Jovencita viciosa: primeras experiencias 2

Continuación y final de las confesiones de mis primeras experiencias como jovenciata viciosa y pervertida.

Después de esta experiencia vino otra que, en su momento, era lo más salvaje que había hecho nunca. Por entonces salía con un chico, y estaba bien, y me gustaba cómo me follaba, pero era poco para mí. Y un día una amiga vino con la solución. Ella también es un putón de cuidado, pero es bastante más mayor que yo y tiene mucha experiencia. Nos habíamos acostado juntas un par de veces y era fantástica, siempre en su casa, claro. Comparte un piso con otras chicas, y me encanta su habitación. Iba allí a menudo, hablábamos, bebíamos, fumábamos e incluso alguna vez nos metimos algo más fuerte; intercambiábamos nuestras experiencias de zorras con otros hombres, y como he dicho, a veces acabábamos desnudas follando como dos perras. Tenía una colección estupenda de lencería, que me dejaba probar, y de consoladores, que también probaba compartía conmigo.

El día que digo me contó de un club al que iba ella y me dijo si quería ir, pero no me dijo qué tenía de especial. Quedamos en la puerta del local una noche. Yo iba super provocativa, como a mí me gusta, como un putón, y ella también iba tremenda. Yo llevaba un vestido rojo de manga larga muy ajustado y escotado y unos zapatos negros de tacón. Me sentía como Caperucita en busca de un lobo que saciara mis ansias de sexo.

El local por fuera tenía todo el aspecto de una discoteca para mayores. Entramos y me quedé alucinada con el ambiente que vi: era muy espacioso, con dos barras pequeñas a ambos extremos de la sala principal; muchos silloncitos y mesitas bajas y un espacio para bailar. El lugar estaba lleno, pero curiosamente el ambiente era muy tranquilo y relajado, y con la luz muy tenue. La música era tranquila y no sonaba fuerte. Pero lo más curioso era la gente: había de todo. Pequeños grupos de chicos y chicas, pero sobre todo gente madura. Mucha gente sola, estaba claro que era un lugar de encuentro, e incluso vi a algún travesti y a algún hombre travestido. Era un ambiente de lo más extraño y seductor. Mi amiga me explicó que era un local de intercambios y de encuentros, pero lo mejor era que en la parte de atrás había una serie de pequeñas habitaciones con una cama para que los que se conocieran en la sala principal fueran allí a conocerse más a fondo, pagando un módico precio. Aquello me excitó muchísimo. Me dijo que era el mejor sitio para follar con un desconocido, y allí había de todo para elegir: mujeres, hombres, travestis, jóvenes, mayores,

Así que nos pusimos a hablar con la gente, me presentó a algunas personas, y al rato estaba cada una hablando con alguien diferente. Yo tomaba una copa y hablaba con todos los que se acercaban a presentarse y hablar conmigo. Pero no me acababa de convencer nadie hasta que un hombre joven me vio sola y se acercó a saludarme. Era mono, fuerte, alto, y en seguida me gustó; estaba con unos amigos y me presentó a uno de ellos. Cogimos las copas y nos sentamos en una mesa. Al rato nos reíamos y hablábamos de forma picante. Uno de ellos me puso la mano en un muslo y yo le dejé, la fue subiendo y decidí que esa noche iba a follar con unos desconocidos. Me dijeron si sabía que había habitaciones privadas en el local y que si quería que fuéramos los tres. Yo estaba como loca de excitación y les dije que sí.

Fuimos por un pasillo oscuro y entramos en la habitación que habían alquilado: era muy simple, una cama grande, un par de butacas y una mesilla con una lámpara, la iluminación era roja, como en un mal puticlub. Cerraron la puerta y no perdieron el tiempo, uno me cogió por detrás y empezó a sobarme el culo y las tetas, y el otro delante de mí me besaba en la boca y me sobaba también las tetas. Uno me metió la mano debajo de la falda y empezó a hurgar debajo de mis bragas, el otro seguía besándome y me pellizcaba con fuerza los pezones por encima del vestido. Yo estaba en éxtasis, cerré los ojos y me dejé llevar; estaba experimentando lo que quería, que uno, dos en este coso, desconocidos me utilizaran sexualmente, como un objeto, en una habitación desconocida.

Casi consiguieron que me corriera, pero antes me pusieron de cuclillas, se abrieron las braguetas y me hicieron chuparles las pollas; eran grandes, carnosas, húmedas y calientes y entraban y salían de mi boca alternativamente, era una gozada; les chupé los testículos, me los metía en la boca y los succionaba, les recorría las pollas con la lengua, incluso me hicieron lamerles el agujero del culo. Pero no sé corrieron, me desnudaron y me tumbaron en la cama, se desnudaron y empezaron a meterme mano de forma más fuerte; a veces me hacían daño, y si me quejaba me decían que me callara, que a una puta como yo podían hacerle lo que quisieran. Esa reacción me asustó un poco. Hasta ahora siempre había follado con gente más o menos conocida y nunca nadie había hecho nada que yo no quisiera o no me apeteciera, pero me di cuenta que esta vez iba a ser diferente, y que esos hombres iban a follarme y a hacer conmigo lo que quisieran sin importarles lo que yo dijera. Entonces uno de ellos se tumbó encima de mí y me penetró mientras el otro me hacía chupársela. Sus sacudidas eran tremendas y no tardó en correrse, se levantó y ocupó su lugar el que me la metía en la boca, y el que me había follado me la metió en la boca. De nuevo un animal me estaba reventando el coño, y de nuevo me lo llenaron de semen. Era la primera vez que me follaban dos hombres a la vez en serio y la experiencia era de humillación total por cómo me estaban tratando, pero eso me gustaba y cuando me llamaban puta y zorra y me decían otras guarradas y se corrían dentro de mí, me ponía a cien y me corría también.

Se tumbaron y me puse encima de ellos para chupárselas hasta que recuperaran el tamaño. Entonces se abrió la puerta y entró otro más de sus amigos, se acercó y empezó a sobarme el culo y el coño empapado de semen. Yo dije que no, que tres pollas era demasiado pero uno de ellos me agarró y me hizo tumbarme sobre él para volver a follar y el otro se acercó por detrás y me la clavó en el culo. Ahora tenía dos pollas dentro de mí a la vez, nunca antes lo había hecho así y empecé a gritar de dolor, pero el recién llegado se desnudó, se puso de pie en la cama y me metió la polla en la boca. Ya no podía gritar y lágrimas de desesperación corrían por mis mejillas. Eso parece que les excitó aún más y siguieron follándome con más fuerza. Creía que iban a romperme por dentro, a desgarrarme el coño y el culo, pero poco a poco el dolor se fue volviendo placer, y los gritos, gemidos y jadeos. A ellos les excitaba pensar que me estaban follando contra mi voluntad, que me estaban violando, pero la cosa cambió.

El que me follaba el culo se corrió dentro y dejó su lugar al que me follaba la boca. Estuvieron así mucho rato, intercambiando los lugares, hasta que se pusieron los tres de pie delante de mí y se corrieron por turnos por todo mi cuerpo. Tragué todo el semen que pude y que me obligaron, pero tenía todo el cuerpo lleno de ese líquido caliente y viscoso: mis tetas, mis muslos, mi cara, el pelo.

Me echaron por encima hasta la última gota que tenían dentro y empezaron a vestirse, diciéndome lo buena puta que había sido. Yo estaba agotada, me dolía el culo, el coño, las mandíbulas, me sentía sucia y humillada, pero satisfecha; había venido a por esto y lo había conseguido, y en el fondo me había gustado mucho. Cuando llegara a casa y me duchara y me metiera en la cama me masturbaría pensando en esos tres animales.

Me arreglé y lavé como pude y volví al local. No vi a mi amiga, estaría follando dentro. Salí a la calle. Tenía el pelo pegajoso y notaba cómo resbalaba semen por mis muslos. Cogí un taxi y volví a casa.

Dedicado con pasión y con mi rajita húmeda a todos mis fans.