Jovencitas, iniciación
Mi primer acercamiento al sexo en un bus atestado.
Nunca pensé que contaría la siguiente experiencia. Esto me ocurrió hace algunos años. Ahora ya tengo 23 pero nunca se me olvidará lo sucedido aquel día.
Era verano y me encontraba con mis amigas en la playa. Éramos muy mojigatas en aquella época y sobre todo yo. Mis amigas ya habían tenido novietes, si se les puede llamar así. Lo único que hacían era besarse aunque eso ya era mucho para mí. Ese día, iba a ocurrir algo que me cambiaría la vida (por lo menos sexual).
Después de tres baños largos en el mar, esperamos a que se nos secase el bikini. Nos dimos cuenta que no teníamos tiempo para esperar a que se secase puesto que el autobús no tardaría en llegar. Todas llevábamos poca ropa como sucede en verano. Mi mejor amiga llevaba shorts y una camiseta en la que se veía el ombligo. Yo llevaba un vestido de tiras muy mono que realmente me quedaba bastante bien. En aquella época éramos figurines, cosa que cambia con la edad. Era bastante delgada y estaba muy morenita como a mí me gusta. El vestido era de color naranja y eso hacía que resaltara más el moreno.
El bikini no se me había secado lo suficiente así que después de pensármelo mucho, mi amiga me dijo que me lo quitara. No tenía ropa para cambiarme y me daba mucha vergüenza quitarme el bañador pero no vi otra solución. El bikini estaba muy mojado y era imposible que no se me mojara la ropa. Me puse el vestido y me quité la parte de arriba. El vestidito era de una tela muy fina y se llegaban a traslucir las tetas. He de decir, que yo fui la primera de mis amigas en desarrollar. Ya tenía bastantes tetas o a mí me lo parecía. Mis amigas estaban bastante planas por eso no entendían a veces mi vergüenza. Todas ellas querían tener más pecho y yo en cambio, todo lo contrario. Hoy en día tengo que decir que estoy muy contenta con mis tetas. Tengo los pezones oscuros y muy pero que muy prominentes. En aquella época, también destacaban y se intuían los pezoncitos a través del vestido. Además había enfriado y al tener el pelo mojado y tan poca ropa, se me erizó la piel y con ello, los pezoncitos se endurecieron. Ya no podía hacer nada pero me daba mucha vergüenza que se marcasen tan descaradamente.
Pero esto no fue todo. Notaba frío en el chocho ya que yo enseguida me enfrío. La braga del bañador también estaba mojada y me preocupaba coger alguna infección por frío; por experiencia propia. Cuando lo comenté con mis amigas me dijeron que me la quitase. Yo no me lo podía creer. Estaban diciéndome que no llevase nada debajo del vestido. Me excitó un poco la idea. Siempre he pensado que tenía a la mujer que soy ahora escondida. Siempre me ha gustado el sexo pero en aquella época, no lo reconocía.
Les dije que no era posible porque llevaba falda y que se me podría ver algo. Ellas me dijeron que no era probable que me viesen nada si me andaba con cuidado. Creo que a ellas también les gustaba la idea y por eso les dije que si ellas lo hacían, yo lo haría. No creí que aceptarían pero lo hicieron. Claro, que no me di cuenta que ellas llevaban shorts, y yo vestido. Ya no podía dar marcha atrás, así que con una mezcla de vergüenza y excitación, me bajé las bragas del bikini en la playa mismo. Mis amigas se reían de la situación. Les gustaba porque era algo emocionante.
Nos pusimos en marcha camino al autobús. Tardamos diez minutos en llegar. El camino se me hizo eterno puesto que había levantado viento y tenía que andar con mucho cuidado. Mis amigas se reían muchísimo pero yo no me encontraba a gusto. Me estaba arrepintiendo. Me sentía como si fuese desnuda por la calle y parte de razón tenía ya que mis pezones delataban mi frío y habían mojado un poco el vestido. Se marcaba la areola oscura a través del vestidito y estaban completamente empitonados.
Cuando llegamos al autobús, había una larga cola. Nos acercamos y enseguida me di cuenta a dónde se dirigían las miradas. Tanto los hombres como las mujeres, se giraban para mirarme y yo me moría de la vergüenza. Había miradas de todo tipo. La de los varones eran miradas lascivas en su mayoría. La de las mujeres variaban más; alguna mirada de odio, alguna de envidia (sobre todo de señoras de cierta edad), otras no las entendía. Había algunas señoras que miraban casi tan descaradamente como los hombres. Hubo una señora que nunca olvidaré; me miró de arriba abajo como si me fuese a comer. Me estremecí ya que no estaba acostumbrada a que una mujer me mirase de esa manera. Al estremecerme, mis pezones estuvieron a punto de reventar el vestido y eso que no lo llevaba demasiado apretado.
De nuevo se levantó el viento y casi monto el espectáculo en la cola del autobús. Digo casi, porque no llegó a verse mucho pero algo se vió. Miré al suelo esperando que nadie hubiese visto nada pero eso no fue así. Un hombre de unos 35 años, se me acercó disimuladamente y me dijo que tenía un chocho maravilloso. Tenía muy poco pelo en el coño y mis labios menores sobresalen a los labios mayores. Además tengo un lunar en el labio menor. Sé que no es común pero precisamente, eso es lo que le gusta a mi novio. Bueno, a lo que iba. El señor no se movió de mi lado y me iba diciendo cosas al oído. Me dijo que le gustaban mis tetas y sobre todo, mis pezoncitos. Ya he dicho antes que para entonces, mis pezones estaban duros como piedras a causa del frío. Continuó susurrándome al oído, diciéndome que era muy excitante ver a una niña tan guarra como yo que no llevaba ropa interior.
Yo estaba callada e intenté cambiarme de sitio pero con tanta gente era imposible. Si me adelantaba me decían que no me colase y si retrocedía, mis amigas me lo impedían porque no querían perder el sitio.
El hombre continuaba diciéndome cosas al oído y todas subiditas de tono, tenía cerca de 40. Dentro de mí pensaba que era un viejo verde pero también sabía que me lo tenía merecido por hacer caso a mis amigas. El viento seguía aumentando y yo hacía esfuerzos sobrehumanos para que no se me levantara el vestido. La mujer continuaba mirándome y cada vez era una mirada más descarada. Ya no sabía que hacer, excepto sujetarme la falda.
Por fin llegó mi salvación, el autobús. Con tanta gente ya no me tenía que preocupar de sujetarme la falda porque era imposible que se me levantara. Accedí rápidamente al interior y sin darme cuenta, me empujaron hacia atrás. Mis amigas se encontraban a un par de metros. Las veía pero el gentío impedía acercarme. Cuando me di cuenta de quien estaba detrás de mí, ya fue tarde. De repente, sentí una mano debajo de mi falda. Venía de atrás y ni siquiera me podía girar a mirar porque con tanta gente era imposible moverse. Intenté apartar la mano pero de nuevo, resultó imposible. Pensé en chillar pero sentía mucha vergüenza por no llevar ropa interior y además no quería que nadie se enterase y menos mis amigas. Intenté moverme, pero nada.
Me encontraba muy nerviosa ya que nadie excepto yo, me había tocado el chocho. Fue una sensación muy rara. El autobús giraba de un lado a otro y tuve que sujetarme al agarradero para no caerme. Estaba atrapada con las manos sujetas pegada a la persona que me estaba tocando. Estaba convencida de que se trataba del viejo verde. No era tan viejo y ni siquiera era feo pero en aquel entonces le veía muy mayor. El autobús frenó y caí de espaldas al pervertido notando toda su dureza. Eso me preocupó puesto que no había tocado nunca una polla. Mis pezones estaban respondones y la mano seguía acariciando los muslos. Supongo que al no encontrar una oposición por mi parte, el hombre se relajó y continuó adelante. La mano llegó al destino. Me estaba tocando el sexo. Sentí unas cosquillas en el estómago mientras miraba alrededor pensando en qué hacer. No había mucho que hacer porque en cada parada entraba más y más gente y parecía que nadie bajaba del autobús.
Se notaba que el pervertido estaba disfrutando pues se pegaba a mí para que notara su excitación. Parecía que la tenía grande y lo que sí era seguro era que la tenía dura, muy dura. La mano era bastante hábil aunque en aquella época no sabía mucho sobre sexo. El miedo iba perdiendo fuerza mientras aumentaba mi excitación. Mi cabeza ya no pensaba, no se ni qué fue lo que me pasó. El hombre de la mano se dio cuenta que me iba relajando y aumentó la intensidad del movimiento. De repente, noté cómo me introducía un dedo. El autobús seguía su curso y me resultaba increíble que nadie se diese cuenta. La experiencia más fuerte de mi vida y nadie era consciente. El dedo se introdujo con facilidad ya que sin quererlo, estaba muy mojada. Él se dio cuenta y probó con un segundo dedo. Este último se notó con más intensidad pero no tardó en ceder. La situación era muy complicada.
Mis amigas me miraron alarmadas ya que debieron darse cuenta por mi rostro que algo raro pasaba, así que les sonreí para no delatarme. En ese mismo instante me di cuenta que otra persona me observaba. Cuando dirigí mi mirada hacia la persona, me quedé anonadada. La mujer de la cola se estaba dando cuenta de lo que pasaba y estaba disfrutando. Por dios que tengo 16 años!!!
Parece que eso no importaba. Miento, importaba porque creo que les excitaba mucho más. La mujer sonreía mientras depositaba en mí una mirada de lo más lasciva. Le gustaban mis pezones o por lo menos, hacia ahí se dirigía su mirada. Estaba muy cerca de mí pero había una señora entre medio. De repente el autobús frenó y volví a caer hacia atrás notando aún más la excitación del intruso. La señora que me separaba de la mujer rubia de mirada impetuosa, se bajó en la parada y con la entrada de nuevos pasajeros, la mujer quedó en frente, completamente pegada a mí. Me sonrió como si supiese que me tenía al alcance y así era.
Comenzó a subirme el vestido por la parte delantera aprovechando el gentío que había en el autobús. Estaba pegada a ella y nadie excepto mis nuevos amigos podían ver mi cuerpo desnudo. La mujer continuaba subiéndome el vestido mientras los dedos continuaban haciendo su trabajo. Me tenían a su alcance y nadie podía evitarlo. La mujer me tocó las tetas y la rajita por debajo del vestido y el señor aceleraba cada vez más el ritmo. Yo ya estaba muy cachonda y cuando la mujer me tocó el clítoris, gemí sin poder remediarlo. Gracias a dios, nadie se dio cuenta porque intenté ahogarlo pero ya no podía evitar disfrutar. Estaba alucinando ya que los orgasmos que me proporcionaba yo, no eran tan intensos. Además era mi primera experiencia sexual. La mujer continuaba tocándome las tetas pero no contenta con eso, me hizo moverme un poco para que me encontrase entre la pared y ella, y poder evitar la mirada de los demás pasajeros. Hubo un empujón y ella aprovechó para agacharse y chuparme el pezoncito. Bajó hasta la rajita y chupó con mucho mimo toda la zona. Debía estar saladito puesto que no me duché después de salir del mar.
Estábamos llegando a nuestra parada y no sabía qué hacer. La mujer subió hasta los pezones sin dejar de tocarme el chocho con la mano. Me lamía el pezón mientras me rozaba el clítoris con la mano derecha y el hombre me introducía los dos dedos. Nadie se daba cuenta o eso hacían ver. Las piernas no me sujetaban por lo que estaba colgada literalmente del agarradero. Los dos disfrutaban de mi cuerpo como si no me perteneciese, y así era. Estaba fuera de mí. Ahora sólo me importaba terminar e intentar que nadie notara lo que quedaba por venir. Me recorrieron unos escalofríos. La mujer volvió a incorporarse y comenzó a tocarme el pezón sin dejar de mirarme a los ojos. La tenía a un palmo de mí. Ella gozaba con mi respiración y sin duda, estaba absolutamente excitada. El hombre comenzó a acelerar y su respiración también aumentó por lo que supuse que se estaba masturbando. También la mujer lo hacía pero más suavemente como si su intención no fuese correrse en ese momento, simplemente quería disfrutar un poco.
Mis piernas flojeaban cada vez más y justo cuando llegó el autobús a una nueva parada, exploté. Ya no podía soportarlo más. Mi vagina estaba ardiendo y me corrí. Fue realmente impresionante. Mi cuerpo sufrió unos espasmos muy intensos y durante un instante que se hizo eterno, traté de ahogar mis gemidos. Agaché la cara porque la tenía colorada pero la mujer la sujetó con la mano. Me imagino que le excitaba ver mi cara al correrme. El hombre también se corrió y por lo que sentí, la mayoría cayó sobre mi trasero redondito. Sentí que el culo se me mojaba, y también mi coño. La mujer se apartó un poco y el vestido cayó tapando mi cuerpo. Las piernas no me sujetaban. Yo estaba alucinando por todo lo que había vivido pero parecía que para el resto, no había pasado nada. Ni siquiera mis nuevos amigos delataban nada de lo sucedido. Actuaban como si nada hubiera ocurrido.
En la siguiente parada se bajaron los dos. Antes de irse, el hombre me tocó el culo mojado por debajo del vestido y la mujer me guiñó el ojo mientras me sonreía lujuriosamente.
Yo no entendía lo que había sucedido. Sólo sabía que no lo podía contar nunca. Aunque ya ves, al final os lo he contado.
Mis amigas me llamaron para bajar del autobús. Me incorporé como pude y concluí aquel increíble viaje. Mis amigas hablaban de lo aburrido que había sido el trayecto y yo, simplemente me mantuve en silencio. No hubiera sabido qué decirles. Aburrido no fue, eso desde luego queda claro. El orgasmo fue impresionante. No tenía ninguna experiencia sexual y de pronto, había estado con un hombre y una mujer a la vez. Yo no lo elegí pero supongo que las circunstancias llevaron a ello. Nunca me sentí como aquel día. Fue una mezcla de vergüenza y excitación.
Volví a casa agotada, con temblor en las piernas y en estado de shock. Esto cambió mi vida sexual.