Jornada familiar en la playa (2)
El calor del verano y de sus entrepiernas hace que mi madre y mi tía se muestren mucho despendoladas en la playa de lo que yo hubiera imaginado. Mi tío, mi primo y yo mismo, nos aprovechamos de ello.
Tras el sorprendente y atrevido sobeteo de tetas que mi tío y mi primo le habían dado a mi madre, con la total aceptación de esta, yo había hecho acopio de valor para preguntarle a mi madre si también podía tocarle sus deliciosas tetas. Ella se giró hacia mí (al girarse y mirar hacia arriba, por cierto, permitió que todos viéramos más claramente sus tetas, especialmente la derecha, que era del lado que se había vuelto para mirarme) y desde aquella posición, medio tumbada sobre su toalla de playa, me miró con una mezcla de sorpresa y yo diría que a la vez lascivia por mi interés en acariciarle las tetas y me dijo con voz dulce y melosa a la vez que con evidente desparpajo:
-Claro, cariño. ¿También a ti te apetece tocarle las tetas a tu madre? Pues toca, hijo, toca. Si me las tocan éstos dos porque no me las ibas a tocar tú... Pero discretamente y que no se note mucho, que mira donde estamos ¿eh, mi amor?
Era realmente alucinante; mi madre me estaba dando vía libre para que le tocara las tetas aunque me pedía discreción ya que estábamos en la playa. Pero por otro lado no parecía importarle en absoluto que de aquella caricia en sus tetas que me disponía a hacerle, fueran testigos mi tía, mi tío y mi primo. Y eso, esa disponibilidad suya para semejante acción allí, entre todos, me excitaba si cabe aún mas que el propio hecho de estar a punto de sobarle las tetas a mi madre.
Yo entonces tragué saliva no sin dificultad, y arrodillándome delante de ella, le agarré ambos pechos con las dos manos y se los acaricié y apreté un poco mientras mi tía decía divertida:
-Mira, mira cómo se deja tocar las tetas la muy cachonda. ¡Y por todos, hasta por su propio hijo!
-¡Uy, y por qué no me las va a tocar mi hijo si me las toca el tuyo y también tu marido! –repuso mi madre riendo.
-Y a ti ya te las tocaremos, mamá, no te creas –le dijo Pedro a mi tía también riendo y provocando la carcajada general. Entonces yo ya dejé de tocarle las tetas a mi madre y ella se recompuso el bikini riendo mientras decía:
-Bueno, pues ya me habéis visto las tetas; satisfechos ¿no?
Cuando pensábamos que aquella exhibición ya había terminado mi tío volvió a echarse crema protectora en la mano y siguió extendiéndosela a mi madre por la parte de atrás de los muslos, tal como estaba ésta tumbada boca abajo sobre la toalla, llegando enseguida a las opulentas nalgas de la mujer. A la vez que le extendía la crema fue desplazando la braguita del bikini hasta dejársela completamente metida entre las nalgas de modo que parecía que mi madre llevara un bikini tipo tanga aunque no era precisamente ese el caso ya que tanto el bikini de mi madre como el de mi tía, que estrenaban aquel día, eran absolutamente convencionales e incluso sosos. Con las maniobras de mi tío, tomando como pretexto la crema de sol, las estupendas nalgazas de mi madre habían quedado enteramente ante nuestros ojos mientras mi tío se las sobaba con total impunidad y ante nosotros. Mi madre se dejaba hacer de forma complaciente y en un momento dado mi tío le levantó un poco la tela que tenía completamente entre las nalgas permitiéndonos ver algo de la abundante pelambrera que mi madre tiene en la entrepierna.
-Mirad, chicos, mirad aquí. –nos dijo a nosotros mi tío.
Todos miramos la parte del chocho de mi madre que las maniobras de mi tío habían dejado al descubierto.
-Bueno, bueno –dijo entonces ella con buen humor y sin ninguna urgencia ni reproche,- eso no hará falta ni enseñarlo ni mucho menos darle crema, que ahí no creo que me vaya a dar el sol...
A mí toda aquella situación me estaba sorprendiendo bastante pues si bien ya sabía que mi madre y mi tía eran bastante animadas cuando la situación se tornaba un poco picante, siempre pensé que se cortarían más, máxime estando ante mi primo y yo, sus hijos. Por su parte la actitud de mi tío sí cuadraba más con lo que conocía de él desde siempre. Éste toda la vida ha sido muy cachondo, muy bromista con cosas de sexo y desde luego muy atrevido con las mujeres, incluidas las de la familia, a las que no se corta en exceso a la hora de piropearlas o incluso de meterles mano con cierto disimulo aunque sea en público, tal como ahora acababa de hacer con mi madre. Yo me alegraba en cualquier caso de que la reacción de mi madre fuera la que estaba siendo y que además no le importara que yo fuera testigo de aquellos jueguecitos, que si bien en el coche habían empezado como simples bromas, ahora ya, con aquellos descarados manoseos y hasta exhibiciones de anatomía íntima, aunque fuera con mucho disimulo, no iban teniendo nada de inocentes.
Todos reímos y luego mi tío me dijo a mí que también le diera crema en las nalgas a su mujer, no se le fueran a pelar. Yo para entonces ya estaba con la polla como un mástil y me di cuenta de que no era el único. A través de sus bañadores, tanto mi primo Pedro como de hecho también mi tío mostraban unas más que evidentes erecciones.
Siguiendo las indicaciones de mi tío le empecé a dar crema en las nalgas a mi tía de la misma forma que había hecho el antes con mi madre de modo que enseguida la braguita del bikini de mi tía estaba completamente oculta entre sus abundantes nalgas. Ella estaba a cuatro patas sobre la toalla y su culazo en pompa era un argumento más para aumentar nuestra ya considerable erección. A mí me daba un poco de corte todo aquello, así que, tonto de mí, no estuve mucho rato extendiéndole la crema en los muslos y las caderas a mi tía. Me gustaba y me excitaba, por supuesto, pero me daba corte parecer demasiado insistente o que me pudieran llamar la atención. Cuando terminé de darle crema en las nalgas ante la atenta mirada de los demás, mi madre, sorprendiéndonos creo que a todos, hizo como antes había hecho mi tío con ella. Le levantó a mi tía el bikini lo suficiente para que se le viera brevemente el chocho y hasta el agujero del culo por detrás al tiempo que decía con total desparpajo y desvergüenza:
-Venga, Diana, enséñales tú también el chichi un poco, mujer.
Todos reímos mientras ya las dos mujeres se recomponían sus bikinis.
Luego ya nos quedamos todos un rato tranquilos, aunque supongo que la tranquilidad era aparente y por dentro todos estábamos más bien excitados. Estuvimos un poco los cinco descansando sobre las toallas y al rato mi madre y mi tía sugirieron dar un paseo sobre la arena. Cuando las dos mujeres se dispusieron a dar su paseo bajo el sol, Pedro y yo nos ofrecimos a acompañarlas mientras mi tío se quedaba tumbado a la sombra. Cuando ya mi madre y mi tía habían empezado a andar y se habían alejado unos metros mientras mi primo y yo nos incorporábamos de las toallas, mi tío nos dijo:
-Mientras paseáis con vuestras madres yo me quedaré aquí alegrando la vista. –Y con un guiño nos hizo un ademán señalándonos un par de chicas jovencitas que se habían situado no muy lejos de nosotros y que mostraban sus turgentes tetas mientras tomaban el sol
Le dijimos riendo que no tenía remedio y ya nos fuimos corriendo hasta alcanzar a nuestras madres. Mientras andábamos mi tía nos decía:
-¿No os da vergüenza que os vean con dos viejas como nosotras?
Nosotros aprovechamos para piropearlas diciéndoles que todo lo contrario, nos gustaba ir con ellas y que eran unas mujeres muy atractivas para presumir de su compañía. Ellas se reían divertidas y complacidas y nosotros insistíamos repitiéndoles que a nosotros nos gustaban maduritas y que estábamos muy orgullosos de ir con dos hembras jamonas y macizas como ellas. Luego, cuando nos metimos en el mar con ellas, aprovechamos para, mientras jugábamos, tocarles el culo y las tetas sobre el bikini mientras ellas reían divertidas y halagadas. Esos jueguecitos a mí me daban corte pero como mi primo, más lanzado que yo, y habida cuenta de todo lo que venía sucediendo desde que salimos de casa, enseguida empezó a jugar con mi madre con caricias y toqueteos, yo me fui animando y también, entre zambullida y zambullida, le tocaba el culo a la tía Diana. Y no nos conformamos cada con toquetear a nuestra respectiva tía sino que también nos atrevimos a acariciar con suaves palmadas y a modo de juego a nuestras propias madres sin que ellas nos recriminaran en ningún momento nuestro descarado proceder. Nos divertimos mucho bañándonos con ellas y ellas también parecían disfrutar con nuestros juegos, cada vez más atrevidos. Después volvimos donde mi tío a tumbarnos un rato todos bajo el sol y luego, cuando se acercaba el mediodía, ya nos fuimos a comer a un pinar cercano.
Cuando empezamos a subir hasta el pequeño pinar que había cerca de la playa para comer a la sombra y descansar un poco de la mañana de playa, Pedro, su madre y yo íbamos en cabeza mientras mi tío y mi madre se iban quedando un poco más atrás. Pedro y yo le íbamos diciendo a su madre que si se ponía en top-less en la playa iba a ser la tía que más miradas atrajera. Ella se reía y nos decía que íbamos a acabar convenciéndola para que enseñara las tetas en la playa. Yo creo que mi primo estaba preparando el terreno para acabar diciéndole a su madre que nos mostrara las tetas y esa idea me ponía cachondo perdido. Y eso además me hacía pensar que también se lo podríamos pedir a mi madre y la idea de verla con las tetas al aire pero en condiciones, no como antes cuando se quitó el bikini sobre la toalla, me ponía cachondo por completo.
En un momento dado miramos hacia atrás para ver dónde venían mi madre y mi tío. Estos estaban como a unos cuarenta metros por detrás de nosotros y pudimos ver, con cierta sorpresa, que ambos estaban morreando mientras mi tío le sobaba las tetas a mi madre con la mano por dentro del bikini.
-Mirad el cabronazo ese, no pierde ocasión. –Dijo mi tía pero, sorprendentemente al menos para mí, sin ningún asomo de enojo a pesar de que su marido estaba besando y metiéndole mano a otra mujer. De hecho mi tía parecía más bien divertida con la situación.
Yo con toda la calentura que llevaba, y después de ver, aunque fuera desde lejos, a mi madre morreando con mi tío, ya me atrevía a todo así que casi me sorprendí a mí mismo oyéndome decir:
-Pues tendremos que hacer nosotros lo mismo; no perder ocasión ¿eh, tía?
Y entonces, pasándole la mano sobre los hombros, me atreví a tocarle una de sus inmensas tetas. No sabía cuál iba a ser la reacción de mi tía. Todo lo que llevaba pasando durante toda la mañana daba pie a pensar que no se molestaría pero uno nunca sabe cuando una mujer cambia radicalmente de forma de ver las cosas. Afortunadamente mi tía seguía en plan favorable a todas aquellas cosas así que mi decidida caricia en su teta no se si le sorprendió pero desde luego no le molestó, de hecho me dio un piquito y me guiño un ojo a lo que yo le respondí con otro piquito y un pellizco en su gordo pezón aunque sobre el bikini haciendo que ella riera complacida. Pedro tampoco dejó pasar la oportunidad y a pesar de tratarse de su madre le empezó a tocar sobre el bikini la otra teta mientras decía:
-Eso, eso, no hay que perder la ocasión.
-¡Hijo, pero a tu madre le tocas las tetas!
-¿Y por qué no? Si las tienes así de buenas... Ahora que si te molesta...
-No hijo, no. ¡No me molesta nada de nada! –Exclamó mi tía divertida y halagada.
A mí me habían gustado los dos piquitos que nos habíamos dado antes mi tía y yo así que busqué uno nuevo acercándome a sus labios. Pero esta vez, para mis sorpresa, mi tía no se conformó con un pico y, aunque estaba allí mismo sobándole una teta su hijo, sacó la lengua y me la metió en la boca dándome un morreo que me dejó realmente derretido.
-¿Te gusta besar a una vieja? –Me dijo dándome otro piquito.
-¡Me encanta besarte, tía! –Le respondí.
-Tú no te me vayas a poner celoso –le dijo entonces a su hijo volviéndose hacia él y dándole otro piquito que mi propio primo, en un alarde incestuoso que me puso la polla a reventar, convirtió en un muerdo al que su madre respondió con total naturalidad y entusiasmo.
Todos reímos y seguimos andando así por el sendero del pinar, magreándole las tetas entre los dos y alternando piquitos y morreos, también los dos, con mi caliente tía.
Minutos después yo, que llevaba toda la mañana en estado de permanente excitación, ya no pude aguantar más mis ganas de mear y me quedé detrás de unos arbustos para ver si se me bajaba un poco la erección y así podía mear por fin mientras mi tía y Pedro seguían caminando por el pinar hacia la zona a la que nos dirigíamos. Con grandes esfuerzos para concentrarme en algo que no tuviera nada que ver con la mañana tan caliente que estábamos teniendo, aunque me costó un rato, logré por fin que se me bajara la erección y pude mear a gusto. Cuando ya me disponía a incorporarme al camino para seguir a mi tía y a Pedro pude oír a mi madre y a mi tío que se acercaban:
-¿Pero a ti que tienes a mano todos los días las tetazas de tu mujer, de verdad te gusta tocarme las mías, que las tengo bastante más pequeñas? –Le decía mi madre a mi tío con un tono coqueto y a la vez sensual.
-Ya, tiene buenas tetas Diana y las disfruto mucho, pero… todos los días sopa... de vez en cuando apetece arroz. –Le respondió mi tío mientras sus manos apretaban con ganas las colgonas tetas de mi madre sin que ésta hiciera nada por evitar el magreo de su cuñado-. A ti también te pasará lo mismo; también tienes a tu marido en casa pero de vez en cuanto te gustará que otro te toque las tetas o el coño, no me digas que no.
Los dos rieron divertidos y excitados y me sorprendió en cierta manera que mi madre no contestara a lo que le había dicho su cuñado sino que se riera, como dando por buena la tesis que él acababa de exponer. Pero es que, tras un nuevo morreo, mi tío le volvió a decir a mi madre mientras le sobaba una teta por dentro del bikini:
-Así que tu marido no sabe todo lo zorrita que es su mujer, ¿no?
-Pues hombre, -respondió mi madre de nuevo con aquel tono coqueto;- yo quiero mucho a mi marido, desde luego, pero si alguna vez se presenta la oportunidad de tener una aventurita discreta…
Volvieron a pararse para darse otro morreo y en ese momento yo salí de detrás del arbusto. Me vieron y yo les guiñé. Mi madre me miró con cierto tono de aprensión quizá sospechando que le hubiese oído decir aquello sobre lo dispuesta que estaba a tener aventuristas discretas. Yo entonces, mirándola a ella directamente a los ojos, volví a guiñarle el ojo y a asentir aprobadoramente, cosa que tuvo un inmediato efecto en mi madre, que relajó el semblante y también me guiñó. Y ya sin decirles nada seguí para adelante dejándoles besándose.
Cuando llegué de nuevo donde mi tía y mi primo les dije que los detrás venían muy entretenidos y que tardarían en llegar. Nos volvimos para ver si nos seguían y los vimos relativamente lejos riendo, besándose y tocándose. Entonces Pedro dijo que les iba a esperar para subir con ellos y ver lo que pasaba con mi madre. Yo le guiñé y le dije con doble sentido:
-Bueno, pues ya sabes, préstale atenciones a mi madre, que estará encantada. Y eso, todo para arriba.
Mi tía y yo seguimos andando y yo para entonces, ya sin ningún miramiento y menos tras lo que había visto que venía sucediendo entre mi madre y mi tío, y dado que en aquellos parajes estábamos cada vez más solos pues sólo nos cruzábamos de vez en cuando con alguna pareja que también había decidido subir al pinar para comer, le empecé a tocar las tetas por dentro del bikini a mi tía Diana mientras le reiteraba que lo que más me gustaban eran las maduritas como ella y que sus tetazas me parecían de lo más apetitosas. En un momento dado, tras comprobar que no había nadie cerca, y con sus tremendas mamas ya completamente por encima del sostén del bikini, me agaché y le empecé a mamar un pezón con ganas haciendo que ella gimiera de gusto. Tras esa intensa aunque breve lamida de pezón, cuando me incorporé, mi tía me dio un morreo de escándalo metiéndome la lengua con verdadera ansia hasta la campanilla.
-¡Ay, qué cachonda me pone gustarle a un jovencito como tú! –Y volvió a darme otro morreo bestial mientras me sobaba la polla por encima del bañador.
Luego seguimos andando y al rato nos giramos para ver si el otro trío nos seguía. Estaban como a unos 60 metros y parecía que los dos hombres, uno a cada lado de mi madre, aprovechando lo solitario del paraje se iban cuidando de las tetas y seguramente de más partes de la anatomía de mi madre mientras subían por el estrecho camino.
Mi tía y yo nos miramos, sonreímos de forma cómplice y yo volví a tocarle las tetas y también el culo amasándole la parte de sus nalgas que dejaba al descubierto la braguita del bikini. Entonces mi tía me indicó que nos desviáramos un poco hasta quedar detrás de un arbusto al lado del camino. Allí, acuclillándose, me bajó el bañador y agarrando mi tremendamente empinado cipote me empezó a hacer una mamada de escándalo. A pesar de cómo estaban encaminadas las cosas nos dio miedo de que los otros nos encontraran así ya que una cosa era hacer comentarios verdes, enseñar un poco las tetas y hasta meterles un poco de mano en ellas a las mujeres y otra mucho más seria que mi tía y yo fuéramos sorprendidos por su hijo, su marido y mi madre mientras me hacía nada menos que una mamada. Seguramente no hubiera pasado nada pero lo cierto es que nos dio un cierto corte a ambos y antes de que yo me corriera dejamos la mamada y nos reincorporamos al camino.
-Ya acabaremos más tarde –me dijo mi tía con una mirada llena de vicio y lujuria y todavía con las tetas al aire-. Que tu tía no deja a medias estas cosas, ya verás.
Finalmente llegamos al sitio en el que íbamos a comer, bajo unos pinos y sobre una pradera. Extendimos las toallas y nos sentamos esperando a que llegaran los otros tres. Mientras, para amenizar la espera, mi tía y yo, tumbados sobre las toallas, nos dimos también unos buenos morreos mientras mis manos volvieron a recorrer sus tremendas tetas y las suyas mis huevos.
-¿De verdad te gusta besarme? –me preguntaba ella.
-No sabes cuánto tía. Me encanta besarte, tocarte, verte... todo. Eres mi tipo de hembra; ya te lo digo. Ye voy a confesar una cosa, tía: más de una y más de dos pajas ya me he hecho pensando en ti, no te creas.
-Ja, ja, ja… -rio ella divertida y evidentemente complacida.- Ese es el mejor piropo que me podías dedicar, sobrinito. Esa sí que es la prueba de que te gusto de verdad.
Y me volvió a dar otro tremendo morreo en señal de agradecimiento por mi confesión.
Y así estábamos cuando llegaron los otros tres. Mi madre iba en el centro y ellos la agarraban de las caderas uno a cada lado. Su sujetador del bikini estaba decididamente descolocado hasta el punto de que uno de sus pezones se veía casi por completo. Cuando se dispuso a sentarse pude ver que la braguita por detrás estaba prácticamente metida entre sus nalgas, señal inequívoca de que su culo había sido convenientemente manoseado por los dos hombres.
Antes de comer mi tía quiso ir a mear y nos pidió que alguno la acompañáramos para vigilar y que pudiera mear tranquila. Mi tío y Pedro me indicaron a mí que la acompañara.
-Que si voy yo y luego tardamos a ver qué vais a pensar –dijo Pedro riendo aunque era del todo obvio para todos que más que mi disipar sospechas sobre cualquier posible actitud pecaminosa de Pedro con su madre, lo que mi primo quería era volver a quedarse, en compañía de su padre, a solas con mi madre probablemente para seguir morreándola y metiéndole mano entre los dos.
Yo acompañé a mi tía y esta al mear me enseñó sin problemas su estupendo y velludo coñazo. Yo se lo piropeé y ella, tal como estaba y dado que yo estaba enfrente de ella me agarró el bañador y tirando de él hacia abajo me dejó con la polla, completamente empinada al aire.
-Vamos a acabar lo que empezamos antes.
Y entonces mi tía se puso de rodillas sobre el césped pero con la braguita del bikini aún bajada y por tanto con el felpudo al aire y me empezó a sobar la polla cascándome una paja en toda regla. Mi tía manoseaba mi humedísimo cipote proporcionándome un tremendo placer. Yo le metí la mano por debajo del bikini y le empecé a sobar las tetas mientras disfrutaba tremendamente de la paja que me estaba haciendo con tremenda maestría mi propia tía.
En esto estábamos cuando aparecieron allí mismo Pedro y mi madre, que también habían ido a mear. Tanto mi tía como yo nos quedamos completamente cortados pero mi madre enseguida solventó la embarazosa situación diciendo:
-Mira estos, aquí el que no corre vuela.
Mi madre sonreía más divertida que sorprendida mientras ella misma se acuclillaba y se bajaba la braga del bikini para mear mostrando sin problema también ante nosotros su peludo chochazo. Mi tía y yo paramos ella de masturbarme y yo de tocarle las tetas pero mi madre, cuando hubo acabado de mear y aún con la braga del bikini en los tobillos, le dijo a Pedro mientras le tocaba la polla sobre el bañador:
-Tú ya me has visto las tetas y hasta me las has tocado, y yo también quiero ver y tocar esto ¿no te parece? Además si estos dos están en lo mismo no veo por qué nosotros íbamos a tener que cortarnos ¿no?
Entonces le atrajo más hacia ella y bajándole el bañador, ni corta ni perezosa, se puso a masajearle la polla con ganas mientras él decía:
-Joder, tía. Nunca hubiera imaginado que tú me la ibas a cascar así de bien aunque con lo cachondo que me tienes reconozco que ganas ya tenía, ya. Sigue, sigue zorra, que lo haces de miedo, putona.
Entonces mi tía tampoco se cortó ni un pelo y retomó su labor en mi polla para enseguida engullir mi cipote y proseguir la mamada que había iniciado antes en el camino hacia el pinar. Enseguida mi madre también decidió que con la boca le daría mayor placer a Pedro y transformó la paja en una mamada espectacular. Ni Pedro ni yo aguantamos mucho y nos corrimos con ganas en las bocas de las dos calentorras maduras, cada uno en la boca de la madre del otro.
Cuando acabamos, mi madre me miró y me dijo:
-¿Qué te ha parecido, cariño?
-Pues me ha parecido que la debes chupar de miedo, mamá.
-Ja, ja, ja –estalló ella en una carcajada al unísono con mi tía-. No, tonto; me refería a qué te ha parecido que… bueno, que hayamos hecho esto, que yo le haya hecho a tu primo…
-Ya, mamá –le contesté yo riendo y dándole un piquito.- Ya se que te referías a eso, mujer. Y me ha parecido genial, ya lo sabes.
-Hijo, pensarás que tu madre es una…
-Una calentorra, y me encanta que lo seas y que disfrutes con ese cuerpazo que tienes, maciza. –Le interrumpí yo guiñándole un ojo.
-Eres un sol, hijo. –Respondió ella dándome otro piquito. Entonces, volviéndose hacia mi primo Pedro, le dio un breve morreo y le dijo:
-Sobrinito, que sepas que me ha gustado mucho que me antes me hayas llamado putona, ji, ji, ji… Me gusta que me digan esas cosas. Y también me ha gustado que mi hijo me diga ahora que soy una calentorra, ja, ja, ja… -Y ahora fui yo al que mi madre dio un breve morreo, pero con lengua, cosa que a mí me excitó una barbaridad.
Todos reímos y yo le di a mi madre una aprobadora palmada en su gordo culo.
Cuando ya volvíamos al lugar en el que habíamos extendido las toallas y donde se había quedado mi tío, mi tía dijo:
-Bueno, de esto no le digáis nada ahora al otro, que aunque parece que el muy calentorro traga con todo con tal de meterle mano a Carmela, nunca se sabe.
Cuando llegamos a donde mi tío nos sentamos todos en las toallas y nos comimos los bocadillos entre chistes y comentarios picantes y luego nos dispusimos a echar una siestecita mientras el sol estaba alto. La idea era bajar a la playa cuando ya el calor fuera menos riguroso. Mi madre se tumbó bajo un árbol en el que daba un cierto sol y sombra entre las hojas, a unos 15 ó 20 metros de nosotros, y al poco rato mi tío se fue también hacia allí con su toalla.
Pedro, su madre y yo nos fuimos al lado de otro arbusto desde donde teóricamente no se veía a la otra pareja pero de hecho, entre el follaje se veía todo perfectamente. Enseguida vimos como mi tío empezaba a sobar las tetas de mi madre dejándola sin sujetador y empezando a chupárselas. Ella gemía y profería risitas ahogadas y él enseguida le empezó a meter mano al coño bajo la braga del bikini. Luego él se quitó el bañador y tras decirle algo al oído a mi madre ésta se rió y poniéndose a cuatro patas le empezó a mamar la polla con ganas. Después mi tío le debió indicar que se quitara la braguita del bikini y ella obedeció enseguida. Inmediatamente después mi tío se situó detrás de mi madre y así, estando ella a cuatro patas, se la metió en todo el chocho empezando a follarla suavemente haciendo gemir de gusto y placer a la cachonda madura.
-Mira los muy cabronazos, cómo se lo pasan. No se cortan un pelo en ponerse a joder ahí teniendo en cuenta que podemos verlos en cualquier momento-. Dijo mi tía con lujuria en la expresión y en los ojos.
Nosotros señalamos que en nuestra opinión hacían bien y mi tía, riéndose con picardía, me preguntó si no me parecía mal ver a mi madre follando con mi tío. Yo le dije que todo lo contrario. Que me parecía estupendo que se lo pasara lo mejor que pudiera y en cuanto a lo de verla añadí:
-Y verla ahí en pelotas y a cuatro patas la verdad es que me gusta. Aunque sea mi madre hay que reconocer que verla en ese plan es de lo más excitante, con el culo en pompa, las tetas colgando y un tío dándole rabo.
-Es que tu madre está muy buena; es una jamona maciza de cojones –intervino mi primo.
-Ya lo creo –le apoyé yo.- ¡Menudo culazo! ¡Y cómo se mueve la muy cachonda!
Los tres reímos y mi primo señaló, medio en broma, que él también estaba tan cachondo que estaba tentado de ir a pedir la vez para follarse a mi madre.
-Oye, que la que también está buena de cojones es tu madre, ¿eh? –le dije yo a mi primo mientras le repasaba a mi tía todo su culazo con la mano por encima del bikini. Ella sonrió complacida y como estaba en el medio de los dos lo que hizo para agradecer nuestras palabras fue darnos un morreo a cada uno, a su hijo también, haciendo gala además de lo bien que manejaba su larga y babosa lengua.
-¿Y a ti, tía; también te apetece un polvito? –me atreví entonces a decir yo metiéndole la mano directamente al coño a mi tía por dentro del bikini y encontrándoselo tremendamente mojado.
-Pues la verdad es que sí, ya lo creo –dijo mi tía aunque mirando con cierta aprensión a su hijo ante mi propuesta. Este sin embargo, dándole un cachete en el culo le dijo:
-Pues venga, mamá, que te eche un buen polvo tu sobrino. Yo ya miro y si me apetece me casco una paja, que me pone muy cachondo verter jodiendo y portándote como una putona, como antes cuando la mamada. Me encanta tener una madre tan cachonda y tan golfa. Venga, no seáis tontos, no os cortéis. Por aquí no pasa nadie así que…
-¡Ay que ver cómo sois! –decía mi tía mientras yo la seguía sobando-. ¡Hasta os parece bien ver a vuestra propia madre en pelotas y jodiendo! ¡Ya hay que ser vicioso, eh!
-Pues un poco viciosillos sí que somos, sí –contestó Pedro riendo-. Y si vosotras también sois así de golfillas y estáis tan buenas pues qué vamos a hacer... Tratar de veros en pelotas todo lo que podamos.
-Bueno, tratar de ver y tratar de más cosas dije yo provocando la sonrisa pícara por parte de todos.
Así las cosas, entre los dos desnudamos a mi tía. De hecho, Pedro, a pesar de tratarse de su madre no se cortó y le metió mano a base de bien en las tetas y también en el conejo mientras la desnudábamos.
-Vaya felpudo más bueno tienes, mamá. –Le decía mientras se lo sobaba sin miramiento alguno.
-¿Os gusta el chichi peludito de esta vieja, cabroncetes? –Decía ella coqueta mientras su hijo le manoseaba todo el chocho.- Cuando era joven lo tenía todavía más peludo.
-Claro que nos gusta –le contesté yo dándole otro morreo y metiéndole mano por detrás, por toda la raja del culo hasta llegar a su chochete.
A continuación la pusimos a cuatro patas y yo enseguida se la enchufé situado detrás de mi jamona tía empezando a joderla con ganas. Pedro se puso delante de su madre y se empezó a acariciar la polla mientras le decía a su madre:
-Menudo par de putas estáis hechas las dos y nosotros sin enterarnos hasta ahora ¿eh? Que si lo llegamos a saber antes os tenemos bien jodidas a las dos desde hace tiempo aunque seáis nuestras madres. Yo desde luego no pienso acabar el día de hoy sin haberme cepillado a la guarra de la tía Carmela.
-Pues hasta que te jodes a mi madre, que ahora tiene el chocho ocupado, ¿por qué no se la metes en la boca a la tuya mientras yo le taladro el chocho? -Lancé yo como propuesta viendo que había posibilidades de que tanto mi tía como mi primo no tuvieran problemas en llevar a cabo aquel comportamiento incestuoso.
Mi propuesta tuvo éxito. Parecía que era lo que estaban esperando los dos para lanzarse a algo que sin duda les apetecía. Los dos se miraron con picardía y lujuria y sin decirse nada mi tía le indicó a su hijo que se acercara y cogiéndole la polla con una mano se la metió en la boca para empezar a chupársela con ganas mientras volvía a apoyar la mano en el suelo quedándose a cuatro patas mientras yo la jodía por el coño desde atrás y ella se la mamaba a su hijo puesto frente a ella. Pedro a su vez no perdió ocasión de amasar las tremendas tetazas de su madre, que colgaban como campanas dada la postura de la caliente hembra.
-¡Joder, mamá, joder, mamá, cómo la chupas! –decía mi primo completamente salido.
Estábamos en plena jodienda cuando empezamos a oír a mi madre gritando de placer debido sin duda a un orgasmo que acababa de experimentar. Esto creo que nos calentó a todos aún más y Pedro ya no pudo aguantar más y estalló en un tremenda corrida en la boca de su madre. Acto seguido ésta empezó también a chillar como una cerda ante la llegada de su orgasmo y aún tuvo tiempo de tener un segundo orgasmo casi seguido del anterior en el momento en que yo, entre fuertes resoplidos, me corrí abundantemente y con enorme placer en su peludo conejazo.
Instantes después apareció donde nosotros mi madre; llevaba sólo puesta la braga del bikini y por tanto lucía las tetas al aire sin ningún recato. Nosotros, por nuestra parte estábamos los tres completamente en pelotas y a nada que mi madre se fijara no le debió resultar nada difícil ver restos de semen en nuestras pollas y sobre el cuerpo de su cuñada.
-¿Qué tal la siesta? –nos dijo con socarronería.
La jornada de playa continuará….