Jovencita viciosa: primeras experiencias I

Primera parte de las confesiones de mis primeras experiencias como viciosa y depravada jovencita.

Saludos de vuestra zorrita favorita.

Lo primero es dar las gracias a todos los que han escrito comentarios a mis relatos, tanto a los que les han gustado como a los que los han encontrado flojos, pues de todo se aprende. Pero no me juzguéis muy duramente, pues yo sólo cuento mis experiencias para compartirlas con todos vosotros (y conseguir unas cuantas pollas empalmadas de paso). Gracias también a todos los que me han escrito emails, no os imagináis lo caliente que me pone leerlos, cuantas más guarradas me decís más me excito. Gracias a todos (y todas), seguid escribiéndome.

A estas alturas creo que todos me conocéis ya, y sabéis que lo que más me gusta en este mundo es follar y ser follada. Gracias a mi cara aún paso por una jovencita, pero tengo un cuerpo hecho para el pecado y lo uso hasta las últimas consecuencias. Os he contado que me encanta follar con desconocidos, con hombres maduros y con mujeres; en lugares oscuros y en lugares públicos, nada me da miedo si al final consigo tener mi boca llena de semen.

Os he confesado muchas experiencias, pero ¿cómo empezó? Voy a contaros algo de mis comienzos. Vivo en Madrid (este es el primer dato que doy de mi vida privada), no me entretendré hablando de mi madre, ya la conocéis un poco, igual que a mi padrastro (otro día os contaré más cosas sobre ellos), os diré que desde muy joven tengo muy desarrollada mi curiosidad por el sexo. Empecé muy pequeña teniendo mis primeros escarceos con otros chicos, compañeros de clase. Al principio nada serio, pero siempre me gustó jugar a los médicos, y dejaba que los chicos me tocaran todo lo que quisieran. Mi cuerpo se desarrolló muy pronto y rápido y por eso ya desde muy joven llamaba la atención de mis compañeros y mis profesores. Y eso empezó a gustarme.

Mi primera experiencia seria la tuve en casa de un compañero de clase. Estábamos allí una tarde dos chicos y yo, los padres del chico en cuya casa estábamos habían salido y nos habían dejado solos merendando y viendo la tele. En un momento dado fuimos los tres a su habitación para enseñarnos sus posters y su colección de discos. Nos sentamos en la cama y al poco empezaron a meterme mano. Luego me enteraría que me habían llevado allí con la única idea de follarme, pues tenían la idea de que era una chica fácil, no lo era, al menos en aquel momento. Estábamos sentados en la cama apoyados contra la pared y con las piernas estiradas, yo en el medio de los dos chicos. Uno empezó a besarme el cuello, la boca, la oreja y a meterme mano en las tetas, y el otro me había metido la mano bajo la falda y me tocaba por encima de las bragas. La cosa empezó a calentarse, yo no supe pararlo a tiempo y acabaron los dos arrancándome la ropa a la fuerza e intentando follarme. No fue exactamente una violación, porque si bien yo al principio me asusté mucho y les grité para que me dejaran, al final acabé disfrutando de sus inexpertas pollas entrando y saliendo de mi coño y mi boca.

A partir de entonces me di cuenta de que influía en los hombres, que me veían como alguien en quien vaciar todos sus instintos sexuales, y me gustó; empecé a vestir provocativa y montármelo con todos los chicos y hombres que conocía y que me lo propusieran. Fue una época muy agradable. Recuerdo especialmente follar con algunos de mis profesores, al ser mayores que yo; y también mi primera vez con otra chica. Por las noches en mi cama, me acariciaba y pensaba en lo feliz que me hacía comportarme así y que no quería cambiar.

Pero yo quería más, necesitaba algo más. Ese ha sido siempre mi problema, que siempre estoy buscando algo más fuerte, más pervertido, más salvaje. Mi siguiente paso lógico era hacerlo con un completo desconocido.

La primera vez fue un chico mayor que conocí en una disco. Tendría unos 30 y era alto y guapo. Yo estaba con mis amigas bebiendo y bailando. Él se fijó un rato en mí hasta que encontró el momento para acercarse y empezar a hablar conmigo. Esto es lo normal, es lo que ocurre en todas las discotecas del mundo, y yo lo había hecho, pero nunca había pasado de un magreo y un morreo, al ser alguien que no conocía. Pero esta vez era distinto y yo quería algo más, así que cuando después de besarme y meterme mano con precaución junto a los servicios me dijo que porqué no nos metíamos en una de las cabinas vacías de los servicios, le dije que sí. Entramos en el de los chicos y nos metimos en una vacía. Cerró la puerta con el pestillo y empezó a meterme mano mucho más en serio. Me había dejado medio desnuda cuando me hizo sentar en la taza del water, se colocó delante y empezó a frotarse el paquete. Yo me imaginaba lo que iba a pasar, pero estaba tan sorprendida y excitada que no pude más que mirarle y sonreír. Él se bajó la cremallera, se sacó la polla y me la hizo chupar. Me la metió en la boca y se la mamé, sintiendo ese caliente pedazo de carne moviéndose dentro de mi boca y mi lengua rodeándolo a lamiéndolo, hasta que se corrió dentro de mi boca. Era la primera vez que un desconocido hacía algo así; se despidió y se fue. Me quedé allí sentada con hilos de semen corriéndome por la comisura de la boca, humillada por un desconocido, y pensando en lo mucho que me había gustado.

Desde entonces ya no me importó quién me follaba, ni dónde. Lo único que necesitaba era una buena polla y alguien dispuesto a usarla en cualquiera de los agujeros de mi cuerpo.