Joven zoofílica es supuestamente atracada
Un ladrón entra en la casa de una joven y no sabía que iba a salir bien escaldado, por el perro y por la dueña del perro.
Ese fin de invierno comienzo de primavera había sido lluvioso en la región donde sucedieron los hechos que voy a narrar, por lo que un buen día como cualquier otro, el paisaje estaba lleno de color, por las flores del campo que mostraban su arco iris después de conseguir salir de sus capullos.
Con la primavera ya se sabe que la sangre, según el refrán “se altera”, y así es como estaba nuestra protagonista, de nombre Fátima, con la sangre alterada ese día, más bien, esa noche, puesto que los sucesos acaecieron de noche.
Resulta que Fátima se encontraba apaciblemente en posición de perrito a esperas de que su perro Kindo, ya excitado previamente, le colocara su rojo pollón en la caliente raja que poseía, ese sábado lo había pasado totalmente alterada, no podía salir de marcha, por motivos de estudios, pero no se concentró en toda la jornada, cursaba Económicas y tenía un examen el siguiente lunes, así que para calmarse, no dudó en utilizar a su perro como hiciera en tantas ocasiones, aunque tenía otros métodos más humanos para satisfacer sus necesidades, pero hoy... no, tocaba Kindo sin más remedio.
Estaba en posición y bien lubricada, y por supuesto tenía dentro de su vagina, casi al completo, uno de los palitos que se utilizan para dar de postre a las mascotas, y la suya, sabía perfectamente como conseguirla con delicadeza, ya que Fátima se había preocupado en enseñarle desde bien pequeñito a que las cosas que están bien enterradas en algo tan frágil se cogen dando pequeños tirones con sus labios y ayudándose de su lengua.
Así que estando en esa posición, Kindo se acercó, olisqueó un poco en la placentera zona femenina, que le regalaba el doble postre, porque después venía lo que venía, y sacando su lengua con la boca hecha agua, empezó a lamer sus dos golosinas, despacio, muy despacio para hacer asomar un poco más el delicioso palito que tenía incrustado en la vulva de su amante humana.
Con los primeros lengüetazos aparecieron los primeros gemidos de Fátima...
- Ooohhh, siii, que... gustooo, Kindo, sigue así..., que bien... sabes comerte el postre que te brindo de vez en cuando, goloso... –los suspiros se aceleraban en la futura economista.
Kindo seguía con su lengua, y Fátima apretaba para hacer asomar un poco más el palito que premiaba tan buen trabajo, a menudo, dejaba la lengua para dar pequeños pellizquitos (bocaditos) a su dueña con los labios, al tiempo que tiraba del dulce manjar que le ofrecía Fátima, así que conseguían placer ambos seres, Kindo porque empezaba a saborear su palito y Fátima porque era prácticamente comida por su mascota que a la vez le obsequiaba con los soplidos de su respiración chocando con toda su vulva, el ano y toda la periferia, eso volvía loca a su dueña.
- Uaaauuu, esos soplidosss... como me excitan... que ganas tengo de sentirte dentro, Kindo.
Después de estas palabras, el perro, que a la vez que va sacando y comiendo la golosina inundada de los sabores que sólo un chocho excitado puede conceder, dejaba asomar por esos mismos humores su largo instrumento no musical, cada vez se le iba poniendo más y más duro, y Fátima estaba cada vez más y más desesperada, hizo un breve movimiento que Kindo conocía de sobra y se aupó sobre ella, empezó a dar empellones para atinar en la mojada y reconocida vagina, como tantas veces, no alcanzaba y Fátima estiró una pierna para bajar un poco de altura, bajó lo suficiente para poder incrustársela hasta el fondo.
- Aaayyych... bien Kindo, siempre la última vez... es mejor que la anterior..., así me gusta, quedar bien atorada... con esa polla tuya, ya puedes comenzar a... darme el placer que después te voy a entregar yo a ti.
Todo lo hablaba con la voz entrecortada, no podía aguantar tanto placer como estaba obteniendo, estaba tan excitada que rápidamente tuvo el primer orgasmo, mientras el perro la penetraba con fuerza durante varios minutos, ella lo miraba, por debajo veía como le colgaban sus huevos y le salía y le entraba la polla animal, cada vez disfrutaba más de su mascota.
En este trance que estaba disfrutando, no se percató que un ladrón entró en su casa por una ventana que había dejado abierta por olvido, Fátima estaba gozando tanto que quería volver a correrse, en cuanto comenzó a acariciarse el clítoris, sintió que la bola ya había hecho acto de presencia, dentro de su chocho, por lo que cuando intentaba mirar por debajo de sus piernas, sólo veía los huevos de Kindo y bien pegados a ella.
Alberto, que es como se llamaba el ladrón, escuchó gemidos, soplidos y algún que otro ladrido, cosa que lo puso en alerta sobre perros vigilantes, se sacó la porra que llevaba como arma defensiva y comenzó tanto a buscar joyas como para averiguar dónde podría estar el perro guardián.
Uva vez vista la situación, encontró que Fátima comenzaba a acariciarse el clítoris, muy suavemente, pero era superior a ella y empezó a mover sus dedos con rapidez, Kindo comenzó a acomodarse, por lo que mientras Fátima se acariciaba su rojo y excitado clítoris, el pasó una pata sobre su dueña, quedando como quedan los perros pegados a sus perras, culo contra culo.
En seguida el caco se encontró con la escena al completo, el perro estaba abotonado a su dueña, sabía que no había peligro por esa pareja folladora, se quedó mirando como realizaban el acto, como pudo entró en el habitáculo y se puso frente a la dueña del piso, como el ver lo que vio lo excitó también a el, estaba totalmente dispuesto a sacarse el placer como fuera y se acercó a la boca de Fátima, que seguro que haría sus delicias, la amenazó unos segundos con su porra y se sacó su duro pene, totalmente erecto para dirigirlo exactamente a la boca de la joven, que no pudo más que dejarse hacer, y empezó a mamarle la polla a dicho energúmeno mientras el agarraba su cabeza por la nuca, como si estuviera follándose a una vagina.
Después de varios minutos sintiendo los chorros que emitía cada cierto tiempo Kindo dentro de su ya muy follada vagina, comenzó a darse un fuerte masaje en su sabroso clítoris, hasta que por fin volvió a sentir los temblores de la corrida que se aproximaban, no podía aguantar más y para poner fin a su próximo placer, se metió un dedo, haciendo compañía al miembro de su mascota, quería que aquello acabara rápido, y ver cómo se podía deshacer del extraño que había entrado en su casa y en su boca, y así, con la polla del animal dentro, su dedo dentro y machacándose el clítoris a toda velocidad, y la polla del imbécil que la estaba forzando por la boca, volvió a alcanzar un orgasmo terriblemente satisfactorio.
Tras el tremendo orgasmo, se sacó el dedo y se puso terminar de mamarle la polla al ladrón, cuando recibió los chorros seminales del humano, se puso a reposar mientras el perro terminaba de desabotonarse, cosa que haría en pocos minutos.
Alberto estaba tumbado de tanto gusto recibido, el ver la escena lo dejó perplejo y la mamada de la chica terminó por rendirlo.
En seguida hubieron descansado Kindo y Fátima, se incorporaron y salieron al contraataque, el perro, que conocía bien sus funciones defensivas, se puso a ladrar al ladrón-violador que acojonado como estaba y arrinconado, no podía más que cubrirse la cara para no ser dañado por las mandíbulas del animal.
Fátima reaccionó y cerró todas las vías de escape de la casa, puso en funcionamiento la alarma pero en modo silencioso, de esa manera no acudiría la policía pero toda la casa estaría sellada, tanto puertas como ventanas, ahora estarían los tres solos y Fátima no tenía nada de tonta, sabía bien como actuar en esos casos, por casualidad dio con un ladrón más absurdo de lo esperado.
Alberto comenzó a llorar como un pequeño al que le quitan su juguete preferido y se dejó hacer, así que, Fátima, mientras hacía callar a Kindo, iba delicadamente desnudando al ratero, que se comenzaba a excitar pensando que algo bonitole iba a suceder, puesto que era lo que menos esperaba, que lo desnudase la chica a la que había forzado previamente por la boca.
Una vez en pelotas, Alberto es amordazado sin poner ningún tipo de resistencia, ya que a la más mínima, Kindo se ponía a ladrar, así que, totalmente acobardado, se encontraba sin ropa alguna, con el pene erecto, y un pañuelo dentro de la boca, Fátima se encargó de que se le pusiera nuevamente tieso acariciando levemente sus testículos, atado y amordazado.
No tenía ni idea de lo que le iba a ocurrir a continuación, Fátima estaba mosqueada porque no le había dejado finalizar la noche lo suficientemente placentera que se planteaba terminar, así que, aprovechó la inesperada visita para dedicarse a relajarse de otros modos más extremos.
Tomó al atracador por la cabeza y con facilidad, le hizo agacharse, apoyó su barba sobre un sillón y le separó un poco las rodillas, Alberto empezaba a sospechar, para no dejarlo en la incógnita, le puso un espejo delante para ver qué sucedería a sus espaldas, mientras observaba, Fátima comenzaba a masturbar a su perro, al tiempo que también se lo hacía a él, pero no con la misma fruición que a su mascota, el estaba en parte complacido y al cabo de unos minutos, veía que a Kindo se le volvía a ver el pene en todo su esplendor, lo hizo acercarse al abusador y acercando un dedo humedecido por su propia saliva al ano de Alberto, le indicó con una lenta pero completa penetración dónde debía meter su miembro animal, invadido el ladrón como estaba no podía emitir ningún tipo de ruido, aunque se le veía que disfrutaba con el dedo dentro, puesto que su polla también alcanzó toda la tensión al máximo, y viéndose como se veía, empezó a respirar con rapidez, intentando deshacerse del pañuelo que le obligaba a estar en silencio, no pudo, y un instante después, Fátima sacó su dedo del estrecho canal, se lo limpió en la espalda del chorizo y a continuación por el espejo veía al perro que se subía y en su espalda sentía las patas delanteras del animal para a continuación, sentir como de un solo golpe, el perro le penetraba el culo y comenzaba a follárselo como bien sabía hacer.
Y así estaban todos ocupados, el perro follándose al violador de su dueña, la dueña, de manera benévola para que no sufriera el ladrón, haciéndole una paja a tan tenso pene humano y Alberto, disfrutando tanto de la paja de la joven, como del perro que al principio le produjo un dolor inmenso para después sentir un placer inconmensurable, hasta que por fin llegó la hora de que tenía que incrustar la bola que no esperaba que le metiese Kindo, en ese momento, Fátima, que lo estaba viendo venir, empezó a pajearle rápidamente, y mientras se corría el dueño de la polla humana, el perro de un fuerte empujón entró en el estrecho ojete, como no podía emitir sonidos, el grito que emitió Alberto fue un ruido seco, sus lágrimas corrían por las mejillas, su semen acabó golpeando el suelo y el perro quedó pegado al igual que antes como quedó con su dueña, pero en un pasadizo jamás explorado y más difícil de separarse que la vagina de su señora.
Estuvieron pegados como normalmente quedan, unos escasos cinco minutos, que a Alberto le parecieron horas, pero la cosa no iba a quedar sólo ahí, Fátima quería dar un escarmiento total y absoluto al inesperado intruso, así que una vez humillado por el perro, era el turno de ella.
Fue a buscar el último juguete que había adquirido, tras ver muchísimas imágenes y videos por internet se hizo de uno, era un pene enorme, que utilizan las japonesas con tendencias hermafroditas, una vez se hubo colocado el gigantesco miembro en la parte superior de su vulva, y tras liberar a Alberto del pañuelo que lo tenía absolutamente callado, lo llenó de lubricante y se lo acercó a la boca, le dijo que iban a practicar un poco de futanaria y que sentirían placer tanto ella como el.
Una vez se lo pasó por delante de sus narices, a Alberto se le pasó un poco el susto, ella comenzaba a “masturbarse” su pene de mentira y abriéndose de piernas le puso su clítoris en la boca, esta vez de verdad, mientras le obligaba a mamar de su vagina, los labios y su clítoris, continuaba masturbando ese colosal miembro, Alberto paseaba su lengua por su clítoris, como podía entraba hasta lo máximo, sólo quería que aquello terminara de una vez, lamía con tremenda velocidad, volvía a sentirse poderoso, su miembro se puso erecto de nuevo, el ladrón seguía dándole placer a la que después le iba a terminar de dar placer por última vez, y continuaba con su lengua por su clítoris, sus labios, sus muslos y hasta penetró dentro del ano de la joven castigadora, que, una vez que estuvo satisfecha por el placer obtenido por la lengua de Alberto, lo puso de lado, se tumbó a su vera y comenzó a mamarle la polla, pero le había dicho que con la condición de que el tenía que meterse el ciclópeo miembro en la boca también.
Estando en esa posición, mientras mamaba la polla del pendenciero, le penetraba a su vez la suya, con la diferencia de que el pene artificial superaba por tres veces el tamaño del pene humano, así que mientras se regodeaba pasándole la lengua por el frenillo, que volvía loco a Alberto, sentía como surtía efecto su felación y le subía el semen por la uretra, estaba a punto de derretirse dentro de Fátima, le hacía disfrutar de nuevo de la mamada, el no podía aguantar y casi se asfixiaba mientras el colosal pene llegaba casi hasta la boca de su estómago sin exagerar, ella también se tragaba el pene humano y el consiguió como pudo tener todo el miembro de mentira dentro, Fátima lo agarró esta vez por la nuca, apretó hasta tenerlo totalmente dentro de la boca del ladrón y... mientras se corría el angustiado y desastroso violador en la boca de ella, ella hizo lo mismo en el mismo estómago del asombrado hombre, que al no poder recibir tanto semen, puesto que el falso miembro soltaba cantidades descomunales de algún líquido espeso como el semen, se le empezó a salir por la nariz y así estuvo, tragando semen y expulsándolo por la nariz unos veinte segundos, hasta que ella, satisfecha por el castigo, sacó lentamente el interminable pene futanario, lo vistió como pudo, lo ayudó a arreglarse, estaba como en otro mundo y le acompañó a la salida, invitándole a no volver nunca jamás a repetir el acto que había intentado realizar esa noche, a no ser que quisiera volver a disfrutar de un momento de placer por todo lo alto.