Joseph, un capricho de Rebeca

Susana ayuda a su hija a darse un capricho

Rebeca llega a casa y llama al cuarto de su madre.

Mamá, ¿estás ahí? Necesito hablarte.

Sí, dime. Pasa, hija.

Es que verás, hace tiempo vengo sintiendo algo especial por un amigo de una amiga y quiero que me ayudes con eso.

Jajajaja, ¿cuál es el problema? ¿Quieres consejitos, mi’ja?

No te rías que el favor que te voy a pedir es más grande de lo que te imaginas.

Anda, ya estás comenzando a asustarme. Dime de qué se trata.

Pues me da un poco de pena contigo, pero lo que sucede es que desde hace un tiempo me gusta un hombre que tiene fama de ser mujeriego y dicen que folla como los dioses.

Acaba de decirme qué necesitas…

Lo que pasa es que él solamente se folla a la que se lo quiera follar si está presente otra mujer y además tiene que ser casada, pues hay que llevarle el papel que avale el estado civil, ¿qué te parece?

Sigo sin entender para qué me necesitas.

Es que para eso se necesita una persona de confianza y tú cumples con todas las condiciones: eres mujer, casada y de mi confianza.

¿Te volviste loca?

No, mami, es que no tengo nadie más a quien llevar.

Pero eso es una locura. ¿Cómo se te ocurre que yo voy a ver cómo un degenerado se folla a mi hija como a una cualquiera?

No es nada que no me hayan hecho antes, mami.

Sí, pero yo no he estado presente. No es lo mismo.

Pero es un favor. Además, no la pasarás mal, jajaja. Dale, please. Además, sólo tendrás que mirar.

Que no.

Por mí, dale.

Bueno, lo haré, pero nada más que mirar, ¿vale?

Vale. Eres la mejor madre.

Rebeca cuadró la cita con Joseph. Ella estaba ansiosa. Lo cuadraron para un domingo por la tarde, a las 2, en el apartamento de él.

El día anterior, sábado, Susana y Rebeca fueron a la playa. Escogieron una playa nudista. Fueron hasta una zona donde habían pocas personas y, después de tirar unas toallas en la arena se desnudaron, se acostaron y una le puso crema a la otra. Se pusieron gafas de sol y cerraron los ojos para desconectar del mundo real antes de caer al día siguiente en algo que ninguna de las dos imaginaba cómo iba a terminar. Rebeca se quedó dormida y Susana abrió los ojos después de un rato con ellos cerrados. Vio acercarse a un chico atlético, cuyo cuerpo estaba muy bien ejercitado en un gimnasio, pero lo que sobresalía era la tremenda polla que calzaba. Aún en reposo se veía impresionante. Si no hubiera sido por las gafas que traía puesta, la mirada indiscreta hubiera delatado a Susana.

  • Disculpa, ¿puedes mirar mis cosas mientras me meto al agua? -pidió en chico.

  • Claro, no pasa nada.

El joven se dio la vuelta y Susana lo detalló. Una espalda ancha y un culo marcado, polla enorme, brazos de gimnasio, piernas musculosas y abdomen definido. Parecía educado. Susana sabía que le había gustado el chico, sabía que podía aparecer química entre ambos, sabía que si no se calmaba podía terminar de la forma menos esperada.

Después de un rato el chico volvió. Susana lo detalló saliendo del agua: estilo sensual al caminar en dirección a ella. Susana sabía que debía evitar mirarle, pero no podía.

  • Gracias por cuidarme las pertenencias. Espero algún día devolverte el favor. Si queréis meterse al agua, yo encantado de mirarles sus “cosas”.

  • Gracias, cariño.

Llegaron puntuales las dos mujeres a la casa de Joseph, el cual las recibió y las hizo pasar. Una vez sentadas, él pidió los papeles:

A ver, señora, deme sus documentos que certifique que usted está casada, pues como comprenderá un anillo lo puede usar cualquier mujer.

Aquí está junto con mi cédula de identidad.

Después de revisar la documentación, Joseph dijo:

Bien. Todo en orden. No perdamos tiempo, que tengo muchos deseos.

Rebeca se acerca a Joseph y comienza a acariciarlo. Joseph la interrumpe y se dirige a la madre:

Señora, usted sabe que tiene que quitarse el vestido y quedarse en ropa interior, ¿verdad?

Pues eso no me lo habían dicho.

Ya lo sabe. Es que no es justo que usted nos vea en ropa interior a los dos y no muestre nada. ¿No cree?

Pero es que yo no tengo por qué enseñarle nada a usted.

Eso es lo que usted se imagina, jajajaja.

Mamá, -interrumpe Rebeca-, haz lo que se te pida para terminar de una vez con esto.

¿Es que son madre e hija?

Así es, responde Susana.

Vaya, esto sí que tiene morbo. Bueno, señora, ¿la ayudo a quitarse la ropa o usted lo hace solita?

Yo lo hago. Gracias.

Susana se quitó el vestido y se quedó en bragas y sostenes. Se sentó en un butacón y dijo: “Pueden comenzar a ripiarse.”

Rebeca y Joseph se besaron como si fueran novios de toda la vida. Joseph lleva la lleva hasta su habitación en sus brazos y Susana los sigue. Se acomoda en una esquina en un sofá qué él tiene allí mismo. Joseph desnudó a Rebeca y la acomodó en su cama. Él se quitó los zapatos y la camisa. Se sentó a horcajadas encima de Rebeca y la besó en los labios, luego las mejillas, la frente, le acarició el pecho, le besó los hombros, los brazos, el pecho. Se detuvo en los maravillosos, erectos y juveniles senos de Rebeca. Bajó al abdomen y le pasó la lengua, le acarició las caderas mientras le besaba los muslos y las piernas. En ese punto Rebeca temblaba. Le susurraba: “No me hagas esperar. Fóllame.”

Joseph no le hizo caso. La puso bocabajo y le besó la nuca, le pasó la mano derecha por la cara y la izquierda por el vientre. Así le acarició lo que tocaba, mientras le besaba la espalda. Le besó las nalgas y la parte de atrás de los muslos. Bajó con la lengua hasta los pies y le chupó cada dedo de cada pie. Luego, hizo lo mismo con las manos. La volteó bocarriba y se dedicó a besarle la vagina. Rebeca le imploraba ya en un tono impositivo: “Acaba de follarme, perro.” Joseph le contestó: “Aquí el que pone las velocidades soy yo, puta. No lo olvides”.

Le besó a Rebeca todo lo que quiso y le metió la lengua todo lo que estuvo capacitado para hacer. Ella le acariciaba el pelo e intentaba subirlo para quitarle la ropa y él no la dejaba. Cuando ella terminó de correrse, él le dijo: “Ahora es que te toca follar, perra, pero antes quiero que sea tu mamá quien me la moje con sus labios antes de follarte.”

Ni lo sueñes, respondió Susana.

Mami, por favor, yo necesito sentir ese pollón dentro de mi cuerpo. Es algo necesario para vivir. Es como mi aire. Por favor, dale, chúpasela.

No seas estúpida. Además, cómo eso va a ser como tu aire. En todo caso será lo que te saque el aire. Mira semejante animal cómo está y eso que no está del todo erecto.

Susana tenía razón. Joseph se había quitado la poca ropa que le quedaba y su verga estaba morcillonga, pero aun así sus 24 cm ya estaban tomando vida.

Rebeca insiste:

Mami, no tendré una oportunidad como esta con Joseph. Si me haces que la pierda no sé cómo podré recuperarla. Anda, que nada te cuesta. De nosotros no saldrá una palabra. ¿Verdad, Joseph?

Seguro que nadie sabrá nada de lo que está pasando aquí, señora. Anímese. Ya verá que le va a gustar lo que está a punto de probar. Siéntase libre y no piense en nada más que en usted y en el placer que está por venir.

No digas nada más, cabrón, que con todas las vulgaridades que me has dicho con palabras bonitas han hecho que me excite la idea. Ven que le daré un poquito de mi cariño.

Excelente decisión, señora.

Mientras Joseph se acercaba a Susana, ella se arrodillaba. La atrapó con las dos manos y comenzó a pasarle la lengua. Cuando estuvo bien erecta no necesitó aliento de nadie: comenzó a chupar como si fuera a morirse después que terminara. Nunca se había sentido así de puta. El mismo Joseph le tuvo que frenar por la intensidad.

Así se hace, señora. Lo está haciendo muy bien. ¿Ve que podía? Yo siempre confié en que usted lo podía lograr.

Mami, la verdad es que para no querer al principio ahora matas al que te la quite, jajajaja.

No jodan y déjenme hacer mi trabajo bien hecho y así salimos de esto de una vez.

Señora, cualquiera que la oye hablar piensa que usted está haciendo un sacrificio muy grande, so puta, jajajajajaja.

Cuando Joseph consideró que si Susana seguía mamándosela iba a terminar corriéndose en la boca de la señora casada, la apartó y llamó a Rebeca:

Rebe, ven que te voy a follar en frente de mamita, dale.

Rebeca se acercó hacia donde estaba Joseph, se le encaramó encima de él, de pie los dos, y apuntó la vergona de su semental hacia su cuevita.

Ayyyyyy, gritó Rebeca. Una vez que entró la cabeza, Joseph la dejó caer en sus caderas y la clavada fue total. Rebeca no se lo esperaba.

Tranquila, nena, que ya lo malo pasó, jajajaja.

No te muevas, cabrón, que me abres en dos.

Ok.

Joseph se quedó quieto. Obviamente su descomunal verga le haría daño a Rebeca si se movía a diestra y siniestra. Esperó un momento y comenzó a bajarla y subirla poco a poco. Una vez que Rebeca comenzó a jadear, Joseph la incitaba a más:

Mira cómo te pones, puta. ¿No te da pena relajarte así en frente de tu mamita?

No, todo por mi felicidad.

Es que eres tan puta como tu madre.

Más respetico, señor, que ni mi hija ni yo somos putas. Sólo nos damos gustazos a veces. ¿Está claro?

Clarísimo, señora, jajajaja.

Joseph llevó a Rebeca para la cama y la puso bocabajo. Le empujó poco a poco el pene que ella tuvo en sus manos para controlar la penetración.

Susana veía cómo se follaban a su hija y se tocaba sin ningún pudor. Joseph puso a Rebeca a 4 patas y comenzó a darle por la vagina, pero en un momento cambió de hueco y ahí Rebeca lo detuvo:

Jamás, perro bandido. Ni se te vaya a ocurrir.

¿Cómo que no? Si no te follo el culo, te puedes olvidar de mí por un tiempo bien largo.

No me hagas eso, por favor.

Yo no te traje aquí de modelo. Te traje a follar y follar es llenarte los 3 huequitos de carne en barra y eso es lo que voy a hacer. Si no quieres, no lo hagas, pero aquí mismo se termina su fiesta, señorita. O, de lo contrario, convenza a su madre para que lo haga, pero algún culo tengo que partir yo hoy. ¿Está claro?

Sí, pero el mío no será. Mami, ¿tú quieres sacrificarte y hacerme el favor completo? –Le preguntó Rebeca a su madre.

Susana estaba muy excitada en ese momento y accedió.

No sé si la aguante, mi amorcito. Tendría que intentar.

Entonces, para luego es tarde, señora.

Susana se paró dispuesta a bajarle el miembro al amante improvisado que tenía.

Sólo lo intentaré, chaval. Si no puedo con toda, me la sacas, ¿ok? Ese manubrio tuyo necesita agujeros especiales, jajaja.

No seas llorona, puta, y acaba de venir que quiero reventarte desde que te vi.

Jajaja, pervertido.

Piensa lo que quieras, pero estás muy buena y te voy a abrir como un leño a la mitad. Además, yo estoy acostumbrado a follarme maduritas casadas, pero que coincidan madre e hija, eso no es frecuente.

Joseph estaba bocarriba en la cama. Susana lo montó por delante, no sin antes que él se pusiera un condón. Se clavó poco a poco, con algo de dificultad, pero lo logró. “Al menos vencí la primera parte”, pensó Susana. En el mismo instante, Joseph se ensalivó los dedos y metió un dedo en el culo de Susana. Luego, metió dos, posteriormente 3 y al final 4 dedos. Lo cabalgó 15 minutos hasta que ella se vino en un escandaloso orgasmo.

Bueno, señora, después no se queje, que vino de turista y se ganó la loto, jajajaja.

Ya veremos si es cierto. Poder con esa herramienta tuya es mi reto, corazoncito, jajajaja.

Podrás. Sé que puedes.

Susana se puso en 4 puntos y Joseph se echó aceite en el rabo. Lo movió para regarlo y comenzó la jornada. Sin prisa pero sin calma y a un ritmo muy seguro, la poronga de Joseph fue entrando en el dilatado culito de Susana. Ella sólo abría y cerraba los ojos con la boca abierta resoplando.

Así se hace, mi amorcito. Felicidades. Pudiste con toda. No todas aguantan. A gozar ahora.

Joseph estuvo martilleando el culo de Susana durante media hora. Luego le sacó el aparato, se sentó en la cama e invitó a Susana a que se sentara encima de él. Ella lo hizo y él le apuntó al culo. La clavada fue indudable. Así estuvieron 10 minutos, posición en la que Susana es muy débil y tuvo 4 orgasmos. Ya ella estaba demasiado sensible como para seguir aguantando la vergota de Joseph sin poder venirse.

Susana se bajó de esa posición y se la chupó lo mejor que pudo. Le dejó la boca fija y movía la mano frenéticamente. Luego, Joseph la cargó y la llevó para el sofá que tenía en el cuarto. Se sentó y cargó de espaldas a Susana. Ella lo folló de espaldas durante un rato. La puso de frente a él, ella con una rodilla en el sofá y la otra en el brazo del mismo y a moverse. En esa posición lo folló todo lo que quiso hasta que se vino escandalosamente. Ya ella no aguantaba más. Joseph la cargó y la puso contra la pared y volvió a follarla.

¡Qué pedazo de macho eres! Contigo si vale la pena follar. Dale, cógete a esta hembra que ahora está disponible para ti.

Así se habla, puta. No me extraña que tengas ese cuerpazo. Un cuerpo como el tuyo está hecho para recibir y dar placer.

Tú sí sabes reventarle el culo a una mujer.

Seguro que eres la zorra más popular de los amigos de tu hijita.

Más o menos estás en lo cierto. Pero no hables de eso. Dame polla, que es lo que necesito ahora, que me des polla, toda la que quieras.

¿Te gustan mucho las pollas, puta? Me imagino que tu marido no necesite pagar por putas. Contigo es más que suficiente.

Todas esas clavadas fueron en el culazo de Susana hasta que ella se vino. Finalmente, se la llevó para la cama y la puso en la posición del misionero. Le dio un poco de caña y cambiaron de posición. Ella arriba y él abajo, con la penetración anal. Ella lo gozó todo lo que quiso, pero estaba casi al caer del cansancio. En ese estado tuvo su enésimo orgasmo. Ella le pidió terminar y él le dijo que no. Ella intentó bajarse, pero él no la dejó y la aguantó, se movió él y le sacó otro orgasmo más. Entonces sí la soltó. Susana cayó en su pecho como si él fuera su enamorado de toda la vida.

Joseph ya quería venirse. Llamó a las dos mujeres para que se la fueran chupando alternativamente. Cuando estuvo a punto, gruesos y espesos chorros de leche bañaron a las dos mujeres. Una vez que terminó, se la regó con la verga por toda la cara, para que se embarraran bien.

Señora, usted puede venir cada vez que quiera. Tiene bandera abierta en mi cama. No se preocupe, con usted no se aplica la regla de que no repito una mujer en un año, ¿vale? Ya sabe dónde encontrarme.

Susana y Rebeca se bañaron y al irse le agradecieron la tarde a Joseph. Susana apenas podía caminar. Lo hacía con las piernas separadas. No podía cerrar bien el culo. Se le notaba que la habían sodomizado. Después de todo, la que mejor la pasó fue la acompañante que sacó a la hija de un gran apuro.