Jovencitas sumisas (1)

Dos jóvenes universitarias, Ruth y Susana, experimentan con el mundo de la dominación online.

Susana estaba sentada en la cafetería de la Facultad de Económicas, ante una taza de café humeante. Era su primer año como universitaria y de momento estaba francamente contenta. Sentados junto a ella, en corro alrededor de la mesa, se encontraban algunos de sus nuevos compañeros de carrera. En realidad, después de cinco meses de curso ya los consideraba amigos, en particular a Ruth, a Noelia y a Sergio. A Toño no sabía cómo considerarlo, ya que no podía negar que se sentía algo atraída por él, lo que no tendría nada de particular si no fuera porque ella tenía novio. Carlos, su chico, formaba parte de su grupo de amigos de toda la vida en el que también estaban sus dos mejores amigas, Tamara y Vero, la hermana de Carlos.

¿Qué haces esta noche, Sergio? –preguntó Toño.

He quedado con mis colegas del barrio. Vamos a salir por Moncloa. ¿Te apuntas?

No sé, depende. ¿Qué haceis vosotras, chicas?

Susana y yo vamos a ir a mi casa a empezar con el trabajo del Robles, no queremos dejarlo para el final y que nos pille el toro –dijo Ruth.

Vaya par de empollonas, no parais ni el viernes por la noche –bromeó Toño- aunque no me importaría ir a haceros una visita, sobre todo si no están tus padres.

Pues no van a estar, aunque creo que mi hermana Sara, sí. Esa si que es empollona.

Mejor tres que dos –rió Toño.

Eres un cerdo –bromeó Susana.

¿Y tu Noelia? ¿Con tu chico?

Sí, creo que iremos al cine.

¿Qué vais a ver?

No sé. A él le apetece "La guerra de los Mundos", yo prefiero otra.

A mi me gustó –dijo Toño.

Noelia se encogió de hombros, dando a entender que no le hacía cambiar de opinión.

Vale Sergio, me voy contigo y con tus colegas. Estas chicas son unas aburridas. A ver si quedamos para salir un día todos juntos. Hace más de dos mes desde la última vez.

Todos estuvieron de acuerdo. Eran las seis y media. A las siete, Ruth y Susana se montaban en el coche de esta última y se encaminaban hacia las Rozas, hacia el chalet de los padres de Ruth. A ninguna de las dos les apetecía comenzar el trabajo para el Profesor Robles, pero sabían que en unas semanas agradecerían el haber empezado cuanto antes.

El tráfico era intenso y tardaron casi una hora en llegar. Susana había estado un par de veces antes en casa de Ruth. Sus padres tenían un chalet grande con cinco habitaciones, tres baños y un salón inmenso, con chimenea. Sara, la hermana de Ruth, estaba sola en casa.

Papá y mamá acaban de salir para el teatro –dijo- Yo me voy a mi habitación a estudiar.

Sara tenía 21 años, dos más que las chicas y estaba en tercero de Medicina.

Vale. Nosotras estaremos en mi habitación. Tenemos que hacer un trabajo para una de las asignaturas –le respondió Ruth.

Mamá ha dicho que tiendas la colada, barras el salón y friegues la cocina. Rosa no ha venido hoy porque estaba enferma. A mi me ha tocado limpiar los baños -dijo Sara a modo de justificación.

¡Vaya rollo! –exclamó Ruth, contrariada

Después acompañó a Susana a la planta superior de la casa, hasta su habitación. Era un espacio amplio, con una cama, una mesilla de noche, un escritorio donde se apoyaba el ordenador, varias estanterías con libros y multitud de posters y fotos por las paredes. Una habitación alegre.

Ponte cómoda y ve encendiendo el ordenador si quieres –dijo Ruth a su amiga- voy a hacer lo que ha dicho mi madre y vuelvo enseguida.

Vale, no te preocupes –respondió Susana- te espero.

Ruth salió y Susana se quitó el abrigo y lo dejó sobre la cama. Era una joven atractiva, no muy alta y más bien delgada, pero no en exceso. Su melena lisa y negra le caía hasta media espalda y enmarcaba una cara dulce, de ojos grandes y oscuros y labios gruesos. Su piel era clara y suave. Ese viernes llevaba un sueter ajustado de color naranja que no disimulaba su proporcionado torso y sus redondos pechos, que tallaban una 85B, y unos vaqueros desgastados que marcaban su fabuloso trasero, redondo y respingón.

Susana se sentó al escritorio y pulsó el botón de arranque del ordenador. Mientras esperaba, sus ojos se posaron sobre un ejemplar de "Cosmopolitan" que su amiga tenía sobre la mesilla de noche. Se levantó, lo cogió y se volvió a sentar al escritorio. Distraídamente abrió la revista y fue entonces cuando se dio cuenta de que entre las páginas de la misma había varios folios impresos. Los cogió. Los echó una hojeada.

¡Oh! –exclamó cuando se dio cuenta de lo que era.

Un relato erótico. "Senderos de sumisión (6)" decía el título. Jamás se hubiese imaginado que Ruth...

Comenzó a leerlo. Dos muchachas jóvenes estaban atadas en un calabozo. Habían sido usadas sexualmente y castigadas con látigos... Susana sintió cómo su cuerpo se extremecía. Era un relato de dominación. Se sintió extraña. Ella misma fantaseaba en ocasiones con ese tipo de cosas, pero no esperaba que Ruth...por cierto, su amiga no tardaría en subir. Debía volver a guardar el relato en la revista y dejarlo en su sitio. Pero una enorme tentación le impulsaba a seguir leyendo. Quería saber cómo seguía la historia. Entonces se dio cuenta de que estaba mojada entre las piernas. Aún tengo tiempo, se dijo, y sus ojos siguieron devorando el relato. Dos mujeres llegaron al calabozo, cogieron a una de las chicas y la llevaron como a un perro hasta una habitación donde esperaba un hombre, al que llamaban Amo. Aquel hombre la trataba como una esclava y la humillaba. Susana estaba excitadísima y leía el relato hipnotizada. No era consciente de que sus abultados pezones se marcaban obscenamente bajo su suéter, ni de que el escozor de su joven conejito hacía que restregase descuidadamente los muslos. En ese estado, la joven no se dio cuenta de que su amiga Ruth entraba en la habitación.

Ya estoy aquí –anunció

Susana dio un respingo por la sorpresa y los folios cayeron de sus manos y se extendieron sobre el suelo.

¡Oh! –exclamó Ruth al darse cuenta de lo que eran

Las dos muchachas se quedaron sin habla y se hizo un angustioso silencio. Finalmente fue Susana la que balbuceó:

Yo...lo siento, Ruth. Cogí el "Cosmopolitan" y ...bueno esto...estaba dentro...

Por favor, no se lo digas a nadie –interrumpió Ruth, angustiada.

No, no, no te preocupes –le tranquilizó Susana.

Volvió a hacerse un silencio embarazoso. Susana recogió el relato, lo volvió a meter en el "Cosmopolitan" y dejó éste sobre el escritorio.

De verdad, Ruth –repitió Susana- esto queda entre nosotras.

Me da mucho corte que lo hayas visto. ¡Qué vas a pensar de mi ahora!

Pues nada. Que eres un tía estupenda y ya está. Tus tendencias sexuales son cosa tuya. Además, si te soy sincera yo también me siento atraída por ese mundo –confesó Susana.

¿De veras? –Ruth miró a su amiga con interés.

Bueno, sí, todas tenemos nuestras fantasías ¿no?

¿Y tu fantaseas con ser dominada? –preguntó Ruth incrédula.

A veces –respondió Susana empezando a ponerse nerviosa.

Jamás lo hubiese pensado. Tienes mucho carácter para ser una sumisa

Bueno, yo no he dicho que sea sumisa, sólo que a veces me excita pensar que soy dominada y humillada... –Susana se detuvo ipso facto , dandose cuenta de que había hablado demasiado.

Los ojos de Ruth se abrieron como platos

¿humillada? ¿te excita que te humillen?

Por favor, Ruth. Dejemos este tema –pidió Susana inquieta.

Susana, soy yo la que te pido por favor que hablemos de ello. Lo necesito y nunca me he atrevido a contarselo a nadie. Te prometo que lo que hablemos hoy nunca saldrá de aquí.

Susana guardó silencio durante casi un minuto. Ruth la observaba impaciente.

Está bien –dijo finalmente- pero será nuestro secreto. Yo tampoco he hablado de esto con nadie.

Pues ya va siendo hora de que lo hagamos ¿no crees? –sonrió Ruth- Venga cuentame lo de las humillaciones.

Susana tardó aún un poco en atreverse a responder.

Bueno...pues, no sé...es sólo una fantasía, pero por ejemplo algo que me excita mucho es que me obliguen a posar desnuda ante gente vestida, mientras se burlan de mi y me toquetean y... –la muchacha se detuvo.

¿y? –animó su amiga

...y me escriben palabras obscenas sobre el cuerpo.

¡Guau! –exclamó Ruth- estoy segura de que eso también me excitaría a mi.

Ya ves que yo también tengo mi lado oscuro –reconoció Susana.

Y que lo digas, tía. Me quitas un peso de encima. Por cierto, ¿te estaba gustando el relato? –preguntó Ruth

Susana asintió.

Me he fijado que tus pezones estaban erectos –dijo Ruth

Su amiga enrojeció avergonzada

Bueno, me he excitado con la historia –reconoció Susana.

Tengo muchas más. Si quieres te las dejo para que las leas en casa.

Vale. Si no te importa...

Claro que no. Algunas me las sé de memoria. Estoy totalmente enganchada.

¿Desde cuando...ya sabes, desde cuando lees....

¿Relatos de dominación? Desde hace año y medio o así. Los descubrí en internet, por casualidad. Leí varios y me puse tan excitada que...bueno, ya sabes...tuve que masturbarme.

Susana asintió en silencio

El orgasmo fue especialmente intenso –continuó Ruth- y empecé a utilizar los relatos cada vez que me masturbaba...y cada vez me masturbaba más. De una o dos veces por semana pasé a una vez al día y pronto a un mínimo de tres veces por día. Hay días que me masturbo hasta ocho veces.

Susana no pudo reprimir una exclamación de sorpresa ante las palabras de su amiga. Sus propios hábitos masturbatorios no excedían las dos o tres veces al mes. Claro que ella follaba con Carlos todos los fines de semana y Ruth no salía con nadie, aún así...ocho veces en un día....

Ya sé que es una pasada –reconoció Ruth- creeme si te digo que no puedo evitarlo.

¿No puedes evitarlo?

No, es como una droga. Estoy deseando llegar a casa y conectarme a la red para ver los nuevos relatos publicados en el día. Tengo en "favoritos" un amplio número de sitios con historias eróticas y los chequeo diariamente.

Es increíble –Susana estaba atónica y al tiempo excitada por las revelaciones de su amiga.

Ruth se estaba liberando. Llevaba tiempo con la necesidad de confiarse a alguien y el azar había puesto a Susana en su camino. No era el momento de perder la oportunidad.

Hay algo más –dijo.

¿Más?

Ruth asintió.

Hace dos meses descubri un chat en internet. Al principio no sabía bien de qué se trataba, pero rápidamente me di cuenta de que los participantes hablaban abiertamente de sus tendencias dominantes o sumisas. No llevaba ni un minuto dentro del chat cuando un participante preguntó si alguien me conocía. Mi nick era "gatita19", el suyo "DarkShadow". Otros participantes le respondieron que no y alguno aventuró que debía ser nuevo/a. Inmediatamente se me abrió una conversación privada con "DarkShadow". Me preguntaba si, efectivamente era mujer y si era la primera vez que entraba en el chat. Respondí que sí. A continuación quiso saber mi edad y dónde vivía. Le dije que tenía 19 años, por eso lo de "gatita19" y que vivía en Madrid. Me preguntó si era sumisa y casi temblando le respondí afirmativamente. Entonces me dijo que él era Amo, que tenía 38 años y que vivía en Barcelona y me invitó a tener una sesión online. Yo no sabía a qué se refería y me explicó que durante esa noche él sería mi Amo y yo su sumisa, y que tendría que obedecer todo lo que él me pidiese. Yo estaba excitadísima y le pregunté que cómo sabría él que yo le obedecería. Me preguntó si tenía webcam y tras mi respuesta afirmativa me pidió que la conectara. Segundos después me confirmó que podía verme perfectamente y añadió que era muy guapa. Yo me sonrojé. Estaba nerviosa y excitada.

Susana escuchaba con la boca abierta. Trataba de imaginarse a su amiga ante una cámara web. Ruth era una joven atractiva, con una linda cara de labios gruesos, nariz chata y grandes ojos pardos. Su pelo era negro y largo, hasta media cintura. No era alta, metro sesenta y estaba ligeramente rellenita lo que se traducía en un culo redondo y carnoso y en unos pechos generosos que tallaban una 95C. Aquel viernes de febrero Ruth llevaba un suéter de color gris perla y cuello negro y unos pantalones negros de algodón que se ajustaban bien a su trasero. Se había desprendido de los zapatos de tacón bajo y sus pies se veían cubiertos por la fina seda negra de las medias.

Entonces volvió a preguntarme se accedía a tener una sesión con él –continuó Ruth, viendo que su amiga no le interrumpía- Le dije que sí.

Susana se estaba excitando. En realidad, ya estaba excitada. Podía sentir cierta humedad entre sus piernas.

¿Y qué paso? –preguntó ansiosa por saberlo

Bueno, esa noche fue muy despacio y sólo me hizo quedarme en ropa interior y masturbarme bajo las bragas.

¿Te masturbaste mientras te veía? –preguntó Susana incrédula y excitada.

Ruth asintió, sonrojándose.

Has dicho que esa noche fue despacio, ¿hubo más noches? –preguntó Susana, adivinando la respuesta.

Su amiga volvió a asentir.

Todos los sábados desde entonces.

¡Por eso nunca quieres quedar los sábados! –exclamó Susana llevandose las manos a la boca.

Ruth bajó la mirada y sus mejillas se encendieron. En ese momento sonó el móvil de Susana. Era Carlos.

Hola, Carlos.

Hola, nena. ¿Qué haces?¿Dónde estás?

Ya te lo dije –respondió Susana, un tanto molesta de que lo hubiese olvidado- Estoy en casa de Ruth, haciendo un trabajo.

Sí, claro. Nosotros estamos en el "Pototo" tomando unas cañas. ¿Mañana quedamos, no?

Vale. Llamame por la tarde.

De acuerdo. Bueno, te paso a Tamara que quiere decirte algo. Un beso, nena.

Un beso

Tras unos segundos, Susana escuchó la voz de su amiga al otro lado.

Hola, Susi.

Hola, qué tal, guapa

Estupendamente. Al final el Rafa se ha decidido y me ha pedido salir.

Ya era hora, tía. ¡Enhorabuena! Creí que nunca se iba a decidir.

Le he dicho que me lo tengo que pensar.

Las dos amigas rieron.

Qué cabrona eres –soltó Susana.

Después de lo que me ha hecho esperar, ahora le toca sufrir un poco.

Volvieron a reir.

Tami, estoy en casa de Ruth. Mañana te llamo y me cuentas todo con detalle, ¿vale?

Vale. Hasta mañana y que te sea leve.

Hasta luego. Que os divirtais.

Susana colgó el teléfono y se volvió hacia Ruth que se había sentado frente al ordenador y estaba tecleando.

Era Carlos –dijo- y Tami, ya sabes, mi amiga del colegio. Por fin se le ha declarado el chico que le gusta.

Vaya, me alegro –respondió mecánicamente Ruth, sin prestar mucha atención.

¿Qué haces? –preguntó Susana.

Me he metido en el chat del que te he hablado. Para enseñartelo. Hoy es viernes y hay bastante gente.

Susana miró la pantalla. Junto a "gatita19" se veían otros cuantos nicks , ocho o nueve. Se abrió una pantalla de conversación privada y un tal "MasterJ" preguntaba a gatita de dónde era. Ruth no se molestó en contestar.

¿No está "DarkShadow"?

Oh,no. Sólo suele conectarse los sábados por la noche. A mi me cita a través del correo electrónico. Oye, me está entrando hambre. ¿Bajamos a la cocina a picar algo?

Vale. Yo también estoy hambrienta.

Las jóvenes bajaron las escaleras y entraron en la amplia cocina del chalet. Ruth encendió el horno y ambas chicas se sentarón a esperar que se calentara.

No estamos haciendo nada del trabajo y ya son las diez –dijo Ruth tras unos minutos en silencio.

Bueno, no sé si ahora tengo la cabeza para trabajos de economía –reconoció su amiga.

Ya, claro –dijo Ruth levantandose e introduciendo una pizza precocinada de jamón y queso en el horno y sirviendo dos coca-colas.

Oye, Ruth –dijo Susana- qué más pasó. Me refiero en las siguientes sesiones con "DarkShadow"

La muchacha guardó silencio durante unos instantes antes de hablar.

Bueno, en la siguiente sesión me hizo desnudarme por completo y masturbarme de nuevo. Después, en sesiones posteriores debía estar ya desnuda antes de conectarme y... bueno, me hacía hacer cosas.

¿Qué cosas? –insistió Susana, curiosa.

Ruth se levantó, sacó la pizza del horno y la sirvió sobre la mesa.

Bueno, cosas como bambolear los pechos, abrirme la vagina, separar las nalgas –se sonrojó – Sé que estoy loca, que debería negarme a ello, pero no puedo...o no quiero. Me excita obedecer a "DarkShadow". Sueño con que llegue el sábado por la noche para conectarme a otra de sus sesiones.

¿Y no sería mejor una relación real, de carne y hueso?

Bueno, me encantaría conocer a "DarkShadow", pero vive en Barcelona.

No –cortó Susana- me refiero a echarte un novio normal, como el mio.

Ruth estaba masticando la pizza y tardó un rato en responder.

No, no creo que funcionara en este momento. Seguiría necesitando esto y seguiría buscándolo a sus espaldas.

La muchacha calló unos segundos y después añadió:

No, no necesito un novio, necesito un Amo.

Susana la miró con ojos como platos.

Me asustas, Ruth.

No, no te preocupes –dijo la joven con una sonrisa- te prometo que si decido echarme un Amo real te lo consultaré antes.

Eso espero –rio Susana, recogiendo platos y vasos y metiendolos en el lavavajillas, mientras Ruth tiraba la basura.

Después volvieron a la habitación.

Ruth lo vio en cuanto entró por la puerta. El ordenador seguía conectado al chat y había un cuadro de diálogo privado abierto. Lo primero que la joven pensó es que se trataba de otro de los participantes que quería entablar conversación. Hoy no es tu día, pensó, y se dirigió a rechazarle y a desconectarse del chat. Entonces vio el nick de la persona que pretendía contactar con ella y la sangre se le heló en las venas. Era "DarkShadow". Oyo la exclamación de Susana detrás de ella, pero sus ojos volaron a las palabras de su Amo.

DARKSHADOW: Hola, perra. ¿Qué haces conectada en viernes por la noche? Espero que me satisfaga tu respuesta o serás castigada.

Ruth miró a Susana.

Tengo que responder –dijo

Susana asintió. Se dio cuenta de que realmente quería que su amiga respondiera. Ruth se había sentado frente al ordenador y ella cogió la otra silla que había en el dormitorio y se sentó a su lado. No podía negar que se encontraba excitada.

GATITA19: Hola, Amo. ¿Lleva mucho esperando? ¿Estabamos cenando algo?

DARKSHADOW: ¿Estabamos?

GATITA19: Estoy con Susana, una compañera de la Facultad. Le estaba enseñando el chat. No sabía que se fuera a conectar, Amo.

DARKSHADOW: ¿Y está Susana ahí, a tu lado?

GATITA19: Sí, Amo.

DARKSHADOW: Y apuesto a que esa perra es tan sumisa como tu.

Un extraño escalofrío recorrió la espalda de Susana y de nuevo sintió cómo la humedad se acumulaba entre sus piernas. Ruth miró a su amiga y se dio cuenta de que los pezones de la joven volvían a estar duros y se marcaban claramente bajo el suéter naranja. Sin consultar con ella, volvió a teclear.

GATITA19: Sí, Amo. Es una perra sumisa.

Susana no emitió ninguna protesta. Aún estaba intentando entender sus emociones.

DARKSHADOW: Conecta la cámara.

Ruth obedeció.

DARKSHADOW: Veo que aún te queda mucho por aprender para ser una buena sumisa. ¿Qué haces vestida? ¿Ya has olvidado cómo debes presentarte ante tu Amo? Desnudate inmediatamente.

La joven no podía creer lo que leía. ¿Desnudarse? ¿Allí? ¿Delante de su amiga? No podía hacer eso. El Amo no podía pretender que se desnudase delante de Susana.

GATITA19: Pero Amo, mi amiga está aquí, a mi lado. No puedo desnudarme delante de ella.

DARKSHADOW: Hazlo.

Susana miraba en silencio a Ruth, cuyo cerebro libraba una batalla emocional. Los deseos de obedecer a su Amo luchando contra la humillación de desnudarse ante su amiga. Finalmente, la joven se incorporó y comenzó a quitarse la ropa mirando a la cámara. Primero se desprendió del suéter. Llevaba una camiseta fina de algodón debajo que se ajustaba firmemente a su cuerpo y marcaba sus magníficas tetas. Se la quitó. El sostén era negro, de encaje, muy bonito. Ruth desprendió el broche frontal y lo deslizó por sus brazos. Sus tetas quedaron al aire, sus pezones tiesos como puntas de flecha. Susana se movió inquieta en su silla. Todo aquello le estaba afectando. Podía sentir el picorcillo en su entrepierna y se dio cuenta de que hacía tiempo que no se sentía así. Ruth desabrochó sus pantalones, bajó la cremallera y los dejó caer hasta los tobillos, agachandose inmediatamente a recogerlos. Llevaba un tanguita de encaje negro, a juego con el sostén, que por detrás desaparecía entre sus nalgas y daba la sensación de que iba desnuda. Mientras Ruth proseguía con sus medias, Susana se sorprendió admirando el desnudo culo de su amiga hasta que un olor extraño, pero a la vez familiar le hizo salir del trance. Entonces se dio cuenta de que lo que estaba oliendo era la excitación de Ruth. Aquel olor procedía de su entrepierna. Era un olor fuerte a sexo, embriagador, que hablaba de una vagina muy mojada de flujo. Está totalmente cachonda, se dijo Susana, mientras contemplaba cómo su amiga pasaba los pulgares por el elástico del tanga y lo bajaba hasta los tobillos. No se atrevió a mirar más que de reojo, pero fue suficiente para darse cuenta de que Ruth llevaba el conejito totalmente depilado a excepción de un pequeño triangulito de pelo negro bien arreglado.

La joven miró a Susana avergonzada.

Lo siento –dijo- no puedo evitar obedecerle. Supongo que podías haberte ido. Habría sido menos humillante para mi.

Era cierto. Podía haberse ido y no lo había hecho. ¿Por qué?. Ruth le dio la respuesta que ella misma intuía.

Te gusta esto tanto como a mi, ¿verdad?

Susana se encontró asintiendo, mientras las palabras de "DarkShadow" aparecían en la pantalla.

DARKSHADOW: Así estás mucho mejor. Ahora quiero conocer a Susana.

Ruth giró la cámara hasta que en la pantalla del ordenador apareció la cara de su amiga.

DARKSHADOW: Eres muy guapa, Susana. ¿Cuántos años tienes?

GATITA19: Gracias. Tengo diecinueve.

DARKSHADOW: Si quieres que sigamos, deberás dirigirte a mi como Amo.

GATITA19: De acuerdo, Amo.

DARKSHADOW: Muy bien, Susana. Dime, ¿tienes alguna experiencia en el campo de la dominación?

GATITA19: No, Amo. Sólo fantasías.

DARKSHADOW: Está bien. Me gustaría que te levantases y te pusieses ante la cámara. Quiero admirar tu cuerpo.

Susana se incorporó y posó ante la cámara. Sabía que "DarkShadow" estaba tomando buena nota de su figura.

DARKSHADOW: Quitate el suéter.

Susana sabía que si lo hacía no había marcha atrás. Podía marcharse en ese momento y dar la noche por concluída. Miró a Ruth. Los ojos de su amiga estaban fijos en ella. Tenía los pezones hinchados y erectos por la excitación. Los suyos también lo estaban. ¡Qué diablos! Estaba cachondísima y deseaba ser dominada. A veces hay que arriesgarse un poco, se dijo y tomando el borde de su suéter naranja se lo sacó por la cabeza y lo lanzó sobre la cama de Ruth. La joven llevaba un sostén deportivo fucsia.

DARKSHADOW: Muy bien, Susana. Ahora, el sujetador.

La chica se llevó las manos a la espalda, desabrochó el cierre y se quitó la prenda. Sus tetas no eran muy grandes y tenían forma cónica, con unas areolas rosadas y abultadas y unos pezones anormalmente largos y en ese momento, totalmente rígidos.

DARKSHADOW: Unas tetas preciosas, cielo. Acaricialas hasta que yo te diga.

Con un suspiro, Susana se llevó las manos a los pechos y empezó a tocarselos delicadamente. Casi al instante, su respiración comenzó a hacerse agitada. Ruth miraba a su amiga sin parpadear. Estaba tremendamente cachonda. Se apoderó del teclado.

GATITA19: Amo, ¿me da permiso para masturbarme?

DARKSHADOW: Aún no, perra. Quiero que te pongas detrás de Susana y le quites los pantalones.

Ruth se levantó y fue a arrodillarse detrás de su amiga que jadeaba abiertamente mientras estiraba sus inflamados pezones. Los brazos de Ruth rodearon la cintura de Susana y se posaron en el cierre de su cinturón. Con gran habilidad, sus dedos lo abrieron para desabrochar a continuación el botón del vaquero y bajar su cremallera. Susana no opuso ninguna resistencia cuando su amiga tiró del pantalón y lo deslizó hasta sus tobillos, dejando a la vista unas bragas de algodón, con franjas de colorines y visiblemente húmedas. Es más, la joven colaboró mientras Ruth le sacaba las zapatillas deportivas y tras ellas el vaquero para dejarla únicamente con las bragas y con unos pequeños calcetines rositas de algodón.

Cuando Ruth se incorporó y miró a la pantalla del ordenador la siguiente orden de su Amo ya estaba allí.

DARKSHADOW: Acariciala por encima de las bragas.

Ruth se había estado preparando para algo así, pero no por ello se sintió menos impactada. Tocar a otra mujer no era algo nuevo para ella. Cuando tenía 16 años se había acostado con una compañera del Instituto. A pesar de ello, se sentía insegura ante la perspectiva de acariciar a su amiga. Susana, ajena a los pensamientos de Ruth, se pellizcaba los pezones con los ojos semicerrados y jadeaba excitada. Nunca se había sentido tan cachonda. Entonces sintió los deditos de Ruth posarse sobre su pubis y su boca soltó una exclamación de sorpresa. Estaba tan excitada que agradeció aquellos dedos que le sobaban expertamente la raja y el clítoris por encima de la mojada tela de sus bragas. Entonces fue plenamente consciente de que eran los dedos de su amiga y con voz queda balbuceó entre jadeos:

No, Ruth, por favor...

Son ordenes del Amo, Susana.

No, Ruth...no...por...favor...me...me...estás...

Te estoy masturbando, Susana.

Oooh, Ruth. Qué...qué...me...me...haces.

Las bragas de Susana estaban tan húmedas que se adherían a su vagina delineando perfectamente las formas de su joven coñito. En un movimiento reflejo, la excitada joven separó más sus piernas.

En la pantalla del ordenador apareció un nuevo mensaje.

DARKSHADOW: Separa la telilla de las bragas y follatela con los dedos hasta que se corra.

Ruth siguió acariciando el coño de su amiga durante unos instantes. Susana ya no protestaba, sólo gemía, su respiración acelerada, su rostro enrojecido, sofocado. Estaba al borde del orgasmo. Ruth agarró la telilla de las bragas y la movió a un lado descubriendo el chochito de su amiga. Tenía abundante pelo negro, rizado que brillaba por la humedad. Los labios mayores estaban abiertos e hinchados y dejaban a la vista un interior rosado y un clítoris gordo y erecto. Todo estaba cubierto con abundante y viscoso flujo. Ruth juntó dos dedos y los introdujo en el lubricado agujero de su amiga. Susana dio un gritito y comenzó a correrse casi al instante, mientras su amiga iniciaba un mete-saca vigoroso. Los gemidos de Susana llenaron la habitación. Su mano derecha dejó de acariciar sus pezones y se movió ávida hasta su clítoris. Ruth podía ver como el cuerpo de su amiga temblaba y cómo ésta se arqueaba y apoyaba la mano izquierda sobre el escritorio para no perder el equilibrio. Ruth estaba satisfecha y excitada. Había cumplido a la perfección las órdenes del Amo. Sacó los dedos del coño de su amiga y ésta se dejó caer de rodillas sin parar de estimular su clítoris, intentando alargar el orgasmo. Finalmente, se detuvo.

Ninguna de las dos dijo nada, pero ambas miraron a la pantalla del ordenador.

DARKSHADOW: Un bonito orgasmo, Susana. Estais hechas un buen par de putillas. Me gustaría seguir con vosotras pero he de irme. Podeis vestiros. Mañana te espero a las diez, Ruth. Me gustaría que tu también estuvieses, Susana.

La joven se incorporó rauda y se apoderó del teclado.

GATITA19: Mañana no puedo, Amo. He quedado con mi novio.

DARKSHADOW: Vaya, así que tienes novio. Bueno, seguro que encuentras la forma de cambiar los planes. Por cierto, cuando os vistais quiero que os intercambieis las bragas y que durmais con ellas esta noche. Adios, perritas.

Las muchachas se quedaron en silencio al menos un minuto, durante el cual Ruth apagó la cámara y el ordenador. Finalmente se volvió a mirar a su amiga y le preguntó:

¿Qué te ha parecido?

Susana siguió callada unos instantes.

No le sé. Estoy confundida. Ha sido excitante, desde luego. Y el orgasmo...Uff, he tenido pocos así. Pero es perverso, Ruth. ¿Cómo he podido permitir que me...bueno, que me hicieses lo que me has hecho? Eres una mujer...y mi amiga.

No le des más vueltas, Susana. Sólo obedecía las órdenes del Amo.

Estamos locas, Ruth.

No, Susana, no estamos locas. Simplemente somos sumisas.

Tengo miedo, Ruth. De lo que pueda pasar, de haber abierto esta puerta.

Tranquilizate. Estamos juntas en esto.

De acuerdo – dijo Susana.

Entonces se bajó las bragas y se las tendió a su amiga. Estaban completamente empapadas pero Ruth las tomó y se las puso sin miramientos, mientras miraba cómo Susana se ponía su tanga negro. El abundante bello rizado de la joven se escapaba por los laterales de la braguita. Ruth sabía que al Amo no le gustaban los coños peludos. Susana tendría que depilarselo, como ella misma había hecho varias semanas atrás. Se puso el pijama, mientras su amiga terminaba de vestirse. Estaba ansiosa por ver cómo el Amo la dominaba, la sometía y la humillaba. Como a ella. Sabía que, a pesar de su inquietud, para Susana aquello aún era un juego, una novedad, una salida de la rutina. No podía imaginar que aquello podía cambiar su vida.

En realidad, ninguna de las dos sabía hasta que punto su vida iba a cambiar.

Continuará