Jonatán

En el autobús se encuentran buenos amigos.

Siempre que viajo en el bus urbano me pongo en la parte trasera. De este modo, puedo observar a mi antojo a todos los muchachos que se suben. Así conocí al que supe más tarde que se llamaba Jonatan. .

Desde el primer día que lo vi., me sentí atraído hacia él. Aproximadamente de mi misma estatura, de pelo rubio y rebelde cortado no muy corto. La mirada de sus azules ojos, provistos de una chispa de picardía que aumentaba su belleza, era penetrante. En los instantes fugaces en que la mía se cruzaba con ella, me veía incapaz de mantenerla, era una mirada retadora, de vencedor nato. La nariz, un poquito respingona le daba a su cara lampiña un aspecto aniñado que resaltaba aún mas su belleza. Su cuello sonrosado parecía tener la textura sedosa del melocotón. Me moría de ganas de acariciarlo. Solo de imaginar pasar mis dedos por su piel mi verga aumentaba de tamaño debido a la excitación que me inundaba y que únicamente aplacaba a solas en mi habitación, pensando en él.

Una tarde me bajé en la misma parada, inmediatamente tras él. Quería seguirlo, saber dónde vivía y mi anhelo se vio satisfecho. La señora que iba caminando junto a él y delante mía tras habernos bajado del autobús había caído en la acera. La reacción de Jonatan fue de auxiliarla al igual que hice yo. Nos ofrecimos llevarla a su casa a lo que ella accedió. Jonatan se presentó y dijo ser vecino de la señora. en cuestión. Yo les dije que mi nombre era Antonio, y que no me importaba en absoluto acompañarles hasta su vivienda..

El trayecto fue corto. El piso estaba muy cerca y tardamos poco tiempo en llegar. Cuando llegamos, justo en la puerta de entrada a la casa, la cara de la señora se puso muy blanca y devolvió, con tan mala suerte de que toda mi ropa se llevó la vomitona.

La señora, por señas nos dijo que llamáramos al timbre de la puerta. Al instante, ésta se abrió y el marido nos recibió con gran sobresalto. Lo tranquilizamos y, una vez que dejamos a la señora acomodada en un sillón a la espera de que viniera el médico, nos dispusimos a marcharnos.

  • Pero, no puede irse en ese estado - dijo el hombre -. Al menos deje que le preste una camisa con que cambiarse la que lleva sucia.

  • No se preocupe. Vivo cerca y llegaré en seguida a mi casa.

  • Pero...

No lo dejé que continuara con sus disculpas. Tras una leve despedida, Jonatan y yo nos marchamos.

  • ¡Uf! - exclamé nada mas sentir la puerta cerrarse a mis espaldas.- ¡Joder como me ha puesto la señora!. Y la verdad, es que vivo bastante retirado de aquí.

¿Por qué no subes a mi apartamento y te lavas un poco?

Esa invitación me sonó a música celestial. Era lo que estaba ansiando oír casi desde que incorporamos a la vieja.- Sí, es justo lo que necesito: lavarme. - ¿Sólo lavarme? me pregunté para mis adentros. No. Necesitaba algo más. Necesitaba estar con él, sentirlo cerca, aspirar su olor a hombre....

El trayecto entre la segunda planta donde estaba el piso de la señora y la octava en que vivía, se me hizo muy corto. . El ascensor con capacidad para tres personas era pequeño e íbamos muy junto el uno del otro. Mi corazón latía muy deprisa, parecía un caballo desbocado pues se estaba cumpliendo uno de mis sueños Yo estaba embriagado con el aroma que se desprendía del cuerpo de Jonatan. Iba muy bien perfumado, usaba un perfume caro por lo que supuse que disponía de dinero en bastante cantidad. La ropa que usaba no le íba a la zaga. Ese día llevaba puesta una camisa símil seda color azul cobalto que, aunque no muy ceñida, si permitía que sus pectorales quedaran marcados al igual que los pequeños pezones de sus tetillas. Al cuello llevaba un fino cordoncillo rojo y azul del que pendía un colgante de oro. No seguí mirando su indumentaria. Un lunarcito en el cuello, muy cerca del lóbulo de su oreja izquierda centró toda mi atención. ¡Como deseaba mordisquearlo!.

Mi pene, que nada mas entrar en el ascensor empezó a dar muestras de que estaba vivo, me molestaba bajo el pantalón. ¡Que no se diera cuenta Jonatan de mi estado!, rogaba al cielo, mientras le sonreía cándidamente, y pugnaba por colocar mi verga de forma que me molestara lo menos posible y mi compañero de ascensor no notara mi excitación.

Al abrir la puerta de su piso, me cedió el paso.

-Considérate en tu casa.

-Gracias- le contesté. No me había equivocado al considerar que era un muchacho con fortuna. -Tienes una vivienda muy bonita. Me gusta. De verdad. ¡Si vieras el mío, te echabas a llorar!. Es un desastre. ¿Vives solo aquí?

-Si. Busqué un apartamento pequeño para mí solo y este se amolda perfectamente a mis necesidades. Ahí tienes el baño- me indicó-. Puedes ducharte si lo deseas.

Entré al cuarto de baño y tomé una ducha rápida y mas bien fría. La necesitaba para aplacar mi erección. Estaba secándome cuando oí la voz de Jonatan.

-Puedes ponerte unos calzoncillos limpios de los míos. Creo que cuando uno se ducha, debe de cambiarse toda la ropa y quedar totalmente. No obtengo ninguna enfermedad contagiosa por lo que puedes usarlos con total tranquilidad. - Su ofrecimiento me gustó. Busqué en los cajones del mueble auxiliar hasta dar con el que guardaba sus prendas íntimas. Todos sus calzoncillos eran del tipo slip aunque había algunos tangas. Escogí un slip de color azul que me quedaba como un guante.

-En mi dormitorio puedes elegir la ropa que desees, así es que cuando quieras puedes hacerlo.- me volvió a indicar Jonatan.

Yo iba a envolverme en el albornoz de ducha para salir del cuarto de baño, pero me contuve. Me miré al espejo y comprobé que mi pene se mantenía calmado bajo el ceñido calzoncillo y no mostraba la erección que sentí en el ascensor. Salí al pasillo y me dirigí en busca del dormitorio. Al pasar por la habitación que hacía las veces de salita y cocina ví a mi anfitrión. Estaba sentado en el sofá, e indolente, miraba la televisión.

-Esos calzoncillos te vienen muy bien. - me dijo mientras sus labios dibujaban una sonrisa

-Sí, -dije yo tímidamente, correspondiendo con otra sonrisa a la suya.

-Ven, es por aquí- dijo incorporándose y yendo hacia su dormitorio.

Le seguí hasta allí. Jonatan, abriendo el armario, me mostró todo su guardarropa y, con la mayor naturalidad del mundo, puso una mano sobre mis hombros y me dijo que eligiera lo que quisiera.

Al contacto de su cálida mano se erizó todo el vello de mi cuerpo. Un impulso eléctrico recorrió toda mi espalda e hizo estremecerse todo mi ser.

-¿Que te ocurre? Me preguntó en voz muy baja, junto a mi oído. El timbre de su voz sonó con un ligero tono burlón.

-No, nada.- le respondí un tanto nervioso.

.¿De veras no te ocurre nada?, volvió a preguntar en el mismo tono que antes.- No es eso lo que esto opina. - Y al decir la palabra esto, colocó su mano derecha sobre mi miembro, que estaba erecto desde el primer contacto.

-¿Qué haces?.-pregunté un poco azorado pues no me esperaba la reacción de Jonatan.

-Algo que he deseado desde hace mucho tiempo y que creo tú deseabas lo mismo que yo.

Me separé un poco de él y me lo quedé mirando.

-Sí. Soy buen observador y se que te sientes inclinado hacia mí. No lo puedes negar, pues he notado cómo me mirabas siempre en el autobús. No sabes disimular tanto como quieres.

-Pero....

-Chist....- y puso sus dedos en mi boca para que no siguiera hablando- No, no digas nada. Me gustó que te hubieras fijado en mí. ¿No has notado que yo también quería estar contigo?.

-Soy muy tímido y no encontraba la ocasión para acercarme a ti. Hoy, cuando la vieja se ha caído, y tú te has acercado a ella para auxiliarla, he dado gracias al cielo por tener la oportunidad de tenerte cerca.

-Sí. Estoy satisfecho de mi estrategia.- dijo soltando una carcajada.

-¿Cómo....? No te entiendo.

-Sí. La vieja no se ha caído accidentalmente. La he empujado levemente delante tuya a propósito. Para dar motivos de que contactásemos.

-Pero eso es perverso.

-No, amigo mío. Pienso que el fin justifica los medios. Yo quería entablar relación contigo y la fórmula empleada me ha dado resultado. ¿Estas desilusionado?

-Por supuesto que no. - le contesté, esbozando una sonrisa.

Jonatan tomó mi cara en sus manos y me besó en la boca. Un beso apasionado. Sus jugosos labios oprimían los míos hasta que los abrí para dar paso a su lengua. Esta recorrió el interior de mi boca, jugando con la mía. Me abracé a él para que supiera cómo latía mi corazón, igual que el de un potro salvaje deseoso de manifestar todo su vigor.

-¡Cuanto he deseado que llegara este momento!, -me susurraba mientras iba besando mi cara y mi cuello. Luego, con un leve empujón me tendió sobre la cama. Allí, a su entera disposición, empezó a pasar suavemente su lengua por todo mi cuerpo mientras sus manos iban acariciando mis muslos. Yo jadeaba de puro placer. Nunca antes me habían hecho sentir tan bien .¡Cuanto anhelaba sentir mi cuerpo recorrido por sus suaves y aterciopeladas manos!. ¡Placer infinito de deseo realizado.!