Jovencitas sumisas (10)

El Amo revela a Susana la identidad de la misteriosa enmascarada a la que ha estado llevando al orgasmo con su boca, que no es otra que su propia madre y somete a ambas mujeres a su primera sesión conjunta.

Susana seguía comiendose obedientemente el coño de la esclava, mientras sus dos amigas abandonaban la habitación. Para dar breves descansos a su lengua, alternaba lametones con suaves succiones y mordiscos en los inflamados labios vaginales y en el clítoris de la mujer. La misteriosa enmascarada había dejado de agitarse hacía tiempo, aunque podía sentir los violentos espasmos de su cuerpo cada vez que le proporcionaba una nuevo orgasmo. Y ya iban seis. La pobre debía estar agotada.

Susana sabía que el Amo había dominado a Tamara. Lo había oido todo, aunque no se había atrevido a levantar la cabeza, ni siquiera cuando había oido los gritos de dolor de su amiga mientras era disciplinada. Se sentía culpable por haber metido a Tami en aquel lío, aunque a fin de cuentas había sido ella la que había insistido en venir. Por un segundo se preguntó cómo reaccionaría su amiga al dia siguiente, cuando fuera realmente consciente de lo que había hecho. Esperaba que no afectase a su incipiente relación con Rafa.

Entonces, sintió la mano firme del Amo agarrando su pelo y apartando su cara del saturado chumis de la esclava.

Es suficiente –dijo con autoridad- ¿Cuántas veces se ha corrido?

Seis, Amo.

Muy bien –sonrió el Sr. Sotogrande- incorporate.

Con las manos a la espalda, Susana lo hizo con bastante dificultad.

¿Te has preguntado quién puede estar detrás de esa máscara? –preguntó el hombre.

En realidad sí, Amo –respondió la chica- supongo que alguna de sus esclavas.

Bueno, más o menos –rió el Sr. Sotogrande.

Las manos del hombre liberaron las muñecas de la esclava de los aros de metal de la máscara. Entonces, desabrocharon con cuidado la cremallera de la capucha y después la extrajeron delicadamente. Susana le miraba actuar con cierta curiosidad por descubrir el desconocido rostro de la mujer a la que había llevado seis veces al orgasmo. Cuando lo vio, se quedó helada, paralizada, incapaz de emitir sonido alguno durante varios segundos, negándose a admitir lo que sus ojos veían y su mente no procesaba...

¡Dios Santo! ¡Mamá! –fue lo primero que pudo articular- ¡Por Dios, No!

María José miraba a su hija con los ojos como platos y una expresión de profundo agotamiento en su rostro. Ella, en cambio, no podía hablar pues un "gag" en forma de falo le llenaba la cavidad bucal, pero su desconcierto era tan grande como el de su hija y su dolor intenso, aunque no tanto como la vergüenza y humillación que sentía. La máscara que el Amo le había puesto nada mas llegar a la habitación había anulado sus sentidos de vista y oido y durante todo el tiempo había asumido que era Ruth, la amiga de Susana, la que le estaba lamiendo el sexo. La dura realidad de que había sido la lengua de su propia hija la que había estado dentro de su coño y de su ano era horrible. Y para colmo ella se había corrido nada menos que seis veces en su boca. Las había contado.

Los pensamientos de Susana iban más o menos en la misma línea. Se sentía terriblemente humillada y asqueada. No entendía cómo su madre había acabado en aquel lugar ni en aquella situación. Era casi imposible de creer. Su mamá era la persona más correcta, recatada y puritana que conocía...

La voz del Amo vino a satisfacer su curiosidad.

Tal y como sospechábamos –dijo- tu madre había interceptado el SMS que Ruth te envió y se ha presentado esta noche en el chalet de sus padres. Creo que pretendía algo así como disuadiros de que siguierais relacionandoos conmigo. Por supuesto, no esperaba encontrarme allí –hizo una leve pausa- Ha sido tan fácil y divertido romperla... esta perra es realmente sumisa. Quizá te gustaría ver cómo ha suplicado que me la folle y convierta a tu padre en un cornudo, o cómo se ha comido el coño de Ruth. Esta puta promete y desde luego tengo intención de adiestrarla y convertirla en una obediente esclava... lo mismo que a ti.

María José estaba roja de vergüenza y sus ojos hacían todo lo posible por evitar los de su hija. Susana, por su parte, estaba atónita. A diferencia de Ruth, ella sólo hacía una semana que sabía de Darkshadow y hasta ahora no era más que una especie de juego, algo divertido y excitante, que le permitía satisfacer sus fantasías y su vena sumisa. No podía negar que andaba ya un tanto enganchada y que la idea de conocerlo personalmente le había excitado, pero jamás se había imaginado que podría llegar a afectar a su familia. Le costaba creer que una mujer adulta como su madre y con férreos principios morales hubiese sucumbido ante Darkshadow, pero allí estaba, espatarrada y expuesta como una vulgar zorra. ¿Sería verdad lo que el Amo había dicho, que se la había follado y eso? No tenía motivos para mentirle, pero... era tan difícil de creer.

El Sr. Sotogrande pareció leer su mente.

Ven –dijo- Veo que no acabas de creerme.

El Amo encendió un televisor de pantalla plana y grande e intrudujo un disco en el DVD. La sesión de dominación de su madre comenzó a reproducirse ante los ojos de Susana, mientras Darkshadow, tras ella, estimulaba sus endurecidos pezones. La joven exhaló un suspiro de admiración cuando observó por primera vez el tremendo pollón que portaba aquel hombre y que acto seguido fue engullido por el jugoso y peludo coño de su mamá. María José también revivía humillada, con los ojos llenos de lágrimas, lo que había ocurrido pocas horas antes. ¡Cómo había podido dejarse dominar de aquella forma! ¡Qué iba a pensar su hija de ella!

Susana apenas podía creer que aquella mujer fuese su propia madre, aunque no había lugar a dudas. Sin embargo, había algo que en esos momentos estaba inquietando aún más a la joven. Se estaba excitando. Por supuesto, el Amo estaba sobandole expertamente los pezones, pero había algo más. Ver a su mamá sometida de aquella forma le estaba poniendo cachonda. Aquel hombre había acabado en minutos con una vida de perfección y virtud, al menos de cara a la galería y la muchacha se preguntó hasta dónde sería capaz de llegar su madre. ¿Sería realmente posible convertirla en una esclava?. Eso era lo que había dicho Darkshadow. Sentía curiosidad por ver... ¡Pero, no! ¡Por Dios, en qué estaba pensando!

Amo –dijo intimidada- Cuando comencé con todo esto, no esperaba que mi familia se viese involucrada.

Lo sé –repuso el Sr. Sotogrande con una sonrisa perversa- Pero ahora, los planes han cambiado.

Susana le miró inquieta.

Tu madre es tan sumisa como tu –dijo- Ambas sereis adiestradas y convertidas en esclavas ejemplares.

Otra vez ese picor intenso en su entrepierna. ¿En realidad le excitaba tanto la idea de ver a su mamá esclavizada por aquel macho? Le vinieron a la cabeza varios de los relatos que había leido en la última semana. En varios de ellos, madres e hijas eran dominadas por Amos y Amas autoritarios y obligadas a humillantes actos de incesto. Susana, lejos de escandalizarse, se había excitado enormente con aquellas perversiones. Recordaba incluso una historia en la que toda la familia había sido dominada por un matrimonio de Amos... ¿Tendría Darkshadow en mente someter también a su padre? Aquello era una locura, pero Susana se dio cuenta de que su sexo estaba literalmente chorreando...

El Sr. Sotogrande había dejado de sobar sus pezones y mientras ella seguía con los ojos fijos en el televisor, el hombre se había dirigido hacia su madre y estaba liberando sus ataduras. María José estaba tan agotada por los múltiples orgasmos que apenas podía mantenerse en pie y cuando Darkshadow le quitó las pinzas que mordían sus pezones, el retorno del flujo sanguíneo fue tan doloroso que la pobre mamá colapsó sobre el suelo. Afortunadamente, sus gritos de dolor fueron ahogados por la mordaza. Susana acudió rauda junto a su madre y le ayudó a levantarse. La pobre mujer estaba temblando y se abrazó con fuerza a su hija, sus mejillas húmedas por las lágrimas. Susana podía sentir los pechos de su mamá apretándose con fuerza contra los suyos... era una sensación tan extraña...

Ya es suficiente –dijo el Sr. Sotogrande, tras al menos un minuto- Susana, ve a la cama. Te quiero boca abajo, la cabeza apoyada en el colchón, las rodillas separadas al máximo y el culo en pompa.

Sí, Amo –respondió la joven, aunque su madre le abrazaba con tal fuerza que no podía moverse.

Susana acercó sus labios al oido de María José y le susurró:

Dejame obedecer al Amo, mamá. Todo irá bien.

La mujer dejó caer lentamente sus brazos y observó cómo su hija se dirigía hacia la cama y cumplía las órdenes del Amo. En aquella posición, su coño abierto y sin pelos estaba totalmente expuesto, lo mismo que su rosado orificio anal. María José no dudó ni por un segundo lo que el Sr. Sotogrande planeaba hacer. Se iba a follar a su niña, lo mismo que se la había follado a ella. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Entonces cayó en la cuenta de que aquel hombre podía preñar a su hija. Por fortuna, ella hacía años que llevaba un DIU, pero que ella supiese, Susana no tomaba anticonceptivos y pensar que el Amo pudiera usar un preservativo era irrisorio.

Tan inmersa estaba en sus propios pensamientos y en cómo evitar que el Sr. Sotogrande fornicase con su hija sin protección, que se quedó atónita cuando el hombre se acercó a ella por detrás y comenzó a ponerle un arnés de cuero negro. La ingenua mamá ni siquiera sabía lo que era aquello, y sólo cuando el Amo ajustó un impresionante falo negro en la parte delantera, se hizo la luz en su cerebro y comenzó a negar con enérgicos movimientos de cabeza. Darkshadow sonrió con malicia.

Veo que no te agrada la idea de follarte a tu propia hija –dijo- no te preocupes, en breve te parecerá de lo más normal.

María José seguía moviendo la cabeza de un lado a otro y se resistía a avanzar hacia Susana.

Mira, zorra –la voz del Amo se tornó seria- o lo haces por las buenas o lo haces por las malas.

De ninguna manera iba a follarse a su propia hija, se dijo la mamá, de ninguna manera. Se pusiese como se pusiese aquel hombre, por aquello no pasaría.

Bueno, ya veo que tendré que convencerte –en realidad, Darkshadow estaba encantado con esa posibilidad.

El Sr. Sotogrande tomó en su mano derecha la vara de bambú que había usado anteriormente sobre los muslos de Tamara y golpeando suavemente con ella su mano derecha, se dirigió hacia María José con una sonrisa. Esta le miraba horrorizada y seguía negando con la cabeza, esta vez suplicando que no la pegase.

Una buena sumisa –empezó el Amo- debe ser obediente. Aprendelo bien o serás castigada a menudo.

Tras estas palabras, se oyó un siseo cortando el aire y la vara se estrelló con fuerza sobre las nalgas de Maria José. La mordaza ahogó su chillido de dolor, pero el gesto de su cara fue inconfundible y sus manos se movieron raudas a proteger y acariciar su culo intentando disminuir el escozor.

Aparta las manos –ordenó el Amo.

La mujer no obedeció.

Muy bien –dijo el Sr. Sotogrande, su gesto severo e irritado- como quieras.

La vara de bambú se movió con rapidez y cayó con fuerza y precisión sobre los expuestos pezones de la mamá. María José comenzó a dar botes, mientras sus manos se restregaban el lugar del impacto. El dolor era excruciante, insoportable... ¡ZASSSSS! Un nuevo varazo sobre sus nalgas... ¡ZASSSSS! Otro sobre sus muslos... ¡ZASSSSS! Su barriguita... ¡ZASSSSS! ¡Santo Dios! Otra vez los pezones...

La mamá corrió rauda hacia la cama y se posicionó detrás de su hija. Lo siento, cielo, se dijo, no aguanto más, perdoname. Y apoyando la cabeza del falo sobre los abiertos labios vaginales de Susana, comenzó a empujar hacia el interior de su rosado agujero, sintiendose asqueada por su debilidad.

¡Oh! –exclamó la joven, al sentir la intrusión.

La muchacha estaba sorprendida por la rapidez con la que su madre había cambiado de opinión. Sin duda, los varazos debían doler horrores, pero la cruda realidad era que su mamá había aceptado follársela con un consolador. Aquello era tan perverso y retorcido que Susana no acababa de entender cómo su chochito podía estar tan húmedo.

María José, profundamente humillada, había comenzado a moverse con torpeza, metiendo y sacando suavemente el falo de la abierta vagina de su hija. Pero el horror se dibujó en sus ojos cuando se dio cuenta de que aquel artilugio estaba también diseñado para estimular su propio clítoris. Y sin duda lo hacía muy bien. Poco a poco y a pesar de sus esfuerzos por resistirse, María José fue sucumbiendo al placer que emanaba de su botoncito. La mamá tomó las caderas de su hija y comenzó a metérsela con mayor entusiasmo y velocidad. Susana, que llevaba ya un buen rato gimiendo y jadeando de forma lujuriosa, se corrió en seguida.

¡Aaaaaaaarrrggggg! –gimió la muchacha, mientras su cuerpo de estremecía entre espasmos.

Lejos de detenerse, María José intensificó su ritmo. Parecía mentira que aquella fuese la misma mujer que minutos antes parecía exhausta y derrotada y que se había negado tan enérgicamente a follarse a su propia hija. Su clítoris había tomado el control sobre su mente y su cara de abandono sexual dejaba claro que no pensaba parar hasta alcanzar su propio orgasmo.

Desde el otro lado de la cámara de video que había tomado, el Sr. Sotogrande sonreía complacido. No se había equivocado con la mamá. Aquella zorra era capaz de follarse a su propia hija y disfrutarlo. Se lo iba a pasar en grande adiestrando a aquellas dos.

Susana no podía creerse la impresionante follada que su madre le estaba proporcionando. Su clímax había pasado y las violentas penetraciones comenzaban a molestarle.

Mamá, por favor, para ya –pidió- me está doliendo.

En un principio, María José parecíó no oir, pero después su ritmo comenzó a disminuir hasta detenerse. Estaba muerta de vergüenza y humillación, pues a pesar de que su estado de excitación persistía se dio cuenta de que no había tenido la fortaleza suficiente y había sucumbido a la lujuria. Volvió la cabeza hacia el Sr. Sotogrande, como esperando órdenes y se dio cuenta de que éste estaba grabandolo todo. ¡Dios Santo! ¡Ahora sí que no había salida alguna!. Se moriría de vergüenza si alguien viese lo que había ocurrido durante los minutos previos. Susana y ella estaban a merced de aquel Amo dominante y despiadado. ¿Qué pasaría ahora con sus vidas? ¿Qué se verían obligadas a hacer para satisfacer los deseos de aquel hombre?

Aquellos pensamientos pasaron por la cabeza de la mamá en segundos, antes de que la voz de Darkshadow le sacase de su ensimismamiento.

Ayuda a tu hija a levantarse y venid las dos ante mi –ordenó.

María José asistió a Susana, cuyos brazos y muñecas seguían atadas a la espalda y la ayudó a incorporarse. Ninguna de las dos se atrevió a mirar a la otra a los ojos y ambas caminaron hasta situarse frente al Sr. Sotogrande. Este rodeó a Susana y liberó sus esposas y ataduras. Después se dirigió hacia su madre.

Voy a quitarte la mordaza –anunció a María José- pero deberás permanecer en silencio a no ser para responder a mis preguntas ¿está claro?

La mujer asintió con la cabeza y el hombre retiró su mordaza, un grueso y razonablemente largo falo de látex. María José no osó emitir sonido alguno, aunque abrió y cerró la mandíbula varias veces, para relajarla. Mientras tanto, el Sr. Sotogrande volvió a posicionar las cámaras sobre trípodes y comenzó a grabar.

Quiero vuestras manos detrás de la nuca y los dedos entrecruzados –ordenó.

Las dos mujeres obedecieron.

Sacad el pecho hacia fuera, los hombros erguidos, la vista al suelo, las piernas ligeramente separadas.

Madre e hija hacían lo que se les pedía como dos marionetas.

María José, las piernas un poco más separadas –corrigió el Sr. Sotogrande.

La mujer obedeció al instante.

Esta posición se denomina "inspección" –informó Darkshadow- a partir de ahora, cuando diga "inspección", ambas asumireis esta postura ¿está claro?

Sí, Amo –respondieron las dos mujeres al unísono.

El Sr. Sotogrande esbozó una sonrisa. Los pezones de Susana y de María José se ergían duros y desafiantes y el brillo húmedo de sus muslos era muy evidente. Madre e hija estaban tremendamente cachondas con su dominación.

En ese momento, Darkshadow hizo una presentación de las dos hembras para la cámara:

María José y Susana. Madre e hija. 43 y 19 años, respectivamente. Sumisas naturales. Seleccionadas para su adiestramiento por Darkshadow MN 014. Asistente seleccionada, Tinkerbell MN018.

Aquellas últimas palabras eran un enigma. ¿Quién era Tinkerbell y qué eran aquellos números?, se preguntó Susana. No tuvo mucho tiempo para seguir pensando en ello, ya que la voz del Sr. Sotogrande le devolvió a la realidad.

María José –dijo dirigiendose a su madre- quiero que mires a tu hija y le digas qué es lo primero que debes hacer mañana en cuanto te levantes.

¡Dios Santo! María José estaba muerta de vergüenza. ¿Por qué la humillaba de aquella forma?

Tengo... el Amo me ha pedido que me afeite el pubis, Susana –balbuceó.

¡Oh, vamos! –exclamó el Sr. Sotogrande- ¡Cómo que el pubis! Te doy una segunda oportunidad, pero si no me convence tu vocabulario te vas a ganar cinco varazos en las nalgas.

¡Oh, no! Más varazos no.

El coño, Amo –dijo rauda la mamá- debo afeitarme el coño.

Eso está mucho mejor –sonrió Darkshadow- una buena sumisa debe tener el conejo limpio y presentable para su Amo. Una vez que te lo hayas rasurado -continuó el Sr. Sotogrande- irás a la habitación de tu hija y le pedirás que te lo supervise ¿está claro?

María José no podía creerselo.

Por favor, Amo –suplicó- eso es absolutamente humillante.

Susana –dijo Darkshadow ignorando a la azorada mamá- Asegurate de que el coño y el ano de tu madre estén perfectamente afeitados. Por cada pelo que me encuentre serás tu la que reciba un varazo ¿entendido?

Sí, Amo –aceptó la muchacha, tremendamente excitada por todo lo que estaba ocurriendo.

Hasta que os imponga un programa adecuado de depilación, ambas sereis responsables de mantener vuestros conejitos correctamente rasurados. Cualquier descuido en este punto conllevara un castigo ejemplar ¿está claro?

Sí, Amo –respondió Susana.

Sí, Amo –dijo su mamá, resignada.

El Sr. Sotogrande sonrió complacido y miró intensamente a la joven de diecinueve años.

Susana, me consta que tienes novio ¿verdad?

Sí, Amo

¿Cómo se llama?

Se llama Carlos, Amo.

Supongo que follas con él ¿verdad?

La muchacha se sonrojó y miró de reojo a su madre.

Sí, Amo –balbuceó.

¿Qué más cosas haceís? –preguntó el Sr. Sotogrande

Yo... bueno, a veces le hago mamadas y él me... come... el... bueno, el chichi.

Ven aquí –ordenó Darkshadow.

La joven se acercó hasta donde estaba el Amo y éste comenzó a acariciar delicadamente sus pezones.

¿A quién pertenece este cuerpo? –preguntó con autoridad.

La muchacha tragó saliva.

A usted, Amo –respondió

Entonces –dijo el Sr. Sotogrande con una sonrisa, pero con voz severa- ¿te parece apropiado que ese baboso de Carlos disfrute de algo que es mio sin mi permiso?

No, Amo, no lo es –balbuceó la joven.

Pues entonces, pequeña, termina con él cuanto antes. Y ahora arrodillate. La única polla que chuparán esos labios a partir de ahora es la mía y la de quien yo decida ¿entendido?

Sí, Amo –el coño de Susana estaba ardiendo de deseo- lo que usted diga, Amo.

La muchacha se puso lentamente de rodillas y Darkshadow corrigió su posición de forma que sus nalgas reposaban sobre sus talones, sus rodillas separadas daban acceso a su coño, sus manos quedaban cruzadas a la espalda y su cabeza ligeramente humillada.

Esta postura se denomina "de espera" y será la que asumireis siempre que esteis en mi presencia y no haya nadie ajeno a vuestra condición presente, ¿está claro?.

Sí, Amo –respondieron las dos mujeres al unísono y ante la mirada penetrante del Sr. Sotogrande, María José se arrodilló y asumió la misma posición que su hija.

Darkshadow desabrochó los corchetes de su pantalón de cuero y extrajo su duro cipote. Los ojos de Susana se abrieron como platos al ver al natural semejante pollón. Era dos veces el de Carlos en grosor y claramente más largo.

¡A qué esperas! –tronó el Sr. Sotogrande- Enseñame lo que sabes hacer.

Temblando de excitación, la joven comenzó a besar y a lamer el eniesto falo que se erguía ante ella. Recordó el domingo pasado, cómo mientras le hacía una mamada a su novio había fantaseado con la polla de Darkshadow. Jamás se habría imaginado que en menos de una semana estaría chupando realmente el objeto de su fantasía, ni que éste sería tan impresionante. Los labios de la muchacha engulleron el rosado glande y lo succionaron con lujuria. Casí se había olvidado de que su mamá estaba allí, viendola, aunque las siguientes palabras del Amo le devolvieron a la realidad.

Tu madre también tiene prohibido el sexo con otras personas, especialmente con tu padre ¿no es cierto, esclava?

Sí, Amo –respondió María José

Por alguna extraña y oscura razón, a Susana le puso aún más cachonda el saber que Darkshadow iba a controlar las relaciones sexuales entre sus padres.

Dile a tu hija, cuál es el nombre que a partir de ahora debe emplear al referirse a tu marido.

Hubo un momento de silencio, como si a María José le costase horrores encontrar las palabras.

"Cornudo" –dijo- cuando hablemos de papá debemos referirnos a él como "el cornudo"

Tremendamente excitada por las palabras de su madre, Susana comenzó a felar la polla de Darkshadow con abandono.

Vaya –anunció el Sr. Sotogrande- parece que a la puta de tu hija le ha gustado el nuevo nombre de su padre. Me está exprimiendo como una profesional. ¿Por qué no gateas hasta aquí y aprendes de ella? –pidió el Amo mirando a María José.

Resignada, la mamá se puso a cuatro patas y gateó hasta situarse al lado de Susana. Su hija estaba realmente mamando la polla de aquel hombre de forma frenética. María José no pudo reprimir sus lágrimas. Si ella no hubiese sido tan débil, si no se hubiese dejado dominar tan fácilmente... pero ahora no podía hacer nada para ayudar a su hija. Aquel hombre las tenía en sus manos. Las fotos que tenía, los vídeos... JAMÁS debía verlos nadie.

¡Qué tierno! –la voz de Darkshadow interrumpió sus pensamientos- es tan dulce ver a una mamá llorando por su hija... y sólo por una mamada. Quizá prefieras ver cómo me la follo...

¡No!, por favor, Amo –exclamó María José- Creo... creo que Susana no toma anticonceptivos.

¿Es eso cierto? –preguntó el Sr. Sotogrande a la joven, sacandole la polla de la boca para que pudiese hablar.

Susana, perdida en su mundo, no se había enterado de nada y miró a Darkshadow con una expresión de lujuria y abandono en el rostro.

¿Es eso cierto? –repitió el hombre- ¿No tomas anticonceptivos?

No, Amo –respondió la muchacha, al tiempo que Darkshadow volvía a hundir su cipote en la boca de la joven.

¿Y tu? –le preguntó a la madre- ¿Usas anticonceptivos?

Sí, Amo. Llevo un DIU desde hace tiempo.

Muy bien –dijo Darkshadow- Tienes una semana para ir con tu hija al ginecólogo.

Gracias, Amo –María José suspiró aliviada- me encargaré de que Susana comience a tomar la píldora.

El Sr. Sotogrande sonrió divertido, mientras negaba con la cabeza.

No me has entendido –dijo- será tu hija la que le pida al médico que te retire el DIU.

Pero... pero... –balbuceó la mamá atónita y aterrada

Nada de peros, zorra –cortó el Amo, mirándola con autoridad- ¿o quizá prefieres que mande esta grabación a tu marido para que vea la clase de puta que tiene en casa?

María José enrojeció intensamente. Sabía que no podía hacer otra cosa que obedecer.

No, Amo –aceptó sumisa- haremos lo que usted ordene

¿Qué iba a decir su ginecólogo? El Dr. Valbuena era su médico desde hacía diez años. Querría saber las razones...Afortunadamente no conocía a su marido... Pero ¿por qué diablos se sentía excitada? No podía ser que aquello le pusiese cachonda. No era ningún juego. Era algo peligroso. ¡Qué clasa de pervertida era! Una cosa es que se viese obligada a hacerlo y otra muy distinta que le excitase...

María José seguía confrontando sus sentimientos cuando oyó el gemido del Amo. Sus ojos volvieron a la realidad para ver cómo la boca de su hija se inhundaba de leche que rebosaba por las comisuras de sus labios y resbalaba por la barbilla hasta gotear sobre sus pechos. Los movimientos de su garganta indicaban que Susana también se estaba tragando su buena ración. A María José le costaba creer que aquella muchacha hambrienta de semen y su hija fuesen la misma persona, pero en seguida se dio cuenta de que Susana podría pensar algo similar de ella.

La joven, por su parte, no había podido evitar que sus más profundos deseos de sumisión aflorasen cuando el Amo le había ordenado mamar su impresionante falo, pero sobre todo cuando había escuchado el nombre que Darkshadow había elegido para su padre: "Cornudo". Por alguna extraña razón, aquello había desbordado su lujuria. Mientras servía al Amo, Susana no podía dejar de pensar que su padre se iba a convertir realmente en un gran cornudo. Darkshadow iba a usar a su madre, mientras él no iba a poder tocarla siquiera. Después vino la pregunta de los anticonceptivos. No sabía a qué venía, pues no había estado escuchando, sólo mamando lo mejor que sabía aquel eniesto cipote que amenazaba con dislocar su mandíbula. Pero entonces, sí había seguido la conversación, lo suficiente para oir cómo el Amo disponía la retirada del DIU de su madre. Su joven y mojado coñito había temblado de deseo al oir la reticente aceptación de los labios de su mamá y sus esfuerzos por exprimir la polla que llenaba su boca se habían redoblado.

Ahora, tragaba como podía la asombrosa cantidad de leche que desbordaba su boca. Y lo hacía cachonda y orgullosa, como nunca antes lo había estado. ¡Qué sumisa que soy!, pensó, mientras se preguntaba qué pasaría a partir de ahora con su vida y con la de su conservadora y siempre correcta mamá.

Continuará