Jorge, Samuel y los demás (2/3)

Segunda parte de la historia de las duchas, pasivas y pollones.

El culazo de Samuel me esperaba. Mi profesor aún lo mantenía presionado contra la pared y yo, pese a haberme corrido, no podía evitar volver a estar erecto. Me acerqué a Samuel y le agarré el culo por la parte más baja, acariciándolo y abriéndoselo. Éste, pasiva al doscientos por cien, lo puso en pompa, rebajando las manos de mi profesor hasta su nueva posición, y dejándome aquel olor que solo los culos proporcionan ante mi agachada cabeza. Él, con la cara empotraba contra la pared y con las manos en ésta, preparado para ser follado, me ponía a mil.

-Joder… -dijo mi profesor, excitado, mientras le volvía a palmear los glúteos con fuerza.

Samuel gritó y Jorge le pegó una colleja.

Me escupí en el dedo y me dirigí al ano de Samuel, pero Jorge me miró cortante y me dijo:

-No le dilates.

Me escupí entonces en la polla y dirigí la punta al culo de mi compañero, que gritaba por el dolor que le íbamos a provocar. Pero apenas le oía, pues mi profesor le tapaba fuertemente la boca con las manos. La punta se hizo paso entre sus glúteos y tras hacer una presión leve, comenzó a introducirse más al fondo. Me dolía ligeramente porque aquello estaba demasiado cerrado, pero escupí desde donde estaba y continué metiéndola cuan larga era hasta haberla introducido completamente.

Aquello era la gloria. Mientras Samuel gritaba como una cerda yo se la metía y disfrutaba follándomelo mientras le agarraba el culo y se lo abría y acariciaba. Mi profesor me miraba con unos ojos de loco cachondo que me ponían más a cien, y utilizando ese contacto que teníamos, me follé el culo de Samuel mirándole a los ojos, dedicándole aquel polvo. Jorge, que aún sujetaba la boca y nuca de Samuel contra la pared, separó la mano correspondiente a la nuca y se comenzó a acariciar los huevos. Me dieron unas ganas brutas de comérselos.

Continué metiéndosela a Samuel. Su culo estaba menos prieto y yo estaba más cómodo, explorándole. De vez en cuando, y sin apenas darme cuenta, cerraba los ojos y notaba aquella sensación previa a correrme, pero enseguida le agarraba fuertemente de los glúteos y me ponía a cabalgarlo como se merecía. Mi pene entraba y salía, se rebozaba en aquel agujero y bailaba, destrozándole. Mi profesor, desde hacía rato erecto de nuevo con su pollón, se pajeaba con la vista fija en la entrada y salida de mis 20 centímetros.

-¿Qué? –le dije, a duras penas entre jadeo y jadeo.

-Nada, tú sigue. –Lo dijo acompañándolo de un gesto de la mano con la que se pajeaba, tranquilizador.

Yo no paraba de golpear a Samuel. Me lo estaba follando como tantos años llevaba queriendo y como tanto tiempo llevaba sin follar: a lo salvaje. Él estaba disfrutando como una zorra una vez el dolor remitió. Ya contra la pared, pues había alcanzado una fuerza brutal, golpeaba su cabeza contra ésta y me pidió que parase entre los dedos de mi profesor.

Jorge tuvo el detalle de retirarlos un momento.

-Por favor, me voy a hacer sangre al final –suplicó.

Antes de que contestase, noté cómo Jorge me miraba sonriendo. Y yo lo entendí.

Le volvió a tapar la boca y yo le follé más fuerte, mientras mi profesor me ayudaba a abrir el ano de Samuel con la mano libre, y él gritaba y lloraba y se empotraba contra la pared, y sufría pero disfrutaba. Y yo no paraba, la metía y la sacaba, hacia la metralleta, le reventaba, me estiraba dentro de él, y su ano lo recibía como la pasiva que era. Cuando la sangre comenzó a bajar ligeramente por la pared, Jorge le retiró de ésta y lo llevó de nuevo al suelo, de rodillas.

La herida que Samuel tenía en la cabeza era leve, como una quemadura, así que a mi profesor tampoco le importó mucho. Vaya, que a mí tampoco. Con la nueva postura de Samuel, como cuando o hacía unos minutos me había corrido, yo estaba, obviamente, fuera de él, y me pajeaba buscando correrme de nuevo en su boca. Pero Jorge me puso una de sus masculinas y fuertes manos en la mía y me pidió que parara.

-Me lo voy a follar ahora y quiero que lo veas.

Samuel nos miró con terror, alternando la mirada entre uno y otro.

-No, por favor, no.

-Pero si te gusta, perra –le dijo mi profesor, pegándole una patada en la polla.

Samuel se retorció de dolor, pero según se doblaba sobre sí mismo, observé algo de deseo, por lo que estaba dispuesto a que la polla de mi profesor le atravesase.

Mi profesor se tumbó en el suelo, al lado de Samuel. Sus músculos quedaron aún más marcados en pectorales y tripa, y su pene se alzaba triunfante hacia arriba, increíblemente inmenso y húmedo por el precum. Se lo comería comer. Entero.

Pero parecía ser que los planes ahora eran, como había prometido, para Samuel. Así que le agarré del pelo y le dirigí la boca hacia el pene de mi profesor. Samuel apenas se podía mantener con sus manos, pues le temblaba el cuerpo de mi tremenda follada, y tropezó con torpeza. Pero yo no me amilané. Todo lo contrario. Aquella perra tendría su merecido por ser tan puta. Continué agarrándole el pelo, y él sin apenas equilibrio, obedientemente abrió la boca y se introdujo aquel inmenso falo.

Las babas salieron al instante desde todos lados, mojando la sexy polla de mi profesor, llena de venas, y sus enormes huevos. Yo desde arriba miraba a mi profesor, que me miraba fijamente, penetrándome con la mirada, y me creí correr allí mismo. Joder, menudo hijo de puta. Quería provocarle placer mediante Samuel. Quería demostrarle lo bueno que era.

Por lo tanto, comencé a mover la cabeza de Samuel con brutalidad en su polla. Jorge cerró los ojos de placer y Samuel no paraba de atragantarse, pero yo continuaba bruscamente obligándole. De nuevo, lágrimas en los ojos. Y babas. Muchas babas. Pero a mi profesor parecía ponerle, por lo que no le ordené que las lamiera.

Con ambas manos agarrando la cabeza de Samuel, le obligué a metérsela entera. Sabía que era capaz, pero que le costaba. ¿Pero a mí? A mí no me importaba lo más mínimo. Así que oí cómo su boca se ensanchaba, cómo su lengua se amoldaba, y se incrustó todo aquel monstruo en su boca. Mi profesor gritó del gusto y al contraerse sus músculos se volvieron de roca por un segundo. A los pocos segundos dejé que Samuel respirara, y dejó los 25 centímetros llenos de babas. Ágilmente, antes de que le volviese a empujar, escupió en la punta y miró a mi profesor a los ojos.

Esto pareció ponerle a cien y tras terminar la segunda garganta profunda se levantó, esta vez agarrándolo él del pelo. Le dio la vuelta y lo puso boca abajo en el suelo. Apretándole la cabeza para mostrar su virilidad con el pie, se colocó a horcajadas en la zona del culo de Samuel, que dilatado, le esperaba.

Mi profesor comenzó a abrírselo más y a agarrárselo con fuerza, dejando caer babas desde su posición, hecho que Samuel decidió disfrutar. Porque él sabía que iba a sufrir bastante, y aunque mis 20 centímetros ya eran bastante, aquel monstruo que tenía Jorge entre las piernas dejaría a cualquiera en silla de ruedas. Por lo tanto, Samuel tenía miedo. Y era normal.

Yo decidí sentarme frente a Samuel. Su cabeza daba en mis huevos y me resultó gracioso, no sé por qué.

-¿Qué es gracioso? –preguntó de pronto mi profesor, serio

-Nada, que Samuel es tan pasiva que no me lo creo –le contesté.

Él sonrió y acompañó aquello con dos palmadas en el culo de Samuel. Entonces, y haciendo algo que era costumbre, se quedó mirándome mientras yo me pajeaba, sentado en el suelo, mientras él poco a poco le introducía la polla a Samuel. Menuda maestría demostraba; habría dejado muchos culos como la bandera de Japón, supuse.

El grito de Samuel no se hizo esperar. Se intentó agarrar a algo del suelo, pero sus uñas chocaron contra el suelo y no le aseguraron la relajación que él buscaba. Mi profesor le había metido apenas media polla, porque a diferencia de lo que hice yo, la iba metiendo despacio, dejándole a Samuel tiempo de adaptación. Aun y todo, por la cara de Samuel y sus lágrimas, no era suficiente.

-Sácala, sácala… -murmuraba contra el suelo.

Pero, obviamente, nadie le hizo caso.

Jorge me miraba mordiéndose el labio. Entendí que me estaba dedicando el polvo y alcé una ceja, retándole a demostrarme lo que sabía hacer. Continuó empujando y empujando mientras Samuel se iba adaptando entre quejidos, hasta que finalmente la introdujo entera. Jorge cerró los ojos de placer y miró hacia el techo, con sus inmensos brazos a los lados del cuerpo de Samuel. Todos los músculos contraídos de placer. Las lágrimas de dolor de Samuel. Todo aquello era demasiado: estaba a cien.

Entonces Jorge comenzó a moverse y volvió a mirarme. Yo me pajeaba salvajemente porque estaba demasiado excitado. La polla de Jorge salió del culo de Samuel difícilmente y el alivio se hizo paso entre el dolor de éste. Pero mi profesor volvió a introducirla. Entera. Y esta vez más despacio. Lo repitió un par de veces más, y cuando el culo de Samuel estaba preparado para ser finalmente destrozado, yo me dejé de pajear. Aún no me quería correr.

Samuel estaba empotrado en el suelo y mordiéndose el labio inferior de placer movió ambas manos en dirección a su culo para abrirlo y dejar la tremenda polla de Jorge entrar. A mi profesor eso le terminó de convencer de ir a por todas y como un puto mono comenzó a embestirle con furia.

La pobre pasiva en el suelo disfrutaba como una perra y yo decidí que era suficiente. Mis huevos me pedían liberación. Presa del placer, Samuel dirigió su mano con los ojos cerrados a mi pene y mientras se movía bruscamente por las embestidas de mi profesor comenzó a pajearme.

Jorge se la metía entera a cada vez y a juzgar por sus gritos de macho estaba disfrutando. Cuando yo estaba a punto de advertir a Samuel de que me iba a correr Jorge paró de follarme y sacó su pene del culo. El precum se extendió como una telaraña entre el ojete y la punta del glande. Jorge no hizo nada para limpiarlo.

Samuel estaba derrotado y cansado, además de con el culo destrozado. Pero continuaba pajeándome. Cuando mi profesor se puso a mi lado cogió mi mano derecha y la colocó en su polla. Me miraba con su cara de pervertido sexual. Su enorme polla entre mis dedos consiguió que me corriese, y mientras le pajeaba la totalidad de su arma, mi corrida me salpicó la tripa y una gota o dos llegaron a mi brazo.

Recobrado del placer, me dediqué por completo a hacer que mi profesor disfrutase gracias a mí. No me creía que le estuviera haciendo una paja. Me esforcé en darle placer y detecté en su mirada que se iba a correr. En aquel momento aceleré el ritmo y apreté su polla, retorciendo la piel dándole vueltas para que disfrutase aún más.

Jorge echó la cabeza para atrás y todos y cada uno de sus músculos se contrajeron, volviéndome a poner a mil. Pese a haberse corrido antes, cumplió como un campeón y un increíble chorro salió de su polla. Voló y cayó el suelo mientras gotas gordas y bien cargadas resbalaban por su pene y, por consiguiente, terminaban en mi mano.

Con el semen burbujeante por la fricción entre mis dedos, mi profesor a gusto y descargado, un Samuel pasivo que se había quedado ligeramente dormido, me sentí satisfecho conmigo mismo. Realizado.

Mi profesor tragó saliva. Hasta eso era sexy en él.

-Creo que es hora de irnos. –Lo dijo con los ojos cerrados-. Pero antes tenemos que… tenemos que hablar con Samuel. Además, mi novia se ha ido unos días y tengo el piso solo.

Tosí, nervioso. Abriendo ya los ojos me miró.

-¿Estás libre esta noche?