Jofre, Dalmau y otros (y 52)

Concluye la saga. Sucede en un lugar de Catalunya.

Capítulo LII:  Final y principio

-¡Hola, señor Dou! ¿Cómo está? ¿Preparando las vacaciones?

-¡Ah, hola Dalmau! Bien. ¿Lo dices por las maletas que estoy mirando? –dijo el padre de Oriol, despegando la vista de la gama de bolsas que desde hacía un rato examinaba en esa tienda de artículos de viaje.

-Sí, y veo que es exigente porque lleva minutos y más minutos mirándolas de una lado y del otro y tocándolas, y no se decide –respondió Dalmau, sonriéndole. Ese hombre siempre le había gustado. Lógicamente le recordaba a Oriol: siempre accesible y afable, sólo unos centímetros más alto que su amigo y también pelirrojo, aunque no tan alocado como su Uri. Pasaba por la calle y había entrado en la tienda a saludarle.

-No me decido porque no es para mí. Es un regalo para Oriol. Se nos va una temporada a Italia, con mi hermana Caterina.

-¿Cómo dice? –balbuceó el chico rubio- Pero si ayer le llamé, y no me comentó nada.

-¿No? ¡Qué raro! No sé, últimamente está un poco extraño. Supongo que es  el final del instituto, los nervios, todo eso…

-Disculpe –le cortó Dalmau, impaciente- ¿y cuándo plantea marcharse?

-La próxima semana… ¡Ah, espera! Sí, dijo algo ayer por la noche: No quería avisaros a ti y al resto hasta el día antes. Odia las despedidas y siempre acaba llorando.

-Claro. Eso explica su silencio –dijo el muchacho-No le molesto más. Supongo que estos días los dos deben estar atareados con lo del viaje.

-Sí, ¡Ni te lo imaginas! Ahora mismo Oriol está en su habitación, aun más desordenada que de costumbre, buscando toda la lista de cosas que quiere llevarse.

-No le entretengo más, señor Dou. ¡Buena compra!

-¡Adéu, Dalmau!

El atleta rubio salió raudo del local. Estaba indignado. Le costó no manifestar su perplejidad y enojo ante la noticia del padre de Oriol.  Sí, ayer ya se lo había anunciado Jofre, pero llamó por la noche a Uri y no le informó de los preparativos ¿Cómo había podido ocultárselo? Corría por la calle muy rápido, driblando a los transeúntes que iban en sentido contrario. Su objetivo era la casa de los Dou. Hacía calor, el sudor le mojaba las  axilas, pero no redujo su ritmo de carrera. Debía verlo cuanto antes.

Llamó al timbre varias veces antes que abriera la puerta la hermana mayor de Uri, Remei, pelirroja como todos los de la familia Dou, pero mucho más juiciosa que su hermano pequeño. Dalmau no era un extraño, a excepción de la familia, probablemente era la persona que más veces había pisado esa casa. Remei estaba preparando exámenes y no alargó el saludo. El benjamín de la familia estaba en su alcoba. No tenía que acompañarlo, el mocetón rubio conocía esa casa como la palma de su mano. La  puerta,  entornada. Llamó, pero tan pronto como escuchó la voz de Oriol entró sin tardanza.

-¡Mau! –exclamó sorprendido Oriol, con su máquina de afeitar entre manos.

-¿Què carai estàs fent?¿Per què prepares la maleta? –preguntó Dalmau preocupado.

-Me voy una temporada con la familia de Italia. Ya hace mucho que no los veo, son muy majos y… –le respondió Uri, volviendo a su tarea, como si continuase solo. Cogió una camisa, la plegó, uniéndola a la pila que tenía sobre la cama.

.¿Temporada? ¿cuánto es una temporada?-exclamó el rubio- ¿Unas semanas, unos meses?

-No lo sé aún…

-¿Y querías que no lo supiera? ¿Hasta cuándo me lo habrías ocultado? ¿Me habría enterado con una postal desde Italia?

  • ¡Por supuesto que no, Mau! –exclamó Uri que dejó la afeitadora sobre la cama-. Pero todavía no. Debo marcharme, y ya es suficiente complicado tomar una decisión como esa, como para tener que escuchar la opinión de la gente.

-¿Para ti soy sólo eso, “gente”?

-Sabes que no...

-Pongamos las cartas sobre la mesa. ¡Basta de tonterías y de silencios! Hablemos de esto-dijo Dalmau con determinación, señalándole el corazón.

El atleta, esquivando todos los objectos desordenados que dificultaban su aproximación, se situó al lado mismo de su amigo. Le tocó entonces el hombro. Oriol, vacilante, lo miró un momento, tratando de dibujar una sonrisa, pero no pudo. Esos luceros azules lo miraban expectantes. Sin frialdad, pero preocupados intensamente. Uri no podía seguir con la comedia, delante de él, no.

-¿Lo sabes ya, verdad?

-Sí, Jofre me lo dijo ayer.

-Pues entonces no tengo que explicarte nada. Tu novio hizo lo que debía. ¡Em sap greu, de veritat, Mau! Lamento haberte engañado. Ahora como mínimo ya conoces la razón por la que no puedo seguir aquí.

-No, no te lo permitiré –replicó el atleta con firmeza, fijando la mano sobre su hombro- No puedo dejarte ir. ¿No entiendes que te necesito?

-Me tendrás siempre que quieras. Seguiremos en contacto, pero, compréndeme, quedarme aquí para mí sería un infierno –respondió Uri, desviando la vista para no mirar el bello rostro de su amigo.

-¿Por qué? Tú no eres ninguna amenaza para nadie y…

-¡Estoy harto de que Jofre y tú estéis tan ciegos! –le cortó el pecoso, moviendo la mano sobre la del invitado para que la apartara de su hombro- ¡No soy el buenazo que imagináis! Debo marcharme. Es lo mejor para todos. Ni te imaginas las ideas que he tenido estos últimos días. Deseaba crear cizaña entre los dos, conseguir que acabaras hastiado de Jofre y lo rechazases para siempre, y después actuar de amigo bueno para substituirlo.

-¿Y qué, estimat Uri ? ¿No te das cuenta de que eso demuestra todavía más tu nobleza? Vale, pensaste todo eso, pero no quisiste llevarlo a cabo, lo rechazaste de plano y preferiste sacrificarte tú que complicarnos la vida… Pero todo eso tanto da ahora. Lo importante es que no te vayas. No quiero tener que pedirle a Oleguer el dinero para el viaje a Italia, persiguiéndote.

-¡No lo hagas más difícil, sisplau!

-En eso no te obedeceré. Te quiero.

-Yo también, pero…

-Nada de peros. Ya estoy harto. No me entiendes: T’estimo!

Dalmau quiso besarle, pero el canijo se apartó. No comprendía qué estaba pasando. ¿Un rayo de claridad en la niebla, un destello de esperanza en la negrura? No, todo eso eran fantasías. Sí, había escuchado perfectamente las dos palabras que había ansiado esos últimos días que pronunciase su amigo, pero eso no tenía ningún sentido. No podían haber roto Jofre y Dalmau en tan poco tiempo. No sabía qué pensar. Probablemente sus anhelos le habían ofuscado.

-Sí, Uri, ¡te amo!–reafirmó el cachas rubio, captando la incertidumbre de su mejor amigo.

-Pero, ¿y Jofre? Yo no puedo…

-Para y escúchame antes de responder –dijo sonriéndole y agarrándole de los brazos- Jofre te lo diría con más recovecos, yo iré al grano. Tú estás enamorado de mí y yo también de ti. En mi caso, yo no me había dado cuenta hasta ahora por …

-¿Y Jofre? –replicó el canijo, nervioso.

-¡Calla i escolta’m! A él también lo amo. Quiero mantener una relación con los dos.

-¡No!

-¿Por qué no?

-Porque he salido de una relación así, donde compartía el papel de “pareja de” con todas las chicas sexys que conocía mi novio.

-¿Ah sí? –exclamó Dalmau mudando el semblante, ahora airado- ¿Eso te hizo? ¿Por qué no me lo dijiste? Como me entere de quién era ese cabrón lo destrozo. ¡Qué jodido hijoputa! -Dalmau jadeaba furioso, pero pronto fue aplacándose y su mirada se suavizó antes de retomar el diálogo.

-Yo no te propongo eso. Sólo tú y Jofre. Los tres juntos.

-¿Cómo se te ha ocurrido eso? ¡Es de locos!

-Mira, cuando me di cuenta que me gustaban los tíos, lo rechacé durante mucho tiempo porque me parecía que era anormal. El líder del instituto no podía ser maricón. Tardé mucho tiempo en conseguir sacarme eso de la cabeza. Fue gracias a Jofre sobre todo, pero tú también tuviste tu parte. Tú me diste la valentía y el modelo. Me confesaste que eras gay, sin saber cómo reaccionaría, y por eso fuiste la primera persona a la que me atreví a contárselo. De chaval habías sido mi primer chico, las primeras pajas… Esos bonitos recuerdos provocaron que con  el tiempo no pudiese aceptar la idea de que una relación sexual con otro hombre no pudiera transmitir afecto y amor.  Y ahora es lo mismo. Yo no voy a descartar esta idea del trío sólo porque no sea la relación más corriente. Vale, no es lo habitual, pero no voy a desistir sólo por eso cuando os amo con locura a los dos,  precisamente ahora que lo veo claro. En absoluto. Si no quieres, no puedo obligarte, pero me dolerá muchísimo. Y a propósito, quien lanzó esta propuesta “de locos”, fue Jofre. Lo hizo porque en su corazón hay un buen pedazo de ti. Salistéis juntos y nada enturbió esa relación y no quiere dejarte de lado, al contrario siente que quiere aumentar eso mucho más. Yo lo entiendo… Me dijo que con nadie más desearía probar algo así. Es curioso: el modosito fue el que me hizo la propuesta, a su modo, vacilando, pero fue él.

El chico más parlanchín de la clase había enmudecido. La respuesta de Dalmau le había tranportado al Gorg Perdut, o antes, a sus escapadas y pajas furtivas de chicos  cerca del río, y a tantos otros momentos en que había gozado de su compañía. Es cierto que entre muchachos las intimidades y confidencias no son tan habituales como entre chicas, pero aun así, el mozarrón rubio era la persona con quien tenía más confianza, aquel que podía parecer que sólo se interesaba por el deporte y sus ligues, pero que acudía a su lado ante cualquier problema. Uri estaba enamorado de él desde hacía mucho, pero no lo había admitido. Lo había confundido con una amistad íntima entre chicos… Y ahora le planteaba realizar su sueño, disfrutar de su cuerpo maravilloso, más aun, de gozar de todo él, de su pasión, de su ternura, de su viveza.

Y pensaba también en Jofre, el tercero del grupo. No era ningún extraño. Lo conocía desde hacía pocos meses; sin embargo, el cerebrín había conseguido lo que otros muchos no habían  logrado en años. Lo sentía muy profundo. ¿Tanto como para amarlo? Quizás sí. Había roto con él porque había captado el amor que sentía Jofre por Dalmau. ¡Qué paradoja! Se había apartado entonces, aún  con la relación agónica de David a cuestas, y ahora ambos lo reclamaban.

-Mau, ¿si a veces las relaciones de pareja son complicadas, con tres no deben ser imposibles?

Dalmau no le había conminado a hablar, había preferido esperar el tiempo necesario para que Uri meditase su propuesta. La pregunta que acababa de formularle no le había molestado, en realidad le había gustado el tono que había utilizado, como el de un niño que ya saliva ante una enorme tarta, aunque ignora si es su destinatario.

-Yo sólo sé que es lo que deseo. Cuando dos chicos salen es porque quieren estar juntos. A veces las cosas no funcionan, pero otras sí. Ignoran qué sucederá en el futuro pero dan el paso porque lo ansían. Una relación a tres es diferente, tal vez más complicada, pero es lo que yo vivo y siento, y no pienso claudicar por eso, siempre, claro está, que los tres lo queramos.

-Ya, pero yo no sé tener pareja, nunca me funcionan, no sé amar… Con lo del trío, será peor el remedio que la enfermedad. No quiero interponerme entre vosotros. Merecéis la felicidad. Os agradezco eso, pero…

-No, Uri –dijo Dalmau acariciándole el cabello-   No se te ocurra decir nunca más que no sabes querer… ¡Si lo ha hecho siempre, y a la perfección! No sé quién te hizo tanto daño –masculló el rubio- pero mejor así, ¡porque lo mataría! No –exclamó, dulcificando otra vez su voz- no eres culpable de nada y no te interpones entre Jofre y yo. Somos nosotros quien te lo pedimos, y te lo pedimos porque creemos que tú también lo deseas. No eres ningún obstáculo en nuestra relación; es más, pensaba ayer que sólo contigo lo de Jofre y yo tiene futuro. A veces somos como el día y la noche, y tú eres el alba o el ocaso que funde las diferencias. Contigo después de la tormenta vuelven las cosas a su cauce. Eres muy especial. No concibo un futuro sin ti y sin Jofre. Déjame amarte, sisplau…

Un mes más tarde Dalmau daba prisa a sus amigos. Habían madrugado porque querían hacer una salida en bicicleta con el sol todavía bajo. Ya estaban  las bicicletas listas, pero eran Jofre y Oriol los que todavía no estaban a punto, todavía medio esclavos de Morfeo. De repente, un claxon les sorprendió. Era el coche de Joan. También él se había levantado pronto.

-Hola, Joan, ¿què fas llevat tan aviat? -preguntó Dalmau acercándosele.

-Me toca hacer de taxista. Voy a buscar a Teresa, Núria y Víctor al aeropuerto.

-Ah, es verdad, hoy volvían del fin de semana a Londres.

-¿Y vosotros? ¿Vais de ruta?

-No, sólo una salida corta para abrir el apetito.

-Sí, será corta, pero con un desnivel de mil demonios. –intervino Uri- Nos romperá las pìernas, y todo por culpa mía, Joan. Desde que entró en tu club, Mau cree que todos los otros podemos soportar su plan de ejercicios y acabamos cada día molidos. A este paso, me veo dentro de una semana, en el hospital, en la unidad de cuidados intensivos…

-Bah, no le hagas caso. Ya sabes que es un exagerado –replicó Dalmau, divertido ante otro de los arranques melodramáticos de Uri.

- Sí, ja el conec prou bé - dijo Joan, despeinando cariñosamente al canijo- Y sinceramente, me parece que tu entrenamiento es perfecto viendo cómo te comportaste ayer, en tu segunda competición. Vellxaruc está supercontento contigo.

-Se lo debo, y voy a esforzarme al máximo para llegar muy arriba.

-Sí, tú llegarás muy arriba, pero nosotros estaremos ya bajo tierra, en el cementerio –apuntó Oriol.

-¡Jofre, pon paz entre esos dos! Us deixo, que no vull que m’hagin d’esperar la Teresa i els altres.¡Adéu! –se despidió Joan mientras arrancaba otra vez el coche en dirección al aeropuerto.

La salida en bibicleta siguió el guión previsto: Dalmau delante y los otros dos un poco más rezagados, el más parlanchín como siempre el pecoso, mientras Jofre iba sonriendo antes las ocurrencias de su compañero de viaje y mirando atento la carretera y el paisaje, cercano ya al desconocido Gorg Perdut. La última cuesta era bastante pronunciada, y todos, incluso Dalmau, descansaron antes de emprender el descenso hacia el estanque que aparecía ante sus ojos. A Jofre le sorprendió. Ya le había hablado Uri de la belleza del lugar, pero por una vez se había quedado corto. Un estanque azul rodeado de un breve prado y una alameda de postal.

Un rato más tarde  descansaban tumbados en el prado, con las bicicletas arrimadas a tres álamos. Era un lugar curioso –pensaba Jofre-, un sitio extraño  porque no se escuchaba ningún ruido. Parecían trasplantados a un mundo remoto. En pocos meses había cambiado su mundo de una manera tan radical que todo le parecía un sueño, pero era muy real, sentía la leve brisa y oía las risas de sus amigos.   Quizás ese estanque perdido, donde los problemas y preocupaciones desaparecían eran la antesala de un futuro mucho más seguro y tranquilo. No, no se había arrepentido de la idea que había ido tomando fuerza en su corazón hacía ya más de un mes. Por una vez había abandonado sus reticencias habituales, sus preocupaciones constantes ante lo desconocido, y no se había arrepentido. No, esos dos chicos eran su cielo, y no renunciaría a ninguno de ellos.

-¡Jofre! –gritó Dalmau- ¡Va, vuelve al mundo! ¡Anem a l’aigua! Hemos venido a eso, ¿no?

-Bueno, a eso y a otras cosas, ja, ja, ja –replicó el pelirrojo, mirando sonriente a Jofre, mientras se quitaba el pantalón.

Pronto los tres estaban en medio del estanque, tratando los dos chicos más débiles de hundir al rubio adonis. Era frustrante para los dos darse cuenta de que el musculitos, sin perder la sonrisa, podía con los dos. Uri entonces cambió de táctica. Si con la fuerza no lograban vencerle, deberían usar otros métodos más sutiles. El pecoso se sumergió en el agua en búsqueda de algún objetivo placentero: una caña bamboleante o…

Dalmau estaba forcejeando con Jofre cuando notó que en su retaguardia un dedo hurgaba su culo.Era cosa de Oriol, podía sacárselo encima en un pispás, pero no lo hizo. Ese dedo trabajaba a conciencia su membrana anal. Lo hundía una y otra vez entre esos delicados pliegues. Mau seguía el juego con Jofre, pero cada vez le costaba más concentrarse ante esos toques deliciosos que no cesaban; además su pollón crecía por momentos. Jofre dejó la lucha ante la maciza verga que volvía a sentir una vez más entre sus piernas, dispuesta a dar otro tipo de guerra. Manoseó el pollón. Dalmau cerró los ojos, disfrutando del doble ataque amoroso.

De repente, Oriol sacó el dedo al tiempo que decía a Jofre que dejara los cuidados íntimos del decatleta.

- ¿Què passa? ¿Què feu? No ho entenc –dijo Dalmau, sorprendido de que los placeres  iniciados se interrumpieran tan bruscamente. Miró hacia la orilla del estanque por si había aparecido alguien.

-Muy fácil. Si no te rindes y nos dejas hundirte una vez, no seguiremos –proclamó con tono solemne el canijo.

-¿Sólo eso?-preguntó el rubio mocetón, divertido ante la treta- Me parece que por una vez saco mucho más rindiéndome que ganando. D’acord. Fet. Pero pongo una condición: continuaremos fuera.

-Por mí vale –intervino Jofre..

-Vale pues. ¡El agua para las ranas! –gritó alborozado el pecoso.

Dalmau se declaró perdedor y los dos chicos volvieron a la carga, ahora como si fuera el león un corderito que, con mínima,resistencia, desapareció por un momento dentro del estanque. Despues salieron los tres chicos, dispuestos a disfrutar de lo lindo de esa mañana esplendorosa. Jofre y Oriol se secaron mínimamente, pero el tercero del grupo se mantuvo de pie, esperando, con el cabello dorado mojado y las gotas brillando en su anatomía imponente. A la plena claridad del día, su belleza destacaba todavía más. Nada rompía la armonía de ese cuerpo divinamente cincelado; de todos modos, sus compañeros parecían estar ciegos a sus encantos porque comenzaron a besarse con desespero, ignorándolo. Al mozarrón le excitaba esa escena y su mano se posó en su entrepierna para jugar con el grueso badajo.

Uri mamaba los pezones de Jofre, ya enrojecidos ante tales atenciones bucales. El cerebrín gemía cuando el canijo se aplicaba con saña, pinzando sus aréolas sensibles, sólo acertaba a responder frotando su torso y duro abdomen. Uri podía ser bajo, pero tenía un cuerpo muy fibrado que adoraba recorrer. De repente Jofre por un momento no comprendió lo que sucedía. Su polla…

-Sí, no pongas esa carta de sorpresa, noi -dijo Dalmau, arrodillado, con la verga del empollón entre sus dedos- Aquí somos tres, y no tengo ganas de disfrutar de eso con una simple paja.

Jofre quiso agradecérselo, pero no pudo. No le salían las palabras, entre los manoseos del rubio y las chupadas del pelirrojo. Cuando Dalmau se afanaba en algo, lo hacía a conciencia. Con una mano rodeaba y agitaba el fuste del chico, pero con la otra agarró también la tranca de Oriol. Dos tubos de carne vivos y turgentes que apetecía saborear y dicho y hecho.La boca sedienta del atleta chupaba alternativamente los falos de uno y otro. Ya sin vacilar, era una dieta a la que estaba acostumbrado y que no abandonaría. La boca albergaba los glandes que vertían líquido preseminal que no llegaba al suelo gracias a la voracidad del cachas rubio.

Jofre estiraba sus brazos para acariciar el redondo culo de Oriol. No lo veía, pero sentía la rotundidad de esas carnes prietas. Debía hacerlo bien porque el afectado no emitía queja alguna, más bien suspiraba sonoramente aunque también podía ser que el goce fuese producto de la pericia con la que Mau  se ocupaba de las entrepiernas de los dos. De súbito, Uri aumentó la intensidad de sus gemidos. La boca de Dalmau había cambiado de objetivo, su lengua lamía ansiosamente el delicado ano del más bajo  de ese trío calenturiento. Las prominentes nalgas del canijo eran manoseadas por Jofre mientras el deportista se concentraba en su abertura anal.

-¡Parad, parad! ¡Que voy a explotar! –gritó el pecoso, tratando de que sus amigos se moderasen un poco. No quería vaciarse todavía y a ese ritmo, en pocos minutos su manguera empezaría a manar leche espesa y caliente. Se apartó un poco y observó a Dalmau. Le fascinaba ese aire seguro, procaz y viril que desprendía. Podía seducir a quien quisiera, con su cuerpo poderoso y su intenso magnetismo sexual, que no dejaba a nadie indiferente, y ese león le había escogido a él. Pero por una vez la dirección de las miradas era diferente a la habitual. Ahora, con su amigo arrodillado, era él que lo miraba desde arriba y le encantaba  ese nuevo enfoque.

-¿Y si nos ocupamos de este león tan amoroso? –sugirió a Jofre.

-Buena idea, tiene una buena polla.

-¿Tu crees? A mí me parece que es muy aparente, pero nada más. No debe saber ni usarla.

-¿No la sé usar, eh? –replicó el galán rubio, levantándose ágilmente- ¿A quién de los dos se la ensarto primero?

-¡A mí! –contestó con presteza Jofre, dándose la vuelta y poniéndose a gatas para exponer su culo. Dalmau no tardó un minuto en atacar el trasero que se le ofrecía, primero con la boca, estimulando el vibrante agujero antes de hurgarlo con sus dedos ágiles. Uri miraba la operación acostumbrada. Después sería su turno o podía participar de otro modo, chupando la tranca de Jofre o acariciando sus cuerpos o… Ahora mismo, no le apetecía nada de todo eso, deseaba probar algo nuevo.

-Tienes un culazo que es una pasada. -dijo Uri, absorto como otras veces ante las nalgas modélicas del mozo más cañón de todo el municipio.

-No te cortes. Tienes carta blanca. Sóbalas cuanto quieras, me gusta. –le respondió Dalmau con rapidez.

-Ya, pero yo pensaba en otra cosa, que no puede ser…

-Si quieres metérmela para estrenar mi culo –dijo con desparpajo- ya te digo que no podrá ser.

-Ya, a ti no te va.

-No es eso, badoc ,  no puedes estrenarme porque la polla de Jofre ya lo hizo antes. Sí, y no hagas esa cara de alelado. Basta de hablar, si tienes ganas, me la clavas con fuerza, y si no trae aquí la picha que quiero saborearla. No me gusta tenerte aquí sólo de mirón.

Oriol alucinaba. Ni remotamente se habría imaginado que Dalmau pudiese disfrutar siendo follado por atrás, pero no le dio más vueltas. Obedeció a su amigo y con prontitud sus manos se aferraron a ese culazo de escándalo. Lo magreaba con deleite, repasaba cada centímetro de esa piel lozana que cubría dos deliciosos melones redondos y altivos, con esos hoyuelos laterales que remataban ese

conjunto tan erótico. No se fue por las ramas, pronto sus dedos se internaban por el firme esfínter que cerraba la cavidad anal. Fruto del deseo, tal vez lo atacaba con demasiada energía, pero el león no parecía incomodarse en absoluto, él mismo ocupado en adorar otro soberbio trasero.

Pronto a Oriol se le complicó la faena porque el culo de Dalmau empezó a balancearse al compás de su penetración en el interior de Jofre. Eso no era una verga sinó un firme espadón que se internaba con fuerza dentro de las paredes rectales del empollón. Ya lo había probado muchas veces, pero nunca se cansaría de esa deliciosa estocada que se clavaba en su interior. El leve dolor que sentía, pronto sería substituido por descargas de placer, fruto no tan sólo del soberbio aparato que lo follaba sino también del brío, la energía y la fuerza sexual que exhibía ese mozarrón portentoso.

Con dificultades, el pecoso fue introduciendo su apéndice en la angosta cavidad que daba paso a su interior anal. Ya lo había practicado otras veces, pero la estrechez, su entusiasmo nervioso viendo cumplir su fantasía de hollar por fin el culo soñado y el movimiento constante de esas pompas divinas, dificultaban la operación. No obstante, Oriol no se rendía, excitado por el premio que iba recibiendo segundo a segundo. Esa cavidad era singular, tan angosta que oprimía y excitaba su polla como nunca lo había experimentado. Empujaba con todo su ardor, tratando de acomodar su ritmo al de la follada de Jofre por su adonis. El pene del canijo ya era cobijado en toda su longitud dentro del semental rubio. Una pasada, ahora entraba y salía con toda la fuerza de la que era capaz, sin suscitar la más mínima queja de Dalmau que seguía con su labor de perforación del culo del empollón. Los gemidos de unos y otros rompían la tranquilidad del paisaje sereno, crecientes hasta desembocar en aullidos de gozo. Finalmente, los chicos, colmados por el frenesí, descargaron trallazos de esperma denso y abundante que salpicaron los cuerpos de sus novios.

A los gritos siguió el silencio, la tranquilidad se impuso. Los chicos se tumbaron sobre la hierba fresca, descansando satisfechos después del esfuerzo. Como siempre, fue el apolo rubio el que se incorporó primero. Los otros dos no lo siguieron, estaban agotados. Dalmau decidió ir al otro lado del estanque a recolectar moras. Cogió el pequeño cesto de la bicicleta de Oriol y se alejó con su proverbial rapidez. Uri lo miró una vez más, no se cansaría jamás de observarle. Ahora sí, sin miedos, reticencias ni disimulos. Era su chico, tenía todo el derecho a repasarlo tantas veces como quisiera.

-No se escapará, no hace falta que controles cada uno de sus movimientos –le advirtió Jofre, jovial.

-¡Mira quien fue a hablar! El que ayer cuando se cambiaba no le sacaba los ojos de encima, y eso que tenía un ejemplar tan buenorro como él a su lado.

-¿De quién hablas? ¿No será de ti?

-¡Por supuestísimo! O no recuerdas el dicho: En el pot petit hi ha la bona confitura.

-Sí, vale, en el tarro pequeño se guarda la mejor mermelada, pero es que en tu caso,  me parece que el tarro es tan minúsculo que no cabe nada, ¡ja, ja, ja!

-¿Minúsculo yo? ¡Ahora verás! –replicó divertido el pelirrojo mientras saltaba sobre su novio  y sus manos atacaban su talón de Aquiles, ese vientre hipersensible a cualquier manoseo.

Jofre se retorcía entre los hábiles toques del pecoso y pronto le pidió clemencia, incapaz de soportar por más tiempo tantas caricias en su barriga. Acabaron abrazados y esos dos rostros volvieron a fundirse en besos prolongados, besos que invitaban a las confidencias de los amantes.

-Me gusta que al final te quedaras con nosotros.

-No tenía opción. Me habriáis seguido por todo el Mediterráneo… No me arrepiento. Lo nuestro no es lo más normal del mundo, de todos modos me encanta y va conforme con un chico tan  alocado como yo, pero no deja de sorprenderme que tú lanzaras la propuesta.

-Sí, salió espontáneamente. Por fin me dejé ir. Lo sentía y lo rehuía hasta que no pude más… El día de la camiseta de Mau me di cuenta de que seguía queriéndote también a ti. Y ahora los tres juntos, como un final inesperado de cuento.

-¿Final? ¡No fotis! Esto no es un final, es el comienzo de algo destinado a durar. Es tan diferente a mis relaciones anteriores.

-¿Con David has vuelto a hablar?

-No –respondió rápido y seco el canijo, aunque después de un breve silencio decidió prolongar su  respuesta – No, porque ninguno de los dos lo ha querido. Tampoco hemos tenido muchas oportunidades, con el final de curso tan cercano. Sólo una vez nuestras miradas coincidieron. Y no me gustó lo que vi… Hay miradas duras que lo expresan todo… El otro día leía una entrevista de una actriz que aseguraba que no se arrepentía de nada de lo que había hecho…

-Sí –dijo Jofre-  de todas las experiencias buenas y malas se aprende.

- Ximpleries! Hay cosas que mejor no tener que pasarlas. Cuando recuerdo en cómo me trató durante casi todo un año. No me quería, me controlaba, me dominaba a su antojo y punto. Me hizo mucho daño, realmente no sé cómo pude escapar de él… Jofre, -dijo Oriol adquiriendo su voz y mirada un tono serio- quiero pedirte un favor.

-Lo que sea- respondió rápido y atento el chico.

-No saques más el tema de David. Para mí es un asunto del pasado, completamente zanjado, que no quiero remover más. Ahora somos tres y no quiero que nuestro chico  se entere de quién fue mi pareja. Sería capaz de cruzar el océano para ajustar cuentas...

-¿Cruzar el océano?

.¿No lo sabes? Estudiará en Boston. Su padre, que está forrado, se lo paga. Él deseaba dejar atrás todo esto y sinceramente, me encanta que se vaya  y que no vuelva.

-No sé quién es peor, si Blanca todo el día de cháchara con Ester, o vosotros dos, que a la que me alejo, retomáis vuestras charlas inacabables y vuestros susurros –gritó el chico rubio, ya de vuelta, pero todavía demasiado lejos para captar el tema de su charla.

Al rubiales no le enojaban esos secretillos entre los dos chicos. Los amaba y confiaba en ellos. Por tanto celos y suspicacias lo tenían muy difícil para adquirir protagonismo en su manera de ser. Dalmau volvía con el cesto. Le gustaba verlos como los había dejado. Las dos personas que amaba más en el mundo allí, desnudos, en ese paraje mágico.

-Hola Mau! –le saludaron los dos chicos.

Mau les enseñó, orgulloso, el cesto repleto de moras. Muy pronto los tres muchachos dieron buena cuenta del fresco aperitivo. Al final labios y dedos estaban manchados del tinte morado de esos frutos del bosque. Su sabor dulzón estimuló la charla alegre de los chicos.

-¡Es fabuloso estar aquí, sin preocupaciones y con días y días de vacaciones por delante!

-Sí, Uri, sobre todo recordando las putadas de no hace mucho.

-Y los cabrones que las hicieron han recibido su merecido. La camarilla de Gonzalo, ¡a la mierda, ja, ja, ja! Y todo gracias a tu hermano.

-Oleguer es un crack. Conoce a medio mundo y el otro medio le conoce a él. Tuvimos suerte de que esa prima de su amigo Roc trabajase en el Espanyol.

-Y en el momento justo –añadió Jofre-. Si tardamos dos días más en resolver el enigma, el maldito Gonzalo ya estaría trabajando con uno de los equipos juveniles del Espanyol.

-Tuvo que ser muy divertido ver la cara de paleto de Gonzalo cuando se presentó para firmar el contrato y el encargado del futbol base le leyó el ideario de las secciones juveniles para después soltarle que él no estaba capacitado para el cargo. Eso  de “ayudar al desarrollo humano de los chicos, en un clima de confianza y apoyo” no sabía lo que significaba.

-Y ese cerdo tratando de justificarse hasta que el directivo le clavó la estocada final cuando le preguntó si me conocía a mí –dijo Dalmau satisfecho- No supo qué responder, balbuceaba. Fue un error, iba repitiendo.

-¿Todavía conservas la grabación de la entrevista que te pasó tu hermano? –preguntó el empollón.

-Sí, pero ya no la escucho. Es un asunto cerrado que no pienso abrir nunca más. Ahora mi meta está en el decatlón.

-Me han dicho que Gonzalo y Ferrer querían dejar el instituto, pero no han podido –intervino Uri- Como mínimo el próximo año deberán seguir allí, pero alejados de todo cargo y de cualquier competición. La profesora Roca es un hueso. No saben lo que les espera.

-Yo creo que sí saben lo que les espera, por eso querían desaparecer lo más pronto posible. En el instituto están marcados, y vayan donde vayan se conocerá su historial. Este país es pequeño.

-Y el profesor Vidal ha pedido la prejubilación. Ayer me envió un mensaje para decírmelo –soltó Dalmau- El médico se lo aconsejó y él lo tenía muy claro. Es curioso, llegué a odiarle, pero después de conocer su triste historia y sobre todo lo que hizo por nosotros, arriesgando todo su futuro, ahora siento por él algo muy diferente. Ahora le respeto.

Antes de volver a casa, los muchachos decidieron tomar otro baño. El sol ya atacaba con fuerza y apetecía volver a sentir el contacto fresco del agua. Ninguno de los tres se hizo el remolón aunque, como siempre, el que entró con más empuje fue el deportista rubio. Oriol y Jofre estaban aun cerca de la orilla mientras él ya nadaba en medio del estanque, con esa elegancia que le caracterizaba. A veces se sumergía y reaparecía muy cerca de sus compañeros para volver a alejarse. Debía moverse, en él, el ejercicio era una necesidad.

-Por fin ya está todo solucionado y todos los enigmas resueltos -dijo Oriol.

-Bueno, casi todo… Hay un último misterio que me intriga muy poco. No es nada importante.

-¿Ah, sí? Cuenta, cuenta –preguntó el canijo interesado.

-En realidad me da un poco de corte explicártelo porque tiene que ver contigo y no estoy satisfecho de cómo lo supe… Fue hurgando tu bolsa de deporte. Lo siento…

-¿Y eso tiene que ver conmigo? ¿En mi bolsa hay un misterio?

-Una vez encontré una cajita con una O y…

- ¡Clar, la caixeta de l’Oriol! –exclamó Dalmau que había surgido del agua, de repente a su lado –Es muy feo eso de hurgar en lo ajeno…

La tez de Jofre adquirió un color rojo vivo, nervioso y avergonzado.

-… pero tampoco se hundirá el mundo por eso, sobre todo cuando has tenido el coraje de confesarlo  –continuó Dalmau, dándole un beso.

-¿Y qué tiene de particular mi cajita?

-Me sorprendió lo que encontré dentro. Una pinza.

-¡Ah, lo de la pinza! Ya ni me acordaba. Fue por Núria. Pasaba una época muy mala. Le propuse que probase algo nuevo que le gustara y que pudiese hacer fuera de casa. Soy un bocazas. Adora un deporte, pero las únicas que lo practicaban eran amigas de Blanca.

-¿Y el bueno de Uri se ofreció, no? –preguntó Jofre, acariciando el cuello de su amigo.

Oriol asintió con la cabeza, pero no dijo nada más. Transcurrió un breve silencio, Dalmau lo miraba atentamente, reclamando que el pecoso continuase la historia, pero Uri no se dio por aludido. Finalmente el silencio fue roto por la voz enérgica, impaciente y grave del adonis.

-¡Molt ben fet!  ¿Però, redimonis, ens diràs d’una vegada de quin esport es tracta?

-De natación sincronizada –dijo tranquilamente y sonriendo el canijo.

El semblante inquisitivo de Mau desapareció, substituido por una mirada aguda antes de fruncir el ceño. Jofre temía ese gesto tan propio de su novio. Como siempre, no sabía qué barruntaba, pero tenía muy claro que ese gesto no era gratuito y que en pocos instantes le sorprendería una vez más.

-¡Qué interesante! Nunca he probado la natación sincronizada. Tenemos que cambiar eso…

-¿Tenemos?-preguntó Jofre- Yo no tengo muy claro eso de meterme en la piscina para…

-¡Sí, será divertido! –exclamó Oriol- Podemos probar un ejercicio entre los tres.

-Pero…

-Hecho. Si esas palurdas pueden hacerlo, nosotros también.

Jofre ya había claudicado, viendo el entusiasmo de sus amigos. Quizás no fuera tan mala idea. En todo caso, no vislumbraba ya ningún peligro, y si alguien se enteraba, nadie se atrevería a burlarse de sus evoluciones con Mau de capitán del conjunto.

-Tenemos que buscar un nombre apropiado para el grupo. Algo relacionado con un trío –avisó el pelirrojo.

-¿Qué tal, las Tres Gracias? –sugirió Jofre.

-No, ¿no son esas las tres tias gordas del cuadro del comedor del instituto? Mejor, los Tres Mosqueteros.

-Tampoco, Mau,  los tres mosqueteros en realidad eran cuatro con D’Artagnan –apuntó Jofre.

- ¡Ja ho tinc! ¡Els Tres Porquets! –gritó el canijo.

-¿Los Tres Cerditos? –preguntaron los otros dos al unísono.

-Claro. Si nos llamamos así podremos hacer siempre entre los tres las marranadas que queramos –respondió Oriol mientras acariciaba satisfecho las pollas de uno y otro.

Los tres rieron con ganas antes de besarse con ardor una vez más. Las risas en ese paisaje apacible tal vez auguraban un futuro mucho más tranquilo para ese trío novelesco. Bueno, en realidad el porvenir nunca está escrito, se va definiendo minuto a minuto, pero en cualquier caso, Jofre, Dalmau y Oriol, esos tres chicos abrazados y enamorados, en esa mañana brillante encarnaban sin lugar a dudas la viva imagen de la felicidad.


Bueno, trabajo cumplido. Después de más de dos años ya conocéis toda la historia. Ante todo, debo agradeceros vuestra fidelidad. 3dimension, Sideshift, Mnavarro, FelinoAlbino, Alma88, Socjomateix, Gerard, Chico Serio, Xavi, Paul16M, Alex17n, gp22, Vickman, Estudiante, Taly, FyeD, Rofacale, Rata, Ivan S, Kantidubi, Paisdelolivera, mmj, Edgar, Guadalupe López, Elbotija10, Rinascita, Deivic, Romántico Guarro, Ucedo 108, Roger y Marcelo son sólo algunos de los muchos que a lo largo de todo este tiempo me habéis hecho llegar vuestras opiniones; eso junto a las muy generosas valoraciones y las visitas alcanzadas, han tenido un peso determinante en no cejar en mi empeño de continuar narrando esta historia hasta su conclusión.

Es curioso. He conocido a alguien especial después de unos cuantos años sin nadie al lado. No es guapo como Dalmau ni tan inteligente como Jofre, ni tan divertido como Oriol, pero tiene algo de todos ellos, además de la nobleza de Joan, y con todo eso creo tener suficiente... pero esta historia, dado que no es fruto de mi imaginación, no os la voy a contar, ésta la voy a vivir privadamente.

Moltíssimes gràcies, de tot cor!!!

Adéu, macos!

7Legolas