Josefina

Confesiones de una mujer que hacía todo en pos del placer.

El presente relato no es de mi creación. Se basa en la historia que Josefina, una lectora, me envió, yo sólo le dí forma literaria.

Pedro W.

Hace algunos años en mi desaforada juventud, tenía 17, conocí a Miguel. Era un chico muy loco y divertido que a pesar de su edad y de la época era un librepensador, especialmente en lo sexual. Con el disfruté el sexo como nunca volví a hacerlo en mi vida. Me enseñó los deleites anales e hizo de mi una experta mamadora de pijas.

Abrió mi mente al sexo sin tabues y participabamos en fiestas donde todo estaba bien visto.

Tuve sexo con hombres y mujeres y todo me parecía extraordinario.

Si bien gozaba  haciendo cualquier cosa, los momentos más vibrantes los conseguía cuando alguien jugueteaba con su lengua en mi concha.

Al principio me negué porque me parecía algo sucio, lo mismo que meterme una pija en la boca, pero con su contundente paciencia Miguel consiguió, primero que se la chupara y luego que le permitiera chupármela a mí.

Cuando sentí mi primer orgasmo producido por su lengua, me enloquecí.

Me encantaba que me la chupara él o cualquiera, fuese hombre o mujer. Como es lógico yo prefería mamar una buena poronga pero también disfrutaba con el clítoris de alguien entre mis dientes.

Miguel tenía una "gracia" que siempre practicaba, estuvieramos solos o en compañía de amigos. Gracias al tamaño de su pene lograba chuparselo facilmente.

Era su orgullo y lo hacía hasta el cansancio ya que siempre conseguía la aprobación de los presentes.

Yo entendía que lo hiciera en público como curiosidad pero no tanto cuando estabamos solos pero él me explico que lo hacía porque le encantaba chuparsela. A mi en realidad me excitaba mucho verlo con su pija en la boca y mucho más, me enloquecía de calientura, cuando acababa  y luego compartía su leche conmigo en un largo beso.

Ese jueguito despertó en mi el deseo de poder chuparme la concha.

Si me gustaba que me la chuparan y también me encantaba chuparsela a otras mujeres, la síntesis de llegar a chuparmela yo misma me quitaba el sueño.

En los primeros intentos, y a pesar que toda mi vida había practicado deporte, tuve muy pequeños progresos, sólo llegaba a mi ombligo. Si mi concha fuera larga como la pija de Miguel, enseguida lo hubiera logrado ya que era allí donde él necesitaba ubicar su boca.

Me faltaba flexibilidad y a conseguirla dediqué todos mis esfuerzos. Comencé a hacer yoga y en poco más de un año lo conseguì.

Logicamente durante ese tiempo no le comentaba nada a Miguel sobre mis intentos ya que había sido muy mordaz con mis primeros fracasos.

Cuando me sentí segura una noche le dije que tenía preparada una sorpresa.

Todavía conservo en mi mente su cara llena de asombro y la rapidez con que su pija alcanzo la erección incentivado por lo que estaba viendo. También recuerdo que comenzó a hacerse la paja freneticamente hasta acabar derramando su semen en mi concha, instandome a que me la limpiara con la lengua, cosa que hice mientras tenía uno de los mejores orgasmos de mi vida.

A partir de ese momento en todas las fiestas lo hacíamos a duo para disfrute de nuestros amigos.

Mi relación con Miguel duró hasta mi cumpleaños 23. En medio del polvo de festejo ambos sentimos que algo nos hacía detener, me la sacó, me dió un beso, me dijo felicidades y se fue. El tomo un camino y yo otro. Al principio lo lamenté mucho porque fueron años intensamente placenteros y divertidos. Nos amabamos, pero libremente, y por esa misma razón ambos comprendimos que nuestra separación no debía ser traumática.

Tuve otros novios pero no fue igual, yo había "sentado cabeza", y por otro lado ninguno igualaba a Miguel, en ningún sentido.

Actualmente estoy "correctamente" casada, mi marido es un hombre común, muy buena persona y me adora. Yo también lo quiero pero no me hace perder los sentidos cuando cogemos. Ocasionalmente, cuando necesito sexo salvaje tengo relaciones con hombres ocasionales y hasta a veces pago por él.

No perdí mi destreza, ya que seguí practicandola sólo en la intimidad, y siempre lo hago para autocomplacerme intensamente.

Muchas veces pensé hacerlo ante mi marido para matizar nuestro rutinario sexo pero no lo hice por temor a su rechazo. Quizás algún día me anime.