Josefa

-¡Ay, papá!¡Cómo va a ser!Masturbándome. José, que no era de palabrotas, soltó una. ¡Coño! A veces es mejor no hacer preguntas.

La nieve lucía su blanco manto sobre los campos y los tejados de las casas de  la aldea. Ya ni los perros se atrevían a ladrar con el frío que hacía. Josefa y su padre estaban mirando la televisión en la sala de su casa, una sala a la que llegaba el calor de una cocina de hierro funcionando a todo tiro. A Josefa, una veinteañera, morena, de larga melena rubia recogida en dos trenzas, 1.45 de estatura, 40 quilos de peso, con buenas tetas y culo respingón, le gustaba mirar Gran Herrmano. Aquella noche su concursante favorito, a oscuras, se lo estaba montando con una concursante. Josefa, que estaba sentada al lado de su padre en un sillón de tres plazas, puso la cabeza en su hombro y poniendo morritos, le dijo:

-Esa guarra se está beneficiando a mi chico.

-Ese chico no tiene nada que ver contigo, Fita.

-A mí me gusta pensar que sí. Ya me lo beneficié varias veces.

A José le dio la risa.

-¿Y cómo te lo beneficias?

-¡Ay, papa! ¡Cómo va a ser! Masturbándome.

José, que no era de palabrotas, soltó una.

-¡Coño! A veces es mejor no hacer preguntas.

Josefa besó a su padre en la mejilla.

-¿Te escandalizaste?

-No, hija, no, es que me pilló descuidado.

-Me alegra haberte dicho que me masturbo.

-Esta no es una conversación que deben tener un padre y una huja.

-¿Por qué? Desde que mamá nos abandonó sólo te puedo contar a ti mis cosas.

-Ciertas cosas debías contárselas a tus amigas. Para mí es muy incómodo.

Josefa se acurrucó al lado de su padre.

-Tengamos una velada de confidencias.

-¿Quieres que nos conozcamos mejor?

-Sin mentiras. Diciendo siempre la verdad.

-Eso es muy peligroso.

-Arriésguémonos. ¿No quieres saber cómo es tu hija en realidad?

-Claro que quiero.

-Pregunta. ¿En quién piensas cuando te masturbas?

-¿Cómo sabes que me masturbo?

-Hago tu cama, papá, y el amarillo no sale sólo. ¿En quién piensas?

-En chicas.

-¿Alguna vez pensaste en mí?

-¿Se puede pasar palabra?

-Eso quiere decir qué sí. Yo también me masturbo pensando en ti.

-Va a ser mejor que dejemos esta conversación.

-¿No quieres saber que pienso?

José, que ya estaba empalmado, se dejó ir.

-¿Qué piensas?

-Siempre en lo mismo. Eres el primero.

-¿En qué?

-¡Ay, papa! ¡En que va a ser! En penetrarme.

-¡¿Aún eres virgen?!

-Si le quitas el dedo, sí.

-Vaya.

Josefa puso una mano sobre el bulto del pantalón de su padre.

-Bueno, ¿qué? ¿Quieres ser el primero?

-¡Tú no sabes lo que dices!

-Claro que sé lo que digo. Si me haces tú el amor no me harás daño porque tienes experiencia, si me lo hace otro podría desgraciarme.

-Eres mi hija, Fita.

-Ya hace añós que dejé de ser Fita, soy Josefa, y no soy tu hija, soy tu hijastra. Juguemos.

-¿A qué?

Josefa se quitó la blusa. José en sus 42 años de vida no había visto unas tetas tan hermosas. Eran grandes y puntiagudas. Parecían pequeñas pirámides. Tenían areolas enormes, casí media teta de areola, y tremendos pezones.

-¡Joder!

-Chúpamelas un poquito, papá.

-No te las voy a chupar ni un poquito ni un muchito.

-Si lo estás deseando. Siento como late tu polla.

-Se supone que tengo que darte un respeto. Una educación...

-No me vengas con esas, papá,  si no quisieras que esto pasase ya me hubieras mandado para cama cuando te dije que me masturbaba.

Lo había pillado, así que José hizo lo que estaba deseando hacer, lamer y chupar aquellas grandes areolas y pezones y magrear las tetas duras como piedras. Estaba mamando, y le dijo Josefa:

-Me estás poniendo mojada, mojada, mojada. ¿Me enseñas a chupar una polla?

-Ya puestos.

Josefa le quitó la polla a su padre, (15 centímetros y gordita) y vio que estaba tiesa y mojada.

-¿La meto en la boca?

José puso la mano sobre la de su hija, la apretó y llevó hacia atrás el prepucio dejando el rosado glande al descubierto

-Lame la cabeza... pasa la lengua por el frenillo -se lo enseñó... Mueve tu mano de arriba abajo y de abajo arriba sin dejar de apretar... Lame y chupa los huevos... Pasa tu lengua desde los huevos al frenillo... Mámala... Asi es... Ahora puedes seguir lamiendo, mamando o lo que quieras. Al final. el hombre se corre.

-Me encanta. ¿Quieres que siga hasta que te corras?

-No, si quieres que un hombre te haga disfrutar no debes dejar que se corra antes qur tú.

José le quitó a su hija la falda, las zapatillas y las bragas. Le abrió las piernas y vio el chocho goteando. Le pasó la lengua por los labios. Un sensual gemido salió de la boca de Josefa.

-¡Aaaaaaay!

-¡¿Ya?!

-Sí, si sigues me corro, papá.

José siguió lamiendo los labios y metiendo la lengua dentro de la vagina de su hija... Al lamer el clítoris, a cada roce de la lenga, Josefa, dijo:

-¡Oh! ¡Oooh! ¡Ooooh! ¡Oooooh! ¡Ooooooh! ¡¡Ooooooooh!! ¡¡¡Oooooooooh!! ¡¡Ooooooooooo!! ¡¡¡Ooooooooooooooh!! ¡¡¡¡Me coooooooooooorro!!!!

Josefa, temblaba, se estremecía, se sacudía y gemía sin parar. José iba bebiendo todo el jugo que echaba aquella concha abierta que apretaba y soltaba una lengua que jamás probara nada tan fresco.

Al acabar de correrse, le dijo Josefa a su padre:

-Sabía que contigo iba a ser especial.

Josefa le quitó la camisa a su padre. Se levantarón los dos. Josefa le quitó el cinto y el pantalón, los calzoncillos y las zapatillas, se agachó y le empezó a hacer una mamada como José le enseñara....

En la sala había una alfombra de pelo grande, tenía el pelo como un gato de angora. Josefa, deseando perder la virginidad, se echó boca arriba sobre ella. José, se echó al lado de su hija. Con una mano acariciando sus tetas, la besó en la frente, en los ojos, en ambos lados del cuello, en los lóbulos de las orejas, en sus ojos cerrados, en la comisura de los labios... le metió la punta de la lengua entre los labios, Josefa la recibió con su lengua y se besaron largamemte. Después, sin dejar de acariciar sus tetas, jugó con la lengua en los pezones, que estaban erectos y duros. Bajó lamiendo y besando su vientre. Jugó con su lengua en el ombligo, y después besó el interior de sus muslos junto al choho peludo, Josefa estaba deseando que se lo volviera a comer, pero José, bajó besando y lamiendo el interior del muslo de la pierna derecha, besó y lamió los tobilos. Cogió uno de sus pies y le lamió y chupó los dedos y entre ellos... la planta del pie...  los talones... después hizo lo mismo con el otro pie... Al acabar, subió besando y lamiendo el interior del muslo de la otra pierna y al llegar al chocho, le dio un lametón y limpió toda la humedad, que no era poca. Josefa, se estremeció, y gimiendo, le dijo a su padre:

-Estoy lista para ser penetrada.

José puso el glande de su polla en la entrada de la vagina, y le dijo a su hija:

-Cuando quieres que pare, avisa.

José empujó y no entraba. Empujó con mas fuerza y entró la mitad de la cabeza.

Josefa estaba ardiendo.

-¡¡Más, papá¡¡

Volvió a empujar y entró la cabeza, Josefa, se quejó.

-¡Ay!

José, le preguntó.

-¿La quitó?

-No. Sigue.

Mirándo a su hija a los ojos. José le fue metiendo la polla, muy despacito, hasta que sus huevos chocaron con el culo. Josefa, al tenerla toda dentro, echó las manos alrededor del cuello de su padre, lo besó, sonrió y le dijo:

-Ya no soy virgen. Hazme el amor muy, muy despacito.

José folló a su hija con mucha delicadeza. Lo malo era que cada dos por tres tenía que parar, ya que si no paraba se corría dentro de su hija. Josefa, cuando esto pasaba, lo besaba... pero en una de ellas, le comenzó a venir a Josefa. y le dijio:

-No la quites, papa. ¡No la quites!

-¡Qué puedes quedar preñada, hija!

-¡Hay píldoras para el día después!

Y si no las hubiese era igual, sus corridas ya se estaban mezclando. Josefa y José se comieron a besos. Aquello era un millón de veces mejor que las pajas que se venía haciendo.

Cuando Josefa acabó de correrse y su padre le quitó la polla, de su coño comenzó a salir cantidad de jugo que dejaría la alfombra para tirar. Después de salir todo, le dijo Josefa a su padre:

-¡¿Todo eso es nuestro, papá?

-Más tuyo que mío, hija.

La relación padre hija acababa de empezar y sería larga, muy larga.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.