Jorge, Samuel y los demás (1/3)

Jorge, un nuevo profesor de Educación Física, es un macho con una increíble polla que en las duchas vivirá una experiencia inolvidable con dos de sus alumnos. Historia de grandes pollas y corridas, zorras sedientas de semen y mucho morbo.

Jorge, Samuel y los demás – (1)

El nuevo curso había comenzado hacía algunos meses. Corría esa época del año en la cual llevar una camiseta de manga corta hace que igual tengas frío y llevar una chaqueta, que tengas calor, así que aquella mañana de viernes en la cual tenía Educación Física a primera hora no sabía qué ponerme. Era importante llevar algo cómodo pero a la vez me resultaba complicado que quedase bien con mi físico. No estaba gordo. Tenía una complexión normal, medía uno ochenta y tenía ese tipo de vientre en el cual no ves abdominales pero tampoco grasa. Estaba bien, vaya. El único problema con la ropa lo encontraba al intentar esconder mis atributos, pues siempre se marcaban sobremanera me pusiese lo que me pusiese.

Finalmente me decidí por un chándal que me lo marcaba incluso más, ¡que era viernes, joder! Salía de casa un poco tarde, así que no ver a gente por las calles no me pareció raro. Pero al llegar al instituto solo un par de coches se encontraban en el parking. Las puertas de entrada principales estaban cerradas pero las que daban al paseo del polideportivo no. Puesto que tenía a primera hora allí, me dirigí con paso decidido mientras me preguntaba qué estaría pasando. Al llegar al pabellón, completamente vacío pero aun y todo abierto, me atreví a preguntar en voz alta:

-¿Hay alguien? –El eco era profundo y me asusté al no haber pensado en ello.

No recibí respuesta pero escuché algo al fondo a la izquierda, donde estaban los almacenes y los vestuarios. De pronto me puse nervioso. ¿Y si…? ¿Y si estaba mi profesor solo? Quizá era hora de intentar algo con Jorge, el recién llegado profesor de Educación Física, que tras varias indirectas no paraba de dejarme claro un cierto interés, ya no por mí, que se sobreentendía, sino por los hombres.

Iba siempre muy de machito. No era alto, pero tampoco bajito. Calvo pero increíblemente atractivo, tenía unos brazos fuertes y robustos que me ponían a mil. A cada movimiento, sus enormes músculos se marcaban, y aunque no tuviera una forma física increíble, tanto pecho como brazos eran una mina para cualquiera que quisiera ver. Los pelos de los brazos eran tan masculinos. Su actitud era tan de macho… Pero sin duda, lo mejor que Jorge tenía era su impresionante paquete. Quizá impresionante se quede corto. Se podía adivinar en cualquier pantalón que se pusiera una grande polla y unos grandes huevos. Jamás había visto nada igual. Además, recuerdo haberme cruzado con él una vez fuera del horario de clases, y por primera vez, le vi en vaqueros. Se rió al verme mirarle el paquete descaradamente, que se marcaba más que nunca. Me había hecho ya muchas pajas pensando en él, y siempre había pensado que al final de curso debería lanzarme.

Pero si hoy se daba la ocasión sería bueno intentarlo, al fin y al cabo, ya soy mayor de edad. Me aventuré a preguntar de nuevo y al cabo de unos segundos escuché una voz que preguntaba quién era.

-Soy… soy yo, tu alumno –le contesté a Jorge.

Su voz, tan fuerte y masculina también tenía un don, y noté algo leve en mi entrepierna. Leve, pero que con mi tamaño se notaría igualmente.

Me acerqué, pues si voz provenía del vestuario de chicos. Era el que estaba más alejado, y lindaba con la pared. Nada más entrar encontrabas tres lavamanos con un espejo que recorría todo el muro, y a la izquierda, solo quedaba espacio para una puerta. Una vez entrabas se encontraban las duchas en la parte derecha y los bancos en la izquierda. Me miré en el espejo al entrar y volví a preguntar.

-¿Jorge? ¿Eres tú?

De pronto me di cuenta de que la ducha estaba encendida. Le oí carraspear.

-S… sí. Pasa, no te preocupes.

-¿Estás seguro? –En mi voz no estaba la pregunta que había formulada. Estaba implicando si estaba seguro de dar un paso más. Era obvio que estaría desnudo.

-Para ti siempre estoy seguro.

Me puso a mil. Antes de dejar la mochila en el suelo, me atreví a preguntar algo más:

-¿Por qué no hay nadie? ¿No nos pueden pillar?

-Hoy son las jornadas obligatorias interescolares. Solo estoy yo y bueno… -se interrumpió para gemir- un amiguito más.

Aquel gemido me hizo decidirme. Que hubiera otra persona ya me daba completamente igual. Me asomé a las duchas y lo que vi sería una de las mejores imágenes que jamás habría visto.

Mi profesor se encontraba debajo del chorro, completamente desnudo, con las manos sobre la cabeza de un chico de mi edad que, de rodillas, se la comía. Los increíbles brazos de mi profesor se marcaban como nunca y éste, con los ojos cerrados, movía la cadera para introducir su pene en la boca del joven más y más profundamente. Justo cuando abrió los ojos y me vio, el chico se atragantó y mi profesor en toda su masculinidad le apretó incluso más adentro.

Yo estaba tan cachondo que no lo pensé. Me quité la ropa y entré. Aún con los calzoncillos puestos pero con la erección en todo su esplendor, me metí debajo del chorro para ver más de cerca a mi profesor. Le quería besar. No sé por qué, pero lo necesitaba. Él, sin embargo, me cogió con la mano la cara y apretándome los pómulos me dijo:

-Ahora Samuel me la está comiendo, ¿vale? Cuando él acabe me la vas a comer tú y luego te voy a follar. ¿Te queda claro?

Necesité meter la mano en el calzoncillo y agarrar mi pene de la excitación. Jorge acababa de confirmarme que el que estaba allí era, como sospechaba, Samuel. Era el típico tío bueno, guapo (aunque bajito), con un cuerpo espectacular y que le caía bien a todo el mundo. Yo había estado con él algún año, y siempre me preguntaba qué escondería bajo los pantalones. Me ponía mucho, así que aquella mañana iba a disfrutar como nunca.

Mi profesor me soltó la cara y me escupió. Cerré los ojos, pero no me dio asco. Le dio con la mano unos golpecitos a Samuel para que se levantara. Éste le hizo caso. Mojadito aún me ponía más.

Le saludé y sin dudarlo me besó con furia, así, de repente. Su boca sabía a semen. A un semen muy rico, por cierto, y me agarró del pelo, me metió la lengua y deslizó sus dos manos hacia mi culo, bajándome el calzoncillo y liberando mi gran erección. No entendía por qué todo aquello, y menos con esa furia, pero me dejé llevar completamente. Cuando terminó de quitarme los calzoncillos, ya con las bocas separadas, me cedió con un gesto de la mano a mi profesor, mientras él se colocaba a un lado de la pared haciéndose una paja.

Samuel era otro chico muy masculino y en apariencia heterosexual, por lo que el asunto era bastante interesante. No tenía un pene increíble pero no andaba mal, unos 16 centímetros, y me sentí satisfecho al descubrirlo tras tanto tiempo imaginándolo. Pero ahora era el turno de Jorge, que con una mirada cortante me indicaba que se la comiera. Al girarme no… no lo podía creer.

Me agaché, por lo que tenía su polla a la altura más o menos de mi boca. Era tal y como la había imaginado. Sus inmensos huevos no me cabrían en una mano completa, y a juzgar por cómo estaban, nos regarían bastante, bastante bien. Pero lo que más me llamó la atención fue su polla. Era increíblemente grande. Era tan gruesa que cogerla con una mano no era suficiente para agarrarla entera y era larga, imponente y grandiosa. Mediría aproximadamente 25 centímetros, algo que hacía sombra a mis casi 20. Aquella inmensa polla estaba ante mí, esperando a que la comiera y yo comencé a comérsela como nunca antes había comido una polla.

Me la metí entera, atreviéndome. Pero tuve una arcada. Al hacer el amago de separarme me cogió como cogía antes a Samuel y me apretó aún más, haciendo que mi lengua rozase sus huevos por debajo. Tras mantenerme ahí unos segundos y yo soltar alguna lágrima, me soltó y pude alejarme un poco, recomponiéndome.

-Tienes una pedazo de polla increíble, profesor.

Me golpeó la cara con la mano y me volvió a agarrar la cara con sus fuertes manos. Sus brazos estaban tan en tensión…

-Cómeme el puto rabo. Ts, y tú –le dijo a Samuel con un gesto- ven aquí.

Samuel, obediente, se puso a mi lado. El pene de mi profesor aumentó incluso su tamaño unos milímetros. Se podía ver que aquello le ponía increíblemente.

-Samuel, cómeme los huevos –le ordenó mientras le agarraba del pelo y le dirigía a ellos. Él se agarró el pene con la mano, masturbándose. A mí me agarró del pelo una vez había liberado a Samuel y me hizo ponerme de pie, comiéndosela desde arriba, introduciéndomela como un bestia entera. No paraba de murmurar entre dientes obscenidades que no paraban de ponerme a mil.

Llegó un punto en el que supuse que se iba a correr, por lo que me atreví a agarrársela con las dos manos para que se corriera como Dios mandaba y me duchara con su líquido, pero en cuanto coloqué las manos y empecé a frotar, me cogió con una mano el cuello y con otra la nuca, y apretando, dejándome sin respiración, me amenazó con una cara de salvaje que incluso me ponía más y más cachondo.

-Me correré cuando me salga de la polla, no cuando tú quieras, ¿entiendes? –Acompañó la última palabra con una leve sacudida y me liberó, conduciéndome hacia debajo de nuevo.

Me encontré allí abajo con Samuel, que me volvió a besar mordiéndome el labio esta vez. Su mano viajaba a la velocidad de la luz en su pene y pensé que se iba a correr ya. Pero también pensé en que Jorge no le dejaría.

Mi profesor, erguido como solo un puto macho se puede erguir, nos colocó el pene entre los dos y nos ordenó que nos besáramos con la polla en medio. Aquel enorme pene tenía centímetros y centímetros que descubrir y recorrer, por lo que ambos le obedecimos contentos y le lamimos toda su longitud como perras sedientas. Las venas del pene de Jorge eran también grandes y sus huevos poco peludos (como deportista que era, se depilaba) pedían a gritos correrse.

Así que nos paró. Se separó de nosotros y cerró la ducha de golpe. Tanto Samuel como yo nos quedamos quietos, esperando órdenes. Yo no era una perra como parecía ser. Yo era el mayor activo que jamás encontrarías, pero ante ciertas personas… Bueno, ciertas personas te podían cambiar completamente, y es que mi profesor me volvía loco. De rodillas y empapados, comenzamos a temblar mientras mi profesor se secaba con una toalla. No nos movimos, pues su mirada era suficiente para mantenernos a raya. Sí, había sexo, pero había un control y un miedo que daban un morbo increíbles.

Jorge, con sus enormes 25 centímetros en plenas facultades, se dirigió, seco, hacia nosotros. Con sus enormes y masculinas manos nos cogió las cabezas.

-Abrid las putas bocas –nos dijo. Y eso hicimos, cada uno masturbándose como monos. En mi caso, me acariciaba los huevos con la otra mano, alcanzando un placer casi celestial.

Nos colocó a los dos al lado, mejilla con mejilla. Él con una cara de desprecio increíble se comenzó a masturbar en todo su esplendor, con su inmensa polla sobre nuestras caras y bocas. No me podía poner más, de verdad. Se masturbó rápido, y se veía en su cara que estaba disfrutando como un niño. Y entonces sus huevos se comenzaron a contraer y gritó. Os lo juro cuando le comparo con una puta bestia salvaje. Era un completo macho alfa y su gran pene se convulsionaba, lanzando unos chorrazos de leche increíbles, que repartió como buen hombre entre nuestras lenguas y bocas, sedientas de semen de pollón. Yo tragaba como una zorra, y Samuel, por sus jadeos, también, pero aquello no paraba y él gritaba y se retorcía de placer, sacudiendo su polla sin parar. Pero al final terminó y nos dejó llenos de lefa. Yo tenía en las comisuras de los labios y en el pecho, y Samuel en el pelo.

A juzgar por su cara, había disfrutado mucho más que yo, y era complicado. Miré a mi profesor y le pregunté:

-¿Puedo… usarle?

Jorge, ya descargado pero con su inmenso pene en modo morcillón, me sonrió lascivamente y agarró a Samuel del cuello y lo giró, colocándolo frente a mí. Samuel se continuaba masturbando a una velocidad increíble y entonces, sin apartar la mirada de mi profesor, me levanté y le colocó mi enorme rabo en la cara. Me terminé de pajear mirando a Jorge, que no me apartaba la mirada tampoco y cuando me empecé a correr, le introduje el pene a Samuel en la boca. Aquello volvió loco a mi profesor, que comenzó a mover la cabeza de Samuel, que gritando y con lágrimas en los ojos, protestaba por tragarse mi semen, pero incluso me ponía más. Mis huevos se descargaron completamente y mi orgasmo fue increíble, y más corriéndome dentro de la boca de Samuel, que me acariciaba inconscientemente con la lengua.

Mi profesor movía salvajemente la cabeza de Samuel, y se reía, y cuando éste se empezó a correr, con lefote cayéndole por ambos lados de la boca, le agarró del pelo con fuerza, obligándole a soltar su pene, y lo arrastró contra la pared. Mientras tanto, Samuel disfrutaba y sufría a partes iguales, pues su pene continuaba corriéndose, dejando un rastro de semen de campeonato. Empotrado contra la pared ya, su culo, sin duda el mejor que había visto jamás, quedó a la vista. Mi profesor lo palmeó y le dejó la marca de su mano en el glúteo derecho.

-Eres nuestra putita –le dijo al oído. Samuel asintió.

Entonces, Jorge me miró y me dijo:

-¿Quieres que violemos a nuestra putita?