillas –ordenó Elsa- Quiero la frente sobre el suelo y los brazos extendidos hacia delante.

Sin dudarlo un instante, la sumisa mamá se sacó el pijama y las bragas y se quedó en cueros delante de la joven Ama. No llevaba sostén y sus tetas quedarón bamboleando al aire, coronadas por sus dos erectos pezones. Elsa sonrió para sí, al darse cuenta de que, a pesar de todo, aquella zorra estaba excitada. María José se dejó caer de rodillas al suelo y adoptó la postura que se le había ordenado.

Esta es la "posición de reverencia", la asumirás cuando te sea ordenada –informó la dominatrix- Ahora, lleva las manos a las nalgas y separalas.

Muerta de vergüenza, la madura mamá obedeció. Jamás se había sentido tan humillada y expuesta, pero a la vez se sentía confundida por el incontrolable escozor que se extendía por su sexo.

Esta posición se denomina de "ofrecimiento" –Elsa estaba disfrutando de lo lindo- la esclava ofrece su coño y su culo a sus Amos.

La cara de María José se puso roja como un tomate. ¡Qué bajo había caído! ¿Cómo se había dejado someter y humillar por aquella joven, que casi podría ser su hija?

Dime, perra –sus desvelos fueron interrumpidos por la voz de la dominatrix- ¿ha intentado el cornudo tener sexo contigo?

María José se extremeció. Aquella mujer sabía perfectamente todas las órdenes que le había dado el Sr. Sotogrande, incluyendo el nombre que había elegido para su marido.

Sí, Mistress Elsa –reconoció- ayer por la noche.

La joven estaba extendiendo una buena dosis de lubricante por la superficie de un discreto "plug" anal.

¿Y? –cuestionó

Le dije que no me encontraba bien, que me dolía la cabeza.

Mistress Elsa apoyó el "plug" sobre el depilado ojete de la mamá y antes de que ésta sospechase lo que iba a ocurrir, lo empujó con firmeza.

PLOPP

El consolador rompió la resistencia del anillo muscular y se hundió hasta el fondo.

¡Aaaaaahhh! –gritó María José- ¡No, por favor, Mistress!

Era la primera vez en su vida que alguien penetraba su ano, un agujero que siempre había considerado tabú. El "plug" era más bien pequeño y no excesivamente molesto, pero la sensación era muy extraña para aquella mamá primeriza.

¡Nada de protestas, pija de mierda! –bramó la dominatrix- ya es hora de darle buen uso a ese fantástico culo.

Sin duda, Mistress Elsa había adivinado que era analmente virgen.

Este es un "tapón" de entrenamiento –continuó la joven- lo llevarás puesto de continuo y solamente te lo quitarás para defecar. Después, lo limpiarás y te lo volverás a introducir inmediatamente. Vamos a ir dilatando y adiestrando tu ojete poco a poco ¿está claro?

Sí, Mistress –María José no se atrevió a disentir.

Te advierto de antemano contra cualquier desobediencia a mis órdenes –amenazó la dominatrix- porque me enteraré y el castigo será tal que no lo olvidarás por el resto de tu vida.

María José se extremeció aterrada por las palabras de la muchacha y únicamente acertó a balbucear que no desobedecería. Elsa sonrió complacida. Aquella sumisa mamá estaba totalmente rota.

Otra cosa que debe cambiar es tu atuendo –siguió aleccionando la joven- Cuando el cornudo no esté en casa irás totalmente desnuda a excepción de un liguero, medias y zapatos de tacón de aguja. Cuando tengas que salir o estés con el cornudo, llevarás exclusivamente faldas por encima de la rodilla, medias, liguero, bragas tanga y sostenes de copa baja. No es necesario que calces zapatos de tacón de aguja, pero sí deben tener un generoso tacón. ¿alguna duda sobre esto?.

María José no daba crédito a lo que oía. Aquella mujer pretendía que vistiese como una puta. Era tan... prohibido, tan salvaje... pero su coñito no dejaba de chorrear.

Mistress Elsa –respondió sumisa- no tengo ligueros, ni tangas, ni sostenes de copa baja, ni zapatos de aguja...

Tu hija volverá pronto a casa –cortó la dominatrix- Ambas ireis juntas de compras. El mismo código de ropa aplica para ella. Susana elegirá tu ropa y tu la suya. Si el Amo o yo no estamos satisfechos con la elección, ambas sereis severamente castigadas ¿está claro?

Sí, Mistress.

Otra cosa que debes saber es que tu hija ya ha concertado cita con tu ginecólogo. Será este jueves a las diez –explicó la joven- El te quitará el DIU que llevas.

Pero, Mistress –balbuceó María José- no puedo arriesgarme a quedarme embarazada. Jai... el cornudo y yo no deseamos tener más niños.

Querida –dijo Elsa, agarrando el pelo de la mamá y forzando su cabeza hacia arriba- tu ya no tomas ninguna decisión importante en tu vida. Eso es algo que nos corresponde a "Nosotros", al Amo y a mi.

Pero... y el cornudo –insistió la preocupada mamá- ¿qué va a decir si me quedo embarazada? No tengo permitido mantener relaciones con él. Va a saber que no es suyo.

Me temo que tienes razón, cielo –aceptó la joven Ama- pero lo que el cornudo sepa o no sepa es irrelevante. Debes entender que únicamente mis deseos y los de tu Amo son importantes... y ahora, basta de palabrería. Asume la posición de espera.

Derrotada, la sumisa mamá se soltó las nalgas y se puso de rodillas, en la postura que se le había ordenado. La sensación del "plug" anal en su culo se le hacía extraña e incómoda. Elsa, mientras tanto, se dirigió de nuevo a su maletín y extrajo un collar de cuero negro, similar al que Darksahdow había puesto a Susana. Este también llevaba una chapita con una inscripción.

Leelo en voz alta –ordenó la joven.

La mamá posó sus ojos sobre las letras y leyó:

"MariJose" – la dominatrix giró la chapa- "Propiedad de D.S."

Un escalofrío recorrió el cuerpo de la mujer. Había visto el collar en el cuello de su hija y en el de Ruth. Ahora era su turno. Mistress Elsa estaba ajustandolo alrededor de su garganta, tomando posesión de ella y era incapaz de resistirse, de oponerse a ello. Era como si en el fondo aceptase que era inferior, que su rol era obedecer y servir a aquella pareja de Amos dominantes y severos. Su coño estaba chorreando, mojando sus muslos, y sus pezones se mostraban duros y eniestos como puntas de bayoneta.

Hemos acortado un poco tu nombre –comentó la dominatrix- MariJose nos parece más sexy y adecuado a tu nuevo rol. A partir de ahora, lo usarás siempre, ¿está claro?

Sí, Mistress Elsa.

El collar has de llevarlo puesto siempre que estés sola o en presencia de otras esclavas y, por supuesto, ante tus Amos, ¿entendido?

Sí, Mistress.

La joven dominatrix, en un gesto posesivo, acarició el pelo de MariJose, sus mejillas, su cuello... mientras la entregada mamá miraba al suelo y se dejaba hacer.

¿Te encanta esto verdad? –preguntó Elsa, dejando deslizar sus manos hasta apresar los turgentes senos de la hembra- ¿Eres una perrita sumisa que disfruta sirviendo a sus Amos, no es cierto?

MariJose se puso roja como un tomate. Era inútil mentir.

Sí, Mistress Elsa –aceptó la mamá

Pues entonces voy a complacerte –la voz de la joven se tornó dura y autoritaria- ¡Lame mis zapatos! –ordenó- ¡Arrastrate como la perra que eres!

Los ojos de MariJose se posaron en los zapatos de Mistress Elsa: negros, de aguja, con una tira de cuero alrededor del tobillo, elegantes, con clase... y sin poderlo evitar, la sumisa mamá sintió la superioridad que emanaba aquella joven, sintió la necesidad de adorar sus zapatos, de servirla como ella desease. Jamás antes se había sentido así, tan sumisa, con tantos deseos de servir a alguien, de pertenecer a alguien... y casi sin darse cuenta estaba besando y lamiendo aquellos zapatos,

Elsa klein sonreía satisfecha. Sabía que aquella zorra acababa de entregarsele totalmente, que acababa de aceptar su servidumbre... sabía que, con un poco más de adiestramiento, la otrora prudente, recatada y conservadora mamá, haría cualquier cosa que le ordenase.

MaríJose, profundamente excitada, lamía una y otra vez los zapatos de su Ama, ensalivando bien el cuero, para después recoger su propia saliva con la lengua y dejarlos bien limpios y brillantes.

Masturbate mientras me sirves, perra –ordenó la joven dominatrix- quiero ver cómo te corres dándole placer a tu Mistress.

La cachonda mamá no lo dudó un instante. Su mano derecha voló hasta su raja y comenzó a acariciar su engrosado clítoris. Por un segundo pensó en lo humillante de la situación: Estaba lamiendo los zapatos de una joven que podía ser su hija y masturbandose al mismo tiempo. ¡Ni la más perversa de las putas!, se dijo. Pero la necesidad era tan fuerte, la necesidad de servir a aquella muchacha, la necesidad de correrse...

Elsa Klein observó cómo el cuerpo de MariJose convulsionaba violentamente. La sumisa mamá había cerrado los ojos, su boca se había detenido sobre el zapato, su cara estaba enrojecida, congestionada y su respiración era tremendamente agitada. La perra se estaba corriendo y sin duda, lo estaba disfrutando intensamente. Elsa se excitó al pensar cómo muy pronto los orgasmos de la mamá iban a ser totalmente restringidos y controlados por ella. Era una de las partes del adiestramiento que más le gustaba. Ver a aquellas mujeres adultas calientes y cachondas como perras en celo, suplicando que les dejase correrse, ofreciendo cualquier cosa a cambio de un orgasmo... Era una sensación que la joven dominatrix no se cansaba de experimentar. Aprovechaba su necesidad para pedirles los actos más depravados y salvajes que se le ocurrían y después, cuando aquellas perras creían haberse ganado su orgasmo, volvía a negarselo. Nunca fallaba. Caían llorando a sus pies, suplicando compasión. Pero Mistress Elsa era cruel, muy cruel con ellas y aún podían pasar varios días y muchas humillaciones más antes de permiterles el deseado clímax. Lo realmente curioso era que, a pesar de semejante trato, lejos de odiarla sus esclavas la adoraban, la veneraban como a una diosa, se sentían orgullosas de servirla...

MariJose no podía creerse el tremendo orgasmo que estaba teniendo. En realidad, eran varios encadenados. Un nuevo mundo multiorgásmico se había abierto ante ella el pasado sábado. El cornudo jamás había sido capaz de darle semejante placer y a partir de ahora, ni siquiera iba a tener la oportunidad de intentarlo. Cuando su clímax se fue diluyendo, después de largos minutos, se dio cuenta de que por primera vez había pensado en Jaime como en "el cornudo" con toda naturalidad. Y entonces le vinieron a la mente los relatos de dominación de su hija y la tremenda excitación que le había producido imaginarse a su marido sometido. Se dio cuenta de lo mucho que le excitaba aquella posibilidad e interiormente se preguntó si los Amos tendrían la intención de someter a Jaime. Aquel pensamiento hizo que su cuerpo se estremeciese en un pequeño mini-orgasmo, aunque su cabeza descartó la idea. No, los Amos sólo parecen interesados en mujeres: Ruth, Susana, yo misma... ¡Dios, las contracciones de su recto sobre aquel "plug" anal eran terriblemente placenteras! ¡Quién lo iba a decir!.

Finalmente, cuando el orgasmo de la mamá se diluyó por completo, Elsa Klein le ordenó que volviese a asumir la posición de espera. MariJosé obedeció al instante.

La próxima vez –dijo- antes de correrte en mi presencia debes pedir permiso y si te lo concedo, darme las gracias de forma adecuada, ¿entendido?

Sí, Mistress. Lo siento, Mistress.

A partir de hoy, sólo tienes permiso para masturbarte una vez al día. No intentes engañarme. Te aseguro que me enteraré y lamentarás tu desobediencia.

No lo haré, Mistress

¡Una vez al día! Ultimamente lo hacía cinco o seis veces. No sabía cómo iba a conseguir controlarse.

Espera aquí y no te muevas –ordenó la joven dominatrix- Voy a echar un vistazo a la casa.

Si quiere puedo guiarle, Mistress Elsa –ofreció la mamá.

Si quisiese que lo hicieses, te lo habría pedido –respondió el Ama con dureza.

MariJose bajó la cabeza sumisa y escuchó los tacones de Mistress Elsa al alejarse. Durante su ausencia, la mamá de Susana intentó poner en orden sus pensamientos y emociones. En ello seguía, veinte minutos después, cuando la dominatrix volvió a su presencia llevando en la mano un vaso de agua que le ofreció. MariJose estaba realmente sedienta y lo bebió con avidez, después de dar las gracias a la joven.

Lo que la madura mujer no sabía era que aquel vaso contenía además una pequeña dosis de un fármaco experimental, que a la vez de actuar como un somnifero inducía un estado mental favorable para la sugestión.

Mistress Elsa sacó una correa de su maletín y la enganchó al collar que rodeaba el cuello de la sumisa. Después, cerró el maletín, ordenó a MariJose que se pusiese en pie y la guió tirando de la correa hasta el dormitorio principal, aquel que compartían el cornudo y ella.

Tumbate en la cama –pidió la dominatrix.

Sí, Mistress

La mamá no sabía qué esperar, pero por alguna razón se sentía cansada y somnolienta y agradeció aquella orden. Su colchón era tan cómodo, tan mullido... segundos después sus ojos se habían cerrado.

Mistress Elsa volvió a abrir su maletín y extrajo un mp3 con dos auriculares que colocó en las orejas de MariJose.

Durante la hora siguiente, los oidos de la mamá fueron bombardeados con mensajes directos, repetitivos, destinados a influenciar y modular su forma de pensar. Las pautas se basaban en las siguientes ideas: Eres una sumisa, tu hija es una sumisa, tu marido es un cornudo. Eres inferior, tu hija es inferior, tu marido es inferior. Los Amos son superiores. Los seres inferiores obedecen a los seres superiores. Te hace feliz obedecer a tus Amos. Te hace feliz dar placer a tus Amos. Te excita la sola idea de pensar en tus Amos. Tu mayor deseo en esta vida es servir a tus Amos...

Mientras estos mensajes eran grabados una y otra vez en el subconsciente de la dormida mamá, Mistress Elsa hizo un recorrido exhaustivo por su vestuario. Todas sus bragas, de algodón y terriblemente conservadoras, todos sus sostenes, sus zapatos planos, todos sus pantalones, todos sus calcetines, la mayoría de sus blusas y casi todas sus faldas y vestidos fueron a parar a bolsas de basura. MariJose iba a tener que hacer una buena compra aquella tarde si no quería quedarse prácticamente sin nada que ponerse, aunque su nueva ropa no iba a parecerse en nada a la que ahora descansaba dentro de las bolsas.

La sumisa mamá se despertó un par de horas después. Estaba aturdida y desorientada y tardó unos minutos en recordar qué había pasado y qué hacía allí, desnuda en la cama. Fue cuando su mano acarició el collar alrededor de su cuello cuando la realidad de su situación volvió en toda su crudeza. El Ama, Mistress Elsa, le había ordenado subirse a la cama y ella se había dormido y, aunque no acertaba a recordarlos, había tenido unos sueños muy extraños. Se levantó con lentitud y entonces vió las cinco bolsas de basura apiladas en una esquina de su dormitorio. Se acercó a ellas. Había una nota escrita en un folio blanco: "Tira todo esto. No lo vas a volver a necesitar", decía. MariJose miró su contenido. Era ropa, SU ropa. Corrió a sus cajones. El de las bragas estaba vacío, el de los sujetadores, también; en el de los calcetines sólo estaban las medias... Mistress Elsa pretendía dejarla sin casi nada que ponerse...

MariJose siempre había vestido de forma muy conservadora, consecuencia de la educación recibida en su propia casa. "Las mujeres con clase no se ponen prendas provocativas, son sobrias y recatadas", siempre decía su madre. Sin duda, Mistress Elsa no pensaba igual. La joven quería que vistiese ropa más atrevida. De repente, un intenso deseo de satisfacer a su Ama se adueñó de ella y al mismo tiempo sintió la humedad extendiendose por toda la raja de su coño. Miró el reloj. Eran ya las doce y cuarto. No sabía a qué hora iba a venir su hija, pero quería estar lista para salir de compras inmediatamente. Voy a sorprender a Mistress Elsa, se dijo, voy a pedirle a Susana que me compre la ropa más sexy que veamos. Después, contenta y excitada, sintiendose como una niña traviesa, la madura mamá se volcó en las tareas domésticas. Pero lo primero era lo primero, y antes de empezar, las cinco bolsas de basura fueron a parar a los contenedores que había frente al chalet. Para ello, MariJose cubrió su desnudez con una bata. El resto de las faenas las hizo en cueros, a excepción de su collar de esclava, unas medias negras de seda y los únicos zapatos de alto tacón que tenía, unas sandalias rojas que había comprado para una fiesta y se había puesto únicamente en dos o tres ocasiones. Hacía siglos que no se las ponía y le sorprendió encontrarselas tan limpias. Poco podía imaginar que su hija Susana las había usado pocos días antes cumpliendo las órdenes de Darkshadow.

Continuará