Jose y María Especial BDSM
Con la celebración de Dia Internacional del BDSM, recordamos la primera cita física que tuvieron un 24 de Julio.
Ha llegado el 24 de Julio, un día de felicidad en una cultura. Hoy es el Dia Internacional del BDSM. Si eso que mucha gente conoce por “dar cuatro azotes antes de follar” o por esa serie de novelas de ficción que pretendió dar visibilidad al BDSM y que comete más de 50 errores por capítulo.
¿Qué es el BDSM? Es una forma alternativa de vivir una parte de nuestra vida y es alternativa porque rompe con las normas establecidas en la sociedad, bien sea por parte religiosa, moral o ética. Para comenzar hay que aprender correctamente el significado de cada letra: Bondage, Disciplina, Dominación, sumisión, Sadismo y masoquismo. En la actualidad muchos “se olvidan” de la Disciplina y es un aspecto muy importante en esta cultura, pues todos los actos que rompen las normas establecidas se castigan por la falta de disciplina.
Pero también hay que aclarar el motivo por qué hoy es el Día Internacional del BDSM. Quien lleva años metido en este mundo sabe que esta fecha es singular por la alusión que hace a las relaciones 24 horas durante 7 días. Vivir la cultura del BDSM en cada momento del día.
Pero ahora vamos con lo realmente interesante, porqué este día están especial para nosotros. Pues aparte de evidente motivo de celebración, nosotros tenemos que celebrar el aniversario de nuestra primera cita física y no virtual. Una primera cita muy cargada de un simbolismo muy especial para nosotros.
Ambos estamos formados en, lo que ahora se llama, la vieja escuela. Una forma de vivir esta cultura con unas normas y protocolos que ambos respetamos. No solo está el respeto por la las normas, sino que ambos respetamos a la otra persona, tanto por su rol como por ser una persona. En nuestra relación bedesemera, yo soy Amo y María es la parte sumisa. Ambos teníamos ya nuestra experiencia particular antes de conocernos y tuvimos que adaptarnos el uno al otro.
Esa primera cita era para consolidar nuestra relación de una manera formal, tal y como mandan los protocolos. Como pareja que ha decidido permanecer juntos durante el resto de nuestras vidas realizamos este ritual como una declaración de hecho de nuestro eterno pacto. Esta ceremonia se llevó a cabo de forma privada junto con un amigo que hizo de testigo.
María llevaba en sus manos un capullo de rosa blanca, mientras que yo llevaba una rosa roja completamente abierta. Ambas rosas estaban recién cortadas, por lo que aún tenían sus espinas. Yo iba vestido con mi traje negro, mientras que María llevaba un sencillo vestido blanco.
Nos pusimos en medio de la sala, uno frente al otro, y le quité el collar a María para ponerle mi collar personalizado mientras le dije que la protegeré y guiaré por la eternidad. Con la rosa que llevaba la pinché en el dedo corazón y dejé caer dos gotas sobre su rosa. Ella me ofreció su rosa con la que me pinche en mi dedo corazón y deje caer dos gotas más sobre su rosa. Tras este momento unimos nuestras manos e hicimos nuestros votos personales.
Tras esta ceremonia procedimos a guardar las rosas en un pequeño cofre que encabeza nuestra cama en señal de nuestro compromiso. Ese momento permanecerá por siempre en nuestros pensamientos pues en el se basa nuestra relación de respeto.
Lo que no habíamos dicho aún, es que esta relación se fraguó antes de la relación sentimental, pero ese momento tan íntimo hizo que nos uniese más y que dio lugar a que pasáramos a ser pareja sentimental, manteniendo los roles de Amo/sumisa.
Hasta esa primera todas nuestras sesiones habían sido virtuales, a base de órdenes que yo me encarga de darle y ella de cumplir a rajatabla. Ella jamás había puesto en duda cada una de las órdenes que la había impuesto, a pesar de que a cada sesión se iba aumentando el nivel y la dureza de estas. Desde cosas tan básicas como colocarse pinzas en los pezones, que se azotase con la fusta en diversos sitios, acudir con ropa elegida por mí, masturbarse hasta el punto de llegar a correrse y hacerla parar durante días, y muchas más órdenes.
Pero a pesar de cumplir todas las órdenes, ambos necesitábamos pasar al momento en que yo la aplicase los premios o los castigos. Ese contacto piel con piel y ver de cerca sus sensaciones. Azotar sus carnes con la mano o con cualquier otro artilugio de los que disponía en una Caja Roja.
Al día siguiente de nuestra ceremonia, me levanté y la preparé el desayuno, pues lo que ella no sabía es que por fin tendría la tan anhelada sesión. Me encargué de despertarla y llevarla un café con leche bien cargadito con unas tostadas de pan con mantequilla y mermelada casera. Una vez que desayunamos, la mandé a la ducha y mientras se duchaba yo preparé todo para hacer realidad mis perversiones.
Cuando terminó de ducharse y secarse, yo la esperaba en la puerta con su collar y la correa. En el momento en que la puse el collar ella adoptó el papel que le correspondía, el de sumisa.
J: Ponte de rodillas, perra.
M: Si, Amo.
J: ¿Cuantas ganas tienes de que tengamos una sesión?
M: Muchas, mi Amo, no se lo puede imaginar.
J: Bien, Por ahora ponte a 4 patas que te pondré un regalito.
En cuanto se puso a cuatro patas, saqué de una bolsa un plug con una colita de perra, muy indicado para María. La hice abrir la boca para que lo lubricase y que pudiera entrar en su culo. Cuando lo chupó, se lo metí en el culo y pude comprobar lo bien que le quedaba a mi perra su nuevo adorno.
J: Ahora vete a cuatro patas a la habitación, como la perra que eres.
M: Si, Amo, lo que usted ordene.
J: Voy a darte unos fustazos y quiero que los cuentes y me los agradezcas.
Ella pensaba que la daría solo un par de fustazos, pero el corto camino que había del baño hasta el cuarto, iba a estar repleto de fustazos pues quería que llegase con el culo bien rojo.
M: Uno, mi Amo, Gracias por su premio.
M: Dos, mi Amo, Gracias por su premio.
M: Tres, mi Amo, Gracias por su premio.
M: Cuatro, mi Amo, Gracias por su premio.
J: Dime lo que eres, perra.
M: Cinco, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
M: Seis, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
M: Siete, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
M: Ocho, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
J: Abre más las piernas para andar, perra. (Empecé a azotar su coño también)
M: Nueve, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
M: Diez, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
M: Once, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
M: Doce, mi Amo. Soy su puta perra sumisa. Gracias por su premio.
J: Súbete a la cama y quedate a cuatro patas.
M: Lo que usted ordene, mi Amo.
Cuando se subió pude comprobar que su culo estaba rojo, pero también pude comprobar como su coño estaba bien brillante. Se podía ver claramente que esto la excitaba de una forma increíble, eso hacía que quisiera seguir azotándola hasta que tuviese un orgasmo en mi presencia, pero el día era muy largo y tenía muchas cosas pensadas.
Saqué de la caja un par de pinzas que estaban unidas por una cadenita y que le daba un toque muy picante. También saqué una cuerda, apta para estos juegos, y procedí a atar unos nudos alrededor de sus ubres, porque recordemos que las perras no tienen pechos sino ubres. Le di varias vueltas a sus ubres haciendo que cogiesen un bonito color moradito, y que hiciesen que sus pezones se endureciesen de manera que al colocarla las pinzas notase el dolor que estas provocaban. Ella no se quejó en ningún momento y eso es algo que me hizo sentir orgulloso, pues sabía del aguante que tiene.
A continuación, saqué una barra de separación y se la até a los tobillos, de esa manera ella no podría cerrar sus piernas y quedaría ofrecida y a mi disposición. En ese momento no pude evitar ponerla mordaza, pues no quería que los vecinos oyesen los gritos de mi perra sumisa. Una vez puesta, procedí a taparla los ojos y así privarla del sentido de la vista y hacer que no supiese que pasaría de ahí en adelante.
Empezaba lo más interesante de la sesión, así que cogí el Flogger y procedía azotarla por todo su cuerpo. Iba marcando su espalda, su culo, sus muslos y de vez en cuando sus pechos que tan sensibles estaban. El hecho de que no pudiese ver lo que yo iba a hacer, la mantenía a ella en unos niveles de excitación que no podía ocultar. Llevaba 15 minutos azotándola cuando vi como su coño se abría como una flor mostrando su dulce néctar. Pasé los dedos por su coño y aproveché que estaba tan abierto para meterlos sin previo aviso hasta el fondo. Se los acerqué hasta su nariz para que aumentar su excitación y para que comprobase lo que estaba causando la sesión.
J: Mira como estás, sucia y asquerosa perra.
M: Lo siento, mi Amo.
J: Tan solo 15 minutos y ya babeas como una puta perra. ¿Crees que tengo que premiarte o mereces un castigo?
M: Mi señor, usted es mi Amo. Usted sabe que es lo mejor para esta perra.
J: Así es, te educaré como a mí me gusta. Te voy a convertir en la más perra de todas y haré que cada vez que pienses, lo hagas como sumisa en todos los aspectos de tu vida junto a mí, pero que seas una mujer fuerte que no se deja avasallar por nadie. ¿Queda claro?
M: Si, mi Amo. Gracias por convertirme en alguien mejor.
La puse unos auriculares con música para privarla de otro de sus sentidos. Ahora ya ni veía ni oía, así que mi ventaja era mayor y podría pillarla con sorpresa. Mi siguiente paso fue ponerme tras ella y azotarla. Mi plan no era solamente azotar su culo, sino que repartiría nuevamente por su coño y sus ubres. Sentir en tus manos como tiembla la carne en el momento del azote es algo que hay que vivirlo para poder explicarlo. Empecé con azotes suaves, casi como caricias, pero sin previo aviso mi mano la azotaba con fuerza y notaba como reaccionaba su cuerpo. Su piel iba adquiriendo un bonito color que contrastaba con su habitual piel blanca, típica de una pelirroja, algo que hacía que mi propia excitación aumentase.
Tras una buena dosis de azotes, procedí a quitar la cuerda de sus ubres y que recuperasen su color habitual. Todo prácticamente de BDSM tiene que tener conocimientos del SSC (Sensato, Seguro y Consensuado) y saber en que momento ha de parar una de las prácticas. Una vez que la quité la cuerda, tuve la mala idea de tirar de esa cadenita que torturaba sus pezones. Para hacerlo más interesante ese momento, la azoté con la pala, algo que ella no se esperaba. Estaba notando el dolor por dos lados al mismo tiempo y eso hacía su coño aun chorrease más jugos.
Tras esos momentos decidí parar ya que llevábamos casi una hora de sesión y era momento de finalizarla por hoy. La desaté de la barra, y aprovechando la postura y la excitación que ambos teníamos procedí a follarla sin previo aviso hasta arrancarla un orgasmo tan potente que terminó mojando la cama. En ese momento la quité los auriculares, el antifaz y la mordaza. La llevé al baño y la ordené que se pusiese de rodillas en la ducha, pues tenía ganas de marcarla con mi orina. Ella recibió gustosamente mi meada, incluso abrió la boca para beberse lo que caía en ella.
Tras quitarla el plug, nos dimos una ducha y la lleve a la cama de nuevo para aplicar los cuidados necesarios tras una sesión, lo que se conoce como Aftercare, cumpliendo así el protocolo.
Tras descansar un poco, hicimos el amor en una situación de complicidad, de intimidad y de conexión tras una sesión. Fue una primera cita que recordaremos por siempre y que hace que este día sea tan importante para nosotros. Feliz Día Internacional del BDSM.