Jovencita viciosa: cómo me desvirgaron el culito
Os confesaré cómo fue la primera vez que un hombre me folló por detrás.
Os voy a contar alguna más de mis primeras experiencias. Un lector me ha recomendado que cuente cómo me desvirgaron el culo, cómo fue la primera vez. Ocurrió hace ya algunos años. No diré qué edad tenía por que no es lo más correcto decirlo públicamente, pero seguro que la mayoría os daréis cuenta que era muy joven, y seguro que eso os excita mucho. El caso es que un profesor se había fijado en mí, y no precisamente por mis buenas notas. Supongo que le excitaba mi faldita tableada de colegiala (por aquel entonces iba a un colegio público y el uniforme era obligatorio), mis camisas que siempre llevaba un botón desabrochado lo suficiente para no ser expulsada, pero sí para que asomaran mis pechos, que ya eran bastante grandes, mis calcetines o medias hasta por debajo de las rodillas y mis zapatos planos; si a esto le añadimos mis coletas o trenzas y mi aire (a propósito) de ingenua e inocente, supongo que la mezcla era explosiva para muchos hombres.
Yo ya había tenido experiencias sexuales con chicos de mi edad o con algún adulto, ya había sido follada varias veces (no muchas todavía), y ya había tragado mis buenas cantidades de leche, pero nunca me habían enculado. Claro que quería que me follaran el culo, pero quizá me reservaba para una ocasión especial. Y esa ocasión me la dio uno de mis profesores.
Tendría cerca de 40 años, pero era muy atractivo y fuerte, o eso me parecía a esa edad. Yo suspiraba por hombres maduros, tenía la idea de que follaban mejor, que tenían más experiencia. Mi profesor era mi amor platónico, pero aparte de provocarle con mi ropa, mis miradas y mis gestos, no sabía qué hacer para que se fijara en mí, creía que me ignoraba. Qué poco sabía que en secreto soñaba con follarme, pero por mi edad no se atrevía a insinuarse. Hasta que un día no pudo más.
Me citó en su despacho para hablar del último examen que había hecho y suspendido. Me senté en una silla delante de su escritorio y crucé las piernas, remangándome la falda y dejando al aire mis muslos. Él empezó a hablarme de mis estudios, pero los ojos se le iban a mis piernas y mi escote; al principio disimuladamente, pero después cada vez más descaradamente. Y yo quise animarle más y empecé a juguetear con un dedo, chupándomelo de forma erótica. El pobre estaba super empalmado y excitado. Se había apoyado en la mesa justo delante de mí y el gran bulto de su entrepierna lo tenía muy cerca de mi cara. Cuando ya no pudo más me dijo muy serio: - ¿Te gusta provocar a los hombres, verdad? Yo le mire sonriendo y le dije que sí mordiéndome los labios con lujuria y acariciándome los muslos, subiendo las manos lentamente hacia mis braguitas. El explotó y se bajó la cremallera del pantalón y se sacó la polla, grande, totalmente empalmada. - ¿Es esto lo que quieres? Yo no dije nada y la cogí con la mano. La acaricié y me la metí en la boca.
Así estuve un rato, pero él tenía otros planes. Me agarró con fuerza, me levantó y me apoyó contra la mesa. Él estaba detrás de mí y empezó a tocarme las tetas. Te gusta provocar, ¿no?, pues ahora vas a saber lo que pasa cuando provocas al hombre equivocado. Me desabrochó la camisa y me apretó las tetas con fuerza. Yo solté un gemido fuerte, y él me dijo: - Ni se te ocurra gritar o armar escándalo, ¿me has oída putita? Yo asentí con la cabeza. Me levantó la falda y me bajó las bragas, me las dejó alrededor de mis tobillos. Y empezó con un dedo a hurgarme el coño. - ¿Te han follado muchas veces el coño? Sí, muchas, dije casi en susurros. Entonces dejó mi coño y paso a acariciar la entrada de mi culito. - ¿Y el culo? ¿Te han follado por detrás? No, nunca. Pues hoy te voy desvirgar tu culito, ¿me oyes? Le dije que no, que no quería que me hiciera daño, que me follara por delante, pero no por detrás; pero eso le excitó aún más, y empezó a meterme un dedo. Lo tienes muy estrecho, tengo que dilatarlo un poquito antes; pero no mucho, porque quiero que te duela . Eso me asustó, pero al mismo tiempo sentí una excitación muy grande. Me sacó el dedo del culo y me lo metió en la boca: - Toma, saborea tu propio culo. Le chupé el dedo con una mezcla de repulsión y excitación. Entonces noté cómo su polla se pegaba a la entrada de mi culo y empezaba a empujar lentamente. Era como si un objeto gigantesco quisiera entrar dentro de mi cuerpo por un agujerito muy pequeño, y eso era exactamente lo que estaba pasando. Él iba empujando y me susurraba al oído para que me calmara, diciéndome que pronto pasaría el dolor. Yo me mordía los labios para no gritar. Sentía un dolor muy fuerte, según ese pedazo de carne me penetraba y se introducía más y más dentro de mí; lo notaba abriéndose paso entre las paredes de mi culo. Me coño se había relajado y no sabía si iba a correrme o a mear. El dolor era inmenso. Hasta que llegó al final, me la había clavado hasta el fondo: - ¿La sientes bien dentro de ti? Entre lágrimas le dije susurrando que sí. Verme llorar de dolor le excitó: - ¿Te gusta, putita? Y alzando la voz le dije que sí.
Entonces empezó a sacarla, para volver a meterla en seguida, una vez y otra; ¡me estaba follando el culo! Mi ano se había ido dilatando poco a poco, y ya no me dolía tanto, y eso hizo que él me enculara cada vez más fuerte; hasta que empezó a golpear mis nalgas con su cuerpo. Yo gemía y jadeaba, y mis labios sangraban de mordérmelos para no gritar, y me seguían cayendo lágrimas por la cara. Pero ahora el dolor y el placer estaban igualados. Él jadeaba y me agarraba de las caderas con fuerza, y yo separaba las piernas tanto como podía; notaba sus dedos clavándose en mi carne.
Hasta que al final con un golpe final muy fuerte y un profundo jadeo se corrió dentro de mí; seguía empujando mientras su semen llenaba mi culo, lo inundaba por completo. Escalofríos recorrían todo mi cuerpo. Poco a poco se fue relajando, hasta que me la sacó. Me pidió que le diera mis bragas, y como pude me agaché y se las di; él se limpió la polla con ellas y cuando terminó me dijo que me las pusiera: - Y no te las cambies en un par de días. Lo has hecho muy . Me puse las bragas temblando por la adrenalina, mi culo chorreando semen viscoso y calido que caía por mis piernas, me abroché la camisa y me fui de su despacho.
Me tuve que ir a casa, inventando una excusa, porque no podía sentarme de tan irritado y escocido que tenía el culo. Se me fue quitando poco a poco, y algunos días después volví a presentarme en el despacho de mi profesor, para que volviera a darme "clases" especiales.